113. Fiereza
Las manos de Duo pasaron a sujetar su rostro. Heero estaba al tanto de lo que él quería hacer, pero no tuvo tiempo para reaccionar. Su boca de inmediato estuvo contra la suya, esta vez intentando entreabrir sus labios. No supo si lo imaginó o efectivamente llegó a sentir algo de la humedad de su boca.
—Duo —gruñó, como un animal acorralado y lo único que se le ocurrió para detenerlo fue enterrar los dedos en el moretón gigante de su costado.
Duo no se separó como esperaba, en cambio, dijo en tono bajo contra sus labios:
—Respóndeme.
El dolor le impregnaba la voz. Ya sea por la fiereza con que lo dijo o por como percibió su lengua infiltrándose para encontrar la suya, hizo precisamente lo ordenado.
