Adora esperó pacientemente hasta que todo el mundo salió de las duchas, en la entrada del gimnasio. Catra se estaba tomando más tiempo del usual. Seguía enfadada por la derrota, y aunque esperaba que el baño la calmara, no dejaba de pensar en qué diablos le pediría Adora que hiciera.
Al salir del gimnasio, se encontró con la rubia, que estaba esperándola, sonriendo con aire inocente. Catra sólo la miró malhumorada.
—Bien. Dime qué quieres que haga.
Adora se movió para posicionarse frente a ella, con una sonrisa de oreja a oreja, Catra de nuevo tuvo la sensación de que meneaba la cola como un cachorro feliz.
—Quiero que me acompañes a Thaymor.
—¿A Thaymor? ¿Para qué? es un pueblo aburridísimo.
—Según el número de habitantes es una ciudad, no un pueblo. Y es para ir a tomar helados, yo… quiero tener una cita contigo —dijo desviando la mirada, ligeramente ruborizada.
Catra se enojó aún más al verla así de avergonzada, se sentía incómoda de igual manera.
—Sólo tienes una hora, desperdiciaremos la mitad del tiempo llegando allá —respondió murmurando.
—Ah, no importa, sólo quiero estar contigo —dijo con total sinceridad Adora, sin dejar de sonreír. Catra odió esa sonrisa deslumbrante que le dedicaba, le entraron unas ganas enormes de besarla. Pero se contuvo, no dejaría que una marca la dominara.
Tal vez haya sido la suerte o el destino, pero alcanzaron el bus enseguida para llegar a Thaymor. Catra poco a poco fue relajándose, incluso olvidó el partido de baloncesto. Era inevitable reírse de las historias de Adora en la escuela, convivir con humanos la había hecho muy precavida, y le había arruinado cada relación que intentó tener con alguna chica. Todas esas anécdotas le hacían reír bastante a la morena, que no entendía cómo alguien podía ser tan talentosa y torpe a la vez.
Pero no todo era felicidad, también notó que al mencionar a Mara su rostro se ensombrecía. Catra no sabía si preguntar o no, después de todo, Adora tenía a sus amigos. Al final, no fue capaz de contenerse.
—¿Mara era importante para ti? —preguntó, en un momento de silencio. Adora la observó por un momento, le sonrió, aunque esa sonrisa no ocultaba su tristeza.
—Sí, era mi hermana mayor. Murió hace relativamente poco. No he podido superar su ausencia todavía.
—Por eso pones cara de cachorrito triste cuando la mencionas —intentó bromear la morena. Adora se rio por su comentario, claramente no podía ocultarle nada a Catra, sabía leerla muy bien.
—¿Tan evidente soy? —respondió riendo. La morena acarició su mejilla con ternura. Adora tragó saliva, no esperaba esa caricia.
—No te avergüences de sentir dolor por tu pérdida, Adora. Es normal extrañar a alguien que amabas.
Adora tomó la mano de Catra, asintiendo con la cabeza, agradecida por el gesto que tuvo con ella. La morena reaccionó a su tacto quitando su mano, su gesto había sido tan natural que no pensó en lo que implicaba. La rubia parecía muy feliz al bajarse del bus, parecía de nuevo un cachorro feliz meneando la cola, pensaba Catra.
—Estaba pensando que podríamos ir a la heladería Frosta, me han dicho que es buena —le sugirió a Catra, caminando hacia atrás, con las manos apoyadas en su nuca. A Catra le daba la sensación que en cualquier momento chocaría con alguien haciendo esa pose.
—En cualquier momento chocas con alguien, Adora. Y haré como que no te conozco si pasa eso.
Adora hizo un puchero, pero se giró, y al hacerlo, chocó con un hombre de pelo azul oscuro. Cruzaron sus miradas unos segundos, a la rubia le pareció un tipo sospechoso. De hecho, su olor no le agradaba. Se disculpó de igual manera, pero su instinto le decía que era peligroso. Cuando volteó a mirar a Catra, ella también estaba alerta.
—Ese tipo era raro —dijo en voz baja Adora.
—Me puso los pelos de punta. Definitivamente era una amenaza para nosotras.
Ambas decidieron perderlo de vista, y luego Catra guio a Adora a la heladería, evitando la cafetería donde trabajaba los fines de semana. Le daba vergüenza trabajar allí, por lo que no permitiría que nadie supiera nada al respecto.
Adora pidió un helado doble de vainilla chocolate, mientras que Catra pidió un helado de chocolate suizo. Se dedicaron a caminar y conversar, hasta terminar en el enorme parque, que era el orgullo de Thaymor. Mismo parque que colindaba con la reserva privada en la que ellas vivían.
El tiempo se diluyó como agua, tanto Adora como Catra olvidaron cómo habían terminado allí en primer lugar, y por alguna razón, ninguna de las dos quería regresar a la reserva. Se sentían en una especie de burbuja, como si nada más a su alrededor existiera realmente. Sin embargo, no podían irse demasiado tarde, ya que el bus tenía un horario fijo.
—Supongo que deberíamos volver —dijo Adora, rompiendo la magia del momento. Estaban apoyadas en el barandal de madera, mirando hacia el lago artificial del parque. Había unos patos nadando con sus crías.
—Sí, vámonos.
Caminaron en silencio hasta la parada del bus, aunque ninguna de las dos se sentía incómoda. Catra se odiaba a sí misma en aquellos momentos, porque en realidad no quería separarse de la rubia. El bus no tardó en llegar, por lo que pronto estuvieron de vuelta en la reserva. A Adora no le agradaba mucho la idea de regresar a los dormitorios, le parecía demasiado deprimente luego de haber salido con Catra. La miraba constantemente de reojo, le parecía tan hermosa que le ponía nerviosa.
Una vez dentro de la reserva, Catra pensó que lo mejor era despedirse de una vez.
—Bueno, aquí nos separamos. Nos vemos mañana en clases.
—Sí… nos vemos —musitó Adora, con cara de cachorrito triste. La morena volteó rápidamente, no quería sucumbir a su primer instinto, que era consolar a la rubia.
—Catra, espera —le dijo Adora, armándose de valor, agarrando el brazo de Catra. Como sabía que no iba a voltearse, se acercó a ella, y la besó. Aquel beso se sintió glorioso, había acumulado tantas ganas de rozar aquellos labios suaves, de sentir esa lengua sedosa enredarse con la suya, de embriagarse con el olor de la morena.
Catra sujetó el cuello de Adora, la verdad era que durante toda la cita tuvo ganas de besarla, de pegarse a ella como si estuviera en celo, porque la rubia le producía una reacción inexplicablemente intensa, de querer sentirla cerca, muy cerca. De pronto se dio cuenta de lo que estaba pasando, por lo que con gran fuerza de voluntad, se separó de ella.
—No Adora, no vamos a seguir, la última vez, terminamos con una marca imborrable.
—Me gustas mucho, Catra. No me importa si tenemos una marca o no. Me gustaste desde aquella vez que me follaste en los vestuarios. Si no quieres aceptar lo que sientes por mí, lo entiendo. Esperaré, lo que tenga que esperar, porque sé que vale la pena, nunca me he sentido tan bien como cuando estoy contigo.
Catra se quedó muda de la impresión. No esperaba esa confesión de Adora. Negó con la cabeza.
—Hablemos después. Adiós.
Adora se quedó viendo a Catra mientras caminaba de regreso a su casa, por el camino que llegaba a la zona residencial. Cuando la perdió de vista, se encaminó hacia la academia. Su corazón se había apaciguado, porque a pesar de que actuó valiente al confesarse de esa forma, en realidad estaba muy nerviosa y con miedo a que su voz fallara en medio de su discurso.
Catra también se había emocionado al escuchar a Adora. Pero no podía evitar pensar que en realidad actuaba bajo la influencia de aquella marca, que por suerte luego de unos meses sólo parecían unos lunares en su cuello. Aquella marca que se habían hecho por accidente. Le preocupaba el hecho de que había muy poca documentación sobre los shifters, debido a que toda la vida habían tenido que ocultarse de los humanos.
No había encontrado mucha información de utilidad en la biblioteca de la academia, lo que le causaba cierta desconfianza. ¿Por qué, estando en una academia para shifters, no tenían acceso a información sobre sí mismos? Había considerado incluso hablar con la directora, pero le preocupaba el hecho de revelar lo que sucedió en Leneas.
Cada vez que pensaba en cómo obtener más información acerca de las marcas, terminaba pensando en Adora. Ese día, había sido demasiado agradable estar con ella. También le daba cierta sensación de confianza y comodidad, como si sólo por estar juntas nada malo podría pasar. Ese optimismo era lo que le causaba desconfianza, porque nada podía ser tan bueno.
Estaba tan ensimismada, que no notó cuando llegó a su casa. Cuando entró, notó lo vacía que estaba. Encendió el televisor para ver cualquier cosa en netflix. Intentó por todos los medios posibles evitar en el beso con Adora, que la había vuelto a encender al igual que la primera vez que cogieron en los vestuarios.
Al pensar en aquella vez, y en la noche en el festival, no era capaz de concentrarse en lo que estaba viendo. Sólo podía rememorar esa imágenes que venían a su cabeza, de los húmedos besos que compartieron, el olor cálido de Adora, la suave piel de sus pechos, y la sensibilidad de éstos, así como el interior cálido y mojado de la rubia, que envolvía sus dedos al penetrarla.
Estaba excitándose de nuevo sólo con esos recuerdos, de pronto se sentía muy acalorada. Necesitaba tocarse. Usualmente lo hacía en el baño o en su dormitorio, pero en ese momento no le importaba. Se tocó, ya bastante mojada, murmurando el nombre de Adora, recordando a la rubia, esos momentos tan intensos que la calentaban tanto, hasta alcanzar el orgasmo.
Decepcionada de sí misma, se castigó dándose una ducha con agua fría. Se metió a la cama, esperando que dormir le hiciera olvidar todo. Catra se durmió con un ligero dolor de cabeza. Mientras que Adora, no era capaz de conciliar el sueño. Tenía unos deseos enormes de ir corriendo a la casa de la morena, y quedarse con ella.
Le pareció adorable su lado amable, el cómo la confortó con unas simples palabras cuando le habló sobre Mara. Quería saber más sobre Catra. Quería estar más cerca de ella. Su pecho se llenaba de cierta calidez al pensar en ella. ¿Por qué le costaba tanto entender que su espíritu animal no se equivocaba? Aquella noche no había sido un accidente. Iba a suceder tarde o temprano.
Al final, Adora se durmió pensando en Catra, en la cita, y en aquel beso ardiente que se habían dado. Al día siguiente, casi se queda dormida, pero alcanzó a llegar justo a tiempo. Se dio cuenta que faltaba el olor de Catra en la sala de clases. Miró de reojo hacia atrás disimuladamente, para ver con sus propios ojos su asiento vacío.
Escuchó a Lonnie preguntar sobre la morena a Scorpia, la cual respondió que Catra simplemente no quería venir, que no se preocuparan. Nadie cuestionó esa afirmación. Pero Adora se sentía inquieta, algo estaba mal. No era normal que Catra faltara porque sí, algo debía pasarle, ella era bastante responsable después de todo. Esa sensación de inquietud no se fue con el correr de las horas.
Lo cierto era que la preocupación de Adora no era injustificada. Catra había amanecido afiebrada, por lo que no tenía fuerzas suficientes para ir a clases. Sin embargo, fue capaz de avisarle a Scorpia. Aunque cada vez resonaban más las palabras de las mamás de su amiga en su cabeza, se negaba a aceptar que estaba enferma a causa de la maldita marca.
