Kirisaki Chitoge. Transformada en una bebe de un año de edad aproximadamente. Su cabeza asomando entre las piezas de ropa que vestía hace unos instantes, ahora enormes para su pequeño tamaño. Sus ojos grandes y relucientes, sus cachetes regordetes luciendo un brillo rosáceo, su cabello rubio a media espalda, su listón desatado a su espalda.

Tsugumi cayó de rodillas ante ella, sus brazos flácidos a sus costados, la boca abierta de par en par. Su cuerpo entero estupefacto, sin poder dar credibilidad a lo que tenía ante sus ojos.

—¡O-O-Ojou! —tartamudeo con una vibrante voz—. ¡Transformada en una bebe!


Con un bolígrafo, Shuu garabateo un retrato en una hoja de su libreta. Un dibujo de una niña echó a palitos, de enormes ojos tras unos lentes cuadrados, su cabello una larga línea con forma de "S" que serpeteaba a su espalda. Hecho al aventón y tan feo que parecía dibujado por un bebe. Al terminar, se equipo con su sonrisa de gato más astuta y lo deslizó sobre la mesa a su compañera de gafas.

—Mira Ruri-chan, eres tú.

El codazo por parte de la chica no se hizo esperar. Shuu se dobló del dolor.

—Maiko-kun. —Ruri arrugó la frente con una mirada fulminante—. Si ya terminaste tu tarea, porque no sales a la calle y te subes a un coche por el cofre. Algunos estamos tratando de estudiar.

—Que fría eres Ruri-chan. Es solo que me aburro. Necesitamos un descanso, hemos estado aquí desde la mañana.

—Por una vez en su vida Maiko-kun tiene razón, Raku-sama —Marika se unió a sus quejas, empujó el desparramadero de apuntes de la mesa y se dejó caer sobre ella—. Esto es demasiado trabajo para un día. Tenemos tanto tiempo sentados en esta mesa que ya se me durmieron las piernas.

—¿Y de quien crees que es la culpa, Marika? —la reprendió Chitoge— Te la pasas flojeando y apenas has hecho nada de las tareas que te dejaron para hacer en el hospital. Si quieres entrar a la misma universidad que nosotros, vas a tener que estudiar muy duro. Tus calificaciones son de las peores en la escuela.

—¡Bah! Las calificaciones son lo de menos. De todas maneras ya tengo mi plaza asegurada —clamo Marika con un sospechoso guiño de lengua afuera.

—¡Deja de presumir tan casualmente tus sobornos, Tachibana! —se unió Raku a la conversación— Mira, está bien. Nos tomaremos un descanso, pero promete que te esforzaras en tus estudios.

—Te lo prometo. Dios, por eso te amo tanto Rakkun, tu si me entiendes. Ahora, ¿qué te parece si me das un masaje en estas doloridas piernas?

Raku pegó un respingo al sentir por debajo de la mesa, a un juguetón pie recorriendo su pierna. Chitoge reparo en ello.

—¡Deja de estar coqueteando con mi Darling! Y tu Frijolito, traenos algo para merendar, que muero de hambre.

—¿Ya tienes hambre de nuevo? ¿Que no te acabas de comer tres pizzas familiares tú sola?

—No seas exagerado. Fueron dos pizzas y media, y de eso hace más de dos horas.

—Está bien —cedió Raku a regañadientes—, veré que puedo preparar.

—Déjame ayudarte —se ofreció la afable Kosaki.

Dejó su cuaderno de apuntes en la mesa e hizo ademán de levantarse pero Raku se apresuró a detenerla con un gesto de la mano.

—No, está bien. No te molestes —le dijo a la chica con la cocina más mortal del país después de Chitoge—. Tu sigue estudiando. Tsugumi, siendo que ya terminaste con tu trabajo, ¿te molesta si me ayudas a preparar algo?

—Ehh, ¿por qué yo? ¿Que ni eso puedes hacer tú solo?

«Es que quiero tener alguien que sepa de cocina ayudando, y entre Tachibana y tu, te prefiero a ti, porque Tachibana no me va dejar en paz con sus flirteos», quiso decir Raku, pero se lo guardo para el mismo y en vez de eso dijo:

—Por favor.

—Está bien. Ya vuelvo, Ojou.

—Que se diviertan.

Ambos se levantaron y se dirigieron a la cocina.

—Gracias Tsugumi.

—No tengas ideas equivocadas —dijo ella con unas adorables mejillas sonrosadas—, te voy ayudar solo porque mi Ojou esta hambrienta.

—Aun así, gracias.

Raku estaba inspeccionando el refrigerador y Tsugumi buscando utensilios, cuando de repente, el sonido de un pequeño proyectil, similar a un petardo, irrumpió en la cocina, le siguieron unos gritos femeninos.

—¡Ojou-sama! —exclamó Tsugumi, siempre alerta ante el posible peligro que pudiera atentar contra su señorita. Salió disparada de la cocina y Raku la siguió.

Llegaron a la habitación y la chica corrió la puerta de un brusco jalón, de dentro salió una densa nube de humo rosa. Raku por un segundo se alarmó pensando que se quemaba la casa, pero ¿que clase de incendio expele un humo rosa?

—¡Ojou, ¿que sucede, se encuentra bien?! —grito Tsugumi, ciega entre todo ese caos, abanicando con la mano el humo de su rostro.

Raku atravesó la habitación de una zancada, haciendo mascarilla con su mano, y abrió la puerta corrediza que daba al jardín del patio. Pronto la nube de humo rosa se despejó y tanto Tsugumi como Raku, se llevaron una sorpresa. La habitación estaba vacía. La mesa baja con todos los libros y cuadernos seguía ahí, pero ni pista de su grupo de amigos. En los cojines que usaban de asiento, unas misteriosas pilas de ropa. Algo se movió y de repente, un sonido que dejó a Tsugumi y a Raku congelados salió de entre la tela. El llanto de un bebe.


—¡Lo mismo le pasó a Kosaki y a Shuu! —grito Raku— ¡Dios!, también a Miyamoto y a Mari. ¡¿Pero como diablos?!

Marika tomó entre sus pequeñas manos una pluma y empezó a jugar con ella. A Raku se le antojó peligroso para la bebe, se acercó para quitarsela y, accidentalmente, se dio un golpe en la espinilla con el borde de la mesa. Una lata de refresco de aspecto sospechoso, rodó con un sonido metálico y vacío entre los bartulos de estudio. En un costado, Tsugumi reconoció el logotipo de los laboratorios Beehive.

—¡Claude!

—¿Que? ¿Esto es culpa de Claude?


—¿La granada de humo rosa dices? —inquirio Claude, su voz grave pero sosegada sonando por el altavoz del móvil de Tsugumi— Si, es un nuevo tipo de arma con la que hemos estado experimentado en los laboratorios, capaz de neutralizar al enemigo sin tener que utilizar fuerza letal. Se que parecen una lata de refresco, no las vayas a confundir. Se construyó así para introducirla con facilidad en líneas enemigas. Si la lata se abre, todo lo que esté a su alrededor quedará convertido en un mero infante. Tratala con extrema precaución. Oh —se interrumpió con un deje de sorpresa—, te dejo, Seishirou. Madam Flower acaba de salir de su junta y vamos a estar extremadamente ocupados. Te veo después.

—¡Espere Claude-sama, ¿que ahi de la duración?!

El sonido del teléfono al colgar puso fin a la llamada. Siguió un silencio. Tsugumi y Raku intercambiaron miradas de pánico.

—¿Y qué rayos vamos a hacer ahora? —pregunto Raku.

—Habrá que esperar a que el efecto termine o que Claude se desocupe.

—De todas maneras, ¿cómo es que esta bomba experimental acabó en mi habitación?

—¿Que no es obvio? Ojou debio traerla pensando que era alguna clase de bebida.

—Genial —replico sarcastico.


Para salvar el pudor de las chicas, Tsugumi improviso ropas con las blusas que llevaban antes. De pasada, volvió a atarle su listón a Chitoge.

—¡Kyah! ¡Son adorables! —dijo Tsugumi cargando a Chitoge con los brazos extendidos, sus ojos brillando como estrellas.

Ante la sobredosis de lindura, la sicaria se había vuelto loca. Sacó su móvil y empezó a tomar fotos. Estaba tan emocionada como una chica que ve a su ídolo en la calle y este le regala uno de esos guiños mojabragas: «Para ti, pollita». Rápidamente se llenó la memoria de su smartphone y de un manotazo le arrancó a Raku el suyo para continuar la sesión. Estaba imparable, nunca antes la había visto así de excitada. Tomó varios cientos de imágenes de todos los ángulos habidos y por haber, algunas con Kosaki y con el resto de los bebés.

—Tsugumi-san, disculpe que interrumpa su sesión de fotos, pero tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos.

—No puedo evitarlo. Mira a mi Ojou, ¡es una preciosidad! Quiero tocarla, abrazarla, Dios, ¡me la quiero comer a besos! ¿No te pasa lo mismo?

Raku miro a Kosaki. Su mechón ahí seguía, mucho más corto pero igual de adorable. La necesidad de abrazarla era insoportable.

—Tachibana y Miyamoto también son unas linduras, ¡miralas!

Raku tomó a Miyamoto. Tenía la misma mirada fría y penetrante que de adolescente. Hasta parecia decirle algo: «Eres un idiota».

—Y mira, incluso Maiko Shuu como bebe no es tan feo, bueno, nada mas ahi que quitarle la cara de tonto. ¿Es que este tipo siempre ha tenido esa cara de enfermo pervertido durante toda su vida?

Shuu portaba su mueca de gato expulsado de un hospital psiquiátrico. Y por alguna razón tenía la mirada clavada en el inmenso pecho de Tsugumi mientras le caía un hilo de saliva por sus gordos cachetes.

—Desde que lo conozco.


Tsugumi se detuvo con cierto sobresalto. Una curiosa pregunta se abrió paso en su mente: «¿Cómo se vería Ichijou Raku convertido en un bebe?». Entorno los párpados, una mirada malvada relumbró en sus ojos escarlata, que de reojo, se deslizaron hasta la lata experimental. Si tan solo hubieran más de esas latas. Bruscamente sacudió la cabeza con fuerza. ¿En qué estaba pensando? No iba a transformarlo al novio de su querida Ojou en un bebe solo para saciar su curiosidad, ella no era así. Que tontería.

—¿Tsugumi? ¿Te sientes bien? Te quedaste viendo, así como distraída por mucho rato.

—¿Eh? ahh, si no es nada —se apresuró a responder Tsugumi. En su rostro una extraña sonrisa que Raku no supo descifrar—. Solo que recordé algo gracioso.


—¡Tsugumi ven acá, mira esto!

—¿Qué sucede? ¿Le pasa algo a mi Ojou?

—S-s-sus ojos… ¡Son cafés!

—Ahh, ¿no lo sabías, verdad? De niña, los ojos de mi Ojou eran cafes, conforme fue creciendo cambiaron a su azul actual.

—¡Ehhh! ¿De verdad? No sabía que eso fuera posible.

—Eres una desgracia, Ichijou Raku —dijo Tsugumi meneando la cabeza con evidente decepción—. Es tu deber como su novio conocer cada uno de los detalles que la hacen tan especial. Sabías que dio su primer paso a los tres meses, y que a los cuatro dijo su primera palabra, un adorable "Ma-ma" a la señora Hana. Claude lloró por una semana de felicidad.

—Whoa. Incluso cuando bebe ya era increíble.

Tsugumi colocó ambas manos en sus mejillas y empezó a retorcerse como si los adorables recuerdos de la bebe Chitoge, fueran una especie de adictiva droga líquida y dulce, que se estaba inyectando directamente en las venas.

—Claro que sí. Debiste haberla visto. Mi Ojou fue una bebe de lo más precoz, todo lo entendia y aprendia muy rápido. Al año ya sabía escribir su nombre y a los tres ya estaba aprendiendo a hablar su segunda lengua.

—¡¿Segunda?! Yo todavía no termino de dominar la primera.


—En el almacén aún quedan algunos de mis juguetes de cuando niño, los traeré para que se entretengan.

—¿Después de tantos años aún los guardan?

Tsugumi lo observo curiosa, esperando una respuesta. Raku abrió la boca para dársela, pero se interrumpió y en vez de eso le respondió con una pregunta:

—Dime. ¿Que hicieron con los juguetes de Chitoge conforme fue creciendo? ¿Se deshicieron de ellos?

—Claro que no. Están guardadas en una bóveda de alta seguridad en nuestra base madre, en Nueva York. Ahora son preciadas reliquias para el grupo.

—Bien, ahí tienes tu respuesta. Las veces que mi madre trató de donarlos, mis chicos le rogaron en un mar de lágrimas que no lo hiciera. Todo esto solo me hace realizar lo similares que somos Chitoge y yo.


—… aku… aku…

Raku subió las cejas tanto que se ocultaron bajo los copetes de su cabello índigo. ¿Acaso Chitoge estaba diciendo su nombre? Se acuclillo frente a la bebe.

—¡Chitoge! ¿Te acuerdas de mi? Soy yo, Raku. Tsugumi mira, ¡se acuerda de mi!

—¿Aku? —dijo Chitoge en su adorable voz de bebe.

—Si Raku, soy yo. Vamos, dilo despues de mi, Ra-ku —pronunció las sílabas de su nombre con deliberada lentitud.

La pequeña Chitoge ladeo el gesto, pareció meditarlo un momento. De pronto soltó:

—Fijol.

—Fi… ¡No, frijol no! Raku, soy Ra-ku.

—Aku, no. Fijol.

—Mira, en todo caso —Raku sonrió a medias en una mueca burlona—, tu serias la fríjol ahora. Yo grande y fuerte, tu bebe frijol.

De improvisto, la bebe tiró tremendo derechazo con la velocidad y fuerza de Muhammad Ali, que Raku recibió de lleno en la mejilla. Salió volando por la ventana y fue a dar en unos arbustos del patio de afuera con tremendo estruendo. Después la bebe se soltó a reír, rodando y pataleando por el suelo de tatami, como si fuera la cosa más divertida del mundo. Que para ella, lo era.

—¡Tu fijol!

Tsugumi, quien estaba acunando a Kosaki, lo presenció todo y después de echar la cabeza atrás y soltar unas carcajadas rebosantes de buen humor, le advirtió:

—Ah si, olvide decírtelo. Mi Ojou ya mostraba signos de su fuerza desde pequeña, así que ten cuidado.

—¡Esto es ridículo, ¿es una saiyajin o que?!


—Oh, rayos… —maldijo de repente Raku.

—¿Ahora qué hiciste?

—Creo que Marie-chi se acaba de hacer pipi encima de mi. —Raku levantó a la bebé en alto y unas gotas escurrieron de su piecito. El pecho de su camisa con una gran mancha de humedad—. ¿Y por que hablas como si siempre fuera mi culpa?

—Es la costumbre.

—¿Sabes cuanto tardaran en volver a la normalidad?

—No tengo idea —respondió Tsugumi checando los mensajes en su móvil—. Juzgando por los anteriores experimentos, podría tomar algunas horas o el día entero.

—En ese caso, no podemos dejar que anden por la casa de esa manera, vamos a necesitar pañales.

—¿Pa-pañales?

—Si, o de lo contrario van a estar orinando en todas partes. Voy a salir al 7-Eleven a comprar algunos, ¿puedes encargarte de ellos sola?

—¡¿Que?! ¡No! ¡Estás loco, de ninguna manera! —se apresuró a replicar ella— Ni se te ocurra dejarme sola. Nunca en la vida había tenido que encargarme un bebe y ahora tenemos cinco.

—Rayos. Y no podemos dejarlos solos. —Raku lo medito un segundo—. No tenemos más opción. Tendremos que llevarlos. Creo que en el almacén tenemos una vieja carreola.

—¿Quieres decir salir con ellos a la calle? ¡Pero qué dirá la gente!

—Es eso o dejar que la casa se convierta en una fosa séptica.

Raku encontró una carreola en el almacén. La misma que su madre había usado para cargarlo a él de bebe. Estaba algo empolvada y una llanta chirriaba pero después de un trapazo y unas buenas patadas arregla-desperfectos, quedó usable.

Tsugumi llevó la carreola en donde acomodaron a Kosaki, Marika y a Ruri. Raku cargaba a Shuu en los brazos y Chitoge… Chitoge iba cómodamente sentada sobre la cabeza de Raku. Había anidado ahí como una ave carroñera en las tripas del cadáver de un elefante. Tsugumi se la quitó a la fuerza, pero cuando se arrancó llorando, se vieron obligados a devolverla.

Todo el camino al 7-Eleven fue un continuo sonrojo para ambos. Lleno de múltiples momentos embarazosos entre los que destacaron:

Un tipo de lentes miniaturas y que respiraba por la boca se les acercó sin parar de sonreír y asentir con la cabeza, cualquiera hubiera dicho que estaba orgulloso de algo. Felicito a Raku con un choque de puños: «Buen trabajo hermano, sigue asi».

Ya en los pasillos del 7-Eleven, una señora llenita de mediana edad, se acercó a Tsugumi y ocultando su boca con la palma de su mano y con discreción le susurro: «Perdona la pregunta, pero por favor tienes que contarme tu secreto. ¿Cómo has conseguido mantener tan buena figura con tantos hijos?».

Cuando se acercaron a pagar a caja, el cajero les dijo: «Tenemos condones en especial. Lleve la caja de veinte por el precio de doce. —Y después de dedicarle una extraña mirada de reojo a Tsugumi que se quedó atascada de más en su busto, añadió—: Aunque quizás quieran llevar la caja con cincuenta».


—¡Waaaaah! No puedo creerlo. ¡Este debe ser el día más vergonzoso de mi vida! —chillo Tsugumi.

Ya en la privacidad de la mansión yakuza. Tsugumi estaba en posición de cuclillas, con la cabeza entre los hombros y abrazándose a sí misma, como si esa posición de tortuga le ayudará a ocultar su vergüenza. Raku a su lado, tronando su cuello, tratando de actuar casual y fallando monumentalmente. Ambos compartiendo un rubor de antología.

—No me veas a mi, en todo caso culpa a Claude. Ahora solo tenemos que ponerles los pañales.

—No conozco nada acerca de poner pañales, y ahora que lo pienso ni de cuidar bebés. Ponselos tu.

—Yo no tengo problema con ello, pero no puedo porque… bueno ya sabes —Raku desvió la mirada al suelo y se rascó la nuca con gesto tímido.

—¿Que ahí con esa expresión? ¿Por que no se los puedes poner tu? —exigió saber Tsugumi.

Raku se quedó en silencio. Abrió la boca titubeando, como el que quiere decir algo pero tarda en animarse, y dijo:

—Es que ya sabes… yo y ellas…

—¿Tu que? Explicate claramente.

Raku ya no aguanto mas, aveces Tsugumi podía ser muy densa. Después de menear la cabeza, estalló diciendo:

—¡Que para cambiarlas voy a tener que verlas desnudas!

—¡¿D-d-desnudas?! ¡Pervertido! —Castigo divino. Tsugumi le propinó un karatazo en la mandíbula, Raku rebotó por la habitación como bola de pinball.

—¡Es lo que te estoy tratando de decir! Sé que son bebés pero no me lo van a perdonar cuando vuelvan a la normalidad.

—Entonces…

—Vas a tener que aprender a ponerlos. No es difícil. Vamos. Tómalo como práctica para cuando tengas tus bebes propios

—¡Waaah! ¡¿Mi-mis bebes?! ¡Alejate de mi pervertido!

—¡Es solo un ejemplo Tsugumi! Mira, hagamos así. Yo le pongo el pañal a Shuu y tú haces lo mismo con las chicas. —Raku se estremeció ante la horrorosa idea de tener que ponerle pañales a su mejor amigo. De beber alcohol, hubiera cogido la botella más grande y fuerte de la casa y se la hubiera empinado para darse fuerzas y soportar el bochornoso momento.

—Si no hay más elección —acepto Tsugumi a regañadientes.

Establecieron una mesa de mandos. Un viejo escritorio con el suficiente tamaño para poner a los bebés y los bártulos de limpieza.

—Sigue mi ejemplo. Primero le sacas la ropa.

—Aja.

—Espolvoreas algo de polvo de talco.

—Polvo de talco —repitió ella, imitando sus movimientos.

—Le pasas el pañal por debajo, así.

—Lo haces ver tan sencillo.

—Es que es sencillo.

Después de repetir el procedimiento en cinco bebés más, Tsugumi se sentía como si hubiera corrido un maratón. Había sido toda una experiencia pero lo logró. Chitoge fue la única que acabó dando problemas. Demasiadas fuerzas y energías para una bebe. Pataleaba, gritaba y reía como una posesa. Por suerte, Raku estaba ahí para ayudar. Unas palmadas en su cabellera rubia y Chitoge perdió todas sus fuerzas. Tsugumi tomo nota del detalle. Incluso en "modo bebe" había cierta conexión especial entre ambos.


—¡Chitoge espera, bajate de ese árbol, es peligroso!

—¡Chitoge esa anaconda no es tuya, dejala donde estaba!

—¡Chitoge esa sierra eléctrica no es un juguete!

—¡Chitoge deja de andar escarbando túneles bajo la casa!

—¡Chitoge, tú no sabes manejar grúas, bájate de ahí!


—¡Waaah!

—¿Tsugumi? ¿Que sucede?

—¡Ese perro feo trato de morderme! —respondió ella haciendo referencia al bebe Shuu, que jadeaba como perro acalorado a sus pies. Tenía la lengua de fuera y un espeso hilo de saliva goteaba por su barbilla.

—No le digas feo, se va deprimir. Creo que está aburrido y por eso merodea por toda la casa.

—Atalo a un árbol afuera y dejale un plato con agua y croquetas.

—¡Eso es demasiado cruel!

—Pues entonces haz algo. Es tu mejor amigo, lidia con él; yo ya tengo suficiente con las chicas.

Raku se cruzó de brazos y lo medito un momento. Que seria bueno para entretener al bebe Shuu… De golpe su rostro iluminó con una idea: ¡Pornografia!

Tomó a su mejor amigo en brazos y lo llevó a la sala. Encendio la television y busco en los canales algo interesante. Encontró un anime de tres muchachonas con ropas que rozan lo ilegal, peleaban contra una especie de lagartija gigante. Perfecto.

Shuu quedó hipnotizado al instante. Boca abierta de par en par y la cantidad de saliva que bajaba por su barbilla se había duplicado. Raku improvisó un tapete con periódicos para que no mojara la madera del suelo.


—¿Y Miyamoto?

—Está divirtiéndose, destrozando mi colección de manga.

—¿Tienes una colección de manga?

—Ya no.


Sonaron y resonaron los llantos de Kosaki y Tsugumi estaba por ponerse a llorar junto con ella. Por más que lo intentaban, no lograba apaciguarla. Con el resto de los bebés había sido fácil, unas caras graciosas y reían como locos, pero Kosaki era yegua de otro establo.

—Ahora que recuerdo, hace doce años, cuando sucedió "la promesa", solía jugar con una niña muy tímida y temerosa. Debió de ser Kosaki. Dejamela, vere que puedo hacer para alegrarla.

Tsugumi le paso a la bebe y Raku la tomó con extremo cuidado. Aún no se hacía a la idea de que esta cosa tan adorable y pequeña era Kosaki.

—En ese caso voy a darles una vuelta al resto de los bebés.

Tsugumi salió a echarles un vistazo y los encontró junto con Shuu viendo la televisión. Decidió no molestarlos y volvió a la habitacion con Raku, lo que resultó ser todo un fenómeno, porque en ella, Tsugumi se topó con la escena más bizarra en sus dos años y medio viviendo en Bonyari. Y quizás de toda su vida.

Raku estaba bailando hip hop.

El heredero del clan yakuza estaba plantado delante de Kosaki, vistiendo unas enormes gafas negras, un ridículo sombrero de plumas púrpura y una manta de capa en su espalda. Al tiempo que hacía el baile del robot (moviendo los brazos como un octogenario con problemas en las articulaciones) al ritmo de la banda Styx, que sonaba en su smartphone con su "Domo arigato, Mr. Roboto".

La razón era obvia. Kosaki. Los llantos habían cesado y la niña lo disfrutaba en grande. Reía, brincaba y aplaudía junto con las idioteces que se le ocurrían a este hombre. Estaban tan entretenidos que Tsugumi decidió no interrumpirlos, se quedó en la puerta observandolos con una sonrisa de oreja a oreja.


Sonó un estrépito en la sala.

—Rayos —maldijo Raku—, parece que Shuu debió haberse escapado de su jaula de nuevo. Te la dejo un momento Tsugumi.

—Eh, pero…

—Solo un minuto —le dijo pasándole a Kosaki.

Raku tardó poco más de un minuto en volver. Efectivamente, Shuu se había escapado (hasta de bebe ya era astuto el enano) y se estaba peleando con Ruri. Tuvo que separarlos como gallos de pelea que eran.

Se apresuró en volver a la habitación con Tsugumi, pero se quedó paralizado en la entrada cuando escuchó una angelical voz cantando una conocida música de una banda muy popular. Era Queen cantando Bohemian Rhapsody.

—Mama, ooh. Didn't mean to make you cry… —cantaba Tsugumi con una voz tan bonita, clara y llena de vida, que de estar vivo Freddie Mercury hubiera derramado una lágrima de dicha.

Desgraciadamente Tsugumi no llego a la parte movida da la cancion y se interrumpio porque Raku, como buen idiota que es, reparo en su presencia. Un pañal bien cargado salió disparado hacia su persona con mucha furia y tuvo que escapar por su vida.


Raku estaba limpiando una mancha de vómito de su camisa cuando sintió un jalón en la pernera de su pantalón.

—¿Miyamoto?

A sus pies, la pequeña Ruri lo observaba fijamente, su mirada era tan fría y penetrante como de adolescente y parecía que trataba de mandarle uno de esos mensajes telepáticos que los bebés saben hacer, pero que uno pierde con la edad. De alguna manera arrastraba un libro tan grande y pesado como un bloque.

—Ahh, ¿quieres que te lo lea? Ahora que recuerdo te gustan mucho los libros, ¿no es así? Déjame ver. —Raku se sentó en el suelo junto a ella y tomó el libro en manos. Leyó el título—: "Armas, germenes y acero: breve historia de la humanidad en los últimos trece mil años". ¡Miyamoto, ¿de donde rayos sacaste esto?! Ni siquiera sabía que había esta clase de libros en la casa. No hay manera de que te lo lea, es demasiado complicado para mi, y mas para…

La pequeña Ruri parpadeo tres veces muy rápido, de sus enormes ojos esmeralda nacieron unos lagrimones tamaño "king size", la mandíbula le tembló como una hoja agitándose por el viento.

—No, por favor no llores. Esta bien tu ganas, te lo leo —Raku suspiro derrotado—. Capítulo uno. En los albores de la humanidad…


Tsugumi entró a la habitación y se encontró con Tachibana en medio de un llanto incontrolable. La acunó en sus brazos y la meció suavemente sin efecto en sus lágrimas. Le cantó dulcemente, le hizo caras graciosas. Nada.

Un minuto después, Raku entró a la habitación llamado por el llanto.

—Me preocupa Tachibana. No importa que haga no deja de llorar.

—Haber, dejamela.

En el momento que las manos yakuzas se posaron en la bebe, el llanto se detuvo. Fue un cambio instantáneo, de la noche al día en un segundo. Hasta río aun con lagrimas en sus pequeñísimos ojos naranjas. Extendió sus cortos brazitos de bebe y se aferró a Raku con tanta fuerza que le hizo daño.

—Creo que no soy buena en esto.

—No te desanimes, Tsugumi. No creo que sea tu culpa; es solo Tachibana, siendo Tachibana.


Tsugumi se preocupó cuando ya tenía rato sin escuchar barullo en la sala, así que fue a echar un vistazo. Nada más al entrar, sus labios se curvaron en una enorme sonrisa al presenciar una escena de los más cautivadora.

Raku estaba en el suelo, a cuatro patas, cargaba de caballito a Chitoge y Kosaki.

—¡Aiee caballo, aiee! —profirió la niña rubia extasiada. Incluso cargaba con un matamoscas que utilizaba para latiguear al hombre en el trasero. Kosaki tras ella riendo y pataleando con brio.

Tsugumi ya podía vislumbrar el buen padre en que se convertirá ese hombre. Llevándolos a la escuela, ayudando en sus tareas, jugando con ellos en el parque. Que suerte la de su señorita.

—¡No te quedes viendo y ayúdame, no me las puedo quitar de encima!


—¡Waaiieeaa! ¡Ichijou Raku!

Raku escuchó el grito de pánico de Tsugumi a través de las paredes, se apresuró a dejar a Ruri en su cuna y corrió en su ayuda.

—¡Tsugumi, ¿que pasa?! —grito alarmado. Entro a la habitacion y lo que vio dentro, casi hace que se le salieran los ojos de las órbitas.

Chitoge se estaba comiendo a Tsugumi. Más precisamente, tenía prensada a la pequeña rubia del pecho de su blusa. Chitoge mordía y apretaba ese enorme busto con sus pequeñas manos, en busca de esa pajilla que le daría acceso a esa deliciosa leche que debía de ocultarse dentro de ese enorme tamaño. La blusa estaba arrugada y tan húmeda de babas que se transparentaba un encaje floral. Tsugumi se retorcía en el piso de tatami haciendo un esfuerzo por quitársela de encima, pero se veía vencida ante las cosquillas, la risa, y porque no, un poco de placer. Ocasionalmente un erotico gemido escapaba de sus labios.

—¡Quí-quítamela de encima por favor, me está mordiendo!

Raku tomó a Chitoge por la cintura con cuidado de no pasarse de la raya con Tsugumi y tocarla de más, se arriesgaba a ganarse unos tortazos. Chitoge estaba firmemente aferrada, apenas con un supremo jalón se la pudo arrancar del pecho, y no sin antes, venirse con todo y blusa de la sicaria.

Fue por un breve instante antes de que se Raku se viniera abajo junto con Chitoge, pero alcanzo a ver a una ruborizada chica que respiraba de manera agitada, algo de piel blanca, y un sujetador de encaje rosa que no daba el tamaño para el par de monstruosidades que cargaba.

—¡No mires, pervertido! —gritó ella. El rubor aumentando a proporciones nucleares en su rostro.

—T-tsugumi, mira en el armario, detrás de ti —le dijo mientras salía de la habitación.

—¡Largo!

Raku se sentó en el pasillo y esperó unos minutos. Cargaba a Chitoge en brazos, quien ahora estaba entretenida chupandose el dedo gordo.

Un minuto después, Tsugumi aparecio vistiendo una de sus camisas blancas del uniforme escolar. Los botones en el centro de su pecho visiblemente ajustados. El rubor en su rostro había perdido fuerza, pero aún quedaban rastros; como una ola que al regresar al mar, deja su humedad sobre la arena de la playa.

—Lo siento, tome prestado…

—Está bien, Tsugumi —la detuvo alzando la palma de la mano—. No tienes que decir nada. Puedes quedartela.

—G-gracias…

—Chitoge y el resto de los bebés deben tener hambre.

—¿Eh? ¿Cómo lo sabes?

—Intuicion.


—Fue una suerte que recordaramos comprar algunos biberones por si acaso.

—Sabes, me sorprendes. Eres increíblemente responsable en el cuidado de bebés. Cambias pañales, haces biberones.

—¿Se te olvida que soy el encargado de un refugio de animales? En primer año tuvimos un monito araña. Rey George Jugem Goku del Este, lo llame en honor a algunos animes que solía ver. —Tsugumi no opino acerca del larguísimo y ridículo nombre. Todos los animales del refugio tenían nombres similares—. Chitoge lo odiaba —rememoro Raku con una risa nasal— le encantaba jalarle el cabello y yo en vez de ayudarla, me la pasaba burlandome: «No lo maltrates Chitoge, que puede ser tu hermano perdido».

—Idiota —dijo Tsugumi sin perder la sonrisa—. De haber estado ahí, te hubiera dado una tunda.

—Al final tuvimos que dejarselo a los del zoológico. No teníamos espacio para que viviera, y tener a un mono encerrado en una jaula era demasiado cruel. Pero me sirvió de práctica. Aprendí mucho sobre como cuidarlos, jugar con ellos, a cambiar pañales, calentar biberones. Bueno los biberones tienen buena temperatura, ahora solo tenemos que…

—Asi que asi fue como aprendiste a cambiar pañales. Sabes, para ser un frijol estas lleno de sorpresas.


—No te parece que algo huele raro —pregunto Tsugumi olfateando el aire.

Y con raro, Raku rápidamente descubrió que se refería a asqueroso. Aspiro profundo y apunto estuvo de desmayarse por el intenso olor a cadáver en descomposición que entró por sus fosas nasales.

—Ufff, esa leche debió haberles aflojado el estomago —respondió Raku arrugando la nariz.

—¿Qué hacemos?

—No tenemos más opción que cambiarlos.

—¿Los pañales dices? Ya fue toda una odisea ponerlos. Te toca hacerte cargo.

—Sabes que no hay manera de que lo haga yo. Piensalo. Como te sentirias si un dia te despertaras y te enteraras de que te convertiste en una bebe de un año y que yo tuve que cambiarte los pañales.

—¡Te mato!

—¡Exacto! Bien, te deseo suerte, yo voy a ver que hace Shuu en la sal…

Raku estaba por escabullirse sigilosamente de la habitación, cuando Tsugumi lo pescó por el pescuezo y lo trajo de vuelta de un violento jalón.

—¡¿A dónde crees que vas?! Tu te quedas ayudarme.

—¡¿Eeeh?!

—N-necesito soporte moral. No hay manera de que haga esto sola. No tienes porque ver, solo quedate cercas…

Ambos se volvieron a acomodar en la mesa de mandos. Tsugumi controlandolo todo, Raku como su ayudante.

—Bien, aquí voy… oh dios, creo que me voy a desmayar.

—¡Aguanta Tsugumi!

—¡Santo cielo! ¡Esto es demasiado, cómo es que una bebe tan linda puede hacer tanto y parece chocolate!

—¡No la describas!

—¡Esto es una emergencia, Ichijou Raku!

—¿Que pasa?

—¡Necesito mas toallitas y cinta adhesiva!

—¿Cinta adhesiva?

La habitación de Raku ahora se había transformado en un quirófano y Tsugumi en una cirujana. Una por una, fue cambiando a las chicas. Raku acercó un pañuelo al lindo rostro de ella y le limpio las gotitas de sudor que empezaban a perlar su frente. Luego una bebida de manzana (les había comprado montones a los bebés) y Tsugumi la sorbió por la pajilla hasta dejar la cajita vacía y desinflada por la falta de aire. Fue una ardua operación, pero Tsugumi lo logró. Todas las bebés estaban limpias y cambiadas.

—Sabía que lo harías bien. Tienes un instinto maternal nato, Tsugumi —la alabo Raku regalandole una de esas radiantes sonrisas acelera corazones—. Vas a ser una excelente esposa y madre, ya lo veras.

Combustión espontánea. Raku recordó haber escuchado el concepto en uno de esos programas de misterio más falsos que esas celebridades de instagram. Que una persona ardiera en llamas completamente de la nada, era una locura sacada de la ciencia ficción. Pero esa tarde de agosto Raku cambió de parecer, porque frente a sus ojos, Tsugumi ardió como troya.

—¡D-deja de decir tonterías, ni q-quien quiera tener a tus hijos!

—¡Quién está hablando de los míos!


Tsugumi estaba recostada en el futon. Raku había acomodado un par de ellos con muchas almohadas como un área de juego segura para los bebés.

—¿Y Maiko Shuu? —le pregunto Tsugumi a Raku al verlo entrar a la habitación con solo Chitoge y Kosaki.

—Se quedó dormido en su jaula, viendo… uhmm, un anime. Y tú, ¿cómo te sientes?

—Agotada —dijo con una exhalación—. Cuidar bebés es de lo más agotador. No se como lo logren las madres del mundo.

Raku hizo a un lado una almohada y se dejó caer en el futon junto a ella. También estaba agotado.

—Tsugumi…

—¿Si?

—Y… ¿y si no vuelven a la normalidad?

—¡No digas tonterías! —se apresuró a replicar— Todos los experimentos anteriores siempre han acaban terminando después de un tiempo, estoy segura que este será igual.

—¿Es que es en serio? Que clase de grupo tiene un laboratorio con esta clase de experimentos.

—No me veas a mi. Es Claude con su obsesión de hacer al grupo más fuerte. —Después de una pausa, Tsugumi añadió con aire tímido—: Pero si llegase a suceder… p-podríamos cuidarlos juntos, quiero decir, hacemos buen equipo.

En los oídos de Raku, sus palabras llegaron como algo dicho en un sueño lejano. Siempre había sido de los que cae dormido con facilidad y hoy no fue la excepción. Antes de perder la consciencia respondió sin pensarlo mucho:

—Seria divertido.


Lo que interrumpió a Raku de esa corta siesta, fue un suave y adorable «Munya» dicho de labios a oreja. Era la voz de Kosaki. Abrió los ojos de golpe y se encontró en una escena que ni el mejor de sus sueños húmedos podría haber replicado. Chitoge y Kosaki, acurrucadas sobre él. Chitoge sobre su pecho, Kosaki sobre su hombro. Ambas con sus diecisiete años de vuelta. Vistiendo la misma ropa con la que llegaron al mundo. Completamente desnudas. Aunque, para su desgracia, desde su punto de vista lo único que alcanzaba a ver eran dos pares de hombros blancos, mucho cabello dorado revuelto con un poco de cabello caramelo, y los angelicales rostros de las chicas que volvían loco su corazón, ambas durmiendo plácidamente.

Durante unos segundos, Raku contempló aquella escena. La grabó en el disco duro de su cabeza, la quemó en sus retinas y luego la disfruto un poco más. Porque si de algo podía estar seguro. Era que de esa situación, no iba a salir vivo. La paliza, inmerecida como de costumbre, sería legendaria; llena de extrema violencia, moretones y lagunas mentales que le durarian la vida entera. Así que sin más remedio, cerró los ojos y volvió a dormir.