Capítulo Treinta y dos

Apostando


-Le dije a Potter que me vengaría por su última bromita, eso de hacerme creer que estaba enamorado de ti no se lo voy a perdonar nunca... pero lo dejaré pasar por ahora y le ganaré limpiamente esta vez-.

Hermione le dedicó una gran sonrisa.

-Gracias... Harry solo intentaba ayudarnos, ¿sabes?-.

-¿Ayudarme a qué? ¿A cabrearme? No necesito ayuda para eso- respondió Draco, resoplando y frunciendo el ceño.

-A que te dieras cuenta de lo que sentías por mí, idiota- murmuró ella, golpeándole en el hombro con suavidad.

Draco sonrió mientras contemplaba las pecas de su nariz.

-Pues lo consiguió, justo ese día fue cuando me di cuenta... al intentar acostarme con otra-.

El rostro de Hermione se ensombreció.

-No te enfades, ya te dije que no llegué a hacerlo porque no podía dejar de pensar en cierta sabelotodo que conozco- se apresuró a añadir Draco al ver su mala cara.

La expresión de la chica se relajó de nuevo y él se acercó más para volver a besarla.

-No sabes cuántas veces he soñado que te hacía de todo aquí, en mi cama- susurró él entre sus labios.

El corazón de Hermione se aceleró hasta límites desconocidos y se le cortó la respiración.

-No... no digas eso. No va a pasar nada- respondió, tartamudeando.

-¿No quieres?- preguntó él, alejándose unos milímetros.

-Yo... podrían pillarnos en cualquier momento, no es buena idea-.

Los ojos de Draco centellearon.

-Entonces sí que quieres... pero no te atreves- murmuró, volviendo a atacar sus labios.

Una nube de deseo empezó a envolverlos y la temperatura de la habitación parecía aumentar, igual que la de sus cuerpos.

Los besos iban subiendo de intensidad lentamente, lo mismo pasaba con las caricias que se hacían el uno al otro. Sus lenguas no dejaban de buscarse y sentir la respiración del otro contra la piel les estaba haciendo olvidarse de todo.

Notaba a Hermione temblorosa entre sus brazos, por lo que se detuvo.

-¿Qué te pasa?-.

-Estoy asustada, me da miedo que alguno de tus compañeros venga- dijo ella, tratando de recuperar el aliento.

Una de las comisuras de los labios de Draco se curvó hacia arriba y se quitó de encima de Hermione, quedando tumbado sobre la cama. Tiró de ella hasta que la tuvo recostada contra él y la abrazó.

-Estaba bromeando, Hermione. No pensaba acostarme contigo ahora, aunque me muero de ganas-.

-¿A las otras también las traías aquí?- preguntó ella, apretando los labios.

-No, creo que eres la primera chica que se acerca a mi cama-.

Ella sonrió y se apoyó más sobre él, dejando la cabeza en el hueco de su cuello. Se quedaron en silencio un momento, con sus corazones volviendo al ritmo normal y pensando en todo lo que habían hablado.

Mientras sus mechones rubios le hacían cosquillas en la frente, el aroma del chico le recordó algo a Hermione.

-¿Dónde tienes la poción?- preguntó de repente.

-¿Poción?- repitió Draco, confundido.

-Sí, ya sabes... ese frasco que guardaste de Amortentia-.

Él suspiró y la estrechó más fuerte entre sus brazos.

-Ya no lo tengo, cuando Potter te besó me enfadé y lo rompí... aunque no fue buena idea porque todo el dormitorio olía a ti. Han pasado unos días pero todavía huele un poco- murmuró, torciendo los labios en una mueca.

Escuchó la risa suave de ella.

-Sabes, a mí también me encanta tu olor. Es muy intenso, y... al principio me ponía muy nerviosa cuando te acercabas por eso- reconoció Hermione en voz baja.

Draco sonrió y la miró de reojo.

-Me daba cuenta de tus nervios, no sabes disimular- contestó con tono burlón.

-Lo sospechaba-.

Ambos se rieron y ella se incorporó, sacando la comida que llevaba guardada en los bolsillos.

-¿Tienes hambre?- preguntó, ladeando la cabeza y sonriendo.

Él asintió y apoyó su cabeza en un brazo, quedando tumbado de lado.

Compartieron lo que ella había traído y Draco sacó dos cervezas de mantequilla de su baúl, donde tenía una caja entera.

Apuntando con su varita a los dos botellines, susurró el hechizo congelador.

-Glacius-.

Las botellas se cubrieron de una fina capa de hielo y le acercó una a Hermione. Ella le dio un trago y se le congeló hasta el cerebro, era la cerveza más fría que había tomado en su vida.

-Agh, está tan fría que hasta duele- dijo, entre risas.

Draco se unió a su risa.

-Pero así está más buena, y si fuera algo con alcohol sería mucho mejor- contestó él, alzando las cejas.

-¿Quieres emborracharme?- cuestionó Hermione, alzando una ceja.

Draco fingió pensarlo unos segundos.

-Pues no estaría mal verte con un par de copas encima... podríamos ir el próximo fin de semana a Hogsmeade y tomar algo allí-.

Hermione se quedó paralizada.

-¿Una cita?- preguntó con voz temblorosa.

-Sí, supongo que sí- murmuró él, rascándose la nuca y desviando la mirada.

Estaba nervioso, ella sonrió al darse cuenta.

-Lo añadiremos a la apuesta... si ganas, beberé contigo en Hogsmeade. Pero poco, no quiero acabar haciendo algo de lo que me arrepienta- aceptó Hermione, acariciando su mejilla con una de las manos.

Draco la miró de reojo y tiró del cuello de su jersey, volviendo a atrapar sus labios.

-Ganaré como sea- susurró entre besos.

Ella dejó salir una risita y se alejó, bebiendo el último trago de su cerveza.

-Ya lo veremos, Harry es muy bueno y todos estos años ha atrapado la snitch antes que tú en casi todos los partidos- murmuró, sonriendo con maldad.

Quería picarlo y lo consiguió.

-No importa, este curso le he ganado una vez y volveré a vencerle. Tengo varios motivos muy buenos para hacerlo, señorita Granger- dijo él, alzando las dos cejas varias veces mientras la miraba fijamente.

Hermione apartó la vista y dejó la botella vacía junto a la de Draco, en su mesita de noche.

-Deberíamos irnos o vamos a llegar tarde a la clase de pociones- comentó, poniéndose de pie.

Empezó a caminar hacia la puerta pero los brazos de Draco la atraparon desde atrás. Sintió su aliento en la nuca y no pudo evitar que un estremecimiento recorriera todo su cuerpo.

-Quiero añadir algo más a la apuesta- dijo él, mordisqueando suavemente su oreja mientras hablaba.

-¿El qué?-.

-Si Slytherin gana... después de ir a Hogsmeade, dormirás conmigo esa noche-.

Hermione palideció.

-¿Dormir juntos? ¿Aquí?- preguntó, asustada.

-Ya pensaré el lugar... pero será en algún sitio donde estemos solos-.

Hermione soltó el aire lentamente, intentando calmarse. Aunque había vivido cosas muy intensas con él durante meses, ese chico todavía era capaz de ponerla muy nerviosa.

-Vale- aceptó.

Draco dejó un pequeño mordisco en su cuello y la liberó de su agarre.

-¿Vamos?- preguntó ella, girando la cabeza para mirarle.

Él asintió y abrió la puerta, volviendo a sujetar una de sus manos.

Tras bajar las escaleras, Hermione notó que su cara ardía al ver que esos chicos de tercer año seguían allí y la miraban con los ojos muy abiertos, alucinando. Draco les dedicó una mirada llena de odio y apartaron la vista, volviendo a hablar en voz baja entre ellos.

Salieron a las mazmorras y Hermione soltó su mano, muerta de vergüenza.

-Cuando gane el partido tendrás que dejar que te haga lo que quiera aunque haya gente delante- murmuró Draco, caminando a su lado.

Ella frunció el ceño.

-¿Lo que quieras? Ni de broma, habrá límites- gruñó, molesta.

-Y esos límites los pondré yo, que para eso seré el que ha ganado-.

Hermione bufó y él le dio un codazo.

-¿Es que no te fías de mí?- preguntó, burlón.

-Sí lo hago... aunque no sé si debería- admitió ella en voz baja.

Ya estaban cerca del aula del profesor Slughorn, y cada vez había más alumnos por el pasillo.

-Quiero que confíes en mí, Hermione... ¿podrás hacerlo?- preguntó el chico en un susurro.

Hermione le dedicó una pequeña sonrisa y asintió. Él le guiñó un ojo y se alejó, yendo hacia el pupitre donde ya le estaba esperando Pansy.

Tras un suspiro, ella siguió su camino hasta sentarse al lado de Dean.

Dejó su libro sobre la mesa y buscó con la mirada a sus dos mejores amigos, enseguida encontró los ojos verdes de Harry pendientes de ella.

El chico alzó ambas cejas, lanzándole una pregunta muda. Ella se echó un poco hacia atrás y le enseñó una mano, levantando el pulgar.

Su amigo sonrió y se giró hacia Ron para decirle algo. Ambos volvieron a mirarla unos segundos después, sonriendo.

Hermione se colocó bien en su silla y se centró en el profesor, que ya estaba justo delante de ella.


El día del partido de quidditch llegó, y todo el colegio volvió a abarrotar el campo.

Era una mañana muy soleada, lo que facilitaba la visión a los buscadores.

Draco estaba en el vestuario de su equipo, agitando la pierna con nerviosismo mientras esperaba a que todos terminaran de cambiarse de ropa.

-Entonces vamos a por Potter... ¿no?- le preguntó Goyle con una mirada malvada.

Él resopló con fastidio.

-No... por una vez quiero ganarle limpiamente, sin trampas y sin fastidiarle más de lo normal. ¿Entendido?- preguntó, levantando la voz para que le escucharan los dos bateadores.

-Lo que tú digas, Draco- murmuró Nott, algo confundido por el cambio de estrategia.

Hermione estaba sentada en las gradas de Gryffindor junto a sus amigas, también bastante nerviosa.

Desde la charla en el cuarto de Draco, cada vez que se habían visto él le había robado algún beso cuando parecía que nadie miraba, pero notaba que mucha gente la observaba y cuchicheaba sobre ella... seguramente esos chicos de la sala común de Slytherin iban contando lo que habían visto.

Además, sus últimas palabras antes del partido le habían puesto los pelos de punta.

"Prepárate, Hermione... si gano, se hablará durante meses de lo que voy a hacer".

Los dos equipos salieron al campo y empezaron a sobrevolarlo a toda velocidad.

Vio a sus amigos Harry, Ginny y Ron yendo a sus posiciones, los tres sabían sobre la apuesta con Draco y no pensaban permitir que los de Slytherin volvieran a ganarles. Hermione se mordió el labio y observó a la señora Hooch poniendo las pelotas en juego.

Nadie se había dado cuenta, pero por detrás de las gradas flotaba una fantasma.

Draco le había contado lo que tenía pensado hacer, y Myrtle no quería perdérselo por nada del mundo.