Disclaimer: Los personajes son de Rumiko Takahashi. La trama me pertenece en entereza, aunque a ustedes no les parezca.
Capítulo 62.
No sabía cuánto tiempo había pasado llorando, pero seguramente había sido mucho. Los ojos le ardían y podía sentir como si estuviesen hechos de cemento, pesaban como el infierno y ya no querían estar más tiempo abiertos.
Desde la habitación de Sango se podía observar el sol del amanecer, ya que tenía una pequeñísima ventana alargada que dejaba a los rayos entrar a iluminar parte de la habitación. Había tenido que pagarle a un enfermero para que lo deje quedarse allí toda la noche. Estaba amaneciendo y podía sentir cómo el caliente astro rey le quemaba la espalda, aún por sobre el vidrio del ventanal.
InuYasha había entrado a la medianoche, justo después de que dejara Kagome en la habitación contigua. Bueno, en realidad no sabía en qué habitación estaba, no le interesaba saberlo. En ese momento no estaba pensando en nadie más que no fuera ella: Sango.
A pesar de toda la mierda que le había pasado, se sentía muy feliz al por fin poder hacer una familia al lado de la mujer que amaba, y, aunque esta ya no lo quisiera como antes, jamás iba a poder evitar el hecho de que aquella criatura que llevaba en su vientre, era de él y de nadie más.
Todo se había ido al carajo. Sus sueños, su vida amorosa, estabilidad emocional y su hijo. Probablemente nunca más volvería a tener la oportunidad de formar una familia, al menos no una con Sango. Estaba seguro de que cuando ella despertara, no querría verlo nunca más.
Ese día prepararía el traslado de su exnovia para la clínica de cabecera. Sería él quien se hiciera cargo de todo, sin embargo, aún no sabía si debía llamar a sus padres. No quería ocasionarle más problemas a Sango, ya que era obvio que no les había dicho ni siquiera de que estaba embarazada. Los médicos habían dicho que estaba estable, así que, si nada más se complicaba, consciente debía ella misma contarle a su familia.
La impotencia volvía a hacerse dueña de su cuerpo y estaba temblando, sin poder hacer nada más que observarla con su expresión intranquila, durmiendo por la medicina. Todo eso había sido culpa de una persona.
—¡Kagome! —se levantó de inmediato y corrió hasta ella, observándola con preocupación.
La aludida no dijo ni una palabra. Acababa de despertar con ese antiguo sueño que había tenido muy presente en su mente. Sintió que su hermano la tomaba de la mano y no hizo más que cerrar los ojos. Nuevamente empezó a llorar y quiso evitarlo, pero no pudo. Sabía que le dirían algo malo, pero también sabía que ella había hecho algo indebido. O esa era la sensación que aquel sueño tan espantoso le había dejado.
Escuchó a su hermano decir que sus padres habían salido por algo de ropa al templo y que pronto regresarían. Era seguro que ese día pasarían cosas malas. Después de la muerte de Kōga, suponía que nada iba a estar bien. No había nadie más que InuYasha a su lado y se dio cuenta de que algo andaba mal con sus amigos.
—¿En dónde… —susurró, sintiendo que le faltaba el aire— está Sango?
Vio a su hermano cambiar de expresión a una totalmente preocupada y seria, y entonces fue cuando sintió que todo el mundo se le venía abajo. No quería que le dijera lo peor, no quería ni siquiera imaginar lo que tenía que decirte. Si algo le había pasado a su mejor amiga…
—Kagome… —tragó duro, sin saber cómo darle esa noticia—. Sango…
—¡Dilo ya! —respiraba con dificultad y se había incorporado de una vez.
—Ella perdió al bebé…
—¡No…!
Sintió que las piernas le fallaban y se dejó ir, sin embargo, InuYasha la había agarrado antes de que se golpeara contra el piso. Nuevamente se había quedado sin habla y con la boca abierta respiraba lentamente, mientras sentía cómo el corazón se le estrujaba. Todo había sido su maldita culpa. Desde un principio había empezado a tejer esa red de mentiras que la llevó a matar a un hombre. Esa misma red que enredó a sus amigos y en ese momento, era la culpable de que su mejor amiga hubiera perdido a su bebé.
Se aferró al cuerpo de InuYasha y entonces comenzó a llorar mucho, casi lastimero. Descargó muchas emociones en el pecho masculino, ahí, arrodillados en el suelo. Sentía que él le acariciaba el cabello con ternura, pero eso no le importaba. No paraba de odiarse a sí misma y aborrecerse. Todo eso ya no se trataba de InuYasha, se trataba de ella y del daño que les había causado a todos sus semejantes.
—Ah, despertaste, Kagome.
El tono frío con el que había sido llamada la hizo despertar de su llanto y la puso alerta. InuYasha y Kagome miraron en dirección a la puerta y ahí vieron parado a Miroku, con una expresión destrozada y cansada, mirándolos casi con odio.
—Miroku —dijo Kagome. InuYasha ayudó a su hermana a subirse de nuevo a la cama— ¿ya despertó Sango?
El aludido ladeó rostro, como si no entendiera de lo que le estaban hablando. En ese momento no sentía ni siquiera un poco de empatía por Kagome.
—A este tiempo ya debes saber lo que hiciste, Kagome. —Prosiguió, con aquel mismo tono hostil.
—¿Qué te pasa? —Taishō se puso a la defensiva, no reconociendo aquella actitud de su mejor amigo, y mucho menos aquellas palabras tontas que le decía a su hermana.
—Lo siento… —sollozó Kagome, despertando en InuYasha todavía más duda sobre lo que estaba pasando.
—¿Lo sientes? ¿Crees que con decir que lo sientes traerás de vuelta a mi hijo a la vida? —No entendía por qué no podía parar de sentir ese odio insano. Pero a la vez no se trataba de algo precisamente hacia su amiga.
Sabía que, de alguna manera, Kagome los había involucrado en todo eso y que indirectamente, había causado la muerte de su bebé, sin embargo, de algún modo, estaba consciente de que todo no era culpa de ella. Tal vez en realidad se estaba odiando a sí mismo y no lo quería aceptar.
—¡Oye! —Se dirigió a él con el ceño fruncido—. ¡¿Qué te pasa?!
InuYasha no pudo evitar más la molestia que esa discusión le estaba causando. Si su amigo persistía en eso, iba a golpearlo ahí mismo.
—¿Ya le dijiste, InuYasha, —pasó de su amigo hasta la hermana de este sin quitar esa expresión fría— que es muy probable que sea sentenciada por la muerte de Kōga?
Kagome agachó la mirada al instante y pensó en que eso ya lo sabía. Claro que la policía le haría algunas preguntas, pero al ver aquella cámara que seguramente habría encontrado en la escena del crimen, todo se arreglaría, sin embargo, era obvio que debía enfrentarse a las autoridades. Pero en realidad no era eso lo que le preocupaba.
—Miroku… cómo pudiste. —InuYasha no sabía si abrazar Kagome o ir a golpear a Takeda. Cualquiera de las dos sería favorable en ese momento. No sabía cómo reaccionar, no tenía idea de que de repente le iban a soltar esa bomba a su hermana. Y por qué Kagome parecía tan tranquila.
—¡Todo es tu culpa, Kagome! —La amenazó con el dedo índice, ante su mirada triste y perturbada—. ¡E imagino que querrás que Sango te saque de ahí, ¿no es así?! ¡¿Por qué no te haces cargo de tus malditas responsabilidades?!
Lo siguiente que resonó fue el tremendo golpe que InuYasha le propició su mejor amigo en el rostro. Debía recalcar que era su mejor amigo, porque en ese momento, él ya no estaba pensando con claridad. Takeda se quedó atónito por el golpe y mientras procesaba el dolor físico, sentía ganas de desaparecer. Fue un golpe limpio, sin ánimos de volver atacar, pero firme. Fue un ultimátum.
—¡Cállate ya, maldita sea! —por fin gritó el ambarino, sintiendo la ira recorrer sus venas.
Kagome se había mantenido en silencio, tomando las sábanas con los puños, temblando, con las lágrimas a punto de rodar. Sentía cólera, sentía culpa y también le daba la razón a su amigo, pero si volvían a golpearse…
Y todo resultó exactamente como ella no quería. El ojiazul le devolvió el golpe con la misma intensidad, casi tumbando a su amigo. InuYasha gruñó una maldición Y entonces ya no tuvo compasión. Justo cuando iba a contraatacar, casi en cámara lenta, vio cómo su hermana se interponía y tuvo que frenar su acto para no romperle la cara a Kagome.
—¡Basta ya, InuYasha! ¡¿Acaso estás loco?! —Jadeaba. Había sentido mucho miedo de ser golpeada. Comenzó a llorar ante la mirada atónita de ambos hombres, que no supieron cómo responder ante eso. Era una situación demasiado complicada, todos ellos eran una familia, se habían apoyado en las buenas, malas y peores, y ahora, eran las peores de las peores para todos. Miroku sintió una ola de culpabilidad golpearle el pecho cuando escuchó aquellos lamentos y la mirada decepcionada de InuYasha—. No importa si voy o no a ser sentenciada, no quiero que Sango sea involucrada en todo esto… —Lo miró desde su ángulo, con una expresión decidida, aunque no podía evitar que las lágrimas mojaran toda su cara.
—Ka-Kagome…
—Miroku, por favor… —se giró para verlo a los ojos fijamente, rogándole con la mirada que le hiciera caso—. Perdóname… Perdóname, por favor, todo esto es mi culpa —negaba con la cabeza, aceptando por fin su realidad— no pelees con la única persona que estará apoyándote en estos momentos.
—Kagome, no… —Taishō agachó la cara, también sintiéndose herido. Maldita mierda, todo le estaba saliendo de lo peor—… no digas eso.
—Solo recuerda que adoro a Sango como si fuera mi hermana y no quiero… —negó con la cabeza, tragándose la vergüenza—. No quiero verla, no quiero que me vea así… No quiero.
El dolor que estaba sintiendo era tan grande como su angustia. Jamás iba a poder regresarle a Sango todo lo que le había quitado por enredarla en su vida. Jamás podría terminar de reponerle todo aquello que ella había hecho por su bienestar, porque no le pasara nada malo. Recordaba la hermosa sonrisa de Sango y sentía su corazón hecho añicos. Jamás permitiría que Sango la viera así y mucho menos que se tenga que hacer cargo legalmente de ella. No sabía lo que le esperaba, pero si el vídeo no la eximía de todo eso, prefería ir a la cárcel el resto de su vida que obligar a su única amiga a llevar su caso y más después de provocarle un aborto.
—Soy… soy un imbécil —lo dijo con sinceridad, entendiendo lo que acababa de hacer. Esos golpes con InuYasha no habían sido más que su ira hacia sí mismo reflejada—. Todo es mi culpa, yo…
—Cállate, Miroku, esto pasó así… —susurró, entendiendo a Kagome. Era muy duro todo eso y debía entender el dolor de todos antes de reaccionar como un salvaje.
—InuYasha…
En ese momento, ambos amigos se fundieron en un abrazo. Fue un abrazo sincero y fraterno. Se estrecharon y por un momento descansaron el alma uno en el otro. Eran hombres parecidos, eran fieles y valientes, la vida los había juntado en todo momento, siempre se habían apoyado, habían compartido su comida, sus alegrías y tristezas, sus aventuras y sus secretos más oscuros. ¿Por qué deberían pelear justo cuando más se necesitaban?
Kagome los observó con ternura y una sonrisa se dibujó en su rostro a pesar de no poder parar de llorar. Cuando los vio separarse, Miroku ya había dejado esa expresión angustiada y dolorida.
—Prométanme que no dejarán a Sango participar en esto.
—Pero, Kagome...
—Si rompen su promesa —los miró alternativamente con frialdad—, jamás se los voy a perdonar.
Y ellos no tuvieron más opción. Kagome era terca como ella sola.
Y siempre sería así.
Tal vez había dormido un par de horas y en esas horas había estado soñando con él. Bueno, soñando no, en realidad tenía pesadillas. Y también tenía miedo. Sentía que en cualquier momento él iría a tocarle la puerta para hacerle daño. Pero ya había puesto una cadena con candado, mientras cambiaba los seguros.
Estaba llevando su plato con cereales a la mesa, mientras escuchaba a los lejos las noticias de la mañana.
—Y Shibuya despierta con la terrible noticia del presunto asesinato de Kōga Ikeda, el reconocido presidente ejecutivo y socio mayoritario de la editorial «FEUDAL TEXTS Inc.»
—¡¿Qué?!
Sintió cómo un extraño frío llenaba todo su cuerpo al escuchar aquello. Fue un golpe en su pecho, una sensación de shock que la hizo caer sobre sus rodillas, sin dejar de ver la pantalla en su sala. Kikyō salía ahí, dando alguna declaración que ella no oyó bien, vestida de negro y llevando lentes oscuros.
No, no podía ser. Eso debía ser una broma. ¡Tenía que ser una maldita broma! ¡Era una maldita broma!
Sintió por un momento como si no estuviera viviendo la realidad y no pudo hacer más que tomarse del estómago, cuando un cólico la invadió. Estaba pálida como el papel y sentía ganas de vomitar. No entendía absolutamente nada. No le cabía en la cabeza lo que acababa de escuchar en el maldito noticiero, tenía que ser una maldita y pesada broma. Por todos los cielos.
De repente, aquel dolor de ser estrangulada fue encarnado en su piel. Podía sentir la mano masculina apretarle el cuello con fuerza y quitarle el aire. Kagura gimió de dolor puro, tomándose la garganta, palpando que no había nada que estuviera ahogándola.
Cayó al suelo, apoyando su cuerpo con las manos. En serio le había faltado el aire en esos momentos. Kōga… después de haber sido el único hombre al que había amado en la vida, el último recuerdo que le había dejado, eran sus manos tratando de matarla.
Sintió claramente cómo algo la tomaba del cuello y despertaba de su trance, después de ver aquella noticia por el televisor del hospital. Se quejó en un tono bajísimo, esperando que nadie notara su incomodidad.
Se tomó la garganta con la mano derecha y casi podía sentir aquella mano viva quitarle oxígeno. Eso había sido el último recuerdo que Ikeda le había dejado. El corazón se le quería salir del pecho por el miedo que esa sensación le había provocado.
—Maldito… —susurró, llena de pánico, cuando dejó de sentir aquella asfixiante molestia— ¿acaso has venido a despedirte de mí?
Al final del día, las tres mujeres que habían sido estranguladas por este extraño y obsesionado hombre, lograron sentir su mano casi asesina, fría y llena de odio, despidiéndose de ellas con aquel gesto que tanto disfrutó en vida.
Y las tres coincidieron en algo: había sido la sensación más macabra del universo.
Continuará…
Perdón por este toquecito siniestro, quería dárselo... HAHAH.
Inoue995: ¡Wau, en dónde estabas, te extrañé por aquí! Las cosas se ponen duras porque pronto ya tendremos felicidad. Sí, fue un capítulo fuerte : ( espero que sigas leyendo, no te pierdas, hermosa.
July: Ahora vas a sentir más a la pobre K. HAHAHAHA vas a odiar a Kikyō. No, no, eso es imposible, lo de Miroku y Sango.
Elyk91: te digo que escribir la parte de Sango me ha costado mucho. Como lo decía en otra parte, Kikyō nunca conoció a ese Kōga que conocen ustedes. De alguna manera es entendible que se mezclen las ideas y haga tonterías. Besos, hermosa.
Laurita Herrera: Hermosa, me alegro mucho de que hayas estado ahí con el capítulo, está lleno de emoción es y qué bueno que las vivas. Y este también me dolió escribirlo, es muy importante para mí.
Gaby: todo el amor del mundo para ti. Gracias por leerme y en especial por el apoyo en estos días. Deben soportar lo que se viene para K, es fuerte.
Iseul: tus reviews siempre me dan vida, este espero que te guste igual mi diosa.
MaiaHigurashi: claro que Kagome será feliz, eso tenlo asegurado. Espero que cuando termine el fic y lo vean en retrospectiva se sientan aliviados y piensen que todo valió la pena.
AIROT TAISHO: ya te lo dije todo HAHAHAH te amo.
DAIK: Sobre el review del capítulo anterior hshsha qué bueno que al fin murió Kōga, ¿no? Claro que Kagome va a luchar por su vida siempre, ella es así. El fic está a menos de 13 capítulos por finalizar hahaha paciencia
