Capítulo 23

SAKURA

Recorrí la carretera en uno de los coches de Sasuke, agradecida de que condujeran por la derecha. De no ser así, habría estado perdida. Las lágrimas continuaban brotando incesantemente de mis ojos tras dejar a Sasuke durmiendo en la cama que compartíamos todas las noches. Le di un beso en la ceja y le dije que lo amaba, aunque no escuchara ni una palabra.

Entonces me quité la alianza y la dejé sobre la mesilla.

Si me la llevaba, Bones la destruiría. La estropearía y la quemaría. Quería a aquel anillo tanto como a Sasuke, y no soportaba la idea de su destrucción. Prefería dejarlo allí.

Tenía muy claras mis acciones, y aunque estaba asustada, sabía que era lo que había que hacer. Sasuke me había elegido antes que a su hermano, pero yo sabía cuánto necesitaba a Obito. Aparentaba indiferencia, pero yo sabía que, en el fondo, estaba hecho polvo. Amaba a su hermano tanto como a mí, simplemente lo demostraba de otra manera.

No sería la razón de que perdiese al último Uchiha.

Me limpié las lágrimas y continué conduciendo, dolorida por dejar a mi marido atrás. Sasuke haría lo que fuera para volver a encontrarme, pero yo debía encontrar una manera de escaparme por mi cuenta. No pararía hasta encontrar un cuchillo o un bate. No pararía hasta recuperar mi libertad. Y no pararía hasta haber matado a Bones con mis propias manos.

El móvil de Sasuke empezó a sonar, y yo contesté.

―Sakura ―dije con voz firme, negándome a ceder a las lágrimas con aquel demonio escuchando.

―¿En camino?

Odiaba hablar con él. Se me retorcían las tripas y sentía nauseas.

―Sí.

―De acuerdo. ¿Sabes dónde está el punto de encuentro?

―Sí.

―Esto es lo que vamos a hac...

Hablaba como si controlara la situación, pero se equivocaba.

Era yo quien la controlaba.

―No. Esto es lo que vamos a hacer. ―Lo hice callar con una sola frase―. Vas a reunirte conmigo frente a la iglesia de la calle Plaza. Es una iglesia vieja y abandonada. Cuando vea a Obito libre y dentro del coche, saldré a tu encuentro.

―No. Lo haremos a mi manera.

―No me fio de ti ―le solté―. Si me quieres, lo haremos a mi manera.

―¿Y por qué debería confiar en ti?

Me agarré al volante hasta que se me pusieron los nudillos blancos.

―Porque la palabra de un Uchiha es la ley. Y yo soy una Uchiha. ―Intenté no empezar a llorar otra vez.

Bones hizo una pausa al otro lado del teléfono.

―Está bien. Lo haremos a tu manera. ¿Cuándo estarás allí?

–Diez minutos.

Él colgó el teléfono.

Dejé el móvil en el asiento y sentí que volvían a brotarme las lágrimas. Para cuando Sasuke se despertara y se diera cuenta de lo que había sucedido, ya sería demasiado tarde. El intercambio ya habría tenido lugar. Nunca tendría la oportunidad de decirle otra vez que lo amaba. Y la última vez que habíamos hablado, había sido para pelear. No era la forma en la que quería decirle adiós.

El teléfono volvió a sonar un momento después con un número que no reconocí. Mi instinto me dijo quién era. Con mano temblorosa, contesté.

―Sakura.

La voz de Sasuke llegó por el teléfono con ferocidad controlada. No gritó, pero su tono era igualmente aterrador.

―Da. La. Puta. Vuelta.

Mantuve el pie en el acelerador y el volante recto.

―Botón, haz lo que te digo, o te juro por Dios...

―Lo siento. Tengo que hacer esto.

―No, no tienes. Va a matar a Obito de todas formas. Te estás sacrificando para nada.

Mantuve la voz calmada porque no quería que nuestra última conversación fuese así de terrible.

―Sasuke, voy a hacerlo. Tengo que salvarlo. Siento que no lo apruebes, pero francamente, yo decido. Pero ya que te tengo al teléfono, quiero decirte que te amo, y que haré todo lo que haga falta para escapar.

―Botón... ―Su rabia había desaparecido, y le tembló la voz. Nunca le había escuchado aquel tipo de emoción. Puede que estuviera llorando. No lo sabía―. No me hagas esto.

―Lo siento...

―Botón.

―Te amo, Sasuke. ―Sofoqué las lágrimas con la mano, quedándome todo lo callada posible. Aquella conversación me estaba matando.

―Por favor, da la vuelta.

―Tengo que irme.

―Botón...

―Dime que me amas antes de que cuelgue. ―Me agarré con más fuerza al volante, para no estrellarme a un lado de la carretera.

Sasuke cedió, porque sabía que no se iba a salir con la suya.

―Te amo, Botón. Y voy a traerte de vuelta.

No dudaba de la verdad de aquellas palabras. Todo lo que yo tenía que hacer era pelear y no rendirme en ningún momento, hasta que me rescatara. Lo había conseguido una vez, y volvería a hacerlo. Haría cualquier cosa por aquel hombre y por su familia, porque era la mía.

―Lo sé.

.

.

.

LLEGUÉ a la iglesia abandonada y aparqué el coche en la calle de enfrente. Dejé las llaves puestas en el contacto y el móvil en el soporte para bebidas. La iglesia estaba prácticamente en ruinas por culpa de un terremoto que se había producido hacía casi una década. La comunidad no quería derruirla porque seguía siendo una reliquia histórica para la ciudad. Me parecía el lugar perfecto para el intercambio, porque había muchos sitios en los que esconderse.

El teléfono sonó en el momento justo.

Contesté.

―¿Dónde está?

―La pregunta es, ¿dónde estás tú? ―La voz de Bones estaba llena de hambre, de desesperación por clavarme las garras. Podía sentir su excitación al otro lado de la línea ante la oportunidad de volver a reclamarme como suya. Quería eliminar cualquier rastro de Sasuke que me quedara sobre la piel.

―Aparcada en el extremo sur. Cuando Obito llegue al coche, yo saldré.

―Si intentas escaparte con el coche, lo volaremos.

―Lo sé. ―En realidad, sabía que aquello era mentira. Bones nunca me heriría, porque le resultaba más valiosa viva que muerta.

―Estoy deseando verte. Ha pasado demasiado tiempo.

―Desearía poder decir lo mismo. ―Contemplé a sus grasientos hombres doblar la esquina cargados con rifles y ametralladoras. En medio estaba Bones, con un traje negro y aspecto de pesadilla. Obito estaba de pie con los brazos atados a la espalda. Me vio dentro del coche y sacudió la cabeza.

―Ahora haremos el intercambio.

―Estoy esperando. ―No pensaba salir del coche hasta que Obito estuviera a salvo en el asiento del copiloto. Sasuke me había dicho que no confiara en Bones, y yo me tomaba muy en serio sus consejos.

El hombre que retenía a Obito lo desató y después le dio un empujón hacia delante, casi provocando que se cayera al suelo. Obito estaba más delgado que antes y también mucho más débil. Caminó lentamente hacia el coche, cojeando visiblemente al hacerlo. Tenía el rostro cubierto de cortes y golpes, consecuencia de diez días de tortura. Tras lo que me pareció una eternidad, llegó al coche y se sentó en el asiento del pasajero.

Me quedé mirándolo, reconfortándome con la idea de que seguía vivo.

Él me miró como si me odiara.

―¿Qué coño estás haciendo?

―Salvarte.

―No tendrías que haberlo hecho ―siseó―. No valgo la pena.

–Para mí, sí.

Sus ojos se dulcificaron de inmediato.

―No lo hagas, hermanita.

―Eres la única familia que le queda. Tenía que hacerlo.

Obito sacudió la cabeza.

―Tú también eres su familia.

―No es lo mismo.

―Sakura... ―Sacudió la cabeza con lágrimas en los ojos―. No hagas esto. No te lo mereces.

―Ya lo sé. Pero, a veces... la vida no es justa. ―Le lancé los brazos y le di un abrazo―. Me escaparé. De alguna manera, como sea.

―Sasuke y yo te rescataremos. Te lo prometo.

Me aparté y volví la vista para no verlo. Decirle adiós a Obito estaba resultando mucho más duro de lo que había esperado.

―Márchate. Cuando hayas desaparecido, iré para allá.

Obito no estuvo de acuerdo, pero su silencio fue confirmación suficiente.

Por último, salí del coche y cerré la puerta detrás de mí. Me quedé mirando la puerta del conductor, esperando a que Obito se arrastrara detrás del volante y arrancara el motor. Lo hizo un momento después, y tras dedicarme una mirada de tristeza, se dio la vuelta y se marchó con el coche. Cuando estuviera a una distancia segura, se pondría en contacto con Sasuke para decirle dónde estaba. Si actuaban con la suficiente rapidez, a lo mejor me libraba de aquello.

Por el momento, lo único que podía hacer era cumplir mi parte del trato.

Bones silbaba y me animaba a acercarme a él como si fuese un perro.

Y yo deseé matarlo justo allí, en ese mismo instante.

―Ahora te toca cumplir a ti. ―Chasqueó los dedos y señaló al asfalto que tenía bajo los pies―. Trae tu culo aquí ahora mismo.

Mis piernas no deseaban obedecer a aquella falta de modales. Lo que quería con todas mis fuerzas era apuñalarlo en el corazón y ver cómo se desangraba hasta la muerte. La visión de la sangre no me habría dado asco. La idea de estar a solas con un cadáver no me asustaba. De hecho, me exaltaba.

Empecé a recorrer el largo camino que atravesaba el campo de batalla, tomándome mi tiempo y disfrutando de mis últimos momentos de libertad antes de volver a ser otra vez una esclava. Los ojos de Bones aumentaron de tamaño a medida que me acercaba, con el deseo haciéndose con el control de su pensamiento lógico. Estaba a punto de ponerme al alcance de su mano, y casi no podía ni respirar.

Lo desprecié todavía más.

Por fin terminé de recorrer la distancia que nos separaba y me encontré cara a cara con el culpable de mis pesadillas. Era igual de grotesco que yo lo recordaba, aterrador y siniestro. Tenía el rostro más grueso del peso que había cogido, y la mirada de sus ojos era igual de diabólica que siempre. Probablemente se había estado entreteniendo con una serie de putas y esclavas antes de volver a reclamarme.

―Más bella de lo que recordaba. ―Me agarró de un brazo y me arrastró hasta tenerme contra su pecho. Me aplastó la boca con la suya y me dio el beso más asqueroso que me habían dado nunca.

Yo lo empujé y le di una patada en las pelotas.

―Eres repugnante.

Él se dobló hacia delante, agarrándose los testículos y gimiendo por el dolor en la entrepierna.

Sus hombres me agarraron de inmediato, inmovilizándome los brazos a la espalda.

Bones se recuperó tras unos momentos, con una sonrisa siniestra en la cara.

―Me va a encantar volver a entrenarte. Y después de cómo me has engañado, me va a encantar cobrarme mi venganza por ello.

–Sasuke me salvará. Y cuando lo haga, te va a hacer sufrir. ―Sabía que Sasuke no se rendiría hasta encontrarme. Me buscaría de día y de noche, con Obito a su lado, hasta que estuviera de vuelta en el lugar al que pertenecía, en nuestra casa.

―No a donde vamos. ―Hizo una seña a sus hombres―. Registradla, y aseguraos de que no lleva armas.

Los hombres me pasaron las manos por el cuerpo, metiéndome mano mientras buscaban armas ocultas. No encontrarían nada, pero me registraron a fondo, palpándome incluso la entrepierna a través de los vaqueros.

Yo los aparté a empujones.

―Si llevara algo, ya lo habríais encontrado.

Bones sonrió ante mi combatividad, empalmándose en los pantalones.

―Caballeros, vámonos a casa. Sakura y yo tenemos mucho de lo que ponernos al día.


Solo dos capítulos para finalizar esta historia.