Mar

Hipólita y Sev se levantaron pasadas las diez, se vistieron, hicieron la cama y fueron a desayunar. Cuando salieron a la sala, Andrea y Sirius estaban esperando en los sillones, éste último se levantó a saludarlos.

-Hombre, Sev… buenos días. Ya me ha contado Andrea todos los planes para hoy. Fantástico, música en casa de Cecile esta tarde.

-Si llegamos a tiempo. Se nos han pegado las sábanas y nos hemos levantado más tarde de lo que esperábamos – dijo Sev.

-Bueno, bueno… la hora habitual de Hipólita – dijo Andrea, levantándose – Tampoco vamos a pasar tantas horas en la playa, cansa mucho. Sentaos, ya os traigo yo el desayuno cuando esté listo.

-Ni hablar, Andrea, lo hacemos nosotros.

-Prince, no seas bobo, nosotros no podemos multiplicar la leche y el té ni aumentar el pan – le dijo Hipólita.

-Cierto.

-Anda, siéntate, luego friegas si quieres.

-Vale.

Se sentaron en el sofá.

-¡Mamá, haz muchas tostadas, tenemos mucha hambre!

Se oyó a Andrea reír desde la cocina.

-Sirius, Sirius… – le dijo Hipólita, bajito – Vamos a aprovechar ahora que no está mi madre y va a tardar un rato para vincularnos y contarle lo de Potter.

Ambos estallaron en carcajadas. Se vincularon los tres y le mostraron, alternándose, escenas de la tarde del lunes que habían pasado con Alice, Frank, Jack y James tomando el té y de paseo por los bosques del Valle de Godric. Cuando terminaron les dolía la barriga de tanto reír.

-Buaaah… cómo os pasasteis con él… - decía Sev.

-Lo merecía – decía Hipólita – La próxima no puedes perdértela, ¿eh?

-Claro que no, a la próxima no fallo.

Andrea salió por fin con el desayuno en una bandeja, y les dijo:

-Qué gusto da oíros reír. Ya os he oído antes desde el dormitorio, nunca tanta risa hubo en esta casa.

-Estábamos contándole lo de Potter el lunes, mamá – dijo Hipólita.

-Ya, ya lo he imaginado, yo también lo pasé bomba esa tarde.

Desayunaron. Sev fregó mientras las chicas terminaban de preparar todos los trastos que llevarían a la playa y se organizaron entre los cuatro. Iban muy cargados con la comida, una mesa plegable, dos sillas, un bolso con toallas, la mochila con los trastos para hacer deberes y una sombrilla enorme, así que Andrea lo redujo todo para que lo llevaran más cómodamente durante el trayecto que tendrían que caminar.

-Vaya pinta cuando lleguemos a la playa, no os enfadéis si alguien se ríe de nosotros, ¿eh? – les dijo Andrea - Nunca grupo tan cargado vi.

-El que se atreva a reírse se las verá conmigo – dijo Hipólita.

-Calma, Hipólita… - le dijo Sev.

-Vamos allá – dijo Andrea.

Andrea los Apareció tras un cobertizo en un paraje bastante inhóspito, de páramo.

-No es que sea muy buen lugar – dijo Andrea – Pero casi nadie pasa caminando por aquí y estamos de espaldas a la carretera. En quince años todavía no nos han pillado.

-Entonces es un lugar perfecto – dijo Sev.

Salieron a la carretera y caminaron por ella algo más de media milla en fila india hasta llegar a la vista del mar, a un aparcamiento con coches, no demasiados. Andrea volvió a aumentar los trastos y lo cruzaron para dirigirse a salvar la duna que ocultaba la playa.

-¿Dónde estamos, Andrea? – le preguntó Sev.

-En Fraserburgh, al norte de Aberdeen – respondió Andrea.

-No sé dónde está Aberdeen.

-En la costa este de Escocia, al norte de Edimburgo, frente al Mar del Norte. Sin embargo, esta playa está orientada al norte por lo accidentado de la costa. Veréis qué buena playa, es enorme y muy poco visitada, siempre hay sitio, incluso los domingos. Y al dar al norte nunca te molesta el sol de frente si te instalas mirando al mar.

-Genial.

-En invierno vendremos sin trastos, a pasear. También es maravilloso, y podremos visitar el pueblo, que se encuentra en un extremo.

-Lo haremos, desde luego. Me encanta pasear por la playa con mal tiempo, y sólo lo he hecho una vez.

-Pues aquí de eso vas a tener todo lo que quieras y más. Además, el puerto de Fraserbourgh es pesquero, encantador, y los pescadores suelen echar lo que les sobra a las focas que vienen a pedir comida, puedes verlas en directo en su medio natural.

-¿Qué es una foca?

-¿No sabes lo que es una foca, Sev? – le preguntó Sirius.

-Pues no, no lo sé.

-Son mamíferos marinos, muy buenas nadadoras, crían en tierra, en las playas, se desplazan con las aletas y tienen bigotes – le dijo Andrea.

-Vaya…

Hipólita se vinculó con él y le dijo:

-Luego te las enseño en mi mente si quieres, yo las he visto en el puerto de Fraserbourgh.

-Gracias, cariño.

-A ver cómo nos toca hoy la marea – dijo Andrea – El domingo tuvimos mucha suerte, fue cuarto creciente y cogimos marea baja en las horas centrales del día.

-¿Qué es eso de la marea? – preguntó Sirius.

-Increíble, Sirius… - dijo Hipólita – Tanto que te gusta la Astronomía y no sabes lo que es la marea, y casi te ríes de Prince porque no sabía lo que era una foca.

-Ya sabes que nunca había estado en una playa hasta que fuimos a la de la Sala de Menesteres.

-Cierto, cierto, yo te lo explico.

Hipólita le explicó a Sirius lo que era la marea, mientras tanto llegaron a la playa. Concluyó:

-Y como hay seis horas de diferencia entre la marea alta y la baja y la luna cada día tarda unos cincuenta minutos más que el anterior en salir, si el domingo nos pilló marea baja a la una del mediodía, ahora le toca marea baja, tres días después, a las tres y media. Es perfecto, porque está bajando y no volverá a subir hasta donde está hasta las siete o más de la tarde, cuando ya nos hayamos ido, así que podemos plantar la sombrilla cerca de la orilla, que el mar no nos llevará los trastos.

-Estupendo.

-Qué buena explicación, Hipólita – le dijo Sev, admirado – A mí me lo habían explicado, pero no tan bien ni con el método adecuado para conocer a qué hora se produce.

-Alguien que no va muy a menudo a la playa, ¿verdad?

-En efecto.

Se acercaron bastante a la orilla, hasta donde la finísima arena de la playa en forma de media luna, de la cual estaban a un tercio al este de su longitud, comenzaba a estar húmeda, pues no le había dado tiempo a secarse. Mientras tanto, Hipólita le explicó:

-Que sepas que tu semana de vacaciones en Cornualles también te va a pillar en cuarto creciente, perfecto para ir a la playa como hoy.

-Cierto.

-Te queda mucho menos de un mes para decidirte, ¿eh? ¿Ya sabes si vas a ir?

-Luego hablamos de ello, cariño.

-Muy bien, aquí – dijo Andrea.

Todos dejaron los trastos que llevaban en el suelo, la poca gente que se veía alrededor estaba bastante alejada. Andrea plantó el extremo con pico de la sombrilla y después instaló el parasol y lo abrió, Sev observó todo lo que hacía para aprender. Ella les explicó:

-Los que vienen en coche, como no están cansados de caminar, se alejan del parking. El extremo de la playa donde está el pueblo, que es el más alejado de la misma, está más concurrido, porque la gente llega hasta allí caminando, si luego queréis dar un paseo hasta allí los veréis. A la vuelta, si sigue tan vacía, nos Aparecemos desde el aparcamiento si no hay nadie a la vista y nos ahorramos la caminata cuando haga mucho calor.

-Aquí no hace nada de calor – dijo Sev.

-Claro que no, la brisa del Mar del Norte, por algo la gente viene a la playa en verano y soporta tomar el sol, porque la brisa del mar siempre da fresco.

-No sé si me va a apetecer bañarme.

-¡Prince! – exclamó Hipólita, alterada y autoritaria - ¡Tienes que bañarte! Cuando te mueves en el agua no pasas frío.

-Vale, vale… me bañaré.

-Luego te secas bien con la toalla, te pones al sol para secarte el pelo y no pasas ningún frío.

-De acuerdo.

-Mira que no te aclaras, ¿eh? Primero decías que de la playa no te gustaba el calor y ahora que no va a gustarte el frío. ¡Hay que curtirse, Prince!

Sirius y Andrea reían.

-Buf… vaya rapapolvo.

-Es que lo mereces, siempre quejándote por todo. Ya eres peor que mis padres, pareces un viejo cascarrabias.

-Por algo el apodo que le pusimos – dijo Sirius.

-Bueno, bueno, no me des ocasión de echarte un rapapolvo también a ti, ¿eh, Sirius? Tiene muy poca gracia eso de poner un apodo deformando el nombre de uno. Eso era muy, muy feo.

-Tienes toda la razón.

-Ya tengo nueva pulla para Potter, ¿fue idea suya o tuya?

-No lo recuerdo. ¿Tú lo recuerdas, Sev?

-Recuerdo que ya me llamasteis así en aquel primer viaje en Expreso, pero no sé quién de los dos fue, porque lo gritasteis cuando ya habíamos salido del compartimento.

-¿Qué fue eso del viaje en Expreso? – preguntó Hipólita.

-En otra ocasión te lo cuento, cariño, ahora no me apetece recordarlo.

-Claro, Hipólita, ya te lo contaremos, es un recuerdo doloroso para él, y ahora también para mí, mucho – dijo Sirius.

-Vaya…

Andrea había terminado con la sombrilla y dijo:

-A ver si no se la lleva el viento, tan grande. Vamos a sacar las toallas. ¿Vais a bañaros o vais a tomar primero el sol para que os entren más ganas?

-¡A bañarnos de cabeza! – exclamó Hipólita, autoritaria – ¡Lo primero al llegar a la playa es bañarse!

Andrea sacó del bolso las toallas dejando tres apartadas y extendiendo una al sol.

-Mira que Prince y tú estáis haciendo la digestión de la enorme cantidad de tostadas que os habéis metido entre pecho y espalda.

-No importa, nos metemos despacito. No pasa nada, no sería la primera vez ni la última que me baño haciendo la digestión. ¡Hay que curtirse!

-Ahora es tu frase favorita, Hipólita – le dijo Sev.

-Pero quizá a él no le siente bien, acaba de estar malo del estómago – dijo Andrea.

-Bobadas… - dijo Hipólita – Me río yo de su enfermedad, alguien enfermo no come así.

Todos rieron.

-Bueno, entonces quien vaya a bañarse que se desvista y meta la ropa en el bolso vacío de las toallas para que no se le llene de arena, y quien no, que extienda su toalla al sol o a la sombra, donde le apetezca más. Yo voy a desvestirme y a comer una rodaja de sandía, que me muero de ganas de catarla desde que la he comprado.

-Yo te la corto y te la preparo, Andrea – le dijo Sev.

-Estupendo, así me enseñas.

Andrea sacó media sandía y un cuchillo de otro bolso que había dejado a la sombra de la sombrilla y se los tendió a Sev. Hipólita y Sirius comenzaron a desvestirse. Sev dejó la sandía sobre la toalla y la cortó como él sabía con el cuchillo mientras Andrea lo observaba, luego le dijo:

-Si no quieres tener que escupir las pepitas quítalas con la punta del cuchillo, es mucho más agradable de comer así.

-Claro…

-Si quieres te lo hago yo mientras te desvistes.

-No, no, que si no Sirius e Hipólita van a tener que esperarte para meteros al agua. Déjala encima de la toalla apoyada en la sandía y en paz.

Así lo hizo Sev, y ambos comenzaron a desvestirse.

-Yo no voy a bañarme todavía – dijo Sirius – Me quedo un rato contigo, Andrea.

-Aprovecha para meterte con ellos o después te tocará bañarte solo. Yo sólo me meto al agua cuando hace mucho calor, soy muy friolera – le dijo Andrea.

-Claro, Sirius, tenemos que bañarnos los tres juntos, recuerda que somos el Trío de Plata – le dijo Hipólita.

-Y otra cosa – dijo Sev - ¿Sabes nadar, Sirius?

-No, no sé.

-¡Entonces no puedes bañarte solo! – le espetó Hipólita - ¡Puedes ahogarte!

-Cierto.

Terminaron de desvestirse, Sev llevó su mochila a la sombra y sacó de ella dos botes de protector solar.

-A ver, que se nos ha olvidado, deberíamos habérnoslo echado en casa.

-Vaya… cierto… - dijo Andrea – Yo no quiero, ¿eh, Prince? Siempre he tomado el sol sin él y nunca me he quemado.

-¿Y cómo haces?

-Cuando comienza a molestarme me pongo a la sombra.

-Entonces échate y puedes estar todo el día al sol si te gusta.

-Cierto.

Se embadurnaron entre los cuatro de protector solar, Sirius con Andrea y Sev con Hipólita. Se echaron demasiado, la piel no se lo absorbió bien y quedaron blanquecinos.

-Buaaah… qué asco, es grasiento – decía Sev.

-Como tú – decía Sirius.

-¡Oye, Sirius! – decía Hipólita – Como vuelvas a meterte con él te doy, ¿eh?

-Es porque lo merece, se queja de todo.

-Pues no estás en tu derecho, te está regalando el protector, la sandía y todo lo que vas a comer hoy.

-Bueno, con semejante capa no nos quemaremos, pero estoy segura de que tampoco nos pondremos morenos – decía Andrea.

-Y tampoco me gusta cómo huele, odio estos potingues muggles – decía Sev – Ni siquiera me gusta cómo huele la tienda donde lo venden, huele a una mezcla de todo.

Todos reían un montón. El Trío de Plata por fin se metió al agua mientras Andrea se quedaba comiendo su rodaja de sandía. Se vincularon, e Hipólita y Sev enseñaron a nadar a Sirius, él braza, ella crol, con lo que Sev también aprendió y nadaron crol un buen rato donde les cubría hasta el pecho, en dirección paralela a la playa para no adentrarse más, y de ida y vuelta para no alejarse demasiado de la sombrilla de Andrea, que no perdían de vista. Pero la resaca los llevó a una zona más profunda y Sev y Sirius se asustaron cuando se dieron cuenta de que no hacían pie. Hipólita los tranquilizó:

-Lo peor que podéis hacer es poneros nerviosos. Ya sabéis nadar, nadad hacia la orilla y enseguida hacéis pie otra vez.

Nadaron hacia la orilla y en efecto, pronto hicieron pie de nuevo. La chica los llamó a reunión.

-Nunca, nunca volváis a poneros nerviosos en el mar, el mar es muy traicionero y hay que saber seguirle el juego. Si en alguna ocasión os parece que corréis peligro como hoy, quedaos haciendo el muerto y pensad fríamente lo que debéis hacer sin cansaros, enseguida se os habría ocurrido también a vosotros. Y otra cosa, no menos importante, si alguna vez os estáis ahogando de verdad y alguien viene a rescataros, no os pongáis nerviosos y dejad que os saque, porque si os aferráis a él desesperadamente podéis hacer que también se ahogue.

-Claro… - dijo Sev.

-¿Recuerdas el lunes pasado que te rescaté después de hacer el muerto, Prince?

-Desde luego.

-La resaca nos había llevado a una zona más profunda y yo no hacía pie. No te dije nada para no asustarte.

-Vaya…

-Debería habértelo contado para que hoy ya te lo esperaras y no te asustaras.

-Cierto.

-Ha sido fallo mío por no avisaros.

-¿Qué es la resaca, Hipólita?

-La vuelta de las olas al mar, igual que vienen se van y te van arrastrando hacia dentro.

-Pero las que vienen deberían empujarte afuera.

-Pues no es así, y menos todavía cuando está bajando la marea, que el agua va retirándose.

-Claro…

-Otra cosa, nunca os pongáis a nadar como lo hemos hecho estando cansados, por si tuvierais una emergencia y necesitarais nadar mucho rato.

-Vale, vale.

-¿Queréis nadar un rato más?

-Yo sí, ¿tú Sirius?

-Sí, a mí también me apetece.

-Entonces vamos a nadar más cerca de la orilla. Que nos cubra hasta la cintura es suficiente si no es ahí donde rompen las olas.

-Genial.

-Y cada vez que cambiemos de dirección probamos a hacer pie para que no vuelva a pasarnos lo mismo, darnos cuenta enseguida.

-Estupendo.

-Perdonadme, ¿eh? Es la primera vez que enseño a nadar a gente, y como son cosas que yo sé desde que tengo memoria no caigo en la cuenta de que vosotros no las sabéis.

Se dirigieron caminando a la orilla.

-Perdonada, cariño, y muchas gracias por todo, me gusta mucho más nadar así que como ya sabía.

-Claro, es que crol es lo mejor para avanzar rápido. Además, tú no nadas braza bien porque no metes la cabeza. Braza se nada metiendo la cabeza como crol, por la tarde u otro día os enseño.

-Vale.

-Y todavía existen dos estilos más, espalda y mariposa. Mariposa yo no sé, es muy difícil, pero espalda también sé, ya os enseñaré un día que haya menos olas.

-También habrías sido una excelente nadadora, Hipólita – le dijo Sirius.

-Ya lo soy.

-Me refería a profesional del deporte.

-¿Eso existe?

-Desde luego que existe en el mundo muggle, como los jugadores de Quidditch, deportistas que tienen el deporte como profesión y se dedican a ello a tiempo completo.

-Entonces yo nunca me habría dedicado a eso. Me gusta hacer tantas cosas diferentes que nunca me dedicaría a una sola, en eso también soy como Prince.

Ya les cubría por la cintura.

-Vale, hasta aquí, si avanzamos más van a molestarnos las olas rompiendo.

Nadaron un rato más. Cuando se cansaron, todavía jugaron a perseguirse frente a la sombrilla y después hicieron el muerto tomándose de las manos por encima de las cabezas, dibujando un triángulo.

-Qué pena que no podemos vernos desde arriba – dijo la chica.

-Cierto.

-También sería una buena idea para el símbolo del Trío de Plata, tres humanos dándose las manos así.

-Desde luego.

Cuando les entró frío fueron hasta donde rompían las olas y se dejaron masajear por la fuerza del agua rompiente. La chica les dijo:

-Esto es lo mejor de todo, el mar está vivo, por eso es traicionero y reclama sus víctimas, porque sabe hacerte sufrir al igual que sabe hacerte disfrutar.