Capítulo 36

Durante horas Sasuke intentó dormir, pero le resultó imposible recordando lo que había hablado con Sakura. Tenía su olor pegado al cuerpo y su boca aún sabía a ella.

Enterarse de que en el pasado había estado enamorada de Indra Ōtsutsuki lo había sorprendido y, extrañamente, también incomodado. Que aquel tipo la hubiera besado y tocado no le hacía ninguna gracia. Ahora entendía por qué la perseguía aquella noche en Edimburgo y, molesto, resopló.

Mientras miraba al techo tumbado en la cama, pensó en Ingrid, en su preciosa mujer, y acarició el anillo que llevaba en el dedo.

La había conocido cuando ambos eran unos niños y decidieron hacerse novios. Los años pasaron y los sentimientos que sentían el uno por el otro fueron creciendo y asentándose, y el día que ella, con sus votos matrimoniales, decidió ser su esposa, se sintió el hombre más feliz de la Tierra.

Pero, desgraciadamente, el mejor día de su vida se convirtió en el peor en pocas horas, cuando, durante el banquete de bodas, fueron asaltados e Ingrid y su familia, asesinados.

Desde su muerte habían sido muchas las mujeres que lo habían mirado, adulado y compartido su lecho durante unas horas para satisfacer sus deseos carnales. Pero ninguna lo había hecho olvidarse de Ingrid.

Hasta que había aparecido Sakura, aquella mujer que había irrumpido en su vida de una manera inesperada, que lo sacaba de sus casillas con sus acciones y su manera de hablar, pero que había conseguido que se diera cuenta de que quizá estaba equivocado.

Pensar en ella de pronto lo hacía sonreír, lograba que su corazón se acelerara como llevaba tiempo sin ocurrirle. Se levantó de la cama, encendió una vela y se acercó a la ventana para mirar al exterior. El temporal amainaba, las nubes escampaban y, como muchas otras noches, miró el cielo. Contemplar las estrellas era algo que a él y a Ingrid les encantaba. Pero de pronto Sasuke sintió que desearía que Sakura estuviera allí con él.

¿Qué hacía pensando de nuevo en ella? ¿Qué le había ocurrido para llegar a ese punto?

En ese instante oyó que alguien llamaba a la puerta. ¿Sería ella de nuevo?

Sin dudarlo, se apresuró a abrir y se quedó sorprendido al ver a Temari.

Ambos se miraron unos instantes en silencio hasta que la rubia indicó:

—He visto luz por debajo de tu puerta y he supuesto que estarías despierto. ¿Puedo pasar?

Sasuke asintió y ella entró.

—¿Por qué no duermes? —preguntó Temari tras cerrar la puerta.

—¿Y tú? —repuso él.

Dejando la vela que llevaba sobre la mesa que había en la habitación, la rubia lo miró y soltó:

—¿Piensas responderme con preguntas?

Ambos rieron por aquello y ella, incapaz de callar, susurró:

—He visto que Sakura y tú salíais del establo y he intuido que...

—¿Acaso nos espías? —preguntó Sasuke levantando la voz.

—No.

—Entonces ¿cómo narices sabes eso?

Rápidamente ella le ordenó callar con un gesto y, mirándolo, siseó:

—Naruto me ha dicho que, si nos oye gritar o discutir, vendrá y nos matará. Por tanto, baja la voz, que no hace falta chillar.

Molesto por aquello, él se sentó en la cama. Instantes después lo hizo Temari y, tras unos segundos en silencio, finalmente él declaró:

—Esa mujer me confunde. ¿Sabías que estuvo enamorada de Indra Ōtsutsuki?

Sorprendida porque supiera aquello, Temari afirmó con la cabeza y Sasuke añadió:

—¿Y por qué no me lo dijiste?

—¿Y por qué iba a decírtelo?

Sasuke no contestó y ella explicó:

—Fue algo íntimo que ella me contó. No es para ir pregonándolo.

Él asintió, sin duda tenía razón.

—Le he hablado de Ingrid —señaló a continuación—. Esa mujer me hace sentir vivo y necesitaba hablarle de mi mujer.

Conmovida por el enorme paso que Sasuke había dado al hablar de su hermana, ella iba a decir algo cuando este sentenció tocándose el anillo que llevaba:

—Le he dicho que Ingrid es la única dueña de mi corazón y que nadie le arrebatará su lugar.

—Sasuke...

—No lo digas —replicó él al ver cómo lo miraba—. Sé que me has dicho mil veces que me quite este anillo, pero no pienso hacerlo. Es de ella y...

No pudo continuar. Hablar de Ingrid en aquellos términos lo seguía emocionando; pensando en Sakura susurró:

—He sido sincero con ella como ella lo ha sido conmigo. No pretendo que esa muchacha espere algo de mí que yo no estoy dispuesto a dar.

Temari sonrió. Era la primera vez que veía en Sasuke un cambio en lo que a las mujeres se refería. Nunca lo había visto enfadarse y preocuparse por ninguna como lo hacía con Sakura. Sin duda no todo estaba perdido.

—Sakura me parece una muchacha excelente —musitó ella a continuación.

—¿Y...?

—Y..., bueno, con lo que ha pasado, lo ha perdido todo. Se ha quedado sin la carreta. Ha perdido su mercancía, sus cosas personales y, la verdad, necesita...

—Tiene al gobernador. Él y su mujer son sus tíos, ¿acaso no se van a ocupar de ella?

Temari suspiró. Ella también había pensado en ello, pero, deseosa de remover los sentimientos de su cuñado, se aventuró a decir:

—Sasuke..., si hablamos con el padre Murdoch os podría casar y...

—¡¿Qué?! —exclamó él boquiabierto.

Ella asintió, sabía que lo que había dicho era como poco provocador, e indicó:

—Sakura te gusta. Y tú necesitas una mujer en tu hogar.

Sin dar crédito, el vikingo negó con la cabeza.

—Maldita sea, Temari. ¿Te has vuelto loca?

—Probablemente —afirmó ella con gracia.

Al oírla y ver su sonrisa, Sasuke musitó:

—Estás muy graciosa esta madrugada, ¿no?

—Probablemente.

Él iba a protestar al oír por segunda vez aquella palabra tan propia de Sakura cuando Temari, agarrándolo del brazo, se apresuró a añadir:

—Vale..., vale...

Durante unos segundos permanecieron en silencio, hasta que el vikingo, sin querer revelar los pensamientos que había tenido antes de que ella llegara, agregó:

—Que Sakura me atraiga como mujer no quiere decir que desee casarme con ella.

—Sasuke, ya no eres un niño. Eres un hombre.

—¿A qué viene eso? —preguntó él molesto.

Temari sonrió y le guiñó un ojo.

—Viene a que Sakura te hace sentir vivo.

—¡¿Y...?!

—Y se lo prometiste a Ingrid.

Él resopló.

—Sé que soy terriblemente pesada —continuó ella—, pero quiero verte feliz. Sabes tan bien como yo que cuando me divorcié del impresentable de mi exmarido dije que nunca, ni muerta, volvería a fijarme en un hombre, porque ninguno me haría feliz. No obstante, me equivocaba. Apareció Naruto y, aunque me costó dar mi brazo a torcer, cuando lo hice me di cuenta de que no todos son iguales. Los hay buenos y malos. Y, por suerte para mí, Naruto Namikaze, a pesar de todos los pesares y de lo difícil que se lo puse, me abrió su corazón y hoy por hoy puedo decir que me siento la mujer más dichosa de toda Escocia. —Sasuke no dijo nada, y ella prosiguió—: Si te digo esto es porque, cuando me di la oportunidad a mí misma, fui feliz. Sé que Ingrid es irreemplazable. Lo será para ti y para mí el resto de nuestras vidas. Ella era buena, increíble, maravillosa, pero se fue, Sasuke, y nunca más volverá.

—Lo sé —afirmó él en un hilo de voz.

—En este tiempo has conocido a distintas mujeres —continuó la joven—. Buenas, malas, mejores, peores. Sé que ninguna se parece a Ingrid, y ninguna se le parecerá porque Ingrid solo hay una. Pero llegó Sakura con su locura y su irreverencia, y en mi corazón hay algo que me dice que ella es la mujer idónea para ti.

—Tú corazón está equivocado —se mofó él.

Temari rio.

—Sasuke, comparar a Sakura con Ingrid es un error. No lo hagas. Sé que la que es mi hermana es Ingrid, y sé que el resto de tu vida la llevarás en tu corazón. Pero ha aparecido Sakura y ella te gusta, te atrae, te inquieta, te desespera. Solo hay que ver tu expresión cuando ella está cerca y, sobre todo, hay que leer tus palabras y el miedo que tienes a que le pase algo cuando te enfadas con ella. Te conozco. Llevo toda la vida a tu lado y sé cuándo algo te desagrada y cuándo te agrada, y te empeñas en hacernos creer a todos, y especialmente a ti mismo, que tienes razón. Y, dicho esto, sin que milagrosamente me hayas interrumpido, que os hayáis encontrado a solas esta noche y hayáis hablado puede que...

—Que nos hayamos visto esta noche no quiere decir nada. Simplemente ha ocurrido algo que ambos deseábamos, como personas adultas que somos. Nada más.

—¿Nada más?

—Nada más —repitió él, consciente de que mentía.

Temari asintió y, mirándolo, susurró:

—Sé que aceptaste la muerte como parte de la vida, pero ¿por qué no dejas ir a Ingrid? ¿Por qué sigues queriendo tenerla cogida de la mano?

—Porque ella es mi amor.

La joven rubia suspiró. Sasuke era un cabezota duro de roer.

—Muy bien —añadió—, pues entonces procura no poner cara de perro apaleado cuando veas que Sakura habla con Evander o con otros hombres.

—Pero ¿qué dices? —protestó él.

—Lo que oyes. Ni más ni menos.

En silencio, Sasuke rumió lo que acababa de oír. ¿Tan evidente era? Y cuando iba a hablar, Temari continuó:

—Sakura ha perdido todo lo que tenía y me ha confesado que, si tuviera un hogar, no buscaría familia para Siggy, Shii y Asami.

—¿Y...?

—Pues que lo he hablado con Naruto y ambos estamos de acuerdo en proponerle que se venga a vivir a Keith.

—¿Que venga a Keith? —preguntó Sasuke boquiabierto.

Temari asintió y, al ver la mirada inquieta de él, indicó:

—Si ella vive en Keith, tendrás tiempo para conocerla y saber si esa mujer te interesa o no como para incluirla en tu vida.

Sorprendido por aquello, él no supo qué responder, y a continuación su cuñada preguntó:

—¿No crees que es una excelente idea?

—No.

—¿Por qué?

El vikingo maldijo de pronto, se levantó de la cama y afirmó con gesto ceñudo:

—Porque acabo de decirte que entre Sakura y yo nunca habrá nada.

—¡Jodido cabezón! —insistió Temari sin bajar la guardia. Y, al ver que él no respondía, añadió—: Sakura es lista, cariñosa, valiente, bonita y trabajadora. Y esos tres niños necesitan un hogar. ¿Por qué no te planteas una vida con ella?

—Pero ¿te has vuelto loca? —gruñó él sin dar crédito.

La joven asintió, sin duda se estaba volviendo loca, e insistió:

—Sakura y esos chiquillos necesitan un hogar y tú necesitas una mujer y una familia.

—¡Temari! —la cortó él—. ¡Basta ya!

Ambos se miraron a los ojos y, antes de que la rubia pudiera decir nada, Sasuke soltó intentando convencerse a sí mismo:

—Ni Sakura es mujer para mí ni yo hombre para ella. No quiero a mi lado una muchacha osada que me quite la paz y el sosiego. —Ella iba a protestar, pero él prosiguió—: Sí, Temari, sí. Sakura es como tú. Una loca irresponsable que no me traería más que problemas. Y no estoy dispuesto a pasarme la vida preocupado por ella, como Naruto se preocupa por ti por culpa de tus locuras.

—Pero ¿qué dices? —se mofó ella sonriendo, consciente de que llevaba razón.

—¿Lo ves? Te digo algo que es cierto, algo que es incómodo para tu marido..., ¡y te ríes!

Ella suspiró.

—Si quieres, me pongo a llorar.

—Maldita irreverente.

—Maldito cabezón.

Sasuke sacudió la cabeza desesperado y, cuando iba a hablar, ella indicó:

—Piénsalo. Estás solo y tienes una casa preciosa y enorme para que podáis vivir cómodamente tú, ella y los niños...

—He dicho que no.

—¡Sasuke!

—¡Tem! Por todos los dioses vikingos..., para de una vez y no insistas más o Naruto vendrá a matarnos por los gritos que va a oír.

Ver su gesto ceñudo hizo que Temari desistiera. No obstante, deseosa de hacerle ver que se estaba equivocando, cambió de táctica y musitó:

—De acuerdo. No insistiré.

—Gracias.

—Tema zanjado.

—Te lo agradezco.

Y, después de unos segundos en silencio, ella tomó aire y agregó:

—Aun así, quiero ayudar a Sakura y a esos niños. Ella necesita un hogar y en Keith puede tenerlo porque Naruto y yo se lo podemos ofrecer.

Sin entender qué quería hacer ahora, Sasuke iba a hablar cuando ella añadió:

—He de decirte que, imaginando tu negativa, ya hemos pensado en otras opciones para ella.

—¿Qué opciones? —preguntó molesto.

A continuación, Temari se levantó, cogió la vela que había dejado sobre la mesa e indicó:

—Sakura y los niños podrán vivir con nosotros en la casa grande.

—¡¿Qué?!

—También hemos pensado que, como es una mujer bastante independiente, podría ocupar alguna de las cabañas vacías que hay al oeste de las tierras. Esa sería una excelente opción para Sakura, ya que podría conocer a alguno de los hombres solteros que allí viven y formar una familia.

Oír eso fue como un revulsivo para Sasuke. ¿Cómo que Sakura podría conocer a algún Namikaze? ¡Ni hablar!

—La verdad —prosiguió Temari caminando hacia la puerta—, estoy convencida de que a Suigetsu Hōzuki le encantará conocerla mejor. Y si a ella no le interesa Suigetsu, he pensado que están Yamato, Yahico, Sasori, Utakata o Nagato. Seguro que les gustará una mujer como ella. Es guapa, lista, simpática, tiene una sonrisa preciosa y, aunque tenga tres niños a su cargo y sea irresponsable como tú dices, creo que a ninguno de ellos le importará todo eso... Incluso Evander podría venir a Keith si se interesara por ella.

Sasuke no respondió:

Si su cuñada se proponía incomodarlo con sus planes, lo estaba consiguiendo; aquella abrió la puerta e indicó:

—No veo el momento de proponérselo a Sakura. Espero que acepte y vea un bonito futuro en Keith.

Y, dicho eso, salió de la habitación tras guiñarle el ojo, dejando al vikingo boquiabierto y sin poder reaccionar.

Pero ¿acaso Naruto y Temari se habían vuelto locos?

Enfadado y molesto, apagó la vela y se volvió a tumbar en la cama. Debía dormir.

Pero le resultaba imposible. La conversación con Temari lo había alterado.

¿Cómo soportar ver a los Namikaze, a Evander o a Suigetsu conquistando a Sakura?

Al cabo de un rato, volvió a levantarse y encendió de nuevo la vela antes de acercarse a la ventana.

Ya no solo lo inquietaba el futuro de Sakura, sino que lo incomodaba lo que Temari y Naruto pretendían provocar. Ni en el peor de sus sueños se imaginaba ver a la única mujer que había llamado su atención en brazos de otro hombre.

Intentando centrarse, cerró los ojos y respiró hondo.

Siempre había admirado a las mujeres guerreras. Ingrid lo fue, aunque en menor medida que su hermana Temari, pero era valiente y perfecta.

La diferencia entre ellas era que mientras Ingrid era una joven fácil de manejar y que básicamente pensaba en estar bella y llevar bonitos vestidos, Temari era una cabezota inmanejable que tan solo tenía en mente cómo pelear duro para sobrevivir vistiendo pantalones.

La manera de ser de la rubia siempre le había gustado, aunque en ciertos momentos lo horrorizaba. Tener una mujer tan irresponsable y guerrera a su lado, dependiendo del momento, podía ser una ventaja o un peligro. Y justamente Sakura era como Temari.

Sin saber por qué, sonrió. Pensar en la joven pelirosa, en su locura o en su sentido del humor, lo hacía sonreír, pero al mismo tiempo lo hacía sentirse mal, pues le parecía estar traicionando a Ingrid.

¿Qué pensaría ella de Sakura?

No obstante, según se hizo esa pregunta, supo también la respuesta. Si Ingrid conociera a Sakura, le gustaría. ¿Por qué? Porque era como la cabezota de Temari, y ella siempre había admirado a su rubia preferida por su valentía e incluso por su imprudencia.

Dolorido por los recuerdos, pensó en los niños. En Shii, Asami y Siggy. A aquellos pequeños, que no habían pedido venir al mundo, sin duda se les presentaba un futuro incierto si Sakura no aceptaba la propuesta de Temari y Naruto y les buscaba un hogar.

¿Y si no eran bien tratados? ¿Y si, a causa de que él no los aceptaba en su hogar, esos pequeños sufrían?

Eso lo inquietó, porque sabía que en su casa serían criados con cariño y amor.

Hecho un lío, volvió a mirar las estrellas. La luz cegadora de una de ellas lo hizo parpadear y de pronto musitó tocándose el anillo del dedo:

—Ingrid..., mi amor. Sé que te prometí ser feliz, Pero ¿cómo serlo sin ti?

Permaneció unos segundos en silencio hasta que, incapaz de callar, añadió pensando en la propuesta de Temari:

—Sakura y tú no tenéis nada que ver. Tú eras la calma y ella es el bullicio. Tú eras la cordura y ella es la locura. Tú eras mi amor y ella solo... solo es una mujer que me atrae por su descaro, su arrojo, su insensatez. La veo tan parecida a Temari que, bueno..., reconozco que me hace gracia.

Sasuke se tocó el rostro. Hablar con Ingrid era algo que hacía casi todos los días, y prosiguió:

—Nuestro amor y nuestra complicidad se fueron fraguando a fuego lento con el paso de los años. Eras especial. Tan especial que no sé cómo soltarte de la mano y dejarte ir. ¿Qué hago, Ingrid? Ni te imaginas lo mucho que necesitaría que me dieras una señal.

Conmovido por sus propias palabras, Sasuke cerró los ojos. Daría su vida porque nada de lo ocurrido en el pasado hubiera sido verdad. Nada le gustaría más que estar en Noruega con Ingrid y ser feliz rodeado de una bonita familia. De esos hijos de los que tanto habló con ella y que ya nunca llegarían por culpa del maldito destino.

Estaba pensando en ello cuando unos ruidos en la calle atrajeron su atención y se sorprendió al ver salir del establo a Sakura y al japonés. Pero ¿adónde iban?

Parapetado tras la ventana para no ser visto, oyó gruñir a la joven:

—La respuesta es ¡sí!

Sasuke parpadeó.

—Sakura..., escucha... —dijo entonces el japonés.

—Por las barbas de Neptuno, ¡no quiero escucharte!

—Sakura, te conozco y sé que no te da igual —afirmó Matsuura.

Pero la joven, que estaba alterada, indicó:

—Hablaré con ellos, te parezca a ti bien o no. Estoy convencida de que aceptarán. Se ocuparán de ellos y les darán el cariño y el amor que necesitan.

—Sakura, escucha.

Pero entonces ella negó con la cabeza y repuso:

—Tío Matsuura, es lo mejor para todos. Una vez que los niños tengan un hogar, regresaré al lugar del que nunca debería haberme marchado, y no se hable más.

Y, dicho esto, Sakura, que parecía muy enfadada, clavó los talones en su bonito fiordo y se alejó al galope.

Confundido, Sasuke la vio partir mientras en su mente se repetía la frase que ella acababa de decir: «Regresaré al lugar del que nunca debería haberme marchado».

¿Adónde quería regresar, si siempre había dicho que no tenía hogar?

—Ingrid, ¿el «sí» de Sakura es tu señal?... —susurró cerrando los ojos.

Durante unos segundos no se movió. Le había pedido una señal a su esposa fallecida y Sakura había aparecido gritando esa palabra: «¡Sí!».

En otro momento de su vida lo habría considerado una señal.

¿Por qué ahora no?

De inmediato, se vistió a toda prisa para seguirlos.