Capítulo 37
Al amanecer, tras una noche en la que Sakura no pudo dormir, pues su mente y su cuerpo no paraban de rememorar lo sucedido en el establo con Sasuke, al ver que la lluvia y el viento habían cesado, se levantó de la cama con las ideas claras.
Hablaría con Naruto y Temari. Ellos eran buenas personas. Se llevarían a los niños consigo, y Gilroy, Matsuura y ella se las ingeniarían para regresar al mar. Estaba claro que nunca debería haber salido de allí.
Con el pulso acelerado, se enfundó sus pantalones y, al comprobar que los pequeños continuaban durmiendo, sin dejarse llevar por la pena que le provocaba pensar en separarse de ellos, se dirigió a la habitación de Matsuura y Gilroy.
Una vez allí, los despertó e hizo que Gilroy se quedara al cargo de los niños, mientras ella y Matsuura regresaban al lugar de la catástrofe.
En silencio, cabalgaron hasta donde había estado la carreta y, mirando a su alrededor, la joven susurró:
—Esto es un desastre. Ni joyas. Ni cajitas. Ni enseres personales... ¡Nada!
Ante ellos había árboles que habían sido arrancados de raíz por el fuerte viento, otros estaban tronchados y, en medio de todo aquello, pedazos de lo que un día fue una carreta.
Una vez que se apearon de los caballos y comenzaron a caminar, Matsuura se agachó y recogió unos cacharros rotos.
La joven, al ver las piezas de cerámica que usaban como platos y vasos hechos añicos, suspiró recordando algo que había oído:
—Al final tendré que matar a la gente para utilizar sus cráneos como cuencos para la sopa... Matsuura sonrió.
Él también había oído aquella barbaridad.
Un rato después, tras rebuscar y no encontrar nada que se pudiera recuperar, Sakura cogió del suelo una especie de gurruño y, tras examinarlo con atención, declaró:
—Es Pousi.
—Pero sin cabeza ni brazos —terminó Matsuura.
Horrorizada, soltó la muñeca de inmediato; no pensaba darle aquello a Asami. Se llevó la mano a la frente y murmuró:
—¿Cómo le explico esto a la niña?
Matsuura no dijo nada, sabía lo culpable que aquella se sentía por la pérdida de la muñeca. Entonces vio a Sasuke a lo lejos.
—Tío Matsuura —prosiguió ella agachándose sin percatarse de quién se acercaba—. Soy un puñetero desastre. Nada de lo que hago o propongo sale bien y... y... eso es porque mi sitio no es este, ¡y lo sabes tan bien como yo!
—Sakura... —musitó el japonés.
Pero la joven, metida en su bucle de rabia, insistió:
—No, «Sakura», ¡no! Creí que podría vivir aquí, pero... pero me equivoqué, y lo mejor que puedo o podemos hacer es rectificar.
El japonés, que observaba cómo Sasuke se acercaba, iba a hablar cuando aquella, con una tristeza que le encogió el corazón, susurró:
—Pousi era lo único que Asami y Shii tenían de su madre. De su vida en familia. Y ahora por mi culpa lo han perdido. ¿Acaso crees que esos niños no me van a odiar?
Sasuke, que se había aproximado a ellos en silencio, al oír eso y ver el gesto desolado del japonés, se agachó junto a la joven, que no se había dado cuenta de su presencia, e indicó:
—Shii y Asami nunca te odiarán porque valorarán que salvases sus vidas. —Al oír su voz, la joven lo miró sorprendida y él añadió—: Cuando no tenían nada, cuando estaban solos y abandonados y no tenían a nadie que se preocupaba por ellos, tú los salvaste. Podrías haber mirado para otro lado, haberte marchado y olvidado de ellos, pero no lo hiciste. Los incluiste en tu vida para buscarles una mejor y eso, Sakura Mimura, es lo que a ellos realmente les importará. Pousi es sustituible, pero tú no.
Oír eso hizo que ella parpadeara y, mirándolo con agradecimiento, susurró:
—¿Sabes que lo que has dicho es muy bonito?
Sasuke, que como ella no había pegado ojo en toda la noche, afirmó entonces:
—Tan bonito como tú.
Matsuura sonrió al oír eso. Aquel tipo de lindeza por parte de aquel hombre era lo que Sakura necesitaba y, con disimulo, se alejó para darles intimidad.
Sorprendida por la alabanza del vikingo, ella parpadeó y preguntó:
—¿Qué te ocurre?
—Nada.
—Algo te ocurre —aseguró ella boquiabierta—. Sonríes y me acabas de decir un halago.
Sasuke sonrió, el primer sorprendido estaba siendo él, y musitó:
—Halagar siempre es bonito.
De pronto, sentía ganas de hacer montones de cosas con Sakura, de incluirla en su vida, de hacer planes con ella, pero entonces se oyeron los cascos de unos caballos que se acercaban al galope. Al levantar la cabeza vieron que se trataba de Temari, Naruto y Suigetsu e, incorporándose, Sasuke se apresuró a decir:
—Sakura, en cuanto a lo que ocurrió entre nosotros...
—¡Por todos las barbas mohosas y empapadas de Neptuno! —lo interrumpió ella enfadada—. Ya hemos hablado de ello. ¿O pretendes recordarme tu rechazo continuamente?
—No.
—Pues entonces ¡cállate!
Boquiabierto al verla tan enfadada, Sasuke exclamó:
—Mujer, ¡no me hables así!
Pero ella lo miró y, sin ganas de confraternizar, insistió:
—Lee mis labios: soy una mujer irreverente e irresponsable, ¡te hablo como me da la gana! Y ahora olvida lo que hemos dicho.
Sasuke blasfemó. Olvidar precisamente le resultaba imposible cuando había tomado una decisión. Intentó agarrarla del brazo, pero la joven se soltó a toda prisa. En ese mismo instante Temari llegó hasta ellos, se bajó de un salto del caballo y exclamó mirando a su alrededor:
—¡Qué desastre!
Sakura asintió, y Suigetsu, apeándose a su vez del suyo, indicó dirigiéndose a ella:
—Si quieres puedo pedirles a mis hombres que remuevan el barro para ver si encuentran algo de lo que buscas.
Oír eso a Sasuke lo molestó.
—Ya me ha dicho Temari que no quieres nada con... «nadie» —cuchicheó Naruto acercándose a él.
El vikingo no contestó, y su amigo, azuzándolo, insistió:
—Como ves, pretendientes no le van a faltar.
Sasuke maldijo en silencio. No iba a consentir lo que decía Naruto, y cuando se acercó a Sakura, esta, ignorándolo, se agarró del brazo de Suigetsu y comenzó a hablar con él.
Ver aquello incomodó al gigante pelinegro. Por tonto, por idiota, de repente se dio cuenta de que no lo había hecho bien con ella y, rumiando para sus adentros, no supo qué hacer.
Lo que había tenido con Ingrid se había fraguado lentamente con el paso de los años, nada que ver con lo que estaba ocurriendo con Sakura, que estaba siendo todo muy intenso y acelerado.
Como le había dicho Temari, compararla a ella con Ingrid era un error. Un error que comenzaba a ser evidente también para él.
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Durante horas el grupo estuvo rebuscando entre el barro, pero nada de lo que encontraban se podía salvar o reutilizar. La furia de la tormenta lo había hecho todo añicos a su paso, y cuando finalmente Sakura se dio por vencida, decidieron regresar al hostal.
En el trayecto Sasuke observó que Suigetsu y ella charlaban amigablemente, y verla sonreír por las cosas que decía el ingenioso de Suigetsu lo sacó de sus casillas.
Al llegar al hostal, Suigetsu se excusó y se marchó y, cuando los demás se sentaron a una de las mesas a beber algo, Sakura tomó aire y declaró:
—Temari, Naruto..., me gustaría hablar con vosotros.
En ese instante aparecieron Hashirama y Mito y la joven, al verlos, dijo levantándose para ofrecerles un asiento:
—Tío, tía... También quiero hablar con vosotros.
Matsuura la miró al oírla.
—Shensi..., no lo hagas —terció molesto.
Su tío solo la llamaba «Guerrera» en japonés cuando quería tranquilizarla, y mirándolo repuso:
—Tío Matsuura, ¡ya está decidido!
Al observar el gesto incómodo de aquel, todos querían saber qué ocurría; entonces Temari, sin importarle, en este caso, el gesto incómodo de Sasuke, intervino:
—Sakura, Naruto y yo también queríamos hablar contigo.
Sasuke se tensó al oír eso y se apresuró a decir:
—Yo también quiero hablar contigo.
Hashirama y Mito sonrieron y luego el gobernador cuchicheó:
—Qué comunicativos estáis todos esta mañana.
Sakura, a quien los nervios por lo que tenía que decir la estaban volviendo loca, miró a Sasuke y preguntó con gesto hosco:
—¿Tú quieres hablar conmigo?
—Sí —aseguró el vikingo.
La joven asintió. No pensaba soportar de nuevo su rechazo, por lo que, no dispuesta a darle vueltas a un sinsentido, indicó al ver cómo él daba vueltas al anillo de su dedo:
—Pues tendrás que esperar, porque primero quiero hablar con Naruto, Temari y mis tíos.
Sasuke iba a protestar cuando ella, mirando a Mito, dijo sin pensar en italiano:
—Si ellos dicen que no, espero que tú y Hashirama digáis que sí.
La mujer preguntó entonces también en italiano:
—¿Qué ocurre?
—Lo que ocurre es que necesito vuestra ayuda.
—Desde ya te digo que la tienes —afirmó Mito sin dudarlo.
Sakura sonrió al oír eso, cuando Sasuke quiso saber sorprendido:
—¿En qué idioma estáis hablando?
—Italiano —dijo Hashirama.
—¿Hablas italiano? —preguntó Temari.
Sakura, viendo que había metido la pata sin querer, se disponía a contestar cuando su presunto tío añadió:
—También habla francés y japonés.
—El japonés se lo enseñé yo. —Matsuura sonrió al ver la sorpresa de todos.
Boquiabiertos, todos miraron a Sakura y luego Mito afirmó:
—Aunque ahora le guste vivir en una carreta destartalada, durante sus años en Sicilia, la familia y Matsuura nos encargamos de darle una buena educación a nuestra Sakura.
Todos asintieron sorprendidos. La joven comenzaba a acumular tantas mentiras que recordar, que iba a tener que esforzarse mucho para no olvidarlas; como necesitaba hablar, dijo en gaélico:
—Naruto, Temari, tía Mito, tío Hashirama..., tengo una proposición para vosotros.
—Somos todo oídos —repuso Mito.
Tomando aire, Sakura se retiró entonces su rosáceo pelo del rostro y dijo mirándolos:
—A ver, seré sincera, sois mi única esperanza de que Siggy, Asami y Shii puedan tener un hogar.
—¡Cáspita, muchacha! —musitó Hashirama.
—Vosotros poseéis unas buenas casas y gente a vuestro servicio, ¿no es así? —Ellos asintieron y la joven soltó—: Pues necesito que les proporcionéis el hogar que yo no les puedo dar o, en su defecto, les busquéis unas buenas familias que los críen con amor en vuestro clan.
—Por todos los santos, Sakura, pero ¿qué estás diciendo? —susurró Hashirama.
Oír eso hizo que el tío Matsuura resoplara.
—Habla sin pensar. Si lo hiciera, vería que lo que dice es un gran error.
Sakura lo miró sorprendida. El hombre raramente se metía en las conversaciones, era la discreción personificada, e iba a intervenir cuando él insistió en japonés:
—Esos niños son tu tabla de salvación como tú eres la de ellos. Tu vida puede cambiar por ellos, del mismo modo que ellos pueden cambiar sus vidas por ti. ¿Acaso quieres regresar a lo que tenías? ¿De verdad aún no te has dado cuenta de que...?
—Tío Matsuura, ¡cállate! —siseó Sakura.
Los demás los miraban sin entender, pero Hashirama, intuyendo lo que el japonés podría haber dicho, indicó:
—Imagino que Matsuura solo quiere lo mejor para ti, muchacha. Él te conoce mejor que ninguno de los que estamos aquí. Creo que deberías escucharlo.
Sakura maldijo. Estaba claro que Hashirama y Matsuura se habían unido en sus pensamientos.
—Sakura, tú misma les puedes dar un hogar junto a nosotros en Aberdeen —insistió Mito.
—Evander estará allí —señaló Temari ganándose una dura mirada de Sasuke.
—Sakura —señaló Hashirama—, con nosotros no os faltará de nada y...
—No.
—Pero ¿por qué? —quiso saber Mito.
La joven resopló.
—Vosotros sabéis mejor que nadie por qué.
Todos se quedaron en silencio y a continuación Sakura, sin mirar a Sasuke, que no apartaba los ojos de ella, insistió:
—Solo necesito un hogar para los niños. Solo para ellos. Prometo que hablaré con Shii y Asami para que lo entiendan. Siggy es muy pequeña y se adaptará rápidamente a cualquiera de vosotros.
Naruto y Temari, sorprendidos por aquella negativa a sus tíos, intercambiaron una mirada y luego Sasuke preguntó:
—¿Y tú?
Sakura se retiró el pelo del rostro y preguntó:
—¿Yo, qué?
—¿Dónde entras tú, tu tío y tu hermano en esa proposición? —insistió Sasuke.
Sorprendida, ella miró a Matsuura, que estaba sentado a su lado, y respondió:
—Nosotros no entramos. Los niños se marcharán con vosotros y nosotros desapareceremos.
—¿Desapareceréis?
—Sí.
—¿Cómo que desapareceréis? —preguntó Naruto sorprendido.
Sasuke, que ya estaba cansado de intentar entender a aquella mujer, finalmente dijo:
—Sakura..., ¿qué es lo que escondes?
—A ti te lo voy a decir —se mofó ella.
—Tú respuesta lo confirma, ¡escondes algo! —insistió él.
La joven resopló y, sin importarle lo que pensara, susurró:
—Probablemente.
Los demás se miraron unos a otros; estaba claro que aquella no tenía la menor intención de cooperar para recibir ayuda. Entonces Sasuke, incapaz de callar, reclamó:
—¿Por qué les has dicho a tus tíos que ellos saben mejor que nadie lo que te ocurre?
—A ti te lo voy a decir —repitió la joven.
Desesperado por ver que aquella se había cerrado en banda, el vikingo exclamó:
—Mujer, ¡me desesperas!
Ella sonrió con humor y, cuando iba a soltar una de las suyas, el rubio insistió:
—Si no quieres contarme lo que te ocurre, ¡no lo hagas!, pero cuéntaselo a Temari; estoy seguro de que ella intentará ayudarte.
—Lee mis labios: ¡cállate! —gruñó entonces Sakura, que estaba cada vez más enfadada.
Pero Sasuke, incapaz de callar, añadió:
—Puedo sentir tu miedo a decir la verdad.
Oír eso hizo que Sakura achinara los ojos y, con gesto fiero, respondió:
—Yo no le tengo miedo a nada.
Sin amilanarse ante su gesto ni preocuparse por cómo todos los miraban, Sasuke se levantó de la silla e insistió:
—Mientes.
—¡Que te calles!
—Tienes miedo y...
No pudo decir más. Con una rapidez que a todos los dejó boquiabiertos, Sakura se levantó, se colocó ante él y siseó furiosa mientras apretaba los puños:
—Repite eso y lo lamentarás.
—Shensi! —exclamó Matsuura.
Pero Sasuke repitió sin amedrentarse:
—Tienes miedo.
Fue decir eso y lo que ocurrió a continuación los dejó a todos sin palabras. Enfurecida, Sakura se empinó y le arreó un cabezazo a aquel en la nariz que lo hizo gritar de dolor.
Todos se levantaron horrorizados al ver la sangre de Sasuke correrle por la cara mientras Matsuura susurraba:
—Lo sabía. Es que lo sabía.
Temari y Mito se apresuraron a atender al vikingo, mientras Hashirama, asiendo a la joven del brazo, preguntaba:
—Pero, muchacha, ¿qué haces?
—¿Te has vuelto loca? —protestó Naruto sin poder creérselo.
Todos hablaban, todos opinaban, excepto Matsuura, que la observaba sentado. Y Sakura, consciente de lo que había hecho, viendo a su tío menear la cabeza, se sentó junto a él, se tocó su dolorida frente, que comenzaba a abultarse, y resopló.
—Se me ha ido de las manos.
—Un poco, muchacha..., un poco —convino el japonés.
Horrorizada por lo que había hecho, ella no supo qué decir. ¿Por qué era tan bruta a veces?
¿Por qué le había dado aquel cabezazo a Sasuke?
Enfadado como nunca, el vikingo se limpiaba la sangre, y mirando a Temari siseó:
—Ingrid nunca habría hecho esto.
La rubia asintió, pero repuso:
—Ella es Sakura, no Ingrid.
—El miedo es tu prisión —exclamó él entonces furioso dirigiéndose a Sakura. Oír eso y ver la sangre en su rostro hizo que la joven maldijera en silencio, y el vikingo, sin amilanarse, insistió mirándola—: Tu reacción confirma mis pensamientos. Ocultas algo que te atemoriza, y todos lo sabemos.
La muchacha cerró los ojos y notó la mano de su tío Matsuura cogiéndole la suya. Quizá había llegado el momento de decir la verdad. Pero de nuevo la incertidumbre se apoderó de ella y, volviendo a abrir los ojos, respondió con rabia:
—Cierra la boca de una santa vez si no quieres que me vuelva a levantar y...
—Shensi! —la reprendió Matsuura para que se callara.
Sasuke gruñó enfadado mientras todos se sentaban de nuevo alrededor de la mesa.
—¡Por Thor! La testarudez de esta mujer es agotadora.
—Sí que es testaruda, sí... —Hashirama sonrió.
—Sakura, sé sincera, ¿qué temes? —la apremió Naruto.
—Sakura... —insistió Temari—, no solo Sasuke piensa de ese modo. Yo también.
Hashirama, entendiendo a ambas partes, observaba en silencio. Estaba claro que para que la muchacha comenzara una nueva vida lo primero que tenía que hacer era confiar en las personas que estaban frente a ella.
—Sakura, escúchalos —musitó—. Son tus amigos. Confía en ellos.
Pero la joven, por miedo a lo que pudiera pasar, negó con la cabeza.
—Solo os estoy pidiendo que os hagáis cargo de tres niños..., ¿tan difícil es entenderlo?
—¿Y tan difícil es entender que nosotros solo queremos saber la verdad? —replicó Sasuke.
De nuevo, el silencio se instaló en la mesa. La tensión era más que palpable entre ellos.
—Lo siento —soltó Temari—, pero no cuentes con nosotros para quedarnos con los niños.
Sin dar crédito, Sakura exclamó entonces levantando la voz:
—¿En serio me estáis diciendo que no os podéis quedar con ellos sabiendo que yo no puedo cuidarlos? Maldita sea, ¡son unos niños maravillosos! Pero ¿es que no lo veis?
Matsuura cogió su mano para que se tranquilizase, y Temari, viendo lo nerviosa que estaba, declaró:
—Naruto y yo queríamos proponerte que te vinieras a vivir a Keith. —El japonés y Sakura se miraron sorprendidos y luego la rubia añadió—: Podríais vivir en nuestra casa o en alguna de las casas vacías que hay allí.
—Otra buena opción —afirmó Mito.
Oír eso hizo que Sakura parpadeara; entonces Temari prosiguió:
—En Keith tú misma podrás darles ese hogar que reclamas a los niños y no tendrás que dejarlos. Allí hay sitio para todos vosotros y...
—Pero, Temari —la cortó Sakura a pesar de la emoción que sentía al ver que su nueva amiga y su marido le abrían las puertas de su hogar—, nosotros somos comerciantes..., ¿de qué se supone que vamos a vivir allí?
Naruto, al entender la preocupación de la joven, terció entonces mirando a Matsuura:
—Ese tema podríamos solventarlo una vez que llegáramos a Keith.
—Además —empezó a decir Temari con segundas tras mirar a Sasuke, que terminaba de limpiarse la sangre de la nariz—, allí hay infinidad de hombres solteros que estoy convencida de que estarán encantados de conocerte. —Y, dirigiéndose a Matsuura, cuchicheó—: Y en tu caso, solteras.
El japonés sonrió ante el gesto sorprendido de Sakura, y Sasuke exclamó de pronto:
—¡Ni hablar!
Según dijo eso, todos lo miraron y Sakura, levantándose enfadada, preguntó:
—¿Ni hablar de qué?
Al ver que se ponía de nuevo en pie, todos se inquietaron, y Hashirama indicó mirando a Matsuura:
—Mejor que se quede sentadita.
El japonés asintió con una sonrisa y a continuación Sasuke, sin dejarse amilanar por la mirada de aquella, susurró:
—Ni hablar de todo.
Temari resopló desesperada y luego musitó mirando a su marido:
—Pero ¿es que aquí nunca va a haber un entendimiento?
—Está visto que de momento no —cuchicheó Naruto.
Sasuke y Sakura se observaban en silencio y Hashirama, percatándose del poder de aquellas miradas, añadió:
—Ese «Ni hablar de todo» es demasiado extenso, muchacho. Si intervienes es para ayudar y buscar una solución, no para...
—Cásate conmigo, Sakura —soltó entonces el vikingo.
Según dijo eso, Temari se llevó una mano a la boca y murmuró:
—Ay, Dios mío..., Sasuke.
—Pues parece ser que ya ha llegado el entendimiento —se mofó Naruto.
Sasuke, consciente de cómo todos lo miraban tras lo que había dicho, declaró:
—Tú necesitas un hogar y yo necesito una familia.
—¡¿Qué?! —exclamó Sakura descolocada.
Sasuke, nervioso como en su vida por lo que acababa de decir, insistió:
—Piénsalo. Mi propuesta puede ser algo beneficioso para todos.
Hashirama, complacido al oír eso, y más aún viendo la atracción que existía entre aquellos, terció:
—Muchacho, eso es lo que yo llamo buscar una buena solución.
De inmediato todos comenzaron a dar su parecer, mientras Matsuura, mirando a aquel gigante pelinegro de ojos negros que sabía que a Sakura la había enamorado, se dirigía a la joven en japonés:
—Menudo chichón llevas. ¿Cómo eres tan bruta? —Ella no contestó, y él añadió—: La propuesta del vikingo es la mejor que he oído nunca.
—No digas tonterías —replicó ella mirándolo.
—Te acaba de proponer matrimonio a pesar de que le has dado un cabezazo en la nariz. Sin duda este hombre, además de estar algo loco, siente algo por ti.
—Ese hombre aún quiere a su mujer —dijo ella en japonés.
—¡¿Tiene mujer?!
Rápidamente Sakura le contó lo que sabía y, cuando finalizó, añadió:
—Además, no sabe quién soy en realidad. ¿Cómo reaccionará cuando se entere de quién es mi padre?
—Díselo y lo sabremos.
—¿Te has vuelto loco?
—Confía en él y en los que están aquí. Es la única manera de avanzar en la vida, Shensi.
Pero Sakura, bloqueada al ver cómo todos los observaban, insistió hablando en japonés:
—Tío Matsuura, te acabo de decir que sigue amando a su mujer.
—Pero también me has dicho que ella murió, y te acaba de pedir matrimonio a ti. ¿Quién dice que no te amará?
—Pero ¿te has vuelto loco? ¿Cómo me voy a casar?
Matsuura sonrió.
—Loco estaría si no te dijera que veo en él a un hombre que puede hacerte feliz. Su mirada es limpia, a pesar del enfado que tiene en estos momentos por lo que le has hecho. Eso sí, a tu padre se lo llevarán los demonios cuando se entere.
—¿Cómo me voy a casar si le prometí a mi padre que regresaría con él?
Su tío asintió, sabía lo importante que era para la muchacha cumplir sus promesas, y mirándola indicó:
—Llegado el momento tendrías que hablar con él y hacerle entender que...
—Imposible, ¡no puede ser!
—Shensi, vive el presente. Siempre te lo he dicho.
De pronto, Sasuke, molesto por no entender nada de lo que aquellos decían, gruñó:
—¿Podríais hablar en gaélico para que todos nos enteremos?
Sakura lo miró mal y entonces Naruto lo pinchó acercándose a él:
—Yo me sentía igual cuando Temari y tú hablabais en noruego y yo no me enteraba de nada... ¿A que no es agradable?
Sasuke le dirigió una fiera mirada y, sin amedrentarse por ello, su amigo insistió:
—Intuyo que no te vas a aburrir con... «nadie».
Sakura, que estaba en su mundo por la propuesta de aquel, se levantó de nuevo de la silla y, al ver que todos la imitaban alertas, indicó:
—Tranquilos... No voy a atacar a nadie.
Los demás asintieron y volvieron a tomar asiento mientras veían a aquella alejarse unos pasos.
¿Casarse? ¿En serio Sasuke acababa de proponerle matrimonio? ¿Debía o no decirle quién era?
Llevándose las manos a la cabeza, se alejó un poco más, y Matsuura preguntó dirigiéndose a Sasuke:
—Muchacho, ¿estás bien?
Mientras volvía a limpiarse la sangre de la nariz con la mano, él afirmó con la cabeza, y a continuación el japonés le aconsejó:
—Si quieres que Sakura te escuche, háblale desde el corazón, sin imposiciones ni órdenes. Solo así conseguirás su atención.
El vikingo, tan sorprendido como el resto por lo que había propuesto casi sin pensarlo, asintió, y entonces Sakura, sentándose de nuevo junto a aquellos, gruñó mirándolo:
—Lo tuyo no es normal.
—Te doy toda la razón —se mofó Naruto, que se ganó un pellizco de Temari.
—No hay quien te entienda —continuó Sakura sin apartar la mirada de Sasuke—. Hace unas horas me rechazas..., me dices que nunca habrá nada entre nosotros, ¿y ahora me pides que me case contigo?
—Sí —afirmó él.
Temari, que no cabía en sí del asombro por la propuesta de Sasuke, intervino con un hilo de voz:
—Quizá lo haya pensado mejor...
Oír eso hizo que Sakura la mirase y, con su habitual desparpajo, indicó:
—Pero ¿qué dices?, si este hombre no me soporta.
Naruto sonrió; ver el desconcierto en el rostro de Sasuke era divertido. Entonces Mito, tras mirar a su marido, soltó:
—Si es por eso, tranquila. Hashirama tampoco me soportaba a mí cuando me conoció.
El aludido rio, y Temari intervino tras tomar aire:
—Sakura, pero ¿no ves sus pruebas de amor? —Oír eso hizo que su amiga la mirara y luego la rubia aclaró—: Sasuke te ayuda siempre que... que estás en un aprieto. Y lo último ha sido cuando se quedó bajo la tormenta velando por ti..., y cuando la cosa se puso fea, os salvó.
Sasuke no dijo nada, y Sakura preguntó:
—¿Eso son pruebas de amor?
Temari, sin entender muy bien por qué lo había dicho, afirmó:
—Desde mi punto de vista, sí.
Sakura negó con la cabeza, aquello era una tontería. Y, tomando aire, se dirigió al vikingo, que la observaba en silencio.
—Sasuke, ¿cómo vas a querer casarte conmigo si todo lo que hago es reprochable y... y...? Maldita sea, ¡pero si ni siquiera sabes quién soy!
Él asintió. Entendía su reacción, de la misma forma que entendía el modo en que todos lo miraban. No había parado de contradecirse desde que había conocido a Sakura. Se acercaba a ella para después alejarse. Ese había sido su juego hasta el momento.
—Me gustas —declaró a continuación—, y el cariño que les das a los niños me dice que eres una mujer atenta, entregada y cariñosa. Te he visto saltar de azotea en azotea, enfrentarte a un temporal, maldecir como el peor de los mercaderes, incluso pelear con rateros en la calle... ¿Crees que todavía hay algo de ti que me pueda sorprender?
Sin poder evitarlo, Hashirama y Matsuura sonrieron al oír eso, y Sakura, intentando disimular el malestar que sentía en su interior por lo que ocultaba, repuso:
—¿Y si lo hubiera?
—Es fácil: dímelo —contestó Sasuke.
Verse observada por todos la incomodaba, pero más aún la incomodaba lo que ocultaba.
—Si crees que hay algo importante que Sasuke deba saber, díselo —le pidió entonces Matsuura en gaélico.
—Eso, muchacha. Es el momento —la animó Hashirama, haciéndole saber que tanto él como el japonés y su mujer estarían a su lado pasara lo que pasase.
Sakura resopló. ¿Qué debía hacer? ¿Era buena idea decir que su padre era Kizashi Haruno? ¿Debía poner en peligro a los que quería por un amor no correspondido o mejor debía callar?
El tiempo apremiaba y todos la observaban. Temari, emocionada, musitó:
—Piénsalo, Sakura. La propuesta de Sasuke te proporcionará un hogar.
Con el corazón desbocado, la joven miró al vikingo, a aquel hombre que le estaba proponiendo algo que nunca imaginó que le propondrían.
—Sakura, mi casa es lo suficientemente grande para que podamos vivir todos —lo oyó decir a continuación—, y te aseguro que es un buen sitio para que los niños se críen.
Ella lo miraba sin dar crédito con el corazón a mil. Pero ¿qué le pasaba a Sasuke? ¿Por qué le daba una de cal y otra de arena? ¿Cuánto tiempo tardaría en desdecirse de sus palabras?
Casarse con él era para ella lo ideal, lo que deseaba, pues estaba enamorada de él. Su corazón se había desbocado desde la primera vez que lo había visto. Sin embargo, mirando el anillo que aquel llevaba en su dedo, susurró:
—Pero tú no me quieres.
Sasuke la entendió y, sin percatarse de su frialdad, repuso:
—Quizá no pueda darte amor, pero sí puedo darte un hogar.
Oír eso hizo que todos se echaran para atrás en sus sillas. Aquella no era una buena respuesta, y Hashirama, cabeceando, cuchicheó:
—Muchacho..., así no.
Sakura negó con la cabeza. Ella quería ser amada, querida, idolatrada. No le bastaba solo con ser deseada. Quería amor, complicidad. Necesitaba sentirse única e importante para así poder enfrentarse a su padre e incumplir su promesa de regresar con él. Sin embargo, para Sasuke nunca sería única e importante, sino que siempre estaría Ingrid entre ellos.
Así pues, tomando aire por la nariz, y consciente de que le acababa de dar la excusa perfecta para contestar, declaró:
—Ni hablar. No quiero.
—¿Por qué no me sorprende oír eso? —gruñó Hashirama contrariado.
Sasuke permaneció inmóvil.
Hasta el momento, lo ocurrido con Sakura había sido un juego. Se retaban, se buscaban, se templaban. Lo que había sucedido en el establo aquella madrugada y los sentimientos que ella le había confesado le habían hecho darse cuenta de muchas cosas, pero el juego había terminado y aquello ya no era divertido. Cuando por fin se había decidido a soltar la mano de su mujer..., ¿ella lo rechazaba? Acababa de proponerle matrimonio y ella le había dicho que no delante de todos.
Estaba sin saber qué decir cuando la joven añadió:
—Mi respuesta es no porque yo no comparto corazón, Sasuke.
Él apretó los labios al oír eso, y Temari exclamó azuzándolo:
—Por el amor de Dios, Sasuke, ¿cómo se te ocurre decir que no le vas a dar amor?
El vikingo no respondió. Solo intentaba ser sincero con ella, no quería engañarla.
Entonces Temari, ignorándolo, se acercó a Sakura para hablar con ella.
Naruto, al ver aquello, miró a su desconcertado amigo y cuchicheó:
—No medir tus palabras te ha llevado al desastre... ¡Vikingo tenías que ser!
Sasuke maldijo y, mirando a las mujeres, que hablaban, declaró:
—Solo intento ser sincero y decirle lo que realmente puedo ofrecerle.
Hashirama, que, como todos, estaba siendo testigo de aquel desastre, se dirigió entonces a él:
—Muchacho, un poco de romanticismo en un momento así nunca viene mal. Si quieres conquistar a una mujer has de hablarle con el corazón, no con la cabeza.
Desesperado, el vikingo no sabía qué hacer, y Naruto añadió mirándolo:
—Ingrid murió, Sasuke. Ella es tu pasado y...
—¿Quién es Ingrid? —quiso saber Hashirama.
Rápidamente Naruto se lo contó, y el gobernador, entendiendo muchas cosas, miró a un desconcertado Sasuke y dijo pensando en Mebuki:
—Muchacho, lo creas o no, entiendo lo que es amar a alguien a quien no puedes tener. Pero he de decirte que, aunque a veces uno quisiera volver atrás para cambiarlo todo, hay que seguir caminando para darte cuenta de que lo que en ocasiones el destino tiene para ti puede ser mejor. —Y mirando a Mito, que hablaba con Temari y con Sakura, afirmó sonriendo—: Sin duda, mucho mejor.
—Con Ingrid todo fue pausado, fácil —susurró Sasuke desconcertado—. Y...
—En los senderos más complicados están las mejores recompensas —lo cortó Matsuura.
Naruto y Hashirama asistieron, y el japonés insistió:
—¿A qué esperas para llevártela aparte y hablar con ella? Te lo pondrá difícil. Sakura es así. Pero no bajes la guardia, sé firme y enfréntate a ella. Es la única manera de que te escuche.
Sasuke la miró. Por su manera de mover las manos, la joven parecía muy enfadada.
—Hazle caso —terció Naruto—. Él la conoce.
El vikingo finalmente asintió y, cuando iba a dirigirse a ella, Matsuura lo detuvo.
—Si en algún momento ves que cierra los puños y se empina, échate hacia atrás o volverá a hacerte sangre —le advirtió.
—Pues sí que es bruta nuestra Sakura —se mofó Hashirama.
Naruto rio. Esta vez Sasuke también lo hizo, y luego afirmó:
—Tranquilos. No pasará nada.
Y, deseoso de estar a solas con la joven, se levantó de la mesa, caminó hacia donde ella estaba y pidió tendiéndole la mano:
—Ven conmigo.
—No.
—Sakura, quiero hablar a solas contigo.
—Pero yo contigo no.
Sasuke no se movió. Él también podía ser cabezón. Y ella, molesta, insistió:
—¿A qué estás esperando? He dicho que no.
El vikingo suspiró y, tras un rápido movimiento, se agachó y se echó a la joven sobre un hombro. Como era de esperar, ella comenzó a gritar y a patalear con furia, por lo que Sasuke indicó mirándolos a todos sin dejarse amilanar:
—Estaremos hablando en mi habitación.
—Cuida tu nariz y su frente —insistió Matsuura.
—¡Maldita sea! ¡Suéltame! —gritaba Sakura enfadada.
Aquello era indignante, por menos habría blandido su espada con quien hubiera osado hacerlo. Pero, al mirar a su tío Matsuura para pedirle ayuda, este simplemente se mofó:
—No quiero más chichones.
La muchacha gritó sin poder creérselo y, ante las miradas expectantes de todos con los que se cruzaban, Sasuke la llevó hasta su habitación sin soltarla.
