XCI.
—InuYasha…
Estiró la mano para apartar un mechón albino que tenía frente a los ojos y cuando sus dedos lo traspasaron, ahogó un gemido que quiso escapar de sus labios. No podía; no importaba cuanto lo desease o cuanto se esforzarse, ella era solo humo.
Por más que lo tocaba, él no lo sentía; por más que le hablaba, él no la escuchaba; por más que lloraba, él no la miraba.
Y Kagome se estaba ahogando en un mar de desesperación.
De pronto, los ojos del medio demonio revolotearon y lo que creía Kagome que era su corazón saltó emocionado.
—InuYasha— se inclinó hacia él con una aliviada sonrisa en sus labios.
Anteriormente había murmurado cosas -su nombre, sobre todo- y se había removido en sueños, pero hasta ese momento no había podido ver ese fulgor dorado que eran los ojos del medio demonio. Tenía la mirada febril y perdida, pero a Kagome nunca le había parecido tan bonita como en aquel momento.
Lo escuchó mascullar algo sobre sus heridas y lo vio llevarse la mano al pecho, el cual lo tenía casi por completo vendado, con la confusión reflejada en el rostro. Entonces, la expresión cambió súbitamente a inquietud y miedo e InuYasha trató de incorporarse.
—¡No deb… — calló cuando recordó que el esfuerzo era inútil y observó afligida como el dolor se adueñaba de las facciones de él.
—Kagome— exhaló con agitación una vez se había sentado, mirando la habitación a su alrededor.
La respiración del medio demonio se detuvo y su corazón lo hizo con ella.
—No…— murmuró, sacudiendo la cabeza— Kagome. ¡Kagome! — se apresuró a ir hacia ella, olvidándose de cualquier resquicio de dolor que pudiera tener y quedó arrodillado frente al cuerpo inconsciente de la muchacha— Pequeña, despierta, por favor. Vamos, abre los ojos. Déjame verlos— rogó desesperado— Vuelve conmigo.
—Estoy contigo— sollozó Kagome colocándose tras él. La aflicción que destilaba su voz, que se veía en cada poro de su piel, se le clavaba en el alma; daría cualquier cosa porque él pudiera escucharla aunque fuera un segundo para poder decirle que estaba bien, que todo iría bien.
—No te vayas, no me dejes, pequeña…— su voz se rompió y se inclinó sobre el cuerpo de ella hasta que sus frentes se juntaron. El hálito de ella era una pobre imitación de la energía y viveza que siempre había desprendido la razón de su existencia— No me puedes dejar, te lo prohíbo, ¿me escuchas? ¡No me dejes!
—Tan mandón como siempre— susurró Kagome entre lágrimas, pero con una pequeña y frágil sonrisa en sus labios. Se había colocado al otro lado de donde estaba ella y observaba impotente y rota como InuYasha, su adorado InuYasha, acunaba su cuerpo con desesperación.
—¡InuYasha, ¿qué haces de pie?! ¡Tienes que descansar!
Kagome desvió la mirada hacia la puerta y se encontró con Shippo en el umbral de la cabaña.
—No deberías hacer esfuerzos.
—Shippo…— InuYasha alzó sus ojos húmedos y los clavó en el pequeño demonio.
—Túmbate, por favor; recibiste el poder de tu viento cortante de vuelta.
—Muy bien, Shippo— sonrió Kagome alentadoramente, aunque sabía que sería algo en vano pues nadie la escucharía.
InuYasha, con una mueca disconforme, terminó haciéndole caso, pero no volvió a su lugar, sino que se tumbó junto al cuerpo de Kagome, atrayéndola hacia él en silencio.
—¿Dónde están Sango y Miroku? — preguntó con voz queda.
—Sango allí al lado, descansando junto a Kirara, y Miroku ha ido a la aldea a por comida.
InuYasha asintió con la mente lejos de allí y sintiendo nudo en su pecho que amenazaba con estallar en mil pedazos, colocó la barbilla sobre la parte alta de la cabeza de Kagome. La incorpórea sintió sus ojos volver a humedecerse ante la angustia que desprendía InuYasha.
—Voy a buscar un poco de agua fresca. Ahora vengo.
Kagome observó al pequeño demonio marcharse y un suspiro apesadumbrado escapó de sus labios.
Apenas habían pasado unos segundos de tranquilidad que unas sinuosas figuras atravesaron las paredes; unas que Kagome reconoció rápidamente: eran las serpientes de Kikyo. Estaba buscando a InuYasha, lo estaba llamando.
El corazón de la muchacha se hubiera detenido si lo tuviera, o lo sintiera, y Kagome aguardó conteniendo la respiración. «Ve. Ve y pregúntale por qué le ha dado los fragmentos que me robó a Naraku. Pregúntale por qué nos ha traicionado de esta manera», quiso decirle. «No te vayas, no me dejes sola. Por favor, te necesito», las palabras luchaban por escapar de sus labios.
Pero da igual lo que intentase, él jamás las escucharía.
InuYasha se irguió momentáneamente y se quedó observando con atención a las serpientes. Instantes después, retrajo los labios enseñado con ferocidad los dientes.
—¡Largaos! ¡No quiero saber nada de vuestra dueña!
Las serpientes dieron un par de vueltas más a su alrededor incesantes e InuYasha mostró sus garras.
—¡Dejadme en paz u os haré pedazos!
Después de un par de vueltas más terminaron marchándose por dónde habían venido y el medio demonio se recostó, acercando a Kagome a él.
—Vuelve a mí, te necesito— susurró, cerrando los ojos.
—Yo también te necesito— respondió ella en un hilillo de voz.
Ella quería volver a él. Daría todo lo que pidieran si con eso le aseguraban que terminaría aquella horrible pesadilla, pero no sabía qué hacer.
Su cuerpo estaba inconsciente y era incapaz de volver a él. Y ella, lo que quedaba de su alma, vagaba por el mundo sin que nadie pudiese verla y escucharla…
Alma…
Su alma…
De pronto, Kagome se puso en pie.
—Cuida mi cuerpo. Pronto volveremos a estar juntos— le susurró al oído, y echó a correr.
InuYasha abrió los ojos cuando su cuerpo se estremeció de arriba abajo, pero, al mirar a su alrededor, descubrió que en la habitación solo estaban sus amigos y Kagome.
¿Qué demonios acababa de pasar?
Palabras: 975
Oh, oh, las cosas se están poniendo feas...
¿Qué creéis que pasará? ¿Podrá Kagome resolverlo? ¿A dónde irá? ¿InuYasha se volverá... loco? Hmmmmmm
¡Decidme vuestras teorías, me encanta leerlas!
Pd: Arual17, que Kagome no vuelva a su estado natural cuando el espejo de Kana le quita su alma está sacado de mi mente. En la historia original, no pasa nada de esto. Aquí, sin embargo, esos demonios del inframundo están MUY enfadados con esa alma huidiza y no piensan dejarla escapar... otra vez. Eso, por supuesto, influirá en la trama original como veréis, dándole esas vueltas que sabéis que me encanta hacer a mí y que estoy segura de que no os esperáis jeje
