Hola a todxs!
Respecto al capítulo anterior, bueno, entiendo que fuese un poco confuso y eso porque supuso un cambio de ritmo fuerte en la historia, pero todo tiene su razón de ser, así que voy a responder sólo a las dudas directas que tenéis:
- ¿Acabó Link con lo que había en la Fuente del Valor? - Sí
- ¿Qué había en la Fuente del Valor? - Pues por la descripción que hace Link en el capítulo, veneno ponzoñoso en el agua y una especie de zombies-muertos vivientes.
Nightzz, no sabes qué alegría me dio al volver a leerte. Siento muchísimo por lo que has pasado (joder, de verdad que me preocupo un montón cuando no os leo y mira tú por dónde), pero a la vez me alegro al ver que las consecuencias no han sido las peores, espero de verdad que estés muy bien ;) Jajajaja, muchas gracias por la mención a Ganondorf, eres casi el único que lo ha visto :), porque vamos a ver: ¡que Ganondorf le ha salvado la vida a Link y a Zelda!, ¿hola? ¿Hay alguien ahí? ¿Alguien me lee? xDDD Nah, fuera de coñas, de verdad que sabes y VES que disfruto con esa ambigüedad del personaje. También me alegró mucho ver que te gustó el smut, me lo curré un montón, pero creo que justo el capítulo de "Valor" fue uno de los que menos reviews tuvo desde que estoy publicando, puede que fuera sólo una coincidencia, pero me pareció como si la gente llevase siglos esperando por el smut y luego casi nadie dijo nada, jajajaja. Respecto a tu PD, pues es que lo que me pediste tenía un encaje muy difícil y al final no lo puse, lo siento mucho en ese sentido pero era complicado. Un abrazo muy fuerte, cuídate mucho ;)
Me alegro también de leer a los demás, cuidaos de esas enfermedades ;)
Hasta el próximo capítulo!
-Juliet
Poder
Lloraba cuando Link no me veía. Era superior a mis fuerzas, la certeza de que cada paso nos conduciría a una tragedia mayor.
Los enemigos estaban por todas partes.
Conforme avanzábamos hacia el norte, hacia la llanura central de Hyrule, veíamos guerra, saqueos, aldeas quemadas, familias destrozadas y muertos que se acumulaban en grises túmulos sin poder ser enterrados.
Vivíamos en ausencia de información, ya no volaban halcones ni había mensajes ni de un lado ni de otro. Sólo nos quedaba encomendarnos a las diosas para que los demás estuvieran a salvo de la guerra. De noche buscábamos un lugar tranquilo, apartado. Link, Ardren, Ganondorf y sus gerudo salían a cazar para proteger el campamento, porque de noche era cuando más monstruos había, la oscuridad era su medio. Yo me quedaba con Kahen e Impa, en silencio, nadie abría la boca para decir nada. Sentía una inmensa amargura si al amanecer volvían menos de los que habían partido. "Deja de contar, maldita sea", me decía Link, como si le molestase que yo me preocupase, como si eso le recordase que en realidad siempre íbamos a ser uno menos porque Fridd ya no estaba con nosotros.
Él vivía en un preocupante estado de vigilia. La tensión de la guerra se había apoderado de él, como una enfermedad, vivía aferrado a su espada y sus armas. Siempre aguzaba sus sentidos, como un animal salvaje que se siente acechado todo el tiempo, dispuesto a clavar sus colmillos en lo que fuese que él sintiese como una amenaza. Apenas dormía, y cuando lo hacía le asolaban las pesadillas. Sufría sin medida por la pérdida de Fridd, y por no saber nada del Oeste, ni de su familia en Necluda. De alguna forma se echó todo eso sobre sus hombros.
Yo me sentía del todo inútil. No es que haya sido útil en algún momento en mi vida, pero en mitad de una guerra yo no era más que un estorbo, algo que obligaba a Link a protegerme, era la culpable de que no pudiera pegar ojo por si sufríamos una emboscada, o por si esa rama que ha crujido en realidad es una horda de moblins escondiéndose para clavarme una lanza en el corazón. Ojalá pudiera hacer algo más que montar o desmontar el campamento como si estuviera hipnotizada, algo más que hacer torniquetes o preparar insípidos guisos de raíces y hierbas silvestres.
Link estaba preparándose para una nueva cacería. Podía ver el cansancio en sus ojos, la manera torpe que tenía de ceñirse la cinta de la espada. Arrastraba un poco los pies, lo conocía lo suficiente como para darme cuenta de eso, porque él tenía los pies tan ligeros que a veces pensaba que podía caminar sin apenas rozar el suelo.
—Esta noche no habrá cacerías, ni expediciones, ni nada —dije, poniéndome en pie.
—Zelda... —Link vino hacia a mí, intentando sosegarme.
—No irás a ningún sitio, ni tú ni los demás.
—Creo que su alteza tiene razón —dijo Impa —todos estamos agotados. Vendría bien reponer fuerzas antes de continuar.
—Una de las exploradoras gerudo dice que hay un campamento moblin a unas pocas millas de aquí, han saqueado la aldea junto al río —se justificó él, aún empeñado en ceñirse bien la espada.
—Y mañana seguirá ahí ese campamento, si no me equivoco. Necesitas descansar. El cansancio es tan peligroso como esa horda que dices.
—Coincido con la princesa Zelda —intervino Ganondorf —la tropa volvió algo mermada anoche. La moral de las demás no es la misma, empieza a haber demasiadas bajas.
—No pasará nada por una noche, sólo una —dije, aunque las palabras de Ganondorf parecían haberle convencido más que las mías.
—Está bien —resopló —pero habrá que vigilar el campamento de todas maneras.
—Vigilar no es lo mismo que salir a buscar monstruos en plena oscuridad —repliqué.
Evitó mirarme adrede y dio un trago largo a su cantimplora.
—Voy a buscar a Ardren para avisarle. Montaremos el campamento.
Se alejó dando zancadas, con el ceño fruncido. Era un bárbaro cabezota, pero no iba a permitir que siguiese haciendo el idiota y poniéndose en riesgo para apaciguar el dolor. Yo también lo sentía, diablos, y además tenía que lidiar con el hecho de temer que algo malo le pasara a él cada vez que lo perdía de vista.
Impa encendió un fuego y me pidió que me sentase allí. Según ella también debía descansar, así que me dejé caer junto a la hoguera mientras los demás iban levantando tiendas y encendiendo algunos fuegos más. El fuego nos hacía visibles en medio de la noche, pero los monstruos habían empezado a temernos, así que de alguna manera era casi una ventaja hacernos visibles en la oscuridad.
—¿Duele? —pregunté a Ganondorf. Era el único que se había sentado cerca.
Tenía una fea herida en el antebrazo, el corte de una lanza, resultado de la última trifulca. Sus mujeres la habían curado, pero era profunda y por sus muecas debía ser bastante dolorosa.
—No mucho. Sólo al quitarme esto —dijo, desabrochando los manguitos de su armadura.
—Esta noche prepararé algo de poción contra el dolor para Link. Haré algo también para vos.
—Gracias.
—Resulta extraño veros sin vuestro sentido del humor habitual —dije. En realidad yo añoraba mi propio sentido del humor y parecía como si lo esperase al menos de él. Ganondorf siempre había mostrado una inclinación por el humor y la ironía, pero no quedaba rastro de eso.
—Ayer murieron dos de mis mejores guerreras. Aquí. En este país que aún no reconocen como el suyo —se lamentó.
—Hyrule siempre agradecerá lo que hacéis y lo que habéis hecho. Pero no puedo prometeros lo mismo que Kahen. Ni siquiera sé por qué él os prometió nada en absoluto.
—Ya, y ese es el problema. Que haga lo que haga nunca es suficiente —sonrió, agitando la cabeza. Después dio un trago a su pellejo de licor y me ofreció a mí.
—Esta guerra es vuestra —dije. Acepté el trago de licor y eso me hizo toser y a él reírse un poco —vos la habéis provocado con mi hermano.
—Si os digo que os juro por todas las diosas que jamás pensé que todo acabaría así no me creéis, ¿cierto? —me miró y me encogí de hombros —Bien. Lo juro de todas formas.
—¿En qué diablos estabais pensando los dos? ¿Kahen de verdad creyó que si conquistaba el Oeste padre lo nombraría rey de Hyrule? ¿Vos creísteis que mi hermano os daría la independencia del cañón y el desierto de Gerudo? Parecéis dos niños estúpidos.
—Mi único modo de conseguir la libertad era ese. Él me lo prometió —dijo, frunciendo el ceño —ya que no pude, no sé, contraer matrimonio con una princesa.
Vale, su humor estaba de vuelta y me hizo sonreír, aunque era un poco surrealista, no pude evitarlo.
—No os habría elegido.
—Oh, por supuesto que no... sólo teníais ojos para el valiente príncipe Richard de Lumbar.
—Me tomaré vuestros celos como un halago —carcajeé —sé de sobra que la valentía no era una de las cualidades de Richard.
—¿La elocuencia tal vez? ¿Era un gran orador el pretendiente?
—Sabéis que no... su verborrea era inaguantable. Pero la conversación está sobrevalorada hoy en día —esta vez fue él quien dio una carcajada.
—Por supuesto, ya hablaríais vos más que de sobra por los dos.
—¿Veis? Otro motivo más para no elegiros, no me dejaríais ser la que hablase en los asuntos importantes... todo el tiempo interrumpiéndome con vuestras bromas irónicas...
—Mi querida princesa, lo que más me fastidia de todo esto es que ni siquiera me dejasteis hacer la corte como es debido, os habría sorprendido para bien.
—Tenía mis planes —sonreí —sólo quería huir de padre y de los matrimonios. Si me hubiera casado con alguien como vos habría sido una unión muy política. Y no habría hallado descanso, ni libertad.
—Os habría dado toda la libertad. Y las mujeres gerudo os adorarían, habrían visto en vos a una líder fuerte.
—Pero vos me habríais utilizado para hacer frente a padre, lo mismo que habéis utilizado a mi hermano Kahen.
Cualquier atisbo de sonrisa se borró de su cara y bajó la vista al fuego.
—Vuestro hermano también tiene sus ambiciones. Algunas de ellas muy peligrosas.
—Sé que lo hizo, no soy estúpida. Ni soy una niña, como ambos os habéis empeñado en creer. Descubrí lo de los Ojos de la Muerte. No negaréis que sois cómplice.
—Sólo conocedor. Jamás habría aconsejado algo semejante a vuestro hermano. Mis intenciones iban en otra dirección.
—¿Qué dirección? —ambos nos giramos para ver que Link había vuelto, al fin libre de armas y armaduras.
Tiré de su mano para que se sentase a mi lado. Sabía que mi contacto con Link tenía cierto efecto mediador, no era la primera vez que lo había observado. Ganondorf tampoco estaba por la labor de rebatir nada, estaba tan agotado como Link, así que le ofreció su bebida y Link la aceptó.
—Capitán Link, no supe lo de las setas hasta que fue tarde —dijo, casi en un susurro —hasta que ya estaba hecho. Aunque sí soy culpable de haberos espiado, hay sheikah viviendo en el desierto, pertenecen a un clan distinto. Siempre vivieron con mi tribu. Comerciábamos, tenemos negocios en común... Nos protegíamos mutuamente. Están de mi lado en mis cometidos. Así que... convencí a Kahen para que los usara de espías. Si hubiera usado a esos torpes de sus hombres los habríais descubierto. Y era imposible que los sheikah de Hyrule aceptaran algo así sin que llegase a los oídos de Impa o a alguien que habría terminado por descubrirlo todo ante el rey. No lo digo con orgullo, pero sí, seguimos nuestro plan de reconquistar el oeste. Simplemente, los espías del desierto avisaron al príncipe de que el Capitán Link dejaba a menudo su hogar. Bastaba una de esas muchas ausencias para que el príncipe llevase a cabo algún plan. Pero os juro que no sabía cuáles eran las intenciones reales de Kahen, y de haberlo sabido habría intentado impedirlo.
Link no dijo nada, sólo me apretó la mano cuando oyó lo de "el Capitán Link dejaba a menudo su hogar". Yo le devolví el apretón para transmitirle que "no importa, está olvidado... Te quiero".
—Entonces, ¿cuál era esa dirección de la que habláis? —reiteró Link, aún tenso.
—Ya sabes, la revuelta de Ikana. Creímos que, si había otra guerra, terminaríais por necesitar la ayuda de Hyrule. Y ahí estábamos, el príncipe y yo con nuestras tropas, al acecho.
—Es un tema muy serio, príncipe Ganondorf —dijo Link —No mencionaré lo estúpido que me parece vuestro plan, ni las vidas que ha costado. Lo peor es que sabemos que alguien de nuestro lado tuvo que favorecer eso. Soy Capitán del Oeste, y cuando vuelva a casa, cuando todo haya pasado, tendré que pedir cuentas a los míos y averiguar quién nos traicionó.
—Ignoro los detalles —Ganondorf dio una pequeña patada que levantó polvo —pero sé que los hombres de Kahen, esta vez sí, esos tipos que siempre lo acompañaban en el castillo, ofrecieron oro a los bárbaros mientras estuvieron en Hyrule, para vuestra boda.
—Podría ser cualquiera, entonces. Todos los malditos bárbaros que habitan este mundo vinieron a la boda —resopló Link —y los que no lo hicieron habían venido a guerrear con el rey Rhoam, así que...
—Siento no saber más.
—Bueno, habrá tiempo para eso y para aclarar todo —intervine —ahora hay problemas mayores.
—¿Creéis que vuestro padre pasará por alto esto? —sonrió de medio lado —buscará un culpable. Y no será su hijo, el príncipe heredero.
—Yo también soy hija del rey, y conozco todo lo que ha pasado.
—¿Hablaríais en mi favor? —en su cara había verdadera incredulidad, pero también una especie... un atisbo de esperanza.
—Hablaré en favor de la verdad, príncipe Ganondorf.
—Cada vez me arrepiento más de no haberos hecho la corte con toda mi energía —bromeó, recobrando su sonrisa burlona —en fin, voy a comprobar que mis capitanas están bien. Os veré mañana.
Cuando Link vio a Ganondorf alejándose él también se puso en pie y buscó una excusa para no quedarse conmigo a solas. Me hizo darme cuenta de que si había venido a mi lado, no era más que para evitar que yo estuviera con el príncipe gerudo.
—No te vayas —dije, tirando de su mano —necesito estar contigo un rato.
Resopló, cansado incluso para llevarme la contraria. Tiré de él y nos sentamos al pie de un árbol, un poco más apartado del campamento. Primero inspeccioné sus heridas, las viejas y las nuevas, y tuve que aguantar sus gruñidos y su manía de restarle importancia a todo.
—A este paso volveré al Nido con la mitad de mi esposo —protesté.
—Puede que ni eso.
—Ni lo menciones.
—Sólo bromeaba, Zel —sonrió de medio lado.
—Gae siempre me llama así. ¿Crees que estará bien?
—Espero que el castillo de Hyrule resista. Sus defensas son mayores que cualquier otro lugar. Y... lord Tyto y sus pájaros defenderán bien su poblado. Si vuelan los puentes los enemigos sólo podrían llegar por el aire.
—Yo también espero que tus hermanos estén bien, y todos los demás —dije, apretándole la mano, una vez terminé de cambiarle un vendaje.
—Zelda, la última prueba puede ser la más peligrosa. Nada que ver con el acertijo de la primera, ni el horror de la segunda. Si muero-
—No.
—Deja que siga —me acarició la cara y me obligó a mirarle. Tenía las mejillas sucias por el camino y las batallas, pero sus ojos azules brillaban como dos piedras preciosas, limpios y ajenos a la oscuridad —si muero, tú serás la señora del Nido. Nada puede cambiar eso, ni mi padre ni ningún estúpido bárbaro del Oeste, ¿está claro?
—No podría volver allí sin ti —sentí cómo dos lágrimas rodaron por mi cara.
—Podrías. Eres muy fuerte.
—No, Link...
—Eres la más fuerte de todos los que estamos aquí. Creo que el destino nos pondrá a todos a prueba, pero confío en ti.
—No sé qué podría hacer yo, salvo estorbar.
Me abrazó y después nos besamos. Diosas, cómo había necesitado volver a sentirle así. Lo necesitaba, pero a la vez me asustaba que un día, tras otra batalla o tras una nueva emboscada, él no volviese. Que no pudiera volver a sentir sus labios cálidos y suaves sobre los míos. Rompí el beso, un poco turbada por la idea.
—Me da miedo ese destino del que hablas —reconocí —y lo que hayan podido decirte los espíritus.
—Y aun así, no nos quedará más remedio que enfrentarlo, o será el fin del mundo tal y como lo conocemos.
—Lo del fin del mundo suena aún peor...
—No lo pensemos más por hoy —dijo, haciendo una mueca de dolor antes de ponerse en pie —descansemos un rato con Impa y Ardren.
El camino hacia Akalla no sirvió más que para sentir que nada volvería a ser igual que antes. Era absurdo, pero sentía como si dentro de mí supiese que no iba a volver al Nido del Águila. Puede que ni siquiera consiguiese volver al castillo, no volvería a ver a Gae ni a padre. Siempre he sobredimensionado mis pensamientos, así que me torturaba a veces pensando que "cada paso es el último, ya no volveré a pisar por aquí nunca más", "cada paso me aleja más y más de casa", "no volveré a casa con Link". Él estaba a mi lado y lo sentía lejano, como si se hubiera ido a algún sitio. No sé si él también me evitaba, porque mirarme a los ojos le hacía ser más consciente de todo.
Sé que no era la única atormentada por pensamientos oscuros. Kahen parecía enfermo. Podía ver el terror en sus ojos, pero, maldita sea, lo había provocado él. ¿Podría perdonar alguna vez a alguien que nos había metido en semejante problema? Cuando dije a Ganondorf que sólo contaría la verdad a padre era verdad, pero ¿exculpaba eso todo lo que habían provocado? El número de víctimas era incontable, ya no sólo se trataba de nuestras pérdidas, sino de las de todo un reino. Había monstruos, tantos que habíamos empezado a evitarlos o jamás llegaríamos a la Fuente del Poder. Y... una vez allí, ¿qué?
Llegamos de noche, a pie, sorteando el corazón de una de las gargantas de la cordillera sur de Akalla.
La luna llena se abrió paso entre las nubes para iluminar el acceso a la Fuente. Detrás quedó el puesto de vigilancia de Akalla, donde nos habíamos refugiado en un principio. Había sido abandonado y arrasado, sólo encontramos los restos que no destruyó el fuego y flechas y armas enemigas por todos lados. Aún así, los demás insistieron en continuar, Ardren e Impa tan pegados a mí como si fueran mi propia sombra.
El acceso a la Fuente tenía una entrada secreta, que mi hermano y yo conocíamos. Sólo era difícil de encontrar para aquellos que no saben dónde está.
—Iré yo solo —dijo Kahen, adelantándose.
—No, yo también tengo que ir —intervino Link, con la mano rodeando la empuñadura de su espada.
—Es un lugar sagrado, si queremos despertar el poder de mi familia para desterrar a los monstruos, tengo que ir yo. Ya lo habéis visto, han arrasado incluso a familias enteras, no buscan batallar. Buscan destruir todo lo que encuentran a su paso.
—Entonces yo vigilaré de cerca —insistió Link.
—Lo siento, capitán. Ahora te corresponde quedarte atrás con los demás.
—Link tiene razón —dijo Impa. Apenas había intervenido en ninguna decisión desde la muerte de Fridd, pero como siempre, estaba atenta a cualquier mínimo movimiento —alteza... puede ser peligroso. Él puede alertarnos si algo malo ocurre y actuaremos a tiempo. Todos.
—Te quedarás detrás, ¿está claro? —gruñó Kahen a Link.
Ambos se adentraron por la grieta que había en la roca. La noche se volvía oscura y clara, según pasaban las nubes por encima de la luna llena. Todos esperábamos alerta, vigilando los alrededores por si volvían los espectros y los monstruos, por si no era todo más que una emboscada, una nueva trampa del enemigo.
—Es posible que nuestro destino acabe aquí —susurró Ganondorf a mi lado. Pensé que haría como los demás, intentar calmarme como si yo fuese la única aterrada. Pero no, casi me leyó el pensamiento. Yo también pensaba en que el destino de todos había llegado.
—Podemos salvarnos —insistí, mintiéndome a mí misma.
—Espero que podáis salvar a todos —dijo, curvando los labios en una sonrisa fugaz.
—Todos. Vos también.
—No, yo ya estoy maldito —negó con la cabeza —nací así, maldito. Y durante toda mi vida he huido de esa maldición. Pero es inevitable. Por eso estamos aquí, tal vez sea lo justo.
—Puede que todo empezase mal, pero estáis luchando para salvar Hyrule.
—Cuando sea tarde para mí, no dudéis en hacer lo que sea necesario —sonrió.
Iba a replicarle cuando un enorme estruendo surgió de la cueva de la Fuente del Poder.
—¡Alteza, a cubierto! —dijo Impa. Ardren prácticamente se me echó encima, como un escudo humano.
—No permitiré que nadie más de este grupo sufra, se lo debemos a Fridd —susurró, entre dientes.
—¡Link! ¡Kahen! —grité.
No hubo respuesta, tan solo otra especie de alarido, como un silbido agudo y estridente. Entonces Link y Kahen salieron corriendo de la cueva, con la cara desencajada, y tras ellos una enorme cabeza negra con dos largos colmillos rompió la roca y se arrastró dando dentelladas tras ellos. Era la serpiente oscura de la que me había hablado Link.
—¡Corred! ¡Fuera de aquí! —nos gritó Link.
La serpiente era mitad sustancia mitad corpórea, algo difícil de describir. Chillaba antes de lanzarse a morder, alzando el cuello y destruyendo todo lo que encontraba a su paso, incluso la tierra y la dura roca.
—¡Impa, llévate a Zelda! —ordenó Link. Sacó el arco y las flechas pero sus disparos volaron atravesando el cuerpo insustancial de aquella cosa.
—Alteza, vamos —Impa me agarró del brazo y tiró de mí.
—Kahen, ¡no!
Mi hermano se había interpuesto a la serpiente, haciéndole frente y llamando a las diosas, con los ojos cerrados y los brazos abiertos. Nada acudió, ningún poder sagrado, nada. Entonces pasó algo grotesco, el cuerpo del monstruo se retorció y se replegó sobre sí mismo, como si fuese una corriente negra, y entró por los ojos, la boca, la nariz y las orejas de mi hermano. Todo su cuerpo se sacudió con violencia mientras absorbía al monstruo.
—Está intentando hacerse con su cuerpo —dijo Impa. Ambas nos habíamos quedado congeladas en el sitio y no podíamos apartar los ojos.
Cuando no quedó sustancia que meterse dentro de Kahen, él dio un par de pasos temblorosos, apenas podía tenerse en pie. Era espantoso, estaba hinchado, los ojos se habían vuelto negros del todo.
—Kahen...
Oímos un crujido. Fue horrible, aterrador. Oímos cada uno de los huesos de mi hermano quebrándose en mil pedazos. Kahen estalló desde dentro, y la serpiente volvió a alzarse, buscando un nuevo huésped.
—No...
