Capítulo 32

Tras la comida, el gobernador y su mujer se marcharon a descansar. Estaban agotados.

Durante un buen rato los demás siguieron charlando. La comunicación entre Sakura y Sasuke se relajó, ahora hablaban, no discutían, hasta que ella dijo levantándose:

—He de regresar. No sé si Gilroy habrá vuelto ya o si tío Matsuura sigue solo con los niños.

Temari asintió y, tras mirar a su marido, afirmó:

—Te acompañaremos.

Al salir del comedor, Sakura vio a Evander y se acercó a hablar con él. Como siempre, la comunicación entre ellos era fluida, y su amiga, viendo el gesto incómodo de Sasuke, se aproximó a ella e indicó:

—Cuando quieras podemos irnos.

Con una sonrisa, Sakura se despidió de él y, mientras iba a reunirse con sus amigos, oyó que Naruto decía:

—Suigetsu, avisa a Sai y al resto de que en un rato regresaremos.

El aludido asintió y Sasuke, sorprendiéndolos a todos, dijo de pronto mirando a la joven:

—Yo llevaré a Sakura en mi caballo.

La aludida levantó las cejas boquiabierta.

—¿Has oído lo mismo que yo? —preguntó dirigiéndose a Temari.

Sasuke la miró con reproche y entonces ella, con su habitual manera de ser, se le acercó y cuchicheó:

—¿Seguro que no te saldrá un sarpullido por tener que aguantar mi presencia?

Temari y Naruto rieron. Aquella muchacha, con aquel ingenio, era lo que su amigo necesitaba.

—Vamos, sube —dijo Sasuke tendiéndole la mano desde lo alto de su caballo—, que va a llover.

—¡Qué galante! —se mofó ella mientras se la agarraba.

Durante el trayecto, Sasuke como siempre se mantuvo en silencio, hasta que Sakura, nerviosa por lo que le provocaba, señaló mirando al cielo mientras sentía las fuertes ráfagas de viento:

—Pues tenías razón, va a llover.

Siguieron un trecho en silencio hasta que Sasuke, sorprendiéndola, preguntó:

—¿Qué hay entre Evander y tú?

Boquiabierta por su pregunta, la joven replicó:

—A ti te lo voy a decir.

—Por lo que he visto, parece que os lleváis bien.

—Es un hombre agradable. No como otros...

A Sasuke no le gustó su contestación y, mordiéndose la lengua, decidió callar.

De nuevo, guardaron silencio, hasta que ella, consciente de lo antipática que había sido, preguntó con gracia:

—¿Puedo saber en qué estás pensando?

Al oír eso, el vikingo miró al frente con tranquilidad y respondió:

—No.

Sakura resopló. Aquel hombre era un hueso duro de roer, pero lo miró de nuevo e insistió, retirándose de la cara el pelo que el viento le alborotaba:

—¿Cómo un vikingo como tú vive en Escocia? Y, sobre todo, ¿te gusta esta tierra?

Sasuke simplemente asintió, y ella musitó:

—Vamos, hombre..., todo el mundo tiene un motivo para estar en un lugar.

Según dijo eso, él dejó de mirar el camino y clavó sus espectaculares ojos negros en ella.

—¿Y tú qué motivo tienes para estar aquí?

Sakura sonrió al oírlo y, viendo en su mirada que tenía dudas sobre ella, respondió:

—Si crees que voy a contestar a tu pregunta cuando tú no contestas a las mías, ¡lo llevas claro!

Se volvieron a quedar en silencio, hasta que Sasuke comentó:

—Nunca habría imaginado que fueras sobrina del gobernador Hashirama.

Ella simplemente suspiró, y el vikingo añadió:

—Mi padre siempre decía que los suspiros eran las respuestas a muchas de las preguntas que quedaban en el aire.

Sakura lo miró al oírlo y, con un gesto divertido, cuchicheó:

—¡Ojo al parche!, acabas de confesar ante mí que tuviste padre... ¡Increíble! —Eso hizo sonreír tímidamente al vikingo, y luego ella indicó—: Por cierto, muy acertado lo que tu padre decía. ¿Sabes lo que me dice el mío al respecto? Que mis suspiros contienen toda la mala leche que no manifiesto.

Sasuke asintió divertido y Sakura siguió con su interrogatorio.

—¿Tienes hermanos?, ¿hermanas? ¿Perro? ¿Gato?

—¿Podrías dejar de preguntar?

—No.

—Pues deberías.

—¿Por qué?

—Porque preguntas demasiado.

Divertida, ella sonrió y, feliz por estar manteniendo una conversación con él, continuó:

—¿Sabes lo que dice mi padre sobre mis preguntas? —Esta vez Sasuke negó con la cabeza, y aquella soltó endureciendo la voz para ponerla ronca—: «¡Maldita sea, Sakura, tanta pregunta tuya me pone enfermo! ¡Cierra de una vez esa bocaza llena de dientes que tienes, antes de que decida cosértela para siempre!».

El vikingo sonrió y luego ella añadió:

—Pero es aún mejor cuando me dice: «¡Sakura... Me...! Puñetera cotorra incapaz de callar, con tanta pregunta solo me apetece cortarte la lengua y encerrarla bajo siete llaves en el fondo del mar para toda la eternidad».

Sin poder evitarlo, Sasuke soltó una risotada que atrajo la atención de Temari y de Naruto.

No reír ante la escenificación de aquella era imposible y, sin importarle cómo los otros lo miraban sorprendidos, afirmó consciente de que la joven hablaba en presente de su padre, y no en pasado, por lo que supuso que aquel no estaba muerto como les había contado.

—Imagino que te lo dirá cuando no pueda soportarte más —soltó para comprobarlo.

—¡Has acertado! —afirmó ella feliz sin percatarse de que había caído en la trampa.

Cada vez que Sasuke reía, su rostro se iluminaba de una manera increíble, y tras intercambiar una divertida mirada con Temari, Sakura indicó cerrando los ojos:

—Le estaba contando a Sasuke que a menudo mi padre quiere cortarme la lengua por ser tan preguntona.

Todos rieron por aquello y la rubia, animada, contó entonces cosas del suyo.

—También recuerdo cuando, por circunstancias que no vienen al caso —dijo luego Sakura encantada—, mi padre me miró un día y me dijo: «¡Sakura, hoy la vida te ha enseñado que hay heridas que, en vez de abrirte la piel, te abren los ojos! ¡Recuerda lo ocurrido para que no vuelva a pasar!» —Y, bajando la voz, añadió con pesar—: Y nunca más pasó.

Un silencio extraño se originó a continuación. Estaba claro que lo que había contado aún le dolía. Sasuke, acercando la boca al oído de aquella, susurró:

—Aprender de los errores es bueno.

Una fuerte ráfaga de viento, unida a la sensación que le provocó su aliento cerca del cuello, hizo que la joven se estremeciera.

—¿Tienes frío? —preguntó él al verlo.

—Un poco..., la verdad.

El tiempo en Escocia comenzaba a cambiar advirtiendo de la llegada del invierno. Y Sasuke, cogiendo una manta que llevaba sujeta al caballo, la desató y, echándosela por encima de los hombros, la cubrió también a ella y, una vez que los cuerpos de ambos quedaron protegidos por la misma, indicó:

—Esto te mantendrá caliente.

Sakura se estremeció. Le gustaba aquella intimidad entre ellos. Y, sintiendo cómo el cuerpo de aquel bajo la manta la hacía entrar en calor, susurró:

—Gracias.

Sasuke sonrió; sentir su cuerpo junto al de él era arrebatador. En silencio y durante un buen rato, disfrutó del contacto que los movimientos del caballo le proporcionaban y, sobre todo, de la maravillosa sonrisa de Sakura.

Inevitablemente pensó en Ingrid, en la que para él seguía siendo su mujer. ¿Cómo olvidarla? Ella también había sido una muchacha sonriente y guerrera, como lo era Sakura. Pero si algo las diferenciaba, además de su físico, pues Ingrid era rubia de ojos azules claros y Sakura pelirosa de ojos verdes oscuros, era su personalidad. Ingrid siempre había sido una mujer paciente, aniñada y bonachona. Con ella nunca había discutido, pues jamás le había llevado la contraria, pero Sakura era todo lo contrario. Ella era inconformista y contestona entre otras muchas cosas más.

Estaba pensando en ello cuando la joven, que hablaba con Temari y Naruto, dijo:

—Hay que coger el camino de la derecha para llegar hasta el lugar donde haremos noche.

Tras tomar la ruta que ella indicaba, a lo lejos, bajo un enorme roble, vieron la desvencijada carreta.

—No podéis quedaros ahí —señaló Sasuke.

—¿Por qué? —quiso saber Sakura.

—Por el viento, y porque vienen lluvias fuertes. Ese árbol, por grande que sea, no os cobijará.

La joven asintió, seguramente tenía razón, y pensando con rapidez respondió:

—Buscaremos otro lugar.

—Por mucho que busques, esa carreta no es segura.

Cuando llegaron hasta ella, sin esperar a ser ayudada por Sasuke para bajar, tras liberarse de la manta que lo pegaba a él, Sakura se arrojó del caballo y, extendiendo las manos ante la pequeña Siggy, que sonreía, exclamó:

—Hola, mofetilla, ¿te vienes conmigo?

Sin dudarlo, Siggy se tiró a sus brazos mientras Matsuura observaba a las personas que habían llegado con su sobrina. Con mimo, Sakura besó en la cabeza a la niña y, al ver el gesto del japonés, indicó:

—Tío Matsuura, a Temari ya la conoces, y creo que a ellos también. Pero como no estoy muy segura, te diré que él es Naruto, el marido de Temari, y él Sasuke.

Los hombres se miraron y se saludaron, y Matsuura, consciente de que aquel Sasuke era el tipo del que había oído hablar más de una vez, preguntó en su idioma:

—¿Podemos fiarnos de ellos?

Sakura sonrió y respondió en japonés sabiendo que los demás no los entendían:

—Tranquilo, tío. No te angusties.

Naruto y Sasuke se miraron sorprendidos al oírla. ¿En qué idioma había hablado?

Y Temari, que como todos lo había oído, preguntó:

—¿Hablas japonés?

Sakura, sin darle importancia, afirmó cambiando al gaélico:

—Sí. Tío Matsuura me enseñó.

—Os pido disculpas —dijo entonces Matsuura en gaélico—. Inconscientemente le he hablado en mi idioma natal.

Todos sonrieron, y luego Sakura preguntó mirando a su alrededor:

—¿Dónde está Gilroy?

—No lo sé. Pensé que regresaríais juntos.

Molesta, la joven asintió y entonces, al oír unos murmullos procedentes del interior de la carreta, entregó la pequeña a Matsuura y, tras pedirles a todos unos segundos y coger los bultos con la ropa que había comprado en Saint Andrews, que estaban sujetos al caballo de Sasuke, se acercó hasta la carreta y se asomó al interior notando cómo el viento la sacudía.

—Hola, Shii. Hola, Asami.

El chiquillo la saludó con la mano, pero Asami estaba escondida bajo una manta; oír voces extrañas la había asustado. Y Sakura, al ver el gesto apurado de su hermanito, le guiñó un ojo y dijo subiendo a la destartalada carreta:

—Os he comprado ropa de abrigo que seguro que os gustará.

Shii sonrió, pero la pequeña no se movió.

Sakura se apresuró a sacar las prendas que había adquirido y Shii, sorprendido al ver unos pantalones, unas botas y una camisa, cuchicheó:

—Es lo más bonito que he tenido nunca.

Eso hizo sonreír a Sakura, que, mirando en dirección a la manta bajo la que estaba la niña, preguntó:

—Asami, ¿no quieres ver lo que tengo para ti?

La chiquilla, levantando un poco la manta para mirar, vio que Sakura le mostraba un bonito vestido gris y también unas botas.

—Creo que estarás preciosa —comentó—, ¡y me parece que a Pousi le encanta!

A continuación, vio que la niña sonreía y, dejando las ropas a un lado, indicó:

—Venid, quiero presentaros a unos amigos.

Shii asintió y, cuando fue a levantarse, la manita de Asami asomó de debajo de la manta y la niña susurró:

—No, Shii..., no. Nos pegarán...

Conmovida, Sakura se acercó a ellos y, sentándose junto al chiquillo, pidió:

—Asami, sal. Quiero verte. —Pero la niña no se movió, y ella insistió—: Vamos..., ¿es que aún no confías en mí?

Instantes después, la pequeña salió de debajo de la manta. Una vez que sus ojos y los de aquella se encontraron, Asami le dio la mano a su hermano y murmuró:

—Tengo un poco de susto.

Sakura sonrió al oírla y, tras darle un cariñoso beso en la mejilla, le colocó bien el gorro en la cabeza y explicó:

—A Temari, la mujer del pelo rubio, ya la conocéis. Mis amigos son buena gente, y nunca permitiría que ni ellos ni nadie os hiciera nada malo, ¿de acuerdo? —Shii y Asami se miraron y, después de que Sakura les guiñase el ojo, esta añadió sacándose la daga de la bota—: Aun así, me aseguraré por vosotros. Vamos. Seguidme.

A continuación, la joven bajó de la carreta y, tras mirar a todos, que la observaban curiosos, les guiñó un ojo con complicidad. Instantes después, Shii salió de un salto, y tras él asomó la cabeza Asami. Sakura agarró entonces a la pequeña, que llevaba su muñeca en las manos, la cogió en brazos para bajarla y, sin soltarla, dijo adelantando la daga que llevaba en la mano:

—Sois mis amigos y os aprecio, pero si a alguno se le ocurre acercarse a Asami, a Pousi o a Shii con malas intenciones, juro que lo mataré, ¿queda claro?

Sasuke, Temari y Naruto, entendiendo por qué decía aquello, asintieron enseguida y entonces Sakura indicó mirando a Asami:

—Olvídate del susto. No tienes nada que temer de ellos.

Dicho esto, la soltó en el suelo y rápidamente la pequeña, agarrándose a su pierna, se ocultó tras ella. Aquello ya se había convertido en una tradición.

El chiquillo, que estaba a su lado, al ver cómo aquellos hombres desconocidos lo miraban, saludó mientras tiritaba por el frío:

—Yo soy Shii.

Temari le guiñó un ojo con cariño mientras Sasuke y Naruto saludaban al delgado y ojeroso muchacho; Sakura, tras echarle a Asami por encima la manta que el vikingo le había entregado, la animó:

—Vamos, cielo, diles a Sasuke y a Naruto cómo te llamas.

La niña no se movió, no solo temblaba a causa del frío; Sasuke, sorprendiéndolos a todos, se acercó, se arrodilló ante la pequeña y, tendiéndole la mano, preguntó con caballerosidad:

—¿Cómo te llamas?

La chiquilla, asustada, no dijo nada, y Sakura afirmó sonriendo:

—Se llama Asami.

Él asintió y a continuación declaró con gracia:

—Lady Asami, aquí tenéis a vuestro caballero Sasuke para defenderos de lo que necesitéis.

Oír eso hizo que la pequeña mirara a su hermano sorprendida.

Shii sonrió, y Sakura, feliz por lo que aquel había hecho por la niña, preguntó mirándola:

—Lady Asami, ¿no vais a saludar a vuestro caballero Sasuke?

La pequeña sonrió al fin y cuchicheó enseñándole la muñeca:

—Esta es Pousi, y esta chaqueta y este gorro me los ha comprado Sakura, y también más cosas.

—Encantado, lady Pousi —dijo Sasuke—. Y me gusta saber que Sakura te compra cosas que realzan tu belleza.

Divertida por aquello, la pequeña parpadeó y, saliendo finalmente de detrás de las piernas de Sakura, soltó:

—Pousi y yo no somos ladies.

—¿Cómo que no? —terció Temari. Y, sonriendo, afirmó echando sobre los hombros de la niña el chal que llevaba—: Tú y tu muñeca sois lady Asami y lady Pousi, como ella es lady Sakura y yo soy lady Temari. Y estos hombres, Matsuura, Naruto, Sasuke y Shii, están aquí para protegernos. Son nuestros caballeros. Nuestros protectores. ¿O acaso Shii no te ha protegido cuando estabais solitos?

La niña asintió al oír eso y Naruto, emocionado al ver su inocente mirada, afirmó tras coger una manta de su caballo para arropar a su mujer:

—Pues ahora, mi preciosa lady Asami, estamos nosotros aquí para ayudar a Shii a protegerte.

La niña parpadeó. Aquella era una excelente idea y, tras mirar a su hermano y a Sakura y ver que estos asentían, dijo con algo de vergüenza:

—Hola, Sasuke. Hola, Naruto... Soy Asami.

Complacido, el vikingo sonrió, y acto seguido la chiquilla hizo algo que los sorprendió a todos. Quitándose el gorro de lana que Sakura le había comprado, dejó al descubierto el desastre de su pelo y contó a Sasuke:

—Unas señoras malas me hicieron esto, pero Sakura, que me quiere, me ha dicho que me lo va a arreglar.

Conmovido por la escabechina que aquellas indeseables le habían hecho en la cabeza, Sasuke tragó el nudo de emociones que le provocaba la tristeza que veía en los ojos de la niña y, levantando la mano para acariciarle el rostro, declaró:

—Sakura te quiere mucho y estoy seguro que te dejará preciosa. Y en cuanto a esas mujeres, eso no volverá a ocurrir, porque yo no lo voy a permitir.

—¡Ni yo! —afirmaron al unísono Naruto y Temari.

Durante unos segundos todos permanecieron callados observando a la chiquilla, hasta que Matsuura, abrigando a la pequeña Siggy, señaló:

—Comienza a llover. Habrá que resguardarse.

—Me encanta la lluvia —afirmó Sakura mirando hacia el cielo mientras oía a Matsuura decirles a los niños que se refugiaran en el interior de la carreta.

Sentir cómo las gotas de agua caían sobre su rostro siempre le había gustado, y más en tierra, donde todo a su alrededor olía de una manera especial al mojarse.

—Esta lluvia no te gustará, te lo aseguro —repuso Sasuke observándola.

Sakura sonrió. Nunca había visto una lluvia que no le gustara y, abriendo los ojos, al ver cómo él la miraba con gesto de reproche, replicó endureciendo el tono:

—Sabrás tú lo que me gusta o no a mí.

Sasuke prefirió no responderle y, en cambio, indicó mirando al cielo:

—Se avecina una fuerte tormenta.

—¡Qué bien! —se mofó Sakura.

Sorprendido por su efusividad, el vikingo preguntó mirándola:

—¿Se puede saber por qué te alegras tanto?

Con un gracioso gesto, ella manifestó:

—Te lo he dicho: me encanta la lluvia.

—Yo he dicho «tormenta».

—¡Viva la lluvia!

Sasuke meneó la cabeza. Sin duda aquella estaba loca.

—Aquí no os podéis quedar —observó—. No es seguro. Debéis resguardaros.

La joven asintió. Tal vez él tuviera razón, pues comprobó cómo el viento agitaba las copas de los árboles, y, señalando hacia el bosque, dijo mientras Temari hablaba con Matsuura:

—Creo que será mejor que nos traslademos allí.

Sasuke y Naruto se miraron. Estaba claro que ambos pensaban lo mismo.

—Ni hablar —soltó Temari—. Os venís con nosotros al hostal. No podéis quedaros aquí. Es peligroso.

Según oyó eso, Sakura negó y, cuando iba a hablar, Sasuke afirmó:

—Estoy con Temari, creo que...

—Nos resguardaremos de la lluvia allí —replicó Sakura.

Sasuke resopló. Aquella carreta desvencijada terminaría hecha añicos, e insistió:

—Mujer, no seas cabezota y obedece.

Al oír eso, Matsuura meneó la cabeza y, suspirando, dijo en japonés:

—Ahora sí que no nos movemos de aquí.

Durante un buen rato Sasuke, Naruto y Temari intentaron convencer a Sakura para que cambiara de opinión. Era peligroso que se quedaran allí, pero aquella, sin dar su brazo a torcer, se negó. Había vivido cientos de tormentas en el mar, y finalmente, mirando a Sasuke, sentenció:

—No insistáis. Es mi decisión. No hay más que hablar.

El vikingo maldijo. ¿Acaso aquella cabezota no era consciente del viento y de la lluvia que se avecinaba?

Finalmente, Naruto, Temari y él montaron en sus caballos y, tras despedirse de aquellos, emprendieron el camino de vuelta.

Sin embargo, al perder de vista a Sakura, Sasuke se detuvo de pronto.

—Me quedaré por aquí —dijo—. El viento podría volcar la carreta y...

Temari asintió. Opinaba igual que él. Y cuando iba a hablar, su marido intervino:

—Cariño, regresa al hostal.

—Pero...

—Temari —insistió Naruto—, es necesario que te adelantes y les pidas que preparen un par de habitaciones más. Yo me quedaré con Sasuke para ayudarlo si fuera necesario.

Entendiendo sus palabras, ella asintió y, riendo, cuchicheó:

—Y luego dices que yo soy cabezota.

Naruto la besó divertido e indicó:

—Sin duda te ha salido una fuerte competidora.

Los dos rieron por aquello, pero Sasuke no. Y, tras darle un beso en los labios a Naruto, Temari se alejó al galope.