Hemos llegado al fin a los últimos capítulos de este fic. Les recuerdo que luego siguen los one shots que pueden encontrar como "Breakout- One Shots", luego sigue "La Visita de Poseidón" y luego "De la visita al templo submarino" y pues ahi en medio van los lemons que encuentran en Wattpad y AO3.
Espero que les siga gustando.
Alfa Lázcares
De batallas
Dentro del Santuario fue momento de que Shion le contara a Atenea lo que sucedía. La adolescente estaba muy triste, nerviosa y se sentía como una falla. Esto no debía estar pasando. Las mujeres estaban allá solas y sus Santos Dorados no se veían muy bien, querían ir a rescatar a sus chicas lo más pronto posible y por supuesto no podía culparlos por ello. Además estaba el problema del por qué los Santos perdían sus cosmos en cuanto ponían un pie dentro de las cuevas. Shion no tardó en especular que podría tratarse de un sello de alguna deidad. Ninguna otra cosa podría ser tan efectiva contra Santos Dorados. Y si eso era verdad, entonces la única que sería capaz de quitarlo, era otra deidad, o sea, Atenea.
Cuando Saori estuvo al tanto de todo, entonces llamaron al resto de los Dorados, incluso Saga fue, a pesar de que nadie en la Fuente estuvo de acuerdo con que saliera tan pronto. Se reunieron en el Templo Principal. Comenzaron a discutir cuáles eran sus opciones. La primera idea fue, por supuesto, ir todos en bola al lugar en el que se escondía Alessandro y sacar a las mujeres a la fuerza, costara lo que costara. Sin embargo desecharon esa idea, muy a su pesar, porque todos querían ir a repartir patadas, pero era sencillamente una muy mala decisión. En primera porque no podían irse todos o la mitad de los Dorados y dejar el Santuario sin su principal línea de defensa. Y por supuesto nadie quería siquiera pensar en la posibilidad de que Atenea misma fuera a romper el sello, eso era demasiado arriesgado, y sería darle a Alessandro justo lo que quería. Todo esto no lo estaba haciendo nada más para joder a los Dorados, lo hacía para desmoralizar el Santuario y al final llegar a la diosa.
Alessandro no pretendía perder tiempo. Esta era justo la oportunidad que quería tener, cuando el Santuario se encontraba en completa confusión y seguro se preguntaban cuál sería el siguiente paso a seguir. Para eso estaban del lado de la diosa de la Estrategia. Pero su estrategia estaba ya trazada. Gracias a Roberto obtuvo información que le hubiera sido más complicado conseguir de no haber estado él ahí.
Los campos de entrenamiento alejados eran sus objetivos ahora. No necesariamente quería destruirlos, porque quién sabe si serían capaces sus fuerzas, pero al menos necesitaba sembrar aún más caos en el Santuario para obligarlos a tomar desiciones apresuradas y, esperaba, malas. Como por ejemplo que la diosa intentara ella misma ayudar a las jóvenes que tenía presas. No sería la primera vez que lo intentara. A ver si ahora sí empezaba a hacer algo en lugar de nada más ser secuestrada por dioses o sentarse en su trono sin mover una pestaña.
Ahora tenía que moverse rápido. Los renegados estaban reunidos y lo esperaban en grupos de tres. A cada grupo lo llevaría a un campo de entrenamiento distinto y ahí ellos atacarían al unísono. Los dejaría pelear algunos minutos y luego iría a recoger a los que lo lograran. Quizá y hasta podían secuestrar a más Santos. Bien sabía que ninguno de los Dorados estaba en esos campos, nada más aprendices a punto de conseguir armadura o Santos de Bronce y Plata. Él mismo pelearía, específicamente en el que estaba una amazona de Plata: Marin, y su plan era traerla consigo. Para eso necesitaba la ayuda de Otis. Y ellos serían los últimos en salir a su misión. Todo esto por supuesto sería más sencillo si tuviera más renegados con sus poderes de transportación, pero como no, ni modo, le tocaba hacer la mayor parte del trabajo. Además ya no les interesaba estar de incógnito ni pasar desapercibidos, al contrario, era el momento de hacer notar su presencia.
Eran 9 grupos y 10 campos de entrenamiento, los dejaría a la entrada y cada uno comenzaría a atacar uno tras otro. Miró sus filas. Ya todos estaban dispuestos. Respiró profundamente, meditó unos instantes, y cuando abrió los ojos estuvo listo. Se acercó al primer grupo y lo llevó al primer campo, enseguida desapareció y fue por los segundos y así sucesivamente hasta que nada más le quedó recoger a Otis y comenzar él mismo su pelea.
La súbita llegada de cosmos enemigos alertaron a los Santos y aprendices quienes no dudaron en llamar armaduras y ponerse en posición de ataque. El elemento de sorpresa era la mayor ventaja del grupo de Alessandro, si bien estaban en alerta, no todos conocían las últimas noticias del Santuario. Y definitivamente nadie esperaba un ataque sorpresa.
De pronto hubo caos. Se lanzaron alarmas de todas partes y fueron recibidas casi al mismo tiempo por el Santuario. Debían actuar rápido. Había peleas en todas direcciones. La joven Atenea estaba a punto de entrar en pánico, no sabía qué hacer. Sus Saintias se encontraban junto a ella y urgieron a los Dorados a moverse a ayudar en donde fuera necesario, porque ellas se quedarían con Atenea, al igual que Shion.
Saga no se quería quedar de brazos cruzados, estaba a punto de abrir un portal al campo más lejano, pero Shion y Afro lo contuvieron a tiempo, en su lugar Kanon y Mu, quienes podían transportarse de esa manera, salieron a ayudar. Los demás tuvieron que correr, pero Afro y Aioros se quedarían junto con un nada feliz Saga.
Alessandro y Otis llegaron a un campo alejado, en el medio de la nada en Ucrania. Apenas aparecieron lanzaron fuertes ataques de cosmo en contra del lugar, lo que logró que tanto Marin como June salieran corriendo a repelerlos. No les fue sencillo, en principio no tuvieron mucha idea de dónde provenían los ataques, así que los respondieron a ciegas, pero el plan de Alessandro y Otis nunca fue pelear contra ellas. En cuanto las mujeres salieron del campo se lanzaron hacia ellas, no tardaron en estar a distancias mínimas, repartiendo golpes, patadas y latigazos, y eso fue todo. Alessandro los teletransportó a los cuatro de regreso a Svalbard, a las cavernas, en donde el grupo de renegados que se quedó comenzaron a pelear contra ellas, quienes estaban confundidas, no tenían idea de qué es lo que acababa de suceder. Apenas un momento antes estaban en el campo y ahora en unas montañas congeladas y perdiendo sus cosmos de repente. Alessandro fue entonces por el resto de sus secuaces.
Kanon despachaba al par de renegados junto a Argol y Ban cuando sintió el cosmo de Alessandro apareciendo. Sin detenerse a pensar siquiera lo que hacía, lanzó un Galaxian Explosion en esa dirección, pero al instante sintió que el cosmo de Alessandro desaparecía. Se volvió hacia los renegados a quienes sus compañeros ya tenían presos. Resopló bastante molesto. Abrió un portal que llevó a los cinco de regreso al Santuario.
Una historia similar se repitió varias veces. Alessandro fue a aparecerse por los campos de entrenamiento uno tras otro. No se detuvo a pensar en cuál sería el resultado final hasta que fue al último y regresó a su emplazamiento.
Aioria estaba furioso. De pronto entendía cómo debía sentirse Saga con todo el asunto: él vivió lo mismo. En cuanto se dio la alarma, no dudó en salir corriendo hacia el campo de Ucrania, en donde sabía que Marin se encontraba apostada junto a June, pero cuando llegó lo único que pudo sentir fue el cosmo de su chica desaparecer junto con el de June, no había nadie más ahí. Golpeó el suelo, gritó y le tomó absolutamente todo su autocontrol el no irse de inmediato a Longyearbyen como hizo Saga. En cambio regresó al Santuario a reunirse con todos en la explanada.
—¡Se llevaron a Marin y a June! —gritó llamando la atención de los presentes.
—¿Quién más falta? —preguntó Shion.
—Gabriella. También Jabú —contestó Shura, él también llegó tarde.
—Hirieron a Ichi, Klaus y Shaina, pero no de gravedad. Asterión, Geki y Misty quedaron un poco peor, pero se recuperarán. Capturamos a 6 renegados —respondió Shaka.
—¿Cuántos campos de entrenamiento tenemos todavía con personas allá? ¿Otros 10? —preguntó Camus.
—Así es. Deberíamos ir por ellos, no podemos arriesgarnos a que hagan lo mismo de nuevo —dijo Aioros.
—¿No es eso justo lo que quieren? ¿Que nos recluyamos en el Santuario? —preguntó Mu.
—¿Con el fin de qué? No puede salir de su guarida y venir a atacarnos. Esta fue su última oportunidad de quitarnos gente. Y lo logró, se llevó a más de nosotros —dijo Saga—. Va a esperar que hagamos el siguiente movimiento.
—¿El cuál es? —preguntó Milo.
—Que nosotros vayamos a hacerle una visita. Y sabe que no vamos a ir todos al mismo tiempo, lo que significa que nos quiere separar. Es la única esperanza que tiene de ganar: separándonos.
El silencio reinó en el Santuario luego de las últimas palabras de Saga. Milo y Aioria fueron a desquitar su enojo en contra de algunas pobres columnas y rocas que se cruzaron en su camino. Saga tenía las manos en la cintura y miraba al cielo, preguntándose qué debería hacer ahora. Estaba a punto de mandarlo todo al traste y pedirle a su hermano que fuera con él a una misión suicida a Svalbard. A decir verdad, Kanon pensaba más o menos lo mismo. Saori estaba visitando a los heridos en la Fuente y de verdad intentaba con todas sus fuerzas no llorar. Sus Saintias seguían con ella.
Entonces los engranes dentro del cerebro de Saga comenzaron a funcionar. Miró a su hermano, quien seguía cerca de él en caso de que se le ocurriera hacer alguna locura, o que le pidiera que se fueran en ese momento.
—Tengo una idea —le dijo. Kanon enarcó una ceja. —Tengo que ir para allá.
—¿Estás loco? Sí recuerdas cómo regresaste, ¿verdad? ¿Te has visto en un espejo?
—Voy a ir a unirme a ellos.
—¿Qué?
—Piénsalo. Alessandro cree que... —Y se detuvo, como que no le había dicho a Kanon que él y Alfa se casaron, aunque a estas alturas suponía que ya lo sospechaba—. Que Alfa se casó conmigo para vengarse de Aspros. Y ella le hizo creer, de una manera bastante convincente, que no me traga y que no le importa lo que suceda conmigo. Puedo ir a decirle que quiero exactamente lo mismo: vengarme de Alfa por haberlo hecho.
Varios Dorados se reunieron alrededor de los gemelos cuando los escucharon hablar.
—¿Y te va a creer?
—No lo sé. Si voy en este preciso momento probablemente no, supongo que tendría que irme del Santuario por un par de días antes de ir a presentarme en su guarida.
—¿Y si te piden que vengas a atacarnos? —preguntó Shaka.
—Honestamente dudo que me pida eso. No creo que quiera que regrese acá luego de haber estado allá. Le conviene más tenerme con ellos, al menos de momento. Y si me lo pide entonces ya pensaremos en otra cosa. De todas maneras Alessandro es de esas personas que no tienen mucha fe en los humanos. Cree que sencillamente nos dejamos llevar por nuestras emociones, de ahí que se haya llevado a las chicas, porque cree que llegando a un extremo, vamos a traicionar a la diosa en favor de ellas. Eso es justo lo que quiero que piense de mi, que estoy lo suficientemente despechado como para ir y traicionar a Saori con tal de vengarme de Alfa.
Todos se quedaron en silencio durante varios minutos. Lo que decía tenía un tanto de sentido, pero igual sonaba descabellado. Por otro lado a Alessandro le convenía tener a un Santo Dorado en su poder, en especial uno que iba a llegar diciendo que se uniría a sus fuerzas. Y no es como que Alessandro no supiera la historia pasada de Saga. Miraron a Shion, quien estaba observando a Saga fijamente.
—¿Y si no te cree? No vas a poder escapar de ese lugar así como así —dijo Dohko.
—No estaba esperando que me atraparan y que no pudiera usar mi cosmo. Ahora sé a qué atenerme, no voy sin saber las consecuencias ni el peligro. No voy a confiarme esta vez. Y no dudo que las chicas estén pensando en sus propias maneras de escapar. Ya tiene a muchos de nosotros allá, y eso puede ser peligroso para él.
—Esa es otra razón por la cual tu plan puede fallar. No va a confiar en ti —dijo Shion.
—No de buenas a primeras, definitivamente no. Pero no le di ningún motivo o razón para pensar que no podría hacerlo eventualmente. No me resistí a lo que hicieron en ningún momento. Lo dejé hacer su voluntad. Y repito, Alfa le dejó muy claro que yo no soy importante para ella.
Se escucharon varios suspiros exasperados, pero la verdad es que a nadie se le ocurría otro plan y al menos el resto de los Dorados se sentirían mejor sabiendo que uno de ellos estaba allá, y que podría hacer algo por las mujeres.
—Una vez allá tienes que coordinarte con ellas de algún modo —dijo Dohko—. No dudo que alguna de ellas esté pensando hacer algo similar, fingir unirse a Alessandro. Eso puedes usarlo a tu favor.
—Regresa a Interlaken. Sus cosas siguen allá de todos modos y es buen lugar para quedarte por el momento. Tú sabes, el despecho y todo eso —dijo Mu.
—¿Y Géminis? —preguntó Milo.
—Por el momento puede quedarse en el Santuario. Alessandro estaba usando una armadura nuestra, así que debe tener la manera de poder usarlas aún cuando vaya en contra de la diosa —contestó Saga.
—Tiene en su poder un sello, no hay alguna otra manera en la que pueda hacerlo. Si lo convences de que estás de su lado, eventualmente va a pedirte que recuperes tu armadura y le va a poner un sello, y va a hacer que puedas usar tu cosmo ahí dentro, como sus renegados —dijo Shion—. Me gustaría que esperaras un poco, al menos para recuperarte completamente, pero no lo tenemos. Mientras más tiempo pase con las chicas más poder va a tener sobre ellas. Vete. Esta noche.
Nadie tuvo más objeciones, nada más aprensión, así que Saga se despidió rápidamente de todos, y le entregó ambos anillos a Kanon. Después fue a cambiarse de ropa, a recoger algunas pocas cosas más y salió al aeropuerto. Pretendía regresar a Interlaken como le dijo Mu, pero de nuevo lo haría por métodos tradicionales, aunque no iba a esconder su cosmo esta vez.
En las cuevas de Svalbard cada una de las chicas estaba encerrada en una celda separada y no eran contiguas. Las dejaron completamente solas, sin nada de comer, sin más ropa que la que traían puesta. Al menos esta vez no las encadenaron. De pronto escucharon revuelo, Alfa se acercó a la puerta de su celda y desde el pequeño espacio que había entre la puerta y la pared pudo ver que un gran grupo entraba. Lo siguiente definitivamente no se lo esperaba: llevaban consigo a Marin, June, Gabriella y Jabú. Estuvo a punto de darle un sonoro golpe a la pared. Marin y June se resistían con todas sus ganas, pero Gabriella y Jabú nada más iban caminando sin oponer resistencia. Estaban cayendo como moscas y a alguien se le tenía que ocurrir algo pero ya. De pronto vio a Alessandro quien volteó en su dirección y se acercó a la puerta. Alfa se hizo un par de pasos para atrás mientras escuchaba que abría.
—¿Curiosa sobre los recién llegados? Los capturamos en los campos de entrenamiento.
—¿Tu plan es traer a todo el Santuario para acá?
—No, no a todos. Nada más algunos.
—¿Puedo preguntar qué ganas con eso? ¿Vas a esperar que te pidamos clemencia a cambio de revelarnos contra la diosa?
—¿Alguna vez te preguntaste el por qué de tanta guerra Santa? ¿Crees que Atenea ha hecho un buen trabajo en todas sus encarnaciones? ¿Cómo quedó el Santuario luego de las últimas? ¿Cuántos sobrevivieron? Shion y Dohko, ¿no es así? Bueno, y tú, pero técnicamente tú no cuentas. Y ¿para qué? Para que doscientos años después se repitiera la historia. Lo mismo sucedió en la última, ¿no es así? Todos y cada uno de sus Santos Dorados murieron al igual que la mayoría del resto. Y se volverá a repetir en otros doscientos. ¿Crees que es justo? ¿Crees que debería seguir usando vidas humanas como carne de cañón?
—¿No es eso lo que estás haciendo tú? Atrapamos renegados y no he visto que vayas a rescatarlos, más que a Alexiel.
—¿Y qué tiene Alexiel de especial? Es una reencarnación, sabe lo que sucedió y está de acuerdo conmigo. Otis también. No soy solo yo, Antheia, no podemos estar tan equivocados. Tú también dudaste de la diosa en su momento, por eso no te importó no seguir tu destino de Saintia. Y eras poderosa, mujer, tenías mucho potencial. ¿Qué hizo que te fueras? ¿El gemelo? ¿Nada más él?
—¿Qué gano yo por pasarme de tu lado? El gemelo al que amaba sigue en el Santuario peleando por la diosa. Me arruinaste el plan de hacerle la vida miserable a Aspros, porque si no te diste cuenta, él no sabía nada. La diosa no está en guerra con nadie en este momento porque no va a haber ninguna deidad con planes de apoderarse del mundo en al menos otros doscientos años, como dijiste. Entonces ¿qué gano yo? En sí no tengo nada en contra de ella. Siempre hay soldados que sirven de carne de cañón en todas las guerras, esta no es diferente y va a seguir siendo así mientras las haya.
—Y eso es justo lo que intentamos evitar, que haya más Guerras Santas. Que un simple humano sea capaz de poner en su lugar a los dioses.
—¿Como Seiya, quieres decir? Porque lamento informarte que ese chico ya lo hizo.
—El Pegaso también es una reencarnación que ha regresado desde la edad del mito. No es lo mismo que tú o yo.
—Sigues sin decirme qué gano yo, porque la verdad es que mi ego no llega a querer venganza en contra de los dioses ni a querer enfrentarme con ellos, la verdad es que los dioses pueden hacer lo que les plazca, a mi me da lo mismo. ¿Qué gano, Alessandro?
—¿Estamos negociando? Hace no mucho me dijiste que no tenías intención de pasarte a mi bando.
—Y no la tenía, porque estaba bastante segura de que Saga iba a venir a rescatarme, y lo hizo, pero dado que me arruinaste el plan con él y que me tienes encerrada aquí de nuevo, dime qué gano. ¿Mi libertad? Te puedo prometer que me voy y no me meto en tu guerra, pero no vas a querer eso. Sin embargo sé que te interesa ese poder que tengo.
—¿Qué quieres?
—Quiero a Saga, para empezar. Y lo quiero vivo. También quiero mi armadura y ya veremos después si quiero a Kanon.
Alessandro sonrió luego de esas palabras.
—Y supongo que quieres que te crea lo que me estás diciendo. Así como así.
—¿Tienes opciones? Yo también estaría confiando en que vas a seguir tu parte del trato.
—Dijiste que regresaste al Santuario porque recapacitaste y vas a servir a la diosa.
—No. Dije que no tengo nada en contra de la diosa, y te lo repito, no tengo nada en contra de ella. Mi venganza es más banal, si la quieres llamar así.
—Tendré que pensar al respecto. Te informaré pronto. Mientras, espero que tus habitaciones sean de tu gusto. —Y le sonrió cínicamente, luego salió de la celda.
Alfa esperó hasta sentirse sola y entonces exhaló un suspiro. Alguien debía darle un Oscar por su actuación. Ponerse en contra de Alessandro no le iba a ayudar en su situación y él confiaba lo suficiente en Jivika como para darle una misión en la que iba a estar sola. Necesitaba ganarse esa confianza de Alessandro, pero no le sería fácil.
De ellas, probablemente la que lo estaba pasando peor era Dicro porque había despertado en esa celda luego de quién sabe cuánto tiempo y no tenía a sus hijos consigo. Alessandro fue a visitarla y le dijo que tenía a los niños y que estaban en las cuevas en otra celda. Era mejor que le obedeciera si no quería que le pasara nada a ninguno de los dos. O bien podría pasarse a su bando y le regresaría a ambos niños al instante. Dicro se negó a pasarse a su lado, pero le dijo que no intentaría nada extraño a cambio de que los niños estuvieran bien. Alessandro, por supuesto, omitió informarle del intercambio.
Vivien estaba absolutamente furiosa. Hizo lo mismo que Alfa cuando la capturaron por primera vez, o sea, se puso a golpear la puerta y a intentar encontrar algo con lo cuál abrirla, pero por supuesto no lo consiguió y tanto escándalo nada más logró que le pusieran una de las cadenas que robaban energía.
Lexa estaba muy preocupada por Dicro, pero le alegraba que los niños hubieran sido liberados. No puso absolutamente ningún reparo en intercambiarse por ellos, pero ahora que estaba ahí y que no tenía su cosmo como las demás, se sentía vacía y preocupada. Estaba intentando mantenerse neutral, esperaba que le ofrecieran un trato y deseaba ser lo suficiente buena actriz como para que creyeran que se cambiaría de bando. Por eso estaba sentada, tranquila, y cuando Alessandro fue a verla no le dijo casi nada. Apenas si le contestó un par de preguntas directas sobre su rango. Eso le llevó toda su fuerza de voluntad y también merecía un premio por su buena actuación, pretender que era sumisa y calmada no fue fácil para ella. Internamente por supuesto que quería ahorcar a ese sujeto.
Si Vivien estaba furiosa, más lo estaba Marin. Se resistió con todas sus fuerzas desde el primer momento y siguió lanzando golpes y patadas todo el tiempo. A ella también la encadenaron. June se dio cuenta de que no iba a llegar a nada resistiéndose como Marin, pero lo hizo de todos modos. También estaba ahora encadenada. A ambas las abandonaron sus armaduras como pasó con Saga en cuanto entraron al sello y no tenían ni idea de dónde se encontraban.
Gabriella intentaba con todas sus fuerzas seguir los consejos de Shaka, por eso no se resistió. Tenía que sentarse, meditar y pensar bien en cuál sería su próximo movimiento, necesitaba tener la mente clara y no hacer nada que pudiera ponerla en peligro. Por el momento debía asegurarse de salvar su integridad para así encontrar la manera más segura de salir y ayudar a sus compañeros. Como a Jabú, por ejemplo, quien fue capturado con ella. El chico se mantenía quieto nada más porque Gabriella estuvo ahí para ser la voz de la razón, pero no podía esperar en repartir patadas. Y las armaduras de ellos tampoco eran habidas.
Y así cada uno encerrado en su propia celda, esperaban encontrar la manera de salir de la situación en la que estaban metidos y al mismo tiempo se preguntaban qué pensaba hacer el Santuario al respecto. Estaban seguros de que intentarían ir a rescatarlos pronto, pero también sabían que ellos debían ser extremadamente cuidadosos, en especial luego de los últimos secuestros. Se avecinaban días difíciles
