Capítulo 56
Cuando Sasuke la vio aparecer se estremeció de satisfacción. Sakura, su Sakura, era la mujer más bonita que había visto en la vida.
Ahora que por fin la miraba y la admiraba era consciente de lo tonto que había sido todo aquel tiempo. Estaba pensando en ello cuando Suigetsu, al verla, musitó:
—Por una mujer así, más de uno alzaría su espada.
—Sakura es una mujer muy bella —convino Naruto mientras asentía.
Sasuke, que ni siquiera podía tragar saliva, no sabía qué decir. Sakura estaba deslumbrante esa noche con aquel vestido rojo que realzaba su silueta. Y, al ver que unos Hōzuki la observaban embobados, siseó con gesto fiero:
—Maldita sea, ¡¿qué miráis?!
Los hombres, al oírlo, se apresuraron a señalarla.
—A esa preciosa y deseable mujer.
Encendido por su comentario, el vikingo iba a replicar cuando Suigetsu intervino:
—Esa es la esposa de Sasuke. Por tanto, si no queréis problemas, ya podéis apartar vuestra sucia mirada de ella.
Los otros dos asintieron rápidamente y, sin dudarlo, miraron hacia otro lado. Las mujeres casadas, y más si eran las de los amigos de su señor, eran terreno prohibido.
Sakura, ajena a lo que Sasuke pensaba, sonreía a todo el mundo que Temari le presentaba, mientras con el rabillo del ojo observaba al vikingo. Estaba guapísimo con aquel pantalón oscuro y la chaqueta azul, y ver cómo la miraba la hacía sonreír. Sin duda había conseguido el efecto que ella esperaba, por lo que se pavoneó todo lo que pudo ante él para mostrarle lo que se perdía.
Como era de esperar, los hombres que nunca habían visto a Sakura pronto se interesaron por ella. Todos querían saber quién era aquella preciosa mujer pelirosa, y muchos de ellos se llevaron una decepción al enterarse de que era la mujer de Sasuke, el íntimo amigo de Naruto Namikaze.
El enorme salón se llenó de gente dispuesta a pasarlo bien; Sasuke, acercándose a ella, la asió por la cintura para dejar claro a los lobos que la miraban que estaba con él, la retiró del grupo con el que se encontraba y preguntó:
—¿Te diviertes?
Sakura, gustosa, tras sonreír a los hombres con los que charlaba, afirmó mirando al vikingo:
—Sí. La verdad es que sí.
Él asintió y, al ver que ella sonreía de nuevo a dos jóvenes que pasaban por su lado, musitó:
—Me incomoda el modo en que te miran los hombres.
—¿Por qué?
—Porque eres mi mujer —sentenció Sasuke clavando los ojos en ella.
A Sakura le hizo gracia oír eso, y este, sorprendido, preguntó:
—¿Por qué te ríes?
Ella, retirándose el pelo del rostro, acercó la boca a su oído y cuchicheó:
—Porque sabes tan bien como yo que eso es mentira. No soy tu mujer. —Y, mirando a unas muchachas que reían en un lateral del salón, comentó—: Según tengo entendido, la joven de la derecha, la que tiene el cabello rubio como a ti te gusta, está soltera. Temari me ha dicho que es la hija de Aoba Namikaze y, al parecer, es una muchacha encantadora y sosegada.
Al oírla, Sasuke la miró boquiabierto.
—¿Y por qué me cuentas eso?
—Porque esa joven podría ser una buena esposa para ti una vez que yo me vaya. Se la ve delicada y discreta, algo que a ti te gusta, y creo que a los niños les podría gustar también.
Sin dar crédito, el vikingo blasfemó en noruego, y de inmediato Sakura susurró:
—¡Por Tritón! Eso que has dicho está muy feo.
Él suspiró, aquella mujer lo estaba volviendo loco. Tan pronto estaba colérica, como le hacía el amor, como le buscaba una esposa. Estaba claro que estaba enfadada y su manera de hacérselo pagar era esa, desconcertándolo.
—¡Sasuke!
Oír la voz de Temari hizo que ambos se volvieran, y aquella, acercándose a ellos comentó:
—Ha venido a la fiesta Tsubaki Harada con su familia. —Él asintió y la rubia, tras mirar con disimulo a Sakura, añadió—: Lo acompaña su hija Saki, la cual la última vez que nos visitó te agradó... Recuerdo que le enseñaste los caballos y me dijiste que volverías a interesarte por ella.
Sasuke maldijo. ¿Ahora también Temari? E iba a protestar cuando Sakura preguntó con interés:
—¿Quién es esa Saki?
Rápidamente, y ante la mirada sorprendida de Sasuke, la rubia la señaló y Sakura musitó:
—Otra con el cabello claro como a ti te gusta... ¡Qué maravilla! Y si te agradó la vez que estuviste con ella, está claro que es apocada y tranquila. Además, es muy hermosa. —Ver el gesto ofuscado del vikingo a Sakura le gustó y, mirando a otra mujer, preguntó—: ¿Quién es aquella?
Temari, con el corazón encogido por lo que estaba haciendo, se volvió e indicó:
—Esa es Suiren, y que yo sepa tampoco tiene pretendiente conocido.
Según dijo eso, Sakura se dirigió a Sasuke.
—¿Qué te parece si te la presentamos y hablas con ella? —Él la miró furioso y ella, con un gesto de fingida inocencia, añadió—: Bueno, vale. Si te gusta más Saki, ve y habla con ella. Pronto te quedarás solo, y los niños necesitan una madre.
A Sasuke el cuerpo se le estaba descomponiendo. Él no quería fijarse en otra mujer porque ya tenía una y, sin decir nada, se dio la vuelta y se alejó.
Temari y Sakura al ver aquello se miraron, y la primera musitó:
—Esto que estamos haciendo está muy mal. —Sakura no respondió, y ella insistió—: Pero ¿no ves que te quiere a ti?
Oír eso le agradó a la joven. Nada en el mundo le gustaría más, pero, consciente de que era complicado, y sin creer las palabras que aquel le había dicho el día anterior, repuso mirando a su amiga:
—Ya te dije que yo no comparto corazón.
Temari suspiró y, agarrándola del brazo, propuso:
—Vayamos a por algo de beber.
—Excelente idea —dijo Sakura intentando contener la rabia que sentía.
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El resto de la noche Sasuke y ella jugaron al ratón y al gato. Cada vez que Sakura se acercaba a él acompañada por una mujer para presentársela, al vikingo se le revolvían las entrañas.
Pero ¿qué narices se proponía?
Molesto por ello, llegó un momento en el que, cada vez que veía a Sakura buscándolo, él desaparecía. Ya se había cansado de su tonto juego.
Naruto, que disfrutaba de la fiesta, tras fijarse en que en varias ocasiones Sasuke se alejaba si Sakura se le aproximaba, preguntó mirando a su mujer:
—¿A qué juegan esos dos?
Con una inocente mirada, ella miró a su marido y respondió mientras se apresuraba a alejarse:
—Que yo sepa, a nada.
Sorprendido por su contestación, cuando Temari ante una pregunta así ya estaría indagando qué ocurría, Naruto suspiró. Estaba claro que aquella sabía perfectamente lo que pasaba. Por ello, y sin tiempo que perder, se acercó a Sasuke, que bebía una copa con gesto ceñudo, y preguntó:
—¿Qué ocurre?
El vikingo, consciente de que aquel se había percatado de que algo extraño pasaba, respondió:
—Tu mujer y la mía se han empeñado en buscarme... ¡esposa!
—¡¿Qué?!
Sasuke asintió e indicó molesto:
—No paran de hablar de la marcha de Sakura y de que tengo que encontrar una mujer para mi hogar. Y estoy harto..., ¡me han presentado a todas las mujeres viudas y solteras de la fiesta!
—¿En serio? —Naruto rio.
—Como te lo digo —afirmó el vikingo. Su amigo suspiró, estaba claro que su rubia estaba metida en el ajo, y Sasuke añadió—: Si me presentan a una mujer más, creo que las voy a matar por su extraño jueguecito.
Naruto miró a Temari, que hablaba al fondo del salón con Suigetsu, e iba a decir algo cuando Sasuke comentó:
—No entiendo a las mujeres... O, mejor dicho, no entiendo a Sakura. Le he dicho que la amo, que es el amor de mi vida, pero ella y Temari...
—¿Y si les haces caso?
—Naruto ¡pero ¿qué dices?! —Y al ver cómo lo miraba añadió—: Eso agravaría más las cosas entre Sakura y yo.
—¿Crees que se podrían agravar más de lo que ya lo están? —Él no respondió y Naruto sugirió —: Juega tú también.
Sasuke lo miró.
—Si crees que ella juega contigo, juega tú con ella —insistió su amigo. El vikingo resopló y Naruto cuchicheó—: Sasuke, por haber sido desde niño el novio de Ingrid y no haber puesto tus ojos en ninguna otra, te has perdido lo que es el juego y el cortejo entre un hombre y una mujer. Y sin duda, amigo mío, Sakura en eso está por delante de ti.
Él asintió. Nunca había tonteado con mujeres. Su única novia había sido Ingrid, hasta que murió, y posteriormente solo se había acostado con ellas por puro placer, hasta que apareció Sakura. Estaba valorando lo que su amigo le proponía cuando este insistió:
—Ya que Sakura te anima a que hables y conozcas a otras mujeres, ¡hazlo para ver su reacción! Te aseguro que posiblemente te sorprenderá.
—No soy yo de jueguecitos de esos —musitó él.
—Ni yo. Pero a ti te lo están proponiendo.
Divertido al oír aquello, Sasuke tomó aire y, acercándose a una de las jóvenes de la fiesta, comenzó a hablar con ella. La muchacha, encantada, pestañeaba al sentir que el vikingo se interesaba por ella.
Un buen rato después, Sakura, que lo observaba desde la distancia, se mordió el labio inferior furiosa al verlo reír encantado, y Temari, que estaba a su lado, indicó:
—Esa es Saki. Sin duda le tiene que gustar, pues ha bailado tres veces con ella y no paran de hablar. —Sakura asintió y la rubia cuchicheó—: Te aseguro que si yo veo a Naruto sonreírle así a otra mujer, le arranco la cabeza.
De nuevo, ella asintió. Lo que Temari le decía era lo que ella sentía ganas de hacer, pero, intentando seguir con el plan, repuso:
—Aunque me duele y te aseguro que las tripas me revientan, lo que hace me beneficia. Con un poco de suerte se olvidará de que estoy por aquí y entonces podré aprovechar el momento para marcharme.
Temari maldijo al oír eso, pero Sakura, sonriendo, la agarró de la mano y, tras correr con ella hacia el centro del salón, comenzaron a bailar con los demás.
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Bien entrada la noche, a Sakura la poseía la rabia al ver a Sasuke, que continuaba hablando con Saki, pero, consciente de que eso era lo que necesitaba para marcharse, lo asumió. En un momento dado en el que ella bailaba con Suigetsu, de pronto vio pasar a la muchacha con Sasuke dirigiéndose hacia los jardines traseros, y el corazón se le aceleró.
—Estoy sedienta —se apresuró a decir—, ¡voy a beber algo!
Suigetsu asintió e, invitando a otra mujer a bailar, continuó pasándolo bien.
Curiosa por ver qué ocurría, Sakura siguió con la mirada a Sasuke y a Saki, y de pronto oyó a su lado:
—Por todos los dioses..., ¿no vas a hacer nada?
—¡Por Tritón, Temari, qué susto me has pegado!
La rubia, incómoda con la situación, iba a hablar cuando Sakura, mirando la luna, señaló:
—Creo que ha llegado la hora.
Temari la agarró de la mano. No quería que se marchara.
—Por favor —musitó su amiga—. No me lo hagas más difícil.
Finalmente la rubia asintió y susurró:
—De acuerdo. Vamos.
En silencio, se dirigieron hacia la escalera y, antes de subir, Sakura se detuvo y miró atrás. Con una sonrisa observó aquella fiesta en la que todos se divertían y, tras tomar aire, ambas subieron hasta la primera planta.
Al llegar frente a la habitación de los niños, las dos mujeres entraron. Los pequeños dormían, y Sakura, acercándose a ellos, los observó y sonrió. No los besó para no despertarlos, y Janetta, que no podía dormir, se levantó y, sin decir nada, la abrazó. Sobraban las palabras.
Una vez que salieron del cuarto, Temari preguntó mirándola:
—¿Estás bien?
Conteniendo sus emociones, Sakura intentó sonreír. No iba a llorar, pero la verdad era que se encontraba fatal.
En cuanto entraron en su habitación, se apresuró a desnudarse. Dejó el vestido sobre la cama y, sacando de debajo del colchón su ropaje y sus botas, se los colocó. Acto seguido sacó también una cajita y la abrió para untarse las manos.
—¿Qué haces? —preguntó Temari al verla.
Enseñándole aquellos polvos, Sakura susurró:
—Tío Matsuura y yo nos despedimos así de nuestros seres queridos. Nos impregnamos las palmas de las manos con estos polvos iluminadores para decir adiós con la esperanza de volver a encontrarnos.
La rubia asintió. Recordaba haberle visto hacer aquello la madrugada en que su padre y sus tíos se marcharon, y cuando iba a hablar, Sakura dijo atormentada:
—Lo siento, pero necesito ver a los niños una última vez.
Entendiéndolo, Temari asintió otra vez y, con cuidado de no ser vistas, salieron de la habitación.
Cuando entraron de nuevo en el cuarto de los niños, Janetta las miró sorprendida y Sakura, sin hablar, se acercó a Shii y a Asami y, sin apoyarse en ellos pero con mimo, los besó. Acto seguido, caminó hacia Siggy, que, como siempre, dormía plácidamente. Con adoración la besó en el rostro y, sin poder evitarlo, le tocó el moflete. Era tan bonita...
Una vez que dio por finalizada la despedida, su amiga y ella salieron de la habitación para entrar de nuevo en la suya.
—Recuerda: en ocasiones es bueno llorar —comentó Temari mirándola.
Sakura asintió. La opresión que sentía en el pecho la estaba matando, pero, consciente de lo que tenía que hacer, respondió con su habitual frialdad:
—No tengo tiempo para llorar.
A continuación, abriendo la ventana para que la luz de la luna entrara en la estancia, se colocó las manos frente al rostro y, con las palmas hacia fuera, declaró mirando a Temari:
—Mi alma, mi vida y mi corazón se quedan con vosotros, solo mi cuerpo se va. Espero que algún día, sea en esta vida o en otra, nos volvamos a encontrar.
Emocionada, su amiga asintió y Sakura, intentando que no la invadiera la tristeza, se limpió el ocre de las manos y, tras guardarse la cajita en su talega de cuero, sacó un papel doblado que dejó sobre su vestido.
—Es para Sasuke —indicó—. Procura que no lo descubra hasta bien entrada la mañana.
—Lo intentaré —susurró Temari.
Durante unos segundos, e iluminadas solo por la luz de la luna, las dos mujeres se miraron en silencio, hasta que Sakura dijo cogiendo su mano:
—Te diría muchas cosas, pero no tengo tiempo que perder, por lo que simplemente te diré con todo el amor del mundo: gracias, Temari. Gracias por ayudarme, por aceptarme, por quererme. Gracias por todo.
Ella asintió emocionada y Sakura la abrazó.
—Cuidaos mucho. Todos.
La joven rubia sonrió y, cuando el abrazo acabó, musitó:
—Cuídate tú también.
—Te lo prometo —aseguró ella.
Dicho eso, ambas se asomaron a la ventana y, tras mirar hacia abajo y comprobar que no había nadie, Sakura se subió al alféizar. A continuación se descolgó por la pared con una pericia que sorprendió a Temari, y al llegar al suelo la miró, le sonrió y después desapareció.
Sin tiempo que perder, y antes de que nadie la echara en falta, la rubia regresó a la fiesta, donde habló con todo el mundo, mientras su mente intentaba procesar lo ocurrido. Su amiga se había marchado para siempre y ella la había ayudado a hacerlo. Sasuke la mataría.
Sakura, por su parte, amparada por la oscuridad de la noche, corrió a través de la arboleda hasta llegar al lugar donde la esperaba su caballo. Al verlo, sonrió y, montándose en él, indicó tras oír a lo lejos las gaitas que sonaban en la fiesta:
—Vamos, Pirata, tengo que regresar a mi hogar.
