De hecho, Uriel sigue sin estar.

En realidad... quien se ha pasado un BUEN rato buscándola en el planeta tierra que tienen ahí es Sariel, que POR FIN la ha encontrado en el campo de trigo.

—Uriiiiiii!

Ella suspira al oír la voz pero no se mueve.

—Sé que estás aquí, no te veeeeeooo.

Levanta la mano y la agita.

—Ohh... menos mal —ahí va hacia ella, que sigue sentada en el suelo abrazándose las rodillas—. Estás... no estés enfadada... —se sienta frente a ella.

La mira y Sariel le sonríe un poco.

—¿Sientes... algo diferente en mí?

Sariel la mira y Uriel la mira de vuelta.

—No... No en realidad. Creo... ¿sigues enfadada?

—No...

—¿Entonces?

—Algo ha cambiado.

—¿Qué?

—No estoy segura, pero me siento diferente —se humedece los labios porque no quiere decirle

—¿Diferente bien... o diferente mal?

—B-Bien... supongo.

—No pareces muy segura...

—Aun no lo decido, es muy reciente.

—Pero qué ha pasado o por qué... estoy preocupada.

—Es... difícil de explicar. Creo que... —levanta las cejas y saca las alas, asustada, porque la frase iba a seguir con "me he rebelado contra el cielo."

—¿Q-Qué? —Sariel levanta las cejas.

Uriel se calma visiblemente al ver que siguen blancas e impolutas.

—¿Pero qué ha pasado, Uriel?

—No... puedo explicártelo.

—Ohhh... —la mira un poco desconsolada.

—Pero aparentemente voy a estar bien —se humedece los labios.

—¿Aparentemente?

—Eso espero, aun no estoy segura.

—Yo creo que sí vas a estar bien, si lo que te preocupa es lo que ha dicho Raguel, Uri... todos sabemos que no es cierto, OBVIAMENTE.

—Ya, ya... pero es que...

—¿Qué?

—Pues que no es... es que a mí me ha acusado de LO PEOR, Sariel, no es tan fácil.

—Ya, ya lo sé... pero es que TODOS sabemos que no es verdad. A ti no te gusta ni siquiera que te toquemos nosotros.

Ella se humedece los labios y se sonroja porque eso dicho ahora en este contexto suena bastante acusador.

Lo bueno, chica, es que eres negra y los sonrojos no se te notan.

Eso bueno que tiene.

—Cómo vas a cometer ESE pecado, obviamente algo está haciendo mal Raguel, ¡a mí me acusó de perezosa!

—Ya...

—¡Yo siempre soy diligente!

—Lo sé, incluso más que él mismo a veces.

—Exacto, tú eres la más casta del cielo.

—Es que no entiendo a que vienen esas acusaciones entonces, cuando además él se acuesta con ese demonio desde vete a saber cuando.

—¡EXACTO! ¡Más lujuria que la que tiene alguien que se acuesta con un demonio! —Sariel se persigna y Uriel asiente—. Pues ahí tienes, quizás sólo estaba intentando sentirse menos mal o algo.

—Pero ¿y por qué acusarnos a todos de esas cosas?

—Quizás era una prueba.

—¿De qué?

—Para ver cómo reaccionábamos a alguien haciendo todas las cosas que hace él. Quizás... nos estaba preparando.

—¿Preparando para qué? ¿Crees que puede venir algo peor?

—Creo que Raguel podría caer.

—¿Q-Qué? —se echa atrás.

—Pues se confiesa pescador y luego nos ataca...

—¿Y crees que quiere que caigamos todos? ¡Raguel no nos haría eso!

—¡El Raguel que yo conozco tampoco nos mentiría por miles de años!

—Pero es muy diferente mentirnos para esconder un hecho suyo que le avergüenza pero no nos afecta que... escribir mentiras en su libro sobre todos nosotros para hacernos caer.

—Y no le has oído, ha dicho ir va a dejar el cielo y a vivir en pecado con el demonio... se ha peleado con Gabriel.

Uriel parpadea con todo eso.

—Cómo va a venir a la tierra a... no sé. No sé... me da miedo.

—¿Y qué le... qué le habéis dicho?

—Gabriel dijo que no, pero Raguel... parecía enfadado. Muy enfadado.

—¡Pues como le iba a decir que sí! Y justo elige el momento en que todo el mundo está enfadado con él para decirlo... ¿No será auto sabotaje o algo? ¿Y si es una petición de ayuda velada?

—Pero... ¡es un mal momento cuando todos están enfadados!

—Justo eso digo, parece auto sabotaje... ¿y si el demonio le está... obligando y quiere que vayamos a sacarle de ahí sin herir sus sentimientos?

—Quizás no sabe ni cómo salir de esto —Sariel se humedece los labios.

—Igual deberíamos ir a ayudarle.

Sariel asiente, preocupada. Uriel e levanta y se sacude un poco los trocitos de paja y tierra.

—Lo que no se es... a dónde.

—Vamos a buscarle en el globo terráqueo del cielo.

—Así es como te encontré a ti —le sonríe—. Vamos.

Asiente y ahí se van un rayo al cielo. (Raguel lloriquea un poco)

Exacto. Y van a encontrar a Remiel en el globo.

—Oh, Remiel... qué bueno que estás aquí.

—¡Chicas! Uriel, ¿estás bien?

—Sí, sí... claro, ya me he calmado. Solo necesitaba un poco de aire.

—Pero estamos preocupadas por Raguel.

—¿Por?

—Creemos que el demonio le está llevando a la tierra contra su voluntad y esto es un grito de ayuda.

Remiel parpadea sin esperar eso.

—Es la única explicación lógica a que... nos esté levantando falsos.

—¿P-Pero... cómo?

—Quizás está haciéndonos notar los... pecados que le hace cometer.

—¿Y por qué asignarnos uno a cada uno?

—Pues quizás para que todos despertemos. Nos asignó además el que a cada uno nos parece peor, para molestarnos MÁS.

Uriel la mira con eso porque ¿ahora resulta que a ella le molesta más la pereza que la lujuria?

¡Pues quizás! Quizás solo porque no le están acusando de lujuria...

Ya, ya, la acusen de lo que la acusen será lo peor.

—Pero... —Remiel vacila.

—Pensamos buscarle e ir por él.

—Sí necesita que le saquemos de ahí... —añade Uriel. Remiel parpadea y las mira a una y otra.

—Pero... no parecía...

—¡Hay que sacarle de ahí!

—Vale, vale... vamos pues.

—¿Ya sabes dónde está?

—Sí, más o menos por ahí —señala Canadá. (Raguel insiste que... de verdad mejor no vayan)

—Vale, ¡pues vamos! —asiente muy convencida Sariel, ignorando todas las recomendaciones.

Uriel toma a uno y otro de los codos. Sariel asiente, muy convencida

Raguel proteeeeeeeeeeestaaaaa y Aziraphale sonríe porque la menos ya no es él el foco de atención.

—Por cierto... —empieza Uriel.

—¿Qué?

—¿Habéis... visto a A-Asmodeo volver?

—Oh, ¿¡se ha ido al fin?!

—N-No lo sé.

—Yo no lo vi y estuve un buen rato junto al globo

—¡Uriel! —grita Miguel desde el otro lado de la sala.

—¿Seguro? ¿Y en la celda? —se gira a mirarla.

—¡Has vuelto! —le sonríe sinceramente, aliviada de verla.

Uriel se sonroja un poco y se acerca a ellos, porque desde luego Gabriel va tras Miguel.

—¿Estás bien? —pregunta Miguel, mirándola de arriba a abajo nada más tenerla cerca.

—S-Sí, íbamos a... buscar a Raguel.

Miguel mira de reojo a Gabriel.

—Creemos que está en peligro —secunda Sariel.

—¿Por? ¿No iba a bajar con Aamón? —pregunta Gabriel.

—S-Sí y yo iba con él —responde Remiel.

—Pues vamos todos —sentencia Sariel

—¿No será eso un poco invasivo? —sigue Remiel.

—¿Invasivo? —pregunta Miguel casi como si le hubiéramos dicho... no sé, una peladez.

—No, si está pidiendo ayuda—sigue Uriel.

—A gritos —asiente Sariel.

—¿Está pidiendo ayuda? —insiste Gabriel sin entender y Miguel levanta las cejas.

—¿¡Y qué esperamos?!

—Estaba buscándole —explica Remiel.

—Lo que pasa es que creemos que decirnos que se va a ir a vivir ahí cuando estamos todos enfadados parece auto sabotaje, como un grito de ayuda —resume Uriel y Gabriel prpadea un poco.

—Ohh... hmm... ¿les dijo algo de eso? —pregunta Miguel no teniéndolo muy claro.

—No lo dijo pero es fácil deducirlo.

—Ya nos lo confirmará cuando le rescatemos —asiente Sariel.

Remiel traga saliva no muy seguro de eso y Gabriel se humedece los labios pensando que se alguna vez se les ocurre aparecer a todos cuando está él con Belcebú, los mata.

Es que Raguel va a matarles. En serio, si algún día van a ver la influencia del señor de la Ira sobre él... Espero que al menos toquen la puerta.

Pues... no sé si lo hagan.

—Remiel les ha localizado ya en Canadá, estábamos yéndonos.

Me parece que las chicas están en plan SWAT nos descolgamos con cuerdas y entramos por la ventana rompiendo cristales con las botas.

Va a MORIRSE Raguel... pero vale. Vale. Va a haber muchos muertos.

Aaay...

Miguel, que está de mal humor aún, si, aún... piensa que ir y desquitarse con un demonio no es del todo mala idea. Chasquea los dedos para ponerse su armadura.

Oh, vamos en ese plan, entonces... venga, espadas para todos. La casa es grande y no repara en gastos.

¿¡A dónde creen que van?!

A la guerra contra el demonio opresor, ¿no es obvio?

Es que empiezo a tener terror de... Raguel. Bueno. Ehm...

—Bien... ¡al fin bajamos una vez como si fuéramos a hacer algo útil! —protesta Miguel, asintiendo igualmente y tomando a Gabriel del brazo, que por lo visto es el encargado de bajarla a la tierra cuando van juntos. Le sonríe igual...—Te ves guapo en armadura.

—Aun me incomoda.

—Eso es porque no la llevas lo bastante —Miguel hace los ojos en blanco.

Y porque es un poco medieval, piensa para sí mismo

—Además de ÚTIL. Ya deberías llevarla con Belcebú cada vez.

—A veces llevo la... parte importante.

Miguel levanta una ceja, sospecho que cada uno tiene una definición diferente de parte importante.

—Menos mal.

Gabriel le sonríe un poquito.

—Ojalá Raguel también traiga puesta la parte importante.

—No lo creo.

—¿Por? ¿Crees que es demasiado confiado?

—No, pero no estoy seguro que Uriel esté interpretando bien esto cuando dice que está pidiendo ayuda.

—Probablemente si no está pidiendo ayuda, debería pedirla

—Y lo dices tú que casi me cortas el cuello hace un cuarto de hora cuando te he dicho que yo te iba a ayudar.

—Esto es COMPLETAMENTE distinto.

Gabriel sonríe un poquito, mirándola de reojo.

—Yo no necesito PROTECCIÓN, ni mi vida está en peligro.

Él se ríe suavemente así un poquito jijiji.

—¡Lo digo en serio!

—Lo sé, lo sé —asiente y... vuelve a abrazarla, pasándole un brazo por los hombros y apretándola contra sí.

¡Miguel se sonroja porque ese no es el puto punto!

Igual hasta te llevas un beso en la mejilla porque mira que mona eres.

¡Ugh!

—¡Gabriel! Deja de... inventarte el punto.

—Ni siquiera te estoy diciendo nada.

—Y crees que no te conozco.

—Sí.

—Estás pensando que... ¡cosas! No voy a volverle a ver, para que dejes de pensarlas.

—Sí lo harás, vamos a hacer que esto funcione... juntos.

—Vamos a frustrarnos juntos... debería conseguirme a alguien más.

—Para frustrarte con alguien ya lo tienes a él.

—¡Para no frustrarme! Alguien... que sí sea guapo y que sí sea... no se, agradable, que sí tenga carisma, que sí me escuche.

—Estás pidiendo un ángel.

—¿Belcebú no te hace todas esas cosas?

—¿Ser guapa, carismática, agradable y buena escuchando? Creo que... una de cuatro. O más bien media, de cuatro.

—¿Cuál de todas? Guapa no es. Carismática menos. Agradable definitivamente no y si escucha será porque no le queda de otra. Insisto... ¿qué es lo que te da?

—Miedo.

—¿Me estás pidiendo ayuda? Porque puedo ir y matarla, ya te lo he ofrecido antes —Miguel levanta una ceja.

Gabriel se ríe porque está bromeando y niega con la cabeza y las manos.

—Un buen susto al menos.

—Centra tus esfuerzos en el tuyo.

—¡No voy a hacer ningún esfuerzo por él!

—A lo mejor no le iría mal un susto

Miguel le mira de reojo y Gabriel se encoge de hombros.

—¿Un... susto? ¿De qué tipo?

—Pues tú decías de darle uno a Belcebú.

—Ahh... Ugh. ¡Pero no es lo mismo!

—¿ Por?

—Porque Belcebú sí... activamente te...

—¿Aja?

—Olvídalo.

—No, di.

—Es... claro lo que quiere.

—Ya le he encontrado —asegura Remiel de repente.

Haciendo que Miguel se sonroje y se gire a él, carraspeando.

—Pues no perdamos más tiempo —sigue Uriel. Gabriel saca el teléfono y le escribe a Daniel que van a bajar todos a la tierra por si alguien les busca.

Espero que suban todos completos.

Pues son seis contra uno.

Dos... Igualmente.

—Vamos, sí —asiente Sariel

Según ellos... y ahí van todos abajo de la manita como buenos angelitos. ¡No deberían!

Ya... ya. Eso te pasa por llamarles pecadores a todos.

Quiero decir que Raguel está... disfrutando a Aamón.

¿Otra vez? ¿No estaban comiendo carne ahumada?

Ojalá estuvieran sentados en la mesa del comedor comiendo carne ahumada cada uno aún lado de la mesa. Así todos... propios. Eso sería menos terrible, sin duda.

Igual y no... No sé, que él diga.

De hecho le parece bien, visto lo visto... mejor estar sentados en la mesa. Vale. Le gusta la idea. Vestidos. Hasta parecen amigos. Lo que pasa es que él llegó enfadado, medio asustado, con el jerez apropiado. Y creo que fue directamente a quejarse y a besarle y a... tontear un poco. Y deben estar de menos comiendo en bata en la terraza.

Tal vez Aamón lleva solo el delantal de "Kiss the cook"

¿Ves? Eso es lo que temíamos.

¡Pues! Si le ha prometido ir a estrenar el jacuzzi después de cenar.

Y es que... ya se ha olvidado de que estaba enfadado, bebiendo jerez y riéndose de alguna tontería, comiendo un poco de más y haciéndole ojitos... relajado y más feliz de lo que ha estado en muchos, muchísimos años.

Mientras Aamón le cuenta sus aventuras en el supermercado porque ya no quieren hablar más de cómo se han puesto todos cuando les ha dicho... pues la verdad.

Y es que Raguel ni siquiera se imagina un supermercado... haciéndole preguntas tontas como si hay un pasillo de agua bendita.

—¿Por qué iba alguien a comprar agua bendita en un supermercado si la dan gratis en la iglesia?

—No sé, podrían darla gratis en el supermercado también, es un artículo de primerísima necesidad —risita, otro traguito.

—Qué va a ser de primerísima necesidad.

Raguel se ríe.

—¿Al menos no le has gritado a todo mundo y ahora tendré que ir yo al mega-mercado este de ahora en adelante?

—Me he enterado que... hay más de uno.

—¿Mercado?

—Sí.

—¿De verdad? ¿Y para qué quieren más de uno? —pregunta haciéndole un cariñito con el pie por debajo de la mesa.

Se encoge de hombros sin estar seguro.

—Yo lo que creo es que... esta nueva humanidad nos va a costar un poco de trabajo con todos esos motores y ruido...

—¿Por? —le tiende la mano por encima de la mesa. Raguel estira la suya y se la toma, acariciándole con el pulgar. Sonríe.

—Todo es más rápido que antes... aunque has conseguido el lugar perfecto, lejos del ruido y la gente —sonríe más aún.

—Supuse que te gustaría —le sonríe

—No más que tú.

—Hombre, solo faltaría.

—Pues... está cerca, ¿eh?

—¡Ala!

—Hombre, es que mira la estética de todo el lugar... es perfecta.

Se ríe.

—Y tiene un... cook...

—No quieres que te responda a eso.

—Sí quiero.

—Esa segunda O es una C

—Co... ck? Oh! Aamón!

Se ríe travieso y se sonroja un poquito.

—Eso... también lo incluye la casa. El más delicioso... —se humedece los labios

—Anda ya... no lo incluye la casa, si quieres otra se irá contigo.

—¿A dónde vaya? —Raguel sonríe de lado.

Asiente.

—No entiendo cómo puedo desearte aun tanto, después de estos días y de hace rato... debe ser el delantal.

—¿Quieres que me lo quite? —Se ríe otra vez.

—Sí.

—Nah, pierde mucho el encanto.

—La gracia es dejar cosas a la imaginación... y verte el culo.

—Sí, exacto. Y la parte del Kiss, no te olvides de eso.

—Ven... —tira de su mano y se le acerca sobre la mesa.

Ahí va y es a medio beso que... Uuuugh.

SWAT heaven irrumpe con música de misión imposible de fondo.

Joder.

Raguel también los odia. La primera que sale es... Miguel, con la espada DE FUERA.

Amón se separa del beso parpadeando porque lo último que esperaba...

—RAGUEL!

Es que el salto del nombrado. EL SALTO.

—¿M-Miguel?

—¡Aléjate de él!

Aamón mira a Miguel y luego al resto de la comitiva, la verdad, acojonándose un poco.

Y es que... están TODOS aquí. ¿Qué hacen aquí?

No y todos de armadura.

¡Sí! El primer instinto de Raguel es proteger a Aamón, casi salta por encima de la mesa, poniéndose entre él y... Dios mío, es que son muchos. Miguel, entre él y Miguel, lo primero.

—¿Qué pasa? ¿Qué hacen aquí?

Aamón le toma de la cintura, bastante alarmado y escondiéndose un poco.

—Hemos captado el mensaje y venimos a liberarte —explica Uriel.

Raguel extiende los brazos intentando abarcar la mayor cantidad de área de defensa posible. Pero es que... Sariel les rodea. Raguel cuenta, rápido... ¿han venido por él AQUÍ? ¿ASÍ?

—L-Liberarme de... ¡M-Miguel baja la espada! —es que chilla, en pánico, ¡porque es que la conoce!

Gabriel también les rodea del otro lado, el único que parece escondido tras las otras dos es Remiel apretando los ojos y disculpándose a susurros.

—Del demonio que te tiene retenido contra tu voluntad —sigue Uriel.

Raguel mira a Gabriel y... la mirada de sentirse traicionado que le echa. Espera que te ve a ti, Remiel

—¿C-Contra... contra mi voluntad? No estoy aquí co... ¡Miguel! ¡Baja la espada! —es que quisiera engullir a Aamón, cubrirle del todo de cualquier forma.

Aamón saca sus alas de búho y sinceramente, la cola de serpiente se le sale sola...

¡No ayudas, no ayudas!

A Sariel le tiembla un poco la mano con espada.

—No hace falta que finjas más solo por estar aterrorizado —replica Uriel que también alza la espada con eso.

—Sabemos lo que te pasa... ¡y haremos todo lo necesario para sacarte de aquí! —chilla Sariel, asustándose.

Gabriel también se tensa, dando un paso al frente amenazadoramente y es que...

—Gabriel, ¡para esto! ¡No estoy aquí contra mi voluntad y lo sabes bien! ¡Esta es mi casa! —saca las alas, solo para cubrir aún más espacio—. ¡No le toquen!

Aamón hace el truco del apocalipsis zombie tirando de Raguel de la cintura al sentirse amenazado. Bajando a la bodega. Buen movimiento para hacerles creer que no lo estás secuestrando.

Raguel grita un poco asustado, no de Aamón, la verdad, sino porque ha pasado algo distinto y estaba demasiado en tensión.

—¡NOOO! —protesta Uriel pensando que se lo ha llevado al infierno, tirándose a ver si lo atrapa antes, pero no lo consigue.

—¡No! —grita Miguel clavando la espada en el suelo, haciendo que se cimbre la casa.

Bloody hell! —protesta Gabriel mirando alrededor. Ahora tendrían que puto bajar otra vez y lo del apocalipsis zombie a ellos no se les da, tendrían que ir a una escalera y bajar y... para entonces ya tendrían a Raguel encerrado en quien sabe que celda.

—¡Corred, tenemos que ir por él! —les apresura Gabriel subiendo al cielo con el rayo y ahí se van, todos detrás, menos Remiel.

Aamón mira a Raguel, soltándole una vez están a salvo en el piso de abajo.

—¿Qué está pasando?

Raguel se gira a mirarle, a ver si está entero, herido, le revisa casi completo poniéndole manos encima y... curándole.

—¿Estás bien? ¿Te han hecho algo?

Al demonio se le esconden las alas y la cola cuando hace eso, pero nada más.

—Aamón, ¿¡estás bien?! —pregunta gritando en susurros.

—Estás... ¿les has dicho que vengan por ti? ¿Otra vez?

—¡NO! —protesta y es que... parece entero y completo y... ¿qué demonios hacen aquí? —. ¿Estás bien o no? ¿Te han hecho daño?

—Tú eres el que me hace daño ¿Por qué me haces esto otra vez? —pasito atrás, se le humedecen los ojos—. Sabía que no debía acostarme contigo, lo sabía. ¡Lo sabía!

—Yo no he hecho nada. Aamón, estoy aquí, ¡no voy a irme! —da un paso hacia él, agobiándose al segundo y tomándole de los brazos—. ¡Han sido ellos! No voy a irme, ¡estoy contigo!

Aamón le mira, intentando contener sus emociones, especialmente la... bueno, ira.

—Están mal, ellos están mal —le hace sentir amor, acercándose más para abrazarle —. No me estoy yendo, no voy a irme, estoy aquí.

Especialmente porque siente que necesita explotar. Aprieta los ojos intentando apaciguarse y la verdad, el amor ayuda.

—No sé qué hacen aquí... no deberían estar aquí. No les quiero aquí... —le aprieta contra sí, con fuerza. Ni siquiera le han dado tiempo de enfadarse.

Le abraza de vuelta pasado el pánico inicial porque tampoco los quiere aquí y de repente se oye algo caerse arriba.

Raguel respira otra vez cuando le abraza y pega un saltito al notar el ruido.

—Necesito... calmarles y echarles... y que tú estés seguro —quiere matarles también, por cierto... empezando a enfadarse, pasando el pánico inicial.

—Voy a matarlos —decide, enfocando la ira hacia otro lado, frunciendo el ceño y volviendo a sacar las alas.

Raguel aprieta los ojos... porque quiere matarles él mismo, la verdad. Con sus propias manos.

—N-No si... les mato yo antes.

Aamón parpadea un instante con eso y ¡no le hagas reír que se le pasa el enfado!

¡Él lo está diciendo muy en serio!

Aun así se va para arriba, por las escaleras otra vez y ahí está Remiel intentando arreglar lo que sea que ha tirado sin querer.

Raguel le sigue, muy decidido a al menos gritarles a todos.

—Tú... sigues aquí.

Y la verdad... es que Raguel NO ESPERABA ver a Remiel aquí. El ángel levanta las manos porque creía que no estaban.

—R-Raguel...

—Remiel —susurra Raguel con un tono de tremenda... decepción.

—S-Se han ido todos... a buscarte. Al infierno —explica un poco nervioso. Se ha quitado la armadura cuando se han ido.

—¿Y por qué no has ido tú con ellos? —pregunta Aamón.

—Estaba... Quería ver si realmente estabas siendo retenido o todo era un malentendido —explica nervioso.

—Te he dicho que... estaba aquí, que estaba feliz. Te lo he dicho a ti... que no te preocuparas. ¿Y les has traído a todos? Con armadura y todo...

—¡No les he traído! Uriel ha subido diciendo que tú estabas intentando auto sabotearte y que era un grito de ayuda y luego han llegado Miguel y Gabriel... todos estaban enfadados contigo y aun así han bajado a salvarte.

—No estoy pidiendo ayuda. ¡No necesito que me salven! —protesta pellizcándose el puente de la nariz.

—Tal vez deberíamos ir a pararles antes que bajen al infierno.

—¡Es que no puedo creer que me crean tan idiota! —Raguel respira profundamente.

Remiel se encoge de hombros y Raguel le fulmina, porque sí que está enfadado con todos, él incluido. Mira a Aamón.

—Voy a subir a arreglar esto... si no bajo en dos horas, ven por mí.

Aamón frunce el ceño porque no quiere que se vaya ahora. Raguel le mira... y se humedece los labios, porque tampoco quiere irse. Lo que quiere es quemar el cielo; sinceramente, y con el a todos los demás Arcángeles. Debes de sentir la ira flotar en el aire, Aamón.

La verdad, por algún motivo que la tenga Raguel a él le calma.

—Si no dejo claro ahora mismo que esto no pueden repetirlo, van a venir así cuando quieran —insiste y se le acerca, dándole un beso en los labios.

—P-Pero... —se lo devuelve.

No le besa ni suave ni poquito, le aprieta contra si... con los brazos, aunque se separa antes de tiempo.

Remiel levanta las cejas porque sí siente el amor de... los dos.

—Ahora vuelvo... —le acaricia la cara y sonríe un poco—. De hecho... ¿quieres venir?

Aamón parpadea... y asiente. Raguel le mira a los ojos... y sonríe un poquito de lado.

—Pero... —vacila Remiel.

—Quizás... no sea tan buena idea —Raguel le guiña un ojo a Aamón, cómplice, esperando que entienda lo que quiere decir—. Mejor... quédate en la cama y espérame ahí.

Aamón le mira sin saber si quiere que suba entonces o no

Sí, sí que quiere que subas.

—Dame... un beso de despedida... ¿Vale?

Le mira a los ojos intensamente y asiente. Raguel le abraza de la cintura con los dos brazos y le besa. Y... se le va a meter dentro.

Muy bien, Raguel, es que se le doblan un poco las rodillas inevitablemente, soltando un buen gemido y... cayéndose de frente, porque... somos tontos. En cuanto se calma un poco y le siente ahí chasquea los dedos y su cuerpo desaparece.

Remiel parpadea y se acerca a sujetarle, corriendo.

Raguel, parece que ha corrido una buena distancia, respirando aún con dificultad. Mira que no era el primero del día... y esperaba poder controlarlo mejor, pero...

—¿Estás bien? —Remiel le sostiene del brazo.

—S-Sí... sí. E-Ehm... t-tuve que...

—¿Te ha hecho algo el demonio?

—No, lo... tuve que enviar yo a... e-encerrar.

—¿Encerrarlo?

—Ehm... sí. Si no, iba a seguirnos.

—Oh... —asiente.

—Vamos a... Vamos arriba.

Asiente.

"Aamón?"

"Estoy aquí."

"¿Estás bien?"

"Sí"

—Remiel...

Le mira

—Eres bienvenido aquí todas las veces que quieras, solo... no vuelvas a venir sin avisar.

—L-Lo siento.

—Vamos al cielo.

Asiente.

Le toma del brazo y él lo lleva en un rayo, así que... ahí llegan y todos están yendo de un lado a otro un poco como gallina sin cabeza.