Hemos llegado a la cuenta regresiva final de esta historia. Nos quedan tres capítulos y el epílogo. Muchas gracias si han llegado hasta aquí, y espero que les siga gustando.
Alfa Lázcares
De incursiones y rescates
Kanon y Milo estaban apostados al frente del barco, enfundados en gruesas chamarras y dejando que el viento helado los golpeara. No veían la hora de llegar, pero no podían ir tan rápido como les gustaría porque no querían alertar a nadie. Estaban bastante seguros de que Alessandro tendría renegados dando rondas por toda la isla, o al menos por los alrededores de las cuevas, además de que quizá encontrarían algunos civiles, porque el lugar estaba habitado. También habían algunos turistas, aunque esperaban poder llegar en un punto lejano y de difícil acceso para no tener que lidiar con daños colaterales. Kanon, por cierto, llevaba sujetos con una cadena, alrededor del cuello, los anillos de su hermano y cuñada. Milo lo notó. Se los señaló con la mirada.
—¿Son de Alfa y Saga? —preguntó.
—Sí. Probablemente no haya sido lo más prudente traerlos conmigo, pero se sentía mal dejarlos.
—¿Cuándo te enteraste?
—Cuando Saga nos lo dijo a todos antes de ponerse en camino para acá. ¿Tú? Porque no te viste para nada sorprendido.
—Alfa me dijo que se pensaban casar poco después de que fui con Camus por los renegados que capturaron. Yo les mandé sus papeles para que pudieran casarse. —Se encogió de hombros. —Alfa fue quien me lo pidió, querían hacerlo todo rápido y supongo que no era el mejor momento para anunciarle al mundo que se querían casar. Me sorprendió, eso sí, que Shion no dijera nada.
—Les dirá algo cuando todo esto termine, tenlo por seguro.
—Y tú ¿qué piensas al respecto?
—Fue un tanto raro, no lo voy a negar. No esperaba que se fueran a casar así, tan de repente, o tan pronto, si lo piensas en realidad no llevan mucho tiempo juntos.
—No, pero, ¿te sorprende? Han pasado por muchas cosas en poco tiempo, y las han superado.
—Lo sé. Me alegro por ellos, Saga es un desastre sin Alfa y ella merece ser feliz, y si es feliz con mi hermano entonces está bien, creo que hasta Déuteros se alegra. Aunque no puedo negar que le dolió al menos un poco. Pero yo estoy bien, nada más quiero que estén todos de regreso en el Santuario y que esto se acabe, nunca un renegado nos había dado tantos problemas como este.
—Planeó por mucho tiempo sus movimientos. Estuvo oculto por años nada más esperando la oportunidad perfecta para hacer su movimiento, y lamento decir que nosotros mismos se lo pusimos fácil. Bajamos mucho la guardia cuando nos sentimos en tiempos de paz y sin la inminente sombra de algún dios vengativo. Tenemos que dejar de hacer eso.
—Alessandro tiene una ventaja poco común, ni aún estando más alerta nos hubiéramos podido dar cuenta. Lo mantuvo bien oculto. ¿Tú cómo estás?
—Muy preocupado, no lo puedo negar. No puedo esperar para usar a ese tipo como tiro al blanco. Me preocupan esas imágenes que vimos de las chicas. Espero que Saga esté planeando su propio plan de escape. Y si lo está planeando, espero que el que nosotros lleguemos así no vaya a interferir.
—Estoy seguro de que Saga está pensando en algo, pero también creo que no le va a ser fácil. Creo que lo más sensato será entrar sin hacer mucho revuelo y ver qué está pasando ahí dentro. Tenemos que esperar a que se de la oportunidad perfecta para movernos, porque los números no están de nuestro lado. Las imágenes muestran a al menos unos 80 renegados ahí dentro. No son un grupo pequeño y nosotros somos muy pocos. Además quién sabe en qué condiciones estén los prisioneros. Me preocupa Helena, porque lleva demasiado tiempo ahí.
—Si Alfa y Saga lograron convencer a Alessandro de que están de su lado, tú vas a ser el primer blanco, lo sabes, ¿verdad?
—Sí. Probablemente me voy a tener que prestar de conejillo de indias. No va a ser fácil, Milo. Nos quitaron el cosmo y ahora es cuando nos damos cuenta de que sin eso a nuestro favor, seguimos siendo humanos normales.
—Aunque con mucho y mejor entrenamiento del que un civil puede llegar a obtener.
—Algunos de ellos fueron entrenados por el Santuario y sabemos que al menos dos obtuvieron armaduras. Estamos en desventaja, a pesar de que nosotros seamos Dorados.
—Lo sé. Pero en realidad no nos va a ayudar en nada el quedarnos aquí a pensar en todo lo que pueda salir mal. Mejor vamos adentro, todavía nos queda un buen trecho. —Milo le dio unas palmadas en el hombro a Kanon y luego ambos entraron a reunirse con el resto.
Les tomó un par de horas más llegar al lugar en el que desembarcarían. Las condiciones climáticas definitivamente no les estaban ayudando y los marinos que los llevaron nada más estarían ahí el tiempo suficiente para dejarlos en tierra firme, y luego regresarían al continente. Los Dorados tenían algo de equipo qué desembarcar, por ejemplo las bombas, y palas y picos para poder excavar la nieve. Lo bueno es que no se veía ni un alma en las cercanías. Lo malo es que ninguno de los dos grupos podía ver al resto. También tendrían que trepar un trecho porque no había ningún puerto a la vista, eso además significaba que iban a mojar sus ropas y debían llegar a tierra y cambiarse de inmediato. Ah, la dicha de esos climas, el único al que no le importaba mucho era, por supuesto, Camus.
Una vez que estuvieron en tierra y secos, comenzaron a caminar guiándose por los mapas que llevaban consigo. Podían agradecer al GPS que no tendrían que estar dando vueltas en círculos en el medio de un glaciar. La caminata fue larga, tediosa y aburrida. Si bien llevaban botas de nieve y toda la parafernalia del caso, igual llevaban a cuestas sus armaduras y el resto del equipo. Más de uno terminó en el suelo en varias ocasiones, porque no estaban acostumbrados a caminar por la nieve, y además tenían que estar revisando el mapa y sus alrededores en busca de renegados haciendo rondas. Sin mencionar que no importaba cuántas horas llevaran ahí, seguía siendo de día. No eran Dorados felices.
Por fin el grupo de Kanon llegó a una de las entradas. Todos exhalaron un suspiro de alivio. Al menos estaban ahí, ya nada más les faltaba todo el resto. Camus repartió picos y palas y luego los cuatro se pusieron a cavar, siguiendo las indicaciones del francés. Él era el que sabía qué carajos tenían que hacer. Y esa tarea fue igual de aburrida y tediosa. Aparentemente nadie se había molestado en darle manutención a esas entradas y ahora estaban enterradas bajo muchos metros de nieve. Fue toda una hazaña de la tecnología que los de la fundación hubieran dado con esa entrada. Seguramente estaría derrumbada en varios lugares por dentro y les iba a tocar excavar todavía más, pero bueno, al menos ya no estarían ahí afuera en donde la nieve los cegaba y el viento helado quemaba su piel.
Al grupo de Aioria le tomó algo más de tiempo llegar a la entrada que les tocaba, pero por fin lo hicieron y también se pusieron a desenterrar la salida. A ellos les tomó un poco menos de esfuerzo porque el viento había desplazado mucha nieve. Una vez que tuvieron la salida descubierta entraron a las cuevas. Eran minas hechas por humanos porque esa isla era una isla minera, pero esa aparentemente fue abandonada hace mucho. Una vez dentro se pusieron sus armaduras. Efectivamente el sello se sentía, pero la sangre en sus armaduras era lo suficiente potente como para que no se desvanecieran sus cosmos por completo. Igual los mantendrían al mínimo. Comenzaron a caminar y pronto se encontraron con su primer obstáculo: paredes derrumbadas. No les quedó de otra que excavar más y apuntalar las rocas para que no se cerrara la salida. Y apenas estaban a unos cuantos metros de la entrada. Esto les iba a tomar un largo, largo rato.
En sus celdas Alfa y Saga se estaban devanando el cerebro para encontrar la manera de aparentar que estaban del lado de Alessandro, pero que no implicara matar o lastimar a alguno de sus amigos. Ninguno pensó que iba a poder dormir esa noche, pero estaban en serio muy cansados y finalmente eso fue lo que los venció. Despertaron con el ruido de las puertas de su celdas abriéndose cuando les llevaron el desayuno. Jivika fue quien le llevó su comida a Alfa.
—Alexiel, ¿estás segura de que estás bien? —le preguntó Alfa antes de que la adolescente pudiera salir de la celda.
La joven levantó la mirada y se vieron a los ojos, pero Alfa no vio nada en ellos. La adolescente no le contestó, sencillamente se dio la media vuelta y salió. Alfa suspiró. Por supuesto que la adolescente no se veía para nada bien y se preguntaba qué tanto estaría pasando por su mente. Parecía un robot. Nada más seguía órdenes y hacía todo lo que Alessandro le pedía. Se levantó a tomar el pedazo de quién sabe qué que le dejaron para desayunar, y se esforzaba en derretir la nieve antes de beberla. Se sentó cerca de la entrada a ver si lograba escuchar algo de fuera. Y lo hizo. Poco rato después escuchó que alguna puerta se abría y sacaban a alguien. Seguramente para los "entrenamientos" de los renegados. Eso al menos le daría más tiempo para pensar en algo, aunque su mente estaba por completo bloqueada. No se le ocurría alguna manera de evitar el tener que hacer lo que le pedían sin revelar sus verdaderas intenciones.
No deberían estar muy lejos, Kanon estaba seguro de eso. La temperatura dentro de la cueva ya estaba bastante alta y le parecía que se habían adentrado en ella lo suficiente. Iban en el más completo de los silencios, evitando hacer todo tipo de ruido. Si se tenían que decir algo lo murmuraban. De pronto se detuvo, le pareció escuchar algo. Le hizo una seña a sus acompañantes para que se detuvieran también y guardaran silencio. Las voces de algunos renegados se escuchaban no muy lejos. Difícilmente entrarían al donde ellos se encontraban, se notaba a leguas que ese lugar no era usado. No pasó mucho antes de que todo volviera a quedar en silencio. Kanon entonces le dijo al resto que se adelantaría a ver si podía ver algo y que lo esperaran ahí. Todos asintieron.
El de Géminis siguió caminando hasta encontrarse con que el túnel en el que estaba se conectaba con otros tres. Todos parecían estar en silencio. Se asomó a uno. Se abría bastante y parecía que había dado con las "habitaciones". Se preguntó si los otros serían iguales, así que entró al siguiente, que también tenía cuartos para los renegados. El tercer túnel no tenía nada, asumió que era el camino a la "salida" de esa sección. Regresó sobre sus pasos para informarle a los demás lo que vio.
Decidieron que uno de ellos se quedaría ahí a vigilar los movimientos y ese fue Mu. El resto siguió caminando. En poco tiempo encontraron que ese túnel se volvía a dividir. Milo entonces regresó por Mu, y Kanon y Camus continuaron caminando. Fueron ellos quienes, luego de avanzar otro trecho, se encontraron una nueva bifurcación. Decidieron seguir la de la derecha y esa de nuevo llevaba a otros dos caminos cerrados que daban a más "habitaciones", así que regresaron sobre sus pasos y se metieron en el siguiente. Este continuaba un buen trecho.
De pronto les pareció escuchar algo y se detuvieron. Los que hicieron el ruido también. Camus se levantó del lugar en el que se había agachado para echar una mirada y le pareció ver el muy tenue brillo de una linterna conocida. Avanzó más para dejarse ver, entonces volvió a escuchar ruido y vio a Aioria acercarse.
—¿Están todos contigo? —preguntó el de Leo.
—No, nada más Kanon, ¿contigo?
—Deathmask se quedó atrás. Parece que encontramos una buena salida.
—Por donde entramos nosotros hay habitaciones.
—Perfecto. Alguien se puede quedar bloqueando por allá y acá alguien puede cuidar la salida. No muy atrás hay otro pasillo, pero todavía no entramos ahí.
—Vayan a ver qué hay, vamos por Mu y Milo.
Aioria asintió y ambos se separaron. Camus y Kanon guiaron entonces a Mu y Milo al lugar en donde se encontraron con el resto y esperaron un corto rato antes de que escucharan a Aioria regresar.
—El otro pasillo que les dijimos da a las celdas. Hay que derrumbar un pedazo de pared, pero no debe ser muy difícil. De todos modos tenemos que hacerlo rápido, porque escuchamos que van a sacar a algunos prisioneros.
—Okay, este es el plan —dijo Kanon—: Mu y Aioria, vayan al lugar en el que empiezan las habitaciones por nuestra entrada, ahí van a causar un gran revuelo, avienten bombas de humo y comiencen a avanzar hacia adentro de las cuevas. Deathmask tiene que quedarse cerca de la entrada de ustedes para cubrirla, Camus, tú, yo, Milo y Aldebarán vamos a tirar esa pared para sacar a los prisioneros. Lo haremos en cuanto la conmoción empiece del otro lado. ¿Listos?
Todos asintieron. Mu y Aioria corrieron hacia la otra entrada mientras los demás iban a sus posiciones.
Alessandro al fin había decidido dar comienzo a su prueba final para Alfa y Saga. Llamó a Otis, Jivika y Roberto para que lo ayudaran. Quería que todos, o al menos la mayoría, estuvieran presentes para que vieran lo que iba a suceder. Al final había aventado una moneda mental y resolvió por sacar a Vivien para que fuera la víctima de Alfa, y el pobre de Jabú, pues, ya estaba decidido. Él mismo dio el aviso a sus aliados para que empezaran a salir de la cueva. Como Alfa iba a tener que usar más cosmo, sí o sí, quería que sus soldados hicieran un corral humano por si a alguien se le ocurría escapar. Al de Géminis lo iba a mantener encadenado, al igual que a Jabú para que a ellos tampoco se les ocurriera nada raro o, si se les ocurría, para que no pudieran usar toda su fuerza. Salió él mismo a reunir a sus soldados mientras un grupo liderado por Jivika y Roberto iban por sus prisioneros.
Saga escuchó que abrían la puerta de su celda y por ahí entró Roberto con un par de renegados más. Lo desencadenaron de la pared, pero no se la quitaron. La misma historia se repitió con Alfa, pero Jivika fue quien entró por ella. A Vivien la llevaban otras tres personas, y fue a la primera que sacaron. Comenzaron a encaminarse a la salida de las cuevas cuando, para su buena, o mala suerte, de pronto comenzó la conmoción a sus espaldas. Escucharon algunos gritos y órdenes, los dos renegados que estaban sosteniendo a Saga titubearon, no se decidían a soltarlo e ir a ayudar a sus compañeros o quedarse con el prisionero justo en donde estaban. Saga volteó hacia atrás, apenas a unos cuantos metros de él se encontraba Jabú y unos pasos más atrás estaba Alfa. Todos los renegados se quedaron quietos en su lugar. Entonces fue que comenzó a llegarles el olor a humo y vieron a varios renegados salir corriendo en su dirección
—Son bombas de humo, ¡salgan en este momento! —les gritó Saga.
Los renegados titubearon por un momento, pero pronto comenzaron todos a salir, al igual que los que llevaban a Jabú, quienes arrastraron al Santo de Bronce con ellos. Roberto titubeó, porque no le hacía para nada de gracia seguir las órdenes de Géminis, pero no tuvo mucho tiempo para pensar porque Jabú estaba resistiéndose a sus captores. Miró a Saga quien no se movió para nada, luego a Jivika que todavía sostenía a Alfa. Jabú estaba a punto de soltarse así que corrió a ayudar. Saga se hizo a un lado, al igual que Alfa, quien además empujó a los renegados que estaban con ella a la salida. Ambos empezaron a dirigirlos, gritando instrucciones porque la gran mayoría no podían ver hacia dónde iban. Entonces Otis y Alessandro entraron a la carrera.
—¿Qué está sucediendo? —gritó Alessandro.
—Estamos bajo ataque. Seguramente algunos de nuestros ex compañeros, y están lanzando bombas de humo dentro de las cuevas. Tienes que sacar a todos tus renegados en este momento antes de que se topen con los Santos —contestó Saga.
El tumulto de renegados seguía saliendo a su lado.
—¿Cuántos de tus compañeros? —preguntó Otis.
—No tengo ni idea.
—¡Afuera! —gritó Alessandro.
—¿Qué quieres que hagamos, Alessandro? ¿Salimos con el resto o nos quedamos aquí? —preguntó Alfa mientras lo miraba.
Antes de que Alessandro pudiera contestar escucharon un nuevo revuelo, que esta vez provenía de las celdas.
—O confías en nosotros o confías en nosotros —le dijo Saga.
Alessandro bufó pero no tardó en acercarse a Saga a quitarle sus cadenas, luego hizo lo mismo con Alfa.
—Vayan a ver qué sucede en las celdas, nosotros vamos a revisar el fondo de las cuevas —dijo Alessandro.
Alfa y Saga asintieron y ambos echaron a correr. No tardaron en llegar. Kanon, Camus, Aldebarán y Milo estaban ahí abriendo las puertas. Los miraron un tanto confundidos cuando vieron que Alfa y Saga llegaban corriendo. Alfa al instante se lanzó hacia Kanon, quien todavía no lograba abrir la puerta de la celda en la que se encontraba Dicro. Alfa no lo dudó ni un segundo, lanzó un golpe que Kanon alcanzó a detener y la miró interrogante. Alfa en seguida se soltó y volvió a lanzarle otro golpe.
—Pelea conmigo —le dijo en voz baja que esperaba que Kanon pudiera escuchar.
Él lo hizo, pero siguió mirándola interrogante, luego vio a Saga quien estaba empezando a enfrentarse a Camus. De pronto algo hizo clic en el cerebro de Kanon. Asintió.
—¡Aldebarán, Milo, no se detengan, saquen a las chicas! —les gritó a sus confundidos compañeros.
A todos les tomó un momento entender la situación, pero al final comenzaron a moverse. Los golpes que estaban dando eran bastante reales, aunque tanto Kanon como Camus intentaban contenerse, dado que sus cosmos les daban un poco de ventaja. Milo y Aldebarán se apresuraron a derrumbar puertas para comenzar a sacar a las chicas. Aldebarán no tardó en entrar a la celda de Helena y casi se le detiene el corazón al ver el estado en que se encontraba. Sin embargo no tenía tiempo de nada más que llevársela. Inmediatamente la cargó y la sacó de la celda. Milo había logrado abrir la puerta de la celda de Marin. La mujer estaba muy golpeada y cansada, pero podía moverse. Salió y se arrodilló junto a Helena mientras le indicaba a Aldebarán que siguiera abriendo puertas. El de Tauro no lo dudó por mucho tiempo. Las siguientes que sacaron fueron June y Lexa, y finalmente pudieron sacar a Dicro. Una vez que estuvieron reunidos Milo les pidió que lo siguieran mientras que Aldebarán cargaba a Helena.
—Milo, ¿donde están mis niños? —le preguntó Dicro mientras corría junto al Escorpión.
—No están aquí.
—¿Qué? —Y se detuvo.
Milo regresó con ella y la jaló del brazo.
—Están en el Santuario, vámonos.
—Faltan Gabriella, Vivien y Jabú, no sé a quiénes se llevaron —dijo Marin quien se detuvo junto a ellos.
—Mierda. Sigan a Aldebarán. —Milo comenzó a correr de regreso mientras Marin jalaba del brazo a Dicro para obligarla a caminar.
No tardaron en llegar hasta Deathmask quien se encargaba de encerrar a todos los renegados que se cruzaban por su camino, quienes no eran muchos en realidad, porque la conmoción venía del otro lado.
Milo no tardó en regresar al área de celdas, efectivamente había una puerta cerrada todavía, en la parte de atrás. Kanon, Camus, Alfa y Saga seguían peleándose. Milo se abrió paso entre los golpes y patadas de los otros hasta llegar a la puerta. En poco tiempo la tiró y Gabriella salió. Milo no le dio explicaciones, nada más salió corriendo con la joven, al menos hasta que la condujo al pasaje que le llevaría directo al resto. Entonces regresó sobre sus pasos.
—Restricción —dijo mientras se concentraba en Alfa.
—Mierda —murmuró ella.
La restricción de Milo no podía detenerla por completo porque no podía usar mucho cosmo, pero sí le daba una ventaja a Kanon. Saga se dio cuenta y de inmediato decidió ir a ayudarla, dejando a Camus solo. Saga sujetó a su hermano y comenzó a arrastrarlo hacia la salida de las cuevas. Alfa empezó a ayudarlo. Camus estaba a punto de ir a ayudar a Kanon pero Milo lo detuvo.
—Tenemos que sacar a las chicas. Vivien no estaba entre ellas, tampoco Jabú, deben tenerlas afuera. Vámonos —explicó Milo mientras sujetaba el brazo de su amigo.
Camus titubeó un momento, pero terminó por asentir. Ambos salieron corriendo en dirección al resto de sus compañeros.
Alessandro y Otis tuvieron bastantes problemas en acercarse al lugar de donde provenía la conmoción porque el tropel de renegados los empujaba y obstruía el camino, y si bien ellos podían usar cosmo ahí dentro, poco era lo que eso les ayudaba en contra de las bombas de humo y del gas lacrimógeno que ahora hacía acto de presencia. Finalmente Otis se detuvo y agarró del brazo a Alessandro.
—No vamos a poder llegar hasta allá así. Seguramente esto es una distracción, mejor salgamos y venimos a investigar más tarde, cuando el humo se haya dispersado lo suficiente. Ellos tampoco van a poder permanecer aquí dentro.
Alessandro lo miró bastante colérico, pero sabía que Otis tenía razón, se dio la media vuelta y comenzó a correr a la salida junto con los pocos renegados que ahí seguían.
Mu y Aioria comenzaron a salir de las cuevas, echaron a correr a donde sacarían a las chicas. No tardaron en llegar, ya todos estaban fuera de las cuevas.
—¿Quién falta? —preguntó Mu mientras corría a abrazar a Gabriella.
—Saga y Alfa se llevaron a Kanon, ya habían sacado tanto a Jabú como a Vivien —contestó Camus—. Llévense a las chicas, yo me quedo a vigilar, cuando las tengan en un lugar seguro alguien puede regresar conmigo, pero la prioridad en este momento es sacarlas a ellas.
—Kanon sabía que algo como esto podría llegar a pasar —dijo Milo—. Alfa y Saga ya están dentro y supongo que llevarse a Kanon es su llave para ganarse la confianza de Alessandro. Vamos a tener que confiar en que eso funcione y los dejen moverse un poco más libremente, pero no podemos dejarlos solos mucho tiempo.
—Suban al barco y lleven a las chicas a tierra firme, desde ahí Mu puede teletransportarlas al Santuario —dijo Camus.
—¿Por qué no desde las orillas de la isla? ¿O desde el barco? —preguntó Deathmask.
—Porque no quiero que Alessandro se de cuenta de que estamos aquí o de sí ya nos fuimos, y una explosión de cosmo de esa categoría lo va a alertar. Y quizá hasta intente ir a buscarnos si es que cree que es un viaje de venida y no de ida —contestó Camus.
El resto no estaba demasiado convencido, pero no veían otra alternativa, además todas las chicas iban a necesitar al menos un poco de ayuda para salir de esa isla. Ya de entrada Helena no podía caminar por sí misma y el resto iban en general golpeadas y cojeando. Sin mencionar que ninguna de ellas llevaba ropa de nieve. Asintieron, y empezaron a ayudar a las mujeres a caminar. Camus los vio alejarse y luego volvió a entrar a las cuevas. Lo primero que hizo fue hacerse cargo de los renegados que Deathmask había dejado bien noqueados cerca de donde se quedó a vigilar. Los sacó de las cuevas de a dos y los fue a aventar al medio de las montañas. No quería matarlos, pero tampoco tenía otro lugar a donde llevarlos y ellos ya sabrían cómo regresar a las cuevas o ponerse a salvo de alguna manera, y si no, ya llegaría Mu a teletransportarlos luego, poco le importaba en ese momento. Cuando terminó volvió a entrar a las cuevas a buscar un lugar en el cual pudiera ocultarse y ayudar si era necesario.
Kanon seguía forcejeando con su hermano y cuñada. Sabía que esto podía pasar y no le quedaba más que seguir la farsa, así que se resistía. Una vez que lo alejaron un tanto de la entrada lo dejaron a cargo de un grupo de renegados quienes lo mantuvieron bien sujeto, y Roberto fue a encadenarlo. Saga y Alfa volvieron a entrar a las cuevas a ayudar a los renegados a salir, en especial a aquellos que iban con ataques de tos o los que habían quedado tirados por el camino. Poco tiempo después vieron a Otis y a Alessandro salir, también con ataques de tos y apenas en condiciones de ver por dónde caminaban. Alfa fue quien se encargó de ayudarlos mientras Saga iba a revisar si quedaba alguien más adentro.
Alessandro no tardó en reponerse y a empezar a dar un discurso en el que hablaba del ataque al cual fueron sometidos, y que eso era una prueba más de que a la diosa no le importaba nada más que su propio bien, sin importarle el arriesgar a sus soldados. Después fue a hablar con Saga y Alfa quienes se habían mantenido callados.
—¿Su reporte? —preguntó.
—Atacaron una entrada seguramente olvidada para crear una distracción y el resto fue a sacar a las prisioneras de sus celdas. Fueron cinco de ellos y pudimos capturar a Kanon, el resto escaparon con las chicas. Probablemente vinieron otros tres o cuatro más que no vimos —contestó Saga.
—Ustedes dos no pudieron más que capturar a Kanon. ¿Por qué?
—Porque ellos pueden usar un poco de cosmo ahí dentro —contestó Alfa—. Y nosotros nada.
—Si tengo que adivinar, diría que Atenea les dio algo de protección en sus armaduras. Todos las llevaban puestas, mira a Kanon —dijo Saga.
—¿Qué tipo de protección? —preguntó Otis.
—Sangre probablemente —contestó Saga.
—¿Ya no queda nadie ahí dentro? —preguntó Alessandro.
—No. Todos los renegados salieron. Al menos hasta donde nosotros llegamos. No sé qué tanto se extiendan esas cuevas y evidentemente no llegamos a los lugares por los que ellos entraron —respondió Alfa.
—Vamos a tener que revisar los lugares por los que entraron y cerrarlos de alguna manera. Tu problema fue que no apuntalaste todas las entradas a las cuevas y ellos las encontraron. Vamos a tener que asegurarnos de que no puedan llegar por otro lado que no sea la entrada principal. Espero que hayas cerrado el lugar por el que entraron la primera vez, para sacarnos.
—Esa entrada ha quedado sellada. El resto se supone que estaban enterradas bajo una buena capa de nieve y con derrumbes en los túneles —contestó Alessandro bastante molesto consigo mismo y con el hecho de que el de Géminis le apuntara sus errores.
—¿Cómo dieron con esas entradas? —preguntó ahora Otis.
—Tecnología. La fundación Graad tiene cantidades inmensas de dinero y no dudo que se hayan puesto a disposición de la diosa para ayudarles a crear un mapa de las cuevas. Supongo que eso es lo que han estado haciendo este tiempo.
—Allá dentro todo está muy encerrado, va a tomar un largo rato para que el ambiente esté lo suficiente limpio como para pasar mucho tiempo dentro. Vamos a tener que acampar acá afuera o muy cerca de la entrada —dijo Alfa.
—Eso les va a dar demasiado tiempo para hacer su siguiente movimiento —dijo Alessandro cada vez más molesto.
—Pues o esperas o haces tú tu propio movimiento —contestó Saga.
Alessandro miró a su alrededor, los renegados que habían escapado sin mayores complicaciones estaban ayudando a sus compañeros. Un grupo seguía con Kanon, y lo mantenían bien sujeto y en el piso. Lo mismo con un grupo que mantenía a Vivien y Jabú en sus lugares. Exhaló un suspiro de resignación. Decidió que lo primero que debían hacer era mantener vivos a todos. Caminó al grupo y empezó a dar órdenes. Mandó a algunos a las cuevas a que fueran por materiales para las fogatas que iban a tener que encender en lo que esperaban ahí afuera. También mandó a otros a que retiraran ropa y cobijas para todos, a otros los mandó por comida y varios se ofrecieron a prepararla. Cuando eso estuvo listo fue junto a Saga y Alfa quienes estaban con Kanon.
—Santo de Géminis, tú y tus compañeros nos han complicado las cosas. Supongo que estarás contento y que no te molesta el que te hayamos capturado a cambio de tus compañeras. Por el momento no vas a necesitar de esto. —Y se acercó a él, luego le puso una mano en el hombro y la armadura de Géminis dejó el cuerpo de Kanon y fue a posarse junto a Saga. —Espero que no te moleste que tu hermano use esta armadura, de todas maneras me parece que le pertenece.
—¿Le pusiste un sello? —preguntó Saga.
—Una protección: sí. Podrás usarla cuando te la ponga a ti también, pero no por el momento. No lo necesitas. Lo mismo para ti, Antheia. Ahora, a mi me interesa poco lo que hagan con este hombre, pero por el momento se va a quedar capturado, luego se lo pueden rifar entre ustedes dos. Llévenlo a la entrada derecha de la cueva, ahí van a poder dejarlo encadenado a la pared junto con sus otros dos compañeros. Luego quiero que vayan a investigar la cueva y que cierren esos lugares por los que entraron sus ex compañeros. Y no quiero que se maten estando ahí dentro, ¿entendido?
Alfa y Saga asintieron, luego Saga sujetó por un brazo a su hermano y comenzó a arrastrarlo dentro mientras Alfa hacía lo mismo con Vivien y le indicaba a los que sostenían a Jabú que los siguieran. Una vez que los prisioneros estuvieron bien sujetos con sus cadenas a la pared, ambos comenzaron a adentrarse en la cueva. Decidieron primero ir a revisar la entrada por la que sacaron a las chicas.
Una vez que estuvo seguro de que nadie podría escucharlos ahí, Saga la sujetó del brazo para detenerla, la arrinconó contra la pared y la besó. Ella cerró los ojos, le rodeó el cuello con los brazos para atraerlo más hacia sí, y por un momento olvidó el lugar y la situación en la que estaban.
—¿Estás bien? —preguntó el hombre, apenas separando sus labios de los de la mujer.
—Todo lo bien que se puede, sí. ¿Tú? —Alfa lo miró a los ojos.
—También. —Saga volvió a besarla, ninguno tenía idea de cuando fue la última vez que pudieron estar tan cerca sin pretender odiarse, y no querían despegarse del otro, pero sabían que tenían que hacerlo. El hombre por fin dejó los labios de la mujer y la abrazó. Alfa cerró los ojos y se apoyó contra él. —Vamos a tener que pensar en algo rápido, las sacaron, pero todavía tienen a tres de nosotros y no dudo que a Alessandro se le empiece a ocurrir alguna manera de torturarlos por mera diversión —dijo Saga, alejándose un poco de ella.
—Lo sé, pero necesitamos que nos regrese nuestros cosmos aquí dentro, y por eso vamos a tener que seguir su juego un tiempo más —contestó la mujer, Saga asintió, le dio un corto beso más, después se separó de ella y suspiró, luego siguieron caminando.
—Me estoy empezando a aburrir de sus tácticas. —Llegaron a la pared que sus compañeros tiraron que conducía a la zona de celdas. —Cada día que pasa se pone peor, no sé si es mero aburrimiento o no sabe qué hacer ahora.
—No esperaba que pudieran entrar a las cuevas, creo que sigue convencido de que va a poder atraer a Saori aquí.
—¿Sería muy descabellado?
—¿El que venga? Por el momento sí, lo sabes.
—Me refiero a un poco más adelante, cuando nos regrese nuestros cosmos.
—¿Es en serio lo que estoy escuchando? ¿Quieren atraer a Atenea aquí? —Escucharon la voz de Camus y se apresuraron a dar la vuelta y, efectivamente, lo vieron ahí.
—¿Dónde está el resto? ¿Pudieron escapar? —preguntó Alfa.
—Se fueron. Yo decidí regresar a ver si encontraba algo interesante y, al parecer sí. ¿Del lado de quién están? —preguntó el de Acuario con los brazos cruzados.
—No digas tonterías, Camus, estamos del lado de Atenea. Escucha, Alessandro acaba de ponerle una protección a Géminis y lo mismo hizo con la armadura de Alfa, nos acaba de decir que planea dejarnos usar nuestros cosmos aquí dentro. Eso significa que vamos a poder usar nuestras armaduras, y eso nos da cierta ventaja. La única manera de derrotar a Alessandro va a ser deshaciéndonos de este sello, pero eso es algo que nada más Atenea puede hacer. Y nada más lo puede hacer si está aquí. Alessandro no va a ir al Santuario. ¿Se te ocurre alguna otra posibilidad? —preguntó Saga y Camus lo miró a los ojos, luego bufó exasperado.
—Es muy arriesgado.
—Y por eso no podemos hacerlo justo ahora, si no hasta que nos regrese nuestro cosmo. Evidentemente no puede venir sola, va a tener que traer a su escolta de Saintias y a algunos de ustedes también. De preferencia a Mu, para poder transportar a los necesarios cuando sea el momento.
—¿Cómo nos vamos a enterar de que ustedes tienen su cosmo de regreso? —preguntó Camus.
—Vamos a tener que obligarlo a que lo haga. Por el momento todos los renegados están fuera, nos pidió que cerráramos las entradas, vamos a cerrar la otra, esta se puede quedar cubierta a medias, van a tener que crear una distracción de nuevo, en la entrada principal que es donde están todos. La que sea, no importa, el caso es que cuando se sienta arrinconado, nos va a dejar usar nuestro cosmo y cuando lo haga pueden entrar con Saori por este lado —dijo Saga.
—Vamos a necesitar muchos de nosotros para lograr eso.
—Al menos a aquellos que vinieron ahora y algunos cuantos más. Voy a suponer que Shion no va a querer separarse de Atenea, más sus Saintias deberían ser suficientes para mantenerla a salvo mientras ella hace lo suyo, y nosotros vendremos enseguida cuando eso pase.
—A Shion no le va a gustar nada cuando se entere —dijo Alfa—. Pero tampoco se me ocurre nada mejor. Además tenemos a Jabú, Vivien y Kanon aquí. No nos va a ser muy difícil liberarlos y que ayuden en lo posible, al menos Kanon, porque no sé en qué condiciones para pelear estén los otros, no los veo muy bien que digamos, pero al menos Vivien no va a querer quedarse sentada.
—Que así sea entonces, estén atentos... —Camus se interrumpió de pronto, todos escucharon pasos alejándose, así que tanto Alfa como Saga salieron corriendo en dirección al movimiento.
Saga fue quien lo vio primero, era Terje el que se alejaba a toda carrera en dirección a la salida. Había estado oculto en la oficina de Alessandro durante el revuelo y salió a investigar una vez que pensó que todo había terminado. Saga lo alcanzó en tres pasos, lo atrapó y le tapó la boca, luego regresó con Alfa hasta donde se encontraba Camus.
—Vas a tener que llevártelo, escuchó todo y es un fiel seguidor de Alessandro. Nosotros diremos que se lo llevaron durante el revuelo. Al igual que a algunos renegados —dijo Saga.
Camus asintió y recibió al chico que se revolvía en sus brazos.
—Ve, ya pasamos mucho tiempo aquí y Alessandro puede empezar a sospechar.
—Confío en ustedes —les dijo Camus antes de salir.
Alfa y Saga se dedicaron a amontonar algunas piedras y maderas en contra de la entrada, lo suficiente como para que pareciera que se esforzaron, pero no tanto como para que les costara trabajo derrumbarlo. Luego fueron a la otra entrada, liberando de paso a algunos renegados que fueron encerrados en sus habitaciones por sus compañeros. Finalmente se dedicaron a cerrar la otra entrada, pero no desde el inicio, nada más desde donde Mu y Aioria se habían ocultado para crear la conmoción. Un largo rato después al fin salieron de las cuevas. Ya estaban listas las fogatas, la comida y los heridos fueron atendidos.
—¿Lo hicieron? —preguntó Alessandro.
—Las entradas están cerradas, pero no seguimos una todo el camino hasta fuera, es bastante larga, apuntalamos una intersección para que no puedan pasar por ahí. De todos modos el ambiente no está nada agradable ahí dentro, yo recomendaría quedarnos en la primera sección de las cuevas al menos por esta noche —contestó Saga
—¿Y Terje? —preguntó Otis de pronto.
Saga y Alfa negaron con la cabeza.
—Estaba en la oficina.
—No entramos a la oficina —dijo Alfa—. ¿Cuándo estuvo ahí?, ¿antes o después del revuelo?
—Antes. Voy a buscarlo —Otis se alejó.
—Han hecho un buen trabajo, pero no como para dejarlos rondando por aquí mientras muchos duermen, Alexiel, ponles sus cadenas y vayan a hacerle compañía a sus compañeros.
Ninguno de los dos protestó mientras Jivika les ponía las cadenas, luego Saga fue a sentarse al extremo opuesto del que estaba Kanon y Alfa fue a sentarse junto al gemelo menor.
—Lo siento mucho, no podía dejar que regresaras al Santuario —le dijo—. Te necesito aquí conmigo, como antes, a Déuteros. —Alfa le tomó una mano.
Kanon estaba muy, pero muy extrañado y no tenía mucha idea de qué debía hacer en ese momento, luego levantó la mirada hacia Alessandro, quien los miraba desde lejos. Entonces como que comenzó a entender, pero igual no se le hacía para nada agradable la situación.
—No debiste hacerlo. Tu deber es estar con Atenea.
—Y es la segunda vez que no lo estoy, por ti. Me obligaron a regresar, los niños de Dicro no tenían por qué estar aquí.
—Debiste dejar que me fuera con el resto.
—Aspros no te iba a dejar ir. Mientras estés aquí al menos vas a estar a salvo, él no te puede hacer nada.
Kanon entonces la rodeó con sus brazos y la atrajo hacia sí. Alessandro sonrió con ironía. Ese par nunca iba a cambiar, ni en esta vida ni en sus siguientes diez reencarnaciones. Volteó a ver a Saga quien estaba básicamente dándoles la espalda, por supuesto que escuchó la conversación y sabía muy bien el por qué había sucedido, pero qué raro se sintió.
Vivien no tenía mucha idea de qué creer o qué pensar, por un lado no se terminaba de tragar el cuento de que ellos se hubieran pasado al bando enemigo, pero por el otro, no veía otra explicación, y esa conversación que acababa de escuchar con el gemelo menor fue muy extraña. Por supuesto que estaba enterada del chisme de las encarnaciones pasadas, pero por el momento no había tenido oportunidad de platicar mucho al respecto con Alfa, principalmente porque ella no tenía ningún tipo de recuerdos pasados y cuando Alfa quería hablar sobre esas cosas buscaba a Dicro, quien sí los tenía.
Jabú estaba por completo perdido y no entendía ni "j". Por supuesto también se enteró de los rumores y chismes, pero como lo suyo nunca fue meterse en la vida de las personas, como que no había asimilado todo lo que escuchó en su momento, pero de una cosa sí estaba seguro: Saga no estaba del lado del enemigo. No lo creía capaz.
