Capítulo 40: Sinceridad y responsabilidad.
Después de que el hombre que tenía frente a ella sellara sus labios en una fina línea al concluir aquella confesión, _ solamente pudo escuchar durante unos largos instantes los latidos lentos pero fuertes de su corazón, golpeando sus costillas.
El vello de su nuca se puso de punta conforme la nueva información otorgada iba haciendo mella en su cerebro y su mente, como si de un tsunami se tratara ¿Qué…? Sus manos, colocadas sobre sus rodillas, temblaron en pequeños espasmos y se encogieron, cerrándose en un enrabietado puño. Seguidamente, su mirada impactada descendió hasta abajo, hasta sus botas; siendo ocultados sus ojos grises tras su flequillo oscuro y rizado.
Tras aquella historia, había comprendido varias cosas:
Su madre había sido asesinada por Kenny, el líder de la Primera División de la Policía Militar y el tío de Levi.
El paradero de Abel seguía siendo un misterio, pero todo apuntaba a un único lugar.
Se desconocía la manera en la que supieron la ubicación del Centro.
Y. Levi conocía a su madre. Desde hacía mucho tiempo.
Casi sintiendo que se ahogaba por un nudo en el pecho, _ cerró los ojos mientras inspiraba profundamente, tratando mantener el control tanto de su mente como de ella misma. Aunque se sintiera completamente desbordada. A continuación, sus labios se separaron y, a pesar que hubo duda en aquel movimiento, no cedió ante la oleada que la azotaba en aquellos momentos.
-¿Cuándo y cómo la con…?- Entonces, quedándose callada un instante y sumergiéndose de nuevo en sus pensamientos, negó con la cabeza-No...Eso ahora mismo no es lo importante…-Su voz sonó demasiado gruesa y forzada, debido al esfuerzo que estaba haciendo por autocontrolarse, por no ponerse a gritar o algo peor. De manera lenta, fue ascendiendo su barbilla y, cuando tuvo la cabeza bien alta y los ojos despejados, su mirada taladró completamente a Levi, con las pupilas encogidas y los párpados apretados. En aquellas orbes grises se podía observar una multitud de sentimientos y emociones batallando en su interior. Pero sobre todos ellos, la rabia y la traición se distinguían de manera resaltable. El gesto del hombre se encogió levemente-Tú…-Mustió con un palpable desprecio y dolor. Nunca en su vida se había sentido tan herida. Aquella...Aquella persona de la cual...se había...Le había ocultado aquello… Casi ni podía encontrar las palabras para formular la pregunta. Sentía ganas de gritar, llorar y golpear algo, pero primero...Necesitaba las respuestas-¿Por qué?
El moreno, el cual había mantenido en todo momento el contacto visual con la mirada de _, cerró por unos segundos los ojos, tragando duro. La nuez en su atractivo cuello subió y bajó conforme al movimiento. Sus fuertes hombros se alzaron y descendieron, tras coger una profunda bocanada de aire. Y, tras unos instantes, sus ojos gris azulados se volvieron a hacer visibles.
-Después de que nos separamos de Leena,... la buscamos por todos los rincones de la Ciudad Subterránea, pero no conseguimos ninguna información. No era la primera vez que desaparecía de esa manera tras una persecución, así que dimos por sentado que había vuelto con el mocoso a la superficie- Contestó, aunque sin saber muy bien a qué se refería la morena, con voz completamente neutral y carente de emociones, mientras el músculo de su mandíbula se tensaba. Sin embargo, a pesar de aquella fachada bien ensayada, en sus ojos se podía ver un atisbo de pesar. Pero no significó nada para _- Varios días después de su desaparición, un viejo contactó con nosotros. Al parecer, un noble había cogido por rehén a un conocido nuestro para obligarnos a hacer el trabajo sucio que los tan preciados Niños Topo no podían cumplir. Debido a eso, nos infiltramos en el Cuerpo de Exploración con el propósito de matar a Erwin Smith y de robarle un importante documento-El tono fue adquiriendo un leve deje de dureza, como si cada vez le costara más hablar de ello. Las cejas de _ se alzaron levemente al pillarle por sorpresa aquello ¿Levi intentando matar a Erwin?- Una vez allí preguntamos por Leena a nuestro superior en ese entonces. Nos dijo que habían dos mujeres que respondían a ese nombre. Ambas muertas recientemente. Una puta jodida casualidad del destino- Con un chasquido de lengua, Levi detuvo su hablar, alzando la mano para agarrarse la frente, de manera ansiosa- Sin embargo, aunque sus nombres fueran similares, sus muertes resultaron ser muy diferentes ya que una murió en una expedición, fuera de las murallas, mientras que la otra murió junto a su familia, a causa de las deudas que tenían- Un suspiro pesado se deslizó por los labios del hombre-Evidentemente, dado lo poco que sabíamos y lo que habíamos visto, nosotros creímos que era la segunda mujer.
La mandíbula de _ se apretó con más fuerza, marcándose a través de su piel. Aquello no era suficiente. Debía saberlo todo.
-Aún así, tuviste que reconocerme en cuando nos conocimos ¿Por qué cojones no me lo dijiste en ese jodido momento?-Gruñó dejando ir parte de su rabia y molestia, encogiendo la mirada. Su voz parecía empezar a ascender de volumen.
La inexpresividad del rostro de Levi se fracturó por un segundo, el cual hubiera sido imperceptible de no ser porque _ no le quitaba los ojos de encima. El moreno apretó sus labios y desvió durante unos instantes la mirada. Pero tan pronto como apareció desapareció, y una vez más, alzó los ojos, nuevamente adoptando una actitud fría. Poniéndose de nuevo una máscara.
-Lo hice-Confirmó, ganándose que la mirada de la morena fuera todavía más intensamente rabiosa. El maldito hijo de puta...lo había sabido desde el puto principio- En el primer momento en que vi tu rostro, supe que eras la hija de Leena, pero no de cual. Sólo me enteré cuando Erwin lo dijo- Las palabras del rubio resonaron en la mente de _ cuando un recuerdo le asaltó "Sí, lo que piensas es cierto, Levi, ella es la hija de Leena Ross"-Yo…-De nuevo un chasquido salió de los labios del hombre, para después alzar las manos y mirarlas con un pequeño gesto encogido-Yo odiaba estar cerca tuya-Confesó con la voz gruesa. El corazón de _ se apretó dolorosamente, aun cuando su mente le gritaba que no mostrara ningún tipo de debilidad frente a él. No era imbécil. Lo sabía. Tanto ella como él se detestaban mutuamente al principio. No era nada nuevo- porque me recordaba que pude haber hecho algo más-Sin embargo, la segunda parte de aquella frase la dejó descuadrada- Pude haber ido tras Leena. Pude haber investigado más cuando supe de su muerte. Pude haber hecho cualquier cosa. Pero no lo hice. Ese tipo de pensamientos me perseguían cada vez que estaba en el mismo lugar que tú- Un suspiró escurridizo interrumpió aquel relato y, entonces, Levi bajó las manos y alzó los ojos, conectándolos con la morena, que le miraba seriamente-Y la cosa fue a peor conforme más investigábamos lo sucedido… cuanto más conocía vuestro entorno...más…-Su voz murió ahí, sin poder continuar la frase. Pero a pesar de aquella oración inconclusa, _ supo perfectamente lo que quería decir: "más responsable y culpable me sentía". Levi continuó, todavía con aquella voz tras tragar de nuevo saliva-Juré protegerte de todas las maneras posibles. Por Leena. Por mi deuda con ella. Pero… Ayer… Que fuera Kenny...
-Eres un completo estúpido-Le cortó de golpe _, con un pequeño gruñido mientras se levantaba de la silla. Sabía perfectamente lo que iba a decir y no tenía ninguna gana de escuchar aquellas sandeces-Eres un estúpido si piensas que eres el responsable de la muerte de mi madre. Sí. Fue Kenny Ackerman. Tu tío ¿y? Tú no empuñaste el arma, sino él-Con un gesto brusco, _ desplazó el brazo por el aire hacia un lado, mirando a Levi con rabia- Sin embargo, no eres del todo inocente. No después de haberte confiado mi pasado, mi presente y mi futuro, algo tan importante para mí, y tu haberme ocultado lo que sabías. De eso, sí que eres responsable, capitán.
Durante unos instantes las orbes de ambos mantuvieron el contacto visual, una mirada enrabietada contra una plagada de remordimientos y culpa. Sin que ninguno mustiara ni una palabra más. Unos golpes en la puerta hicieron que se rompiera bruscamente y, antes de que Levi pudiera darle o no permiso a la persona que había al otro lado, _, tras lanzarle una última mirada de cargada de todo tipo de emociones, giró sobre sí misma y se dirigió hacia esta. Agarrando el pomo, la abrió de golpe, encontrándose cara a cara con Hange, la cual había alzado la mano para volver a tocar. La castaña, después de dirigir sus ojos de la morena hacia Levi, parpadeó lentamente, poniéndose un poco nerviosa.
Dando un pequeño saltito hacia atrás, movió de manera exagerada los brazos.
-¡Oh, perdón!¡Veo que estáis ocupados! Mejor…-Empezó a hablar apresuradamente, señalando con el pulgar hacia atrás.
-No, tranquila-Le cortó en seco _ con la voz aún tensa y grave. Pillándola por sorpresa, Hange le miró bajando una de sus cejas, aquel tono le había resultado muy raro. Pero, antes de que pudiera mirarle al rostro, la morena giró su cuello de reojo, mirando hacia el hombre que todavía estaba sentado- Ya hemos terminado.
Sin quedarse a ver la reacción de ambos, dio un paso fuera de la habitación y, esquivando a Hange, caminó por los pasillos, con la mirada oscurecida y los puños apretados, rabiosa, decepcionada y traicionada. Sus pies se movieron por voluntad propia, sin ningún tipo de orden por parte de su cerebro, puesto que no podía. Una y otra vez, la historia y la conversación se repetían en su mente, aumentando cada vez más su estado alterado. Casi sentía las paredes ceñirse contra ella, asfixiandole. Necesitaba salir de ahí. Necesitaba alejarse de allí. No podía soportarlo más.
Minutos más tarde, cuando recuperó parte de la conciencia de su psique, parpadeó lentamente sintiendo como su alrededor había cambiado de un momento a otro. Con aire desorientado, recorrió con los ojos el lugar. En aquellos momentos, se encontraba en la cuadra de Spirit, colocando las correas que sujetaban la silla de montar al animal. El caballo, al notar la inestabilidad de su jinete, se removía en el sitio, un poco nervioso. Palmeándolo con cariño en su cuello para tranquilizarlo, _ introdujo su bota en el estribo y haciendo fuerza con la pierna buena, dio un salto y subió. Una vez montada, golpeó los cuartos traseros del animal y, acto seguido, salieron de la cuadra, ganándose ambos una mirada de sorpresa de los mozos y mozas de los establos. Envolviéndole los gritos de los empleados confusos porque no habían sido informados de una salida, _ no miró atrás ni hizo ningún amago de detenerse y avanzó hasta salir del edificio. Una vez en el exterior, el cielo, previamente despejado, ahora cubierto de nubes dañó por unos instantes su vista, debido a la claridad tan molesta que desprendía. Pero eso no la paró. La morena aumentó la velocidad mientras se dirigía hacia la salida donde varios soldados vigilaban el tránsito de las dependencias militares. Aquellos individuos, al escuchar el sonido de unos cascos acercándose y golpeando el suelo de piedra, reaccionaron ante el ruido y giraron sus cuerpos a la vez que alzaban las armas. Sin embargo, fue demasiado tarde. Rápidos como el viento, jinete como caballo pasaron aquel control con gran velocidad, sin darle tiempo a los vigilas a detenerlos. Con las nubes cargadas sobre sus cabezas, cabalgaron por las calles de Orvud hasta salir de la ciudad, adentrándose en los caminos. Fuera del distrito, se dirigieron hacia el sureste con el destino grabado a fuego en su mente.
Con el rostro apretado y la vista fija en el recorrido, _estaba totalmente ida. Aunque su cuerpo se encontraba sobre Spirit, su mente se encontrara muy lejos de allí. Sentía una poderosa necesidad de volver. Lo necesitaba. Quería alejarse de todo y refugiarse en aquel lugar. Ya no podía aguantarlo más. Demasiada información. Demasiadas malas noticias. Demasiado todo. Estaba harta y desbordada. En la últimos días habían pasado una multitud de desgracias que no le habían dado tregua ni por un maldito instante: se entero de la muerte de Hannes atacaron la base secreta, secuestraron a Eren e Historia, mató a una persona y le dispararon en la pierna, le revelaron que fue la Policía Militar quien mató a su madre, huyeron como prófugos por un delito que no habían cometido, casi mueren sepultados bajo el titán Rod Reiss y ahora lo de Levi. "¡Basta, basta!" gritaba con desesperación dentro de su cabeza. El recuerdo de todas las vivencias pasadas alteró todavía más, si cabía, su mente y su corazón; el cual latió desbocado, sumergido en la ansiedad y en una mezcla muy oscura de sentimientos negativos. Pero lo peor había supuesto el descubrir que aquel hombre que, sin que ninguno de los dos lo hubiera pretendido, se había convertido en su refugio, la había decepcionado y traicionado. Había traicionado su confianza.
El cielo resonó con furia, casi como si comprendiera aquella tempestad que habitaba en su interior. Seguidamente del trueno, un par de gotas se precipitaron de manera lenta contra la tierra y contra _, cogiendo intensidad conforme más avanzaba tanto el tiempo como en el espacio.
Sobresaltado por el sonido repentino, Spirit relinchó asustado, pero continuó cabalgando, obligado por un golpe en sus cuartos traseros. Los cascos del animal pisaban con fuerza el suelo repleto de charcos y barro, causando que el lodo y el agua sucia se alzara ante su paso y mojara y ensuciara a ambos. Pero ni el mal tiempo, ni el frío ni la suciedad y humedad que se adhirieron a su cuerpo hicieron que _ detuviera aquella carrera. Casi parecía huir de algo.
Recorrieron los caminos con urgencia y sin mirar atrás por un par de horas largas, bajo la lluvia y el frío del lugar. El amable paisaje de prados y parajes tranquilos se fue transformando con cada paso hasta parecer ante sus ojos frondosos y oscuros bosques y empinadas y nevadas montañas. Cuando los cascos del animal pisaron el suelo mullido por la nieve y de la nariz y boca de _ salió un denso vaho, supo que casi habían llegado.
-He vuelto…-Murmuró la morena débilmente, con los ojos entrecerrados y desenfocados y con el cuerpo inclinado hacia delante. Ella no lo notaba, aunque, a decir verdad, no notaba nada; pero en ese momento, su piel se encontraba humedecida por un sudor frío, producto de la alta temperatura. Sus mejillas habían adquirido un preocupante tono rojizo y su boca parecía estar más seca que la corteza de un árbol.
Ya sin fuerzas, en el último momento, ni siquiera era ella la que dirigía a Spirit, sino el mismo animal que a paso tranquilo ascendía el camino inclinado por la montaña, sabiendo previamente el camino a casa. Jadeando con dificultad, _, sobre la silla de montar, mantenía una ardua batalla entre la consciencia y la inconsciencia, tambaleándose de manera peligrosa sobre el caballo y, aún así, tratando por todos los medios estar atenta al camino.
Las ropas húmedas por la lluvia y la falta de abrigo que impidiera que el frío le calara los huesos habían causado importantes estragos en la férrea salud de _. Tal había sido la magnitud del daño que, a unos pasos de su destino, tanto la morena como su propio cuerpo no pudieron soportarlo más y, deslizándose de la montura, cayó al suelo en un golpe pesado, enterrando parte de su rostro en la nieve. La mujer se quedó por unos segundos ahí recostada, jadeando y casi sollozando. Con parpadeos lentos, _, haciendo un amago por alzar la cabeza, intentó por todos los medios levantarse, pero, al cabo de unos segundos, sus intentos murieron conforme fue entrando en un profundo letargo hasta caer completamente rendida.
El caballo dio unos pasos más hacia delante hasta que, de pronto, dándose cuenta de la falta de su jinete, se detuvo junto a la valla de madera, alzando las orejas. Emitiendo un bufido, el animal giró su cuello hasta observar tras de sí, en concreto a su dueña tirada en la nieve.
…
Año 840. Territorio de la Muralla María.
Con los ojos brillantes de admiración, _ , de 15 años, aguanto la respiración, manteniendo todo el aire que pudo dentro de sus pulmones. A gatas, se acercó lentamente, arrastrando las piernas por el suelo de madera, sin hacer ruido, e, inclinándose hacia delante, aproximó el rostro a la rendija de la puerta de la habitación de sus padres, situando su ojo gris en el hueco que dejaba está entre la superficie de madera y el marco.
Desde siempre, desde que tenía uso de razón, aquel era su momento más odiado y esperado. Sí. Para ella, no había término medio respecto a eso. Ambos sentimientos batallaban siempre con mucho fervor cuando el día se acercaba, mostrándose tremendamente irritable y explosiva, producto tanto por su recién entrada adolescencia y la situación. Todos los individuos de aquel lugar, hasta su perro Oliver, sabían que, cuando se aproximaba la fecha señalada, lo mejor era alejarse de _ cuando se encontraba en aquel estado tan oscilante e impredecible. Pero ¿alguno realmente sabía la razón? No, simplemente o lo tachaban de las hormonas de la edad o del carácter de la morena.
Un sonido metálico volvió a traer al mundo a _, la cual se había sumergido por unos instantes en su mente. Movida por el sonido, inclinó más su cuerpo, casi pegando el rostro.
Dentro de la habitación, ajenos a su espía, Leena, parada frente al espejo, se colocaba y se ajustaba con toda la tranquilidad del mundo unas correas a su cuerpo mientras charlaba animadamente con Rob, el cual se encontraba sentado en un sillón que había junto a la cama de matrimonio, observando a su mujer con los ojos entrecerrados, repletos de infinito amor.
Uniendo las cintas de cuero al cinturón de su cintura, la mujer de pelo azabache cogió las correas que colgaban a ambos lados de sus caderas y metió los brazos a través de ellas, procediendo a seguir colocando la parte superior del arnés.
-De verdad te lo digo Rob, deberías haberlas visto hoy ¡Casi he gritado de la emoción!-Comentó entre risas la mujer, con la vista dirigida hacia su pecho, mientras con ambas manos, ajustaba la correa que pasaba por esa parte de su cuerpo- Tanto _ como Elisabeth tienen un increíble talento. Se nota que lo han heredado totalmente de mí-Volvió a reír con malicia, ganándose un bufido divertido del hombre sentado.
-He de decir que yo también he aportado algo, por si no lo recuerdas- También riendo, intentó bajarla de su nube, sin mala intención.
-En el pueblo han estado brillantes, que han dejado a algunos vecinos con la boca abierta- Continuó su parloteo jubiloso, ignorando el comentario de su marido. Rob soltó otro bufido, muy divertido por la actitud tan alegre y maternal de Leena. Casi parecía una orgullosa madre oso junto a sus oseznos- Elisabeth ha sabido actuar correctamente cuando esa anciana ha resultado herida por aquel ladrón. Enseguida ha sabido detener y atender la hemorragia que le había causado el caer al haber sido empujada. ¡Oh, y no me puedo olvidar de _! Si la hubieras visto saltar como un conejo sobre Spirit y perseguirlo por todo el pueblo con un enorme palo que ha saber de dónde lo habría sacado ¡Casi he tenido pena por el hombre al haber recibido esa paliza!-De nuevo una carcajada alegre resonó en la habitación.
Una sensación cálida y burbujeante cosquilleó el pecho de _ al escuchar a su madre hablar de manera tan orgullosa lo sucedido hacía un par de horas. Sin poder evitarlo, una sonrisa se coló en sus labios. Y, a pesar de aquel repentino chute de alegría, no se permitió distraerse. No cuando estaba por suceder la parte que estaba deseando y temiendo ver a partes iguales.
Tras terminar de ajustarse en su sitio correcto las correas y colocarse la chaqueta corta de color caqui, Leena se dio la vuelta y, con una sonrisa, todavía divertida por su relato, caminó hasta la cama, donde, sobre las sábanas, descansaba una tela muy llamativa, doblada de manera perfecta. Delicadamente, la morena de mayor edad se inclinó y pasó por debajo de esta las manos, cogiéndola entre sus manos como si de un bebé se tratara. A continuación, cargada con esta, volvió a girarse y a caminar hasta el espejo de cuerpo entero.
_, con el corazón latiendo emocionado, aguantó la respiración mientras sus ojos brillaban a través de la rendija. Finalmente, había llegado.
Parada de nuevo frente a su reflejo, su madre, con un movimiento rápido de manos, sacudió la tela doblada, extendiéndola en el aire. Bajo la visión de la niña escondida, esta se desdobló casi con lentitud, mostrándose a través de los rayos de luz del amanecer de manera completa y con altivez. En el vacío, unas alas cosidas a la tela verde revolotearon con fuerza y furia, más liberadas que nunca, dejando completamente sin aliento a _. Y, con otro movimiento, estas fueron colocadas sobre la espalda de la mujer de pelo negro.
Ante ella, la imagen de su madre enfundada con orgullo con el uniforme del Cuerpo de Exploración se manifestaba una vez más. Y, de nuevo, una oleada más fuerte de sentimientos azotó a la pequeña morena conforme observaba a Leena Morgan mirar su reflejo con una sonrisa de total dedicación.
Desde que tenía uso de razón, _ sabía que su madre había nacido para ser soldado del Cuerpo de Exploración. Era la otra parte que completaba su alma, el dedicarse a la búsqueda de la verdad y la libertad de la Humanidad. Ayudar a la gente. Servir al otro. Por ello, uno de los tantos sentimientos que que le recorrían en aquellos momentos era la total y absoluta admiración por su madre y su causa.
Sin embargo, aquella devoción de Leena Morgan contaba con una doble cara. Temía por ello. Sentía un completo terror silencioso, pues nunca lo había manifestado a nadie. Ni se atrevía a hacerlo. Cada vez que su madre se colocaba aquellas alas sobre sus hombros tenía miedo. Miedo a que aquella veneración un día de estos fuera aquello que acabara con ella.
…
7 días después.
Sentada en el suelo repleto de nieve con la espalda apoyada en el tronco del árbol que había tras de sí, _ dejó ir su aliento, el cual surgió de su interior en forma de una densa nube de vaho. Sus ojos grises observaban desde la lejanía el ir y venir de los pacientes a la cabaña mientras empinaba de vez en cuando la botella de cerveza que se había agenciado de la despensa de la casa, aun con la prohibición de Elisabeth. Pero ella se había marchado hace rato al pueblo a comprar un par de cosas y Ethan no se atrevería de decirle nada, no tal y como estaba.
Gracias a Spirit, debido a los relinches y sonidos que hizo, su familia llegó a tiempo de que muriera de una hipotermia en la nieve. Pasó varios días con fiebre muy alta y delirando completamente ida pero consiguió salir adelante de una manera u otra, tal vez porque el Cielo no querrían a alguien como ella entre sus filas o porque era demasiado cabezota como para dejar las cosas sin acabar. Cuando despertó ya recuperada, intentaron que les contara lo que había sucedido para que apareciera de aquella manera; sin embargo, _ no abrió la boca. No quería decirles aun lo que había descubierto, pues no sabía todo.
-Ojala haber nacido como tú-Habló en un susurro mientras ocultaba parte de su rostro congelado en la bufanda que había alrededor de su cuello- Tan ajeno a las desgracias y horrores de este mundo. Completamente feliz hasta el final.
Extendiendo su brazo izquierdo hacia un lado, giró su muñeca, dejando que la botella que tenía agarrada entre sus dedos, dejara ir el líquido de su interior y que este cayera sobre una superficie de piedra. El alcohol se deslizó lentamente llevándose la nieve que había pegada a ella y colándose por unas toscas muescas que habían grabadas. Oliver.
Para ironía del destino, como si la morena no hubiera tenido suficiente con los últimos sucesos, al volver a casa se encontró con una noticia. Encontrándolo una mañana junto a la chimenea todavía humeante, tumbado con un gesto facial de absoluta felicidad, la familia Morgan descubrió a Oliver. Había muerto durante la noche de viejo, como debía ser. El perro que tanta compañía y amor les había dado en aquellos momentos tan amargos y tristes
-Por tí, pequeño cabrón-Brindó por él con un tono de voz completamente vacío con los ojos picándole. Sin embargo, no lloraría, se había forzado a no hacerlo. Esta vez por voluntad propia. Ya que si se permitía mostrar aquello que había en su interior, podría derrumbarse. Y aquello era lo último que quería- Espero que, haya donde estes, comas y corretees hasta que tu cuerpo no pueda más.
Un sonido mullido llamó de manera repentina la atención de la morena, la cual desvió su mirada de la lápida y dirigió sus ojos hacia el frente, encontrándose con Ethan, caminando en su dirección, con el rostro medio oculto por la bufanda. A juzgar por sus cejas fruncidas y los ojos estrechados, estaba completamente enfurecido. Y seguramente ella sería la razón de aquella ira.
Cuando, frente a ella, el chico de pelo negro se paró y le lanzó una mirada encolerizada; _ supo que había acertado.
-¿Se puede saber qué cojones estás haciendo tantas horas aquí fuera?-Le dijo con voz muy tensa, como si tratara de controlar el volumen de esta-¡Está completamente nevado y te recuerdo que hace días estabas a punto de morirte de una maldita hipotermia!
Sin poder evitarlo, _ sonrió de manera irónica encajando las cejas, causando que una vena rabiosa surgiera en toda la frente de Ethan.
-¿Ah, sí? Yo que pensaba que había un buen día para tomar el sol- El retintín en sus palabra fue el desencadenante de que la paciencia del moreno llegara a su fin. Pillándola por completa sorpresa, _ sintió cómo de pronto le agarraban el antebrazo y la forzaban a ponerse de pie. Molestándose por ese trato, la morena frunció el ceño y se encaró contra Ethan-¿¡Qué….!?
Sujetando con fuerza los hombros de la morena, Ethan se inclinó hasta casi alcanzar su altura.
-¡Basta ya, _!-Le gritó antes de que esta pudiera abrir siquiera la boca, acallándola. El tono de voz del chico era lastimoso. Los ojos encogidos del chico se humedecieron conforme hablaba mientras su rostro esbozó un gesto de impotencia-¡No puedes cerrarte de esa manera a nosotros!¡No puedes pretender que no te cuidemos cuando sabemos que algo ha pasado!¡Somos tu maldita familia, joder!¡Deja de tratar hacerlo todo tú sola!¡Aunque no nos lo quieras contar, permítenos cargar parte de tu dolor!- Y, entonces, en contra de la voluntad de Ethan, un sollozo se escapó de los labios de este.
Apretando los labios con fuerza hasta casi hacerlos blancos, el moreno agachó la cabeza, colocando su frente contra la de _. A través de ese pequeño contacto, la morena lo sintió temblar, tratando de controlar las ganas de llorar, y aquello causó que el corazón de _ se encogiera dolorosamente culpable. Aquella imagen de su hermano pequeño rompiéndose ante ella había sido la bofetada de realidad que había necesitado durante los días que había pasado con su familia. En aquel momento se dio cuenta. Había sido muy egoísta. Aparecer en aquel lugar casi moribunda y completamente destrozada y sin ningún tipo de explicación mínima, había supuesto que su familia se diera un susto de muerte tras días sin verla ni tener contacto con ella, sólo enterándose a duras penas a través de los rumores del pueblo y los periódicos. Simplemente les había impuesto la obligación de cuidarla y observarla sufrir en silencio.
Sintiéndose terriblemente responsable, _ también apretó los labios. Despacio, alzó su mano derecha y colocó su palma en la mejilla del chico, acariciándolo suavemente.
-Tienes razón, Ethan…-Murmuró bajito mirando el rostro de su hermano mientras frotaba su frente contra la del moreno, en un ademán cariñoso-Lo siento por haberos preocupado tanto...He tenido varios días moviditos y eso ha acabado conmigo un poco-Le explicó sin querer decir mucho. No era el momento- Se que estoy siendo egoísta pero, por favor, esperad un poco más. Cuando descubra toda la verdad, volveré con vosotros y os lo contaré. Todo.
El moreno asintió contra su frente.
-Pero, por favor, no aparezcas nunca más de esa manera-Le susurró Ethan con los ojos cerrados y la voz temblando, refiriéndose a cómo la habían encontrado hace siete días atrás- Estabas muy, muy mal, _. Tan fría e inmóvil… Apenas parecías respirar….Elisabeth y yo por un momento pensamos que te íbamos a perder para siempre-Un escalofrío recorrió el cuerpo del chico, sacudiéndolo levemente- Sólo...Sólo te pido eso…
-No. No lo haré-Le aseguró separándose de él. Al hacerlo, ambos morenos hicieron contacto visual- No volveré a provocaros ese sufrimiento.
Las palabras tan firmes de su hermana hicieron que el chico sonriera levemente, agradeciéndole en silencio. A pesar de ello, _ continuó sintiéndose mal por él y por su hermana. Ella no estuvo consciente en ningún momento pero a juzgar por lo afectado que se había mostrado Ethan, debió haber sido una situación muy estresante y horrible para ambos. Debieron haber sufrido mucho por culpa de su impulso casi autodestructivo.
Un crujido mullido rompió aquel momento, causando que ambos morenos dirigieran sus ojos grises hacia la dirección de su procedencia. A contraluz, varias siluetas aparecieron por el camino que se dirigía hacia el pueblo siendo inidentificables para ambos hermanos. Sin embargo, a pesar de su desconocimiento, ninguno de los dos se extraño ya que era muy normal que la gente viniera y se fuera en busca de algún medicamento o tratamiento. No obstante, cuando aquellos recién llegados se acercaron a ambos y la luz fue ocultada tras ellos, pudieron ser reconocidos por los hermanos, para alegría de Ethan y desgracia de _. Tan pronto como aquellos ojos gris azulado, completamente carente de emociones, y los ojos grises ardientes en rabia se cruzaron, Elisabeth, captando el cambio de comportamiento de su melliza, del capitán y del ambiente en general, supo que debían dejarlos solos. Por ello, antes de que Ethan empezara con su derroche de fanatismo, la rubia descendió de Fanna, cayendo con gracia sobre la nieve, y, acercándose a sus dos familiares, le lanzó casi a la cara las riendas al moreno más joven de todos, al cual le brillaban los ojos de emoción.
-¡Cap-
-Ethan, cariño, necesito que me ayudes a guardar a Fanna mientras dejo la compra en casa-Le medio sugirió/ordenó con una sonrisa amable pero un rostro tenso, casi advirtiéndole silenciosamente que, si quería continuar viviendo, acatara aquello al instante.
Ethan desvío los ojos de su hermana y le lanzó una rápida mirada al moreno más mayor, el cual continuaba manteniendo un tenso contacto visual con _.
-Pero yo-
-Vamos.
Sin que el pobre chico pudiera decir nada más, con el miedo recorriéndole el cuerpo ante el tono de su hermana mediana, cogió a prisas y corriendo las riendas de la yegua de Elisabeth y tiró de ella en dirección hacia el establo, con el rostro completamente blanco del temor. Elisabeth, dando una mirada significativa a Levi, se giró hacia la casa y caminó sobre la nieve, con una bolsa colgando de sus brazos.
Cuando ambos hermanos se marcharon en dirección hacia la casa y estuvieron completamente solos, la lucha de miradas entre _ como el capitán del Cuerpo de Exploración fue interrumpida por el moreno al bajar de su enorme caballo negro y caer sobre la nieve, para colocarse a la altura de la morena, que lo miraba con una actitud muy defensiva y encolerizada.
La razón por la que se encontraba ese hombre en aquel lugar le era desconocida. Y, en realidad, ni le importaba. No quería tenerlo frente a ella puesto que le recordaba la traición a su confianza. Sin embargo, a pesar de ello, el verlo de nuevo tras tanto tiempo, había causado en ella completos estragos, en contra de su voluntad y terquedad. Un mix de emociones había explotado en su interior, tan contradictorias las unas de las otras, causando una profunda alteración en su estado mental. No obstante, _ se forzó a no mostrarse endeble frente al moreno que la miraba fijamente.
-¿Qué cojones estás haciendo aquí?-Gruñó con un tono de voz muy tenso, casi parecía un animal enrabietado por haber sido transgredido su territorio
-Buscar a mi subordinada-Le respondió con neutralidad, con un timbre completamente neutro y sin vida. Casi parecía a ser el mismo Levi que al principio - que desapareció hace una semana. Soy el único capaz de llegar a tu casa sin morir entre los caminos o por algún oso o bestia apestosa parecida- Ante el silencio de _ y los ojos tan fijos de la morena en él, Levi chasqueó la lengua- Tienes que volver al Cuerpo, no puedo cubrirte por más tiempo.
-Ni yo he pedido que lo hicieras-Le contestó de manera tajante, cruzándose de brazos.
-Pero lo he hecho. Es la realidad. Además, ya no tienes otra opción- Ganándose una mirada de intriga de _, Levi metió la mano dentro de su capa y, de entre sus pliegues, sacó un sobre- Ten. Cuando lo leas, lo entenderás- Extendiendo el brazo, le tendió aquel objeto.
Con una desconfiada curiosidad, _ alargó la mano y cogió aquel objeto que le extendía su superior, sorprendiéndose al observar e identificar el sello estampado contra la carta. Pertenecía a la Casa Real.
