2...
De emboscadas
El problema o ventaja de estar en esos parajes remotos en esas épocas del año era que el sol sencillamente no se ponía durante 24 horas. Era bueno para los Santos, quienes no iban a sufrir por falta de luz mientras escapaban del lugar, pero era malo para todos aquellos renegados que se habían acostumbrado a esconderse en la oscuridad de la cueva para poder dormir durante la noche.
Los barcos en los que llegaron no se fueron hasta tierra firme, les dieron órdenes de último minuto de mejor quedarse a esperar en el mar mientras les daban más instrucciones. Por lo tanto, no tardaron mucho tiempo en regresar. El proceso de subir a las chicas en las embarcaciones no fue precisamente fácil, por lo complicado del terreno y porque ellas necesitaban bastante ayuda para mantenerse en pie, además de que estaban exhaustas física y emocionalmente. Al final lo lograron y, a último minuto, Milo decidió quedarse en la isla mientras el resto regresaba a tierra firme.
Pasó un buen rato vigilando que los barcos se alejaran y cuando los perdió de vista regresó sobre sus pasos a las cuevas. En realidad no alcanzó a llegar porque en el camino se encontró con Camus quien todavía venía cargando a Terje, aunque el chico había dejado de revolverse y de intentar gritar. Ahora que estaba afuera de las cuevas y veía el paraje en el que estaba, en el que lo único que encontraba a su alrededor era nieve, le daba miedo alejarse. No era tonto, sabía que difícilmente podría sobrevivir ahí. Además de que por el camino vio a lo lejos a algunos osos polares, lo que le quitó todavía más las ganas de quedarse solo. Milo tomó a Terje de brazos de Camus y regresaron hasta el lugar en donde embarcaron al resto. Durante el camino Camus le contó a Milo lo que habló con Saga y Alfa.
Ambos entonces se comunicaron por medio de radio con el barco en el que iban sus amigos para contarles el plan. Mu sería el encargado de darle las noticias a Shion cuando se presentara en el Santuario con las chicas. Milo y Camus encontraron un escondite pequeño entre la montaña y el glaciar, en el que podrían cobijarse un tanto del viento helado. Le pusieron a Terje una chamarra que alguno había dejado olvidada y no le prestaron mucha atención mientras planeaban lo que se les venía encima. Terje estaba atento a todo, porque estaba condicionado a aprender la mayor cantidad de información posible y seguía convencido de que Alessandro iría a ayudarlo pronto.
La verdad es que cuando Otis fue a informarle a Alessandro que Terje no estaba y que probablemente fue capturado también por el Santuario, a Alessandro no le importó mucho. El mocoso no podía pelear como todos los demás, era apenas un aprendiz muy joven y perdió su utilidad fuera del Santuario. En algún momento se planteó la idea de utilizarlo también como moneda de cambio, pero, como se lo llevaron, eso ya tampoco importaba. Lo único que había hecho el niño en esas cavernas era entrenar y pasar las horas en su oficina y eso ya le estaba colmando la paciencia. Se lo regalaba a los del Santuario si querían seguir haciéndose cargo de él.
En cuanto llegaron a tierra firme Mu teletransportó a todos al Santuario. En la Fuente estaban ya listos para recibirlos y Shion bajó a escuchar las noticias de Mu. Por una parte se alegraba de que hubieran podido recuperar a la gran mayoría de los prisioneros, pero por otra no le hizo ni un poco de gracia el plan de Camus y Saga. Su primera reacción fue negarse en redondo, pero el resto comenzó a hacer labor de convencimiento.
En realidad no habría mucho riesgo para la diosa porque no iba a estar sola, y el revuelo se daría en otra parte de la cueva. Por otro lado debían hacer algo aún más grande que antes, porque evidentemente Alessandro pensaría que se trataba de otra distracción, y lo iba a ser, pero tenían que darle la impresión de que esta vez iban en serio para una batalla final. Además tenían la ventaja de que los renegados tendrían que pasar al menos el siguiente día fuera de su cueva, porque el humo de las bombas y del gas les iba a hacer imposible que estuvieran dentro. Eso significaba que estaban en una posición vulnerable y quizá Alessandro comenzaría a tomar malas decisiones por ser apresuradas. Shion resopló bastante molesto y les dijo que iban a tener que hablar con Saori primero, así que todos fueron a reunirse al Templo Principal con ella y el resto de los Dorados que seguían en el Santuario.
Saori aceptó de inmediato, lo cual era de esperarse, porque no quería pasar más tiempo ahí encerrada sin poder hacer nada para ayudar a sus Santos. Se alegraba mucho de que hubieran podido traerlas de regreso, pero estaba muy preocupada por quienes se quedaron y quería terminar con esto de una vez por todas. Se habían movido con mucha cautela y planearon las cosas para que no llegara a mayores, pero el sello de Alessandro cambiaba las circunstancias del juego y eso requería de medidas más drásticas. Las Saintias estuvieron de acuerdo, ellas también estaban muy preocupadas por las chicas y les dolía el no poder ir a ayudarlas, pero sabían que su deber era estar con Saori y, ahora que ella también iría, ellas tendrían la oportunidad de demostrar cuánto habían crecido desde la última vez que tuvieron que enfrentarse con alguien.
Shion al final se resignó. Mandó a los Santos que se quedarían a que regresaran a los Templos y luego entre él y Mu teletransportaron a toda la comitiva de regreso a Noruega, por supuesto que el Patriarca no pretendía dejar sola a Saori. Una vez allá Saori tuvo que hacer algunas llamadas a su fundación para que le prestaran un par de barcos más, al igual que más bombas de humo y lacrimógenas, y esperaba que también pudieran prestarle al menos un helicóptero para dejar el "encargo". Y por más dinero y recursos que tuviera la fundación, eso le iba a tomar un poco de tiempo. Por un lado no se quejaban, aprovecharon para terminar de ponerse de acuerdo y afinar los últimos detalles del plan.
Lo primero que llegó fueron los barcos. Todos los Santos con excepción de Shion y Dohko se subieron a ellos y comenzaron a navegar a la isla. Todos los Dorados estaban fuera del Santuario, los únicos que se quedaron fueron los de Plata y Bronce. La decisión no fue fácil, pero con Atenea fuera del Santuario, preferían que toda la comitiva Dorada estuviera con ella. Y esta vez no les importó el dejar sentir sus cosmos fuerte y claro. De alguna manera tenía que enterarse Alessandro que esta vez iban en serio. O al menos más en serio, lo suficiente como para terminar todo aquello. Una vez que los Dorados llegaron a la isla, Milo y Camus se subieron al barco a que les dijeran las últimas noticias y a mantener encerrado a Terje.
En tierra firme Saori, Shion y compañía fueron al campo de entrenamiento que hasta ese momento se había quedado vacío a esperar la llegada de lo que pidieron. Eran más bombas de humo y lacrimógenas. El helicóptero sería una mera distracción y la manera en la que transportarían las bombas. Esperaban que los renegados se concentraran en primer lugar en este y que no notaran que los Dorados iban a rodearlos. Por el momento se comunicaban entre ellos por medio de radio.
Las horas que tuvieron que esperar se les hicieron eternas a todos. Shion mandó a las Saintias y Saori a que durmieran un rato, pero ninguna de ellas podía conciliar el sueño. Los Dorados en los barcos tampoco. Se decidieron a mejor quedarse en alerta y que algunos de ellos harían guardia por los alrededores en caso de que Alessandro decidiera salir de su escondite a ver si podía encontrarlos. Pero nada pasó durante las horas de la noche.
Los renegados tuvieron dificultades también para conciliar el sueño, para empezar porque estaban a plena luz de sol y porque además, por más fogatas que tuvieran, seguían estando en un paraje congelado en el medio de un glaciar que no ofrecía mucho resguardo a los elementos. Y a pesar de que el clima fue benévolo con ellos, el sol, el viento y la nieve no eran exactamente fáciles de sobrellevar en aquellos parajes. Alfa logró dormir algunas horas en los brazos de Kanon quien también consiguió dormitar de a ratos. Al menos ellos estaban dentro de la cueva. Apenas en la entrada, pero mejor protegidos que el resto.
En algún momento de la mañana Alessandro se levantó del lugar en el que estuvo dormitando y fue directo a sus prisioneros.
—Antheia, es hora de levantarse, lo mismo para ti, Aspros —les dijo antes de alejarse hacia afuera.
Alfa levantó la mirada, Kanon la estaba observando y asintió, ella exhaló un suspiro y se levantó de sus brazos, luego le lanzó una mirada a Saga, quien ya se había puesto en pie y, también le hizo una sutil seña y le señaló la salida con la mirada. Ambos esperaron a que Jivika se acercara a quitar las cadenas de la pared, pero no se las quitó de las muñecas, luego ella, junto con Otis, Alfa y Saga salieron de las cuevas. Una vez afuera fueron a reunirse con Alessandro quien se encontraba despertando renegados.
—Es evidente que sus compañeros van a regresar pronto, me gustaría saber cuáles van a ser sus planes.
—Probablemente atacar. Ya rescataron a casi todos, no dudo que la próxima vez que vengan sea para la batalla final. Lo de las bombas de humo les funcionó bien, seguramente las usarán de nuevo. ¿Estás seguro de que no hay otras entradas a las cuevas? No creo que ellos no las conozcan si las hay.
—No, no hay más entradas. La siguiente vez que vengan van a tener que llamar al timbre.
—Entonces eso es todo. Pon a algunos a hacer guardia en las entradas que apuntalamos ayer y mantén a quienes están afuera atentos. Lo único que queda hacer es esperar, a menos, claro, de que quieras ir tú mismo al Santuario.
—Ellos pueden venir cuando lo deseen —contestó Alessandro un tanto hastiado—. Vayan a hacer guardia, en direcciones separadas y no muy lejos de mi vista.
Ni Saga ni Alfa contestaron, nada más se limitaron a caminar en direcciones opuestas. Ambos se preguntaban en qué momento llegarían los demás. Esperaban que pronto.
Saori estaba sentada a la mesa con una taza de café caliente entre las manos. Sus Saintias se encontraban cerca de ella, esperando. Finalmente llegó la llamada que hizo que la joven diosa se sobresaltara y diera un respingo. Contestó de inmediato. Las personas de su fundación ya tenían todo el encargo a la mano. El helicóptero estaba cargado y listo para salir. Saori le comunicó las noticias a Shion. Toda la comitiva salió del lugar y Shion procedió a teletransportarlos al muelle en donde ya tenían un barco listo en el que irían a Svalbard. También se comunicaron con los Dorados para que fueran tomando sus posiciones.
Los Dorados no tardaron en organizarse y salir hacia los puntos que acordaron durante la noche. El plan era rodear la entrada principal de las cuevas, pero desde una distancia bastante prudente, en donde pudieran usar todo su cosmo, para mantener el lugar bien vigilado. Camus se quedaría cerca de la entrada secundaria a esperar a Atenea, nada más por mera precaución.
Pasaron un par de horas sin absolutamente ninguna novedad. Los renegados se mantenían reunidos cerca de la entrada, vigilando, pero sin moverse demasiado. Mu alcanzó a ver a lo lejos a Saga y Milo vio a Alfa. La señal que estaban esperando era el helicóptero que llevaría a Dohko al lugar. Y dicho helicóptero se hizo presente primero con su sonido, lo que llamó la atención de los Dorados. Era hora de comenzar la acción.
El sonido de las hélices tardó un poco más de tiempo en llegar a los renegados, el primero en notarlo fue Saga quien levantó la mirada y a lo lejos le pareció ver a Mu. Asintió y echó a correr a la entrada mientras les gritaba a todos que se pusieran en alerta. Alfa lo imitó y poco tiempo después pudieron ver el helicóptero acercarse, pero estaban tan concentrados en este que, para nada notaron que un cerco de Santos Dorados se estaba acercando, y podían usar mínimas cantidades de cosmo que comenzaron a utilizar de inmediato, lanzando rayos, y golpes de cosmo, o como Milo, quien aventaba agujas como si no hubiera mañana. Los renegados estaban sorprendidos y por algunos momentos no supieron exactamente qué debían hacer. Alessandro salió corriendo de la cueva y se reunió de inmediato con Alfa y Saga a quienes Otis ya les estaba quitando las cadenas.
—Son Santos Dorados, y parece que vinieron todos —le dijo Saga.
Alessandro se quedó quieto en su lugar mientras veía cómo el caos comenzaba a su alrededor, en especial cuando el helicóptero llegó lo suficiente cerca y empezó a lanzar las primeras bombas de humo. Sujetó a Saga, luego a Alfa.
—Más les vale hacer lo que deben, pueden llamar a sus armaduras.
Ambos se sintieron algo mareados ante la súbita llegada de sus cosmos, y tardaron un par de segundos en darse cuenta de que ya podían usarlo de nuevo, aunque no a toda su capacidad. Alessandro no les había regresado todos sus poderes, pero al menos podían llamar a sus armaduras y eso hicieron al instante. Mientras tanto Alessandro llamó a su propia armadura, al igual que Otis, y de quién sabe dónde, llamó a otro par de armaduras que fueron a ensamblarse sobre Roberto y Jivika. Alfa y Saga salieron al instante al campo de batalla, seguidos del resto, mientras los renegados se debatían entre ir a enfrentar a los Dorados o huir gracias a las bombas de humo y gas.
Shion con las Saintias y Saori vieron el helicóptero pasar sobre ellos justo cuando llegaban a la entrada secundaria. Camus los estaba esperando, ya había comenzado la labor de abrir la entrada de nuevo y con ayuda de las Saintias no tardaron en descubrirla. Shion mandó a Camus a que ayudara a sus compañeros y fue él mismo quien entró en la cueva y comenzó a limpiar el camino al interior. Habían algunos cuantos renegados regados por ahí y entre él y las Saintias los dejaron bien noqueados y encerrados. Saori estaba muy nerviosa, pero lo suyo no debía tomarles mucho tiempo. Comenzaron a caminar al interior, al lugar de donde provenía ese cosmo que sellaba el lugar.
Alfa y Saga entre que daban golpes y dirigían sutilmente a sus compañeros Dorados. No querían dar a conocer sus verdaderas intenciones, así que hacían lo posible para derrotar a la mayor cantidad de renegados posibles discretamente. También se estaban cuidando de no encontrarse de frente con sus compañeros. De pronto Saga se dio cuenta de cuál era el siguiente paso de sus amigos. Los vio comenzar a reunirse, uno junto a otro, casi hombro con hombro. Se detuvo en seco mientras los observaba, entonces dio la media vuelta mientras buscaba a Alfa con la mirada. Cuando dio con ella la tomó del brazo y comenzó a arrastrarla de vuelta a la entrada de las cuevas. Roberto fue el primero en notarlo y salió corriendo hacia ellos.
—¿Qué se supone que estás haciendo? —le gritó.
—¿Los ves? Se están preparando para atacar al unísono —le dijo mientras los señalaba, y Roberto miró en esa dirección al igual que Alfa—. Y créeme, no quieres estar cerca cuando eso suceda. ¡Muévete! —dicho eso siguió arrastrando a Alfa a un lugar más seguro.
No tardaron en llegar a la entrada de las cuevas en donde algunos renegados se estaban ocultando, ambos, sin ponerse de acuerdo siquiera, le quitaron las cadenas a los prisioneros. De pronto todos levantaron la mirada. Un cosmo cálido y muy muy poderoso estaba comenzando a estallar dentro de las cuevas. Alessandro apareció corriendo de pronto. La primera reacción de Kanon fue ponerse en su camino, pero Saga lo detuvo, luego Vivien y Jabú intentaron lo mismo, pero esta vez fue Alfa quien los sujetó. Alessandro no tardó en pasar junto a ellos a la carrera, y una vez que lo hizo, junto con Roberto, Otis y Jivika, Saga habló:
—Nosotros nos hacemos cargo, ustedes no dejen que más renegados entren a las cuevas.
A regañadientes Kanon asintió, y les hizo una seña a Vivien y Jabú para que se quedaran en sus lugares mientras Alfa y Saga corrían al interior. Alessandro sabía perfectamente de dónde venía el cosmo y también que era el de Atenea. Saga y Alfa corrieron a toda velocidad para alcanzarlo, y fue Saga quien lanzó el primer golpe en contra de Alessandro, quien no se lo estaba esperando. Se giró para ver a su atacante y vio a Saga. Inmediatamente Otis fue a ayudarle, pero Alfa lo detuvo y comenzó a pelear con él mientras Saga peleaba contra Alessandro, usando cosmo, pero ambos sabían que no podían usar técnicas demasiado poderosas porque las cuevas no lo resistirían. Jivika se lanzó también en contra de Alfa y Roberto fue a ayudar a Alessandro. Las peleas los estaban llevando más y más dentro de las cuevas.
—Cristal Wall —escucharon a sus espaldas.
Era Shion quien acababa de levantar un muro de cristal que lo separaba a él y a Saori de la pelea que se desarrollaba frente a ellos. Atenea no estaba teniendo problemas con deshacer el sello, pero sí iba a necesitar usar una gran cantidad de energía y de cosmo para lograrlo y para eso necesitaba que toda su concentración se enfocara en la labor. Xiao-ling y Mii se lanzaron a la pelea, una en contra de Roberto y la otra contra Jivika.
—Alguien tiene que ir a la entrada a ayudar —le dijo Alfa a Mii cuando la tuvo cerca.
La chica asintió y la dejó sola un momento mientras iba corriendo hacia Shoko, Katya y Elda a avisarles. Las Saintias asintieron y salieron corriendo a la entrada, entonces Mii regresó a pelear.
Todo era un completo caos afuera. Los Dorados ya habían dado cuenta de una gran cantidad de renegados, efectivamente avanzaban formando una muralla, lanzando golpes de cosmo al unísono para hacer el mayor daño posible con la poca energía que podían usar. Los renegados intentaban acercarse, pero por el momento ninguno lo había logrado. En cambio varios de ellos comenzaron a correr a la entrada de la cueva, en donde eran detenidos por Vivien, Jabú y Kanon. Esa escena fue la que las Saintias encontraron al llegar y se dispusieron a ayudar, porque la cantidad de renegados que intentaban entrar iba en aumento. Ellas también recibieron el tratamiento de la sangre de Atenea y podían usar un poco de cosmo.
Dentro de las cuevas Shion observaba las peleas sin poder moverse o ayudar. Se sentía bastante inútil en esos momentos, aunque bien sabía que su deber era proteger a Atenea y el mantener arriba su Cristal Wall con tan poco cosmo le estaba exigiendo mucha concentración. Pronto comenzó a sentirlo, su cosmo comenzaba a fortalecerse de a poco, pero muy muy lentamente. Miró a la joven diosa. Mantenía ambas manos sobre Niké, los ojos cerrados, su cabello se revolvía gracias a la energía del cosmo que la rodeaba.
Lo que nadie había considerado hasta el momento era que, Alessandro utilizó una protección para permitir que tanto Alfa como Saga usaran sus cosmos dentro de las cuevas, y Atenea lo estaba rompiendo. Pero por otro lado, el cosmo de Atenea sobre ellos iba a hacer que sus cosmos volvieran de manera "natural", por lo tanto ambos comenzaron a sentir una muy extraña fluctuación en sus energías, como que disminuía y aumentaba, al parecer sin control, y no había mucho que ellos pudieran hacer para evitarlo.
Alessandro esto lo tenía bastante claro así que aprovechaba cada pequeña fluctuación para arremeter con más saña contra el Santo de Géminis. Esperaba que Otis se diera cuenta de esto pronto. Otis también lo sabía, pero la chica contra la que estaba peleando era bastante rápida en sus movimientos y no le estaba dejando mucho espacio para hacer tantos avances como le gustaría, además, aquellas otras niñas ya estaban peleando también, lo que significaba que tendría que deshacerse de Alfa él solo. Para su mala suerte, su cosmo, que tanto se había concentrado en recuperar y mantener bajo control durante los pasados años, le estaba jugando malas pasadas. Rara vez lo empleó para pelear en serio con alguien, mucho menos contra alguien que tenía un buen manejo de éste como la mujer contra la que se enfrentaba ahora, y eso le estaba poniendo las cosas difíciles.
De pronto todos pudieron sentir una fuerte subida de cosmo por parte de la diosa, era como si ella también estuviera manteniendo una lucha de voluntades contra el sello de la cueva. Saori se esforzaba y estaba poniendo mucha concentración y determinación a lo que hacía y esa súbita elevación en su cosmo era la prueba.
Alessandro o alguien tendría que detenerla pronto, antes de que terminara con el sello. De un fuerte golpe lanzó al Santo de Géminis algunos metros por el aire, provocando que chocara contra la Cristal Wall de Shion, pero no fue suficiente para romperla ni para detenerlo, porque de inmediato se levantó a seguir peleando. Alessandro bufó, dio nuevos golpes y patadas, estaba tentado a mandarle algún ataque fuerte cargado de cosmo sin importarle las consecuencias, pero se detuvo a sí mismo a tiempo. No era el momento para tomar desiciones apresuradas. Siguió luchando contra Saga, quien también ya estaba preguntándose cuánto tiempo más le tomaría a Saori deshacerse del sello, no iba a poder contener a Alessandro por mucho más, en especial con esas fluctuaciones en su propio cosmo.
Una nueva subida en la energía los desconcentró a todos un tanto. Alfa miró en dirección a Jivika y Mii justo en el momento en el que la Saintia era lanzada por los aires, pero ella no podía ir a ayudarla, los golpes de Otis se estaban volviendo más erráticos, pero también más violentos. Intentaba con todas sus fuerzas alejarlo de Shion y Saori, pero él volvía a llevarla al mismo lugar. Ninguno de los que peleaban estaba ganando.
Otra explosión de cosmo. Saori apretó con más fuerza el báculo de Niké, pero no fue lo suficiente para evitar que la adolescente cayera al suelo. Shion volteó a mirarla, preocupado, quiso ir de inmediato a ayudarla a levantarse, pero la joven estaba decidida a cumplir con su objetivo, así que en ningún momento cejó en su lucha. Aferró con fuerza el báculo y lo utilizó para ayudarse a levantarse del suelo. Shion casi suspiró aliviado, pero se contuvo y regresó su atención al resto.
Saga estaba intentando acorralar a Alessandro en contra de una pared, pero no se le estaba haciendo sencillo. Alfa, por su parte, había logrado alejar a Otis del Cristal Wall y el hombre no parecía poder acercarse de nuevo. Las Saintias estaban haciendo un muy buen trabajo manteniendo a raya tanto a Roberto como a Jivika. Por cierto, ¿de dónde habría sacado Alessandro esas armaduras? Eran claramente de la orden de Atenea, pero debían estar ocultas porque las estrellas no le habían revelado al Patriarca nuevos portadores para ellas, sin embargo, ahí estaban, en los cuerpos de esos renegados. Eso les estaba dando cierta ventaja a los aprendices.
El sello estaba a punto de romperse, tan solo faltaba un poco más, tan solo un poquito más de su cosmo y su concentración y podría lograrlo, lo sentía. Ese no era un sello viejo, como el de Hades, sino que era nuevo y, por lo tanto, poderoso. Había incluso llegado a bloquear un poco de su propio poder cuando llegaron a las cuevas, pero no lo suficiente como para que ella no pudiera hacer nada al respecto. El problema era que, así como estaba, reencarnada en el cuerpo de un mortal común, su cosmo no estaba al 100% de su potencial. De haber sido así, probablemente tendría menos problemas para romperlo, y lamentaba cada segundo que tardaba. Estaba muy consciente de las peleas que se desarrollaban a su alrededor, todo para mantenerla segura y para que pudiera hacer su trabajo sin interrupciones, quería terminar con esto en ese instante, pero no era fácil. Incendiaba su cosmo a incrementos, los estallidos anteriores fueron rupturas parciales del sello que, por supuesto, no era físico, era una barrera de energía que protegía a aquellos que estaban de su lado. Ares les dejó esta última sorpresa y nadie lo había descubierto. Se preguntaba si el que fuera Ares el que estaba detrás estaría afectando de alguna manera a Saga.
Y era así. El Santo de Géminis estaba perfectamente consciente de que eso era obra de Ares, y con el cosmo que había podido usar de nuevo gracias al sello, lo sentía fuerte y claro. Al inicio de la pelea tuvo que luchar contra esa sensación, conocía como nadie el cómo se sentía estar envuelto por el cosmo de Ares y no era algo que le gustara recordar o volver a sentir. Por un momento fue como si tuviera a Ares justo ahí, rodeándolo. Al menos no estaba dentro de su mente, pero su mente no estaba cooperando mucho para contener ese indicio de pánico que sintió al inicio. Ahora, concentrado como estaba en su pelea, pudo mandar ese pensamiento al fondo de su mente, lo cual agradecía.
Tenía a Alessandro acorralado contra la pared, podía ver en sus ojos que el hombre no se iba a dejar vencer tan fácilmente, y entonces lo entendió: se estaba preparando para lanzar un ataque cargado de cosmo, pero no en contra de él, sino en contra de Shion y Saori. Lo vio levantar ambas manos, estaba a punto de hacerlo.
Entonces una explosión de cosmo tan violenta que los sacudió a todos y a las cavernas al mismo tiempo. Jivika, Roberto y las Saintias terminaron tirados en el piso. Alfa logró mantenerse en pie porque se sujetó contra una saliente en la pared al igual que Otis. Saga y Alessandro se mantuvieron en sus lugares, aunque no sin poco esfuerzo. Todos voltearon al mismo tiempo hacia Shion y Saori, el Patriarca había roto su Cristal Wall y estaba arrodillado junto a la diosa que parecía inconsciente.
Era el momento. Alessandro comenzó a reunir todo el poder de su cosmo entre sus manos para dirigirlo hacia Saori. Saga no tardó en darse cuenta y se puso delante de él, preparado para recibir el ataque por completo. Todo sucedió en apenas unos segundos, pero el golpe no llegó. Alessandro de pronto se derrumbó en el piso, frente a él. Saga levantó la mirada del hombre y de pronto se dio cuenta.
Alfa seguía apoyada en una pared, no se había movido, pero Otis estaba también en el piso y la mirada de ella parecía perdida. Tenía a ambos hombres sumidos en sus ilusiones.
Alessandro y Otis se vieron a sí mismos de nuevo en aquellos tiempos en los que eran Giannis y Johan, en la Guerra Santa de hacía más de 200 años. Ambos fueron atacados a traición por espectros y murieron. Pero esa vez, en lugar de dejar las guerras e irse de este mundo, decidieron unirse al ejército de Hades. Así que ahí estaban de nuevo, caminando por la Tierra enfundados en las armaduras del ejército oscuro, con la única misión de acabar tanto con sus compañeros de orden como con la misma diosa. Y lo estaban logrando. Mataron a no pocos, y llegaron hasta ella.
Sasha los observaba con lágrimas en los ojos, junto a ella, su Santo de Sagitario los miraba como si fueran las mayores basuras de este mundo. Ambos cargaron en contra de la diosa y el de Sagitario no hizo nada para impedírselo. Pero Johan no pudo continuar. Levantó el puño cargado de cosmo, dispuesto a darle el golpe definitivo a esa niña que nunca hizo nada para ayudarles, pero no pudo lanzarlo. Se derrumbó en el piso, temblando y sin poder moverse. No podía hacerle daño. Debía haber una razón por la cual ella no pudo ir a ayudarlo, y sabía bien que la razón era que ella misma había tenido que enfrentar sus propias luchas, tanto físicas como mentales.
La misión de Sasha era el proteger la Tierra y debía hacerlo con la ayuda de sus Santos, pero era una niña, y una que, además, pasó muchos años viviendo fuera, que apenas empezaba a comprender lo que debía hacer como diosa, y de verdad lo intentaba. Quería estar ahí por y para ellos, y le dolía que los espectros de Hades pudieran llegar tan cerca del Santuario y hubieran matado a traición a tantos de sus Santos. Vio a Sasha arrodillarse a su lado, ponerle una mano en el hombro y la escuchó pedirle perdón por no poder ir en su ayuda. Levantó la mirada.
Entonces un golpe final atravesó el cuerpo de la joven diosa, quien abrió la boca y se derrumbó sobre él en un charco de sangre. Detrás de ella estaba Giannis, con las manos cubiertas por la sangre de la joven, sonriendo. El tiempo se detuvo para ambos. Esa era su misión y Giannis la había cumplido. Así: tan rápido y sencillo. Se miró las manos, luego a Johan.
Y de pronto nada.
Su cuerpo se detuvo, no podía moverlo, se sentía paralizado. ¿Qué estaba sucediendo? Abrió los ojos cuando se dio cuenta de que el aire no llenaba sus pulmones, sangre no corría por sus venas y la energía que lo había movido hasta ese momento desaparecía. Se convirtió en cenizas. Luego en nada.
Escucharon pasos corriendo a toda velocidad hacia ellos. Saga levantó la mirada y vio a Mu que llegaba junto a él.
—Está bajo la ilusión de Alfa, llévatelo a los calabozos enseguida, también a Otis —le dijo.
Mu no perdió tiempo en hacer preguntas, ya las podría hacer luego. Sujetó a Alessandro por un brazo, se teletransportó hasta donde se encontraba tirado Otis, lo sujetó por un brazo también y desapareció de las cuevas. Saga fue corriendo a donde se encontraba Alfa y la sujetó justo antes de que ella terminara en el piso. Jamás había representado una ilusión para dos personas. Sí, había proyectado la ilusión para que todos los Dorados pudieran verla, pero no era eso lo mismo que mantener a dos personas dentro de ella, siendo partícipes y combinando los miedos de ambos en una sola historia. Y eso requirió mucha energía y concentración por parte de ella, además de que lo logró prácticamente en el mismo momento en el que el sello se rompió, cuando su cosmo se desvaneció por un segundo dado que ya no había sello y regresó casi al instante gracias a Atenea,
Kanon y Camus también llegaron corriendo junto con Mu y se apresuraron a contener a Roberto, quien no perdió un segundo para intentar salir corriendo de ahí, a pesar de que la armadura que llevara puesta hasta hace un momento había abandonado su cuerpo. Jivika estaba sentada en el piso, llorando. Alfa, además, proyectó la ilusión para Jivika, Saga y Shion. Los tres vieron todo.
Afuera, el resto de los Dorados mantenían un cerco humano con los renegados al centro. Ya ninguno intentaba irse. Todos sintieron el cosmo de Atenea dentro de la cueva, algunos aliviados de que todo terminara. No pocos estaban aterrados ante la incertidumbre de lo que pasaría con ellos ahora, y unos cuantos seguían negados a aceptar lo que sucedió y continuaban planeando escapar. Pero bien sabían que tenían pocas esperanzas de lograrlo, de todas maneras no querían irse sin pelear, pero el regreso de los cosmos de los Dorados no iban a dejar que eso pasara, Milo mantenía bajo su restricción a todos aquellos que osaran moverse.
Había terminado. Alfa se aferró a Saga, intentando recobrar la fuerza en sus rodillas y mientras veía a su alrededor. Saori seguía inconsciente, pero se la veía en paz. El sello de Ares desapareció por completo. Mii y Xiao-ling corrieron hacia Atenea en cuanto pudieron y Shion las dejó a cargo de ella. El peligro terminó, y aunque aún estaba aprensivo, sabía que ya nada podía pasarle. Se acercó a Saga y Alfa.
—Voy a llevar a la diosa de regreso al Santuario a que se recupere, no le pasó nada, pero usó mucha energía y va a necesitar descansar un buen rato luego de esto. Tú y Kanon abran portales para llevarlos a todos de regreso también. ¿Están bien?
—Dentro de lo que cabe, estamos bien —contestó Saga y Alfa asintió aunque la cabeza aún le daba vueltas.
—Bien. Vamos entonces, es lo último que tenemos que hacer antes de poder regresar a casa.
Todos exhalaron un colectivo suspiro de alivio. En unas pocas horas podrían estar de regreso en el Santuario.
