La puerta doble de la habitación se abrió de par en par. Por lo general, Bellatrix dormía hasta muy tarde si es que había tenido un mal dormir durante la noche y se despertaba tarde cuando tenía un buen dormir también, por lo que todo aquel que la conociera tenía más que claro que no se le podía molestar mientras estaba en su letargo.
Lamentablemente para la bruja, Sirius no era como todo el resto de las personas, por lo que las reglas de convivencia para él eran solamente una sarta de estupideces que no escuchaba y que tampoco seguiría. Así que aprovechando su buen dormir, se levantó temprano, salió a correr un par de horas para comenzar el día de la mejor manera posible (considerando que su rutina deportiva implicaba un pelaje negro frondoso y cuatro pastas largas aplastando el césped), y se fue a la cocina para encargarse del desayuno de su ensoñación. Eso es lo que tenía en la mente al entrar en la cocina, pero estaba completamente lejos de la realidad.
Al entrar a la gran cocina que ocupaba la elfina de la oscura mujer, decidió preparar un desayuno él mismo, pero se vio sin saber qué hacer cuando quiso prender el hornillo. Tenía en mente el llevarle unas tostadas con huevos revueltos, un cuenco de fruta picada y su té con whisky, pero no tenía idea como prender la cocina, no sabía en donde estaban las tazas o platos y mucho menos tenía conocimientos de como se preparaban los huevos. "Esto me pasa por no aprender algo útil y depender de un elfo o de alguien que sepa hacer esto" se lamentó, recordando el tiempo en que vivió solo y se dedicaba a comprar comida ya hecha, de cuando esperaba que Lily lo considerara para el almuerzo o de Kreacher estando dentro de Grimmauld Place. Vio que Pipi estaba cerca de su posición y decidió decirle a la elfina que le indicara los pasos a seguir para llevarle el desayuno a su ama. Estuvo dos horas intentando hacer todo al pie de las órdenes de la criatura, pero terminó con el pan quemado, los huevos secos y con un dedo sangrando gracias a que se cortó intentando pelar una manzana.
Tras resignarse y ver como la elfina se ponía nerviosa por el desastre que estaba haciendo, tiró el cuchillo al piso, la sartén lejos, los platillos los quebró en un arranque de rabia y le pidió que preparara todo y así él llevárselo a su ama.
Eso llevó a que las puertas negras de la habitación de Bellatrix se abrieran estrepitosamente y un Sirius sonriente cruzara por ellas con una bandeja en sus manos. Caminó con rapidez, pero teniendo cuidado de que su "hazaña" no se le cayera de las manos y dejó todo en la mesa que estaba dentro del espacio. Se acercó hasta los grandes ventanales y abrió las pesadas cortinas grises para dejar entrar el sol, el cual dio de lleno en el rostro de una desparramada Bellatrix.
Cuando entraba en su sueño profundo, la bruja solía perder todo tipo de elegancia y decencia, cosa que se estaba viendo en esos momentos.
Sirius sintió un calor crecer en su pecho al tener una vista tan hermosa. Se deleitó de poder presenciar a la mujer usando un camisón de satén color grafito el cual le tapaba poco y nada con el torso ladeado, un brazo estirado a más no poder con el otro bajo la almohada, el cabello enredado y disparejo haciéndose dueño del espacio cubierto por las almohadas; unos mechones negros pegados en el rostro, la boca abierta y un hilito de saliva cayendo por la comisura de su boca.
Suspiró con fuerza y dejó que su mirada se dulcificara ante esa imagen. "Qué cosa más bella" pensó, sin reprenderse por lo embobado que estaba, más que mal, el pensamiento era interno y nadie lo estaba mirando. Se acercó lentamente hasta la mujer y se sentó junto a ella, despejando el rostro blanquecino de los cabellos que tenía pegados, con sus dedos. Escuchó un pequeño ronquido y eso hizo que más sentimientos de enamorado se apostaran en su pecho, porque aquellas pequeñas cosas le hacían ver que no era una maquina asesina solamente, sino que eran gestos y experiencias que la hacían ver humana y adorable. Genuina.
El toque de sus dedos en la piel hizo que Bellatrix se removiera en sueños, comenzando a despertarse lentamente por la molestia que estaba sintiendo. No era normal que al estar en su cama sintiese la presencia de otra persona en su metro cuadrado. Algo no estaba calzando en su rutina y era alarmante. Abrió un ojo y se encontró con la cara embelesada del animago junto a ella, siendo aquello más extraño aún. Se sentó de golpe y levantó una ceja mientras fruncía el ceño. Ladeó el rostro en clara señal de no estar entendiendo qué sucedía y pasó un brazo sobre su frente para tapar la luz del sol que le llegaba desde el exterior
—¿Qué…? —intentó preguntar, descolocada por la intrusión en sus aposentos privados. Porque para ella, su habitación era privada a menos que invitase a la persona para que compartiese la dicha de estar allí con ella
—¿Cómo amaneshio la coshita másh bella del planeta? —preguntó Sirius con voz infantil, haciendo la imitación de un niño pequeño, o eso creía él.
Bellatrix, quien todavía no podía despertar del todo, levantó ambas cejas y casi pudo sentir que estas se perdían con el comienzo de su cabello. Abrió los ojos y se extrañó más aún. —¿Qué…?, ¿qué tienes? —preguntó comenzando a asustarse
—¿Cómo murmió mi vida, mi alma, mi corazón de melocotón?, ¿la bruja másh bella de toro munno? —siguió Sirius, acercándose para dejar un beso en los labios de ella,
La bruja sintió el beso y abrió los ojos de par en par, mucho más asustada que antes. El comportamiento de Sirius no era normal y no encajaba dentro de las cosas que eran comunes en él. Se alejó para poder mirarlo e inquirió —¿Qué te hicieron? —, susurró nerviosa
—¿Poqué? —murmuró él, abrazando el cuerpo de su prima con cariño y ternura, queriendo sentirla lo más pegado al cuerpo posible. Desde que había podido expresarse con mayor libertad hacia ella se sentía pletórico y deseaba poder pasar la mayor parte del tiempo a su lado si era posible. Además, habían quedado en que ese día irían a Hogwarts, por lo que el miedo de que algo le pasase a la bruja lo tenía con más ansias de tenerla entre sus brazos.
La Mortífaga estaba muchísimo más sacada de contexto que antes, así que hizo lo que primero se le vino a la mente. Recorrió su habitación buscando algo diferente y encontró la bandeja con el desayuno. Eso no era normal, ella no solía desayunar a menos que se levantase temprano (cosa extraña), y bajase a comer en el salón de descanso. Se alejó un poco del hombre y se puso de pie, tomó una bata y salió rauda de su habitación hacia la primera planta. Sintió al animago detrás de ella pisándole los talones, pero no se detuvo en ello y siguió hasta llegar al salón donde sabía que estaría su esposo
—¡¿Qué le hicieron?! —gritó apenas cruzó las grandes puertas del espacio.
Rodolphus y Remus estaban sentados en uno de los sillones. El licántropo leía un libro y el Mortífago tenía en su mano El Profeta. Ambos se giraron para ver a la fúrica bruja que les pedía explicaciones con las manos en las caderas
—No entiendo de lo que hablas querida —contestó el mayor, mirando como su esposa le miraba con rabia
—¡Algo le hicieron y me van a decir en este instante qué fue!, ¡está roto! —gritó, desesperada por tratar de entender lo que estaba pasando con Sirius
—No sé de lo que hablas Bella…, y ¿no es muy temprano para que estés en pie?, son las diez de la mañana —comentó Rodolphus, extrañado de ver a su esposa furiosa tan temprano.
Bellatrix, que estaba perdiendo los estribos, se acercó hasta su marido y le arrebató el periódico para enrollarlo y girarse a donde estaba el animago de pie, mirándola con cara de enamorado, cosa que le hizo tener escalofríos. Caminó con pisadas fuertes y le pegó con fuerza, recibiendo por parte del hombre encogimiento y protección de su cuerpo —¡Perro malo!, ¡si vas a hablar, habla bien!, ¡no se habla como idiota! —, decía mientras pegaba una y otra vez en los lugares que cayese su ataque
—¿Esto es normal? —susurró Remus en el oído de Rodolphus, el cual estaba disfrutando del espectáculo matutino
—Mi Bella es una caja de sorpresas, pero por la cara de imbécil que tiene Black, tiene que haberle dicho algo que a ella no le gustó —comentó el Mortífago
—Ah…, por su cara, tiene que haberle hablado con su imitación de bebé… —contestó el hombre-lobo, mientras veía como su amigo se cubría de los golpes de la bruja e intentaba hacerla entrar en razón, seguido de los reclamos de la mujer que resonaban por todas partes —. Se le pasa un poco la mano en eso de demostrar los sentimientos…, demasiado intenso
—Sí, mi Bella también es muy intensa, pero solo demuestra eso cuando se muestra como es y confía en la persona. Ahora que, si me dices que Black le trató de hablar como "bebé", yo también le estaría pegando —cuchicheó el hombre en tono bajo para que los otros dos no escuchasen
—¡Ya, ya!, ¡entendí!, ¡nada de hablar como idiota! —gritó Sirius sintiendo que los "periodicazos" que estaba recibiendo ya le empezaban a doler
—¡Y que no se te olvide o la próxima te duermes en el patio! —dictaminó Bellatrix, tirando el periódico con fuerza al piso y cruzándose de brazos. Miró a Sirius con reproche y se lamentó por tener que estar despierta tan temprano. Lo miró con seriedad y bufó. —Ahora estoy despierta, así que vamos a follar —soltó, tomó la mano de Sirius y lo arrastró hacia la puerta del salón.
Sirius se volteó y por encima del hombro les gritó a los hombres que seguía sentados —¡Nos vemos en unas horas! —, desapareciendo de la vista con prontitud
—Estoy rodeado de locos… —se quejó Remus, mirando hacia donde su amigo había desaparecido
—Nadie te obligó a venir —contestó Rodolphus encogiéndose de hombros. Una cosa era estar consciente de su vida y la otra que se la comentaran como algo malo. Él sabía lo que tenía y su vida junto a su esposa no la iba a cambiar por nada, ya había dejado ese tema más que claro y Remus debía entender que los lamentos para él no eran más que una pérdida de tiempo. Levitó el periódico de vuelta hacia él y lo estiró para poder seguir leyendo las noticias de ese día.
-o-
Unas horas más tarde, Bellatrix y Sirius bajaban con sonrisas y petulancia en sus rostros, más que dispuestos a cumplir la misión que tenía la bruja. Salieron de la casona y tomados de las manos se desaparecieron hasta los límites de Hogsmade.
Al estar en el pueblo, cambiaron rápidamente a sus formas animagas y se pusieron a correr hasta llegar a la entrada de la Casa de los Gritos. Una vez dentro de la destartalada propiedad, volvieron a tomar sus figuras habituales y caminaron por las destruidas escaleras, llegando prontamente a la habitación que había usado el hombre con sus amigos durante sus años escolares, escondiendo al lobo después de sus noches de luna llena.
—Esta casa es asquerosa —murmuró ella mirando el entorno
—Sí…, pero sirve mucho y… —Sirius no pudo seguir su comentario, ya que sintió pasos acercándose por el pasadizo que daba hacia el castillo. Le hizo una señal a su prima para que mantuviera el silencio y sacó su varita, siendo imitado por ella al instante. Con su mano indicó el espacio detrás de la puerta para que se escondiesen y así tomar desprevenida a la persona que se acercaba con velocidad y ganar tiempo. Los enfrentamientos sorpresa eran mucho mejores cuando tú no eres el sorprendido y su posición les daba ventaja.
Escuchaban risas y pisadas apresuradas, de vez en cuando alguno que otro sonido extraño y cada vez se daban cuenta que eran más de una persona.
Varitas en ristre y la concentración en su máxima expresión, les dio la oportunidad para estar alertas a la llegada inminente de sus acompañantes, pero ninguno estaba preparado para ello.
Bellatrix fue la primera en dejar su posición al ver de quien se trataba. Se acercó dando dos zancadas a los que entraban por la destruida puerta entre risas y tomó la mano de uno de ellos con fuerza —¡Draco! —, gritó estupefacta al ver a su sobrino dentro de esa casa a la cual tantas veces le habían advertido que no debía acercarse
—¡Tía Bella! —gritó de vuelta el rubio, más que asombrado por encontrarse con su tía allí y quitándole todas las ganas que traía en su camino hasta la abandonada habitación —, ¿q-qué?..., ¡¿qué haces tú aquí?! —preguntó siendo presa de sus nervios
—¡Lo mismo quiero saber yo!, ¡¿qué haces tú aquí?!, ¡y con Potter! —. Estaba desconcertada. Su sobrino había entrado por esa puerta tomado de la mano con el ahijado de su primo, quien tenía la varita levantada contra ella y no se percataba todavía que el animago lo miraba pegado a la pared con los ojos muy abiertos por la escena. Era clarísimo que las risas escuchadas eran de los adolescentes y que los otros sonidos extraños eran besos —, ¡estás con Potter!, ¡con un mestizo!, y…, y…, ¡ES POTTER POR MORGANA! —. No lo podía creer, "definitivamente éste niño necesitó que yo estuviera más presente en su vida", pensó.
—¡¿Qué hace esta loca aquí?!, ¡¿la llamaste tú?! —quiso saber Harry, nervioso por tener a una Mortífaga frente a su nariz y a quien le tenía rencor por tantas cosas que hizo. Más nervioso estaba por tener que ver como regañaba a Draco y sin saber cómo avisar a Dumbledore para que llamase a los Aurores y se la llevasen de vuelta a Azkaban
—¡Sí claro!, ¡yo llamé a mi tía la prófuga para que me viera follar contigo! —contestó Draco, tratando de pensar qué le iba a decir a su tía para que no le contase nada a su madre, porque estaba más que claro que algo tenía que estar tramando para que ella estuviese allí y su madre tendría que ver con el tema. No veía a la mujer hacía meses y aunque la amaba, le daba miedo las decisiones de última hora que podía tomar. No por nada era la bruja más temida en años, si no era en siglos
—¡TE IBAS A ACOSTAR CON POTTER! —. No lo pudo aguantar más y con un movimiento de su varita hizo que el rubio quedase acostado sobre su regazo con los pantalones en la rodillas y las nalgas expuestas. Se sentó en la derruida cama y le comenzó a nalguear con fuerza, para ver si así aprendía o se calmaba ella —. ¡Esto es para que aprendas a elegir mejor! —gritó mientras descargaba con fuerza su mano en los glúteos blanquecinos del chico repetidas veces
—¡No tía, no! —gritaba Draco mientras pataleaba para zafarse del agarre de la mujer —, ¡eso duele!, ¡tía ya no! —seguía diciendo, contorsionándose en las piernas de la hermana de su madre —, ¡Potter ayúdame!.
Harry que no podía creer lo que estaba viendo, salió de su estupor y se acercó hasta la Mortífaga, poniendo una mano en su brazo para detener los golpes que estaba dejando en el trasero del rubio
—¡No toques! —gritó Sirius cuando notó como su ahijado se acercaba raudo a su prima. Salió de su ubicación de una vez, después de agitar la cabeza por la imagen tan surrealista que estaba visualizando. Vio a su ahijado mirarle con asombro y de un segundo al otro tuvo al chico lanzándose a él para abrazarle. Lo recibió con gusto y le dio un apretado abrazo, expresándole lo mucho que le había extrañado. Se alejó un poco de él y le miró directo a los ojos verdes que se abnegaban lentamente en lágrimas —, te extrañé mucho Harry… —susurró, apretando nuevamente al chico en su pecho
—¡No me ayudas! —se quejó Draco.
Bellatrix sintió su mano arder y se dijo que había estado bueno de eso, por lo que dejó al chico levantarse y se puso de pie, soplándose la palma de la mano con suavidad. Se alisó la falda del vestido y se encaminó a la puerta obviando el hecho de que su sobrino lloriqueaba y Potter miraba de un lado al otro sin entender nada ni saber dónde meterse
—¡¿Qué haces aquí?!, ¡¿por qué estás con ella?!. ¡Hay que llamar a los Aurores para que se la lleven!, ¿te tiene secuestrado cierto? —dijo Harry alejándose de su padrino y alternando la mirada de uno a otro
—¡Oye! —se quejó Draco por el ataque implícito que estaba dando Harry a su tía. No era necesario aumentar la furia de la bruja en esos momentos, al menos no estando el allí, que se seguía sobando el adolorido trasero
—Nadie me tiene secuestrado y no vamos a llamar a nadie tampoco. Es una larga historia Harry y no tengo tiempo para eso ahora, así que cuando pueda me comunicaré contigo para que podamos conversar largo y tendido —contestó el animago dejando caer su mano en el hombro del chico en un gesto tranquilizador —. Estoy bien y no tienes nada de qué preocuparte. No le puedes decir a nadie que nos has visto, quédate tranquilo, nada malo pasa. Solo no comentes a nadie de esto, ni a tus amigos. Esto queda aquí —dijo mirando a los dos adolescentes que tenían cara de estar viendo a un duende con cuatro cabezas bailando —. Me dio gusto verte cachorro —. Dejó un beso en la coronilla de Harry y se acercó a su prima que seguía lanzando miradas asesinas a su sobrino. La rodeó con su brazo por la cintura y la alentó a que siguieran su camino y dejase a los chicos solos, porque claramente se les habían quitado las ganas de hacer lo que tenían pensado minutos atrás
—Nosotros dos vamos a conversar —advirtió Bellatrix apuntando con el dedo índice al rostro de su sobrino que solo logró asentir repetidas veces.
Estando los adultos fuera de vista, Harry respiró agitadamente y se acercó a Draco, que luego de mirarle se dejó caer en la cama y susurró —Estoy muerto… —.
Llegaron con prontitud a la salida que daba a los terrenos del castillo, la bruja rumiando lo asqueada que estaba por los actuares de su sobrino y lo mucho que había significado su ausencia en la vida del rubio. Sirius diciéndole que eran jóvenes y que era cosa de ellos, que no se tenía que meter en eso, mientras rogaba al cielo porque Harry no fuese a cometer alguna estupideces luego de haberle visto con su prima allí. Se transformaron a sus figuras animagas y se internaron dentro de los pasillos del colegio, siendo ya bastante tarde, no se toparon con alumnos merodeando y se les hizo bastante fácil el poder escabullirse hasta la estatua que daba al despacho del director.
Bellatrix volvió a su normalidad y tras lanzar un hechizo no verbal a la estatua, esta les dio el paso para subir y estando fuera de la puerta del despacho, entró sin anunciarse, haciendo que la puerta se azotara contra la pared
—¡Ah!, ¡pero qué agradable sorpresa!, pasa querida Bellatrix, pasa, toma asiento —invitó Albus al momento en que la bruja hizo su aparición
—Gracias Albus, pero me temo que no estoy aquí para tomar el té —declinó ella, cruzándose de brazos al sentir la tranquilidad del viejo mago. "Tranquila Bella…, ya le has pegado a mucha gente por hoy" se alentó a mantener la calma.
—Dime, ¿a qué debo esta agradable visita? —preguntó Dumbledore entrelazando sus dedos sobre su escritorio.
Bellatrix sacó del bolsillo de su vestido el frasco con el líquido traslúcido y lo dejó en un movimiento seco delante del mago, para volver luego a su posición —Tómate eso —, ordenó.
Albus miró el frasquito y luego a la bruja que tenía una ceja alzada esperando a que le hiciese caso en su mandato —. Disculpa querida, pero no estoy entendiendo…, ¿serías tan amable de explicarme qué es esto exactamente? —murmuró, tomando el objeto que yacía frente a él, mirándolo con curiosidad
—Te estás muriendo y no puedo dejar que eso pase hasta que arregles todo lo que está dicho en el juramento. Tómate eso —contestó ella, taconeando el suelo de piedra gracias a la impaciencia que estaba sintiendo
—Querida, ¿quién te dijo a ti que me estoy muriendo? —quiso saber el viejo mago
—No me tomes por imbécil porque no lo soy. Fui entrenada por el mismo Vold…, por Él —se cortó —, y puedo sentir su magia impregnada en donde sea. Estás maldito y te estás muriendo, tómate eso —volvió a decir, respirando con fuerza. No le gustaba estar allí y menos estando tan expuesta a que alguien la viese. Corría demasiado riesgos al estar dentro del castillo, pero se tenía que asegurar de que el juramento hecho se cumpliría
—Ya veo…, pero ¿qué te hace pensar que esto me ayudará?. Severus ya ha hecho todo lo humanamente posible para encontrar una solución a lo que me aqueja querida mía…, no creo que haya nada que me pueda servir —comentó Dumbledore, girando el frasco de vidrio que seguía en su mano
—No me hagas reír…, no me puedes comparar con el grasiento de Snape, Dumbledore. Además, me estoy asegurando que cumplas con tu palabra y te tomas eso por las buenas o lo hacemos a mi modo, tú eliges —advirtió ella, sintiendo como el brazo de Sirius rodeaba su cintura y su torso se pegaba a su espalda, cosa que ayudó para que su temperamento se calmase.
Dumbledore miró fijamente a la bruja sin perder su semblante tranquilo y sereno. Observó el líquido que yacía dentro de el frasco de vidrio y se fijó que era muy diferente a los que el profesor de pociones le había proporcionado hasta esos momentos. Las palabras de la mujer resonaban en su cabeza y era lógico que le estuviese buscando solución a su fin. Era Slytherin y obtenía lo que quería como fuese.
Agitó su varita y la puerta de su despacho se cerró, bloqueándose de paso. Insonorizó la habitación y descorchó la pequeña botella. —A tu salud querida —susurró llevándose el transparente líquido a su boca, bebiéndolo de un solo trago.
Pasaron unos segundos y el director se tuvo que sostener del escritorio con fuerza, porque el efecto de la poción fue casi inmediato. Bellatrix y Sirius veían como el anciano hombre se tensaba y respiraba entrecortadamente, apretando los ojos y soltando unos cuantos jadeos. El animago se puso nervioso pensando que quizá su prima le había dado veneno y el hombre se estaba muriendo lenta y dolorosamente, pero algo dentro de sí le decía que tenía que confiar en los intereses de la bruja y en que todo lo hacía para no perder una pieza de su tablero.
Los minutos pasaban con lentitud y no se veía mejoría en el semblante del director, cosa que estaba poniendo nerviosos a ambos Black. Los dos estaban tensos en sus posiciones y esperaba cualquier señal del mago, ya fuese buena o mala. Luego de unos momentos más, el hombre pareció calmarse y de sus labios salió una voluta negra, indicando que el maleficio que le estaba aquejando había abandonado su cuerpo y la poción había funcionado. Albus dejó caer su cabeza contra el respaldo de su gran silla y respiró con tranquilidad, sintiéndose mucho mejor de lo que había estado desde que decidió colocarse aquel anillo maldito. Soltó una exhalación y abrió lentamente los ojos para apostarlos en los oscuros orbes de Bellatrix, quien no apartaba la mirada de él
—Dime querida, ¿ya sabes en dónde pasará las vacaciones el señor Malfoy? —preguntó mientras se sentaba nuevamente de manera erguida y entrelazaba los dedos sobre el escritorio
—Y-yo…, ¿qué? —preguntó ella, totalmente descolocada por la repentina pregunta
—Dónde pasará las vacaciones el señor Malfoy. He de suponer que ya te has hecho cargo de tu hermana y que Draco no volverá a la mansión. Me gustaría saberlo para poder arreglar su partida cuando sea el momento. Considerando que ustedes ya no se están quedando en el cuartel de la Orden… —comentó el mago, mirando a los primos de uno al otro. Al no recibir respuesta por parte de Bellatrix y ver que esta boqueaba de manera casi imperceptible, él decidió dar solución a su inquisitiva —. Lo enviaré a Grimmauld Place para la fecha en que los alumnos toman el tren. He estado teniendo conversaciones con el joven Malfoy, pero creo mucho más prudente que hables tú con él de las cosas que tienes decididas. Ya cuando esté en la casa de Sirius podrás disponer de él. Ahora si no les importa, iré a descansar un buen rato. Muchas gracias querida Bellatrix, siempre es un placer disfrutar de tu compañía, que tengan buenas noches. —asintió ligeramente con la cabeza y desbloqueó la puerta de su despacho. Se puso de pie y se dirigió hacia la parte trasera de la habitación, desapareciendo del rango de vista de sus acompañantes mientras tarareaba.
Bellatrix salió de su estupor y miró a Sirius —Dumbledore me enerva —masculló, disponiéndose a salir de allí lo antes posible.
Sirius la vio alejarse y antes de que se transformara en el pequeño zorrito blanco, le susurró —Te alcanzo en la Casa de los Gritos, tengo algo que hacer. No me tardo —. Y tras decir aquello se transformó y dio camino hasta la cabaña de Hagrid. Tenía unas averiguaciones que hacer y ese era el momento más apropiado.
Bellatrix que ya estaba más que cansada de ese día tan extraño, se encaminó hacia el Sauce Boxeador para poder esperar a su primo dentro de la destartalada casa e irse a su casona, queriendo dormirse la vida entera y que nadie la molestase en veinte años o más.
