Los rayos del sol pegaron de frente en sus ojos, haciendo que lentamente comenzase a abrirlos por el dolor y molestia que aquello le generaba. Entreabrió sus parpados, tratando de habituarse al entorno y como una Bombarda, todos los recuerdos de la noche y madrugada anterior llegaron a su mente, por lo que giró el rostro esperando poder encontrar a su acompañante.
Se vio solo, tapado con la manta que habían transfigurado para poder cubrirse del rocío de la noche y del frío. Se sintió un poco decepcionado y desanimado al encontrarse sin su prima en aquel espacio repleto de árboles, pero conociendo a la mujer, no era algo que debería haberle extrañado. Se puso de pie y cubrió su desnudez luego de transfigurar nuevamente la manta en su ropa. Se vistió y dio rumbo a sus pasos hasta la casona que se podía apreciar a ciertos kilómetros de distancia.
Estaba a segundos de estallar de felicidad. Había podido compartir una noche con la bruja y esperaba que aquello se repitiese por el resto de su vida. Jamás se sintió tan vivo y exultante como en esos momentos, por lo que decidió tomarse su tiempo en llegar hasta la vivienda de los Lestrange.
Ya nada le importaba mientras sus seres queridos estuviesen a salvo, mientras Bellatrix estuviese en su vida. Sin embargo, de la misma manera que nada le importaba, todo importaba a la vez. Tenía más que claro lo que estaba a punto de explotar en su mundo. La guerra era inminente y nada ni nadie podía decir lo contrario. Ese pensamiento hacía que la preocupación hacia su ahijado volviera a su mente y el nerviosismo se hiciese parte de su presente. Se estaba olvidando de él, de James y la promesa que le hizo al momento en que aceptó ser el padrino de Harry.
Se asustó por las cosas que estaba haciendo, por los pensamientos que estaba teniendo el último tiempo y todo por la obsesión que sentía hacia la Mortífaga.
¿Cómo poder tener lo que quieres sabiendo que no es lo que debes hacer?, ¿cómo poder ser feliz sabiendo que tus seres queridos luchan día a día en solitario?. Era algo tremendamente frustrante el pensar compaginar ambas cosas, porque, aunque no le gustase reconocerlo, Bellatrix era la x en aquella ecuación y se le estaba haciendo muy difícil el resolverla. Quería tenerla a su lado, independiente de todos los negocios turbios en los que probablemente estaba metida, pero no podía tenerla consigo mientras Harry estaba luchando por su vida contra un maníaco que se quería apoderar de todo el mundo y que se venía obsesionando con el chico desde que tenía un año.
Nada podía tenerse fácil en la vida y se estaba dando cuenta que, en esos minutos, todo se complicaba cada vez más. Sentía ansiedad de solo pensar en dejar a Bellatrix y partir para ver a su ahijado, pero a su vez tampoco podía ir a verlo, porque eso supondría estar de vuelta en la prisión o muerto, cosa que no ayudaba a nadie. Su pecho se estaba apretando por tantos pensamientos y sus manos se entumecieron. Recibió un repentino mareo, su cuerpo estaba dándole un claro aviso de un inminente ataque de pánico, y para él, era muy difícil el poder salir de ese estado.
Cambió a su forma animaga, comenzando a correr por el terreno para que así su cuerpo expulsara la sobrecarga de energía que tenía y la ansiedad disminuyera. Siguió corriendo, concentrándose solo en cómo sus patas se sentían al pisar el suelo cubierto de césped y las gotas que las hojas del piso tenían por la brisa marina y el rocío que cayó durante la noche. Quería escapar y desaparecer del mundo, pero a su vez quería estar presente para todos aquellos que le necesitaban.
-o-
—Mi vida…, ¿te encuentras bien? —preguntaba Rodolphus fuera de la habitación de la bruja. Desde que la vio llegar al alba, se dio cuenta que algo estaba pasando con su esposa. Traía una cara de haber tenido la mejor noche de sexo en su vida, pero a la vez, se veía perturbada y asustada, por lo que simplemente pasó a su lado sin siquiera decir un "buenos días". Decidió darle su espacio y no molestarla hasta que diera señales de vida, pero ya habían pasado más de cinco horas de su llegada y no sabía siquiera si estaba respirando, por eso estaba allí, fuera de la habitación expuesto a recibir un Crucio de un segundo al otro
—Vamos hermosa, dime que te sucede, puede que haya algo que pueda hacer por ti —susurró con la mejilla pegada a la puerta de madera negra.
Estaba preocupado. Después de la conversación que su esposa tuvo con su madre, sabía que algo se había alojado dentro de la mente de Bellatrix, más que nada por su falta de caos y destrucción. Había esperado que la mujer quemara la mansión en la que creció por las cosas que su progenitora dijo, pero solo se quedó callada y no profirió nada más que un "adiós", y eso no era nada normal en ella. Luego tuvo un atisbo de encontrarse junto a la mujer con la que se casó, estando dentro del tren hacia Francia, pero nuevamente volvió a mostrarse retraída cuando salió del salón al que había entrado en la casa de los Borgia. No sabía lo que pasó dentro y supuso que lo que la bruja quería conseguir lo tenía en sus manos en esos momentos, pero su reacción a todo lo que vivieron durante unas horas y su silencio, lo estaban poniendo más que nervioso. Era más que claro que todo aquello tenía que ver con el acuerdo al que llegó con Dumbledore, pero ella todavía no le daba ningún detalle de esa conversación y eso lo dejaba en la nulidad de conocimiento, cosa que no le favorecía
—Querida, no sacas nada encerrándote todo el día, tenemos que conversar para que las cosas se hagan más fáciles, lo sabes —intentó nuevamente, recibiendo silencio absoluto.
Dentro de la habitación, Bellatrix estaba ensimismada leyendo el compendio que recibió por parte del busto de mármol. Estaba impresionada con todas las cosas que en este se encontraban, sobre todo porque jamás pensó que algo como eso podía existir. Había dibujos de runas específicas, las cuales no conocía y no había visto en algún otro libro antes, seguramente inventadas por Lucrecia; creadas para poder incrementar daño, potencia y letalidad en artículos, como las varitas, anillos, collares. Hablaba de propiedades en ingredientes y las distintas maneras de poder utilizarlos de forma mortífera. Explicaba incluso como poder matar dando un beso al ponerse una gota de rocío mañanero junto al extracto de una Belladona bajo el labio inferior. Dependiendo de la intensidad del beso, la cantidad de Belladona en el labio y los deseos de la mujer podía crear desde alucinaciones hasta la muerte sin dejar rastros.
Llevaba horas leyendo, abasteciéndose de nueva información que era rica en tópicos que le fascinaban. Una sección exclusivamente ligada a las Artes Oscuras, otra a la defensa personal imprimiendo un poco de voluntad mágica para que el oponente no lo notase y yaciera subyugado al deseo de la mujer, una sección para la elaboración de venenos y antídotos que explicaba cómo hacerlos más eficaces el colocar un poco de los deseos personales de quien la elaboraba.
Al pie de cada hoja, tenía un detalle en rojo, el cual le iba diciendo algunos concejos para quien los leyese. Se dio cuenta que el compendio se adaptaba a las necesidades de la persona que las leía, porque los consejos eran demasiado personales como para no notarlo. Uno de ellos ponía
"No uses tu sangre para elaborar algo que no será para ti querida. La sangre de una Black es demasiado fuerte para donarla, así como así".
Eso claramente no era casualidad y le dio a entender que se dirigía dependiendo de los pensamientos que podía estar teniendo en esos momentos, siendo que era justo lo que estaba meditando luego de leer las instrucciones para incrementar la letalidad en su daga. Luego leyó en otro lado que el uso de la sangre para elaborar pociones u otro tipo de magia suponía un pago al pasar del tiempo, casi como el uso de sangre de Unicornio robada. Se tomaba como una maldición para quien no lo tenía claro y el correr de la vida haría que la persona pagase por esa infracción. Decía que, para poder usar sangre, esta tenía que ser reverenciada y agorada como el magnífico líquido que era, se le debía tener respeto y sobre todo explicarle para lo que sería usada.
Estaba concentrada leyendo, porque no quería pensar en lo que había pasado con Sirius horas atrás. Se había escapado de su lado al alba, asegurándose de que el mago no notase su ausencia de inmediato. Se escabulló de su lado y corrió despavorida hasta su habitación, sin importarle quien podía verla en ese estado. No quería pensar en nada de lo que había vivido, porque le daba miedo. Nunca se sintió de esa manera con nadie y sus relaciones sexuales siempre habían sido impersonales, frías y sin sentimientos, marcando la diferencia que existía entre ellos y que claramente la otra persona estaba recibiendo un regalo al estar compartiendo aire con ella.
Con Sirius no fue así. Sintió una conexión que no tuvo con nadie, una libertad y aceptación que la estaban poniendo al borde de la histeria, así que se concentró en leer su nuevo libro.
Pasó una a una las hojas amarillentas, sintiendo en sus dedos la energía que desprendían, la carga mágica y energética que estaba impresa en cada una de las líneas escritas. Estaba asombrada por toda la información que estaba recibiendo hasta que encontró lo que estaba buscando. La cura para las maldiciones fatales.
No obstante, cuando estaba a punto de leer las primeras líneas, el sonido de las volutas en el aire que dejaban las protecciones avisando de un nuevo mensaje, la sacó de su ensoñación y le hizo poner atención a lo que estaba pasando fuera de su habitación. Se puso de pie y con curiosidad asomó la cabeza para poder escuchar lo que estaban hablando en la planta baja
"Ya estoy listo…, ¿pueden dejarme entrar?, escuchó. La voz del lobo era inconfundible, así que supo que su día comenzaba nuevamente de la peor manera posible y su tranquilidad tendría que esperar unos minutos. Salió de su espacio seguro y bajó lentamente las escaleras, esperando poder ver a su marido saltando de un pie al otro por los nervios de ver a su lobito nuevamente.
Tal como lo pensó, esa fue la imagen que recibió de su esposo, quien se retorcía las manos y se alisaba ligeramente la túnica que estaba usando esa mañana
—Das asco Rodolphus…, compórtate por Salazar —susurró ella despectivamente poniéndose a su lado, pero tensándose a la vez, puesto que Sirius entraba por la puerta lateral de la casona justo en ese momento. Esos dos la iba a terminar sacando de quicio.
Remus se apareció dentro del recibidor, donde estaban las otras tres personas esperando su llegada. Dos de ellos con cara desinteresada y el otro conteniendo la emoción que sentía de verle nuevamente. Si hubiese sido cualquier otra persona habría visto solamente a tres personas altaneras que le miraban con desprecio y desinterés, pero gracias al agudizado olfato que tenía, podía diferenciar realmente las emociones que sentían, y en Rodolphus podía percibir el entusiasmo y nerviosismo rodeándolo
—Hola… —saludó, pero ninguno de los otros pudo contestar, porque un fuerte chillido se escuchó rebotando en las paredes
—¡Señorita Bella! —gritó Kreacher saliendo de la espalda de Remus, alejándose y cayendo a los pies de la bruja, tomando con sus huesudos dedos el borde del vestido que rosaba el suelo —, ¡Kreacher quiere estar con usted señorita!, ¡por favor, permítale al viejo Kreacher servir nuevamente a alguien de su categoría! —seguía suplicando, mientras caían mocos por su larga y ganchuda nariz gracias al llanterío que estaba profiriendo —. ¡Kreacher está cansado de estar rodeado de mestizos y traidores a la sangre!, ¡la Noble y Ancestral Casa Black está manchada por tanta inmundicia traída por el traidor a la sangre!, ¡mi ama está revolcándose en su tumba por tal deshonra!
—¡Oye! —se quejó Sirius, habiendo recibido la queja del elfo directamente —, ¡viejo elfo asqueroso!, ¡debí haberte matado cuando pude!
—¡Traidor!, ¡un Black traidor a la sangre es una deshonra!, ¡si el amo hubiese matado a Kreacher, Kreacher estaría feliz de que el amo se hubiese comportado como un Black por primera vez en su vida! —contestó el elfo mirando a su amo directamente a los ojos. Retornó su mirada suplicante a la bruja, quien tenía una ceja alzada por el escándalo que estaba haciendo —. ¡Por favor señorita Bella, servirle a usted sería lo mejor que el viejo Kreacher puede hacer para sentirse útil nuevamente!, ¡sería honrado de poder limpiar lo que pisan sus pies!.
Bellatrix estaba aguantándose la risa que estaba a segundos de salir de su cuerpo. Eso esa era demasiado surrealista para poder tomárselo con seriedad y el elfo había insultado a su primo, así que se merecía créditos por eso. Asintió levemente, aceptando el quedarse con el viejo elfo que la cuidaba cuando ella iba de visita a la casa de sus tíos y la consentía con todo lo que ella quería
—Puedes quedarte, pero te harás cargo de la limpieza. Ya tengo a Pipi para que cocine. Le dirás a ella que te enseñe como se deben hacer las cosas y será a ella a quien escuches cuando yo no esté. Ella es mi elfina y tú estás pidiendo servirme a mí, así que, de ahora en adelante, estás bajo mi amparo —habló la azabache ignorando el bufido que soltó Sirius, impostando elegancia y magnificencia, cosa que le estaba costando horrores, porque lo único que quería hacer era reírse
—¡Kreacher hará todo lo que la señorita Bella quiera!, ¡Kreacher será el mejor elfo que haya tenido! —dijo el elfo, levantándose del suelo y limpiándose los mocos con su antebrazo. Realizó una exagerada reverencia y desapareció de la presencia de todos
—Elfo idiota —masculló Sirius, viéndose agredido por las palabras y devoción que la criatura mostró hacia su prima, sabiendo encima, que se había quedado sin elfo
—Esto ha sido…, extraño —murmuró Remus saliendo de su estupor. No notó cuando el elfo se pegó a su ropa, pero debió imaginarlo después de gritar todo el día sobre la desdicha que sentía desde que la "señorita Bella" se había marchado de la casa y lo habían dejado abandonado entre tanta inmundicia. Volteó su mirada hacia Rodolphus, quien lo estaba esperando y se contenía en ir y abrazarlo con fuerza. Miró a Sirius que se cruzó de brazos, esperando a que hablase. —. Bueno…, ya hice lo que me pediste Sirius —comunicó, sabiendo que esas palabras no serían suficientes del todo. Se pateó internamente, sabiendo que el haber dicho "pedir" había sido el eufemismo del año, porque lo que hizo Sirius con él fue menos que pedirle algo. El puñetazo que le costó sanar era una clara señal de eso —, hablé con Dora y le expliqué todo. Le conté todo lo que pasó con Rod…, Lestrange —se corrigió, viendo la mirada asesina de Bellatrix —. No está feliz y dijo que no quiere volver a verme nunca más, ni siquiera que respirase el mismo aire que ella, pero supongo que se le pasará…, con lo años. Me dio bastante miedo la verdad, era como ver a Bellatrix, pero con el pelo rojo y sin risos —comentó, recordando la imagen de su ex novia enojada. No había podido evitar hacer la similitud con su tía, porque realmente le había dado miedo el verla de esa forma —, de verdad que tiene sangre Black
—No seas corriente y ordinario Ludovico, que esa mestiza no se parece en nada a mí. Ahora si no tienen nada más interesante que decir, me voy —dijo Bellatrix con desdén, volteándose a su esposo por unos segundos —. No quiero saber lo que haces, pero si te veo llorando o como muerto en vida, lo mato —comunicó, dirigiendo sus pasos hacia las escaleras y así desaparecer con rapidez
—¿Quién es Ludovico? —preguntó Remus a Rodolphus, quien solo rio acercándose hasta él lentamente
—Al parecer, Bella decidió que no le gusta tu nombre y lo cambió por otro, en Azkaban lo hacía con todos los Aurores y así se acordaba de a quién tenía que matar luego. Ven, tenemos muchas cosas de las qué hablar —susurró, pasando por el lado del lobo, mostrando el camino hacia el salón de descanso.
Sirius se vio solo en la estancia, atiborrado por todas las cosas que sucedieron en pocos minutos. Giró la cabeza hacia el camino que había tomado la bruja y salió corriendo detrás de ella, llegando a la puerta de su habitación con premura
—Bella…, Bella ábreme —pidió con suavidad, suponiendo que la bruja se molestaría por ser interrumpida, pero quería verla y hablar de lo que sucedió entre los árboles. —. Cariño, ábreme…, solo quiero que conversemos, nada más. —seguía sin tener respuesta del otro lado —Vamos preciosa, mi cielo, mi vida…, mi todo
De un segundo al otro, la puerta de la habitación se abrió de golpe, mostrando a una furibunda Bellatrix que lanzaba chispas por los ojos, y que, si hubiese tenido la oportunidad biológica, echaría fuego por la boca —¡¿A quién crees que estás llamándole cielo?!, ¡a mí no me digas tonterías así! —gritó desaforada, cerrando nuevamente la puerta en un sonoro portazo.
El animago se sintió completamente sorprendido e insultado por lo que escuchó, sin entender qué pasó para que ella reaccionara de esa forma. Solamente le había dicho palabras que se decían las personas cuando se aman, las parejas que se demostraban lo mucho que se querían y tenían cierto respeto entre ellos. Apretó los puños con fuerza, siendo que lo había hecho sentirse ridículo
—¡Haz lo que quieras loca de mierda! —gritó y se volteó hacia las escaleras para bajar al primer piso y beber un poco de whisky, pero no pudo. Cuando iba a pisar el primer peldaño sintió un jalón por su espalda y cayó acostado en el piso dentro de la habitación de la bruja, quien luego de cerrar la puerta a una velocidad espasmódica, se abalanzó sobre su cuerpo y pegó sus labios con los de él, iniciando un beso fúrico, ferviente y salvaje. Abrió los ojos por el estupor que sintió al verse atacado de esa forma, pero puso sus manos en las caderas de Bellatrix, haciendo que se alejara ligeramente —¡¿Qué mierda te pasa?! —preguntó descolocado
—¿Quieres follar o no? —preguntó ella, moviendo su cabello de un hombro al otro, dejando al descubierto su cuello blanquecino
El animago no supo qué pensar. El cambio de una Bellatrix enojada y rabiosa a una sugerente y apasionada era muy grande, pero quién era el para poner en dudas los designios de la vida. —Bueno, ya —contestó, besándola nuevamente y perdiéndose en su nuevo gusto adquirido.
-o-
Dentro del salón de descanso, Rodolphus estaba bebiendo un vaso de whisky de fuego escocés, el cual quemaba un poco más que el inglés que solía beber. Debía agradecer al generoso regalo que les hizo su suegra, porque definitivamente tenía buen gusto para el licor. "Una borracha con clase", pensó. Frente a él estaba sentado Remus, quien se miraba las manos con nerviosismo al no saber qué decir o cómo actuar, así que le dio una indulgencia y tomó la palabra él
—Antes de que me fuera, te dije que te sigo amando y no mentí con eso. Estos años han sido un sufrimiento constante al estar separado de ti, pero te repito. Bella es lo más importante que tengo y no hay nada en el mundo que pueda cambiar eso. Si quieres estar a mi lado entenderé que hay personas a las cuales quieres cuidar y proteger. Entiendo que eres el otro bando y que, aunque yo ya no sea partícipe en los Mortífagos, eso no significa que cambiaré mis pensamientos e ideales por ti. Me conociste así y no cambiaré Remus… —susurró viendo como los ojos miel le miraban expectantes —. Entiendo que puedas no querer aceptar estas cosas, pero es lo que soy. Torturé, asesiné y sigo siendo una de las personas con más poder en el Mundo Mágico. Sigo siendo un mago oscuro que no dejará su afición por las Artes Oscuras de un día para el otro. Te amo Remus, pero eso es lo que soy.
Remus había estado pensando en lo que implicaba volver y retomar su relación con Rodolphus. Sabía que tenía crímenes y cosas por las qué pagar condena, pero su razón poco a poco se vio aplacada por el sentimiento y el aullido que lanzaba su lobo desde lo más profundo de su ser. El lobo interno le pedía al humano que por favor no se hiciera el mojigato y volviera a estar con su destinado, que hiciera algo bien por ambos una vez en la vida. Cuando estuvo en la manada de Greyback aprendió que los licanos tenían muchas habilidades especiales, como la agudez en su olfato y audición, la fuerza superior al resto y los sentidos más desarrollados; pero, además, estaba el hecho de poder encontrar aquella persona que había nacido para compartir la vida, parejas destinadas. Cuando vio a Lestrange la primera vez, sintió una opresión en el pecho y a su vez una tranquilidad única, cosa que le indicó que había encontrado a la persona con la que tenía que pasar el resto de su vida para mantener una amistad con su lobo.
Se puso de pie y se situó junto al Mortífago, tomó su mano y entrelazó sus dedos. Lo miró a los ojos y susurró con dulzura —Sé lo que eres así como tú sabes quien soy. Cuando llegue el momento, te protegeré de todos, sin importar el bando en el que estén, porque siempre he sido tuyo y nada puede cambiar eso. Con la única persona que no me meteré será con Bellatrix, por ti y porque me da miedo.
Ambos rieron y compartieron un beso como corresponde, determinados a retomar lo que dejaron en pausa por dieciséis años.
