Todos los personajes y la historia pertenecen a Kohei Horikoshi y Masashi Kishimoto
Bakugo se despertó de su pesadilla. Trató de enderezarse, pero no pudo, haciéndose daño en las muñecas en el proceso. El rubio, confundido, se miró los brazos y vio que sus manos estaban esposadas a la camilla donde estaba acostado.
—¿Por qué cojones estoy esposado?—se preguntó a sí mismo, ya que la habitación donde se encontraba estaba totalmente vacía.
Intentó crear una explosión, pero era incapaz de usar su quirk.
—Mierda, deben estar hechas de material antichakra ...—dedujo Bakugo acertadamente. — No tengo tiempo para esta mierda ...—maldijo. — Tengo que rescatar a Cara Redonda de la serpiente y de la rata traidora de su secuaz. —
Esta vez, Bakugo trató de librarse de las esposas con mucha más violencia, hasta tal punto de provocarse cortes. Pero el esfuerzo fue del todo inútil.
—¡JODERRRRRR!—gritó Bakugo, con impotencia.
El grito fue tan fuerte, que una enfermera que pasaba por el pasillo lo oyó a pesar de que la puerta de la habitación estaba cerrada. Ésta abrió la puerta para cerciorarse de que todo estaba bien.
—Estás despierto ... —susurró la enfermera algo sorprendida.
—¡Ey! ¡Ven a desatarme!—ordenó Bakugo, moviendo las muñecas para que la enfermera supiera que estaba esposado.
—Lo siento ... No puedo hacerlo ... Me han pedido ...—Bakugo no le dejó acabar lo que quería decir.
—¡NO ME VENGAS A JODER, PERRA! ¡LIBÉRAME DE UNA PUTA VEZ SI NO QUIERES QUE TE EXPLOTE TU FEA CARA!—gritó fuera de sí Bakugo, con la vena de la frente tan hinchada del cabreo que parecía que le iba a explotar.
La enfermera se sobresaltó por los insultos y el tono de voz. Acto seguido salió de la habitación sin dar más explicaciones.
—¿EH? —Bakugo tuvo un tic en el ojo al ver que la enfermera le había ignorado y había huido. —¡NO TE ATREVAS A DEJARME AQUÍ TIRADO! ¡VUELVE AQUÍ DE UNA JODIDA VEZ, PERRA!—
Después de unos cuantos gritos más y viendo que la enfermera no volvía, el rubio ceniza emitió un suspiro de resignación.
—Jodida perra de mierda... —masculló Bakugo. Se miró las muñecas ensangrentadas y esposadas y luego reparó en la cama donde se encontraba. —Ya que no puedo librarme de estas esposas, tendré que destruir esta mierda de cama.—sonrió Bakugo mostrando sus blanquecinos dientes.
Bakugo erguía su cuerpo todo lo posible y luego, con fuerza, impactaba su espalda con el respaldo de la cama. El rubio repetía esta acción una y otra vez, hasta que la cama empezó a crujir por los golpes. No le quedaría mucho tiempo a ceder ante las acciones de Bakugo. Pero antes que lograra su objetivo, por la puerta entró la enfermera que había huido de Bakugo, acompañada de Minato Namikaze y Danzo Shimura.
—Jodida rata, ¿ahora vuelves, eh? —cuestionó Bakugo a la enfermera, mirándola furiosamente.
—Eehhh... —la enfermera, nerviosa, tragó saliva con dificultad, pero fue reconfortada por la mano del Hokage en su hombro.
—Has hecho lo correcto al informarnos. Gracias por avisarnos. Puedes marcharte ya, Dana. —dijo Minato a la enfermera.
—Hai, Hokage-sama. —dijo Dana haciendo una reverencia.
—Eso, eso. Márchate y vete donde no pueda encontrarte, perra. —dijo Bakugo, aún enfadado con la enfermera.
La enfermera no escuchó las últimas palabras de Bakugo, ya que ya había salido cerrando la puerta consigo.
—Katsuki Bakugo, tienes muchas cosas que contarnos. —dijo Danzo golpeando el suelo con su bastón
—Ajá. ¿Así que soy el que tiene que contar algo aquí? —preguntó sarcásticamente volviéndole el tic en el ojo por la ira. —¡DEBES DE ESTAR DE COÑA, NO? ¡LOS QUE TENÉIS QUE HABLAR SOIS VOSOTROS, HIJOS DE PERRA! ¿POR QUÉ COJONES ESTOY ATADO?—gritó a todo pulmón.
—Niñato maleducado. —le reprendió Danzo con odio.— Tienes suerte que estemos en un hospital, que sino ...
—¿Me estás amenazando, viejo?—preguntó Bakugo riendo. —¡Qué valiente eres estando yo atado, bastardo! ¡Desátame y sabrás de lo que es capaz este niñato maleducado, momia viejuna!—
—...—Danzo se quedó callado, entrecerrando su ojo visible reflejando un odio infinito hacia el rubio.
—Venga, venga. Vamos a calmarnos. —dijo Minato, con una gota en la nuca y gesticulando con las manos. —Tú mismo lo has dicho, Danzo. Estamos en un hospital así que vamos a tranquilizarnos.—
—...—Danzo se volvió a callar, guardando para sí sus pensamientos.
—¡Me calmaré cuando me desates de una jodida vez, Namikaze!—exclamó Bakugo, alzando el tono.
—¿También vas a permitir que este crío te hable así, Minato?—preguntó Danzo, poniendo a prueba al Hokage
—¡No estaba hablando contigo, momia viejuna! ¡Así que cállate la puta boca y cómeme los huevos!—vociferó Bakugo al anciano.
—¡No sabes con quién te estás metiendo, niño!— dijo Danzo, en tono amenazante.
—¡Con un puto lisiado que tiene pie y medio en el otro barrio!—contestó Bakugo, no dejándose amedentrar.
—¡SILENCIOOOOOOO LOS DOS!—bramó Minato, enfurecido y la cara adquiriendo una tonalidad.
Con los dedos de una mano se podía contar las veces que Danzo había visto al Yondaime perder los papeles. Era tan raro este hecho, que hizo que obedeciera sin rechistar el anciano de la villa.
Bakugo, por otra parte, era la primera vez que oía a alguien de este mundo gritar más fuerte que él. Y lo más sorprendente para él fue que ese logro lo consiguió el aparente apacible y despistado Hokage. Por lo que, al igual que Danzo, se calló sin protestar.
—¡A partir de ahora solo hablaréis cuando os de turno de palabra! —dijo Minato con tono autoritario.— ¿Queda claro? —añadió sin esperar respuesta. —Bien, voy a ir directo al grano. Bakugo, estás esposado por los acontecimientos ocurridos hace nueve días. Cuéntanos todo lo que recuerdes.—
—¿Hace 9 días? —arqueó una ceja confundido el rubio ceniza.
—Después de los exámenes preliminares, fuiste encontrado inconsciente en la habitación que reposaba Sasuke con ocho miembros ANBU fallecidos.—explicó Minato, y tanto él y Danzo analizaban minuciosamente cada gesto de Bakugo.—¿Qué hacías en la habitación de Sasuke, Bakugo?
—Un momento ... ¡Eso no pasó hace nueve días! —se defendió Bakugo. Pero luego abrió los ojos como platos. —A no ser ... ¡A no ser qué haya estado dormido nueve jodidos días! —dedujo Bakugo. Y al ver que asentía Minato le entró ganas de llevarse las manos a la cara. —¡NO ME JODAS! ¡Definitivamente soy la puta bella durmiente! —exclamó Bakugo, mirando el techo de la habitación y recordando que también había dormido dos días seguidos después del combate contra Zabuza.
—Bakugo, tienes muchas cosas que contarnos. —dijo Minato, ignorando los desvaríos del joven rubio ceniza.
—¿Bakugo? ¿Quién es Bakugo? ¡Soy la jodida versión masculina de la jodida princesa Aurora! ¡Soy un jodido chiste con patas!—exclamó Bakugo, indignado consigo mismo por haber dormido tanto mientras su compañera necesitaba su ayuda.
