XCVIII.
—InuYasha, no podré estar mucho tiempo…— ella lo miraba y todo parecía tan… real, tan… como si no hubiera pasado el tiempo, como si ella hubiera estado toda su vida delante de él, mirándolo con esos ojos, diciendo su nombre con tanto amor— Pero tienes que escucharme.
El medio demonio intentó incorporarse, pero el cuerpo no le respondía, era incapaz de moverse. Clavó las uñas con fuerza en el suelo y luchó contra el impulso de refregarse los ojos esperando que así, desapareciera.
—Ma… ma…— repitió en un hilillo de voz.
—Mi niño…— la figura de su madre se acercó sin hacer ruido y se acuclilló delante de él, e InuYasha descubrió que las lágrimas estaban deslizándose silenciosamente por sus mejillas— Estás… estás tan mayor, tan fuerte y guapo que…—calló, de pronto, sacudiendo la cabeza— ¡No! ¡No puedo perder el tiempo! — la urgencia y desesperación tiñó su mirada, causando que la respiración del medio demonio se detuviese— Es importante. Debes buscar a tu hermano. Busca a Sesshomaru. Él podrá ayudarte.
¿Sesshomaru? ¿Ayudarle?
Claro, su maldito medio hermano podía acabar rápido con él y si existía un lugar más allá el otro lado, podría haber una ínfima oportunidad para que se reencontrase con su querida madre y… y… Kagome….
No, ¿qué cosas decía?
Ellas estaban en un estatus muy superior a él, no podría compararse dos ángeles como eran las mujeres de sus vidas con un sucio medio demonio como él.
Estaba condenado a la eternidad solo.
—Madre…— gimió él, alargando la mano para intentar tocarla; necesitaba de ella, de su tacto, de sus caricias, de su voz, de su sonrisa… La había echado tanto… tanto de menos…
Izayoi se mordió el inferior para ahogar un sollozo fuerte y estiró su mano para coger la de él. Cuando sus dedos se entrelazaron, cuando InuYasha sintió a su madre, creyó derrumbarse en el sitio. No era la calidez ni suavidad que desprendía ataño, el tacto de su madre que tanta paz le había traído durante tantos años, pero ese recuerdo, ese trémulo fantasma del pasado… fue lo suficiente fuerte para que lágrimas de sangre se deslizasen por sus mejillas, aún adornadas por las marcas de la transformación a demonio completo que había estado a punto de sufrir.
—Te he fallado…
—No lo has hecho— Izayoi sacudió la cabeza enérgicamente— Estoy muy orgulloso de ti, ¿oíste? Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, cariño, y cada paso que has dado, que te ha hecho más fuerte… No podría haber criado a un mejor hijo que tú, mi vida. Nunca lo dudes.
Las palabras de su madre penetraron en su interior, marchitando la escarcha que enfriaba su corazón y entrañas, y lo envolvieron en una cálida manta como cuando venían los meses más fríos y ellos se quedaban en la cabaña, acurrucados uno junto al otro, mientras contaban historias de todo el mundo.
Hasta ese momento no fue consciente de lo mucho que había necesitado todo este tiempo a su madre.
Era una balsa, que se había ido llenando gotita a gotita, lentamente, con el pasar de los años… y ahora que la miraba… estaba a punto de rebosar.
De pronto, el reflejo de su madre parpadeó, apareciendo y desapareciendo e InuYasha tuvo deseos de chillar.
¡No! ¡No podía irse ahora que la había recuperado!
—¡No! — chilló su madre, haciendo eco de sus pensamientos. Arrugas aparecieron en su expresión y lo miró con desesperación y apremio— ¡InuYasha, tu padre no puede darme más tiempo! ¡Escúchame, tienes que ir con Sesshomaru! ¡Él podrá ayudarte! ¡Corre!
—¡No podré reunirme con vosotras, madre! ¡No podré! — su voz se rompió y no le importó empezar a sollozar— Cuídala, madre, cuídala como yo no pude hac-
Pero su madre parecía no estar escuchándolo mientras sacudía la cabeza frenéticamente.
—¡Busca a Sesshomaru! ¡Ella lo necesita! ¡El tiempo corre! — chillaba con su cuerpo volviéndose cada vez más trasparente.
InuYasha sintió la angustia conquistarlo, sus dedos aferrándose a lo que no era más que humo.
—¡MADRE! ¡MADRE, NO ME DEJES! ¡NO ME DEJES TÚ TAMBIEN! ¡VUELVE!
Cuando Izayoi no fue más que un punto de luz, la escuchó gritar:
—¡BUSCA A TU HERMANO, KAGOME TODAVÍA TE NECESITA!
Segundos después, InuYasha supo que se encontraba solo en el bosque.
·
«Kagome giró, esquivando la estocada de uno de los demonios y su espalda chocó con fuerzas contra los barrotes de la jaula. Tenía la respiración agitada, los músculos pesados como si diez piedras colgaran de ellos y las piernas incapaz de dar un paso más.
Pero ellos no le daban tregua.
Estaban dispuestos a acaban con ella, a conquistar su alma por completo para obligarla a estar bajos su poder… Y Kagome no tenía más que su astucia y sus manos para defenderse.
Los demonios se carcajearon, frescos como una rosa a pesar del tiempo que llevaban luchando, y se agruparon de nuevo frente a ella, enarbolando sus guadañas.
—Cuanto más luches, más delicioso será poseerte después…— murmuró uno de los demonios, causando que Kagome sintiera una sensación parecida al estremecimiento.
Sus hermanos acompañaros sus palabras con una nueva ronda de risas, y entonces, se tiraron a ella para atacarla de nuevo. Kagome se tensó, dispuesta a defenderse con el último resquicio de fuerza que tuviera.
No caería sin luchar.
En el intento, algo afilado le hizo un tajo en el brazo. Kagome gritó de dolor, consiguiendo alejarse a duras penas. Los demonios vieron que era su oportunidad de acabar con ella y cargaron contra su espalda.
Kagome no los vio acercarse.
De pronto, el suelo a sus pies empezó a temblar. Perdió el equilibrio, cayendo hacia delante y se dio la vuelta súbitamente cuando oyó a los demonios gritar a sus espaldas.
Si hubiera tenido corazón, este se hubiera detenido por la imagen que estaba viendo.
Un hombre alto, con el pelo albino recogido en una coleta alta, armadura y una gran estola blanca había emergido de la tierra y se había colocado entre esos demonios y ella.»
Palabra: 999
¿Quién será ese misterioso recién llegado...?
PD: me habéis pregunta cuánto queda para le final. Bueno, la historia consta de 109 capítulos + Epílogo, que ya están escritos, asi que todavía queda un caminito. Después, habrá algunas... sorpresas, dejemoslo ahí, que ya os iré comentando más adelante porque estoy preparándolas.
