Episodio 78: Portrait of Destruction
- Esto ya empieza a resultarme familiar…
Al abrir los ojos, Simon se encontró tumbado boca arriba en su cama, en la habitación de invitados de los Lecarde, y a través de la ventana abierta se veía que el alba comenzaba ya a despuntar. Aunque no giró la cabeza para verlo, sabía que su hermano estaba en la cama de al lado, ojeroso y enfrascado en el descifrado del libro.
- Si dijera ahora la frase aquella de "no conozco este techo" ¿tendría gracia?
Erik giró la cabeza levemente para mirarlo, y sonrió.
- Sólo si eres el prota de una serie de anime de mechas con un marcado tinte teológico, hermanito.
Simon rió entre dientes ante la respuesta y echó su antebrazo derecho sobre la frente.
- ¿Qué demonios haces vestido y despierto? – preguntó – ¿a qué hora te trajeron?
- A las cuatro de la mañana – contestó el pelirrojo como si tal cosa – no es que ya me haya vestido, es que aún no me he cambiado de ropa.
Al escuchar esto, el joven Belmont lo miró directamente. Erik presentaba un estado bastante más lamentable de lo que le había parecido de reojo: sus ojos tenían unas enormes ojeras y estaban casi cerrados de puro cansancio, tenía pequeñas solladuras por todo el rostro, su camiseta y pantalón ajados y llenos de polvo y varios pequeños vendajes ensangrentados a lo largo de los brazos.
- Dios… - comentó asombrado - ¿Cómo puedes estar con eso en ese estado? ¿Ni siquiera te han curado las heridas o qué?
- Nah, no hacía falta – respondió Erik como si nada – yo mismo les dije que lo dejaran – por unos segundos, guardó silencio y miró a su hermano con seriedad, después continuó – pero ¿Y tú? Loretta me contó todo lo que viviste ayer ¿Estás bien?
- ¿Después de un sueñecito de un día? Perfectamente
Simon mismo no podía creerse lo que acababa de decir. Todo aquello había sido tan vívido, tan… real, y por alguna razón se sentía sólo como si hubiera vivido una grotesca pesadilla. Algo le decía que aquella última alucinación había tenido mucho que ver en ello, quiso hablarle de ella a su hermano, pero dudó ¿Debía hacerlo?
- Dime – volvió a hablar el mayor, sacándolo de sus pensamientos - ¿Aún piensas en ir a esa exposición?
- Sí – contestó con decisión.
- ¿Por qué?
- ¿Puedo contártelo?
- Claro.
Lentamente y con semblante serio, el hermano menor se incorporó y se sentó al borde de la cama, mirando fijamente a Erik.
- Tengo… - vaciló – tengo la impresión de que va a pasar algo allí – aquella afirmación hizo que el pelirrojo soltase el mamotreto – No es más que una intuición, pero…
Las palabras de Orlox resonaron en su memoria.
Algo muy importante sucederá dentro de poco, una tragedia que provocará tal estremecimiento en esta ciudad que hasta sus cimientos se podrían ver sacudidos.
- Algunos de los cuadros que se vieron por la tele no parecían simples pinturas – continuó – parecían… "vivas"
Al oír aquellas palabras, Erik se estremeció.
Podía ser… ¿Brauner?
Debía hablar con Luis, pero acababa de prometerle a su hermano que no contaría nada a nadie.
- ¿Crees que estarás bien tú sólo? – le preguntó mientras sentía crecer su preocupación.
- ¡Tranquilo! – respondió el menor mientras se levantaba – Sé cuidarme de mí mismo – Se dirigió raudo a la ventana y echó la persiana abajo – Ahora sólo preocúpate de dormir, que estás hecho un eccehomo.
- Pero yo… ¡Oye! – protestó cuando le quitó el libro de las manos - ¡Está bien, está bien! – aceptó mientras se tumbaba, con el gesto torcido - ¡Buenas noches!
Al salir al salón como de costumbre se encontró una escena esperada: Luis leyendo atentamente el Angelium en el sillón, si bien era cierto que su aura chispeaba, lo cual era bastante peculiar, teniendo en cuenta la serenidad de la que hacía gala siempre que se hundía en sus páginas.
- ¡Ey! – lo saludó mientras se sentaba y recostaba en el sofá.
- Hola – respondió el español - ¿no es un poco temprano para ti todavía?
- No tengo sueño – contestó escuetamente Simon mientras encendía la televisión desde el mando y le quitaba todo el volumen posible, dejándola en un susurro apenas audible.
Tras la respuesta del Belmont quedó un silencio incómodo en la sala, sólo roto por el leve sonido de la caja tonta; el aura de Luis chispeaba de un modo anormal, se movía de manera extraña y por su expresión parecía ser incapaz de concentrarse. El joven Belmont no pudo evitar mostrar cierto desconcierto ante ello.
- Simon, yo… - se atrevió a articular finalmente.
- ¿Sí? – preguntó el aludido, más confuso que nunca.
- Yo… - continuó – lo… lo siento…
Aquellas palabras fueron todo un shock; "¿Lo siento?" ¿Luis Fernández se estaba disculpando ante él? ¿Qué diablos estaba pasando?
Medio en broma medio en serio, extendió la mano y se dispuso a tocar la frente de su cuñado, antes de que éste le detuviera.
- ¿Estás enfermo? – preguntó finalmente.
Luis sacudió la cabeza de izquierda a derecha, con los ojos fuertemente cerrados, y cerró el libro al detenerse; su expresión mezclaba vergüenza y arrepentimiento.
- Me costó mucho identificar el aura de Kasa – continuó – estaba muy difusa… mi sensibilidad espiritual no sirvió de nada – apretó los dientes - ¡Se lo que te hizo! ¡Erik me lo contó! – cerró los puños con fuerza, su aura volvió a chisporrotear – Ese… ¡Bastardo! ¿¡Por qué se emperra en atacar a los que me rodean!?
Simon reconoció inmediatamente aquel sentimiento, era impotencia.
Pero nunca habría imaginado que Luis sentiría impotencia por no haberlo podido ayudar, al menos no en semejante grado.
- Bueno, tío, ya está – lo tranquilizó – mírame: estoy aquí, y cuerdo - El español asintió con la cabeza – Ahora la cuestión es centrarnos… Yo tengo que seguir mejorando, tú debes darle más caña al libro ese, y Erik… - dudó – Oye ¿Por qué lo trajeron tan tarde si se suponía que sólo querían tenerlo un día?
Luis se encogió de hombros.
- No sé – reconoció – cuando llegó le pregunté que qué le habían enseñado, pero él se limitó a sonreír y me contestó que "algo nuevo y algo viejo"
- ¿No te dijo nada?
- No
- ¿Y no tienes idea de qué puede ser?
- A ver… - se llevó la mano al entrecejo y cerró los ojos con fuerza, se le notaba cansado – Sé que era algo para darle una oportunidad contra aquel vampiro… lo único que se me ocurre para Erik es un conjuro de fuego conocido como la pira de las almas, pero…
- ¿Pero?
- Pero – miró directamente a Simon con una semisonrisa burlona – Erik es demasiado bestia como para manejar un conjuro como ese, y aparte – volvió a su semblante serio – se necesita mucho más de un día para aprenderlo y dominarlo.
- Bueno… - repuso el muchacho – esas viejas pueden leer mentes, a saber qué métodos tienen para enseñar conjuros de forma acelerada.
- Sea como sea – contestó el Fernández – parece ser que la cosa tuvo éxito, así que ya contamos con un recurso más.
- Sí…
Los ojos de Simon se centraron inmediatamente en el televisor, en cuya pantalla se reflejaba de nuevo el reportaje que echaron la noche anterior y que trataba de la exposición que se estrenaría al anochecer, en ese mismo día. No pasó ni un minuto hasta que también acaparó la atención de Luis.
- No entiendo mucho de arte – comentó finalmente el español, en vista de que ninguno de los dos se enteraba de nada – pero… ¿no son esos cuadros un tanto grotescos?
- No hace falta entender del tema para pensarlo – respondió Simon – lo son, pero precisamente por eso me resultan interesantes.
Luis lo miró de reojo.
- Creí que te iba la pintura más… alegórica – le espetó - ¿Vas a ir a la exposición?
- Se trata de una serie entera de cuadros que va a ser expuesta en el museo de arte más importante de Europa junto al Guggenheim – argumentó el muchacho – algo debe tener para eso, y sí – añadió – voy a ir.
- ¿Cuándo es?
- Esta misma noche. Quiero ir a la apertura – dejó de hablar de repente, un subtítulo había aparecido en la pantalla: La collection sera exposée dans le musée à 19:00 heures d'ajourd'hui - ¿Ponía que la exposición empezará a las siete? – preguntó a su cuñado, dudoso.
- Sí – le aseguró éste – al menos eso sí que lo entiendo.
Comenzaron a conversar sobre sus gustos; si había una gran curiosidad respecto a las dos parejas de hermanos, es que a cada uno disfrutaba un arte diferente: Luis era un gran aficionado al cine, Simon a las artes plásticas (de hecho, incluso tenía cierto talento para ello), Erik a la literatura y Alicia a la música. No eran temas de los que solieran hablar muy a menudo, pero cada vez que lo hacían se informaban mutuamente de los mundillos en los que se movían e intercambiaban recomendaciones. Por lo general, al ser un tema tan distendido y banal, disfrutaban mucho con aquellas pláticas.
Cuando llevaban aproximadamente media hora de cháchara, Elisabeth apareció por la puerta del dormitorio matrimonial, bostezando y en una ropa interior no precisamente discreta que asomaba bajo la bata entreabierta, su expresión somnolienta mutó en una sonrisa cuando vio al Belmont en el sofá, corriendo a saludarle.
- ¡Simon! – exclamó - ¿Cómo estás? ¿mejor?
- S-sí – respondió él, diciéndose en sus pensamientos que escuchaba mucho esa pregunta últimamente – hoy me encuentro perfectamente… por fin
- ¿Y François? – preguntó Luis, ignorando el atuendo de la muchacha - ¿Sigue durmiendo?
- Si – contestó ella con una sonrisa de oreja a oreja – Lo dejaré dormir un par de horas más ¡Pobre! – se incorporó de nuevo tras dar un cariñoso abrazo a Simon - ¿Habéis desayunado?
Los dos negaron con la cabeza al mismo tiempo.
- Bien, he pensado en hacer un desayuno americano – resolvió – para un día que vamos a descansar todos, pues peguémonos un lujo.
- Por mí, vale – aceptó el Belmont mientras su estómago gruñía.
- Si quieres levanto a Erik para que te eche una mano – propuso Luis con un poco disimulado toque de mala leche en la voz.
- Déjalo – respondió ella mientras se dirigía a la cocina – O lo despierta el olor, o no se levantará hasta la hora de comer.
Una vez Elise empezó a cacharrear, el muchacho se inclinó hacia Luis y le hizo en voz baja una pregunta cuya respuesta ya sospechaba.
- ¡Vaya pintas! – comentó - ¿Es que han pasado la noche otra vez…?
- Son el perro del hortelano, macho – respondió éste con fastidio - ¡Ni duermen ni dejan dormir!
El Belmont no pudo contener una sonora carcajada.
Uno por uno fueron llamados a recoger su desayuno y comieron los tres juntos mientras revisaban los noticieros, buscando alguna nueva sobre el caso de los niños, encontrando una conferencia de prensa en la que, según traducción de la Kischine, el comisario Jacques Rousseau reconocía haber obstaculizado la intervención de los españoles en el cuerpo, aduciendo una rivalidad con el jefe de la comisaría de Almería, Juan José Fernandez, y decía asumir toda responsabilidad sobre los perjuicios ocasionados.
Por otro lado, el desayuno había resultado ser muy opíparo – para deleite de un hambriento Simon - compuesto por un plato de huevos con Bacon, cereales con leche, zumo de naranja y tostadas.
El resto de la mañana transcurrió tranquila, François despertó poco después de las once y media y Erik justo a tiempo para ayudar a Elisabeth a preparar la comida: Unos deliciosos mejillones al vapor y arroz tres delicias, para el que aprovecharon además un bote de salsa de soja que había escondido en lo más profundo de la nevera.
No fue hasta que los platos estuvieron fregados y todo el mundo dormido en una placentera siesta cuando el joven Belmont se escapó a la azotea a disfrutar del caluroso sol de sobremesa, sentado en el suelo, con su espalda apoyada sobre la barandilla.
Estaba siendo, pensó, una semana horriblemente ajetreada, algunos recuerdos pasaban borrosos por su mente – en especial los de los últimos días – pero el más nítido de todos, aparte de la noche en la que se encontró con la Muerte, era el de aquella mujer rubia que logró tranquilizarlo y devolverle la cordura de un modo casi milagroso.
Todo aquello habían sido ilusiones, lo sabía a la perfección, pero… Lo de aquella mujer había sido diferente… había sentido el suave aroma de su cabello, el tacto sedoso de su piel, el tranquilizador latir de su corazón, su voz protectora… No podía haber sido un contraataque de Loretta Lecarde, ni mucho menos otra de las ilusiones de Kasa. Entonces ¿Qué era?
Recordarla le retrotraía a su vez a tiempos que en su mente estaban nebulosos y distantes, cuando aún vivían en Rumanía, en la hacienda del clan Belmont.
Aquella aura arcoíris…
- ¡Sabía que te encontraría aquí!
Simon pegó y respingo y dirigió su mirada a la puerta, de la que salía su hermano, usando su mano derecha como visera para no deslumbrarse.
- Joder, macho… ¿Pero es que tú no duermes o qué? – le espetó el muchacho, entre sorprendido y molesto por verlo aparecer tan de repente.
- Yo ya he dormido todo lo que tenía que dormir – contestó el pelirrojo con despreocupación – te andaba buscando porque tenemos un asuntillo que tratar.
- ¿Un asuntillo?
- Si
Lentamente lo miró de arriba abajo, observando que aún no se había cambiado de ropa, pero sí se había despojado de los vendajes, revelando así unas heridas y quemaduras de bastante mal aspecto.
¿A qué tipo de entrenamiento inhumano lo habrían sometido las hermanas?
- Y… ¿de qué se trata? – preguntó, volviendo al hilo de la conversación - ¿Qué es tan urgente como para interrumpir tu siesta y joderme el relax?
Erik sonrió, divertido ante el mal disimulado tono de reproche en la voz de su hermano.
- Luis me ha comentado – comenzó a explicar, acomodándose la melena – que retomó tu entrenamiento anteayer, recordándote el uso de las armas de apoyo ¿no? – Simon asintió – bien… intuyo que también te comentó que tengo la intención de entrenarte duramente, y usualmente esperaría a una hora en la que el sol no apretara tanto, pero… aún piensas ir a esa exposición ¿no?
- Por supuesto.
- Entonces tenemos poco tiempo, porque necesitarás descansar y reponerte ya que no te lo voy a poner nada fácil – sentenció, enfatizando el tono de estas últimas palabras.
- Bien… - Simon suspiró y se levanto, viendo que no tendría más remedio que someterse a los deseos de su hermano – de nuevo entrenamiento con la cruz ¿no?
- ¿Qué? ¡No! – el pelirrojo negó rápidamente – Luis es un maestro y domina a la perfección todos los tipos de armas de apoyo existentes, pero a mí sólo se me da bien una – reconoció, algo azorado – de lo que yo me encargaré hoy – de repente tensó todos sus músculos y se puso en guardia - ¡Es de medir tu destreza en el combate!
- ¿¡Qué!? – respondió el muchacho, alarmado - ¡O-oye! Esto es muy… ¡Espera un momento! ¡Quieres vengarte porque echarte a dormir a la fuerza!
- Bueno, eso también – admitió el hermano mayor como si tal cosa - ¡EN GUARDIA!
Sin más dilación, se abalanzó sobre Simon de un salto y asestó un puñetazo que éste evitó por muy poco, respondiendo con una patada con la que golpeó al pelirrojo en la espalda tras girar a su alrededor, sin embargo y pese a que el golpe llevaba impresa una gran velocidad y casi todas sus fuerzas, el pelirrojo ni se inmutó, lanzando un cabezazo hacia atrás para que el menor lo detuviera con ambas manos y aprovechar para apresar sus muñecas, tras lo que lo alzó y trató de estampar contra el suelo, adelantándose el muchacho a la maniobra y cayendo de pie para responder con otra patada hacia atrás seguida de una nueva patada en salto, usando el movimiento para emplear a su hermano de apoyo e impulsarse, creando distancia entre ambos.
Al aterrizar y darse la vuelta, contempló estupefacto cómo Erik seguía tal cual, sin haberse movido de su sitio en una pose completamente relajada, con la única excepción del pie izquierdo adelantado.
- No está mal – juzgó – pero tienes menos fuerza de la que deberías, se nota que tus músculos necesitan más desarrollo.
Ni se había inmutado.
Ante esto, esta vez fue el menor el que tomó la iniciativa, irritado por la desafiante mirada de su hermano. Apenas estuvo a su altura frenó, evitando así el golpe con el que sabía que Erik iba a contraatacar y atrapando su pierna en mitad de la patada, ante lo que el pelirrojo, sin dar la más mínima muestra de preocupación o sorpresa, saltó y lo golpeó con la otra pierna a través de la defensa interpuesta con su propio brazo, desequilibrándolo y forzándole a soltar la presa para acto seguido recibir un uppercut que lo mandó a volar.
Pero no era tan fácil desembarazarse de él. Picado por una punzada de orgullo durante su elevación, agarró la cabeza de su hermano con los pies y se impulsó hacia delante, arrastrándolo en su maniobra y estampándolo contra el suelo, tratando de rematar con un puñetazo dirigido al estómago que no llegó a buen puerto ya que, antes incluso de que hubiera preparado correctamente el brazo, el pelirrojo levantó la pierna en un ángulo de noventa grados y lo recibió con un rodillazo en pleno rostro para después quitárselo de encima con la otra extremidad.
Ante esto, Simon cayó a su lado sin tiempo de descansar, pues apenas había tocado el suelo cuando se dio cuenta de que Erik bajaba la pierna dispuesto a atraparle con ella. En este momento se inició una extraña y espectacular batalla, donde piernas y brazos de ambos hermanos luchaban y se cruzaban por atraparse mutuamente y así evitar que el otro se levantara, batalla que acabó ganado Erik tras acabar logrando colocarse a horcajadas sobre la espalda de Simon, atrapando su cabeza contra el suelo.
- Así que ésta es toda la batalla que puedes ofrecer ¿eh? – preguntó, con un fingido toque burlón en la voz.
- ¡Cállate! – contestó el menor con fastidio, tratando de no tragar polvo - ¡No hay manera de enfrentarse en igualdad de condiciones a una fuerza como la tuya!
- Eso, Simon, es sólo la teoría – lo corrigió el mayor, con un deje más serio – y la teoría en este caso es errónea. Te he dejado huecos, hermanito, mil huecos para que lograras desequilibrarme, y para una vez que lo logras luego eres incapaz de prever mi siguiente movimiento – se detuvo un momento para colocar la rodilla izquierda sobre la espalda de Simon, que forcejeaba violentamente – una sola mano te hubiera otorgado mi sumisión y tu victoria.
Irritado, Simon trató de agarrar el brazo con el que su hermano le sujetaba la cabeza, a lo que éste respondió elevándola levemente, por lo que, al agarrarlo y tirar hacia abajo para afianzar la presa, se dio a sí mismo un tremendo cabezazo contra el duro suelo.
- Vale, me rindo – aceptó con fastidio, ligeramente mareado - ¿Vamos a hacer algo más?
Pensativo, el pelirrojo miró al cielo.
- No – decidió – tú tienes que ducharte, aplicarte algo de hielo en los golpes y ponerte algo decente para ir a la muestra, y yo tengo que ponerme a seguir tratando de descifrar el tocho de marras. Por hoy ya está bien.
Finalmente se levantó y dispuso a irse mientras Simon, dolorido, se incorporaba. Cuando al fin estaba sentado le lanzó una pregunta.
- Dime – lo llamó - ¿Qué has visto?
Erik abrió la puerta de acceso al edificio y lo miró.
- He visto todo lo que no eres cuando tienes un látigo en la mano – juzgó – descuidado, impulsivo, cegato, alardeas demasiado, observas poco y haces demasiados movimientos innecesarios. Si quieres una opinión personal más allá de lo obvio… - suspiró – trata de aprovechar las batallas venideras para tratar de corregir eso, tienes buena técnica, pero la falta de experiencia te pierde.
Dejándose caer de nuevo al suelo, el chico se llevó la mano a la frente y bufó.
Horas después, a las 18:43 de la tarde, Simon se hallaba en el Louvre, vestido con un fresco traje de chaqueta de color azul oscuro y camisa blanca con corbata gris. Había tenido la suerte de haber podido colarse entre el gentío poco antes de la apertura oficial, y no tardó mucho en comenzar a admirar la exposición, si bien no pudo negar su sorpresa al ver que no sólo estaba comprendida por éstos, si no que una segunda pieza central, no anunciada en el reportaje, coronaba el centro de la estancia: Una escultura a tamaño de real de una hermosa mujer de cabello suelto, desnuda y luciendo dos imponentes alas demoníacas. El lugar parecía imbuido de una singular energía que no lograba identificar, pero que le resultaba particularmente siniestra.
Tratando de fingir que aquello no le perturbaba, continuó recorriendo los pasillos que rodeaban la sala central. Tal y como el título de la exposición, rosas de la vida y la muerte, indicaba, todos los cuadros representaban hermosas flores de diversa índole, algunas de ellas grotescamente deformadas, de hecho no pudo evitar centrar su atención en dos cuadros gemelos que representaban lo que parecía ser, a tenor del tamaño de los cuerpos tendidos a su alrededor, una gigantesca flor cuyo tallo asemejaba una columna vertebral, sus pétalos eran músculos y tendones y su estigma se abría en forma de una gran boca con afilados colmillos.
Con una notable expresión de asco, se dispuso a pasar a la sala centra de nuevo cuando se dio cuenta de que la exposición continuaba escaleras arriba, a lo que no se resistió a ascender y continuar observando, esquivando como podía a periodistas, fotógrafos y ricachones que bajaban de allí, aparentemente decepcionados por algo. Lo que allí encontró en principio no era muy diferente de lo de abajo, por lo que tampoco se extrañó en demasía por las caras de los que de allí procedían, pero le llamó la atención un lienzo enorme, casi titánico, que estaba cubierto por una gigantesca lona; movido por la curiosidad, no pudo evitar pegarse a él y tratar de apartar la tela, ante lo que una dulce voz salida de la nada le detuvo.
- Lo lamento, señor – Simon se dio la vuelta al oírla, encontrando a una bella chica de cabello color café, vestida con un extraño albornoz rosado y ¿botas? Del mismo color – pero esa obra no está expuesta al público, y no lo estará al menos hasta la hora de apertura.
El muchacho la escrutó con atención, por alguna razón aquella mujer le parecía inusualmente bella y despedía un aroma embriagador, al punto de nublar parcialmente sus sentidos.
- ¿Hasta la hora de apertura? – preguntó, tratando de sobreponerse a aquella sensación - ¿Por qué?
- Oh, bueno… – la joven sonrió – Es la pieza central de mi maestro y la mayor atracción de la exposición, será mostrada a todo el mundo cuando dé comienzo la fiesta.
Aquella sonrisa… qué dulzura y sensualidad…
Un momento, aquellos rasgos… ¿no le sonaban de algo?
Lentamente, pero sin desviar su atención de la muchacha, se asomó a la barandilla. Los efluvios lo estaban mareando, pero no era eso lo que quería aliviar, si no sus dudas.
El rostro y aparente fisonomía de aquella asistente eran idénticos a los de la estatua central, estatua que, en aquel momento, ya no se encontraba allí.
Cuando, en su confusión, comenzó a enlazar conclusiones, el estruendo de unas campanadas inundó el lugar, ensordeciendo a todo el mundo.
7…
6…
5…
Se dio la vuelta, el abrigo había desaparecido, mutando en unas gigantescas alas de murciélago y revelando su cuerpo desnudo.
4…
3…
2…
En la casa de los Lecarde, François llamaba apresuradamente a Luis y Erik, sacándolos de sus lecturas, para mostrarles una noticia de última hora que en aquel momento salía en la tele, en emisión especial. La pantalla mostraba el museo del Louvre desde el exterior, con una multitud de gente agolpada a su alrededor, a bastantes metros del edificio, en primera plana una periodista, herida y tratando de ocultar su terror, informaba ante la cámara mientras que al fondo la construcción parecía dañada por lo que parecían ser raíces, lianas y toda suerte de plantas de un aspecto francamente terrible. En un momento en que hicieron zoom sobre el área, se pudo ver cómo estas plantas habían atrapado gente que agonizaba o incluso ya estaba muerta, de las puertas parecía escapar un mar de sangre.
1…
- Tiene suerte, señor – dijo el súcubo, acercándose a un mareado Simon y alzando su mentón para mirarlo a los ojos – El espectáculo está a punto de comenzar, pronto será revelado el cuadro que deseaba ver.
- Tú… lo sabía… - farfulló el joven a duras penas, tratando inútilmente de mantener la consciencia mientras se sujetaba a la barandilla – sabía que esta exposición tenía algo…
Acababan de dar las 19:00 de la tarde.
