LA ETERNA ESPERA.

5. Escape


[La Historia, imágenes y personajes NO me pertenecen, los tome para entretenimiento, SIN ánimo de LUCRO]


—Despertad, dormilonas.

Hinata se despertó inmediatamente al oír a Tenten. Su cuerpo y su mente se pusieron alerta enseguida. Sentada miró con atención a su alrededor y vio a la inglesa, que se acercaba desde el río. Hinata se quedó boquiabierta.

Ya era de día, no se había producido ningún ataque y ella se había quedado dormida, lo mismo que Shion, según vio con consternación mientras la otra se sentaba a su lado e inspeccionaba el claro con el ceño fruncido.

—¿Cómo diablos te has levantado y has ido al río sin que te oyéramos? Tenten levantó sus cejas al oír la pregunta.

—Me moví con sigilo y salté por encima de vosotras. Dormíais como angelitos y no quería despertaros.

—¿Con sigilo? —preguntó incrédula Hinata, después miró a Shion.

—Con sigilo. Saltó sobre nosotras.

—De mucho habríamos servido si nos hubieran atacado —rezongó Shion poniéndose de pie—. ¿Por qué no habrán atacado?

—¿Quién? —preguntó Tenten, sorprendida, cuando estuvo cerca de ellas.

—Me imagino que se refería a nosotros.

Las tres mujeres se volvieron hacia la voz de barítono que había pronunciado aquellas palabras. Tanto Hinata como Shion cogieron sus espadas, pero se relajaron y suspiraron aliviadas cuando vieron quién era.

—¡Shisui! —dijo Hinata bruscamente y volvió a guardar la espada—. ¿Qué haces aquí?

—Asegurarme de que el inglés no pierda la vida en vuestra persecución.

Entornando los ojos, Hinata preguntó: —¿Está él contigo?

En respuesta, lord Naruto salió de entre los árboles y se plantó frente a ellas.

Hinata movió la cabeza, disgustada.

—Bien podríais haberos hecho presentes anoche. Entonces no habríamos tenido que velar pensando que estábamos a punto de ser atacadas.

—A mí me pareció que estabais durmiendo bastante bien —comentó Shisui, divertido—. Y así debía ser, porque estuvisteis vigiladas toda la noche.

—No toda la noche —corrigió lord Neji, uniéndose a los otros dos hombres—. Llegamos hace un par de horas. Nos quedamos en el bosque para no interrumpir vuestro descanso.

Hinata hizo un gesto de disgusto y volvió sus ojos hacia Shion. La otra mujer parecía igualmente preocupada. Estaban convencidas de que alguien las había seguido todo el día. Habían sentido esa presencia al acampar para pasar la noche. Pero según lord Neji, ellos sólo habían llegado unas pocas horas antes.

—¿Por qué estáis tan preocupadas?

La pregunta de Naruto atrajo la mirada de Hinata hacia su prometido. No parecía particularmente complacido de haberla encontrado. A decir verdad, él parecía tan malhumorado como ella, que en realidad había dormido muy poco. No esperaba otra cosa, pero de todos modos era una puñalada para su orgullo.

Shisui la salvó de hacer cualquier comentario, soltando una carcajada.

—Porque ella sabe que no somos las únicas bestias que hay en estos bosques.

Antes de que cualquiera de los ingleses pudiera preguntarle qué quería decir, el escocés cerró los labios y soltó un silbido penetrante.

Unos segundos después crujieron los arbustos a los dos lados del grupo, y dos escoceses salieron al centro. Ambos eran hombres de Uchiha. Shisui hizo un gesto con la cabeza y luego explicó:—Les encargué que siguieran a Hinata y a Shion mientras yo regresaba a buscaros a vosotros.

Hinata miró a los soldados de su padre, ahora sabía a quién culpar de que su prometido la hubiera hallado. Se dio la vuelta y lanzó una mirada feroz al inglés.

—¿Qué queréis vos?

—¿Vos qué creéis? —respondió el.

—Yo creo que deseáis iros a casa y olvidar que algún día oísteis mi nombre —admitió ella—. Y como es lo mismo que yo quiero, ¿por qué no lo hacéis?

Naruto parpadeó confundido al oír su hosca respuesta.

—¿Qué?

—Ya me habéis oído. No quiero casarme con vos, y vos no queréis casaros conmigo, así que lo mejor es que deis la vuelta y volváis a casa.

Naruto se quedó boquiabierto al oírla. Su temple lo sorprendía. Las mujeres que él conocía, y conocía a muchas, no hablaban con tanta crudeza y sinceridad. Habrían chillado, suspirado, habrían insinuado esto o lo otro, pero nunca habrían sido tan desagradables.

No podía creer que ella lo hubiera hecho. ¿La habría oído bien? Muchas mujeres le habían rogado que se casara con ellas, otras lo habían amenazado con suicidarse por amor a él.

Naruto se había imaginado a la mocosa, si es que alguna vez había pensado en ella, contando los años, preguntándose cuándo iría a buscarla y rogándole a Dios que lo hiciera.

No sólo porque todas las mujeres reaccionaban así ante él, sino también porque la vida de soltera podía ser muy desagradable. Sin embargo, ahí la tenía, afirmando que todo lo que deseaba era que la dejara en aquel estado tan desagradable.

Tenía que estar fingiendo, decidió, y sonrió al pensarlo. Las mujeres solían recurrir a muchos trucos para atraerlo y, amazona o no, Hinata Uchiha seguía siendo una mujer. Relajándose al recuperar la confianza, Naruto le lanzó una sonrisa encantadora.

—Cuidado, milady, podría pensar que no os ha causado ninguna satisfacción verme.

—Sería la forma correcta de pensar.

Naruto la miró atónito.

—Si pretendéis que crea que no habéis estado suspirando estos últimos diez años…

—¿Suspirando? —lo interrumpió Hinata con una risa áspera—. ¿Os parece que soy de las que suspiran? No, ciertamente, milord, he estado disfrutando mi libertad… de muchas y variadas maneras.

Naruto la miró fijamente, luego su rostro enrojeció de ira al comprender la sugerencia que se escondía tras sus palabras.

—Vos…

—Es suficiente —interrumpió secamente lord Neji—, ya hemos perdido bastante tiempo. Ahora vayamos a Sharingan y concluyamos el asunto.

—Adelante, marchad —dijo Hinata entre dientes, dirigiéndose a los caballos—. Shion y yo os encontraremos allí cuando volvamos de Inglaterra.

—¡Inglaterra! —exclamaron Neji y Naruto al unísono.

—Sí, Inglaterra —afirmó Hinata con firmeza—. Lo hemos prometido —hizo un gesto mirando a lady Tenten y viendo con nuevos ojos los hábitos de la religiosa—. Hemos prometido a la hermana que la acompañaríamos a su casa en Inglaterra. Quiere visitar a su familia. Le juramos que la dejaríamos allí sana y salva. —Miró a los hombres con dulzura—. No querréis que rompamos nuestra promesa a una mujer de Dios, ¿verdad?

Naruto frunció el ceño y miró a su prometida. Aquella repentina dulzura en sus palabras le resultaba sospechosa. Las palabras de Neji le hicieron salir de sus recelosas meditaciones.

—Es imposible. Eso prolongaría este suplicio al menos una semana más, quizá dos.

Como Naruto se quedó pensativo por la verdad que había en tales palabras, Hinata lo miró con resentimiento.

—¿Qué proponéis? ¿Que la dejemos aquí en el bosque para que viaje sola sin que nadie cuide de ella?

—No, por supuesto que no —murmuró Naruto, recuperando de pronto la alegría—. Tendremos que acompañarla.

Cuando Neji se volvió a mirarlo, consternado, él se encogió de hombros.

—Bueno, ella ha dado su palabra, y como es mi prometida, su palabra es mi palabra. Y una promesa es una promesa. Es imposible que la obliguemos a romper su promesa.

Puesto que Neji seguía mirándolo, demasiado enfadado para hablar, Naruto se movió incómodo y miró a Hinata con dureza.

—La acompañaremos a casa como habéis prometido; sin embargo, eso es todo lo que haremos.

Hinata se relajó e incluso llegó a sonreírle.

—Es todo lo que pido, milord.

Naruto parpadeó. La mujer tenía una sonrisa encantadora, muy encantadora. ¿Por qué no lo había notado antes? Porque ella no le había sonreído antes.

—No. —Todos miraron al obispo, que salía de los matorrales y se acercaba al grupo—. Perdonad a un hombre viejo por interrumpiros, pero me parece que un desvío hacia Inglaterra serviría de muy poco y sólo retrasaría una boda que ya se ha demorado demasiado tiempo. Debemos dirigirnos a Sharingan.

—Pero y ¿qué pasa con la hermana? —preguntó Hinata, descorazonada al ver que la oportunidad de retrasar la boda se le iba de las manos.

—La solución es simple —dijo el obispo con dulzura y luego miró a Tenten—.

¿Hermana…?

—Tenten —dijo la mujer.

El obispo movió la cabeza con solemnidad.

—Hermana Tenten, puedes viajar con nosotros hasta Sharingan para asistir a la boda si así lo deseas. Lord Neji y yo regresaremos a Inglaterra después y nos complacería mucho escoltarte. O tal vez —añadió cuando Hinata intentó protestar— podamos prescindir de tres hombres para que te escolten ahora. De todos modos, y gracias a lord Fugaku, ahora tenemos tres hombres más que cuando iniciamos el viaje.

Con un movimiento de la cabeza, había señalado a Shisui y a sus dos hombres mientras hablaba. Después levantó las cejas y se dispuso a escuchar, a la espera de la decisión de Tenten.

Ésta, por su parte, parecía muy confundida. Se dio la vuelta y miró a Hinata, luego al obispo y finalmente dijo: —Asistiré a la boda.

—Bueno, entonces nos dirigiremos a Sharingan.

El obispo sonrió amablemente, luego se volvió y se dirigió hacia los árboles para regresar al campamento que los hombres habían ocupado durante las altas horas de la madrugada.

Naruto miró tristemente al obispo que desaparecía, luego a su prometida, y suspiró. Finalmente, sacudió la cabeza y ordenó a Pequeño Killer B que condujera sus caballos al claro. Neji se acercó a su lado.

—Deberíamos desarmarlas —murmuró el hombre del rey, mientras preparaban los caballos.

Naruto lo miró sorprendido.

—¿Crees que volverán a utilizar sus armas contra nosotros?

—Ya lo han hecho.

—Eso fue en la abadía y no sabían quiénes éramos. No trataron de luchar para lograr salir del claro —afirmó Naruto mientras su mirada se deslizaba sobre el cuerpo de Hinata. Aunque inicialmente le había sorprendido verla con pantalones, empezaba a valorar lo bien que lucían sobre sus curvas delicadas y…

—Sí —dijo Neji interrumpiendo sus pensamientos—. Pero hay menos posibilidades de que traten de escapar si no tienen sus espadas.

Al oír estas palabras Naruto torció el gesto. Todavía le costaba perdonar a su prometida que no quisiera casarse con él. Al fin y al cabo, él era quien debía, y así lo había hecho, mostrarse reacio a casarse con ella, una de las aterradoras mujeres

Uchiha.

Esa mujer debería estar agradecida porque él había ido en su busca, sin importar la tardanza. Pero parecía que no tenía ningún deseo de convertirse en su esposa.

Su esposa, sí. Empezaba a parecerle fascinante, reconoció, y luego cayó en la cuenta de que la joven todavía no había podido escuchar ninguna de las palabras dulces que salían de su boca en presencia de las mujeres. Normalmente, al conocerla habría empezado a soltar una catarata de palabras exaltando la belleza femenina.

Pero no tuvo el más mínimo deseo de hacerlo cuando se encontró con su prometida. De hecho, había estado mucho más dispuesto a maldecirla que a enamorarla con sus dulces palabras. Era muy extraño.

Moviendo la cabeza, se adelantó, y rápidamente le quitó la espada, aprovechando que ella, distraída, andaba atareada con su caballo. Hinata debió de presentir su acercamiento, porque se puso tensa un momento antes de que él la alcanzara; pero no hizo ningún movimiento de resistencia mientras la desarmaba. Por el contrario, esperó a que él se alejara para volverse lentamente a mirarlo.

—Podríais habérmela pedido, milord.

Naruto alzó las cejas. Esperaba una reacción llena de ira, rabia, incluso gruñidos o puñetazos. Pero ella se mostró totalmente calmada. Incluso lanzó una serena mirada a su compañera, que hizo que la pequeña guerrera desenvainara su espada para entregársela al inglés.

Naruto aceptó las armas con cierta sorpresa. Dio un paso cauteloso hacia atrás y confesó: —No creí que las entregaríais voluntariamente.

—¿Por qué no? —Hinata tenía ahora una expresión divertida—: Si os sentís más tranquilo porque voy desarmada, que así sea. Además, seguramente, con tantos hombres altos y fuertes a nuestro alrededor no tendremos necesidad de defendernos.

Naruto frunció el ceño. No había ninguna malicia en su expresión, ni la más mínima señal de sarcasmo en el tono, y a pesar de ello, estaba seguro de que se estaba riendo de él. Y, lo que todavía era peor, sospechaba que la pequeñita, su amiga, había comprendido el chiste y también se estaba burlando en silencio.

Con cara de pocos amigos, rezongó entre dientes y se alejó para unirse a lord Neji.

—¿Crees que ha sido sensato entregar nuestras armas? —preguntó Shion en voz baja.

Hinata se encogió de hombros.

—Creo que tendrán menos temor de que escapemos si no vamos armadas. Además, podemos reemplazarlas fácilmente.

—¿Cómo? —preguntó Tenten acercándose a ellas.

—Tenemos amigos no muy lejos de aquí —dijo Hinata con tranquilidad, y luego miró a los hombres.

El obispo y el tipo grande de la capilla habían dejado el claro y se habían llevado los animales, quizá a pastar.

Eso dejaba a Namikaze, lord Neji, Shisui y los otros dos hombres de Uchiha sin caballos. Difícilmente habría otro momento tan adecuado para intentar la fuga.

—Shion, ayuda a Tenten a montar en su caballo. Shion comprendió lo que planeaba su prima, asintió, tomó a Tenten por el brazo y la condujo junto a la enorme bestia frente a la cual estaba Hinata.

Lentamente, ésta dio un paso hacia la cabeza de su caballo y empezó a mimarlo suavemente, mirando hacia los hombres que todavía hablaban en la orilla del claro; luego miró a las dos mujeres y a los dos caballos que se habían situado delante de ella para ocultarla. Shion ayudó a Tenten a montar y le dijo que tendiera el cuerpo y la cabeza sobre el cuello del animal para no llamar la atención.

Luego se dirigió hacia su propio caballo y rápidamente montó sobre él, apretando el cuerpo contra el cuello del animal. Al ver que los hombres no habían notado sus movimientos, Hinata regresó al lado de su semental, cogió las riendas, puso un pie en el estribo, movió la mano a toda prisa y se apoyó en el pie para pasar rápidamente la otra pierna sobre la silla del caballo.

Ya se había montado y estaba tratando de agarrar las riendas de Tenten, cuando se oyó el esperado grito de alarma. Ignorándolo, Hinata tiró de las riendas de su caballo y presionó los talones contra su vientre, exigiéndole salir a toda velocidad. La bestia arrancó de inmediato, con Tenten tras ella y Shion en pos de ambas.

—¡Maldición Pequeño Killer B, ¡trae los caballos! —rugió Naruto, dando la espalda a las mujeres que desaparecían adentrándose en el bosque.

Neji lo seguía muy de cerca y le habló con ironía.

—No me digas que quieres de verdad que la boda se realice. Yo había empezado a pensar que simplemente me llevabas a tu lado, haciendo todo lo posible por arruinar mis esfuerzos, hasta que el acuerdo se rompiera por aburrimiento o la dama escapara definitivamente.

Haciendo una pausa, Naruto se volvió para mirarlo.

—No creas que he cambiado de opinión acerca de la boda. Sin embargo, si continúo dejando la situación en tus manos, mucho me temo que seguiré de un lado para el otro indefinidamente, persiguiendo a la mujer de un extremo a otro de Escocia. Es mucho mejor tratar de que las cosas se definan de una manera u otra escoltándola hasta Sharingan, y me parece que la única forma de lograrlo es hacerlo a mi manera.

Tras esas palabras insultantes, se dio la vuelta para seguir adelante y sólo se detuvo cuando apareció Pequeño Killer B tirando de los tres caballos.

—Se han escapado —explicó secamente Naruto, respondiendo a la pregunta que se dibujaba en los ojos del gigante mientras agarraba las riendas. Luego se montó rápidamente; lord Neji hizo lo mismo. Miró a los hombres Uchiha y frunció el ceño al ver sus expresiones solemnes.

—Montad vuestros caballos y seguid con los otros hombres.

Shisui asintió estoicamente. Mostró una expresión muy seria y preocupada, hasta que los tres hombres empezaron a cabalgar y se perdieron de vista, entonces en su rostro se dibujó una sonrisa.

—Me muero por estar de vuelta en Sharingan … Estoy impaciente por contarle esto al lord.

—Seguramente soltará sus buenas carcajadas cuando lo sepa —dijo otro de los hombres y añadió luego—: Ésta es la segunda vez que el inglés pierde a nuestra Hinata. ¿Cuántas veces crees que volverá a suceder antes de que lleguemos a casa?

Shisui hizo un gesto y se internó en el bosque, en busca de su caballo.

—Apostaría a que dos o tres. Traed vuestras bestias y seguidme. Recogeremos a los otros ingleses y seguiremos.

Las mujeres no llegaron muy lejos. No fue culpa de nadie, fue pura casualidad. El caballo de Tenten se lastimó una pata después de saltar sobre un tronco cruzado en el camino. Con un relincho de dolor, el animal cayó pesadamente, y Tenten se desplomó dando un grito.

Al tiempo que tiraba con fuerza de las riendas de su caballo para hacer que se detuviera, Hinata miró hacia atrás, y vio que Shion echaba mano de sus rápidos reflejos para no chocar contra el caballo que había caído, ni contra su jinete.

Luego hizo que su animal se diera la vuelta y lo espoleó para que se acercara a la yegua caída. Shion ayudó a Tenten a ponerse de pie. Aparentemente, sólo había sufrido el susto, y no tenía herida ni lesión alguna.

—¿Estás bien? —preguntó Tenten con ansiedad cuando vio que Shion estaba atendiendo el animal, que trataba de ponerse en pie.

La joven examinó rápidamente la pata de la yegua y la vio cojear de modo poco convincente uno o dos pasos, luego miró a Hinata y sacudió la cabeza. Con un gesto de desagrado, Hinata se agachó para coger a Tenten del brazo.

—Venid, monta tras de mí. Compartiremos mi caballo.

—Pero mi yegua… —protestó—. Está herida.

—No tenemos tiempo para atenderla —dijo bruscamente Hinata, mientras Shion se montaba en su caballo—. Shisui la cuidará.

—Pero…

—No hay nada que discutir. Están a punto de alcanzarnos.

Suspirando, Tenten asintió con resignación, se montó en el caballo detrás de ella, con un poco de ayuda, y luego apretó los brazos alrededor del pecho de Hinata, mientras ésta espoleaba al caballo para que siguiera deprisa.

Habían avanzado sólo unos pocos metros cuando oyeron el estruendo de los cascos que se aproximaban. Hinata maldijo e hizo presión con sus talones en el vientre del caballo, exigiéndole ir más rápido, pero sabía que sus esfuerzos eran inútiles. Los jinetes que se aproximaban galopaban hacia ellas a toda velocidad.

Y su caballo ahora llevaba el peso de dos personas. No se sorprendió cuando unos pocos metros más adelante los hombres las alcanzaron y las adelantaron, luego disminuyeron el paso de sus cabalgaduras y regresaron en parejas, cerrándoles el paso.

Lord Naruto aminoró el paso de su montura delante de ellas y las obligó a detenerse. El silencio reinó por un momento, mientras se miraban el uno y la otra, hasta que lord Naruto dijo con una sonrisa helada: —Vuestra apresurada partida es una evidencia más de que estáis deseando que se celebre la boda. No obstante, me temo que tenéis algunos problemas para tomar el rumbo correcto. Debo deciros que de nuevo ibais en la dirección equivocada, milady. Sharingan está al oeste.

—Ja, ja, qué ingenioso sois, milord —dijo Hinata—. No dudo que sabéis hacer reír a las mujeres cada vez que abrís la boca.

La expresión de Naruto se endureció. Aquellas palabras podían interpretarse en dos sentidos, y tenía buenas razones para sospechar que las decía con intención de insultarlo.

—Neji.

—¿Sí? —El inglés espoleó su caballo y lo miró con gesto inquisitivo.

—Quizá deberías llevar a la buena hermana en tu caballo —sugirió.

—Ella monta conmigo —dijo Hinata muy seria, tirando de las riendas de su caballo para que retrocediera, mientras el caballero se acercaba.

—Ella monta con lord Hyūga —ordenó Naruto secamente.

Hinata abrió la boca para decir algo, pero de repente cambió de actitud y sonrió con una dulzura venenosa.

—¿Teméis que me vuelva a escapar?

Con una sonrisa irónica dibujándose en sus labios, Naruto asintió.

—Sí.

Su sinceridad la sorprendió tanto que se quedó en el sitio, sin saber qué hacer, mientras Neji se acercaba, alzaba a Tenten con gentileza, la pasaba a su caballo y la sentaba cómodamente delante de él.

Hinata mostró su irritación a Naruto con una mirada asesina. Éste sonrió de repente y llamó al gigante.

—Pequeño Killer B.

—¿Sí?

—Shion monta contigo.

El hombre asintió con cierto disgusto, espoleó su caballo y se acercó a recoger a la mujer, pero ella tampoco estaba dispuesta a facilitarles las cosas más que su prima.

El pequeño demonio pateó al gigante en la espinilla cuando el caballo se aproximó, luego trató de golpearlo en la cara, puesto que el hombre había ignorado el primer ataque y ya la alzaba de su montura.

Por último, Pequeño Killer B tuvo que agarrar las dos manitas con una de las suyas y poner una de sus enormes piernas sobre las de ella para evitar que le hiciera daño. Logró calmarla al sentarla delante de él, pero la mujer lo miró con extremo disgusto, lanzó un suspiro a manera de disculpa mirando Hinata y se resignó a su suerte.

Con el gesto contraído al ver que las posibilidades de escapar se iban de sus manos, Hinata miró a su prometido, casi pidiéndole que se acercara. Naruto comprendió el reto inmediatamente, y espoleó su caballo para aproximarse a ella.

Enseguida, Hinata hizo que su semental diera un paso atrás y el animal respondió al instante. Naruto arqueó las cejas al ver la habilidad de su prometida, pero exigió a su caballo que se acercara más y no se sorprendió al ver que ella lo esquivaba de nuevo con destreza.

Miró a Pequeño Killer B y le hizo una señal con la cabeza. Este, que comprendió la orden silenciosa, se adelantó un poco, lo mismo que Naruto. Al empezar a espolear el caballo automáticamente para que diera un paso hacia un lado, Hinata se encontró casi frente al animal de Pequeño Killer B.

Antes de que la joven pudiera espolear al caballo hacia delante, Naruto la alcanzó, la agarró del talle, la levantó y la llevó hasta sus piernas. No se sorprendió mucho al ver que ella empezaba a luchar de inmediato, lo que sí lo sorprendió un poco fue la fuerza con la que lo hacía. Apretó los brazos contra ella y escondió su sorpresa tras una expresión en la que se mezclaban la exasperación y la diversión.

—Podemos hacerlo por el camino fácil, milady, o por el difícil, vos decidís.

—Será por el difícil —masculló Hinata. Le dio un codazo en el pecho y tiró con fuerza de las riendas del caballo para que éste se levantara sobre las patas traseras, con lo que logró que Naruto perdiera el equilibrio y se cayera.

Hinata resopló satisfecha cuando la bestia volvió a estar en cuatro patas, luego apretó las rodillas y consiguió que el animal saliera a toda velocidad.

—¡Caramba! Ya veo que estás manejando la situación mucho mejor que yo — comentó lord Neji, divertido, mirando a Naruto desde su caballo—. Sin duda, no debemos preocuparnos. Llegaremos a Sharingan antes de un año.

Naruto, maldiciendo, logró ponerse de pie y aceptó las riendas del caballo de Hinata, que le ofrecía Pequeño Killer B. Se montó en el animal, sin preocuparse por decir nada, y salió disparado tras su prometida.

Su caballo era rápido y Hinata sabía montarlo, pero notó con satisfacción que el de ella era todavía más veloz. En su opinión, era una lástima desperdiciar un caballo así con una mujer, un guerrero podría haberle sacado más provecho.

Pero, a pesar de la velocidad del animal, tuvo que recorrer un trecho largo antes de alcanzarla. Satisfecho de llevar el plaid y no una incómoda malla, levantó las piernas y se lanzó sobre ella. Se colocó detrás de Hinata, la agarró con el brazo izquierdo al pasar a su lado y la tiró de su montura, haciéndola caer al suelo encima de él, que también se había tirado.

Como el cuerpo de Naruto le había servido de amortiguador, Hinata se recuperó más rápido de la caída, logró ponerse de pie e intentó volar de nuevo hacia su montura, pero él se recuperó lo suficientemente rápido como para acercarse y agarrarla de una pierna antes de que ella pudiera montar.

Como logró alcanzarla justo cuando se estaba subiendo, la hizo caer boca abajo sobre la tierra. Naruto se apoyó en las manos y en los pies para empezar a levantarse, luego la cogió del tobillo de nuevo mientras ella buscaba otra vez la forma de apartarse de él.

La chica cayó otra vez boca abajo, pero logró darse la vuelta y quedar sobre su espalda para golpearlo con la pierna libre. Él le agarró también el otro tobillo, lo sostuvo fuerte y maldijo al ver que la mujer había logrado sentarse inmediatamente y ahora lo estaba golpeando con los puños.

Tiró de los tobillos para separarlos y la arrastró por el suelo polvoriento hasta que pudo arrodillarse entre sus piernas abiertas.

Luego la inmovilizó echándose sobre su cuerpo. Con las piernas pudo aquietar las de ella y con las manos le cogió las suyas y las llevó por encima de su cabeza, para que no pudiera golpear lo más. Cara a cara y jadeando, se miraron, y entonces Naruto se dio cuenta de que algo comenzaba a pasar en su cuerpo.

La sorpresa que le causó esta reacción le arrancó un gesto, luego logró sonreír secamente al recuperar algo de su aliento y murmuró:

—Sois realmente de armas tomar, milady. Hinata no le devolvió la sonrisa.

—Y vos sois un perro inglés.

La sonrisa del hombre perdió algo de su brillo, y arqueó las cejas con arrogancia.

—Eso es un elogio, viniendo de un vástago rojo.

Los ojos de Hinata se entornaron al escuchar el término insultante con que los ingleses solían referirse a los escoceses. Luego espetó:

—Prefiero ser un vástago rojo que el engendro de un inglés.

—Pienso que vuestra protesta es excesiva, mi pequeña guerrera. Quizá no estáis tan en contra de la boda como queréis hacerme creer.

Naruto sonrió burlonamente, y ella se quedó mirándolo, demasiado enfadada para poder hablar.

—¿Os habéis quedado sin palabras, milady?

—Siento tener que admitirlo, milord, pero sí. —Hinata dibujó una repentina sonrisa. Luego añadió—: pero siempre he sido mejor con la espada que con las palabras. ¿Os lo demuestro?

Empezó a luchar de nuevo mientras hablaba. En medio del forcejeo, Naruto se distrajo debido al innegable ardor que ella le provocaba. Estuvo a punto de perderla otra vez, pero se rehízo. Movió la parte baja de su cuerpo para controlarla y soltó una risa corta y profunda.

—No, milady. La única espada que yo usaría con vos es aquella de la que vos no disponéis. —Le complació ver cómo las mejillas de la mujer se teñían repentinamente de rojo—. Sois una dama encantadora cuando no estáis maldiciendo ni escupiendo, querida. Vuestra boca en verdad es dulce cuando no está vomitando porquerías; tiene forma de corazón, con curvas bien marcadas y…

—¿Pensáis quedaros todo el día sobre mí, pronunciando bellas palabras, milord? —lo interrumpió Hinata con un tono realmente molesto—. ¿O dejaréis que me ponga de pie?

Naruto se puso tenso al oír esas palabras y ver qué Pequeño Killer B y Neji llegaban con sus monturas convenientemente libres de las mujeres. Volviendo su cabeza hacia ellos levantó una ceja, y Pequeño Killer B se explicó rápidamente:

—Los hombres nos alcanzaron inmediatamente después de que salieras tras la chica. Dejamos a las otras dos con ellos para seguirte, a ver si necesitabas ayuda. No obstante, es evidente que lo tienes todo bajo control.

—Oh, sí —admitió Naruto. Movió la cabeza lentamente y se puso de pie antes de ofrecer la mano a Hinata. Para su gran sorpresa, ella aceptó la oferta de ayuda.

Inmediatamente, se dio cuenta de su error, porque ella no utilizó su mano para ponerse de pie, sino para tirarlo a él al suelo. Apenas se estaba dando cuenta del significado del repentino tirón a su mano cuando sintió el pie de Hinata en la vecindad de su ingle.

Un instante después, creyó que moría de dolor en la entrepierna, y cayó de rodillas, doblándose como nunca lo había hecho. Ni siquiera notó que ella estaba de nuevo de pie y que corría hacia el bosque una vez más.

—¿Estás bien? —Eran evidentes los esfuerzos de Pequeño Killer B por controlar su risa mientras se bajaba del caballo.

—Claro que está bien. —Todavía montando en su caballo, lord Neji no se molestó en ocultar su satisfacción—. Está manejando la situación como se debe, ¿no lo ves?

Con un gruñido, Naruto se echó de lado, luego se puso de pie con mucho cuidado, haciendo gestos reveladores del dolor que experimentaba en sus partes bajas.

—¿Por dónde se ha ido? —masculló tan pronto como el dolor disminuyó lo suficiente como para poder hablar.

Pequeño Killer B señaló hacia los bosques; Naruto gruñó, dio un paso hacia su caballo, luego movió la cabeza y se detuvo. Le parecía que iba a ser más fácil correr que poner sus joyas sobre el lomo de un caballo. No estaban en condiciones de soportar galopes y traqueteos.

Después de correr unos pocos minutos, se preguntó si no había tomado la decisión equivocada. Aquella corta carrera sólo servía para exacerbar el dolor que estaba experimentando. Y la joven había demostrado ser rápida corriendo, ciertamente más veloz de lo que él esperaba.

Ya empezaba a dudar que lograría alcanzarla cuando vio que la tenía cerca, y fue para él una sorpresa y un alivio poder acortar la distancia lo suficiente como para derribarla al suelo una vez más. Allí lucharon brevemente, antes de que él consiguiera someterla utilizando otra vez su maltratado cuerpo.

Después del maltrato que había sufrido a manos de ella, casi fue un alivio que sólo pudiera maldecirlo una y otra vez. Algunas de sus expresiones lograron, incluso, hacerlo sonrojar. ¿Dónde diablos había aprendido esa letanía? Dios Santo, esa mujer sabía más palabrotas que él.

La sacudió para hacerla callar, luego suspiró y movió la cabeza.

—Vuestra lengua es tan afilada como vuestra espada, milady.

Los ojos de Hinata se abrieron un poco más al oír el tono de voz con que había hablado.

—Casi parecéis admirarme, inglés.

—Sí, ciertamente aprecio vuestro ingenio.

Al ver que ella entornaba los ojos, Naruto hizo un gesto de desagrado.

—¿Vais a seguir portándoos así hasta que lleguemos a Sharingan?

—¿Creíais que iba a facilitaros las cosas?

—No, pero me temo que debo advertiros que si pensáis seguir escapando, obligándome a alcanzaros y a tumbaros, quizá me decida a cambiar la decisión y consume el matrimonio incluso antes de que lleguemos a vuestra tierra. En realidad, sentir vuestro cuerpo retorciéndose debajo del mío despierta fuegos que nunca pensé que podrían quemarme.

Como había esperado, Hinata se quedó quieta de inmediato. Naruto sonrió ampliamente.

—Ah, milady, realmente me habéis lastimado. ¿No queréis llegar a un compromiso conmigo? Así se dice, ¿no?

Ella le puso cara de pocos amigos, la nariz le temblaba. Parecía sufrir arcadas. Él alzó las cejas y se separó un poco.

—¿qué os pasa ahora?

—¿Sois vos?

—¿Qué?

—Apestáis como un maldito granero. ¿No podíais haberos bañado antes de venir a buscarme?

Naruto se separó de ella inmediatamente, algo molesto, pero luego le ofreció la mano para que se levantase, alejándose un poco, porque recordaba lo que había pasado la última vez.

Con expresión divertida, Hinata se levantó sin ayuda y caminó delante de él hasta los caballos. Llegaron al claro. Esta vez, todos estaban allí; lord Neji y Pequeño Killer B tenían a las mujeres delante de ellos nuevamente, y el obispo, los tres escoceses y los demás hombres los esperaban.

Haciendo caso omiso de su presencia, Hinata se dirigió al caballo de Naruto, pero se detuvo antes de montarlo y miró a su prometido, que estaba quieto, mirándola.

—A propósito de la posible anticipación de la boda. Creo que deberías saberlo todo antes de tomar vuestra decisión.

—¿Qué debería saber?

—Aunque me hayáis quitado la espada, yo todavía tengo mi sgian dubh y no dudaré en utilizarlo si intentáis hacer algo. Sería una lástima que vuestra voz hermosa y profunda de repente se transformara en un tono alto y chillón.

Dándose la vuelta se montó en el caballo con una expresión helada, mientras esperaba que él se montara tras ella.


—¿Qué es un sgian dubh?

Neji, el obispo Sarutobi y Pequeño Killer B se miraron unos a otros desde sus posiciones alrededor del fuego. Cabalgaron todo el día, viajando un poco más lentamente para evitar poner demasiado a prueba los caballos que llevaban peso extra.

Ahora estaban sentados, relajándose alrededor del fuego que habían preparado cuando la noche cayó sobre ellos. Hinata, Shion y Tenten estaban justo detrás de los árboles, bañándose en las aguas frías del río. Naruto pensó ponerles vigilancia, pero decidió no hacerlo. En lugar de ello colocó seis guardias para vigilar los caballos. Las mujeres no podían escapar sin caballos.

Al pensar en los animales, Naruto hizo un movimiento de incomodidad. No sabía cómo les iba a los otros dos hombres, pero para él había sido una marcha infernal y estaba agradecido de poder descansar finalmente.

Las partes bajas de su cuerpo todavía le dolían debido a la patada que había recibido. Ocho horas de cabalgada no habían sido de gran ayuda para su recuperación y pasó la mayor parte del tiempo dividido entre el deseo de vigilar cautelosamente a la mujer que iba sentada tensa ante él y la lucha por ignorar la extraña sensación que le producía tenerla tan cerca.

Todo había tomado un giro completamente inesperado para Naruto. Inició el viaje tan renuente como un hombre a quien llevan a la torre. Ahora no podía decir exactamente qué sentía.

Una parte de él todavía rechazaba la idea de casarse con la joven, pero otra parte, la misma que ahora le dolía gracias a su patada, empezaba a mostrar algún interés en, al menos, consumar la boda.

Para su consternación, su prometida amazona estaba provocando toda clase de sensaciones en su cuerpo. Había visto las primeras señales al luchar con ella en el bosque, pero su interés continuaba e incluso se había incrementado durante el día.

Se maldecía a sí mismo una y otra vez por haber sugerido que las mujeres cabalgaran con los hombres. Tener el trasero de Hinata presionando fuertemente contra su cuerpo había significado una enorme distracción, y una mala terapia para su contusionada virilidad.

Tal y como iban las cosas, Naruto se planteaba la posibilidad de casarse con ella, llevarla a la cama, satisfacer su aberrante deseo, abandonarla y olvidarse de todo.

Pero sus reacciones frente a la mujer eran un poco más complicadas de lo que tal comportamiento implicaba. No había mentido al decirle que disfrutaba con su ingenio. Era cierto. Disfrutaba de los enfrentamientos verbales con ella. Incluso había gozado de las persecuciones cuando se escapó, primero en el caballo y luego a pie.

Y, maldita sea, sus cortas luchas le habían hecho palpitar el corazón con un ritmo que le producía cierto estremecimiento. Y, lo que era peor aún, empezaba a disfrutar cuando lo rechazaba. Era un reto. Naruto nunca había sido capaz de resistirse a un reto y, hasta la fecha, ninguna mujer lo había vencido.

—Un sgian dubh es un cuchillo, milord. —El escocés llamado Shisui respondió a la pregunta y sacó a Naruto de sus cavilaciones—. Es aproximadamente de este tamaño —hizo un gesto con las manos que indicaba unos quince centímetros—. Algunos son muy afilados y peligrosos, pueden cortarle el cuello a un hombre, o castrarlo en un minuto —añadió, y el brillo de sus ojos indicaba que había escuchado la amenaza de Hinata.


Disculpen no haber actualizado ayer...

Hasta mañana.