La luna llena llegó de improviso para tres personas de las que habitaban la casona, excepto para una de ellas, claramente. El hecho de que Remus tuviese que pasar la noche fuera de las paredes que constituían la casa solariega de los Lestrange ayudó mucho.
El licántropo decidió no hacer uso de la poción Matalobos para aquella transformación. Desde que estaba junto a Rodolphus nuevamente, sentía dentro de sí que no era necesaria, puesto que podía convivir con el lobo de una manera más amable y tranquila, teniendo como un extra los miles de kilómetros que comprendían el terreno.
Sirius se vio en el tormento del pasado y se dio cuenta que en lugar de seguir sintiendo dolor por los momentos vividos en su juventud junto a su amigo licántropo y los otros dos integrantes de los Merodeadores que ya no estaban, necesitaba de forma imperiosa sentir que aquello era parte de su pasado, de su vida y que tenía que verlo de formas más amigables. Cada vez que recordaba a James, sus años se travesuras y los miles de momentos felices que vivió junto a él, sentía tristeza, dolor y angustia. No podía seguir viendo el pasado de su juventud con esos sentimientos tan negativos y la transformación de Lupin le dio el pie para poder reconciliarse con su pasado.
Gracias a ese momento en que escuchó como el lobo aullaba a la luz de la luna, se dio cuenta que era el momento de seguir adelante y tomar de la mano su pasado, para hacerlo partícipe de su presente y con posibilidad de vivirlo en su futuro con cariño. Caminó hasta la puerta que daba a los terrenos externos. Sacó su varita y colocó un campo de protección para Bellatrix y Rodolphus, quienes se mantendrían dentro de la casa. Eso haría que el lobo no intentase llegar hasta ellos y se dedicara a correr y jugar en el exterior, sin perturbar a nadie ni tratar de matarlos. Se transformó a su forma animaga y se dispuso a jugar con el licántropo como hacía años no lo hacía.
En el salón de descanso, la bruja y su esposo tomaban un vaso de whisky tranquilamente. Bellatrix tenía de vuelta su daga de plata, la cual Sirius le entregó durante la mañana sabiendo que ese día sería la transformación del castaño. La acariciaba con cariño y de vez en cuando deslizaba la hoja afilada por el contorno de sus labios. Maldecía internamente al animago por no entregársela con anterioridad, pero también se reprendía así misma por tener la cabeza tan ocupada en otras cosas que había olvidado ella misma pedírsela.
Rodolphus miraba hacia el cielo despejado de vez en cuando, esperando que su lobito no estuviese sufriendo y que aceptara lo que era como en antaño. A su vez, agradecía poder tener un poco de tiempo a solas con su esposa, cosa que no sucedía hacía semanas. Estaba completamente feliz por tener a Remus a su lado, pero también necesitaba tener cercanía con la única persona que estuvo para él en sus peores momentos, así como también sabía que ella le necesitaba.
Dentro de su mente, Bellatrix era una mujer impresionante, pero a su vez era un gatito que necesitaba que le cuidasen, le mimasen y le dijesen cumplidos de vez en cuando
—Gatito y una mierda…, que en ese caso sería un zorro, idiota —murmuró la bruja llevándose su vaso a los labios, el cual tintineaba gracias al choque del vidrio con los anillos que tenía en sus dedos
—No te metas en mis pensamientos querida…, sabes que eso es de muy mal gusto —susurró Lestrange, posando su mirada en su esposa
—No tendría que hacerlo si conversases algo Rody. Llevamos casi una hora aquí y no dices nada. Si quieres ir a tu habitación para babear viendo a Serafino puedes hacerlo, yo no tengo problemas con eso —.
El mago se tragó una carcajada. Amaba a su esposa y eso no cambiaría, mucho menos si seguía cambiándole el nombre a su pareja cada dos segundos. Bebió de su licor, recordando algo importante que no hacían desde hacía más de diez años. —Mi vida, en dos días será treinta y uno de octubre. ¿Haremos algo? —preguntó con genuina curiosidad.
Ciertamente era una fecha importante y Bellatrix no había caído en cuenta que estaban tan cercanos a esa fecha. Si tomaba en cuenta la educación que recibió, debían celebrar aquello, pero no podía sin tener a su hermana a su lado. Su madre le daba exactamente igual…, por ella si se moría en ese segundo, sería el mejor regalo que le podían dar, sobre todo después de aquella "hermosa" conversación que tuvieron. No obstante, su hermana era agua de otro río y no se sentía a gusto en realizar esa tradición sin ella. Era claro que el pasar quince años sin celebrar Samhain le hacía querer honrar esa tradición con todas sus fuerzas, pero no podía
—No quiero —contestó secamente, esperando que el tema quedase zanjado
—Pero querida, hace muchos años que no lo hacemos. Ahora está tu perro y Remus, podemos hacerlo perfectamente. Además, es una tradición hermosa y nos ayudará a fortalecer los lazos que se han formado este último tiempo —. Él realmente quería celebrar aquellas fiestas, rememorar viejos años, en los que no tenía que preocuparse por nada más que el ir a ver a su chico para pasear, o el tener que cuidarse las espaldas para evitar que su esposa le pillase en sus truculentas salidas al mundo Muggle. Eran buenos tiempos y solo deseaba poder sentirlos en su piel, recordar sin pena
—Me vale mil hectáreas de verga lo pienses. Yo no voy a celebrarlo y punto, no quiero más discusión sobre el tema —. Tal como lo suponía, era ella quien tenía que terminar las cosas cuando el resto no podía entender que no le agradaba el tema de conversación. Estaba lidiando con demasiadas situaciones como para, además, tener que preocuparse de una celebración que le haría sentir vacía. —. Ahora, como estás tan solícito a hablar, tengo algo que debes hacer y no quiero quejas sobre el asunto —comentó bebiendo luego, sabía que eso le daba un semblante más serio y su marido dejaría de lado sus necedades
—Te escucho querida —.
Bellatrix se sentó erguida y dejó su vaso de vidrio sobre la mesilla que yacía a su lado. Tomó la botella de whisky de fuego posada sobre la madera y se sirvió tres dedos del licor, ese día pensaba beber como una señorita al menos dos horas, de las cuales ya había pasado una hora y cincuenta minutos. —Tienes que irte junto con tu loba salvaje a reclutar partidarios. Lo ideal es que comiences con los Hombres-lobo, considerando que te acuestas con uno —. Volvió a colocar el corcho en la botella y se llevó el vaso a los labios, bebiéndose tres cuatas partes de su contenido —. Después debes ir a ver a los Gigantes, Vampiros y ver a tus contactos dentro de las filas del Lord, eso déjalo para el final, porque muchos de ellos no quieren estar a sus órdenes, pero tampoco se quieren ir en su contra, por lo que tiene que estar implícita la oportunidad de cambiar de bando a última hora. Te irás el cuatro de noviembre y tienes tres meses para poder hacer todo eso. Ya sabes de sobra donde está la manada de Greyback…, si lo matas en el proceso mejor para nosotros y por lo que tengo entendido, hay dos manadas de lobos más en el norte y sur, por lo que espero que también te contactes con ellos y los lleves al lado en el que estamos ahora. —comunicó todo aquello sin perder un ápice de su tranquilidad
—¿Me puedes decir cual es nuestro lado actual querida? —pidió Rodolphus, quien aún no tenía claro hacia qué lado estaba su lealtad
—Estamos del nuestro Rody…, siempre estamos de nuestro lado, solo que ahora estamos prestando ayuda a Dumbledore —. No iba a admitir que estaba haciendo miles de cosas mientras el viejo director seguía en su asiento como siempre sin que le importase lo que pasaba en el mundo.
—Todavía no me explicas qué es lo que estás tramando querida…, y encima me pides que me vaya por mucho tiempo a reclutar criaturas peligrosas… —replicó sintiendo los nervios que aquello suponía
—No creo que sea necesario que tenga que decirte todas las cosas que hago querido…, y te irás con Manolo lo quieras o no —sentenció ella, terminándose de un trago lo poco que quedaba en su vaso para rellenarlo hasta el borde. Las dos horas ya habían pasado y debía compensar el tiempo mal invertido
—¿Y por qué debo hacerlo sí o sí? —preguntó Lestrange con una ceja alzada. No se dio cuenta cuando en su regazo yacía sentada su esposa, con la daga de plata apostada en su mejilla, haciéndole sentir el frío de la hoja sobre su piel. El vaso de whisky que había tenido entre sus dedos estaba en el suelo, pero gracias a Merlín y Salazar no tenía licor dentro, porque habría sido un desperdicio.
Lentamente, Bellatrix acercó sus labios al oído de su esposo, quien profirió un escalofrío que nada tenía que ver con placer o excitación. —Lo vas a hacer…, porque yo lo digo —susurró con la voz en dos tonos más bajos, indicándole que no aceptaría un no por respuesta, aunque lo tuviese en la punta de la lengua.
Rodolphus estaba nervioso, porque cuando su esposa actuaba así con él, no había otra salida más elocuente y sana que el llevarle la razón, incluso si eso suponía tener que hacer cosas estúpidas, como el dejar de apostar en los caballos. Asintió repetidas veces y giró la cabeza hacia la salida del salón. —C-como tú digas mi vida…, t-todo lo que tú quieras tesoro —tartamudeó. Al tener la vista apostada en las puertas del lugar, se fijó que iba pasando Kreacher, quien era el salvavidas del momento —. ¿Qué dijiste? —preguntó, tratando de que su voz sonase neutra pasando a el enojo —, disculpa querida, pero tengo que arreglar un asunto. ¿Cómo dices criatura?, ¡ven para que te aleccione!, ¡elfo solapado que no sabe cuál es su lugar! —gritaba aún con su esposa en el regazo. La tomó de las caderas y la impulsó para que saliese de encima de su cuerpo, dándole el escape perfecto —. Lo lamento mi vida, sabes lo mucho que me encanta que me amenaces, es uno de mis pasatiempos preferidos, pero no puedo dejar que estas bestias se salgan con la suya —. Se puso de pie y empezó a caminar con rapidez hasta alejarse de su esposa mientras gritaba a un elfo que ni caso le había hecho.
—Maldito cobarde —susurró la bruja, mientras volvía a su lugar junto a su vaso y su botella.
-o-
A la mañana siguiente, Sirius entró en la casa junto con Remus a su lado, quien se notaba tremendamente cansado por la larga noche que tuvo, pero que traía una cara de felicidad absoluta por conseguir sobrellevar la transformación de manera más amable y tranquila. Sabía que eso sería factible, teniendo a Rodolphus cerca, el lobo estaba más tranquilo y sentía la necesidad de reencontrarse con su lobo interior.
El animago subió a su habitación, la cual ya tenía dentro un desayuno contundente para poder recuperar las energías y calorías que gastó durante la noche corriendo.
En el salón de descanso, Bellatrix estaba tirada sobre uno de los sillones, disfrutando de la soledad entregada a ella después de que su esposo la había dejado sola en su arranque de cobardía. Tenía insomnio muchas veces, por lo que se la pasó toda la noche en su mismo puesto, pensando y divagando sobre si la mierda de unicornio tendría un olor diferente y si brillaba, porque jamás la había visto.
Estaba encerrada en sus pensamientos oníricos cuando las puertas del salón se abrieron estrepitosamente, dejando un fuerte sonido en la estancia generado por el golpe de la madera con las paredes. Levantó ligeramente la cabeza y encontró una cabellera rubia bajo el umbral de las puertas
—¡¿Cómo que no vas a celebrar Samhain?! —gritó Narcissa con los brazos estirados, mostrando que claramente la persona que abrió las puertas de esa manera había sido ella.
Bellatrix abrió los ojos de par en par por estar frente a su hermana, a la cual no veía desde que la dejó en la casa de su amiga y a quien extrañaba muchísimo. Se puso de pie y abrió los brazos, dejando que la rubia corriese hacia ella y la apresase en un apretado abrazo. Sintió el cosquilleo en su nariz a causa de los cabellos rubios que se movían con gracia y se dio cuenta que su hermana estaba mucho mejor físicamente de lo que estuvo en años, o eso pudo dilucidar, considerando que los pechos de la rubia pegados a su cuerpo tenían un mayor tamaño en antes. Supuso que su Nellie tuvo que ver con aquello y debía reconocer que su hermana menor estaba mucho mejor de esa forma que siendo la estirada esposa de clase alta que se preocupaba por no engordar un solo gramo.
El olor particular de su hermana la estaba haciendo sentir mucho mejor de lo que pensó, sobre todo porque de una manera extraña, se sentía un poco más completa teniéndola consigo. Vio de reojo a su esposo que las miraba con una sonrisa en el rostro y entendió que la presencia de la menor de las Black allí tenía que ver con el cobarde de su marido.
—¡PERO QUÉ PEDAZO DE CASA TE CASTAS! —gritó alguien detrás de Rodolphus, con un tono del bajo Londres que le hizo sentir mariposas en el estómago a Bellatrix.
Si había estado sorprendida por la presencia de su hermana allí, escuchar aquella voz tan peculiar la sacó de sitio completamente. Sin soltar el cuerpo de la rubia, levantó ligeramente la cabeza y se topó con unos risos color caoba sobresaliendo del hombre de Rodolphus
—Hazte a un lado —masculló la bruja corriendo a su hermana de un manotazo. Vio a Eleanor salir detrás del cuerpo del mago y corrió hacia ella, teniendo una sonrisa radiante en el rostro
—¡Mi Nellie! —gritó lanzándose sobre la Muggle que la recibió gustosa
—¡Mi Bella! —correspondió Nellie, apretando contra su cuerpo a su mejor amiga mientras ambas caían al suelo por la efusividad que puso Bellatrix en el abrazo.
Si el tener a su hermana con ella para poder celebrar aquella festividad era un sueño, tener a la Muggle allí era la alucinación más hermosa de toda su vida. Nunca pensó en poder compartir algo como aquello junto a Eleanor y solo se podía sentir pletórica.
Luego de rodar feliz por el suelo con el cuerpo de la castaña pegado al suyo, se levantaron lentamente, limpiando el inexistente polvo de sus vestidos. Se volteó a su esposo y le dio un beso en la mejilla después de acercarse a él
—Gracias Rody —susurró feliz.
Dejó de lado los comentarios maliciosos de su hermana quien reclamaba por la diferencia en el recibimiento comparado con el que le dio a la castaña. Solo se dedicó a abrazar a su mejor amiga y dejar que le besara las mejillas una y otra vez. Su relación era extraña…, sí, pero era lo mejor del mundo y no había persona en la faz de la tierra que pudiese ocupar su lugar. Nadie tenía a una Muggle que gustaba de cocinar a otros Muggles y que se pudiese considerar la mejor amiga de Bellatrix Black Lestrange (su apellido de nacimiento primero, siempre). Tomó a la Muggle de la mano y la llevó por el pasillo para darle un tour por toda la casa y sus alrededores. No dejaría que nadie más que ella misma le mostrase el espacio a la mujer, pero antes de eso dejó claro lo que necesitaba
—Cissy, ya que a ti te gusta la parafernalia, encárgate de los preparativos necesarios para mañana. Tú has estado a cargo de llevar a cabo la celebración, así que te sacaré el collar hasta que te vayas nuevamente con Nellie y así podrás hacer todo lo que necesites. Si quieres comprar algo, le dices a Kreacher que te lo traiga y todo eso. No puedes salir —apuntó con su dedo.
Narcissa sonrió feliz de la vida por lo que estaba escuchando y asintió repetidas veces, sintiendo que estaba recibiendo un regalo de Navidad adelantado. La azabache se acercó hasta ella y se quitó el collar que inhibía el uso de la magia en la rubia, estando confiada, puesto que dentro de su propiedad era imposible que la detectasen y podría usar su magia de manera libre.
Narcissa sintió su magia recorrer su cuerpo y casi se pone a llorar por la alegría, pero se mantuvo estoica y no se derrumbó, ya lo haría después.
—¡Rabito! —gritó Nellie por encima de su hombro
En la puerta principal de la casona estaba Rabastan, quien también acudió junto a las mujeres y se mantenía alejado de la efusividad mostrada por ellas.
Por el llamado, se acercó lentamente y saludó a su cuñada con cariño, dándole un breve abrazo. No necesitaba emplear demasiada muestra de afecto. En su caso, era igual que Bellatrix, mientras menos contacto físico, mejor. Entendía que hacía concesiones cuando se trataba de la castaña y en contadas ocasiones con su hermana, pero él no necesitaba aquello, profesaba respeto y cariño a la bruja de diferentes maneras.
—¡Rab!, qué alegría que estés aquí tú también —susurró Bellatrix, tomando nuevamente de la mano a su amiga y así poder salir de las vistas de los demás
Cuando los tres adultos dentro del salón de descanso supusieron que Bellatrix y su amiga estaban lejos de poder escucharlos, Rabastan se acercó a su hermano y le tendió la mano a modo de saludo. Se dieron un corto abrazo y se palmearon la espalda con fuerza
—La aparición con elfos es mucho mejor que la hecha por magos…, qué bueno que la elfina de Bella sabe dónde queda la tienda de la señorita Nellie —comentó feliz, saboreando el estar nuevamente dentro de una vivienda mágica.
—Bella no quería celebrar Samhain y supuse que sería porque no estaba su hermana, así que le dije a Pipi que los fuese a buscar y sabía que no me defraudaría…, ahora, ¿quién le dirá a mi amada esposa? —preguntó mirando a la menor de las Black y a su hermano
—Nadie —contestaron al unísono. Ambos con el semblante serio e imperturbable —, siempre y cuando a Eleanor no se le escape —comentó Narcissa seguido, pidiendo a Salazar por que la amiga de su hermana mantuviese la boca cerrada.
