Los personajes no me pertenecen, son de Rowling.
Aviso: Hay una parte donde aparece una Ginny oscura. Otra con contenido explícito. Y, en general, un relato bastante dark.
Capítulo 34: Crucio.
Habían pasado unas semanas desde los sucesos ocurridos tras la fiesta y Ginny seguía observando cómo el personal de Malfoy Manor estaba más revuelto que nunca. Todo eran idas y venidas, conversaciones rápidas, intercambio de información y mucho nerviosismo. Se estaba comprobando que tomar el Ministerio de Magia no iba a ser una cuestión de entrar y salir.
El verano se acercó a una velocidad de vértigo y Ginny pasaba las calurosas tardes frente al estanque de la mansión. El jardín era apacible y podía evadirse de la gentuza que, en su opinión, pululaba por allí. A pesar de que con Draco Malfoy podía mantener conversaciones más o menos cordiales, ella seguía considerándose una persona non grata en ese lugar.
Uno de esos tranquilos atardeceres frente al aljibe, sin embargo, trajo consigo un sobresalto que Ginny tardaría en olvidar. De repente, un chorro de agua se elevó sin razón aparente unos diez metros de la superficie y fue directo hacia ella. Todo ocurrió tan rápido que no supo reaccionar. El agua la envolvía formando una esfera a su alrededor; y gritó de miedo. Se preguntaba con pánico que era lo que ocurría, temía morir ahogada. No obstante, ni siquiera se había mojado, pero estaba demasiado espantada como fijarse en ese detalle.
Cuando el agua se retiró, Ginny se llevó la mano al corazón, comprobando que latía correctamente, pues estaba segura de que se hallaba al borde del infarto.
─Buenas tardes, Ginevra.
Esa voz la sobresaltó aún más, pues ni siquiera había comenzado a recuperarse del susto anterior. En cuestión de segundos intentó sacar su varita pero salió despedida de su mano. No se percató tampoco de que era la voz de Voldemort la que había saludado.
Ella se giró y le vio. Estaba parado, con amabas varitas en la mano, mirándola tranquilamente. Y Ginny sintió el típico bajón que sucede a un buen subidón de adrenalina. Sus piernas aún temblaban cuando se sentó en el suelo, para segundos después, dejar caer su espalda sobre la hierba.
Voldemort se aproximó y la observó desde arriba, y Ginny, sin poder contenerse, dijo:
─Yo te mato…
─Altamente improbable. Sin embargo, a ti si pueden matarte.
─Si, tú, de un infarto el día menos pensado ─se quejó ella con rencor.
─Yo no. Pero tienes que saber defenderte cuando no esté contigo ─afirmó él, devolviéndola su varita.
─¡Eh! Que puedo apañármelas bastante bien.
─Acabo de verlo ─ironizó Voldemort.
Ginny le miró con cara de pocos amigos y se defendió, aún enfadada:
─Contra ti, ni yo ni nadie. Salvo Dumbledore. No te fastidia…
─Coincido en todo menos en lo de Dumbledore. Pero, igualmente, tienes que aprender hechizos y maleficios más complejos.
─Pues si esa era mi epifanía, no hacía falta que lanzaras contra mí el agua del estanque.
─Comenzamos esta noche ─informó Voldemort antes de retirarse hacia la mansión
Ella todavía seguía en el tumbada sobre el césped, pensando que aprender algo más defensa no era en absoluto mala idea. Pero la forma que había tenido él de hacérselo notar, había sido muy desagradable y odiosa, destilando prepotencia a raudales.
Y lo peor llegó por la noche.
Ambos se dirigieron hacia una extraña sala en el subsuelo de Malfoy Manor. Y la sala era extraña porque no se parecía mucho a lo que debía ser un lugar de entrenamiento: no tenía ventanas y la iluminación provenía de unas antorchas en lo alto de las paredes, el suelo era como de caucho y había montones de objetos de distintas clases dispersos sin orden ni concierto alguno.
Voldemort se alejó de ella unos cuántos metros y, con un aireo de varita, todos los elementos de la sala quedaron apilados a ambos lados de la estancia.
Para Ginny la situación hubiera sido cómica si no hubiera tenido frente a ella a Lord Voldemort varita en mano, porque estaban parados el uno frente al otro en una sala rodeados de todo tipo de cachivaches.
─La primera lección es la desaparición. Eso te otorga la posibilidad de realizar una huida rápida si la situación se complica mucho ─explicó él.
─La desaparición… Ya. Muy fácil ─soltó Ginny irónicamente voz queda.
─No es fácil. Pero tienes que aprender.
Voldemort la explicó los fundamentos básicos, aunque ella más o menos los conocía. El problema venía con la aplicación práctica de esos fundamentos.
Él había hecho aparecer unos aros en el suelo y se suponía que Ginny tenía que aparecerse dentro de uno de ellos. Y era muy escéptica al respecto.
─Es imprescindible que te concentres en tu destino. Únicamente en tu destino.
─Si… Ya… ─divagó Ginny no muy convencida─. Pero, ¿qué pasa si mis pensamientos están ocupados por completo con la palabra despartición?
Eso era lo que de verdad preocupaba a Ginny. Algunos de sus hermanos habían tenido experiencias muy desagradables, y sabía por su padre que incluso aquellos magos y brujas que tenían licencia, lo pasaban realmente mal y los accidentes ocurrían con relativa frecuencia.
─Visualiza el destino─ sugirió Voldemort.
Ginny miró el aro. Ese era su destino. Pero el hueco del aro no era lo que tenía en mente precisamente.
─No ─respondió Ginny, mirándole directamente─. Únicamente "visualizo" sangre y mis miembros amputados violentamente. Esto no va a acabar bien.
─En ese caso, imagina que tienes a alguien frente a ti, apuntándote con su varita, apunto de lanzarte una maldición asesina.
Y Ginny se fijó en que, efectivamente, tenía a alguien delante de ella, alguien apuntándola, alguien que dominaba macabramente bien las Artes Oscuras. Alguien que era el Señor Tenebroso.
─No… ─dijo ella retrocediendo, en posición defensiva ─. No juegues con eso.
Y Voldemort también avanzaba.
─En cinco segundos te lanzaré una maldición ─dijo él, con tono muy serio.
─No… ─repetía Ginny asustada.
El tiempo pasaba y Voldemort levantaba su varita. Ginny gritó, giró sobre sí misma y se desapareció.
─¡Joder! ─exclamó ella finalmente, cayendo al suelo cuando reapareció.
Aunque no lo hizo en el aro.
─Muy bien, Ginevra. No te has despartido ─observó Voldemort.
─¿¡Muy bien!? ¿¡Muy bien!? ─repetía ella muy enfadada─. No me gusta este método para aprender. ¡En absoluto!
─Es efectivo. Trabajas bien bajo presión.
─Bajo pre… Baj…
Ginny no podía ni terminar las frases de puro enojo. Estaba indignada a niveles de cómputo astronómico.
─Cálmate. La ira no es lo óptimo para mantener la concentración. A veces puede ser de ayuda, pero en momentos muy puntuales ─aclaró él.
─Puntu… ¿¡Que me calme!? ¿Acaso parezco enfadada? Nooooo, no lo estoy para nada ─ironizó ella.
Intentó tranquilizarse respirando hondo varias veces. Era verdad que se había desaparecido ella sola por primera vez, pero todo había sido tan rápido e instintivo, que dudaba que pudiera ser capaz de repetirlo. Hasta que Voldemort lo sugirió de nuevo y como Ginny no estaba para más sorpresas ni sustos, lo hizo. Y la cosa fue bien. Al final de la sesión, había conseguido materializarse en los aros que pretendía.
Ese día lo pasó mal y los días siguientes únicamente fueron algo mejores. Todos los trastos que había en esa habitación, cobraron sentido para Ginny. Voldemort los utilizaba para hacer transformación y ejecutar maldiciones sobre ellos. Y ella… Bueno, ella mayormente los usaba de escudo.
Aun así, progresaba. Cada día aprendía mucho y se movía con más rapidez. Evidentemente no era rival para Voldemort, pero en poco tiempo la mejoría era de Supera las expectativas o incluso, de Excelente.
Todo iba sobre ruedas hasta que, una noche, tuvieron lugar unos sucesos inquietantes.
─Ya estás lista para aprender Oclumancia ─afirmó repentinamente Voldemort, apartándose de ella─. En eso consistirá la lección de hoy.
Y la cara de Ginny palideció. No podía olvidar lo mal que lo había pasado Harry en sus sesiones con Snape. Y no creía que a ella la fuera a ir mucho mejor con Voldemort.
─¿Oclumancia? No estoy segura de querer aprender ─titubeó.
─Es necesario. Es una rama de las Artes Oscuras que evitará intrusiones indeseadas en tu mente.
─Si. Todo eso está muy bien. De verdad. Pero, ¿quién va a entrar en mi mente estando tu…? O sea, ¿quién se va a poder acercar a mí lo suficiente como para poder entrar en mi mente?
─Sabes que estoy preparando una ofensiva contra el Ministerio, eso no será un problema. Pero, como te dije, después de que Scrimgeour caiga, pretendo lanzar un ataque contra Hogwarts ─respondió Voldemort.
Pues buena suerte, pensó Ginny de forma cortante.
Efectivamente, lo sabía, pero ella no lucharía contra nadie. No pensaba meterse en ese berenjenal. Y menos en Hogwarts y contra Dumbledore, la Orden y sus ex amigos del ED.
─¿Y eso que tiene que ver conmigo? ─preguntó confusa.
─Regresaré de la batalla. Pero por si no lo hago.
Ginny abrió la boca para replicar pero no encontró las palabras adecuadas. En realidad, no encontró ninguna palabra.
─Tienes que saber defenderte y emprender una huida rápida. Y, si se diera el caso, tienes que poder cerrar tu mente ─añadió él.
─Ya… ─murmuró Ginny, siguiendo atontada el razonamiento de Voldemort.
Él se apartó un poco y, fijando su mirada en ella, afirmó:
─Ahora entraré en tu mente. Tienes que impedírmelo. Mantén tus pensamientos en blanco. No dejes que fluya ninguna emoción.
Pero Ginny, antes de que él intentara nada, expresó la razonable inquietud que la asaltaba ese momento:
─Vale, ¿y que pasa si no lo consigo?
─Que tendré a mi disposición toda la información que poseas.
Ella pensó que esa respuesta como broma estaba muy bien, pero nada más.
─Es coña, ¿no? O sea, no hablas en serio, ¿verdad?
─Si, Ginevra. Hablo muy en serio.
─Vale, pues no estoy de acuerdo ─afirmó ella alejándose.
Pero desgraciadamente no pudo ir a ningún lugar porque su cuerpo se quedó fijado a la pared.
─No. Suéltame. Quítame la maldición ─exigió Ginny, forcejando inútilmente contra nada en concreto.
─¿Estás preparada?
─¡No!
Pero dio igual. Su vida comenzó a desfilar por su cabeza. Recuerdos que tenía casi olvidados de su niñez, apenas recordaba jugar con Bill a explotar pompas de jabón que él hacía aparecer con su varita. La pareció muy entrañable. Los siguientes recuerdos ya no fueron tan simpáticos, porque se vio a sí misma abriendo la Cámara de los Secretos, hablando en lengua pársel e invocando a un basilisco. Y Voldemort se retiró de su mente.
─Eso me es familiar ─dijo él, mirándola con aprobación.
─Y a mí también, pero me gustaría que no lo fuese ─respondió Ginny, que había sido bruscamente sincera.
─¡Oh, pero ocurrió! ─se jactó él─. Y aquí estamos.
Ginny respiró hondo. Sí, por culpa del diario, ahí estaba. Y se había enganchado a Voldemort como si fuera una droga. Y ya no podía ni quería dejarle.
─No me has detenido ─afirmó él─. Me has dejado tu mente completamente libre.
─Ni siquiera estaba preparada. Además, habría que verte a ti en mi lugar. No te imaginas lo que supone que algo que sabes que es extraordinariamente poderoso intente entrar en tu cabeza ─aclaró Ginny─. Bueno ya puedes soltarme.
─No, Ginevra ─replicó Voldemort─. Lo intentarás de nuevo. Y, efectivamente, soy extraordinariamente poderoso, de modo que no me permitas acceder a los recuerdos que no quieras que vea.
─¡No!
Y otra vez. No había sido capaz de detener esa magia que ya conocía y que siempre la resultaba abrumadora. En esta ocasión, ella estaba en la Torre Gryffindor, charlando animadamente sobre el Colacuerno húngaro con su hermano Ron, con Hermione y con Harry.
Y algo sacudió a Ginny. ¡Un momento! ¡Harry! ¡El Torneo de los Tres Magos! ¡No! Esos recuerdos eran privados. ¡Fuera! Pensaba. Y el recuerdo cambio, pero fue aún peor: estaba en el cuartel general de la Orden y escuchaba con las orejas extensibles la voz de Tonks hablando a cerca de un arma que tenía Quien tú sabes, un arma contra Harry… ¡No! ¡No! No. No. No. No.
El recuero cambió nuevamente y surgió otro más: Justo después de un entrenamiento de quiddich, Harry estaba explicando en el Gran Comedor, a Luna, a Hermione, a su hermano y a ella misma, que no podría asistir a la reunión de El Club de las Eminencias de Slughorn porque tenía clases particulares con Dumbledore, y que era importante porque la profecía… ¡FUERA DE MI MENTE! ¡YA! NO VAS A VER NADA MÁS.
Cuando Voldemort fue expulsado de su cabeza, las piernas de Ginny temblaban tanto que cayó al suelo. Él se acercó.
─¡Aléjate! ─pidió Ginny asustada, enfadada y dolida mientras ella misma intentaba mantenerse lejos de su alcance.
Se sentía traicionada.
─¿Qué hacían el indeseable de Potter y el viejo en esas clases, Ginevra? ─preguntó Voldemort muy interesado.
─No lo sé ─afirmó ella, muy enfadada, fingiendo ignorancia a posta─. Pregúntaselo a Harry, ya que también entras en su mente cada vez que te apetece.
No se podía creer ella misma que hubiera pronunciado esa frase, de modo que, por si acaso, sacó su varita a pesar de que estaba en el suelo.
El la miró de forma muy peligrosa pero no hizo nada más. Al cabo de unos segundos, preguntó en un tono que Ginny no supo interpretar:
─De modo que… ¿Te niegas a dar información a Lord Voldemort?
─Si ─respondió Ginny, temblando.
Él hizo simplemente un movimiento con una mano y la varita de Ginny saltó por los aires. En ese momento, se asustó mucho y emitió una exclamación de terror.
Si Voldemort creía que la información que ella guardaba era valiosa, seguro que intentaría obtenerla a toda costa. Estaba desarmada y en suelo, no podía hacer nada para que eso no sucediera. Pero, al menos, se levantó, aunque ella misma pensaba que no la serviría de nada.
Debía controlar su respiración para evitar que las lágrimas comenzaran a resbalar por sus mejillas.
Y, de repente, Voldemort se desapareció, o voló, y lo tenía sobre ella. Había empujado su espalda contra la pared y presionaba la garganta de Ginny con el antebrazo. Con la mano que tenía libre, sujetaba su blanca varita y la presionaba contra la base del cuello de ella.
Ginny gritó.
─Podría hacer contigo todo lo que quisiera ─siseó él, en un tono muy peligroso─. Pero te di mi palabra de que no obtendría de ti información a la fuerza.
La soltó y se fue de la estancia.
A ella la temblaban las piernas y se cayó al suelo. Intentaba normalizar su respiración mientras daba gracias a Merlín de seguir de una pieza.
No volvió a entrenar con ella.
Sin embargo, Ginny regresaba cada noche a esa sala para seguir progresando, al menos, eso se decía a sí misma, pero en su fuero interno deseaba que él volviera para practicar hechizos juntos. Aunque pensaba que el culpable completo y absoluto de ese distanciamiento era él, le echaba de menos.
Había estado practicando las maldiciones imperdonables durante algunos días, y comenzaba a pensar que ya tenía un cierto control sobre ellas. En algún momento, había echado en falta las lecciones de Voldemort, seguro que hubiera aprendido más rápido y mejor si él hubiera estado presente cuando entrenaba. Pero no había aparecido, hasta esa noche.
Se sobresaltó cuando escuchó el ruido de la puerta e, inmediatamente, giró la cabeza, apuntando al intruso con la varita. Y la bajó al ver a Lord Voldemort sin su eterna túnica negra. Llevaba puesto una camisa y unos pantalones vaqueros del tipo Dockers a juego con unos zapatos estilo informal. Todo negro.
No pudo evitar pegarle un repaso con la mirada. Era increíble. Resultaba muy paradójico lo bien que le sentaba la ropa muggle. En opinión de Ginny, esta vez Voldemort no mostraba la elegancia que le acompañó cuando apareció trajeado, pero ese aspecto casual le sentaba incluso mejor.
Le miró largo rato, pero él seguía en silencio, de modo que Ginny volvió con sus prácticas. Pero, finalmente, su voz la sobresaltó cuando estaba intentando que la araña que estaba bajo una maldición Imperius, trepara a lo largo de las patas de una mesa.
─Buenas noches, Ginevra.
─Hola ─devolvió ella el saludo, con sorpresa.
─No falta mucho para la ofensiva contra el Ministerio de Magia ─afirmó él, como quien habla del tiempo.
No supo qué responder ante esa afirmación. ¿Voldemort había ido hasta allí para despedirse de ella?
Ginny le miró y él no dijo nada. Voldemort tenía una expresión fría y distante, y estaba mucho más parco en palabras que de costumbre. Sus ojos portaban una mirada muy dura y neutra. Además, no la había besado. Y eso no la gustó nada.
Seguía pensando que si alguien debía seguir enfadado por los sucesos durante las clases de Oclumancia, era ella, ya que Voldemort había entrado en su mente sin su permiso, accediendo a recuerdos clasificados con la etiqueta "Altamente confidencial".
En realidad Ginny no sabía muy bien por qué se había cabreado él. Lo más lógico era pensar en su negativa a facilitarle información, pero ¿cabía la posibilidad de que fuera la falta de confianza de ella lo que había despertado su ira? No tenía ni idea.
Y luego estaba aquello de que Voldemort sí había confiado en ella plenamente, revelándola incluso el secreto de su inmortalidad. Eso la hizo sentirse un poco mal por las reservas, dudas y reticencias que aún mantenía para con él.
─Dime cual quieres que sea el destino de tu padre y de tu hermano si se encuentran en el lugar de la batalla ─solicitó, muy serio.
Ginny intentó hablar, pero no la salieron las palabras a la primera. Lo pensó. Obviamente quería que ambos estuvieran a salvo. Que nadie los hiciera daño durante la pelea. Y que, después de la victoria de Voldemort, pudieran regresar a La Madriguera sanos y salvos. Especialmente su padre, porque quizá Percy sí merecía un tirón de orejas.
─Que no resulten heridos ─Ginny calló aguardando respuesta, pero no la obtuvo─. Por favor ─añadió mirándole a los ojos de nuevo.
Pero la mirada de Voldemort seguía igual de cortante e inexpresiva.
Aun así, ella no pudo evitar pensar que había ido hasta allí para informarla de su siguiente movimiento y, sobre todo, para garantizar la seguridad de su familia. Eso último la conmovió profundamente. A pesar de todo, los protegería. Y sólo porque ella se lo pedía.
Ginny comenzaba a emocionarse. Se apartó un poco de él y respiró hondo. Voldemort no dijo nada y, tras una pausa, se dio la vuelta para marcharse.
Observó cómo se dirigía hacia la salida y ella comenzó a sentir una opresión en el pecho. Quería despedirse. Necesitaba despedirse, por si las moscas. Y se sentía en deuda con el por lo de su padre y su hermano. No quería que Voldemort saliese de esa habitación, no quería que se fuera. Tomó una decisión
─Te estudiaban ─soltó de repente Ginny haciendo que Voldemort se girara.
─¿Qué? ─preguntó él, con sorpresa y confusión.
─Dumbledore y Harry ─aclaró Ginny─. Estudiaban tus movimientos: El… El orfanato, el pueblo de tu familia, tu paso por Hogwarts, tu trabajo en Borgin y Burkes; incluso tu serpiente.
Voldemort la miró como si no se creyera lo que estaba escuchando y, antes de que él pudiera preguntar nada, Ginny añadió:
─Ignoro el por qué. Y Harry también lo ignora, no le parecía importante para derrotarte.
─¿Derrotarme? ¿A mí? ¿Ese mocoso inútil piensa que puede derrotarme? ─preguntó Voldemort con absoluto desprecio. Aunque la incredulidad tampoco había podido ocultarla.
─Dumbledore lo cree, de lo contrario, no se molestaría en instruirle.
─De modo que… ¿El viejo no piensa desafiarme él mismo? ─se preguntaba Voldemort más para sí mismo que para Ginny.
─Lo desconozco. Y yo también me hice esa pregunta. Supongo que es una especie de "Plan B", o algo así ─especuló Ginny─. De todas formas, yo sólo escuchaba fragmentos de las conversaciones que mantenían Harry, Hermione y mi hermano Ron. Los espiaba a escondidas. Seguro que me perdí parte de la información.
Él se acercó a ella con paso ligero y Ginny hizo el amago de retroceder. Voldemort la miró casi con hastío y preguntó:
─¿Tienes pensando dejar de hacer eso en algún momento de tu vida?
Ginny no contesto, pero la respuesta sincera hubiera sido que, a corto plazo, no.
Voldemort movió su varita y convirtió un destartalado sofá en un diván mucho más cómodo y elegante. Se sentó y ella le imitó.
─¿Qué saben sobre mi estancia en Hogwarts, Ginevra? ─preguntó él, completamente indignado con la idea de que estuvieran haciendo indagaciones sobre su persona.
Ginny lo miró, pensando cómo responder a eso.
─Mmmm… ─comenzó ella─. Que te ganaste el afecto de todo el profesorado, menos de Dumbledore; que abriste la Cámara de los Secretos ─se detuvo a pensar un momento─. A ver qué más… ¡Ah! Y que ya tenías un incipiente grupo de seguidores.
─Y, ¿qué averiguaron de mí durante la etapa posterior? ─preguntó él sin poder ocultar un extremo interés.
─Poca cosa, al menos que yo sepa ─reconoció Ginny─. Que trabajaste en la tienda de Borgin decepcionando a todo el mundo con esa elección laboral y, después, que te dedicaste a profundizar en las Artes Oscuras.
En este punto había algo que la propia Ginny no entendía. Y, ya que estaba puesta, pues decidió preguntarlo.
─A ver ─dijo ella, resuelta, mirándole─. Lo de las Artes Oscuras casi que puedo entenderlo; dentro de que eres tú, claro ─matizó─. Pero, ¿lo de Borgin y Burkes? ¿De verdad? ¿Qué pintabas allí?
Él no respondió inmediatamente. Hubo unos segundos de silencio hasta que dijo:
─El incentivo eran los objetos a los que tuve acceso.
Objetos de magia oscura, pensó Ginny. Así que de eso se trataba. Bueno, eso tenía un poco más de sentido al menos.
Recordó que había escuchado a Harry diciendo algo sobre viejos objetos valiosos: una copa de un fundador de Hogwarts, pero no le dio mucha importancia, porque ella sabía que en lo que respectaba a las reliquias de Gryffindor, Slytherin, Hufflepuff y Ravenclaw, todo eran más leyendas y mitos que historia contrastada.
─Esto, ¿tiene que ver con una copa muy antigua, que supuestamente perteneció a uno de los fundadores de Hogwarts?
─¿Cómo sabes tu eso, Ginevra? ─preguntó él, muy sorprendido y alarmado.
─Yo no lo sé. Y, de hecho, permíteme que ponga muy en duda la existencia de tal cosa ─afirmó Ginny─. Sólo es algo que Harry comentó.
─¿Y qué dijo exactamente? ─preguntó él, con urgencia.
─Que Borgin te utilizaba para echarle el guante a ese objeto. Pero no sé más, porque todo eso me parecen poco menos que cuentos de hadas, de modo que en ese punto del relato desconecté y me fui.
Voldemort la miró con los ojos muy abiertos y una expresión muy rara, casi cómica.
─¿Cómo que…? ¿Que te pareció poco relevante…? ─preguntaba él, como si no diera crédito.
─Si ─afirmó ella con seguridad.
Ya en su momento, la costó bastante asimilar el asunto del guardapelo y eso que tuvo acceso de primera mano.
Pero luego reparó en la cara que tenía Voldemort. Por su expresión, él no pensaba que la existencia de esa copa fuera tan inverosímil.
─A ver, ¿no estarás pensando que…? ─preguntó ella, despacio─. ¡Pero no puede ser! Ese objeto no existe, ¿verdad?
─Sí existe, Ginevra. Es muy real ─respondió él, de forma cortante.
─¡Tóooomalo! ─exclamó Ginny anonadada.
Voldemort parecía completamente ensimismado.
─Y, ¿dónde está ahora la copa? ¿A qué fundador perteneció?
Él, por fin la miró y respondió:
─La copa de Helga Hufflepuff está a buen recaudo.
─Ya… Así que la tienes tú ─dijo Ginny, como aturdida por esa revelación.
Después de unos largos instantes de silencio, Voldemort preguntó, cambiando radicalmente de tema:
─¿Y después de la toma del Ministerio?
─¿Cómo dices?
─Tu padre.
─Que se marche a casa ─respondió ella sin dudarlo.
─¿Y tu hermano Percival?
Que le follen, pensó Ginny. Pero no respondió eso.
─Si no fuera mi hermano te diría que le encerrases en una de las celdas de Azkaban y tiraras la llave al Mar del Norte ─Ginny respiró hondo y se puso a caminar por la habitación─. Pero lo es. De modo que me conformo con que le des una patada en el culo antes de enviarle a La Madriguera. Hazme ese favor, ¿quieres?
Voldemort la miró un poco extrañado y, levantándose también, añadió:
─Me tomaré lo de la patada en sentido metafórico.
─No ─le corrigió Ginny, mirándole cuando llegó a su altura─. Es literal. Aunque si no te sientes cómodo en el cuerpo a cuerpo, una maldición también me vale.
Inmediatamente se dio cuenta de que estaba pidiendo a Voldemort que maldijera a su hermano, de modo que aclaró:
─Pero no te pases, ¿vale?
Él no dijo nada, pero se acercó para besarla. Y Ginny le devolvió el beso como nunca. Comenzó a pasear sus manos por la camisa de él, llegando a desabrocharle los dos primeros botones, respirando con dificultad. Sus movimientos eran demasiado rápidos y urgentes, de modo que se apartó un poco de él para tomar algo de aire.
─¿Adecuado para el Londres muggle? ─preguntó él, repentinamente.
─¿Qué…? ─acertó a preguntar ella, aun con las mejillas encendidas.
De pronto recordó que se había ofrecido a asesorarle cuando tuviera una misión en el Londres muggle para evitar que "diera la nota".
─Supongo que sí ─respondió ella, evaluándole─. Sí, así estás perfecto ─concluyó finalmente con seguridad.
─Bien.
Pero para Ginny había algo que no terminaba de estar "bien". Y era que en la última misión de ese estilo que Voldemort había llevado a cabo, resultó que decidió ir acompañado por Bellatrix Black. Y eso no la hizo ni pizca de gracia.
─¿Irás de nuevo con Back? ─preguntó ella, que no se había resistido a la duda.
─Podría. Es una opción ─reconoció Voldemort.
─Y también podrías tirarla al Támesis, ya que os pilla de camino. Es otra opción ─sugirió Ginny, sin poder contenerse.
─La alternativa es llevarte a ti conmigo ─dijo él ignorando su comentario.
Ginny abrió los ojos como platos. No se lo esperaba ni sabía qué era lo que pretendía de ella. Voldemort fue acercándose lenta pero inexorablemente.
─Has progresado mucho, Ginevra ─la felicitó el─. Serías una excelente mortífaga, como dices tú ─añadió, tomando las manos de Ginny y fijándolas contra la pared.
─¿Qué? No pienso… ─comenzó ella, incómoda.
─Te observé en el cuartel general de la Orden del Fénix ─reconoció Voldemort─. En una misión mantienes la cabeza fría por compleja que sea la situación y eres capaz de ejercer cierto liderazgo. Además tienes buena memoria, una excelente orientación, buenos reflejos y dominas los maleficios.
Ella no supo que decir ante esa enumeración de cumplidos. Pero sí respondió al beso que Voldemort había iniciado y que apenas había visto venir, a pesar de que llevaba varios días esperando algo así.
─Es una pena que no quieras unirte a mí ─afirmó él pegando su cuerpo contra ella─. Te llevaría conmigo de misión ─continuó el, pasando su lengua ahora por el cuello de Ginny─. Y haría que disfrutaras de todas las formas posibles en lugares que no puedes imaginar.
A Ginny por poco se le nubla el entendimiento, no se había dado cuenta hasta ahora de lo mucho que le había necesitado. Y lo que había dicho sonaba tan tentador… Pero no, ella no sería una mortífaga.
─Suena bien eso último, pero tengo que rechazar tu oferta ─consiguió decir ella.
─Ya lo sabía ─replicó Voldemort para nada sorprendido con la respuesta de Ginny─. Por eso, en el fondo tampoco lo pretendo ─terminó indiferente.
¿Y para qué preguntas? Pensó Ginny rodando mentalmente los ojos.
Pero él la besaba de nuevo y ella no quería tomarse ese encuentro como una especie de despedida. Tenía las manos de Voldemort sobre su cuerpo, ahora era él quien parecía actuar de forma caótica y urgente.
─¿Quieres contarme algo más? ─preguntó Voldemort contra sus labios, aunque su respiración comenzaba a entrecortarse.
La profecía… Pensaba Ginny. Aunque aún no estaba preparada para hablar con él de ese tema por las implicaciones que tenía. Porque la profecía hablaba de un poder que Voldemort no poseía y Harry sí. Lo que de verdad le daba miedo a Ginny era confirmar ese extremo.
─Cuando vuelvas. Si todo va según lo previsto, regresarás. Y quizá entonces te cuente algo más que puede interesarte.
─¿Quizá? ─quiso saber él, escéptico, besando su cuello.
Ginny pensaba que si Voldemort seguía haciendo eso, no tendría control suficiente para no responder todo lo que él quisiera. De modo que, decidió poner en práctica algo que desde hacía un tiempo tenía en mente: le besó mientras comenzó a desabrochar su cinturón de cuero. Era complicado hacerlo con una mano y mientras, respondió, en tono misterioso:
─Si, quizá. Pero ahora, de momento, estoy pensando en darte algo…
Cuando por fin consiguió soltar la correa de la hebilla de su cinturón, pasó a desabotonar el pantalón y volvía a besarle, mientras añadía:
─Algo más de lo que Bellatrix te dio.
Y le miró enigmáticamente, pero él no dijo nada, parecía incluso un poco sorprendido, esperando una aclaración.
─Si… ─prosiguió Ginny─. ¿Cómo era eso de…? Ah, sí: "Haría que disfrutaras de todas las formas posibles en lugares que no puedes imaginar" ─terminó parafraseándole.
Ginny pasó su lengua por los labios de él, mirándole con deseo. Y después, se arrodilló delante suya.
Voldemort no reaccionaba, claramente no se esperaba ese movimiento por parte de ella. De modo que Ginny tuvo que provocarle diciendo:
─Creo recordar que dijiste que te gustaba tener al enemigo cautivo y desarmado. Adelante ─le animó.
Aunque había sido ella la que había comenzado todo, no pudo evitar decirse a sí misma: Me falta un tornillo. Y la tuerca, y la arandela, y… Me falta la ferretería entera.
Y por fin. Por fin Voldemort hizo lo que Ginny esperaba de él. Y ella hizo lo que había planeado.
Nada más comenzar, podría jurar que Voldemort había emitido un placentero suspiro.
Teniendo en cuenta que era la primera vez que ella hacía algo así, pensaba que no lo estaba haciendo mal del todo, aunque realmente no tenía nada con qué comparar.
De todas formas lo hizo lo mejor que pudo y sabía que estaba surtiendo su efecto porque en alguna ocasión Voldemort la había tomado de la nuca presionando la cabeza de Ginny contra su cuerpo.
Cuando estaba a punto de terminar, Ginny sintió cómo se retiraba de su boca. Y no se lo permitió. Ya que había empezado, pensaba continuar hasta el final. De modo que le sujetó las piernas tirando de él hacia ella, esperando a que captara la indirecta.
Y la captó, porque terminó dentro de ella. Ginny miró hacia arriba pero no supo descifrar lo que vio: Voldemort tenía los ojos cerrados, respiraba rápidamente y no se movía.
Ella se levantó y, colocándole la ropa, preguntó:
─¿Todo bien?
Era curioso porque siempre era el quien hacía esa pregunta. De hecho, no respondió, únicamente, abriendo los ojos, asintió con la cabeza.
Ginny pensó que igual necesitaba su espacio, para procesar lo ocurrido, de modo que dijo:
─En ese caso, voy a prepararme para la cena.
Y salió de allí con una sonrisa de triunfo en la cara.
El día siguiente Ginny estuvo sola en su habitación. Los mortífagos se estaban preparando para el ataque que tendría lugar al caer el sol y ella no pensaba verlo. Aunque no le gustaban las despedidas, esa tarde se iba a reunir con Voldemort para decirse adiós.
─Me voy, Ginevra ─dijo él─. Hasta la noche.
─Ya…
Ella estaba como aturdida, no quería que Voldemort se fuera a ningún sitio. Cuando la besó, respondió con todo su corazón, pero no pudo disfrutar mucho de ese contacto porque la preocupación ocupaba todo su ser.
Le observó mientras se marchaba. La noche sería larga.
Estuvo un buen rato deambulando por el jardín de Malfoy Manor hasta que finalmente decidió entrar en la casa. Aun así, caminaba pasillo arriba y pasillo abajo, mirando continuamente por las ventanas, por si acaso Voldemort aparecía. Permanecía atenta a cualquier ruido.
Al fin, escuchó un estruendo proveniente del piso inferior. Casi corrió escaleras abajo pero se detuvo a media altura cuando observó cómo los mortífagos iban apareciendo ataviados con sus características máscaras y sus negras túnicas. Esperaría a que esa chusma desapareciera de su vista.
No obstante, todo parecía indicar que les había ido muy bien, porque no paraban de felicitarse los unos a los otros. Reían, bromeaban y parecían encantados de haberse conocido. No pudo evitar pensar que, en ese caso, Voldemort estaría bien. Y, por cierto, aún no había hecho acto de presencia.
Esperó desde su posición un poco más y nadie reparó en ella. Los mortífagos simplemente iban llegando y entrando al salón de la mansión. Y, al fin, el último de todos ellos, resultó ser Voldemort. Llegó al vacío recibidor y justo en ese instante, Ginny bajó corriendo el último tramo de las escaleras.
─¡Estás bien! ─exclamó llegando hacia él.
─¿Acaso lo dudabas?
─No. Pero… ─comenzó Ginny.
Entonces su frase fue interrumpida porque Voldemort, tomándola de la nuca, unió sus labios a los de ella, empujando a Ginny contra la pared del hall. Fue un beso rudo, demandante y brusco.
─Menos mal que has llegado de una pieza ─murmuró situando las manos en la cintura de él.
Pero algo la hizo emitir una exclamación asustada: su mano derecha se había impregnado con una sustancia viscosa y cálida. Ginny la examinó de cerca y, efectivamente, tal como se había temido, era sangre.
─¡No…! ─exclamó ella, remangándose la sudadera para inspeccionar la herida del costado de Voldemort más de cerca.
─Tranquila Ginevra, estoy bien.
Ella no le escuchó. Observó de cerca que su túnica tenía un corte horizontal y, a pesar de ser negra, se notaba que estaba impregnada de sangre. Ginny casi temía ver la herida que ocultaba, pero de todos modos, lo hizo. Y no vio nada aparatoso, tan solo una pequeña línea roja que parecía ser el resto de una cicatriz. Soltó el aire que había estado conteniendo: era un corte ya sanado.
─¿Qué te ha pasado? ¿Cómo es posible? ─preguntó Ginny, confundida.
No se explicaba cómo le había ocurrido eso a Voldemort. Era un mago asombrosamente poderoso y a ella no la entraba en la cabeza que los chupatintas de Ministerio hubieran logrado herirle de esa forma.
─La consecuencia de la cobardía de algunos ─explicó Voldemort mirando de reojo hacia el salón y alisando su túnica.
Volvió a besarla, sólo que esta vez, tomó las manos de Ginny, aún manchadas de sangre y las situó por encima de su cabeza, inmovilizándolas contra la pared. Voldemort fue deslizando sus dedos sobre la muñeca de Ginny, y después sobre su antebrazo, tranzando de nuevo la figura que tanto le gustaba: su marca, la serpiente. Notó como la sangre de él, aún pegajosa en las manos de ambos, se adhería a la piel de su brazo.
Cuando terminó aquella locura de beso, Ginny quiso borrar la marca que Voldemort había dibujado en su antebrazo. Era sangre reseca, de modo que no la costaría mucho. Pero antes de que ella pudiera hacer nada, él dijo:
─Hoy no, Ginevra.
Le miró absolutamente desconcertaba. ¿Tendría ella que portar en su antebrazo el dibujo de la marca tenebrosa que Voldemort había trazado con su propia sangre?
Sí, parecía que él pretendía eso porque deslizó hacia abajo las mangas de la sudadera de Ginny, cubriendo el siniestro pictograma. Ella no sabía que hacer. Era cierto que Voldemort había obtenido una victoria importante y que seguramente eso potenciaba su interfaz de Señor Tenebroso, pero… ¿Debía hacerle esa concesión aunque sólo fuera por una noche?
Bueno, pensó Ginny finalmente, sólo era sangre. Bastaba con agua y jabón para borrar cualquier rastro. Además, tenía otra cosa más urgente en la que pensar, algo que preocupaba enormemente a Ginny. Su padre y su hermano trabajaban en el Ministerio y quería saber qué había sido de ellos.
─¿Mi padre está bien? ¿Y mi hermano? ─preguntó ella con preocupación y urgencia.
─Están bien. Ambos. Al menos lo estaban cuando los ordené desaparecerse de allí.
Ginny pensaba que su padre no se habría tomado nada bien esa orden, pero se alegró de que la hubiera acatado. Ahora estaba a salvo.
─Y… ¿Nada más? ─tanteó Ginny.
Voldemort la miró a los ojos de forma inescrutable y finalmente dijo:
─Tu padre quería noticias tuyas. Parecía muy preocupado.
─¿Qué? ─preguntó ella atónita.
─Preguntó: "¿Dónde está mi hija? ¿Se encuentra bien?".
─Y tú respondiste… ─le invitó a continuar Ginny.
─Que sí te encuentras bien y que ahora estás bajo mi protección.
Ginny se quedó sin palabras por un momento ante esa revelación. Pero en el fondo sabía que era cierta: con Voldemort se sentía protegida y a salvo. Y seguro que su padre, aunque estaría muy decepcionado con ella y profundamente triste por su partida, se alegraría de saber que Voldemort no permitiría que la ocurriera nada. Finalmente reconoció:
─Aunque no te lo creas, dejaste más tranquilo a mi padre.
─No así a tu hermano.
─Vale ─dijo Ginny respirando hondo, pues no sabía que esperar del "perfecto y pomposo prefecto"─. ¿Qué te dijo Percy?
─A mí no, a tu padre ─respondió Voldemort─. Le dijo que no merecía la pena que se preocupara por ti, ya que te considera una traidora.
─¿¡Que se atrevió a decir qué!? ¡Precisamente él! ¡Ja! ─despotricó Ginny─. Al menos, le pegarías la patada que te pedí, ¿no?
─No.
Ginny iba a protestar cuando Voldemort añadió:
─Fue una maldición punzante. Aunque creo que tu padre le lanzará otra cuando lleguen a casa, ya que tampoco parecía muy contento cuando tu hermano Percival hizo ese comentario sobre ti.
─¡Juas! ¡Muy bien, papá! ─se alegró Ginny.
─Ahora tengo asuntos que atender, Ginevra. Pero no tardaré en estar contigo.
Ginny se resistía a dejarle marchar de nuevo. Quería estar con él en ese instante, no se quería separar tan pronto. Así que cuando Voldemort se giró para entrar a la reunión, ella le agarró de una de las mangas de su túnica preguntando tímidamente:
─¿Puedo acompañarte esta vez?
El pareció pensárselo y finalmente respondió:
─No te va gustar lo que vas a presenciar.
─¿Y qué va a ser eso? ─quiso sabe Ginny con cierta aprensión.
─Al Señor Tenebroso ─respondió él, indicándola con el brazo el camino hacia el salón.
La estaba invitando a asistir, pero la decisión era de ella únicamente. Y no quería separarse de él. Además, creía que ya lo había visto todo con respecto a Voldemort.
Suspiró y se encaminó hacia el interior.
Al entrar sintió todas las miradas fijas en ella. No la importó mucho. Cuando llegó a la silla situada a la derecha de la que presidía la mesa, se encontró con que ya estaba ocupada por Bellatrix Black, la cual la miró con un asco y un desprecio absoluto. Pero en cuanto Voldemort hizo su entraba, la mortífaga, después de una lucha consigo misma, se levantó dejando el sitio libre. Ginny se sentó casi a la par que Lord Voldemort.
Recordaba la última vez que había estado sentada en ese mismo salón. Ella había hecho todo lo posible por mostrarse fría y ausente, haciendo como si no estuviera realmente allí. Sin embargo, en esta ocasión, tenía su vista fija en el Señor Tenebroso. No es que la importara mucho la arenga que iba a soltar a los mortífagos, pero sí tenía muy presente la herida de su costado. Y el reencuentro después de la batalla había sido muy breve. Tenía ganas de él.
En el resto de los congregados, Ginny detecto diversas actitudes. Los más fanatizados, como Bellatrix Black, miraban a Voldemort como si fuese la reencarnación de una deidad suprema. Otros menos ideologizados, mantenían sin embargo una actitud prudente, con gesto de escucha activa pero con su vista fija en sobre cualquier punto de la mesa. Y, por último, había dos individuos cuyos cuerpos eran sacudidos por espasmos ocasionales. Éstos tenían la cabeza completamente gacha, obviamente parecían temerosos. Y ella pensó que seguramente algo habrían hecho mal, y esperaban el castigo de Lord Voldemort. Esa parte no le gustó mucho.
─Amigos ─comenzó Voldemort─. El Ministerio al fin ha sido tomado.
Hubo unos vítores y aplausos moderados.
─Si, debemos alegrarnos por ello ─continuó él─. Ahora nosotros controlaremos el Gobierno y trazaremos un rumbo nuevo para este país. Convertiremos nuestra comunidad mágica en una comunidad libre de la escoria muggle. Y seremos nosotros lo que, de ahora en adelante, tomaremos el mando. Es nuestro derecho de nacimiento. El resto, se someterá completamente a nuestras órdenes.
Ginny miró a los mortífagos pensando: Si de verdad creéis que Voldemort compartirá el poder obtenido, ya podéis esperar sentados.
En ese discurso, les había prometido a sus seguidores mando en plaza, pero la realidad era que por la propia estructura jerárquica del Ministerio de Magia, al final, las decisiones recaían en el Ministro. Aunque sí existían algunas leyes que establecían cierto reparto de competencias, lo cierto era que las cuestiones más importantes y las directrices maestras, venían impuestas por el cabeza del organigrama.
Eso era sí y ya lo había demostrado el propio Fudge cuando, a base de decretazos, prácticamente había asumido la dirección de Hogwarts a través de Umbridge. Fue incluso más allá: osó vulnerar el principio de separación de poderes cuando interfirió en el Winzengamot de manera obscena. Incluso los medios de comunicación estaban en cierta forma influenciados por el poder que ostentaba. Y eso que, precisamente Fudge, no era la lumbrera más brillante de la hoguera del Ministerio.
Si ya de por sí el Ministerio había demostrado ser jerárquico y personalista, y un tonto a las tres como Fudge había logrado hacerse con el control total de prácticamente todo, Ginny no quería ni pensar que iba a ocurrir cuando ese poder fuera asumido por Lord Voldemort.
No, Voldemort no cedería ni un ápice de poder, gobernaría él mismo única y exclusivamente. Sería el nuevo Ministro de Magia plenipotenciario, aunque situara a sus seguidores en los puestos más relevantes. Serían sus tontos útiles: obtendrían algún carguillo vacío de poder real, pero de cara a la galería podrían presumir de autoridad.
─… Todos los detractores serán encarcelados si son de sangre limpia. En caso contrario, ejecutados.
Esa era la voz de Voldemort, pero Ginny no había escuchado el resto del discurso porque había estado perdida en sus propios pensamientos. De todas formas, se imaginaba perfectamente cómo sería la nueva política a partir de ahora.
─Felicitemos pues, mis valientes seguidores. Aunque no todos ─concluyó.
Hubo aplausos, algunos de ellos reales y otros, de cortesía. Pero Voldemort aún tenía algo más que añadir, y dijo unas palabras en lengua pársel.
La alegría de los presentes cesó de repente, todos enmudecieron y dirigieron su vista hacia el final de la mesa. Ginny también lo hizo y al instante entendió la aprehensión que mostraron todos en cuestión de segundos. La enorme serpiente de Voldemort reptaba sobre la mesa y se acercaba con parsimonia hacia su dueño. En una ocasión ella pensó que sería terrorífico contemplar a Nagini con las fauces abiertas, y no se había equivocado en absoluto. El animal serpenteaba cuan largo era, mostrando unos colmillos enormes a los asustados asistentes, la mayoría de los cuales incluso habían reculado en su silla.
Cuando la serpiente llegó a la altura de Voldemort, Ginny se propuso a sí misma no moverse ni mostrar temor alguno, que lo consiguiera finalmente o no, era harina de otro costal.
Nagini rodeó a Voldemort tras su silla y, posteriormente, se dirigió hacia donde estaba Ginny. La respiración se la cortó y su cuerpo estaba más rígido que el pan del lunes. Abrió mucho los ojos cuando el animalejo comenzó a rodearla a ella también, llegando a formar un extraño ocho, similar al símbolo del infinito, entre su propio cuerpo y el de Voldemort.
Voldemort miró directamente a Ginny mientras acariciaba a su serpiente hasta que finalmente Nagini regresó con él. Y el maldito bicho no se movió de allí, lo que la dejaba a escasa distancia de su terrible mordisco. Aunque en el fondo sabía que Nagini era inofensiva en lo que a ella se refería.
─¡Colagusano!
Ginny observó que uno de los dos temblorosos individuos que habían permanecido con la cabeza agachada, de pronto, levanto la mirada.
─Si, mi Señor ─respondió Pettigrew a duras penas.
─Hoy, amigos, debemos felicitar especialmente a Colagusano ─comenzó Voldemort.
¿Cómo que felicitarlo? ¿De qué? ¿Por qué? Más vale que sea una ironía, pensaba Ginny, indignada. Dudaba que Pettigrew fuese capaz de algo digno de elogio.
─Colagusano ha tenido a bien deslumbrarnos con un despliegue de ineptitud digno de la Orden del Fénix ─prosiguió él.
Todos rieron, menos Ginny, que miró de reojo brevemente a Voldemort con desaprobación. Los miembros de la Orden no eran en absoluto inútiles, de modo que ese comentario sobraba, y lo peor: faltaba a la verdad.
Pero lo cierto era que Pettigrew sí que era un incapaz de primera categoría.
─Ineptitud que nos ha granjeado dificultades, y las consecuencias han sido graves ─concluyó Voldemort, con voz helada, llevándose la mano al constado.
¿Qué por culpa de esa rata traicionera, Voldemort había resultado herido? ¿Y qué hubiera sucedido si en un descuido, él no hubiera sido capaz de minorar la maldición que lo alanzó? No quería ni pensarlo.
Ginny miró a Colagusano con profundo desprecio y aversión, e inmediatamente, pensó: ¡No se puede ser más IDIOTA! De hecho, lo había pensado tan fuerte que por un momento tuvo la sensación de haberlo verbalizado.
─Pero ahora tiene la oportunidad de enseñaros una valiosa lección. Nos mostrará en su propia persona lo que les ocurre a aquellos que suponen un lastre para el resto. ¿Verdad Colagusano?
─¿Mi… Mi Se… Señor? ─jadeaba Pettigrew.
─En pie. Ya ─ordenó militarmente Voldemort.
Y Pettigrew se levantó de su silla con dificultad, situándose en pie sobre la gran moqueta que recubría el lado derecho del salón.
Ginny le miró de nuevo. Ese individuo había sido el culpable de la muerte de los padres de Harry. Y de la caída del propio Voldemort. Era bueno para nada y lo único que sabía era causar daño en aquellos que tenía a su alrededor, porque, además de ser un individuo egoísta y cobarde, era un completo indigente mental.
Voldemort también se levantó y apuntó a Colagusano con su varita.
─Nooooo… Mi Señor… Por favor… ─rogaba lastimosamente Pettigrew.
Ginny pensó: No te tembló tanto la voz cuanto te automutilaste y arrojaste a Sirius a los dementores de Azkaban, cabronazo. ¡A tu mejor amigo! Y para colmo, te instalaste en mi casa.
─Crucio.
Voldemort le había maldecido y la víctima gritaba y se convulsionaba violentamente en el suelo. Esa escena se repitió varias veces.
─Por favor… Mi Señor… Ya basta… ─suplicaba entre lágrimas Colagusano.
Se lo merecía, sin duda, pensaba Ginny. Era culpable ya de demasiadas cosas. Le miró nuevamente con odio infinito
─¿Ya basta, Colagusano? ─preguntó cruelmente Voldemort─. ¿Te atreves a darme ordenes?
─No… No, Mi Señor… Yo… Por favor…
Ginny seguía mirando duramente a ese individuo que tanta repulsión la producía. Ella ya había juzgado a Pettigrew: Entregó rastreramente a sus amigos, los padres de Harry, mucho mejores personas de lo que él sería jamás. Arrojó a Sirius Black a los leones para salvar su asqueroso pellejo. Traicionó de la peor forma a aquellos que le querían y protegían porque era un cobarde de mierda. Y ahora, lo único que ella tenía, podría haberlo perdido por sus "deslices".
El veredicto, por tanto, no podía ser otro que "Culpable".
─Veamos que opina al respecto nuestra invitada, Colagusano. ¿No te parece?
Voldemort dirigió la mirada hacia Ginny que, cuando asimiló esas palabras, había levantado la vista de Pettigrew para cruzar sus ojos con él, que esperaba una respuesta.
Por los padres de Harry, por Sirius, por Remus Lupin, por su hermano Ron, por Voldemort y por todos aquellos a los que Ginny apreciaba y que habían sido dañados por esa rata, respondió fríamente:
─Yo misma le maldeciría.
Todos los presentes, incluido Voldemort, se mostraron sorprendidos. Ginny dirigió una breve mirada a Bellatrix, y añadió:
─Mi Señor.
Eso último lo había dicho con ánimo de fastidiar a la mortífaga, pero incluso el Señor Tenebroso pareció quedarse sin palabras. Únicamente extendió su mano, invitándola a levantarse.
─Adelante ─dijo él, cuando Ginny llegó a su altura.
Ella ya conocía y dominaba las maldiciones imperdonables. Y la sentencia contra Pettigrew ya había sido emitida. No lo dudó:
─Crucio.
Ginny sintió un chorro de adrenalina fluir poderosamente por sus venas. Y Colagusano se convulsionó nuevamente. Rogó a Ginny que se detuviera y ella, rememorando el incidente con el periódico, no pudo más que pensar con maldad: Con que… "Tu no mandas aquí", ¿eh?
─Podemos sentarnos ya, estimada Ginevra ─dijo Voldemort, invitándola a regresar a la mesa.
Ya en el sitio, Ginny pensó que eso de "estimada" había sonado muy petulante.
Aunque ella era consciente de que lo que había hecho no era del todo correcto, nadie podía poner en duda que Pettigrew se lo merecía.
Pero Voldemort no había terminado.
─Yaxley. Tu turno ─le llamó él.
─Aquí… Mi… Mi Señor… ─respondió el aludido con voz aterrorizada.
Era el segundo de los individuos que recibirían castigo.
─Yaxley, por su parte, nos ha deleitado hoy con una exhibición de cobardía sin precedentes. ¿No es cierto, Yaxley? ─preguntó Voldemort con ese tono tan frío e inhumano que mostraba en esas ocasiones.
Pero el interpelado no contestó.
─¡Responde! ─ordenó el Señor Tenebroso con fría cólera.
─Yo… Sí, mi Señor.
─Has huido como un cobarde cuando más se te necesitaba, temiendo más las maldiciones de nuestros enemigos que las de tu Señor.
El tono de voz que estaba empleando Voldemort, hacía que se helara la sangre en las venas de la persona más arrojada y valiente del mundo. Incluso Ginny estuvo a punto de encogerse en su asiento.
─Y me han herido por tu culpa, ayudado por la incompetencia de Colagusano.
Voldemort había pronunciado esa frase como si fuera la sentencia de muerte de Yaxley. Levantó su varita y el mortífago quedó suspendido boca abajo en el centro de la mesa.
¿Iba a matarle? Se preguntaba Ginny con temor. ¿De verdad iba a matarle allí, delante de todos? ¿Delante de ella?
Una cosa era lanzar unas cuantas maldiciones a un individuo como Pettigrew, contra el que tenía multitud de cuestiones personales abiertas, y otra era que un tío, aunque enemigo suyo, pero al que realmente no conocía de nada, fuera a morir delante de sus narices.
En opinión de Ginny, la maldición Cruciatus estaba mal siempre contra las buenas personas y únicamente regular contra la gente que realmente se lo merecía, siempre que se tratara de un par de maldiciones ocasionales. Pero la muerte era demasiado. Era… Irreversible.
─Colagusano vivirá porque él no ha huido. Es un inútil, pero no ha huido ─aclaró Voldemort.
─¡No! ¡No mi Señor, por favor! ¡La muerte no! ─suplicaba Yaxley a pleno pulmón.
No… Por favor, no lo hagas, pensaba Ginny. Eso no. No aquí. No delante de mí. No así.
─Estabas muy equivocado pensando que mi ira sería mejor que el castigo del Ministerio. Adiós, Yaxley.
─¡No! ─pidió Yaxley.
─Avada kedavra.
Un potente destello verde iluminó la cara de Ginny y después, el cuerpo de ese hombre cayó como un pesado saco sobre la mesa.
Todos enmudecieron. Todos menos Voldemort, que habló en pársel, y su serpiente inmediatamente comenzó a enroscarse en el cuerpo sin vida de Yaxley.
No…. Pensaba Ginny. No se lo iría a… Comer, ¿verdad? No podía ser. No. No. No. No. No.
Era absolutamente inconcebible para ella. Pensaba que lo había visto todo del Señor Tenebroso, pero se había equivocado enormemente. Eso que allí acaba de ocurrir, superaba los límites de lo macabro. Si Voldemort estaba disfrutando con eso o no, sólo lo sabía él; pero igualmente Ginny pensó que era lo más parecido al sadismo que había presenciado.
No podía mirar hacia la mesa, donde la serpiente seguía con su mortal abrazo sobre el cuerpo sin vida. Tampoco podía mirar a Voldemort.
─Y ahora, podéis salir todos. Divertíos esta noche si así lo deseáis ─los despidió él.
Cuando todos se habían marchado, Ginny aún permanecía petrificada en su sitio, con los ojos muy abiertos, fijos en el ventanal que tenía enfrente. Voldemort se levantó y puso su mano sobre el hombro de ella, que se sobresaltó y emitió una asustada exclamación.
─Ven conmigo ─pidió él.
Y, de forma mecánica, ella se levantó. Voldemort la tomó por la cintura y se acercó para besarla pero Ginny apenas podía responder a ese beso. No porque no quisiera, sino porque estaba al borde del shock.
─¿Qué te ocurre, Ginevra?
─Encima de la mesa hay una serpiente que se va comer a un hombre muerto ─respondió ella de forma robótica.
La frase, que parecía casi de chiste, no tenía ninguna gracia. Realmente había expresado de forma simple la imagen que tanto la perturbaba. No podía hilar frases más complejas en ese momento.
─La decisión fue tuya. Te dije que no iba a gustarte.
─Esto… ¿Eres tú? ─preguntó ella muy débilmente─. ¿Eres… Así?
Era una cuestión muy profunda en realidad. ¿Cuánta oscuridad tenía verdaderamente Lord Voldemort?
Y la miró a los ojos de una manera tan penetrante que Ginny se estremeció. Sus ojos la quemaban casi literalmente, apenas parecían humanos. Oscuridad, mucha oscuridad.
Se sobresaltó cuando Voldemort, con ese movimiento tan rápido suyo, a caballo entre la desaparición y el vuelo, se acercó velozmente a ella y cuando se quiso dar cuenta, estaba sobre la moqueta del suelo del salón de Manor Malfoy. Y el Señor Tenebroso estaba sobre ella.
Se la escapó una exclamación asustada.
─No me tengas miedo ─ordenó él.
Al menos a Ginny la sonó como una orden.
─Esta noche no ─añadió Voldemort─. Esta noche Lord Voldemort se ha alzado en el poder.
Y volvía a besarla. Fue muy brusco y caótico. Ella respondió como un autómata. Aún no asimilaba todo lo que había visto hasta ese momento.
─Me lo prometiste, Ginevra ─recordó Voldemort.
Ginny, saliendo de su estado de parálisis, consiguió preguntar:
─¿Qué?
Y volvieron a desaparecerse.
Entre el efecto de la desaparición y su pésimo estado anímico, Ginny se mareaba de tal manera que, al reaparecer, tuvo que sujetarse a la túnica de Voldemort para no caerse. Aunque se mantuvo siempre de espaldas a él.
Observó el lugar, ya había estado allí, se trataba de la sala donde, según Voldemort, trataba asuntos importantes con sus seguidores.
─Fue aquí ─dijo él, dejando a Ginny más desorientada aún─. En este lugar dijiste que no temerías a Lord Voldemort.
Ginny tomó aire para intentar ordenar todos sus pensamientos. Resultaba difícil con todo lo que había ocurrido, pero lo intentó.
Vale, correcto. Él tenía razón, se lo había dicho; no con esas palabras exactamente pero el espíritu sí que coincidía. Eso era verdad. Pero también los sucesos de esa noche hacían que Ginny le viera desde otra perspectiva.
Pensó en ese asunto en concreto. Lo que había ocurrido durante la reunión era desagradable hasta la náusea. Pero, ¿de qué manera la afectaba eso a ella? De ninguna, realmente de ninguna. Con ella no había cambiado nada.
Además, sabía desde que tenía uso de razón que Voldemort era, hablando mal y ponto, un hijo de puta muy peligroso, y aun así había confraternizado con él. Lo cierto era que con ella su comportamiento había superado todas las expectativas. Y precisamente eso la había llevado de algún modo a idealizarle. La culpa en ese sentido había sido suya.
De modo que tomó la decisión de no apartarse de sus propias palabras y darle a Voldemort lo que esperaba de ella.
Se giró para mirarle y dijo:
─Está bien, de acuerdo. Lo dije y lo mantengo.
El la miró de forma inescrutable y después de unos momentos de silencio, afirmó de forma categórica:
─No voy a tomar nada que no desees entregarme.
Esa afirmación dejó a Ginny confundida. Pensó que quizá ella no había estado del todo acertada en su expresión, pues parecía que le había dado a entender que le estaba haciendo un favor.
Respiró hondo de nuevo. Para Voldemort era un día muy importante, seguro. Tras muchos años de planes y maquinaciones, al fin se había hecho con el poder que tanto ansiaba. Recordó la entrada que Voldemort había hecho el hall y cómo ella inmediatamente había salido corriendo a buscarle; y él la había correspondido con un beso exigente y rudo. La había besado de forma muy pasional y caótica. Entonces comprendió que la había besado con necesidad.
Y había protegido a su padre y a su hermano, tal y como le pidió, a pesar de que eran enemigos declarados y hostiles; no le debía de haber resultado fácil hacerlo. Pero lo había hecho. Por ella. Además, había llegado herido.
De pronto, Ginny tuvo un momento eureka: Voldemort había querido compartir ese momento con ella. Todo. Su discurso, su satisfacción, su triunfo y victoria. Su oscuridad. Desde que la marcó con su sangre, hasta su maldición asesina. Esa noche quería ser el Señor Tenebroso que, en realidad, nunca había dejado de ser. Y compartirlo con ella. También esa oscuridad.
Ella le tomó de la mano, y mirándole a los ojos dijo con voz tranquila:
─Sí que lo deseo. Y estoy preparada.
Pero Voldemort apenas se movió, tenía la duda pintada en la cara. De modo que Ginny decidió aligerar la tensión que había hasta ahora entre los dos y convertir ese momento en una noche normal diciendo de forma jocosa:
─¿Puedo darte ya la enhorabuena, nuevo Ministro de Magia?
─No tomaré posesión del cargo personalmente, pero puedes.
Ginny le miraba esperando algún movimiento de él, pero como no lo obtuvo, le pidió con deseo:
─Bésame.
Él lo hizo. Pero no fue un beso como los que habían compartido esa noche. Este era más calmado y Ginny ya no detectaba esa necesidad que le había guiado hasta que ella mostro su temor. Y no la gustó. Quería regalarle ese momento especial que Voldemort había buscado esa noche en ella. Por eso le dijo:
─Adelante. Estoy bien. Estaré bien contigo. Mi Señor.
Había añadido eso último para convencerle de que realmente ella estaba segura de lo que hacía.
─Aunque me complace mucho que me tú llames así cuando te lo ordeno, no es necesario que te dirijas a mí de esa forma delante de mis seguidores.
Ginny supuso que lo decía porque esa noche, cuando fue preguntada respecto a Pettigrew, se había dirigido a él como "Mi Señor".
─Lo dije para molestar a Black ─reconoció ella─. De todas formas, incluso tú parecías sorprendido. Y encantado de la vida ─añadió.
─Desde luego ─aseguró Voldemort que succionaba la sensible piel de su cuello nuevamente─. Por unas centésimas de segundo, pensé en suspender la reunión.
Ginny se quedó muy felizmente sorprendida ante ese comentario. No sabía que tuviera esa capacidad de atracción sobre Voldemort. Y le gustó mucho la idea.
Voldemort la miró intensamente y cuando le besó, de nuevo la pareció estar con él en la entrada de Malfoy Manor. Tanto fue así que la espalda de ella terminó apoyada en uno de los fríos cristales de la estancia. Pero como siempre ocurría, el frío no era problema porque su cuerpo ya había comenzado a arder.
Voldemort la apuntó apenas un segundo con la varita y su sudadera quedó reducida a trocitos de tela muy pequeños que saltaron por los aires. Después de un momento de sorpresa, Ginny se recuperó enseguida y volvió a besarle de la misma forma. Aunque él tenía otros planes, la tomó por la muñeca y sujetó el antebrazo de Ginny, acercándolo a la tibia luz de luna que entraba por el oscurecido cristal.
─Perfecto ─dijo él, observando la rojiza serpiente.
Y tiró del brazo de ella acercándola más a su cuerpo.
A Ginny la estorbaba ya la túnica de Voldemort y quiso quitársela, pero no se lo permitió.
─Aquí no, Ginevra.
─¿Qué planes tienes? ─quiso saber ella.
─Secuestrarte ─respondió a él, colocando bruscamente a Ginny de espaldas.
Pero a pesar de todo, ella no tuvo miedo.
─¿Más, todavía? ─chanceó ella.
─Mucho más ─respondió Voldemort, besando su cuello─. Hoy obtendré dos victorias.
Un cosquilleo se extendió por el cuerpo de Ginny, señal de que comenzaba a nublarse un poco su capacidad para procesar información rápidamente debido a la excitación que comenzaba.
─¿Ah sí? Y la segunda es… ─dijo Ginny, esperando a que él terminara la frase.
─Hoy me revelarás lo que sabes sobre la profecía ─aseguró Voldemort, pasando sus manos por todo el contorno de ella.
En cierta forma, ella se había comprometido "quizá" a contarle lo que sabía sobre ese tema, pero no se lo iba a poner tan fácil.
─¿Y cómo pretendes conseguirlo? ─le provocó Ginny.
─Torturándote ─sentenció él.
Ginny se paralizó unos instantes. Puede que la afirmación hubiera sonado fatal, y así sería para cualquiera que no fuera ella, pero en el fondo sabía que estaba a salvo con él. Aunque cuando decía ese tipo de cosas, conseguía asustarla.
─Secuestro, tortura… ─enumeró Ginny con calma─… Pues empieza bien el nuevo Ministro de Magia.
Se había callado el cargo de "asesinato". Aún intentaba borrar la imagen de Nagini sobre la mesa del salón de la mansión enroscándose en el cuerpo de Yaxley.
El no dijo nada, la giró de nuevo para besarla, manteniendo un control total de la situación.
─Y, ¿qué maldición piensas emplear? ─bromeó de nuevo Ginny.
La ironía y el humor siempre la ayudaban a quitar hierro a situaciones como esas.
─No la que tú has usado esta noche.
Ya, eso se lo imaginaba. Pero la parecía de traca valenciana que precisamente él la recordada que había lanzado contra Colagusano la maldición Cruciatus. Lo suyo había sido peor.
─No he sido la única. Y tú tienes la culpa, que me diste la oportunidad.
Esa frase la salió a Ginny sin pensar, pero acaba de reconocer que, en su fuero interno, llevaba tiempo esperando una ocasión así para actuar contra Pettigrew.
─Era consciente de que tenía muchas cuestiones personales que saldar contigo. Deberías agradecérmelo ─añadió Voldemort finalmente, acercándose a ella para besarla de nuevo.
Y se desaparecieron por tercera vez esa noche.
Ginny no se lo esperaba y perdió el equilibrio cayendo al suelo. Estaba tirada en una fría acera. Parecía una calle muggle normal y corriente.
─¿Dónde estamos? ─preguntó confusa, levantándose.
─No debería decírtelo. Es un secuestro.
─Terminaré enterándome igualmente ─afirmó ella, encogiéndose de hombros.
─Yo creo que no ─respondió Voldemort que la apuntaba con la varita nuevamente.
Y una venda cubrió los ojos de Ginny.
─¡Ehhhh! ─protestó ella.
─¿Algún problema, Ginevra?
Si, pensó. No obstante, recordó que esa noche le iba a dar un poco de vidilla al Señor Tenebroso, y respondió:
─En principio, no.
─Camina.
Y ella lo hizo. Sabía que él no permitiría que se tropezara pero no la hacía mucha ilusión andar a ciegas.
No habían dado muchos pasos cuando Ginny sintió en su cuerpo que atravesaba una especie de barrera mágica y dedujo que había entrado en algún edificio. Afinó el oído para intentar captar algo y así poder deducir su propia ubicación.
Pero no escuchó nada. Donde quiera que estuviera, el lugar estaba en absoluto silencio. Caminó un poco más, tuvo que bajar algunos escalones y, finalmente, Voldemort la ordenó detenerse. Y escuchó el murmullo del agua.
─No sabes dónde te encuentras ─afirmó él.
─No.
Y sus ojos volvieron a ver. Y lo que vio la dejó completamente estupefacta. Era la Fuente de los Hermanos Mágicos. Tuvo que frotarse los ojos para asegurarse de lo que veía. Ella ya había estado allí no había mucho tiempo.
─¿Lo recuerdas? ─preguntó él, que estaba situado tras Ginny.
─No creo que pueda olvidarlo nunca ─reconoció ella─. El duelo del siglo. Épico…
─Estuve a punto de derrotar a Dumbledore estando en minoría ─apuntó el, en voz baja, satisfecho de sí mismo.
─Perdona, ¿he escuchado bien? ─preguntó Ginny con fingida sorpresa─. ¿Minoría?
Voldemort, que no se había movido de su posición, tomó a Ginny fuertemente por la cintura y dijo:
─Si, minoría. Yo estaba allí mismo ─dijo señalando un punto indeterminado al frente de dónde se encontraban─. Y Bella, detrás de nosotros, reducida. Nadie más. En cambio, vosotros…
─¿Nosotros qué? Ninguno intervinimos. Ni ganas, por cierto. Sabíamos perfectamente que la situación nos superaba a todos con creces.
─Toda la maldita Orden estaba aquí. Contra mí.
─Ya, claro, porque Malfoy y compañía vinieron repartiendo ranas de chocolate, no te joroba ─respondió ella.
─Ninguno de ellos sirvió de ayuda. Todos terminaron en Azkaban.
─Ya… Bueno… Qué pena, de verdad. No sabes cuánto lo siento ─dijo Ginny para nada sincera ─. Yo con un tobillo roto, mi hermano Ron parecía que había estado fumando porros, a Neville le torturaron, Hermione fue gravemente herida, a Moody le partieron la cabeza, Tonks acabó estrellada contra un muro y a Sirius lo mataron ─enumeró ella de carrerilla con rencor─. Tienes razón, no entiendo cómo esos angelitos terminaron en prisión ─apostilló irónicamente.
─¡Rabastan Lestrange resultó deformado con…!
─Si, ya, con la cabeza de un bebé ─terminó ella a duras penas, ya que había estallado en risas, recordando la narración de los hechos.
El la giró y la miró duramente, diciendo:
─No te reirías tanto si el viejo no hubiera aparecido, porque ahora mismo todos seríais mis prisioneros y Potter estaría muerto.
Ya, y si mi tía abuela Muriel tuviera ruedas, no sería mi tía abuela Muriel, sino una carretilla; pensó Ginny.
Pero no quería rememorar la batalla del Departamento de Misterios. En ese momento, ambos eran enemigos abiertos y ninguno de los dos habría tenido el menor problema en cruzar la varita contra el otro. De modo que Ginny intentó zanjar la conversación de un modo creativo:
─Con que… Prisioneros de Lord Voldemort… Mmmm, interesante.
Él volvió a girarla y pasó su fría lengua por el cuello de Ginny, mientras respondió:
─Exacto. Prisioneros. Y tú, mía, desde ese mismo instante.
¿Y por qué esa frase no la aterraba, sino todo lo contrario? Se preguntaba ella.
─Y… ¿Qué hubiera hecho el Señor Tenebroso concretamente conmigo, una prisionera miembro de la Orden del Fénix? ─cuestionó Ginny, que se excitaba cada vez más con esos besos y roces.
Acto seguido, llevó una mano a la entrepierna de Ginny. Su toque no era sutil, ni mucho menos. Después se acercó a su oído y, en voz baja, la dijo:
─Lo que estás deseando.
Era muy cierto. Le deseaba, y ya. Habían estado manipulando una bomba de relojería que iba a estallar en cualquier momento. Ginny pensaba que el hecho de que iban a tener sexo duro y descontrolado allí mismo, ni cotizaba.
─Pero si nos consideras una panda de ineptos…
Ella no olvidaría lo que Voldemort había dicho sobre la Orden cuando se refirió a la inutilidad de Colagusano.
─Hoy veremos lo valientes que sois ─la retó él.
Acto seguido, la apunto con su varita, tirándola al suelo. No se había hecho daño pero había sido muy brusco. Después, él se lanzó sobre ella.
─¿Aquí? ¿En el Ministerio? ¿Al lado de la Fuente de los Hermanos Mágicos? ─preguntó ella, con un poco de aprensión, ya que podrían verlos.
─Sí. Aquí ─respondió él.
Bueno, Ginny pensó que si Voldemort se atrevía, ella no iba a ser menos.
Y de nuevo la besó ferozmente. No la importó mucho estar tirada en el suelo del Ministerio cuando él comenzó a tocar todo su cuerpo. Llevó las manos de Ginny contra el suelo, y murmuró algo que hizo que, de repente, quedara desnuda de cintura para abajo. Ginny abrió los ojos sorprendida, pero no dijo nada.
─Aquí me enfrenté a Albus Dumbledore ─recordó él.
─Si…
─¿Y qué te pareció Lord Voldemort, Ginevra? ─preguntó, a la vez que, con un movimiento rápido había entrado dentro de ella.
Ginny suspiró, no se lo esperaba pero estaba más que preparada. Y tenía una pregunta que responder.
─Oscuro. Extraordinariamente poderoso.
El la besó de nuevo. Se movía de forma brusca y rápida. Y Ginny, que llevaba tiempo esperando eso, comenzó a respirar con dificultad. No se podía creer hasta que punto le deseaba.
─Dijiste que, hace un año, llegaste a este mismo lugar corriendo, con intención de matarme ─afirmó él.
─Lo dije ─respondió con la respiración entrecortada, aferrándose a su espalda.
El incrementaba sus movimientos aún más.
─¿Y si hubiéramos cruzado las varitas este año? ─cuestionó él, también con dificultades en la voz y en la respiración.
La miraba y de forma intensa y presionaba los brazos de Ginny contra el suelo, colocando una de sus propias manos sobre el antebrazo que tenía dibujada la marca tenebrosa. Ella cada vez estaba más cerca, se sentía más y más excitaba a cada movimiento que el hacía, a cada palabra que él pronunciaba.
─Sólo habría peleado para defenderte ─reconoció ella con sinceridad, a duras penas, pues no podía pensar de forma lógica.
Ginny cerró los ojos esperando su final, mordiéndose el labio inferior como solía hacer. Pero no llegó porque Voldemort dijo:
─No ahora.
Y, con un par de duros movimientos, cayó sobre Ginny.
Al terminar, ella no sabía muy bien que había sucedido. Sí, había tenido sexo en el Ministerio de Magia. Pero Voldemort no la había dejado terminar y había preguntado cosas que bien podría haber respondido Ginny en otro momento.
─Tengo mis planes.
─Ah. ¿Aún no has "acabado conmigo esta noche"? ─preguntó Ginny, parafraseándole a él mismo.
─No.
─Bueno, pues antes de que termines podríamos pasarnos por la Sala de las Profecías. Tengo curiosidad por ver cómo quedó después del estropicio que armé.
─No estaba dentro de mis planes, pero puede ser buena idea.
─¿Buena idea?
─Si. Aún no se me ha olvidado que tienes algo que contarme.
Fin del capítulo.
N/A: Solicité una votación antes de escribir el primer lemon (Capítulo 12) y ganó Tom Riddle, pero no era mi opción. No me he podido resistir a modificarlo en parte para hacer más presente a Lord Voldemort. Espero que sepáis disculparme.
