¡Muy buenas a todos! Hoy ando perezosa, así que abreviaré absolutamente todo. Un saludo a Wesker144; esperamos que te esté gustando la historia y que sigas leyéndonos. Eres bienvenido a preguntar cualquier cosa (que responderé si los spoilers me lo permiten).

Y ahora, a disfrutar de la historia.


Capítulo 130: Fantasmas del pasado

—De todos los enemigos que ese monstruo podía enviaros, ha decidido jugar con el peor de todos mis errores... —suspiró Ken.

—Ahora veo por qué estos dos no decían nada —señaló William —. Lo siento, no sabía que...

—No tienes por qué disculparte —negó Yolei —. Para quienes han sentido el frío de la oscuridad o han jugado con lo que no debían, esas memorias nunca son agradables, aunque haya pasado muchísimo tiempo.

—¿Pero tan mala es la situación? —preguntó Odd, ganándose una colleja bastante sonora de Sissi y la mirada amenazante de Emily.

—Kimeramon se mueve simplemente buscando la destrucción —respondió Yolei.

—Algo que le viene de perlas a Xana-Lucemon —dijo Teppei.

—Lo siento, chicos... Es culpa mía que tengáis este problema ahora...

—¡Nada de eso, papá! —exclamó Chiaki —. Nos lo acabáis de decir, que Magnamon le venció.

—Lo creé yo... Si jamás hubiese dado vida a esa criatura...

—Nadie sabe lo que habría pasado —insistió la chica —. El culpable aquí es Xana-Lucemon. Él ha traído a Kimeramon del mismo modo que ha traído a MetalSeadramon, a Puppetmon, a Machinedramon y que trajo a Arukenimon y a Mummymon.

—Es cierto —dijo Koichi dando un paso al frente —. Todo el mundo tiene derecho a cometer errores. Lo importante es saber reconocerlos y corregirlos.

—Pero el peligro que supone Kimeramon para vosotros...

—Es el mismo que el que supone Duskmon —interrumpió —. De su existencia puedes culparnos a Lopmon, que corrompió los espíritus de la oscuridad, o a mí, que los usé para dañar a quienes son ahora mis amigos y familia.

—Koichi tiene razón, cariño —se agachó Yolei —. El error fue corregido y todo fue perdonado. No hay motivos para culparte de nada.

—Supongo que da igual lo que diga, ¿no? —preguntó Ken intentando sonreír.

—Vamos a seguir todos en la misma línea —aseguró Chiaki.

—¿Ken?

Más de uno se volteó para ver entrar a Wormmon, seguido de cerca por Hawkmon. Cerrando el grupo, Ace empezó a explicar el motivo de su retraso. Lopmon no tardó en saltar de donde se encontraba, cediendo el espacio al digimon verde que ya empezaba a trepar por la pierna de Ken susurrándole palabras de ánimo.

—Será mejor que les dejemos un rato a solas —dijo Yumi en voz baja. Más de uno asintió y empezó a salir.

—Algo me dice que vamos a seguir sin tener un plan de ataque definido contra Kimeramon por un rato más —suspiró Takuya.

—¿En serio te preocupa ahora eso? —cuestionó Leire.

—Al menos, no estoy pensando en si debería darle forma de T o plana al tejado del hangar como Jeremy —señaló.

—Esto ya es...

—¡El colmo! —estalló Lunamon, sobresaltando a todos —. ¡Jeremy Belpois! ¡¿Qué tienes en contra del descanso?!

Las protestas de la digimon y los quejidos de Jeremy no tardaron en ser la música de fondo en el lugar, haciendo que más de uno dudase entre asomarse a observar o pasar de largo ante la furia que sentían desprenderse de la conejita digital.

—Bueno, ¿y qué hacemos ahora? Realmente creía que al tener aquí a adultos que conocían a Kimeramon, podríamos avanzar en eso de fastidiar los planes de Xana-Lucemon —declaró Takuya.

—No queda otra que esperar que las cosas se calmen —dijo JP.

—En serio, me siento fatal por haber dicho que se trataba de Kimeramon —dijo William.

—Patamon y Gatomon estaban pensando demasiado, eternamente en silencio tampoco podíamos estar —negó Gaomon.

—¿Por qué no nos han querido contar la historia antes de que llegaran los adultos? —preguntó Sissi.

—Quizás esperaban que fuese otro quien viniese —dijo Kouji —. Con otro de los adultos aquí, a quien no le afectase tanto la aparición de Kimeramon, las cosas habrían cambiado.

—Habríamos montado un plan de ataque directamente omitiendo la historia tras la creación de esa bestia —dijo Neila —. Pero es como tu hermano dijo, aunque conozcamos lo que pasó, no culpamos a ninguno de los adultos porque aparezcan digimons a los que enfrentaron cuando eran niños.

—Los adultos son demasiado complicados —declaró Aelita con un sonoro resoplo.

—El día que te hagas adulta, a ver si eres sencilla —picó Yumi.

—Pero ahora sabemos perfectamente cómo vencer a Kimeramon, ¿no? Se lo cargó Magnamon la última vez —señaló Odd.

—Para dar con él, creo que tendríamos que dar primero con mi padre —declaró la pelirrosa —. Magnamon pertenece a los Caballeros Reales y, como tal, está a las órdenes de Alphamon.

—Ace ha encontrado a Hawkmon y a Wormmon. Puede buscar también a Magnamon.

—Repito, Magnamon está bajo las órdenes de Alphamon, Odd —resopló Aelita —. Si no pillas a mi padre en el castillo de Seraphimon, nadie te sabrá decir dónde está Magnamon. Y mi padre puede estar en cualquier sitio y haber ido allí sin decirle a nadie o haciendo jurar a todos que no dirían dónde se encuentra.

—¿Realmente crees que se iría sin decirle a nadie a dónde va? —preguntó Tommy.

—Es algo que suena muy propio de él —asintió.

—No lo creo —negó Ulrich —. Tú estás aquí, sabes muchas cosas, puedes necesitar ayuda en cualquier momento. Seguro que está localizado para ti siempre que sea necesario.

—Déjame tener mis dudas...

Con alguna risa y la incansable voz de Lunamon de fondo, los chicos empezaron a separarse en pequeños grupos para seguir lo que habían estado haciendo hasta antes de la llegada de los padres de Chiaki.

—Va en serio, Lunamon enfadada da verdadero miedo —apuntó Katsuharu.

—Por otro lado, hoy Aelita parece tranquila y no tiene pinta de estar tan encerrada en sus ideas —dijo Arya.

—Bueno —se sentó junto a ella Labramon —, teniendo en cuenta que juntas son la reencarnación de Dianamon y que estamos en el mundo digital, quizás se están mezclando sus datos.

—¿Qué quieres decir? —preguntó la chica agachándose junto a él.

—Es una idea —se encogió de hombros —. Oí hablar a Impmon el otro día con Gatomon sobre algo así.

—¿No crees que es de mala educación ir espiando conversaciones ajenas? —preguntó Zoe.

—No es mi culpa tener un oído agudizado —se encogió el digimon —. A demás, solo he dicho algo que me ha sonado. Ni tan siquiera entendí lo que decían y por eso me fui. Solo capté esa idea.

—Sí, seguro que no lo has entendido —asintió Kitsumon —. Tú no te pareces en nada a Odd y en ningún momento tienes un cambio de humor que te hace parecer él.

—Bueno, ahí te equivocas —señaló Teppei, extrañando al digimon zorro —. Cuando Timy os logra arrastrar a todos para jugar, Labramon es de los que más críos parecen.

—¡Es lo que pasa cuando te diviertes! —exclamó avergonzado el cachorro digital.

—Diversión es sinónimo de ser un Odd digital.

—¡Teppei, por favor! —pidió con el rostro enrojecido Labramon.

Media hora más tarde, las voces de Lopmon y Hawkmon reunieron de nuevo al grupo. Esta vez, Jeremy era arrastrado literalmente por Lunamon mientras la conejita seguía desprendiendo furia por los ojos.

—Marchamos ya —dijo Yolei.

—Pero, la estructura de...

—Lo siento, JP, pero aunque estoy mejor, no me veo con fuerzas para seguir hablando hoy sobre Kimeramon —negó Ken.

—Informaré en casa y mañana por la mañana vendrá alguien a ayudar —aseguró la mujer —. Hasta entonces estoy segura que podréis descansar tranquilos. Que Xana-Lucemon no volverá a atacar a menos que desconectéis otra torre.

—Pues con la cantidad que hay, deberíamos volver a hundirnos mañana en algún momento entre...

—Jeremy, calla —señalaron Lunamon, Kouji y Chiaki. Más de uno intentó no reír.

—¡Solo digo que es necesario!

—Solo eres cansino —dijo la digimon.

—Si soy yo quien baja, yo diré cuándo bajo —añadió Kouji.

—Deja de pensar en el trabajo, Einstein —finalizó Chiaki.

—Al final tampoco os he podido hablar de lo que os he traído —dijo Yolei —. Hay algo de ropa que vuestros padres han pedido que os mandemos.

—Mi madre no habrá sido alertada de que un enorme digimon zombie nos está atacando ahora, ¿no? —preguntó Tommy.

—A quienes no están familiarizados con el Digimundo les contamos la verdad a medias —dijo Ken —. Les decimos que hay digimons peligrosos, pero les decimos que tenéis más nivel que ellos. La razón por la que no acabáis con ellos es porque el cabecilla no da la cara.

—Seguid así. Yo tampoco quiero a mi madre rondando por aquí —dijo Zoe —. Aguanto las videollamadas porque son eso, videollamadas.

—Descuidad, no queremos preocuparles más de la cuenta —aseguró Yolei.

—Os dejamos a Hawkmon y a Wormmon aquí —dijo Ken.

—¡Ayudaremos en todo lo que esté en nuestro poder! —exclamaron ambos.

—Mientras no ayudéis a Jeremy, todos estamos contentos de teneros en el grupo —sonrió Lunamon.

—¿Seguro que estás bien, Lunamon? —preguntó Aelita —. Te noto... rara.

—Perfectamente —dijo dedicándole una cálida sonrisa más natural en el día a día de la conejita.

—Realmente me sabe mal no poder...

—Papá, una petición de disculpa más y te tiro al mar —amenazó Chiaki.

—De acuerdo, paro ya —asintió.

—¿Queréis que os abra un portal yo? —preguntó Ace —. Será más rápido que ir al ordenador.

—Sí, gracias —aceptó Yolei antes de caminar hacia su hija y abrazarla —. Cuídate y cuida de los demás, mi sirenita.

—Lo haré, mamá.

—Y si necesitas algo, no dudes en llamarnos —añadió Ken, abrazándola también.

—Lo sé.

—Teruo, no te asustes si vienen tus padres pronto —dijo Yolei.

—Ah, vale...

—¡No! ¡A TK por aquí no lo quiero hasta que no nos hayamos cargado a Kimeramon! ¡Atadlo a donde sea, pero que no venga aquí! —chilló Patamon.

—Peor que yo no creo que se ponga —dijo con una leve sonrisa Ken.

—¿No lo recuerdas o no lo quieres recordar? —cuestionó el digimon.

—Es imposible olvidarlo —admitió.

—¿Qué me he perdido? —preguntó Yolei.

—No, nada —negó Ken acercándose a Ace —. Marchemos o los demás no tendrán tiempo de organizarse para poder venir mañana quienquiera que logre un hueco.

—¿En serio me vas a hacer ir a preguntarles a los demás? —dijo con falsa molestia la mujer.

—Tened cuidado y dadles un abrazo a todos, por favor —pidió Chiaki.

Aún hablando entre ellos, el matrimonio cruzó el vórtice. No fue hasta que se cerró por completo que la mirada de más de uno recayó sobre el digimon anaranjado.

—¿Por qué no quieres que venga mi padre? Es tu compañero humano...

—Yolei no lo ha contado porque no fue testigo. Solo Wormmon y yo lo fuimos, la verdad —dijo mirando al digimon gusano.

—¿El qué? —preguntaron varios.

—TK da verdadero miedo —dijo el verde, su cara la misma que si hubiese visto un espectro.

—¿A qué te refieres?

—Bueno, a tu padre no le hace ni pizca de gracia la oscuridad desde su primera aventura en el Digimundo. Y ahí donde lo ves una persona tranquila y pacífica, cuando quiere es peor que la oscuridad —respondió Patamon.

—¡Creí que mataría a Ken! —chilló Wormmon.

—Tampoco es tanto —negó Gatomon —. Cuando algo le da miedo a Wormmon, tiende a magnificarlo y entonces suena todo terrible...

—Pero sí es cierto que TK tenía infinitas ganas de partirle la cara a Ken ese día —declaró el anaranjado.

—¿Eso hizo mi padre? —preguntó estupefacto Teruo antes de intercambiar una mirada sorprendida con Chiaki.

—Para que luego digáis que los abusones damos miedo —alzó la voz Teppei.

Las risas volvieron al grupo altas y claras. Entre el grupo, los tres pequeños ángeles se permitieron sonreír ante el positivismo que se sentía allí, aun con los extraños gruñidos de Lunamon hacia un Jeremy que buscaba escapar para seguir con su trabajo a salvo de la digimon.