Capítulo 59

En La Bruja del Mar, mientras los tripulantes celebraban el regreso de Sakura y Matsuura en cubierta, la joven no podía parar de llorar sin consuelo en el camarote de su padre.

—Tsunade, amore mio, para ya —musitó Dan preocupado.

—Bebe un poco de whisky, cielo —indicó Asuma.

Cogiendo el vaso con manos temblorosas, Sakura dio un trago; que aquella bebida le quemara la garganta no le importaba. Kakashi, preocupado como todos, insistió:

—Querida, cuéntanos lo que te ocurre y podremos ayudarte.

Pero, cada vez que la joven intentaba hablar, el llanto se apoderaba de ella y era incapaz de hacerlo.

Todos se miraban desesperados cuando el capitán Haruno, que estaba sentado en su silla, dijo incapaz de callar un segundo más:

—Te lo advertí, Mebuki. Te advertí que regresar con ese patán era un error.

Oír eso era lo último que Sakura necesitaba. Estaba rabiosa, furiosa, enfadada. Su padre tenía razón, pero le jorobaba dársela y, sin pensarlo, se sacó una de las dagas que llevaba en la cintura, se agachó y exclamó mientras la clavaba en el suelo:

—¡Sasuke no es un patán!

Todos la miraron y ella, incorporándose, caminó hacia su padre y dijo aún con lágrimas en los ojos:

—Si lo conocieras, verías que es un buen hombre.

—Si ese pagano fuera un buen hombre que te ama —repuso él molesto—, dudo que ahora estuvieras llorando como una tonta damisela.

—¡Kizashi, mon Dieu! —se quejó Kakashi.

El capitán, al oírlo, le lanzó una mirada para que se callara, y volviendo a dirigirse a su hija sentenció:

—Mebuki, déjate de tonterías y sensiblerías de mujeres y compórtate como el guerrero duro y firme que te he enseñado a ser.

Sakura cerró los ojos. Necesitaba cariños y abrazos, no broncas, y Matsuura, viendo su expresión y temiéndose lo peor, le advirtió:

Shensi...

Sakura se sentó al oírlo, y Asuma dijo acercándose a Kizashi:

—Creo que...

—Tú no crees nada —lo cortó aquel—. Mebuki se ha enamorado de un jodido vikingo; le dije que no se fuera con él porque le iba a romper el corazón, pero, aun así, no me hizo caso. Y ahora el resultado ¡es el que vemos! ¡Moñerías, lloros y sensiblerías! ¡Te lo dije, Mebuki! Te lo advertí y no quisiste escucharme.

Ninguno contestó, y al rato Dan, acercándose a aquel, indicó:

—No te entiendo, Kizashi. ¿Acaso amar es algo malo? ¿Acaso nunca quisiste a mi hermana? —E, ignorando el gesto fiero de aquel, añadió dirigiéndose a la joven—: Doy por supuesto que tú lo amas a él, pero ¿él te ama a ti?

Sakura no contestó. De nuevo, los ojos se le llenaron de lágrimas, y Matsuura, incapaz de permanecer callado un segundo más, sentenció:

—Sí, por supuesto que la ama. Pero ella no lo quiere creer.

—Kurenai, pero ¿por qué? —preguntó Asuma.

La joven, cogiendo un pañuelo que le ofrecía su tío Kakashi, se sonó la nariz y, cuando iba a responder, el japonés añadió mirándola:

—Sasuke, sin darse cuenta ni proponérselo, se ha ido enamorando de ti. Te ama. Lo sé. Me lo confesó. Te lo dije y él también, pero tú no quisiste escucharnos.

—Repámpanos, ¡las tonterías que hay que oír! —murmuró el capitán.

Todos lo miraron con furia. ¿Acaso no se daba cuenta del dolor que sentía la joven?

—El vikingo no es perfecto —continuó Matsuura—. Se ha equivocado muchas veces. Pero tú también has errado. Y no hay nada que enseñe más en la vida que las equivocaciones. Sasuke... aprendió e intentó rectificar. Ahora solo me falta saber si has aprendido tú.

Ignorando la mirada de su padre, la joven se llevó las manos al rostro; en ese momento su tío Dan intervino:

—Si crees que has tomado una mala decisión o cometido un error en lo que a tu vida se refiere, corrígelo, Tsunade. Todos nos equivocamos y está en nuestra mano rectificar o no.

—Vida solo hay una, y algunos te hemos dicho siempre que hay que vivirla —añadió el japonés.

—Eso mismo pienso yo —afirmó Kakashi.

—¡Y yo! —exclamó Asuma.

Matsuura sonrió, sabía que podría contar con aquellos, pero el capitán soltó:

—¡Rayos y centellas...!, ¿queréis dejaros de sensiblerías?

Al oír a su cuñado, Dan iba a hablar cuando Matsuura, enfrentándose por primera vez a su capitán desde que había puesto los pies en La Bruja del Mar, soltó mirándolo:

—A riesgo de que esto me haga tener que andar por la pasarela, diré que un poco de sensibilidad con tu hija no te vendría nada mal. Ella sufre, ¿acaso su sufrimiento no es también el tuyo?

—Matsuura..., jodido ojos rasgados... Para decir eso, ¡mejor cállate!

—¡Papá! —gruñó Sakura.

Instantes después, su padre y sus tíos se enzarzaron en una terrible discusión. En una de tantas en las que el capitán, como siempre, pretendía llevar la razón.

Sakura se acercó al ojo de buey del camarote y miró a través de él. Veía la costa escocesa, y mientras pensaba en las palabras que sus tíos le habían dicho desde el corazón, de pronto percibió claramente la realidad. Marcharse sin haberse despedido de Sasuke había sido un gran error. Pero peor era haber oído decirle que la quería y habérselo cuestionado.

¿Acaso se había vuelto loca? ¿De verdad era tan tonta como para no saber que él nunca diría algo así si no lo sentía?

Los hombres seguían enfrascados en su discusión cuando la joven, plantándose frente a su padre, lo cogió del brazo, hizo que la mirara y exclamó:

—Jodido capitán Haruno..., ¡¿qué tal si te callas?!

Oír eso y ver la insolencia en el rostro de su hija lo hizo levantarse como un resorte y sisear:

—No vuelvas a hablarme así o...

—¿O qué? —exigió ella.

Padre e hija se miraron fijamente hasta que él dijo:

—Prometiste con la mano en la botella y el corazón regresar conmigo a La Bruja del Mar, y una persona vale lo que vale su palabra.

Sakura asintió, desde pequeña aquella frase había estado muy presente en su vida, y afirmó:

—Por eso estoy aquí. Porque tú me enseñaste a ser una persona de palabra. —Su padre sonrió y luego ella añadió—: Pero quiero que sepas que los últimos seis meses en Escocia, junto a Sasuke, Siggy, Shii y Asami, han sido los más increíbles de mi vida. Tú y los tíos sois mi familia y os quiero con todo mi ser. Pero en Escocia he creado otro tipo de familia a la que adoro y por la que daría la vida, como la daría por vosotros. En este tiempo he hecho amigas que me han aceptado tal y como soy. Amigos que me han respetado sin necesidad de desenvainar la espada. Tres preciosos niños me han querido, me han necesitado y me han hecho sentir madre. Y un maravilloso hombre al que amo, y que no me lo ha puesto fácil, me ha hecho sentir mujer. ¿Y sabes, papá? Si me dieran a elegir entre quedarme aquí o regresar a Escocia, sin dudarlo elegiría regresar. Y lo elegiría porque mi vida aquí, contigo, siempre será lo que es, y en tierra podría ser lo que siempre deseé.

Conmovidos por aquellas palabras que a la joven le habían salido del corazón, los hombres se miraron. Todos sabían lo que Sakura siempre había anhelado, aunque nunca lo hubiera dicho.

—Has olvidado a Pirata y a Tritón —terció Matsuura.

Sonriendo, Sakura indicó:

—Pirata es mi caballo y Tritón, un perro que Sasuke me regaló como una prueba de amor.

—¿Una prueba de amor? ¿Qué es eso, Kurenai? —preguntó Asuma curioso.

Ella asintió tragándose las lágrimas y, mirando a su tío, indicó:

—Una prueba de amor es algo propio de los pueblos nórdicos. Consiste en regalar a quien amas algo que ansíe mucho, aunque no lo pida. Eso es una prueba de amor.

Oh, ma pétite —murmuró Kakashi emocionado.

Oír eso la hizo sonreír con tristeza.

—Tsunade... —musitó Dan—, siempre deseaste tener un perro y un caballo.

—Sí, tío, así es.

—Por las barbas infectas de Neptuno... —se quejó el capitán, a quien las palabras de su hija le habían llegado al corazón—. Te hemos dado todo lo que hemos podido. Pero ¿cómo íbamos a meter un perro y un caballo en un barco?

Oír eso los hizo sonreír a todos. Y Sakura, mirando a su padre, señaló:

—Lo sé, papá. Pero Sasuke... me dio a Tritón y en cierto modo también a Pirata.

Los hombres se contemplaron entre sí. Todos pensaban lo mismo, cuando Kizashi, al sentir las miradas de sus amigos, gruñó:

—Que regrese a tierra nos obligará a renunciar a ella. Y yo no quiero renunciar a mi hija...

Tragándose el nudo de emociones que sentía, la joven asintió. Lo sabía. Sabía que, para que ella y los que la rodeaban pudieran vivir en paz, no debería ser relacionada con el capitán Kizashi Haruno en la vida. Por lo que, asintiendo, se acercó a su padre y murmuró:

—Tranquilo, papá. Soy tu hija, la Joya Haruno, y siempre estaré contigo.

Él asintió gustoso, aquello era lo único que deseaba saber. E, ignorando el gesto contrariado de los demás, exigió:

—Subamos a cubierta e icemos el ancla.

Según oyó eso, Sakura tomó aire y asintió. Ese era su destino. No había más.