XCIX.

InuYasha corría por entre los árboles mientras lo último acontecido no dejaba de aparecer en su cabeza.

¿De verdad había visto a su madre o solamente había sido un delirio de su cabeza? ¿Estaba volviéndose loco por el dolor?

En realidad, no le importaba.

Pensaba agarrarse a un clavo ardiendo, aunque sus manos terminasen después mutiladas, si con ello… si había la más mínima posibilidad de que…

«¡BUSCA A TU HERMANO, KAGOME TODAVÍA TE NECESITA!»

Kagome, su pequeña Kagome, todavía lo necesitaba. Y si todavía lo necesitaba, eso solo podía significar que aún había una posibilidad de traerla de vuelta, de que no todo estaba perdido, de que…

Viajaría hasta las mismísimas entrañas del inframundo si era necesario para traerla de vuelta.

Sacaría fuerzas de cualquier rincón de su cuerpo para obligar a ese maldito Sesshomaru a que lo ayudara.

Un gruñido escapó desde lo más profundo de su cuerpo y apretó el paso, siendo los árboles a su alrededor no más que una mancha borrosa. Debía volver a dónde Kag… donde habían luchado por última vez y de ahí rastrear su olor para que lo llevaran a él.

«Ya voy, pequeña; voy a ti con mi último aliento si hace falta», pensó desesperado… y malditamente esperanzado.

De pronto, escuchó un grito de socorro agudo a lo lejos e InuYasha se detuvo inconscientemente, sintiendo su corazón estrujándose dolosamente. Era imposible, un producto de su imaginación, porque esa voz… había sonado muy parecida a la de su pequeña Kagome.

Pero no podía ser ella. InuYasha sabía que no era ella.

Era algo físicamente imposible.

Sin embargo, el recuerdo de su pequeña luchando contra los demonios, cayendo por el precipicio…

—¡MIERDA! — gritó, echando otra vez a correr.

·

Sus manos estaban manchadas de sangre mientras el demonio se encontraba hecho a pedazos a sus pies y una niña lo miraba desde detrás de un árbol con los ojos como plato. No tendría más de 10 años, sus pelos eran un profundo azabache y su mirada… esos ojos cálidos y brillantes… se parecían tanto a…

Un gruñido animal nació desde lo más profundo del pecho de InuYasha.

—Gracias— murmuró la pequeña, dando un paso tentativo hacia él.

Pero él no podía perder el tiempo, necesitaba…

De pronto, sintió una ráfaga de aire a su alrededor y captó un aroma.

Antes de pudiera pensar siquiera, una figura se materializó en el aire colocándose entre la niña y el medio demonio, con sus ojos azules como dos tímpanos de hielo clavados en el muchacho.

—¡Señor Sesshomaru! — exclamó súbitamente ella, acercándose al recién llegado y aferrándose a su pierna— ¡Ese chico de ahí me ha salvado la vida!

¿La cría esa… estaba con su hermano? ¿Él trataba con humano? ¿No la apartaba… asqueado?

Si a su hermano les sorprendieron o molestaron las palabras de la niña, no se mostró en su expresión. Al contrario, se volvió más adusto cuando se fijó en el cadáver demoníaco que estaba a unos metros.

InuYasha intentó no pensar en el hecho de que había sido la espada que había empuñado Sesshomaru quién había apartado a Kagome de su lado. No podía enfrentarse ahora, no, si según su madre, él era el único que podía ayudarlo. Debía tener la cabeza fría…

—Sí, la he salvado y a cambio tienes que hacer algo por mí— las palabras escaparon de sus labios antes de darse cuenta, mientras el plan iba formándose en su cabeza.

—¿De verdad eres tan estúpido como para pensar que te ayudaría en algo, bastardo?

InuYasha se tensó, pero no se rindió. Sabía que no sería fácil, pero haría cualquier cosa por salvarla.

—Tienes que ayudarme— espetó con voz dura, intentando esconder toda la desesperación que sentía, aunque sabía que era imposible— Hay una persona… hay…

Sesshomaru entrecerró ligeramente los ojos.

—¿Esa humana inconsciente? — rememoró lo ocurrido y tenía que reconocer que sentía cierta ecuriosidad. No la había tocado, pero alguna manera, sabía que él había sido el causante de que dejara de respirar… y que InuYasha enloqueciera.

El medio demonio asintió toscamente.

—Murió— añadió Sesshomaru con voz plana.

Algo flameó en la expresión del medio demonio.

—Tienes que ayudarme— se limitó a repetir con la voz contenida.

No sabía cómo… pero de alguna manera… Por algo su madre lo había mandado a él…

—¡El señor Sesshomaru me salvó a mí una vez! ¡Puede hacerlo con tu amiga!— exclamó de pronto la niña, atrayendo la atención de InuYasha por completo. Al ser consciente de la intensa mirada que él le dedicaba, se cohibió y bajó la voz hasta ser un murmullo inaudible: — Unos… unos lobos me atacaron y yo…

De pronto, la esperanza que se había obligado a aplastar empezó a coger forma en su pecho e InuYasha tuvo ganas de gritar.

—Ella… la niña… ¿estaba muerta? — le preguntó a Sesshomaru directamente.

Rin se estremeció y los ojos del demonio se entrecerraron. Los segundos pasaron pesadamente. Entonces…

—Sí.

·

«—¡Agárrate a mí! — le gritó el desconocido antes de que el temblor se detuviese.

Kagome no lo pensó.

Rápidamente echó a correr y rodeó con sus brazos la cintura del hombre. Entonces, sintió un tirón en el estómago y cuando abrió los ojos descubrió que estaba volando. Y que lo que había debajo de ella era… pelo. De un animal. De un enorme perro blanco.

¡¿Qué estaba pasando?!

Kagome chilló y se aferró con más fuerza a la pelambrera. Esta tembló y juraría que fue de la risa.

Pronto llegaron a tierra y cuando Kagome abrió los ojos, descubrió que estaban encima de una colina. A unos pasos de ellos, se encontraba Izayoi mirándolos con profunda preocupación.

—¡Mamá! — rápidamente se dejó caer al suelo y corrió hacia dónde estaba ella, pero a medio camino se tropezó. Sus piernas, de pronto, no la sostenían, y con cada segundo que pasaba, más cansada estaba… —¡Mamá, ¿qué me pasa?!

—¡Kagome! — Izayoi la acobijó en sus brazos— Mi niña…

—Mamá, no me siento las piernas— susurró con pánico

—Todo irá bien, cariño, InuYasha lo conseguirá a tiempo…»

Palabras: 1000


Hum... ¿llegará a tiempo? ¿Esta vez Sesshomaru será de ayuda? ¿Qué creéis?

Como adelanto digo que, para bien o para mal, en el capítulo siguiente (¡100 capítulos ya, dios mío, que alguien me detenga!) sabremos si el plan de Izayoi ha funcionado o no, je je