Wingdings se consideraba a sí mismo muy analítico, muy capaz de poder percibir cualquier amenaza previa que le hiciera poder estar un paso delante de cualquier situación. Y aunque la guerra lo había preparado para tales habilidades, todo ello se había agudizado aún más desde el momento que se había vuelto padre soltero, teniendo que ver por el bienestar de sus hijos a toda costa. Dos pequeños que estaban acostumbrados a mucha atención de su madre y que sin lugar a dudas buscaban eso de él ahora, pero no podía otorgarles esa expectativa tan alta por más que fuera su responsabilidad. No cuando constantemente no sabía qué hacer consigo mismo.

-¿Papá? ¿Estás bien?

La voz de uno de sus niños le hizo reaccionar levemente tras su mareo que amenazaba con tumbarlo en cualquier momento. No quería girar su propia cabeza por miedo a empeorar ese malestar, pero estaba más que seguro de que Sans estaba ahí parado a lado del marco de la puerta, contemplándolo con cierto temor que detectaba en su voz al estarle viendo con una mano ensangrentada, mientras la otra sujetaba una botella de vino que había terminado tragándosela como si se tratara de agua templada. En definitiva no era una buena imagen que quisiera dar de sí mismo, pero era muy tarde para esa clase de lamentos.

-Vuelve a la cama, Sans. –Apenas y pudo indicarle sin temor a vomitar en cualquier momento. Nunca había sido un buen bebedor y no tenía intenciones de serlo pese a sus malestares. La última vez que había bebido tanto había sido con su esposa… y habían terminado teniendo un hijo después de eso. –Es muy noche para que estés despierto.

-Ya casi amanece. –Comentó Sans con preocupación. Podía escuchar cómo se acercaba a él lentamente. –¿A dónde fuiste?

-No te metas en asuntos de adultos, Sans.

Agradeciendo estar sentado en su sillón, dejó la botella vacía a un lado y se recargó aún más en el mueble sin saber si se quedaría al fin dormido ahí mismo o si todavía le costaría caer en tal estado. Tras varias semanas de la muerte de Arial, no había podido conciliar el sueño apropiadamente de ninguna manera posible por más que tratara varios métodos. Llevándolo a un cansancio andante e irritación que cada vez más seres percibían en él y que no tenía intenciones de disculparse al respecto.

La sensación de estar en su propia cama con ese vacío a lado… simplemente no podía soportarlo. No podía soportar estar sin ella.

Teniendo que crearse un propio estatus dentro de la peor escoria de la ciudad, había tenido que masacrar a cualquier gente con sus propias manos por mero desquite contra la humanidad, aquella especie particular que le había arrebatado lo que tanto amaba. Don Dreemurr le había cedido Snowdin por su gran colaboración y negociación con él, pero habiendo tanta gente sedienta de poder y él siendo un solo individuo, tenía que demostrar a toda costa que podía con todo y más. Aun cuando la muerte de Arial significaba que no había hecho bien las cosas, tenía que demostrar todo lo contrario. Tenía que volverse alguien de mucho temer en poco tiempo para que no trataran de meterse con él pese a ser uno solo para todo un territorio.

No supo en qué momento Sans se le había acercado en su totalidad, pero ahora notaba que había tomado su mano manchada de sangre y la había envuelto con un trapo que había encontrado en algún lado.

-Sans ¿qué…?

-Papyrus sigue dormido, pero no tarda en levantarse. –Comentó el niño mientras limpiaba su mano con el trapo. Teniendo de alguna manera el cuidado posible y evitando pensar demasiado con lo que estaba viendo. –No querrás que te vea con eso, ¿o sí?

No pudo cuestionarle tal cosa, por lo que le permitió atenderlo sin objeción alguna, volviéndose cómplices desde ese momento. El mareo por el alcohol no le dejaba pensar adecuadamente, pero estaba seguro de que no era del todo apropiado dejar que un niño estuviera limpiando sangre que dejaba en evidencia de que había masacrado a alguien. Aun así, el pequeño no hizo preguntas al respecto, prefiriendo atenderlo en lugar de asustarse con tal imagen que habría asustado a cualquier niño o adulto, pero no a su hijo. Para bien o para mal, era todo un Gaster.

Desde que Arial ya no estaba, Sans se había estado esmerando en demostrar ser el hermano mayor, en ser capaz de poder llevar a cabo las cosas y tratar de acercarse aún más a él, pero tal cosa sólo le lastimaba sin poder expresarlo. Sans tenía su ojo y el que le observara con él en algunas ocasiones le hacía sentirse culpable, como si su amada pudiera aun verle a través de su hijo para juzgarle de todo lo que estaba haciendo. Y parte de él deseaba que ese fuera el caso, sentir que Arial aún estaba ahí… Pero ya no estaba nunca más ese brillo verde que tanto le había fascinado desde el primer momento que le había visto. Ahora solo estaba ese azul celeste que le dejaba en claro que las cosas estaban cambiando.

Y no estaba listo para algo así. ¿Cómo ser un padre sin ella a su lado? ¿Cómo educar a sus hijos sintiéndose destrozado? ¿Cómo seguir adelante con el dolor?

-Papá… ¿fue mi culpa que mamá muriera? –Notó que sus pequeñas manos estaban temblando ante la pregunta que se estaba atreviendo a soltar. –Yo estaba ahí… Yo era el hombre de la casa en ese momento ¿cierto? Debí hacer algo.

Wingdings se le quedó mirando con las cuencas oscuras. Sabía que tenía que decir algo con tal de borrarle esa idea de la mente, acariciar su cabeza para calmarlo y mandarlo a dormir un poco más… pero no pudo hacer nada de eso. Con tan sólo pensar en Arial en tal estado alcoholizado lo hacía sentir peor de lo que ya estaba, lamentándose por haber intentado borrar sus malestares por ese medio y apuntándose mentalmente en no volver a intentarlo. Pero no podía llorar en ese momento y ningún otro, tenía que demostrar fuerza ante sus hijos, ante cualquiera que intentara doblegarlo. Tenía que ser todo un ejemplo para sus hijos para poder protegerlos. Tenía que ser fuerte… y que ellos también lo fueran.

-Vuelve a dormir un poco más, Sans. –Le indicó mientras le quitaba el trapo con el que había limpiado la sangre. El niño estaba desconcertado, pero no opuso resistencia alguna. –Les espera un día pesado a ti y a tu hermano.

Si tenía que volverse alguien de mucho temer para que no se metieran con él, tenía que hacer lo mismo con sus hijos para poder protegerlos cuando estuvieran lejos de su alcance. Evitar que pasara lo mismo que había ocurrido con su amada. Fue así como decidió entrenar a sus hijos en combate cual soldados, prepararlos en manejo de armas y en toda clase de estratega que fueran siempre los más listos y habilidosos que el oponente.

Con Sans no había tenido ese problema en sus principios, estando siempre decidido en colaborar en todas sus peticiones. Realmente era un niño muy astuto, pero presentaba la dificultad de tener menor resistencia por defecto de nacimiento. Se agotaba con mayor facilidad en el uso de su magia al poseer un solo ojo mágico y era el mismo caso al momento de emplear un arma en sus manos. Si tenía su ojo activado y quería disparar… era simplemente desastroso al perder la amplitud que daba dos ojos, así que tuvo que entrenarlo para ataques a corta distancia, hacerlo más habilidoso en combates directos para hacer de su debilidad una fortaleza.

Con Papyrus le había costado un poco más de trabajo, teniendo que trabajar en él su lado sensible para que no fuese un problema para sí mismo ni para la familia, pero accediendo al final con tal de estar a la par con su hermano. Teniendo mayor poder y resistencia que Sans, le enseñó a pelear cuerpo a cuerpo, pero también a ser un excelente francotirador. Heredándole su conocimiento de emplear armas de todo tipo y tener la mejor puntería que sólo alguien en el ejército aprendía.

Y cuando sumó a Muffet y a los seguidores que literalmente llegaron a su puerta, supo que había formado un equipo más que perfecto pese a los pocos integrantes. No le interesaba sobresalir ni meterse en conflictos ajenos, sólo quería que le dejaran en paz ante la armadura que había creado para la nueva vida suya y de sus hijos. Poder obtener por fin la calma que le había hecho mudarse a Estados Unidos en primer lugar.

Y si bien todo estaba estabilizándose en su entorno, el crecimiento de sus hijos era una cuestión que no estaba listo para afrontar. Ya no estaban siendo esos niños que fácilmente había logrado controlar con duro entrenamiento, sino que sus adolescencias comenzaban a incomodarle y lamentar nuevamente que no estuviera su esposa a su lado para ayudarle con eso. Wingdings nunca fue alguien que se le facilitara hacer amistades y las pocas que consideraba o ya estaban muertos o nunca fueron lo suficientemente unidos para volver a frecuentarlos. Pero su esposa sí que lo fue y había generado un contacto que de alguna manera le era de utilidad ante su infortunio.

-Wingdings, ¡lo que me estás pidiendo es una locura! –Exclamó la coneja una vez que acudió a ella en su casa, tomando ambos un café que le desagradaba, pero era lo suficientemente cortés en no comentar algo al respecto dado la situación. –Tan sólo tienen 15 y 16 años. ¿Cómo se te ocurre…?

-La edad en la que uno está listo para la guerra. –Interrumpió el esqueleto su escándalo al ser innecesario. Cruzándose de brazos y haciendo que su magia hiciera el resto por él. –Prefiero encargarme personalmente de esta situación en lugar de esperar a que sea un inconveniente en cualquier momento.

-¡Mis hijas no son prostitutas! ¡Y tus hijos son todavía unos niños! No puedes decidir esto por ellos. No es cualquier cosa.

-He escuchado que algunas de tus hijas se dedican a eso. Parece que son del agrado de algunos de por aquí. –Continuó hablando Wingdings sin darle importancia a la alteración de la amiga de su esposa. –Pero también has de saber que es una profesión peligrosa, nunca sabes con qué puedes toparte y a dónde terminarás en ello… Sí, supe lo de tus gemelas y sus lenguas.

La coneja bajó sus orejas en el acto, estando cerca de entrar en llanto ante la simple mención. Desde que su esposo había muerto en un asalto, había perdido el control de todos sus hijos y era bastante terca para aceptarlo. Siempre le había parecido una gran molestia y una impertinente, pero por una vez le daría la oportunidad de ser alguien de utilidad ya que se había ofrecido tiempo antes en ayudarle a cuidar de sus hijos, pero se había negado al no permitir que le alejaran de lo único que tenía ahora.

-Huyeron… no pudieron soportar más estar aquí. –Susurró la señora con gran malestar, teniendo sus ojos amarillos brillosos ante las lágrimas sobresalientes. –Yo ya no puedo… Ya no puedo perder más gente. No…

-Este es mi trato, Bonnie. –No frecuentaba decir su nombre, pero por ocasión especial se dio en la labor de ser lo más cordial posible. Incluso la coneja pareció sorprendida por ese hecho, teniendo finalmente su atención de forma adecuada. –Dado que prefiero que todo esto esté lo mejor controlado, que tus hijas sean las que se encarguen del estado hormonal de mis hijos. No me importa quienes, dejaré que tú elijas cuáles de tus hijas sean. Incluso dejaré que pongas el precio monetario que quieras y te brindaré protección suficiente para que todos tus hijos no vuelvan a pasar por esa clase de peligro.

-Es absurdo todo lo que dices. Además, tú no puedes tener tal control, Wingdings… Fue la misma policía quienes permitieron que mi esposo muriese… fueron esos malditos quienes llevaron a mis hijas a que les cortaran la lengua por negarse a… eso.

-Tengo mis contactos dentro de la misma policía. –Le interrumpió nuevamente con algo de prisa. Una de sus manos flotantes alzó su taza y la sujetó con sus manos reales para tratar de dar un nuevo trago. Su café se había enfriado muy rápido. –Tengo trato con uno de ellos que tiene suficiente poder para mover las cosas a mi favor. Puedo alejarlos de tu familia si eso deseas, ya que varios de ahí tienen el extraño fetiche de querer acostarse con monstruos y algunas de tus hijas ya tienen la fama de poder brindar tal satisfacción. Yo que tú pensaría adecuadamente mi oferta única.

-¿Qué? –La coneja seguía llorando silenciosamente, pero sus orejas se alzaron rápidamente ante el disgusto. –¿Siquiera te estás escuchando? ¡Estás pidiéndome que tus hijos pierdan la virginidad con mis hijas! ¡Eres un enfermo!

-Al menos yo me estoy encargando de que mis hijos estén de la manera más segura posible. –Se encogió de hombros sin darle importancia a su alteración. –Incluso estoy viendo que sea con gente de confianza y no con cualquier desconocida.

-¿Qué no podrías darles "la plática" como todo padre normal y ya?

-No tienen la madurez suficiente para tener una conversación seria.

-¡¿Pero si para tener sexo?!

-Coneja, o aceptas mi oferta o la niegas. No me hagas perder mi tiempo.

Jamás se lo diría, pero internamente Wingdings estaba de acuerdo en no agradarle tampoco la idea de tener que ver por eso por sus hijos. Pero sabía que quitándoles la tentación podría frenar el problema ahora que las cosas no le habían resultado en cuanto a emparejar a Sans. Rompiendo el vínculo emocional que implicaba esa clase de intimidad podría evitar que ellos sufrieran lo que tenía que cargar él mismo día con día. Sin importar los años transcurridos, el seguía cargando con su argolla de matrimonio que protegía portando sus guantes encima.

Para cierto alivio (pese a toda la desidia), Bonnie había accedido sin requerir ninguna paga aparte del alejamiento del cuerpo policiaco de su pequeña zona. Pero desde ahí tuvo ciertos problemas con la señora, teniendo que alejarse más de lo que estaba de la única amiga que quedaba de su esposa, a su vez que tanto Sans como Papyrus se volvieron más fríos con él a la larga, siendo el caso que dejaron de llamarlo "papá" para limitarse a nombrarlo jefe. Y en cuanto estuvieran dispuestos a seguir órdenes, era lo de menos cómo lo llamaran o consideraran. Los mantendría a salvo a toda costa. No importaba lo que tuviera que hacer o el precio a pagar.

Si… Don Gaster se consideraba a sí mismo en total capacidad de afrontar cualquier cosa, de estar un paso delante de todo. Pero eso estaba acabando desde que sabía de la existencia de la humana llamada Frisk. ¿Qué demonios acababa de presenciar ahora que había hablado con la humana? ¿Acaso cínicamente le había declarado su interés en su hijo? ¿En qué demonios se estaba convirtiendo el mundo hoy en día? Si antes había creído que era grave que su hijo declarara abiertamente estar enamorado de una humana, el que esa precisa humana le tuviera a su hijo en un papel tan divino le era perturbador.

Ahora que había vuelto a su hogar para supervisar los preparativos navideños, pensó seriamente en tener una conversación privada con Sans en espera de poder frenar aún más las cosas antes de que se volvieran peores, pero para desgracia suya, su hijo había desaparecido llevándose la flor consigo y nadie se había percatado de su larga ausencia para frenarlo. No tenía que pensar demasiado para saber a dónde se había dirigido y le molestaba el hecho de que no había roto ninguna regla e indicación para reclamarle en el instante. Teniendo a la flor parlante estaba cumpliendo su parte de vigilarla, no había dejado la casa sin un Gaster dentro al estar Papyrus en la cocina con Muffet y al ir con la humana estaba cumpliendo con el hecho de no estar ambos en el mismo techo… porque sin duda alguna podrían hablar en el exterior.

Su hijo era perezoso hasta de simples indicaciones, pero cuando se trataba de fastidiarlo personalmente, era demasiado listo cuando se lo proponía. No sabía si estar orgulloso por eso o molestarse al respecto.

No consideró buscarlo sabiendo que no se apartaría de Snowdin y que la flor no presentaría un problema que no pudiera controlar. Sólo esperaba que Sans realmente se presentara para la cena. Aunque no fueran festivos en la ocasión, el tener un momento tranquilo como ese eran de las pocas veces que estaba en contacto con su familia. Aun cuando se trataran de un par de horas, era lapso suficiente para olvidar su trabajo, sus malestares… y sólo ser una familia normal cenando tranquilamente. Y tras todo lo ocurrido recientemente, poder contar aún con ese tipo de momentos era mayor regalo que cualquier cosa.

Estando en la sala leyendo el periódico, podía escuchar a Muffet canturrear contenta de que le incluyeran por ocasión especial. No le agradaba tener que hacerlo, pero tenía que responsabilizarse en cuanto no viera la manera de solucionar las cosas. No podía devolverla al departamento en cuanto el Gran Don lo tomara por juguete con el cual entretenerse. Y por las quejas que podía escuchar de Papyrus, no era el único que le incomodaba ese hecho.

-POR ÚLTIMA VEZ, MUFFET, DÉJAME PREPARAR LA CENA. ¡NO SABES LO QUE HACES!

-¡Ni se te ocurra poner ese jabón en mi sopa, Pyrus!

Entre tanto escándalo, Don Gaster optó por dirigirse mejor a su oficina en busca de algo de silencio, pero la nota sobre su ataque en Hotland le mantuvo en su asiento el suficiente tiempo para olvidar por completo el pleito entre ambos jóvenes. Por más que la leyera, en ningún momento hacían mención sobre una humana que pudieran dar por desaparecida, confirmándole de esa manera que Gerson tenía algo que ver de alguna manera. El no haberlo visto salir del establecimiento le indicaba que ya había anticipado su presencia y visto una posible salida discreta. Ese maldito una vez más estaba un paso delante de todo. Odiaba bastante que le superara en eso.

La humana estaba siendo demasiado importante que ya no podía considerar lastimarla… al menos temporalmente. Si Gerson había tenido que asistir personalmente dejaba en claro qué tan delicada era la situación en cuanto a ella, dejándole la duda ahora de si se trataba de una trampa en la que lentamente estaba su familia cayendo a ella o si había algo más que seguía pasando por alto. La flor había desviado el tema en su mención de sus anomalías y eso le daba aún más curiosidad que todo el enojo que pudieran provocarle en cuanto a ella. ¿Por qué un ser carente de sentimientos le daba tanta importancia a una humana? Sus similitudes regenerativas podrían ser un indicio, pero algo le decía que había algo mucho más grande por el simple hecho de que la humana se consideraba a sí misma una hija de esa bestia y la flor misma no había querido negárselo. Sus hijos tenían razón, la flor ya había tomado una decisión sin importarle que le fuera útil o no. Y ese era el factor clave de todo a lo que podía percibir.

Y si su intuición no le fallaba, Sans se había percatado de lo mismo y estaba tratando de obtener esa información de una manera más directa. Por eso se había llevado a la flor con la humana ¿cierto? Si ese era el caso… No le quedaba otra alternativa salvo permitir tales cosas, aun cuando había algo en riesgo que simplemente le inquietaba y estaba en contra de sus propios principios. ¿Por qué demonios la humana le había pedido que le enviara flores? ¿Acaso eso le confirmaba que su hijo era el cortejado? ¿Y el muy idiota estaba cayendo en eso?

Molesto con todo, terminó arrugando el periódico hasta volverlo una bola de papel y la arrojó por ahí pese a nunca gustarle el desorden. No quería a la humana cerca de su familia, pero tenía que admitir que Sans podría sacar buena información de forma directa. Detestaba estar tan contradictorio en eso y no poder expresarlo abiertamente.

Papyrus entró a la sala y pateó levemente la bola de papel sin preguntar por qué estaba eso ahí. Tan sólo se quitó el mandil casi limpio que estaba portando y lo dejó sobre uno de los sillones, dispuesto a retirarse sin necesidad de verse directamente. Aun cuando habían hablado un poco en Hotland antes del intento de rescate de la humana, aun así se sentían extraños tras el abandono en la fiesta de la hija de la señora Temmie. Tenía que admitir internamente que se sentía dolido por tal traición de su parte del hijo que menos había esperado un comportamiento así, pero tampoco podía culparlo al haberlo puesto bajo contrato de abandonar su apellido en cuanto se acabara el plazo. Con Sans las cosas eran más sencillas en cuanto a discusiones si debía de admitirlo, ambos eran bastante similares y podían arreglarse a golpes si era necesario para estar como si nada minutos después. Pero Papyrus era diferente, no sabía cómo tratarlo en una desobediencia cuando nunca le había pasado eso con él antes.

Ya no estaba teniendo ningún control con sus hijos que se estaban volviendo hombres. Y no pudo evitar recordar las palabras impertinentes de la humana, siéndole una mayor molestia ahora que notaba lo intrusa que estaba siendo hasta en eso.

-¿Por qué no detuviste a tu hermano de ir a visitarla? –Soltó mientras le observaba retirarse lentamente.

-NO PUEDES DETENER A UN IDIOTA ENAMORADO. –Papyrus se limitó a contestarle sin verle. –ADEMÁS ESE NO ES MI TRABAJO.

-Papyrus, espera. –Mencionó en cuanto vio que iba a travesar la salida, el cual le hizo caso pero sin girarse para verlo. Por lo que podía notar, aun guardaba cierto resentimiento con él. –Hay algo que quisiera preguntarte.

-SI ES SOBRE CUÁNDO VOLVERÁ SANS, NO LO SÉ. –Finalmente se giró para verlo directamente, pero su expresión era una mezcla entre enfado y duda. –COMO DIJE, NO ES MI TRABAJO.

-Es sobre la humana. Quiero saber qué es lo que opinas. –Soltó con toda seriedad pese a incomodarle su mala actitud. No estaba acostumbrado a que su hijo menor tuviera un comportamiento rebelde y que dejara muy en claro que le detestaba. –Noto que también le defiendes, pero no entiendo cuáles son tus razones.

Por un momento creyó que su hijo le volvería a dar la columna y se retiraría, pero en lugar de eso terminó acercándose lo suficiente para sentarse en el sillón en el que había dejado el mandil. No obstante, notó que estaba de brazos cruzados a modo defensivo, una barrera que evidente le estaba poniendo entre ellos.

-LA HUMANA ES UNA IDIOTA, PERO AUNQUE CUESTE ACEPTARLO, ELLA NO TIENE MALAS INTENCIONES DE NADA. –Le respondió finalmente tras pensarlo demasiado. –SOLO ES UNA IGNORANTE QUE NO SE DA CUENTA DE LO QUE PASA EN REALIDAD.

-¿Te agrada?

-NO ME DESAGRADA. –Se encogió de hombros sin importarle del todo su afirmación a medias. –HACE FELIZ A SANS, PERO A LA VEZ HACE QUE SE META EN PROBLEMAS POR ELLA. NO PIENSA EN LAS CONSECUENCIAS DE SU COMPORTAMIENTO NI TAMPOCO MUESTRA TEMOR A ALGO, AUN CUANDO HA ESTADO AL BORDE DE LA MUERTE EN MUCHAS OCASIONES.

-Puede que eso sea su herencia de la yakuza.

Comentó el señor mientras pensaba particularmente en ese tema. Al hablar con la chica entre amenazas, en ningún momento parecía temer a la muerte ni lo que fuera a hacerle. Incluso parecía estar dispuesta a retarle sabiendo que tendría algo ganado sin importar el resultado. Una total impertinente, pero con una valentía que, si debía de admitir para su pesar, que nunca había visto en alguien salvo el mismo Asgore Dreemurr. Ese temor que infundía la bestia era lo que le daba más poder que todo el imperio construido a base de las drogas que producía, por lo que él tenía razones para no tener miedo si él era el causante de tales temores. Pero la humana… era un ser escuálido, mal desarrollado para la edad que tenía. ¿Por qué no tener miedo cuando cualquiera podría lastimarle?

El mismo le había apuntado con un arma en más de una ocasión, incluso en una le disparó con toda intención de matarla. ¿Por qué en ningún momento ha tenido miedo de él? ¿Acaso ya sabía que no moriría y por eso le retó?

-ME RETIRO.–Se levantó sin siquiera tener permiso de por fin terminar la conversación. Tal parecía que su hijo estaba creciendo al grado de ya ni verlo con autoridad respetable. –HABLARÉ POR TELÉFONO CON TAMMY ANTES DE METERME A BAÑAR, PARA DESEARLE UNA FELIZ NAVIDAD.

-Ya pasó la fiesta, no hace falta que sigas con ese protocolo educado. –Le comentó mientras observaba cómo su hijo se retiraba lentamente. Le incomodaba que fuera así con él ahora. –Además, no quiero a la señora Temmie atenta en asuntos familiares en cuanto no veamos cómo acabar con el Gran Don.

-AL PASO QUE VAMOS, NO CABE DUDA DE QUE SERÉ UN TEMMIE. –El esqueleto menor siquiera se dignó en verlo directamente, enfocándose en ver su camino mientras se retiraba. –SERÁ MEJOR QUE ME ADAPTE DE UNA VEZ.

-Papyrus…

-ES PARA LO QUE FUI DE UTILIDAD PARA TI, ¿NO ES CIERTO?

Ni siquiera le permitió responderle, retirándose por completo y dejándolo solo en la sala con ese malestar creciente. Por muy pesimista que sonara la realidad, le desagradaba que su propio hijo no le tuviera fe en resolver las cosas, siendo otra manera de fastidiarlo al igual que lo que hacía Sans en ese momento desaparecido con la flor. ¿Qué acaso sus hijos no podían entenderlo que todo lo estaba haciendo por ellos? No, no tenían ni idea de lo difícil que era ser un padre viudo con hijos tan… parecidos a él. Maldita sea.

-Pero querías hijos, amore mio. –Susurró mientras miraba su mano con las dos argollas puestas en el mismo dedo.

.

.

"Nochebuena" no era una manera para describir el momento. Aunque Frisk agradeciera la amabilidad de la familia conejo, se sentía fuera de lugar en todo sentido y en más de una ocasión intentó escabullirse para que la dejaran sola. No obstante, había tantos conejos por toda la casa que eso era un caso imposible, tratando de llamar su atención en todo momento y haciéndole comer en más de una ocasión pese a afirmar no tener nada de hambre.

Al haber ayudado con la cena especial, se había dado cuenta de lo escaso de algunos ingredientes que de una forma u otra, la señora de la casa había logrado resolver con más agua o más harina. Incómoda con pensar en que estuviera siendo una boca más por alimentar, quiso ofrecer dinero para compensarlo todo, pero no tenía ni idea de cómo usar la chequera para tal cosa ¿Acaso tenía que escribir en esos papeles la cantidad a valer? ¿Cómo se intercambiaban? ¿Por qué un pedazo de papel valdría tanto sólo con anotarlo? No comprendía cómo era que funcionaban así las cosas en la ciudad.

Aprovechando que algunos andaban cantando villancicos que nunca había escuchado en su vida, logró apartarse lo suficiente para poco a poco subir las escaleras. Para sorpresa suya, ahí estaba Shyren con una sonrisa tenue y brindándole un suéter tras verla subir con todo el cuidado posible para no ser detectada.

-Si… sé que suelen ser muy invasores. –Se limitó a decir la chica sin esperar palabra suya. Aun cuando se había recuperado de su garganta, hablaba muy bajo. –Pero ellos sólo quieren que olvides tu tristeza por un momento.

-Nunca les dije que estaba triste. –Tomó el suéter pese a todo. –Y si lo estoy, pero es asunto mío solamente.

-Puede que estés en la casa donde más podamos comprender tu tristeza.

-Gracias… pero solo quiero estar sola por ahora.

No quería verse malagradecida con todo lo que estaban brindándole, pero realmente se sentía fuera de lugar con toda esa alegría de una familia que no era suya. Si tenía que estar feliz con algo tendría que ser con su propia familia, pero ahora se daba cuenta que eso era algo imposible ya. Por lo que siguió su camino y se colocó el suéter que le prestaron antes de abrir la puerta que daba con el techo. Hacía demasiado frío, pero prefería estar en ello a sentirse bombardeada de tantas cosas que querían obligarle a estar feliz cuando simplemente no lo estaba y forzarla a lo contrario le lastimaba aun más. No iba a arruinarles la noche por eso.

Pero estar en soledad era algo que en definitiva no lograría, no cuando estaba notando que cierto esqueleto ya estaba ahí, parado sin importarle la nieve que ya estaba acumulando en su sombrero y que prefería tener las manos metidas en su saco ante el frío que sin lugar a dudas estaba sintiendo y que sus sonrisa no podía ocultarlo. Sin pensarlo demasiado, Frisk se abrazó a sí misma para olvidarse un poco del frío invernal y se acercó lentamente ante el temor de resbalarse con la capa de hielo que se estaba formando. Por alguna extraña razón, sentía la posibilidad de volverse a encontrar muy pronto con él pese a la advertencia de su padre, pero no creía en verdad que fuese tan pronto. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí esperándole?

-¡Hey! –Sans levantó la cabeza para verle mucho mejor, haciendo que la nieve que había acumulado en su sombrero cayera casi de golpe. ¿Por qué tenía su ojo azul luminoso? –¿Qué hay, bonita?

-Sans, es Nochebuena. –Alzó una ceja sin entender su actitud tan casual ante tanto frío. Supuso que sólo estaba acostumbrado a ello tras tantos años viviendo en Snowdin. –¿Por qué no estás con tu familia?

-Porque este es el único día que puedo hacer uso de este recurso. –Se encogió de hombros el esqueleto, pero al final sacó una de sus manos y señaló arriba de él. –Puede que sea el muérdago más feo de la historia, pero ¿qué tal cumplir con la tradición?

-¡Ni se te ocurra, maldito hijo de…!

Frisk ni siquiera prestó del todo atención a las palabras del esqueleto desde el momento que vio hacia arriba. Estaba Flowey en una maceta con un moño, evidentemente irritado de que le tuvieran flotando ahí desde sabrá cuánto tiempo, exponiéndose al frío de toda la nieve que le llegaba y acumulaba en su nueva maceta. Y aunque le viera aun sin pétalos a causa de la estación invernal en la que permanecían, sin duda alguna lo observaba en mejor estado que la última vez que le había tenido inconsciente en sus manos.

-¡Flowey!

Se acercó mucho más y alzó sus manos como si pudiera alcanzar a su amigo sólo con eso, pero no era necesario al estar Sans bajando su maceta, poco a poco con su magia hasta terminar en la altura suficiente para que ella lo tomara con sus manos finalmente. Frisk inmediatamente estaba abrazando la maceta con una felicidad que creía no volver a experimentar en mucho tiempo, notando que estaba sonriendo con tan sólo tenerlo y olvidando por ese pequeño instante lo mal que se había sentido minutos antes de subir al techo y el hecho de haber querido estar sola.

Su mejor amigo estaba bien, estaba ahí con ella.

-¿Cómo te sientes? –Preguntó casi con prisa sin esperar a que la flor le dijese algo antes.

-Bien, ya recuperé mis raíces. –Le sonrió la flor pese a todo. A su manera, estaba segura de que estaba mostrando alivio de estar con ella finalmente. –Aunque la ausencia de sol de este maldito lugar no ayudó en nada.

-Me da gusto ver que te encuentras mejor, Flowey.

La puerta abriéndose les interrumpió el grato momento que se había formado ante tal reencuentro. Frisk había olvidado por completo que se encontraba en la casa de los conejos y que nunca tardaban en dejarle sola por más que lo pidiera. En esta ocasión, era Ronnie quien ahora le había buscado y parecía tener una taza humeante con ponche consigo, la cual seguramente le había llevado para ella.

-Cachorrita, ¿por qué estás…? ¡Oh! –El conejo se paralizó al ver tan extraño grupo sin importarle la nevada. –Supongo que tienes visita.

Frisk asintió en espera de que el conejo comprendiera que no quería ser obligada a estar con la familia en tal celebración, pero por lo que notaba, la presencia de Sans y Flowey era más que suficiente para que Ronnie se paralizara con cierto nerviosismo que no lograba comprender el porqué. ¿Tal vez por ser intrusos en una casa ajena? Aunque se tratara del techo, seguían estando en la casa ¿no es así?

-Ammm… ¿todo está bien? –Ronnie tenía las orejas bajas, pero aun así sonreía. –Ya estamos por servir el resto de la comida.

-No tengo hambre, pero gracias. –Inclinó un poco la cabeza a modo de agradecimiento. –En un momento entro.

El conejo retrocedió lentamente y cerró la puerta con cuidado. Frisk no comprendía su comportamiento tan diferente a lo poco que le conocía, pero tras ver la mirada molesta de sus dos acompañantes fue más que suficiente respuesta. Flowey tenía una expresión sumamente irritada y distorsionada que pocas veces le había visto, mientras que Sans tenía nuevamente su ojo activado observando la puerta en donde el conejo se había retirado, pero con una sonrisa sumamente diferente que no reflejaba nada amistoso.

-¿Por qué él te dice "cachorrita"? –Exclamaron tanto esqueleto como flor al unísono.

-Todos en esta casa me dicen así. –Respondió sin entender por qué la molestia de ambos con eso. –Supongo que me sienten como una.

-¿Por qué te estás quedando en un cabaret?–Comentó Flowey de inmediato. –¡Si se han atrevido a tocarte, juro que…!

-Nadie me está prostituyendo, descuida. De hecho, me tratan muy bien todos. –Lo acarició levemente del tallo para ayudarle a disminuir su expresión macabra. No pudo evitar soltar una tenue sonrisa, extrañaba poder hacer eso. –Desde hace días trabajo para ellos limpiando el lugar.

Aun así Flowey protestó una que otra cosa sobre disgustarle que estuviera en una situación así, pero Frisk no le prestó del todo atención al sentirse aliviada de poder verlo bien finalmente y que estuviera una vez más cargándolo. Sentía muy lejano la última vez que se habían visto… y antes del ataque de los perros invasores, ambos habían tenido una discusión. No era para nada un grato recuerdo, pero no le cabía duda de que tendría que retomar el tema ahora que estaba descubriendo cosas que le atormentaban ahora mismo.

Frisk levantó la cabeza para ver directamente ahora al esqueleto frente a ellos, quien se había calmado un poco ahora que Ronnie se había retirado. Sin importar cuánto lo pensara, seguía considerando a Sans un sujeto muy extraño del que no lograba comprender sus acciones o sus motivaciones, pero tenía una cosa más por la que agradecerle ahora. Dudaba que los Gaster hubieran tenido esa consideración de poner a Flowey con tierra y en un recipiente sumamente adecuado, por lo que de alguna manera suponía que Sans había sido quien tuvo ese detalle para su bienestar… por muy extraño que le pareciera. Evidentemente no se llevaban bien los dos.

-Gracias, Sans. –Le sonrió mientras abrazaba la maceta en la que estaba su amigo. –Pero creí que habías dicho no poder llevarme con Flowey por tu familia.

-Esta vez no dije nada sobre traerlo, ¿oh si? –Se encogió de hombros con un deje indiferente, pero de alguna manera Frisk lo notaba contento en verdad y no con la falsedad constante. –La Nochebuena es un día para estar con la familia y seres queridos. Y ya que no puedo cumplirte una de ellas, al menos puedo hacer esto por ti, bonita.

-¡Tú tampoco le hables con apodos, idiota! –Exclamó Flowey nuevamente molesto.

-Ya se lo expliqué a la planta, pero también te lo digo a ti. –Continuó Sans sin darle importancia a la queja. –No pueden quedarse juntos de momento ¿de acuerdo? Tiene que volver conmigo en cuanto no se sepa qué hacer con todo esto.

-Entiendo…

-Bien. Les daré su espacio. –Comentó Sans con un poco más de calma, metiendo de nuevo sus manos en los bolsillos de su saco. –Creo que tienen mucho de lo qué hablar.

Sin esperar indicación alguna, el esqueleto se retiró lentamente hacia el punto más lejano posible y les dio la espalda para contemplar el poco paisaje que se lograba alcanzar a esa altura. Aunque no pudiera verlo de frente y no hubiera humo a la vista, estaba segura de que estaba fumando al percibir el olor que le relacionaba a él, aun cuando estuviera lejos de ellos. Frisk supuso que la razón por la cual no se había retirado del todo del techo, era porque de igual manera tenía que mantener a la vista a Flowey si su familia aun lo quería poseer. No estaba de acuerdo con eso, pero no era algo que pudiera solucionar de inmediato. No tenía la mente despejada para poder pensar con claridad eso y ahora tenía otras cosas por la cual querer una verdadera explicación.

-¿Por qué demonios no me hiciste caso en el momento? –Soltó Flowey girándose hacia ella, una vez que Sans estaba lo suficientemente apartado de ellos. –Si hubiéramos huido cuando te dije, nada de esto habría pasado.

-¿Por qué nunca me dijiste la verdad sobre mi padre? –Soltó Frisk con más aprisa que la pregunta de la flor. En definitiva no le permitiría desviar el tema nunca más. Tenía mucho qué explicarle pese a sentirse aliviada con su mejora. –Tú lo sabías desde un principio, sabías a qué vine a esta ciudad, sabías todo sobre mí, ¿y nunca quisiste contarme nada al respecto? ¿Por qué me mentiste tanto?

-Yo nunca te mentí, sólo omití información. –Flowey rodeó lo que tenía por ojos.

-¿Pero por qué?

-Porque habrías hecho todas estas preguntas, tonta. –Gruñó con un tono de exasperación. –No sabes parar, Frisk, te haces constantes preguntas que sólo te torturan y no te llevan a nada. No necesitabas información así.

-¡Mi padre es un asesino! ¡Un delincuente! Esa información me habría servido en todo este tiempo. –Le reclamó sin percatarse a tiempo de que estaba elevando la voz a la par de estar apartando la maceta de ella sin soltarla. –Me habría ayudado a tomar una decisión en cuanto venir a la ciudad o no.

-Frisk, aunque te lo hubiera dicho, jamás me habrías creído, habrías tratado de venir de cualquier manera a hablar con él. Es más… podría apostar que ahora mismo, aun con lo que sabes, quieres verlo para tener una explicación de su parte.

-Bueno, yo…

-¿Vez? Eres una terca. Lo mejor que me queda es llevarte la corriente y estar ahí para evitar que te tropieces con tus estupideces.

-¿Estupideces? Flowey, yo solo quería saber sobre mi padre, saber sobre mi familia. –Volvió a elevar aún más el tono de su voz. –Y ahora resulta que sabía menos de lo que creía, además del hecho de que ya ni sé quién soy realmente. Si no soy una Dreemurr, ¿entonces qué he sido todo este tiempo? ¿Qué soy para ellos?

-Hay respuestas que no querrás saber nunca, Frisk.

-Esa es una decisión que no te corresponde tomar por mí.

Frisk se sentía extraña de estar molesta con su único amigo de muchos años, pero no pensaba permitirle cosas que no le correspondían por más buenas o malas intenciones fueran de su parte. No pensaba permitirle a nadie sobre qué debía considerar bueno o no para ella. ¡Estaba harta de que todos quisieran decidir por ella sin explicación alguna! ¿Qué acaso todos la consideraban una tonta? ¿Qué no era capaz de afrontar las cosas por su cuenta? ¡Por supuesto que le dolía la verdad! Pero eso sólo le correspondía a ella, nadie más podría hacerse cargo de sus propios sentimientos, de su propia vida. Y el que muchos pretendieran todo lo contrario sólo le hacía sentirse sola y enojada. ¿Qué su padre nunca tuvo tiempo de aclararle todo en una carta si no se atrevía a verle la cara? ¿Qué no su madre nunca tuvo intención de explicarle la verdad si tanto le había disgustado que se apartara de ella? Ahora al menos comprendía por qué no quería que volviera una vez que se fuera del pueblo. Simplemente no quería saber sobre ella nunca más ¿cierto? ¿Acaso todo ese tiempo había sido una molestia para ella y por fin se había librado de ella?

Los amaba… y por ello era que le estaba doliendo tanto tener todas esas preguntas. Le dolía estar molesta con ellos, le dolía percibir que no era del todo querida a lo que había creído. Y tener tales incógnitas solo estaba prolongando ese dolor, ¿por qué Flowey no estaba entendiendo eso? ¿Por qué no podía verlo?

La respuesta le vino de golpe mientras le observaba con su semblante indiferente, aun con la discusión presente. Su amigo no tenía emociones, siempre lo supo y eso le había relajado en su momento al no preocuparle ciertas reacciones. Pero ahora que había tenido que convivir con varios seres con diferentes perspectivas, se daba cuenta de que aun con Flowey a su lado, había estado sola en su propio sentir, en su propio dolor que se había negado en aceptar.

Aun podía percibir el aroma de Sans que le indicaba que estaba fumando, pero aunque estuviera de espaldas, estaba más que segura de que estaba atento a la conversación de ambos. Siendo imposible de ignorar ante tanto alzado de voces que no dudaba de que hasta los conejos pudieran estar atentos igualmente en cualquier momento con sus largas orejas que parecían captar con mayor distancia. Si ese era el caso, podría agradecer el hecho de no contar con sus intervenciones con falta de espacio personal.

-¿Qué es lo que soy entonces, Flowey? –Insistió al no obtener respuesta de su parte. –¿Qué es lo que sabes sobre mí?

-Sé lo suficiente para saber que no requieres saber ciertas cosas, así de simple. –Contestó Flowey insistente, bajando un poco el tono de su voz. Por lo visto notaba que el esqueleto estaba bastante atento pese a mostrarse como lo contrario. –Moléstate todo lo que quieras, ódiame incluso, pero no me harás cambiar de parecer.

-Entonces háblame sobre cómo es que eres un experimento. –Frisk cambió rápidamente el tema, esperando que con ello pudiera bajar sus defensas al respecto, pero entre su propio enojo dejó en claro cuáles eran sus intenciones y pudo notar que la flor solo se estaba burlando de ella de inmediato. –No me hubiera importado saber eso de ti, jamás te habría juzgado por eso.

-Pero si me habrías preguntado sobre de dónde vengo o el objetivo de mi existencia. –Rio levemente Flowey, dejando bastante en claro la falsedad de su reacción. –Sí, Frisk, soy una flor alterada en un laboratorio. ¿De qué te sirve saber eso fuera de sólo angustiarte?

-En primera, en tus cuidados. –Frisk no pudo evitar resoplar con cierta exasperación. –Podría haber estado haciendo algo mal en todo este tiempo. ¿Qué tal si requerías de cuidados especiales?

-Sólo requiero tierra, sol y agua como cualquier otra planta.

-Cualquier otra planta no absorbería almas. ¡Te vi hacerlo!

Flowey no le daba importancia a su alteración de las cosas, lo cual sólo le empeoraba su malestar con él por más que no quisiera hacerlo. Se sentía como una tonta de estarle reclamando cosas que en su momento debió preguntarle, pero era el único por ahora del que podría exigirle ciertas verdades al grado de estarse desquitando con él de alguna manera. ¿Estaba siendo una inmadura? Era casi un hecho que si, al igual de estar haciendo una escena que solo la dejaba en vergüenza ante cualquiera que estuviera atento a su discusión. ¿Qué estaría pensando Sans de sus arrebatos? Ya le había visto llorar y ahora alzar la voz con enfado, en definitiva no estaba logrando controlarse como antes y no sabía cómo sentirse particularmente por eso.

-¿Eres un arma biológica, Flowey? –Soltó sin pensárselo.

-Ellos me denominan así. –Respondió su amigo con total indiferencia en el tema. –Pero yo tomo mis propias decisiones. Eso es algo que te he dejado en claro desde el principio, así que no me reclames también por eso.

-Sé que si quisieras hacer daño, lo habrías hecho desde antes. –Admitió Frisk en el acto. –Pero al ver que absorbiste esas almas aquella vez… ¿Acaso las necesitas también o solo fuiste agresivo?

-Sólo quise protegerte, el resto de las vidas de este planeta no me interesan.

Internamente no supo cómo sentirse con su respuesta. Flowey era peligroso, eso lo supo desde el momento en el que lo conoció al hablar con él, pero en efecto no percibía alguna malicia de su parte o una amenaza de la cual era mejor apartarse. Se había sentido tan calmada con él desde el momento que dio con él en el río que por lo mismo no le costó trabajo considerarlo su único amigo. A Flowey no le importaban los sentimientos al no tener los propios, no le preocupaban las reacciones ajenas o las consecuencias de algunos comentarios. Era por eso que se había sentido bien con él por tanto tiempo, poder tener alguien con quien conversar sin el temor de deprimirle como era el caso de su madre.

Pero ahora le dolía que no fuera un cariño genuino. ¿Por qué?

-Cuando absorbiste esas almas, ¿sentiste algo? –Insistió tras varios minutos en silencio.

-No. No hay empatía en mí que me haga experimentar tal cosa.

-¿No sentiste nada siquiera por acabar con esas vidas?

-En la naturaleza, matar no es ni bueno ni malo. –Respondió Flowey. –Solo una necesidad en busca de prevalecer. Y aunque hable y piense, no soy diferente a esa regla de mi naturaleza. Creí que mejor que nadie, entendías eso a la perfección.

-Ya no sé qué pensar de muchas cosas. –Admitió Frisk nuevamente, buscando a su alrededor en dónde colocar la maceta para poder abrazarse a sí misma y hablar mejor con él. –Tu explicación no es diferente a la de Sans sobre porqué uno se vuelve asesino.

-No es lo mismo, él es un idiota y ya.

-Sans me dijo que uno mata por simples razones egoístas, lo que me hace pensar… ¿Qué es lo que mi padre está haciendo para llegar a ese punto? ¿Por qué es un asesino? ¿Acaso la familia no era suficiente para él? ¿No fuimos suficiente? Yo… ¿no fui suficiente… por no ser su verdadera hija?

Su última pregunta ni siquiera la pensó al momento de hablar, pero escucharla le dolió tanto que nuevamente estaba sintiendo sus ojos arder ante lo que quería contenerse y no estaba pudiendo de nuevo. Estaba harta de estar así, de no seguir aparentando indiferencia con tal de que se le dejara en paz y dejar en paz a los que le rodeaban, ahora nada tenía sentido alguno en su vida. ¿Por qué no lograba contenerse? ¿Por qué le dolía tanto lo sola que había estado en toda esa indiferencia? ¿Qué no eso le había mantenido tranquila antes?

-¿Frisk?

Ya era tarde para contenerse de cualquier manera para que nadie notara su malestar. Las lágrimas le dolían a causa del frío, pero aun así no tenían intención de detenerse por ese detalle. No era la primera vez que le veía llorar, pero Frisk giró su cabeza para que Flowey no le viera de ese modo en ese momento, siendo demasiado para ella que hasta ni con él pudiera ahorrarse esa clase de expresiones que no le llevaban a nada. Pero para sorpresa suya, una liana que había surgido desde la maceta que sostenía, se había extendido lo suficiente hasta llegar a la comisura de su ojo para poder recibir las lágrimas rebeldes que se escapaban entre sus largas pestañas.

-Deja de llorar, Frisk. Tú ya eres grande, y los grandes no lloran.

Pese a su expresión indiferente, la voz de Flowey era más calmada de lo que frecuentaba. Eso sí que era extraño, pero no se comparaba con lo que le había hecho sentir en ese simple segundo al grado de parar por esa simple indicación. Siendo suficiente para que dejara de derramar silenciosas lágrimas que dolían con el frío.

-Asriel…

La liana se detuvo en seco, como si se hubiera congelado con el frío y las pequeñas lágrimas que había logrado atrapar. Frisk finalmente lo puso sobre un barandal para tener la libertad de sus dos manos y poder reponerse.

-Lo siento… es que esas palabras me recordaron mucho a mi hermano. –Se excusó mientras se limpiaba con la manga de su suéter. Se sentía áspero hacerlo de ese modo. –Él solía decirme eso.

La liana se contrajo lentamente y bajó hasta volverse más pequeña dentro de la maceta. Flowey le seguía observando con su gesto apático, pero de alguna manera le sentía diferente mientras terminaba de quitarse las lágrimas derramadas.

-Sé que suena tonto, pero con todo esto, no puedo evitar pensar en ellos. En qué habrían pensado de saber que nuestro padre es un mafioso sumamente temido en la ciudad. –Admitió mientras se recargaba en el barandal en donde estaba su amigo. Aunque el frío no le ayudaba, prefería sentirse recargada a algo tras el hielo que estaba formando en el suelo. –Seguramente habrían manejado las cosas de mejor modo que yo. Ellos habrían sabido qué hacer.

-No… no habría sido así.

-No lo sabes. Ellos eran valientes, seguros… Los mejores. –Con cierto cuidado, sacó el collar que tenía oculto debajo de su suéter y se puso a ver la fotografía de sus hermanos. –Aunque ahora no me explico cómo fue que murieron. Solo supe que mi padre había salido a buscarlos, pero volvió con una mala noticia solamente. Ellos habían salido de casa y no me llevaron, por lo que ahora no sé si salieron a jugar o… algo más pasó.

-Estoy seguro… de que fueron unos tontos por haberte dejado sola. –La voz de Flowey era casi un susurro apenas audible. –Debieron quedarse contigo.

Frisk se giró para verlo directamente tras sus palabras. Flowey era quien ahora no le veía, optando por ver el barrio en la lejanía tras la altura en la que estaban. Tras cerrar su dije y guardarlo debajo de su suéter, quiso acariciarle nuevamente el tallo a modo de agradecimiento, pero se detuvo ella misma de tal tacto al no saber cómo sentirse con las cosas que le ocultaba. Quisiera protegerle o no, merecía saber la verdad si se trataba de ella directamente ¿cierto? ¿Por qué aún se empeñaba en no decirle las cosas?

-Flowey, me disgusta que me ocultes cosas. –Habló nuevamente tras dejar de acariciar su tallo. –De todos, eras quien menos pensaba que me tendría tales secretos…

-Ya te dije que puedes pensar lo que quieras sobre mí.

-… aun así quiero que me respondas esto: ¿por qué mi padre pidió tu creación?

-¡¿Qué?! –Flowey se giró rápidamente. –¿También sabes eso?

-Puedo comprender que mi padre ama las flores tanto como yo, por lo que una que hable y piense es interesante de algún modo. –Continuó con total seriedad sin importarle la exasperación de su amigo por su pregunta. –Pero también sé que al igual que yo, él ama lo natural. Así que el que quiera algo alterado es… extraño para él. Y a lo que me dicen los esqueletos, el objetivo de tu creación es ser un arma biológica, así que quiero saber por qué mi padre quiere un arma biológica. Sea tu decisión serlo o no.

-Porque es un loco, Frisk. Así de simple. –Pese a verse irritado por la pregunta, Flowey le respondió de inmediato. –Y la cabra loca con la que vivíamos lo apoya. Por eso a ella tampoco le dije de dónde vine, aunque nunca me preguntó en sí.

-Nunca te llevaste bien con ella. –Recordó Frisk con cierto interés ahora en ese tema. –Pero ahora me doy cuenta que todo lo que sabes, seguramente lo obtuviste de ella, ¿cierto?

La expresión de Flowey no le decía nada lamentablemente. Pero ahora que pensaba sobre ello, tal vez no había sido la única que usó la indiferencia de la flor para expresarse en voz alta. ¿Ella era igual a su madre en eso, o su madre era igual a ella? ¿Todo ese tiempo fueron un par de seres lamentables viviendo en una misma casa sin solucionar tales cosas? No pudo sentirse más patética con eso.

-Todo esto duele.

-Te dije que no valía la pena que supieras todo esto, sólo te torturas con preguntas sin fin.

-Duele porque me importa, porque los quiero. –Se explicó Frisk con prisa, conteniéndose de no alzar la voz nuevamente. –Quisiera que pudieras entenderlo, Flowey.

Sintió sus manos temblar, pero estando de acuerdo con Flowey sobre que siendo un adulto no debería dejarse llevar por tales arrebatos, por fin pudo controlarse de no volver a llorar o mostrar su malestar tras un par de respiraciones profundas que se sintieron extrañas con el viento friolento que les rodeaba junto con la nevada. Sans le había dicho que era natural sentirse mal de vez en cuando, pero ella no quería aceptarlo ni permitirse tal cosa. No cuando tenía que mantener la cabeza en alto para que dejaran de preocuparse por ella y trataran de protegerla de una verdad que demandaba saber. Y si Flowey no estaba dispuesto a ser sincero con ella al grado de ya no contar con él en su búsqueda, tendría que obtenerlo de otro lado.

Detestaba admitirlo, pero el único que realmente podría ser sincero en su totalidad con ella, sin la preocupación de lastimarle o no al claramente no importarle como persona o individuo, era Don Gaster. Por lo que se apuntó mentalmente en hablar con él en una oportunidad, aun cuando le disgustara la idea con tan sólo pensarlo. ¿Tal vez si ahora ella le invitaba un café aligeraría su mal comportamiento?

-Conozco esa mirada, estás empeñada en hacer una nueva estupidez. –La voz de Flowey intervino como si estuviera leyéndole la mente. ¿Tal predecible había sido, aun con todo lo que se estaba conteniendo? –Frisk, tal vez no tenga sentimientos, pero tengo la comprensión necesaria para saber que el dolor, el miedo y el enojo sólo llevan a cosas de las que uno puede arrepentirse al final. Las cabras locas, los malditos esqueletos… todos tienen eso en común. Se dejaron llevar y tienen lo que tienen por eso, porque no hay marcha atrás en una acción precipitada. Estás dolida ahora, mañana podrías estar asustada por saber más y pasado mañana estar enojada. Después de eso ya no pensarás con claridad y no volverás a ser la misma, cometiendo cosas que una vez dijiste que jamás harías y justificándote después de que la vida misma te llevó a eso cuando tú sola serías quien lo permitió.

-Yo jamás sería una delincuente. –Atajó al comprender a qué se estaba dirigiendo la conversación. –Eso es un acto terrible.

-Seguro que todos los demás pensaban lo mismo. –Le contestó Flowey con total seriedad. –A mí no me importa el bien y el mal porque simplemente no tiene una razón para mí, pero para tu vida, para lo que eres tú, si importa. Yo solo trato de protegerte de eso.

-¿Tan terrible es lo que sabes sobre mí?

-Sí, Frisk. –No le apartó la mirada en ningún momento, confirmándole la seriedad del asunto. –Así que… por favor… sigue siendo quien eres.

-Pero si ahora no sé quién soy realmente. –Contestó Frisk con cierto pesar en su voz. –Si no soy una Dreemurr, ¿entonces quién soy?

-Yo soy Flowey, tu mejor amigo. Y para mí eso es suficiente. –Le contestó la flor alzando su tallo como si se tratara de inflar el pecho con orgullo. –Tú eres Frisk, mi mejor amiga, ¿puede ser eso suficiente para ti también?

Frisk no pudo evitar sentirse enternecida por eso y sus manos dejaron de temblar al no tener más razones de contenerse por algo. Aunque Flowey no pudiera tener empatía con lo que estaba sintiendo, no le cabía duda de que hacía un esfuerzo en alcanzar tal comprensión, intentando mostrarle cariño a su manera.

-Creo… que soy más complicada que eso. –Admitió la joven con una sonrisa. –Pero por ahora está bien.

Ahora si le acarició el tallo, agradeciendo que estuviera para ella a su manera pese a admitir querer algo más que sólo a alguien con quien hablar. Y tras tomar de nueva cuenta la maceta con su mano libre, se giró para ver al esqueleto. Estaba segura de que Sans estuvo atento a la conversación, pero no le preguntaría sobre qué opinaba o no, simplemente estaba agradecida con él también, por darles espacio suficiente y por permitirle ese momento con Flowey, se agradaran entre ellos o no.

Mientras quitaba la nieve acumulada en la maceta, caminaba con cuidado para no resbalarse y se dirigía hacia Sans para indicarle que habían terminado de hablar. El olor particular del puro ya le había llegado antes, pero conforme se acercaba, le impresionaba lo fuerte que le parecía para su nariz, mas no le incomodaba como recordaba que lo hacía junto con el humo. ¿Acaso se había familiarizado tanto a su olor? ¿O era un puro diferente? No, estaba segura de que era el mismo olor que Sans dejaba en sus sacos. Pero cuando llegó directamente con él y se giró, se dio cuenta de que no tenía ningún puro en su mano… ni algún indicio de que lo había estado haciendo en ese tiempo que les había dado espacio. ¿Acaso se lo había imaginado? ¿O sólo se trataba de un olor que quedaba impregnado en su ropa a causa del humo?

¿O… se trataban de dos aromas distintos lo que estaba percibiendo en realidad?

-Je… Ver a flor y florista cubiertos de nieve es algo gracioso. –Comentó Sans al tenerlos de frente. –¿Ya terminaron de hablar?

-Sí, muchas gracias, Sans. –Le sonrió mientras le pasaba la maceta, aun con el rechistar de la flor que estaba en ella. –Ya deberían de retirarse. Es muy noche ahora.

-Y tú deberías meterte a la casa, está nevando. –Rió el esqueleto al tomar la maceta y sujetarla con una mano. –Aunque no quisiera dejarte sola en plena navidad.

-En esta casa es casi imposible poder estar sola. –Comentó sin siquiera pensarlo, abrazándose a si misma más fuerte para darse algo de calor, pero siendo en vano eso. Podía sentir su cabello congelado por toda la nieve que seguramente todavía tenía ahí. –Pero aun con todos ellos a mí alrededor queriéndome levantar el ánimo, me sentí mucho mejor con ustedes con este breve momento. Así que nuevamente gracias, creo que lo necesitaba.

-Jamás me cansaré de escucharte agradecerme. –Le guiñó una cuenca y emitió una sonrisa que inmediatamente irritó a Flowey. –Así que podemos quedarnos un rato más aquí si quieres para que haya una cosa más para escucharte decir gracias otra vez.

-A diferencia de mí, tú tienes una familia con la que llegar. –Le recordó con cierto malestar, haciendo que la sonrisa de Sans se opacara de inmediato con un deje de culpa que no venía al cabo. –No desaproveches esa oportunidad.

-Frisk…

-Tienes un hermano al qué abrazar y un padre al qué poder pedir explicaciones directamente. –Insistió con algo de cansancio en su voz. Si pudiera ya se iría a acostar para que el tiempo pasara más rápido, pero estaba segura de que en cuanto entrara de nuevo a la casa, los conejos no le soltarían por más que lo pidiera. –Así que ve a tu casa, cena con ellos y sigue cuidando de Flowey. Fue un toque agradable que le pusieras un moño.

-Él no hizo nada, fue su ex pro… ¡AAAAAHHH!

Sans había arrojado la maceta hacia arriba, pero con su magia elevó aún más su lanzamiento al grado de que casi no podía verlo de lo alto que estaba y por la nieve misma que caía sobre ellos. Frisk se preocupó en el acto por tal acción. Flowey detestaba el frío y ahora estaba más cerca de eso. ¿Por qué Sans había cometido tal cosa? Tal vez no lo estaba cuidando bien después de todo.

-Sans, ¿qué…?

-Puede que no sea el sujeto adecuado para decirte esto, pero no te atormentes con eso. ¿De acuerdo? –Sans tenía su ojo azul brillante, siendo indicativo de su magia que elevaba a Flowey, pero sus manos estaban libres y ahora se estaba quitando su saco para colocárselo sobre sus hombros. –Al final no vale la pena, créeme.

-Pero tú te sientes todavía mal por la muerte de tu madre y el cómo fue ¿cierto?

-Insisto, no te atormentes con eso, bonita.

Pese a que le había colocado el saco de la mejor forma posible, Frisk lo tomó de los lados para acobijarse aún más con eso por el frío que estaba pasando. Don Gaster había hecho mención de que "El Gran Don" era el causante de ser una huérfana, y aunque eso le hiciera sentir un vacío en el pecho al percibir a qué iba encaminada esa información, necesitaba saber toda la verdad sobre eso. Podía percibir que Sans tenía buenas intenciones con su recomendación de no darle importancia a las cosas, pero no estaba ella para esa clase de retrocesos.

Aunque… ¿qué haría después de saberlo? Esa era la pregunta que no sabía cómo responderse a sí misma, haciéndole sentir un extraño vacío que no sabía explicarse de lo que se trataba.

Flowey nuevamente bajó de golpe ante la caída, pero Sans con su magia le detuvo sin problema alguno hasta llegar a su mano. Frisk notaba que su amigo estaba discutiendo por tal gesto que lo expuso a un punto más helado, pero no prestó atención a su conversación. No era de su interés particular ahora el cómo se siguieran llevando.

-Feliz navidad, bonita. –Soltó Sans tras varios minutos, interrumpiéndole de sus pensamientos volátiles.

-Feliz navidad a ustedes. –Respondió Frisk casi por inercia.

Ambos desaparecieron en un segundo, dejándola sola en el frío con un saco puesto en sus hombros. Aprovechando la soledad, se dispuso a olerlo. Por más que trataba de percibir porqué olía diferente a otras veces, no pudo encontrar nada que le diera sentido. Aunque podía percibir el aroma impregnado del puro que frecuentaba, estaba segura de estar oliendo algo más dentro de todo eso.

¿Acaso Sans se había puesto una loción?

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¡Por fin una nueva actualización! He estado con mucho trabajo estos días (y aun no termino gran parte de lo que me sigue llegando), pero me di mi breve momento de relajación y sorpresivamente pude terminar el capítulo de un golpe de inspiración, jajajaja. Espero que haya valido la pena la espera, a su vez que espero que la siguiente actualización no me tarde tanto tampoco ante la carga laboral que se avecina para mí.

Sin más, nuevamente les agradezco mucho su apoyo, cariño y paciencia.

Michi fuera!

:)