Capítulo 21

SAKURA

Llegamos a Miconos y nos registramos en el hotel. Estaba en un extremo de la isla, curvándose hacia dentro para poder ver los bellos edificios blancos de tejado azul que había visto incontables veces en fotografías y películas.

El vuelo había sido corto, pero hasta ahora, aquel viaje no me había parecido romántico. Cinco guardaespaldas nos seguían a todas partes, cargados con armas ocultas en los pesados abrigos.

Entramos en nuestra habitación y por fin cerramos la puerta a nuestras espaldas.

―¿Es realmente necesario que nos vayan siguiendo por todas partes?

Sasuke dejó nuestras maletas a un lado y después me echó las fuertes manos a las caderas.

―Simplemente ignóralos, Botón.

―Pero, ¿no te parece que están atrayendo más atención sobre nosotros que si estuviéramos aquí solos?

Me apretó la frente con la suya, un contacto delicado que me abrasaba.

―Si sólo viniese yo, me arriesgaría. Pero contigo, no puedo permitirme correr riesgos. ―Me besó la sien antes de apartarse, con la alianza negra hecha de botones todavía en el dedo―. ¿Te gusta la habitación?

Resoplé ante lo ridículo de la pregunta.

Él se dio la vuelta y me miró con una ceja levantada.

―Sasuke, la habitación es preciosa. Es como un maldito palacio. Y este lugar es maravilloso. Sólo desearía que estuviéramos nosotros solos.

―Lo siento, Botón. ―Abrió las puertas traseras para permitir que la brisa marina entrara en el cuarto―. Hasta que Bones esté muerto, tiene que ser así. ―Salió al amplio balcón y contempló las aguas del mar. Había yates y veleros salpicados por la costa, y el sol tocaba los tejados de los edificios en el ángulo perfecto para que su luz se reflejara en el mar abierto.

Yo me acerqué a él y contemplé la belleza de Grecia.

―Esto es muy bonito.

―Me alegro de que te guste.

―¿Habías estado aquí antes?

―He estado en el continente, pero no en esta isla.

―Así que es la primera vez para ambos.

―Sí. ―Me pasó un brazo por la cintura y me acercó más a él―. La primera de muchas. ―Me rozó el nacimiento del pelo con los labios antes de darme un apretón en la cintura―. ¿Qué te gustaría hacer primero? Por la ciudad hay muchas tiendas pequeñas que te gustarán. O podemos ir a la playa y enterrar los pies en la arena.

Yo quería hacer turismo, pero había algo que deseaba más.

―¿Qué te parece si esta noche nos quedamos aquí? ―Le recorrí el pecho con las manos, mirando sus ojos llenos de amor. Acabábamos de casarnos aquella tarde y yo estaba ansiosa por hacer oficial nuestro matrimonio en aquel lugar tan bonito―. Podemos salir a explorar mañana.

Él no sonrió, pero la mirada de sus ojos se hizo más intensa.

―Lo que la Sra. Uchiha quiera, lo consigue.

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YO PENSABA que la Toscana era el lugar más bonito del mundo, pero pronto me di cuenta de lo inocente que había sido. La cultura y la belleza de Grecia eran algo aparte en todo el mundo conocido. Era algo más que preciosa: era arrebatadora.

El centro urbano era peatonal, lleno de callejuelas empedradas para que los peatones pudieran hacer sus compras. En esa pequeña zona se concentraban las tiendas de antigüedades y pequeñas tiendas de comida gourmet. Comí un montón de dulces. Incluso probé su versión del Frappucino... y fue lo mejor que había probado nunca.

Sasuke había dispuesto que un yate nos llevara a dar la vuelta a la isla para poder disfrutar de unas vistas más íntimas del lugar. Los amaneceres y los atardeceres eran igualmente bellos, y el paraíso no era un sueño, sino nuestra realidad. Cenábamos marisco y pescado fresco, vino y platos mediterráneos casi mejores que los italianos.

Era una luna de miel de ensueño.

Cenamos juntos en el balcón de nuestra habitación, y el servicio de habitaciones se adaptó a los gustos específicos de Sasuke. La habitación era el único lugar en el que los guardaespaldas no andaban pegados a nuestra nuca. La intimidad era agradable y muy bienvenida.

Sasuke bebía vino y comía lentamente, con los ojos fijos en mí en todo momento. Ni una sola vez durante toda la luna de miel lo había mirado sin descubrir que él ya estaba mirándome a mí. Como si yo estuviera hecha de acero y sus ojos fueran un imán, estaba pegado a mí. Dejó la copa y después me miró como si fuera a decir algo.

Yo esperé.

―Me encanta mi anillo.

No habíamos hablado demasiado a pesar de todo el tiempo que habíamos pasado juntos a solas. Si no estábamos haciendo algo divertido, estábamos en la habitación haciendo el amor... y ninguna de las dos cosas exigía demasiadas palabras.

―Me alegro de que te guste. Lars me ayudó a confeccionarlo.

Se examinó el anillo en el dedo izquierdo antes de volver a mirarme.

―Es perfecto, Botón. No podría haber deseado nada mejor.

En el proceso de crearlo, ya supe que iba a ser el anillo ideal. El color le iba bien a su apariencia fría, y los botones fundidos habían sido la moneda de cambio en una relación que había hecho que nos enamoráramos. El oro y la plata no eran ni de lejos tan valiosos.

―Quizá deberíamos haber hablado antes de esto, pero en aquel momento, no estaba pensando con claridad...

Contuve el aliento, esperando.

―No estoy seguro de que debamos tener hijos. En mi línea de trabajo, no sé si sería buena idea.

Yo no pensaba en tener niños en aquel momento. Todavía me estaba acostumbrando al hecho de que estaba casada. Sasuke me había secuestrado y me había obligado a trabajar a cambio de mi libertad. Haberme enamorado de él aún era una conmoción para mí.

―La verdad es que no he pensado en ello.

―No estoy descartando la idea por completo, pero no creo que sea buena idea.

Pensar en una vida sin hijos me puso triste. No quería tenerlos hoy, ni mañana, pero algún día me gustaría tener un hijo que fuera clavado a su padre. Querría una hija a la que Sasuke pudiera venerar. Quería la familia que yo no había tenido nunca.

―Necesito tener hijos, Sasuke. No hoy, pero sí en algún momento.

Su mirada era indescifrable. Me contempló con una expresión de ensayada indiferencia. Incluso ahora, no siempre era capaz de adivinar lo que estaba pensando.

―Te lo repito, no creo que sea buena idea.

―Deja tus negocios con Obito. Tienes las bodegas.

―Pero ese negocio proviene directamente de mi familia. Y Obito es idiota. Lo destrozaría.

―¿Qué más da?

Sasuke no contestó, y su mirada continuó siendo imposible de leer.

―Me parece que tener tu propia familia es más importante que ayudar a Obito con el negocio. Tampoco es como si no lo vieras continuamente, de todas formas. ―No quería presionarlo para que hiciera algo que no quería hacer, pero tampoco que su lealtad mal entendida hacia su familia nos impidiera ser felices―. Obito lo entendería. Y algún día, conocerá a alguien especial y tendrá que tomar la misma difícil decisión.

Sasuke dio un sorbo de vino sin quitarme la vista de encima.

―No hace falta que hagas nada ahora mismo, Sasuke. Pero yo sí que quiero tener hijos. Y no con cualquiera, sino contigo. Creo que serías un padre increíble.

Era la primera vez que reaccionaba en toda la conversación: sus cejas se elevaron con incredulidad.

―¿Yo? ¿De verdad?

―Sin duda. Eres cariñoso, protector y generoso.

Se terminó el vino antes de dejar la copa vacía sobre la mesa.

–No sé yo. A ti te quiero, pero me llevó muchísimo tiempo aceptarlo. Soy frío y brusco, y mi odio no es algo que vaya a desaparecer, jamás. No sería el hombre de familia que tú te piensas.

―No podría estar menos de acuerdo con esa afirmación.

Sasuke apartó la mirada y la posó sobre el agua.

―Tú crees lo que quieres creer.

No quería tener aquella tensa discusión durante nuestra luna de miel, pero tampoco había esperado que las cosas tomaran un giro así.

―Te conozco, Sasuke. Te conozco mejor que tú mismo. Si yo creo que puedes hacerlo, es que puedes.

Él dio por terminada la conversación permaneciendo en silencio. No continuó comiéndose la cena, y se concentró en cambio en las vistas sobre el mar.

Yo hice lo mismo porque mirarlo estaba empezando a resultar doloroso. Sabía que una vida con Sasuke no siempre sería sencilla. Tenía un montón de problemas, un montón de cicatrices. Pero yo también estaba dañada, y en ese aspecto, nos completábamos el uno al otro.

Sasuke rompió el silencio.

―Te daré hijos. Prometí amarte y hacerte feliz todos los días durante el resto de tu vida. Sabes que soy un hombre que cumple su palabra.

No era exactamente lo que yo quería escuchar, pero se acercaba lo bastante.

―Gracias.

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PARA CUANDO LAS dos semanas llegaron a su fin, ambos nos habíamos puesto un poco morenos y estábamos ahítos el uno del otro. Yo ya vivía en el paraíso, pero no quería abandonar este nuevo lugar. Miconos tenía una belleza ancestral que nunca había experimentado en Estados Unidos. Era como retroceder en el tiempo y ver el mundo a través de unos ojos nuevos.

Nuestra cama estaba medio rota de todo el sexo que habíamos tenido entre sus sábanas. En vez de recurrir a esposas o látigos, lo mantuvimos con sabor a vainilla. Sasuke no parecía interesado en nada más siniestro, y yo tampoco. Quería tenerlo con calma y lentitud para poder atesorar cada momento que estaba en mi interior. Algunos días sentía escozor, pero eso no nos impedía continuar con ello.

Cuando el botones recogió nuestras maletas al final de nuestro viaje, casi estallé en sollozos pensando que tenía que despedirme de aquel lugar.

Sasuke me rodeó con un brazo y me acercó a él.

―Siempre podemos volver, Botón.

―Lo sé. Pero me lo he pasado tan bien que no quería que terminara.

Me sujetó el pelo por detrás y me hizo subir la barbilla para poder mirarme a los ojos.

―Te llevaré a ver el mundo entero, Botón. Esto no es más que el principio.

–Lo sé.

Me besó la sien antes de conducirme al exterior.

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―¿QUÉ tal el viaje, Excelencia? ―Lars depositó nuestro equipaje en la puerta delantera para que el personal pudiera devolverlo a las habitaciones y meter la ropa sucia en la lavadora. Como abejas en una colmena, colaboraban para darle a Sasuke todo lo que pudiera necesitar.

―Maravilloso ―contestó Sasuke―. La Sra. Uchiha y yo nos lo hemos pasado muy bien.

Yo todavía no me había acostumbrado a mi nuevo nombre.

–Me alegra escucharlo ―contestó Lars―. ¿Puedo hacer algo por ustedes? ¿Preparo el almuerzo? ¿El té de la tarde?

―No ―contestó Sasuke―. Vamos a darnos una ducha y a retirarnos al dormitorio el resto del día. Te avisaré cuando estemos preparados para cenar.

―Por supuesto, Excelencia. ―Lars le dedicó una leve inclinación antes de volverse hacia mí―. Sra. Uchiha. ―Era la primera vez que me dedicaba el mismo tipo de inclinación. Tras hacerlo, volvió a la cocina.

―No hace falta que se incline ante mí ―le dije a Sasuke.

―Es una costumbre italiana.

―Ya, pero yo no soy italiana. ―No pensaba permitir que un viejecito adorable se tomara tantas molestias por mí. Parecía encantarle su trabajo, pero aquella no era la cuestión.

Sasuke se dio la vuelta y me miró, con fuego en los ojos.

―Ahora lo eres. ―Me tomó de la mano y subimos los dos tramos de escaleras, pasando por delante de mi antiguo dormitorio. Desde que me había marchado de aquel lugar la primera vez, no había vuelto a entrar en él. Mi dormitorio había sido el de Sasuke, y nunca me había aventurado por ninguna otra parte.

Justo cuando entrábamos en el dormitorio, sonó el móvil de Sasuke. Mientras habíamos estado de luna de miel no había cogido ninguna llamada de trabajo. Ni siquiera lo había llamado Obito, lo cual era inaudito. Ese hombre parecía más obsesionado con Sasuke que yo misma.

Sasuke contestó sin comprobar el número, sabiendo que tenía que trabajar ahora que había vuelto a casa.

―Sasuke.

Yo estaba de pie justo a su lado, por lo que pude oír cada palabra del intercambio.

―Sasuke. ―La voz profunda resonó en el teléfono, horrorizándome sin proferir ninguna amenaza. El tono y la cadencia de la voz me resultaban siniestramente familiares y aterradores. Era una voz inconfundible que reconocería en cualquier parte, incluso a unos metros de distancia.

Sasuke se quedó perceptiblemente inmóvil, sabiendo exactamente quién lo llamaba.

―Hace tiempo que no hablamos, ¿no? ―Bones soltó una risita al otro lado del teléfono, como si fuera algún tipo de chiste―. Obito me dice que estabas de luna de miel con mi esclava. Es muy interesante.

Se me heló la sangre y fui incapaz de seguir respirando. No entendía lo que estaba pasando, pero fuese lo que fuese, era malo.

Sasuke no perdió la compostura ni un segundo.

―Lo hemos pasado muy bien. Gracias por el interés.

Bones se rio como si Sasuke le hubiera contado un chiste.

―Tu hermano habla, pero no lo suficiente. Cuando le pregunté dónde podía encontrarte, se negó a proporcionarme esa información... así que lo torturé sin piedad.

Yo cerré los ojos por el dolor que me causaron aquellas palabras. Lo que Obito me había hecho estaba en el pasado, y ahora lo quería como a un hermano. La idea de que le hicieran daño casi me hizo perder la compostura. Y no podía imaginarme cuánto le dolía a Sasuke.

Sasuke no pareció afectado. Su expresión continuó siendo exactamente la misma.

―Se llama lealtad, Bones. Algo que tú nunca podrás comprender.

En aquella ocasión, Bones no se rio.

―Mi plan original era que Obito me condujese a Sakura, pero después de días de sufrimiento ininterrumpido, sigue sin rendirse. Así que ahora tengo un nuevo plan.

―Estoy seguro de que tampoco funcionará.

No tenía ni idea de cómo Sasuke podía permanecer tan tranquilo cuando su único pariente estaba siendo torturado en aquel preciso instante. Sólo un hombre con cemento en las venas podría conseguirlo.

―Es bastante sencillo ―dijo Bones―. Hacemos un intercambio. Sakura por Obito.

―Todavía me acuerdo de cómo fue nuestro último intercambio ―le advirtió Sasuke―. No tienes honor, ni integridad. Por lo tanto, no me fio de ti.

―¿Estás dispuesto a jugarte la vida de tu hermano en ello?

―De todas formas, ya está muerto. ―La voz de Sasuke no traicionó emoción alguna. Aceptó el hecho sin reaccionar―. Y jamás aceptaría ese intercambio, Bones. Tú lo sabes. Mátalo y acaba de una vez.

―Guau, tu frialdad me sorprende incluso a mí. Tu hermano se niega a rendirse por ti, ¿y a ti te da igual que muera?

―Él lo entiende.

Aquello era una pesadilla que nunca se acababa. Obito estaba encerrado en alguna parte y Bones estaba a punto de meterle una bala en la cabeza. Sasuke perdería a la única familia que le quedaba en el mundo.

―No me voy a limitar a matarlo, Sasuke ―le advirtió Bones―. Lo voy a torturar hasta que le dé una conmoción. Y después me voy a quedar hasta el último de sus huesos para añadirlo a mi colección. Te doy cuarenta y ocho horas para que te lo pienses. ―Colgó antes de que Sasuke pudiera decir una palabra más.

Sasuke escuchó cómo se interrumpía la línea antes de lanzar el teléfono en la cama. Con los brazos a los costados, se quedó allí de pie sin hacer nada. Su respiración era regular y su expresión no cambió. Sintiera lo que sintiera, estaba a mucha distancia de la superficie.

Yo no dije nada porque era incapaz de respirar. Me dolían los pulmones y tenía el corazón a punto de salírseme por la boca de lo rápido que me latía. La adrenalina me estaba matando.

―Sasuke... ―No logré combatir las lágrimas y salieron en oleadas.

Sasuke me miró por fin, con expresión todavía fría.

Me senté en la cama y me recogí las piernas contra el pecho, todavía sollozando.

―No...

Sasuke se acercó a mí lentamente, con los ojos más sombríos que nunca.

―Botón, shh...

―Tenemos que salvarlo, Sasuke. ¿Qué vamos a hacer?

Se quedó de pie junto a la cama, con las manos todavía a los costados.

―Organizaré una búsqueda, pero no creo que ayude. Estoy seguro de que Bones está en un lugar imposible de localizar.

–Entonces tienes que cambiarme por él. Tienes que salvar a Obito. ―Nada me asustaba más que estar en manos de Bones, pero no podía permitir que Obito sufriera. Era el único pariente vivo de Sasuke. Bones me quería a mí, así que Obito no debería sufrir por ello. No era justo.

Sasuke me dedicó una mirada aterradora.

―No.

―Sasuke, tienes qu...

―Sakura, he dicho que no.

Me quedé parada en el sitio cuando escuché sus palabras. Él nunca me llamaba por mi nombre de verdad, jamás. Era una advertencia, y una que daba miedo.

―No te voy a cambiar, y Obito lo entenderá. Sabe que no voy a ir a buscarlo. Lo aceptó en el momento en que lo capturaron. Odio esto tanto como tú, pero no voy a renunciar a ti.

―Es tu hermano... ―¿Cómo podía hacerle aquello?

―Y tú eres mi esposa ―susurró―. Ahora tú eres mi familia. Obito lo preferiría de esta manera.

Las lágrimas me caían por las mejillas.

―No podemos aceptarlo y ya está. No podemos permitir que gane.

―Intentaré recuperarlo, Botón, pero no creo que tenga éxito. Bones sabe lo que está haciendo. Para este momento ya habrá cubierto sus huellas.

Yo me llevé las rodillas al pecho y seguí sollozando.

―Lo siento mucho... Todo esto es culpa mía.

―No vuelvas a decir eso nunca.

―Pero es verdad. Si no fuese por mí, nada de esto estaría sucediendo.

―Y yo habría sido un desgraciado toda mi vida. ―Se arrodilló frente a mí y me sujetó los brazos―. Siento que esto haya sucedido. Me duele tanto como a ti. Pero no vuelvas a decir eso jamás.

Me sorbí la nariz y me sequé las lágrimas.

―Sasuke, encuéntralo. Por favor. No seré capaz de vivir conmigo misma si no lo rescatamos.

―Ya lo sé, Botón. ―Atrajo mi frente hacia la suya―. Te prometo que haré todo lo posible por recuperarlo.

―De acuerdo. ―Le agarré las muñecas e intenté tranquilizar mi respiración. En aquel instante estaba hecha un desastre. Como víctima de Bones, conocía sus torturas de primera mano. Nunca se las desearía a nadie, especialmente a mi hermano.

―Todo saldrá bien, Botón. Saldremos de esta.