CAPÍTULO 35

"Te amo Rachel Berry."

Ella salió del baño y a mí casi se me sale el corazón del pecho.

¿Cómo es posible que alguien pueda hacerte sentir cosas tan mágicas?

Todavía me reprocho el haber sido tan estúpida y no haber admitido lo que me pasaba con Rachel después de aquella noche. Pero mejor tarde que nunca ¿no lo creen?

—Te ves hermosa —musité una vez que se acercó a mí. Levanté mi mano y acaricié su mejilla. Luego acomodé un mechón de su cabello —Realmente hermosa.

—Mentira —renegó ella sonrojándose un poco. Me pareció lo más tierno del mundo.

—No podría estar mintiendo, Rachel—le aseguré mientras le echaba una devoradora mirada por su pequeño cuerpo.

—¡No me mires así! —me ordenó divertida y golpeó levemente mi pecho —Eres una depravada.

—Ese vestido negro que traes puesto se vería muy bien en el suelo en este momento — me acerqué rápidamente a ella.

Intentó escapar pero coloqué mis manos alrededor de su cintura impidiéndole aquello. Rió nerviosa y colocó sus manos sobre mi pecho.

—Suéltame —ordenó.

—¿Pero quién te crees, mi madre? No voy a obedecerte, loca.

—Escúchame una cosita, tontita —comenzó a ejercer un impulso sobre mí para alejarse. La acerqué más a mí —Tenemos que irnos… se nos va hacer tarde para la reunión de tu padre.

—No pasa nada si llegamos unos cuantos minutos tarde —musité y la acerqué más para depositar un pequeño beso justo debajo de su oreja. La sentí temblar levemente.

—Quinn Fabray, por favor… no hagas eso —me ordenó firme. Volví a besarla en el mismo lugar que antes pero esta vez el beso se hizo más largo. Comencé a correr mis labios por el contorno de su bello rostro —Quinn…

—Cállate —le ordené —Me la debes.

—Mentira —chilló.

—Sí que me la debes… ayer te hiciste la tontita.

—Eso no es cierto. Tuvimos nuestro momento ¿o no?

—Ajá, sí claro.

—Quinn—me regañó y con sus manos que seguían sobre mi pecho me empujó un poco de ella para que la mirara a los ojos —Después de la fiesta.

—No, ahora.

—No, ahora no —sentenció.

—¿Cuál es la diferencia de ahora y después? —le pregunté fastidiada. Ella sonrió y se puso en puntas de pie para besar con cuidado mis labios.

—Que ahora tenemos que irnos y además no me gustaría llegar marcada, últimamente te estas volviendo muy posesiva—me acusó. Sonreí con los labios sellados —Y después será después… tú sabes.

—Lo que pasa es que a mí me gusta marcar lo que es mío. Si yo te marco entonces los demás lo ven y saben que tienes dueña.

Frunció el ceño y se alejó completamente de mí.

—Eres una cerda machista, nos vamos —respondió con cierto enojo.

Volví a sonreír y tomé mi abrigo para dirigirme hacia la puerta. Estábamos en casa de ella, ya que el lugar en donde mi padre nos había citado quedaba cerca de allí. Salí primero que ella y fui a apretar el botón del ascensor.

Ella estaba totalmente seria. Está enojada ofendida, esperando a que yo me le acerque, la abrace y le pida perdón por ser una cerda machista. La miré y ella entró en el ascensor. Apretó el botón a planta baja. Pronto llegamos y sin decir nada salió de allí.

En silencio caminé detrás de sus pasos. Sonreí y estaba por decir algo pero un celular comenzó a sonar. Era el de ella.

—¿Hola? —saludó y al instante una sonrisa atravesó su rostro —¡Jesse! ¿Cómo estás?—la sonrisa que yo tenía en mi rostro desapareció en ese mismo segundo —Claro que podré verte mañana en la biblioteca, me encantaría poder ayudar en eso —sonrió aún más y asintió con la cabeza. Sentí una punzada en medio de mi pecho. ¿Por qué demonios Jesse St. James llamaba a mi novia y la citaba en la biblioteca de la Universidad? Creo que tendré que aclarar unas cuántas cosas con el querido Jesse—Claro que sí, nos vemos mañana.

Ella colgó y no dejó de sonreír. Hacía un segundo su cara era la de alguien completamente enojada y furiosa. Ahora la señorita sólo sonreía. Pero que descaro.

—¿Qué quería? —le pregunté.

—¿Me hablas a mí? —me preguntó ella.

—No, le hablo al auto —gruñí irónica.

Ella sonrió y sin decir nada se subió al coche. Apreté los dientes y me subí también. Tomé las llaves y lo encendí.

—Pongamos un poco de música —dijo y prendió la radio.

La miré de costado y ella no dejaba de sonreír. Eso está acabando conmigo. ¡Malditos celos estúpidos! Yo sabía que vendrían con el tema del amor, pero no que eran tan asquerosos y tontos.

—¿Qué quería Jesse St. James, Rachel? —pregunté está vez diciendo bien los nombres para que no salga con.

—¿Me hablas a mí? —preguntó de nuevo.

La miré realmente mal y ella estalló en risas. Aquel hermoso sonido entró con fuerza por mis oídos, pero no me causó excitación como otras veces. Está vez solo me causó un poco más de enojo.

—No seas tonta —dije entre dientes. Ella me miró.

—Mira machista —me dijo y la miré —No puedes sentir celos de Jesse.

—Lo sé, pero los siento. ¿Por qué te llama?

—Porque quería pedirme un favor.

—¿Qué clase de favor? ¿Y por qué a ti y no a otra?

—Quinn —dijo divertida —Jesse es mi amigo y yo soy su amiga. Necesita que mañana lo ayude en la biblioteca para llevar algunos libros hacia un jardín de niños.

—¿Y por qué no me llamó a mí? Si no importa que sea quien sea.

—Y otra vez sales con tus idioteces egocéntricas —me dijo volviendo a ponerse seria

—¿Cuándo lo vas a entender? Te detesto cuando te comportas así.

Miró al frente y cruzó sus brazos sobre su estómago. No dije más nada, ni ella tampoco. Llegamos al lujoso lugar en donde se celebraba la reunión.

Rachel se bajó y guardó las llaves en su cartera. Comenzó a caminar y decidí dejarle su espacio por unos cuantos segundos. Ya se le va a pasar.

Entramos y el lugar ya estaba lleno de gente. Me acerqué más a Rachel y apoyé mi mano en su espalda.

—No me toques —gruñó.

—Vamos tontita, no estés enojada conmigo —le susurré al oído.

Ella me daba la espalda. Dejó de caminar y se giró a verme.

—Estoy enojada contigo y sólo voy a hablarte porque estamos en un lugar público. Pero cuando nos vayamos me dejas en casa y tú te vas a la tuya.

—Rach...—supliqué poniendo mi mejor cara de perro mojado.

—Rach, nada Fabray —no pude evitar sonreír —Y sigue riéndote, que no solo será esta noche. Sino que la de mañana y pasado también.

Volvió a darme la espalda y comenzó a caminar. La seguí sin dejar de sonreír. Ella es tan orgullosa. Comencé a caminar también y la alcancé.

—Qué bueno que vinieron —escuchamos su voz y nos giramos a verlo. Él me miró a mí y luego a Rachel —Estás muy bella, Rachel.

—Gracias —agradeció ella por lo bajo.

—¿Y bien? Sobre que se trata esta reunión —interrumpí yo.

Él me miró y sonrió. Aquello no me gustó para nada. Y tampoco la persona que vi entre la gente. Kitty.

—Hablemos en privado, hija — Miré a Rachel y ella asintió.

—Yo los veo después, voy a tomar algo —aceptó ella y se alejó de nosotros.

Miré de nuevo a mi padre.

—¿Qué es lo que quieres? —la pregunta salió sola de mi garganta.

Sabía que algo no andaba bien.

—Tienes que dejar a Rachel —me ordenó sin dejar de sonreír.

—¿Qué? —pregunté.

—Lo que escuchaste hija. Tienes que dejar a tu querida novia —apoyó su mano sobre mi hombro —Es por el bien de todos.

Caminé entre la gente tratando de pensar un poco en todo lo que aquel maldito infeliz acababa de decirme.

—Dentro de un rato yo voy a subirme al escenario y voy a presentarte a ti y tu adorada novia a la sociedad… la señorita Katherine Wilde. La conocí hace unas semanas a través de su padre y creo que es perfecta para ti. Y vas a hacer esto, quieras o no. Si no lo haces voy a hundir al padre de tu adorada Rachel y junto a ello a ella a también.

Cerré los ojos fuertemente sin dejar de caminar y entonces choqué con alguien.

—Quinn —La miré. Ella frunció el ceño —¿Estás bien?

—Rachel —susurré y tuve la intención de decirle todo.

Pero me detuve. ¿Qué pasa si mi padre cumple su palabra? Yo no puedo permitir que él hunda a Hiram, no sería justo. Miré los ojos de Rachel. Yo no puedo hacer esto… yo no puedo hacerle esto a ella. Pero… otra vez él y otra vez arruinando mi vida.

—Hey —susurró ella y apoyó su suave mano en mi mejilla. Me alejé levemente.

—Estoy bien —Me miró más confundida aun.

—Me acabo de cruzar a Kitty—señaló hacia atrás —Me dijo con una enorme sonrisa de que en unos instantes me iba a enterar de algo.

Tragué saliva. ¡Maldita perra! ¿Cuál era su maldito problema?

—Ajá —fue lo único que salió de mi boca. Ella me miró de nuevo y volvió a acariciar mi mejilla.

—¿Enserio estás bien, mi amor? —preguntó —Yo sólo quería decirte que ya no estoy enojada y que a pesar de que eres una idiota horrible, te amo.

Un enorme nudo se instaló en medio de mi pecho. Yo voy a odiarme inmensamente por todo lo que va a pasar. Pero no puedo darme el lujo de que él se salga con la suya.

—Nos vamos —le contesté. Me miró.

—¿Qué?

—Rachel, mi padre está loco. Nos tenemos que ir y necesito hablar urgentemente con tu padre. Pero nos vamos ya —tomé su mano y comencé a caminar casi desesperada ennmedio de la gente. Logré salir hacia fuera y Rachel se soltó de mi mano. Me giré a verla.

—Necesito saber qué pasa —pidió nerviosa.

—Mi padre me quiere separar de ti —le conté apresuradamente.

—¿Qué? —me preguntó.

—Para eso nos hizo venir hacia aquí Rach... Pero yo no puedo dejarte, mi amor —me acerqué y tomé su rostro con mis manos —Por eso mismo llama a tu padre ahora y dame las llaves del auto.

—No entiendo nada, Quinn —contestó confundida mientras buscaba las cosas que yo le pedía.

—Ya te diré bien que fue lo que me dijo, pero nos vamos ya —la besé cortamente y tomé las llaves para subirme al auto.

Ella se subió y arranqué rápidamente. Tomó su celular y comenzó a marcar el número de la casa de Leroy. Me olvidé completamente de decirles. Pero Leroy y Hiram comenzaron a vivir juntos de nuevo. Rachel aun cree que ellos sólo están bromeando.

—Hola papi—la escuché decir y la miré de reojo —¿Papá está por ahí? Pásamelo un segundo que Quinn quiere hablar con él.

—Pon el alta voz —le pedí. Ella lo hizo.

—¿Hola? —escuchamos la voz de Hiram.

—Señor Berry, soy Quinn —saludé sin dejar de mirar el camino por dónde íbamos.

—¿Qué tal Quinn? —preguntó.

—Necesito que me digas si ya has hecho algún negocio con mi padre.

—Mañana tengo que reunirme con él para firmar todo los papeles —comentó.

Solté un suspiro aliviada. Llegamos justo a tiempo.

—No firmes nada, es más ni vayas.

—¿Qué? Pero ¿Por qué? —interrogó confundido.

—Estoy seguro de que mi padre anda en algo malo, Hiram. He estado alejada últimamente de sus negocios, pero he notado que una extraña cantidad de dinero habentrado en su cuenta bancaria. Y estoy completamente segura de que está implicado con el lavado de dinero.

Rachel me miró bien.

—Hija, ¿estás segura? Eso es grave —me dijo él.

—Muy segura Hiram, sino no te llamaría. Por favor no vayas mañana, no le contestes las llamadas. Hazme caso, mi padre está loco.

—Está bien, quédate tranquila. Voy a hacerte caso —accedió él —Rachel, ¿estás ahí?

—Aquí estoy papá —continuó ella con voz preocupada. La miré y tomé su mano.

—¿Estás bien, hija? —le preguntó.

—Si papi.

—Bueno, me quedaré más tranquilo si sé que estas con Quinn. Tu padre me ha dicho que tiene un mal presentimiento, pero no le hagamos caso —siguió divertido.

—Todo está bien —aseguró ella.

—Bueno, cuídense —nos dijo —Y cualquier cosa me llaman.

—Claro —Hiram colgó y Rachel guardó el teléfono —Amor —la llamé.

—¿Sí?

—Perdóname —Ella me miró curiosa.

—¿Perdonarte? ¿Por qué?

—Soy una egoísta y sólo pensé en mí. Sólo pensé en mi sufrimiento si hacía lo que Russel quiere. Sólo pensé en mi corazón y no en ti, ni en tu padre.

Ella sonrió y estiró su mano para acariciar mi mejilla.

—Claro que pensaste en mí, y también en mi padre —musitó dulce.

—No lo sé, solo sé que te vi y no pude hacerlo. Él está completamente loco —gruñí.

—¿Qué fue lo que te dijo que hicieras?

—Kitty estaba ahí ¿viste? Bueno él iba a presentarla como mi novia delante de todo el mundo y yo tenía que decir que sí era cierto.

—Por eso la muy perra me dijo aquello —negó ella pensativa y una sonrisa iluminó su rostro.

—Exacto —susurré.

—Pagaría por ver su rostro ahora.

—Y yo por ver el de mi padre cuando se dé cuenta de que nos fuimos —respondí divertida.

—¿Por qué tu padre quiere separarte de mí?

—No lo sé, simplemente no puede verme feliz. Esa es la razón.

Golpeé con mi mano el volante y maldije por lo bajo. Odio a ese hombre, lo odio completamente. No puedo creer que tenga su misma sangre. Y me odio por eso.

—Tranquila—susurró Rachel.

La miré y las luces de la calle jugaban con sus bellos ojos. Haciendo que sus largas pestañas se proyectaran sobre sus parpados.

Me detuve justo frente a su casa. Ella sonrió al ver que yo no dejaba de mirarla.

Mordiendo sus labios se bajó rápidamente del auto. Imité su acción y corrí detrás de ella cuando me aseguré de que el coche no quedara abierto.

—Rach...—la llamé.

Ella se detuvo soltando una risita tonta.

—El vestido me está molestando, Lucy—volvió a caminar para abrir la puerta del edificio.

Sonreí y la seguí. Llegamos al departamento y la puerta se cerró fuerte detrás de nosotras. Rachel se giró a verme y chocó levemente contra mi pecho.

—¿Cómo crees que yo podría dejarte? —pregunté en voz baja mientras comenzaba a acariciar el costado de sus brazos —¿Cómo? Si estás metida debajo de mi piel —ella subió sus manos por mi pecho —¿Puedes explicarme qué clase de hechizo me has lanzado encima?

—¿El del amor? —cuestionó con duda.

Sus ojos se clavaron en mis labios y sonreí.

—Mírame a los ojos —supliqué.

—No puedo —susurró.

—¿Por qué? —le pregunté.

—Porque estoy mirando la parte que más me gusta de ti.

—¿Ah sí?

—Ajam —asintió sin quitar su mirada de allí —¿Puedes hacerme un favor?

—El que quieras.

—Apaga tu celular.

Sin dejar de mirarla tomé el teléfono de mi bolsillo y lo apagué para luego arrojarlo, creo que, sobre el sillón. Me incliné hacia ella y tomé sus labios con cuidado. Para luego comenzar a caminar a ciegas para buscar un lugar cómodo. Ustedes ya saben.