La guerra estaba desatada en el territorio mantis, decenas de insectos luchaban entre ellos con una brutalidad de la que solo esta especie era capaz. Gritos y maldiciones plagaban el aire de Páramos Fungicos ahogando los quejidos de aquellos que agonizaban en el suelo, mientras que el aroma de la sangre fresca era tal que resultaba nauseabundo. Era una escena encarnizada que representaba bien la naturaleza de estas criaturas, pero incluso las mantis tenían un límite, nadie quería seguir segando las vidas de compañeros de especie, incluso muchas se preguntaron si todo esto estaba bien, si no habría otra forma de arreglar las cosas.

Y entre los muchos que se cuestionaban la situación, estaba Lavanda, quien impotente esperaba en su cuarto junto a sus huevos por noticias. Apenas había pasado un día desde que estalló la guerra y los efectos ya se hacían notar. Recientemente le habían informado de la muerte de algunos compañeros que apreciaba mucho, vidas que jamás recuperarían, muertes que podrían haberse evitado si fuera capaz de mantener el poder. Le frustraba no ser capaz de levantarse e ir a luchar para acabar el conflicto de una vez por todas, que no daría por parar toda esa locura.

—Mi lord...

Una voz masculina llamó su atención, tras voltear hacia la puerta de entrada, se encontró con Tash quien la miraba con gravedad, detrás de él Lirio hacía ingreso al cuarto.

—¿Que sucede? —Por la gravedad de sus expresiones presentía que el mensaje que querían entregar no era bueno.

—La batalla está muy igualada, ninguno de los bandos se rinde, de hecho, casi diría que nuestros enemigos tienen ventaja. —Lirio definitivamente estaba preocupada—. Lavanda... Incluso si tú te integras a la batalla, no sé si podamos ganar.

—Ya veo...

—¿Pero que dices? ¡Claro que podemos ganar! —Tash agitó sus garras para darle más énfasis a sus palabras— ¡Ustedes son las Lords! ¡Pueden vencer a todos esos rebeldes! Solo deben luchar e ignorar sus tontas propuestas.

—¿Propuestas? ¿Qué propuestas?

—Los rebeldes han hecho una propuesta para detener el ataque —explicó Lirio—. Quieren que nos entreguemos, que dejemos el trono y nos sacrifiquemos, a cambio ofrecen parar esta estúpida guerra y asegurar la protección y crianza de los huevos de Lavanda.

La mantis le dio un vistazo a su futura descendencia, la idea de asegurar su porvenir le parecía demasiado tentadora. Sus prioridades estaban claras en su mente, cuidar de los suyos era lo más importante, si se empeñaba en luchar y aferrarse al poder, quizás sus pequeños resultaran dañados, además de que muchas vidas de valientes guerreros se perderían, pero si había una forma de acabar con todo este desastre rápido...

—No Lavanda ¡Dime que no lo estás considerando! —Gritó Tash— ¡Podemos ganar y lo sabes!

—¿Pero a qué costo? Mi pueblo es guerrero y no se rinde jamás, lo sabes bien, no quiero ver a los míos diezmados, no quiero que mi tribu se vea reducida a un puñado de mantis nada más por mi terquedad, por otro lado ¿Cuánto podría durar este desastre? ¿Acaso quieres que nuestros hijos nazcan en periodo de guerra? ¿Que los hijos de todos deban padecer penurias innecesarias? Al menos yo no deseo eso y... Un líder debe saber cuándo retirarse.

—¡Pero Lavanda! ¡Dejar el poder significa la muerte para ti y tu hermana!

—Si con la vida de dos mantis se salvan las de muchas más, que así sea.

—No... No lo acepto.

Tash bajó la mirada y tembló en su sitio, Lavanda se puso tensa, por lo que lo conocía se temía una reacción violenta.

—Tash, comprende, esto es por el futuro de nuestros hijos. Así debe ser.

—¿Por su futuro? ¿¡Por su futuro!? ¡Para mí no hay futuro si tú no estás en el! —Gritó revelando las lágrimas que caían de sus ojos.

—Tash... Acaso tú...

Ambas hermanas estaban estupefactas ante la reacción del macho, Aquello era algo que jamás debería ser visto. Pero Tash no se iba a conformar con quedarse llorando mientras el amor de su vida caminaba hacia su muerte. Por lo que aprovechándose de la impresión de las hembras, agarró a Lavanda en brazos y se escapó con ella.

—Tash ¿¡Qué haces!? —Gritó Lirio Persiguiendo al macho— ¡Vuelve aquí!

—¡No! ¡Salvaré a Lavanda! ¡Ella debe vivir y seguir gobernando!

—¡Tash suéltame! ¡Piensa en los niños!

—¡Lirio, esconde los huevos! ¡Yo pondré a Lavanda a salvo hasta que pueda pelear otra vez! ¡No aceptamos la propuesta!

—¡Tú no tienes derecho a decidir eso! ¡Muchas mantis morirán por tu culpa!

Tash no contestó, se limitó a prestar atención al lugar donde llevaría a su pareja, se sentía incapaz de mirarla a los ojos.

...

Orquídea despertó sobresaltada por la pesadilla que acababa de tener, una horrible en la que sus hermanas estaban siendo atacadas por el pueblo y ella solo podía observar con impotencia como perecían en sus garras.

Respiró profundamente buscando tranquilizarse y convencerse de que solo era un mal sueño, su pueblo jamás se revelaría contra los lords y a sus hermanas aún les quedaba un largo periodo de gobierno.

Su agitación no pasó desapercibida para el macho que compartía la cama con ella, Hollow se despertó somnoliento y le preguntó si estaba bien y si le dolía mucho la cola.

Curiosamente recién en ese momento Orquídea tomo consciencia de ella misma y de su situación, recordó que estaba en el periodo final de su embarazo, su cola había crecido tanto que ya no era capaz de levantarse de la cama, además de que la había invadido un sueño tremendo y se la pasaba durmiendo.

Así había sido durante los últimos tres días, solo se despertaba un rato para comer un poco y luego de vuelta a dormir. Hollow había estado muy inquieto durante ese tiempo, sus instintos lo incitaban a permanecer cerca del nido para protegerlo, pero también tenía que trabajar, así que con mucho pesar abandonaba a su pareja por la mañana, pero apenas volvía corría a su lado y no había quien lo sacara del cuarto.

No es que Orquídea se quejara, le agradaba despertar y tenerlo a su lado, aún si no le decía nada y se limitaba a abrazarla, para ella era suficiente.

—Orquídea ¿Estás bien? —Repitió Hollow al notar que la mantis no le contestaba.

—Estoy bien, no es nada, solo me duele la cola.

—¿Mucho?

Procedió a masajear aquella parte, eso aliviaba mucho el malestar de la hembra, pero este día no estaba dando los resultados de siempre, sin embargo a ella no se le hizo raro, ya sabía cómo era este proceso y qué esperar. Así que se estiró un poco y formuló una sencilla petición.

—Hollow ¿Podrías ir a la cocina a buscar un poco de agua con miel?

—Claro, le diré a una de las sirvientas que...

—No, no quiero que me lo traiga una sirvienta, quiero que vayas tú.

—Eh... De acuerdo, pero ¿Por qué?

—No me cuestiones, solo hazlo ¿De acuerdo?

Esto último lo dijo con tal ternura que no se pudo negar. A pesar de la ansiedad que le provocaba hacerlo, tenía que alejarse de Orquídea y del nido, pero se consoló pensando que no sería por mucho, si se apresuraba en unos minutos estaría de vuelta.

En cuanto la puerta de la habitación se cerró, Orquídea se puso en una posición más cómoda, con sus cuatro extremidades apoyadas contra la cama y la entrada de su cola rozando las sábanas. Por tradición la puesta de los huevos era algo que solo se realizaba en presencia de hembras, le apenaba mucho expulsar a Hollow del cuarto, así que lo mandó a realizar una tarea sencilla mientras ella se ocupaba de todo.

La cola le dolía demasiado, esa era sin lugar a dudas la señal de que había llegado el momento.

Respiró hondo preparándose, entonces cuando se sintió lista levantó la cola y uno de los huevos se deslizó fuera. Aquello fue fácil y le brindó un cierto alivio a su dolor, pero solo fue momentáneo, pues una nueva punzada no tardó en golpearla obligándola a tensar la cola y soltar otro huevo.

Ya había puesto dos, la mínima nidada que esperaba era de tres, así que estaba claro que aún faltaban más por venir. Temía que Hollow llegara antes de acabar con su tarea, así que hizo algo de presión para apurar el proceso, con tal fuerza que dos huevos más fueron expulsados, uno detrás de otro.

Ahora sí ya tenía una nidada decente, pero su cola aún dolía, estaba claro que aún no acababa. Agitó su cola en un movimiento instintivo que buscaba posicionar los huevos para su expulsión, casi podía sentirlos bajar, una presión en su entrada le indicó que estaban listos para bajar y con un último esfuerzo, consiguió expulsar los dos últimos.

La hembra se desplomó en la cama jadeando, se había apurado lo más posible para que Hollow no la viera ponerlos, sentía su entrada y las sábanas húmedas, probablemente manchadas con los fluidos de su cuerpo, le apenaba que aquellas telas tan bonitas se ensuciaran por su culpa, aunque conociendo a la gente del castillo no se enojarían con ella, más bien estarían felices de que los huevos ya estuvieran fuera.

Justo en ese instante Hollow regresó de la importante misión de ir a buscar agua con miel, pero fue sorprendido por un extraño olor que impregnaba todo el cuarto. Dejó el vaso en una mesa y corrió hasta la cama donde yacía su pareja y la encontró recostada con su cuerpo lacio y con 6 huevos azul brillante junto a ella.

Casi le dio un infarto cuando los vio. ¡Eran seis huevos! ¡Seis! El doble de los que había puesto su hermana, solo pensar en semejante cantidad de hijos lo hacía temer por su futuro ¿Cómo lidiaría con tantos niños? ¿Como cuidaría de todos ellos? Sin darse cuenta ya se estaba paseando de forma nerviosa alrededor de la cama, pero el llamado de Orquídea detuvo su marcha.

—Hollow... Lo siento.

—¿Eh? ¿Lo sientes? ¿Por qué?

— Es que... No te lo había dicho hasta ahora, pero... En la última visita que me hizo la doctora... Me dijo que debido a que me alimenté mal al inicio, muy pocos de mis huevos lograrían abrir. Puse seis pero... Con suerte tendremos dos o tres crías... Lo siento Hollow.

Hollow en verdad estaba triste, pero no por la perspectiva de tener menos hijos, no le gustaba ver a su pareja decaída.

—No te preocupes Orquídea, dos niños son más que suficientes para empezar una familia.

—¿De verdad? ¿No estás enojado?

—Claro que no, que traigas niños al mundo ya es todo un suceso, no importa si es uno o seis, para una primera nidada es más que suficiente.

—Tienes razón, para una primera nidada está bien, siempre podemos tener más niños en la siguente.

—¿Qué? Si-si.. ¿Siguiente?

Hollow se sintió mareado, ya tenía bastante con una nidada como para pensar en otra, de hecho si fuera por él serían los únicos hijos que tendría en toda su vida. Pero luego miro a Orquídea tomar los huevos entre sus brazos y mirarlos con tanta ilusión que lo conmovía, incluso movía ligeramente su cola del puro contento.

—Oye... ¿Está bien que hagas eso? Recién te dolía la cola y todavía está muy hinchada.

—No te preocupes, se siente bien, ya no duele. En unos tres días recuperará su tamaño normal y podré volver a mi rutina diaria y a entrenar caballeros.

—Pareces muy entusiasmada con eso.

—¡Sí! ¡Me hace muy feliz! —En un arranque espontáneo se acercó a Hollow y lo abrazó— Te amo Hollow, espero que nuestra vida juntos dure mucho, mucho tiempo.

—Yo también lo espero Orquídea, yo también lo espero.

...

Hornet se revolvió perezosamente en su cama, no se percató en qué momento se quedó dormida, pero ahora que abría los ojos comenzaba a considerar que era una siesta necesaria, estaba tan agotada que sus ojos se habían cerrado solos sin poder evitarlo.

Pero ahora que volvía al mundo de los despiertos, nuevamente sus preocupaciones rutinarias la invadían. En primer lugar debía averiguar dónde estaban sus hijos, recordaba que había dejado a Henry vigilándolos, pero lo mejor sería supervisar, quizás alguno se le hubiera escapado de vista y en parte tenía razón.

Le bastó moverse un poco para descubrir un bulto junto a ella que era nada menos que Ren, quien había decidido tomar siesta junto a su madre. A Hornet le enternecía ver a su niña dormir enroscada y no quería despertarla, así que con mucho cuidado se levantó, pero aún cuando trató de ser cuidadosa, Ren despertó y soltó un quejido llamando a su madre.

—Tranquila hija, aquí estoy, todo está bien.

—Agu agu.

—Shhh, duermete, mamá tiene que ir a hacer algunas cosas pero estará cerca.

Pero sin importar la excusa que diera Hornet, Ren no podía entenderla, por lo que terminó cargando a la cochinilla en brazos con ella hasta la sala de estar.

Una vez allí encontró a los otros dos niños sentados tranquilamente observando a Henry tejer, el médico le había dicho que era un muy buen ejercicio para recuperar la movilidad de sus extremidades, y él como buen paciente hacia todo lo posible por practicar. Y esta actividad le había resultado de lo más interesante a los niños, ellos siempre obsevaban embelesados como transformaba una hebra de seda en alguna prenda de vestir.

—Que bien, desde pequeños interesados en las artes tradicionales de las tejedoras, eso está muy bien.

Los niños corrieron a saludar a su madre entusiasmados. Por su parte, Henry se puso de pie e hizo una respetuosa reverencia, la cuál resultó mucho más fluida y agradable que las anteriores, se notaba su mejoría.

—Saludos Henry, gracias por vigilar a los niños.

—Ño hay pnoblema majeshtad, son niños tanquilos.

—No estoy tan segura de eso, contigo son tranquilos pero no es lo habitual, en fin —Le dio un vistazo a Henry y a las tres larvas.— Iiba a preparar algo de comer pero ahora que me acuerdo me faltan algunas cosas ¿Crees que puedas quedarte solo con los niños unos minutos mientras voy a comprar?

—Puedo hasherlo.

—Bien, en seguida vuelvo.

Pero en cuanto los niños se dieron cuenta de que Hornet se dirigía a la puerta de salida de la casa, corrieron hasta ella buscando su atención.

—¿Que pasa niños? ¿Quieren venir conmigo?

—¡Yi yi yi!—Gritaron las larvas.

—Esta bien, pueden venir, de todos modos no iremos lejos. Cambio de planes Henry, voy a salir con los niños, volveremos en unos minutos.

Siendo aquel paseo tan corto, Hornet no vio necesario llevar la canasta para transportar a los pequeños, solo irían a la tienda que se encontraba un piso más abajo de su casa, así que los bebés tendrían que caminar ese trecho, sería bueno para ellos el ejercicio.

Salió con los niños quienes obedientemente la siguieron, aunque por si acaso, Hornet tenía a Chester atado de un hilo.

El trayecto transcurrió con normalidad, bajaron hasta la plataforma inferior, llegaron a la tienda, compraron los víveres requeridos y emprendieron la marcha de vuelta a casa.

No había nada fuera de lo normal en aquel paseo, nada que hiciera presentir que había algún peligro cerca, habían muchas arañas en los alrededores, vecinos amistosos que conocían y querían a los niños. Pero mezclado entre todo aquel gentío, había un extraño ajeno al pueblo, alguien de identidad desconocida y que ni siquiera era una araña. Se trataba de una langosta a quien le habían pagado para cometer un crimen muy cruel y que estaba dispuesto a ello por la cuantiosa suma que le habían ofrecido.

Todo ocurrió muy rápido, Hornet a duras penas alcanzó a ver a un insecto encapuchado que con una velocidad fantasmagórica cogió a sus hijas y atrapó a su hijo, el último como lo tenía sujeto de una hebra de hilo no pudo llevárselo tan fácil, lo que le dio tiempo de tomar conciencia de la situación. Pero el cazarecompensas sabía lo que hacía, no tardó en cortar el hilo y escapar con los tres niños.

Hornet gritó desesperada y tiró la bolsa de las compras, maldijo a aquel ser mientras corría detrás de él y ordenaba a todos que atraparan al rufián.

Pero su presa era demasiado veloz, y ahora que se daba cuenta, no llevaba su aguja consigo, sin esta estaba indefensa y su velocidad se limitaba a la capacidad de sus patas, la cuál no era demasiada en comparación con quién estaba persiguiendo, sus extremidades eran enormes. Debido a las ropas que lo cubrían no podía adivinar se que se trataba, pero por lo que apreciaba debía tratarse de una langosta o una mantis.

El bicho no tardó en alcanzar el final de la villa y sin miedo ni duda se arrojó al lago con los niños entre sus brazos. Hornet chilló aterrada cuando vio al insecto hundirse en el agua, pero tan pronto como desapareció bajo el manto líquido, volvió a emerger nadando con gran habilidad, este individuo estaba entrenado en toda clase de disciplinas para llevar su trabajo a cabo con eficiencia. Así fue como luego de unos minutos ya había llegado a la orilla del lago y se adentraba en las cuevas de Nido Profundo.

A pesar de su destreza y velocidad, escapar no le resultaría fácil, ya se había dado la alerta y numerosos arácnidos se arrastraban por toda la red de túneles listos para atraparlo y hacerlo pagar por su crimen.

...

La lucha era encarnizada, los cadáveres de mantis caídas en combate tapizaban el suelo de la villa, cada individuo luchaba por sobrevivir o por morir con honor, esas eran las únicas opciones para una mantis con el estigma del guerrero grabado a fuego en su mente, todo era luchar o luchar, jamás detenerse a pensar o cuestionar sus acciones. Pero en toda generación o sociedad, siempre ha existido aquel que se sale de la norma.

Cris, era un macho tranquilo y silencioso, no acostumbraba a meterse en peleas, cazaba de forma eficiente buscando cumplir con sus cuotas de cacería y evitando sobresalir. La violencia no era lo suyo, prefería observar y analizar, evitar los problemas y tener un bajo perfil. Participar en una guerra era la última de sus aspiraciones y el verse obligado a hacerlo una pesadilla.

Con dolor había tenido que dar muerte a un par de compatriotas que apreciaba mucho, gente que conocía dese que era un crio con alas y que le dolieron en el alma, compañeros que cazaron junto a él y que ahora despedía para siempre, pero una mantis no mostraba dolor, una mantis era un guerrero implacable que hacía lo que debía hacer, sin embargo... Cris tenía un límite.

Cuando mató a una hembra y escucho sus palabras finales, no fue capaz de soportarlo.

—Lo siento... —Fue su último mensaje, algo que hubiera preferido decir él mismo, gritarlo a los cuatro vientos.

Él no quería matar a nadie, pero tampoco quería traicionar a sus lords ¿Acaso se podía ser cobarde y leal al mismo tiempo? Gritó de impotencia, pero su alarido fue ahogado por el jolgorio de la guerra y el dolor de los agonizantes. Entonces ya siendo incapaz de soportarlo, el mantis corrió hacia la sala de los lords y se escabulló hasta la salida que llevaba hasta Nido Profundo, prefería morir a manos de las arañas antes que seguir participando de aquella carnicería sin sentido. Aquel día sería un cobarde, la vergüenza le carcomida el corazón, pero ya estaba roto, nada podía ser peor.

Se adentró cada vez más en el territorio enemigo, jurándose a si mismo que no importaba la bestia que apareciera, no atacaría y se dejaría devorar, sin embargo, sus anhelos estaban lejos de ser cumplidos.

La primera criatura con la que se topó iba con su cuerpo cubierto de telas, ocultando su identidad y haciendo difícil adivinar su especie, pero lo que si quedaba a la vista eran las tres crías que llevaba entre los brazos.

—¡Maldición! ¡Me van a atrapar! —Gritó el desconocido.

De pronto divisó a la mantis que estaba en su camino observándolo con curiosidad. Una sonrisa apareció en su rostro ante la idea que había cruzado por su mente.

Sacó de entre sus ropas un segundo atuendo idéntico al suyo con el que vistió al mantis, al inicio el macho quiso oponerse pero sus movimientos fueron demasiado rápidos para él, en cosa de minutos ambos estaban vestidos de tal manera que era imposible distinguirlos, entonces para completar su plan, le arrancó las ropas al niño que llevaba en los brazos y se las ató a una garra, luego de eso salió corriendo mientras le gritaba.

—¡Adiós tonto! Buena suerte lidiando con esos pobres infelices.

Cris quiso replicar y preguntar qué estaba pasando, pero el alboroto de un ejército de patas lo hizo imposible. Un grupo de arañas llegó justo cuando la langosta secuestradora ya se había perdido de vista, por lo que no pudieron presenciar la verdad, lo que ellos vieron fue al ladrón de los niños de pie con la ropa de uno de ellos en sus manos. El mantis solo los miró confundido por la furia que había en los ojos de los arácnidos.

—¿Qué está pasando aquí? —Se atrevió a preguntar.

—¿¡Dónde están los niños!? ¿¡Dónde está la princesa!? —Gritó una araña.

—¿Princesa? ¿De qué hablan?

—¡No te hagas el tonto! ¡La princesa! La hija de la reina araña , la acabas de secuestrar, en tus garras están las ropas de uno de sus hermanos ¿Qué hiciste con ellos?

—¡Yo no hice nada! ¡Un tipo apareció de la nada y me entregó estas ropas! No sé que está pasando, yo...

Cris no lo notó, pero detrás de él un devoto lo acechaba, y cuando menos lo esperaba, lo tumbaron en el suelo y le arrancaron las ropas que llevaba puestas revelando su especie.

—¡Una mantis! ¿Eres una de las mantis de Páramos Fúngicos?

—Sí pero...

—¡Las mantis la robaron! ¡Las mantis secuestraron a la princesa! ¡Esto es un atentado contra la corona! ¡Esto es guerra!

Cris no entendía lo que pasaba, pero había una cosa que tenía clara, a su tribu le esperaban tiempos difíciles.