Este fic participa en el minireto de marzo de La Copa de la Casa 20/21 del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black. El reto consistía en escribir sobre un objeto sorteado, perteneciente a los cuentos o la mitología; me tocó las manos del rey Midas.

Disclaimer: Esto es un WI (o un AU, o cómo se diga. Nunca lo tengo claro XD) en el que los muggles son conscientes de que la magia existe y que hay magos y brujas; Tom Riddle sigue siendo un muggle.

Beta: Nea Poulain

Palabras: 499


Dedos de oro


Cuando Merope le mostró la rosa de oro, los ojos de Tom Riddle se iluminaron. La cogió y la sostuvo frente al fuego, probablemente asegurándose de que no era una ilusión.

—¿La habéis hechizado? —preguntó, sin poder ocultar su impresión.

—Así es —respondió Merope—. Tengo un don extraordinario, creedme.

Por la ventana del salón podía ver a las chicas que permanecían en el jardín, a la espera de que el hombre tomase una decisión. Si Merope despertaba su interés, se quedaría en la mansión hasta que él decidiese si era la adecuada para convertirse en su esposa; si la rechazaba, entonces la devolvería a las calles y escogería a otra muchacha para demostrarle que era la bruja más poderosa de la nación, una mujer digna de llevar la magia al linaje de los Riddle. Se decía que habían sido tantas las despreciadas, que Tom no tenía más remedio que buscar entre las más pobres, puesto que no podía permitirse ofender a familias poderosas.

—Me quedaré con vos una semana —dijo Tom.

—Gracias. —Merope no ocultó su alivio—. Solo os pido una cosa…

—No estáis aquí para imponer normas.

—Es necesario que sepáis esto —dijo rápidamente Merope—. No podéis ver cómo lo hago, ni tocarme.

—¿Disculpad? —Tom pareció contrariado, pero ella lo miró fijamente, sin recular—. Entonces tendréis que darme algo mejor que una rosa —añadió, arrojándola al suelo.

Tras eso, el mayordomo la condujo a un cuarto en el que probablemente habían dormido muchas muchachas antes que ella. Merope evitó sentirse disgustada por eso; tenía un propósito que cumplir.

Cada día, un sirviente le traía objetos: ropa cuyas filigranas ella tornaba doradas, grandes armarios que se volvían resplandecientes, estatuas que pasaba del mármol al oro. No había nada que no pudiera transformar.

Pero no era suficiente para Tom.

—¡Dejad que os vea! —exclamaba, golpeando la puerta.

—No es posible —se limitaba a responder Merope, siempre con el corazón en un puño, tratando de vencer su miedo al hablar.

Sospechaba que algún día entraría a la fuerza; pero cuando ocurrió, tras hechizar Merope la figurita de una paloma, no la encontró preparada. La rapidez con la que Tom se acercó a ella la sobresaltó, y no pudo evitar encogerse cuando la cogió con fuerza de la muñeca.

Aprovechó para tocarle la piel.

—¡Esta es mi casa! —le espetó él—. ¡Y haréis lo que yo…!

La soltó repentinamente, al darse cuenta de que su brazo estaba cambiando de color; se lo miró anonadado.

—Sé por qué solo os interesa buscar a jóvenes pobres y por qué a todas las expulsáis cuando acabáis con ellas, por poderosas que sean —dijo Merope—. Al salir de esta casa nadie las escuchaba; solo yo.

Tom quiso gritar, pero ningún sonido escapó de su garganta, que ya se estaba transformando en un material rígido y dorado.

Cuando lo que ya solo era una estatua cayó al suelo, Merope suspiró.

Lo había advertido; pero había gente que no merecía una oportunidad.


NA.

Cosas como lo que hacía exactamente Tom Riddle con las chicas (alguna pista he dado) o cómo consiguió Merope el don del rey Midas lo dejo a la imaginación. No tiene nada que ver con el límite de palabras. No señor.

Como siempre, gracias por leer y a Nea :)