Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de Violet Bliss, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from Violet Bliss, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

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Capítulo Dieciocho

Cuando Bella despertó, se encontró en una habitación blanca con luces fluorescentes distintivas y persianas beige lisas.

Estaba en el Hospital de Forks.

Dejó escapar un gemido y se movió para sentarse, solo para ser detenida por una mano firme en su hombro. Miró hacia arriba, siguiendo la mano hasta el brazo, hasta el hombro al que estaba unido y, finalmente, sus ojos se encontraron con los de él.

Edward.

Por supuesto, pensó. Por supuesto que es él.

—No te muevas —ordenó él en voz baja, una que había escuchado de muchos médicos y que la hizo luchar de inmediato para desobedecer—. Tienes una conmoción cerebral, cualquier movimiento repentino puede hacer que te sientas mareada o con náuseas.

—He tenido conmociones cerebrales antes —señaló secamente, tratando de ignorar el hecho de que su cabeza estaba llena de dolor y no queriendo admitir que el movimiento la mareó.

Él la ignoró y se movió hacia el pequeño control remoto que controlaba su cama y levantó la parte debajo de su almohada hasta que ella se sentó derecha.

Evitando su mirada, sus ojos se movieron a sus brazos y gimió en voz alta al ver el goteo en el dorso de su mano. Odiaba cuando se los ponían en las manos, los moretones siempre duraban semanas después y eran mucho más difíciles de cubrir de ojos curiosos.

—¿Qué pasó? Puedo recordar haber conducido y un ciervo, pero no mucho más —comentó, luchando por mantener su voz neutra y su mirada apartada de él. No lo veía desde hacía un mes, y un minuto no era suficiente para decidir cómo quería manejar estar en la misma habitación que él.

Porque, por mucho que le gustaría no pensar en eso y simplemente atribuirlo al hecho de que él le dijo que era demasiado peligroso para ellos permanecer cerca, él todavía la había rechazado.

—Saliste del auto para revisar tu llanta y tropezaste y te golpeaste la cabeza. Necesitaste puntos —le explicó, y ella lo observó por el rabillo del ojo mientras él se movía para tomar asiento junto a su cama.

Confundida, se volvió para mirarlo, preguntándose por qué estaba sentado y fue entonces cuando se dio cuenta de que no llevaba una bata de laboratorio y su atuendo habitual de trabajo. Iba vestido de manera informal, con vaqueros oscuros y un jersey de punto azul marino que le quedaba tan bien que podría haberse sonrojado si no se hubiera dado cuenta de lo completa y absolutamente molesta que estaba con él.

¿No habló con ella durante semanas, descartando completamente sus sentimientos y ahora se sentaba en la silla junto a su cama como si nada hubiera pasado?

No era la primera vez en su vida que Bella deseaba ser del tipo dramático y de confrontación. De esa manera, podría ordenarle que se fuera o arrojarle la caja de pañuelos que estaba en la mesa junto a ella (no es que le fueran a causar mucho daño).

—¿Cuánto tiempo he estado aquí? —preguntó, tratando de mantener la voz tranquila. Ella no lo miró directamente y mantuvo la mirada en su hombro en lugar de en su rostro. Estaba cansada de verle los ojos fríos cuando hablaban.

—Durante una hora, has estado entrando y saliendo de la consciencia desde entonces —le informó y ella escuchó la emoción en su tono, pero decidió ignorarlo.

—¿Cómo llegué aquí?

Él no abrió la boca para responder y un segundo después supo que había escuchado a Charlie caminar hacia su puerta porque en ese momento estaba entrando por ahí. Él negó con la cabeza con una sonrisa irónica cuando su mirada se encontró con la de ella y ella se encogió de hombros en tono de disculpa.

—Bells —murmuró exasperado mientras se dirigía a donde ella estaba sentada. Dejó un beso en su frente, su bigote le hizo cosquillas ligeramente y asintió con la cabeza hacia Edward.

—Suerte del doctor Cullen por haberte encontrado antes del anochecer —musitó su padre con alivio en su voz, y Bella se puso rígida ante sus palabras, volviéndose una vez más hacia Edward.

—¿Tú me encontraste? —cuestionó, su tono un poco mordaz. Ella todavía enfocaba su mirada en su hombro.

—Sí —afirmó y luego se movió para ponerse de pie para darle a Charlie su asiento.

—No, quédate —le pidió su padre para su horror—. Tengo que llegar a la casa para que Sue pueda recoger algunas cosas para Bella, ya que estará aquí durante la noche, y tú eres más útil aquí que yo.

Charlie volvió a besarla en la frente y le dio otra sacudida de cabeza, le deseó buenas noches, le dijo que la amaba y luego se fue de nuevo.

—¿Durante la noche? —preguntó, y esta vez la frustración e irritación en su tono fue clara como el día.

—Tienes una conmoción cerebral —le repitió Edward, sentándose de nuevo, y ella gimió en respuesta.

—¿Por qué no puedo irme a casa? —exclamó, ya sabiendo la respuesta pero a pesar de todo, permaneció molesta.

—¿Vives con un profesional médico calificado? —inquirió, y ella casi pudo escuchar la pequeña sonrisa en su voz.

—Estaba pensando en tener un gato, estoy segura de que puedo enseñarle resucitación cardiopulmonar —respondió con un bufido.

—¿Un gato? —preguntó, y su pecho se apretó ante la curiosidad en su voz. Demasiado tiempo transcurrido desde que la había escuchado.

—Vivo sola ahora —fue su simple respuesta. Y es solitario, terminó en su cabeza.

Bajó la cabeza a la almohada y miró a los pies de la cama, notando por primera vez que el dolor en el pecho que la atormentaba desde hacía semanas había disminuido considerablemente. Frotó el lugar por reflejo y escuchó a Edward tomar aliento.

Entonces se volvió hacia él, completamente, y diciéndose a sí misma que no le importaba si sus ojos serían líquidos o duros cuando se encontraran con los de ella.

No eran ninguno de los dos exactamente, y parecía casi asustado cuando sus miradas se encontraron.

—Puedes irte ahora —le sugirió ella, tratando de mantener el rostro en blanco.

—Bella… —comenzó, pero ella lo interrumpió.

—No tienes que preocuparte por decirme que esto no significa nada. Lo entiendo, está bien. Puedes irte ahora —masculló con voz uniforme y fuerte. Ella giró la cabeza hacia atrás para mirar a sus pies, sin querer ver su rostro cambiar, ya sea que el cambio fuera más cálido o más frío.

Él no dijo nada y no hizo ningún movimiento para irse, así que ella abrió la boca para hablar de nuevo, esta vez sin embargo, su tono cambió, volviéndose más suave y silencioso.

—Lo entiendo, que no quieras estar conmigo. He tenido un mes para pensar en ello y por mucho que no quiera aceptarlo, no puedo negarlo.

—¿De qué estás hablando, Bella? —cuestionó, y ella luchó y no pudo no volverse y mirarlo. Sus ojos se encontraron con los de él y casi se quedó sin aliento ante la expresión de su rostro.

Se veía más triste de lo que ella lo había visto nunca.

—Soy humana. Soy frágil, probablemente más que cualquier otra persona que hayas conocido. Siempre estoy tropezando, cayendo y rompiendo piel y huesos. ¿Cómo podría seguir tu ritmo? Especialmente cuando empiece a envejecer y eventualmente empeore. No hay forma de que pueda ser una buena pareja para ti —casi susurró y vio como la angustia torcía su rostro y él apartaba la mirada de ella, mirando al suelo, su mandíbula apretada.

—Bella, no tienes idea de lo lejos que estás de la verdad —espetó, su voz estrangulada y lo suficientemente fuerte como para que ella lo escuchara. Lentamente levantó la cabeza y cuando sus ojos se encontraron con los de ella, una lágrima finalmente cayó del rabillo de uno de sus ojos.

—Ya no tienes que preocuparte por mí, Edward. Te dejaré solo ahora —aseveró.

—Hay tantas cosas que no sabes —contradijo y su rostro era una imagen abierta de una lucha interior que ella deseaba que él compartiera con ella.

—Ya no tienes que preocuparte por eso —repitió, decidida a absolverlo de cualquier responsabilidad que él sintiera que debía tener con respecto a ella. Sin embargo, su voz se quebró, y entonces él se movió de su silla para pararse junto a su cama.

—Si supieras todo, es posible que no sientas lo mismo por mí, si es que todavía lo sientes —sugirió, levantando su mano a su mejilla y el dolor en su pecho retrocedió en el instante en que su piel tocó la de ella—. Puede que ni siquiera quieras mirarme.

—Entonces no me lo digas —susurró, otra lágrima cayendo.

—Bella, nunca he querido nada en esta existencia más de lo que te quiero a ti —confesó con ojos líquidos, una admisión que hizo que su corazón saltara con la esperanza que no se había atrevido a sentir tan profundamente en semanas.

—Entonces me tienes, Edward —afirmó ella, con los ojos pesados y su cabeza nadando.

Ella perdió el conocimiento antes de que él pudiera responder.


Cuando Bella fue despertada suavemente por una enfermera una hora después, su mirada se volvió inmediatamente hacia la silla que esperaba encontrar ocupada solo para encontrarla vacía. Tragó saliva y volvió su atención a la enfermera, que hablaba tan rápido que Bella no podía seguir el ritmo en su estado ya distraído.

La mujer se fue rápidamente, después de haberle lanzado a Bella una mirada acalorada que ella no notó. Su mente estaba demasiado ocupada preguntándose si había soñado o no todo el intercambio con Edward.

Suspiró silenciosamente y volvió su rostro hacia la silla al lado de su cama y luego lo notó.

Un cisne de origami puesto en su mesita de noche.

Dejó escapar un grito ahogado, seguido de una risa llena de lágrimas.

Porque escrito en el ala frente a ella, con una letra que podría haberla dejado sin aliento por sí sola, estaban las palabras "traspasas mi alma".