La Melancolía de este Humilde Presente que Tuvo Lugar

Cinco Meses y Doce Días desde la Última Muerte (Nueve Muertes)

Emilia, solo Emilia. Esa era la primera vez que Subaru escuchaba ese nombre ser pronunciado por los labios de la hermosa chica de cabello plateado. Satella era el nombre que ella le había dado en primer lugar, con la obvia intención de ocultar su verdadera identidad del desconocido chico que había insistido en ayudarla de vuelta, con la excusa de que era su buena acción del día.

Subaru tenía multitud de teorías sobre el porqué Emilia había usado el nombre de la Bruja de los Celos para ocultarle su verdadera identidad. Pero dada la imposibilidad de cuestionar sobre sus razones a la misma Emilia que lo hizo, Subaru nunca podría desvelar por completo la verdad. ¿Y acaso importaba? Al dejar el destino de Emilia en manos de Reinhard Van Astrea, Subaru había optado por un camino en el cual nunca llegaría a conocer a "Satella".

En efecto, había elegido un camino que lo alejaba de la vida de la primera persona que lo asistió en ese mundo. Subaru había desechado un futuro en el que existía la remota posibilidad de que llegara a formar lazos de amistad, y tal vez algo más, con Emilia. Él ya había asumido que solo llegaría a conocer a la enigmática y hermosa chica a través de las noticias relacionadas con la Selección Real.

Era exactamente por ello mismo que Subaru no podía dejar de robar miradas a la chica, mientras Anastasia le mostraba despreocupadamente su mansión. Tener a Emilia tan cerca de él le estaba resulto algo total y completamente surreal; era como estar en un sueño; no, en una pesadilla disfrazada de sueño. Emilia, la catalizadora de tanto dolor, la catalizadora de tanta alegría, la catalizadora de tanto en general…

¿Cómo se suponía que debía actuar alrededor de ella? Él ya sabía la respuesta, y aun así no dejaba de formularse esa pregunta constantemente. Debo actuar como si nunca la hubiera conocido… Era así de simple, él era consciente de esto. Pero era más fácil decirlo que hacerlo. Después de todo, su bendición y maldición tenía la latente capacidad de provocar ese tipo de particularidades.

De manera mínimamente similar a como había ocurrido con Halibel, Subaru retenía recuerdos sobre Emilia en su memoria, pero ella no lo hacía sobre él en absoluto. Él había vivido eventos traumáticos a su lado, y aunque el tiempo y los sucesos transcurridos habían diluido y corroído los sentimientos que había sentido aquel día de su encuentro, el recuerdo de ella aún ardía con fuerza en su mente y corazón. Para ella, él no era más que un desconocido al que había visto por primera vez hasta hace unos minutos.

Anastasia, con Mimi a su lado, había mostrado cada sección de su lujosa mansión a la visitante; incluida la habitación en la que ésta pasaría los próximos días. El recorrido ya había finalizado, y ahora se estaban encaminando al comedor; después de todo, era momento de almorzar; concepto que era extraño para Subaru, que ya se había brincado la primera comida del día.

En silencio, Subaru recorrió los alargados pasillos de la mansión de Anastasia, inseguro de donde posar su mirada. Mientras que las tres féminas que más habían influido en su vida en ese mundo caminaban en la vanguardia del grupo, el pelinegro se encontraba en la retaguardia, acompañado por Julius, Ricardo y Halibel; frente a ellos se encontraban un par de guardias, los dos hermanos de Mimi y Joshua.

Forzándose a evitar mirar a Emilia, buscando así disminuir la incomodidad que sentía, Subaru observó a Tivey y Hetaro. El primero, generalmente, se habría encontrado más cerca de su ama, para así detener a su hermana en caso de que ella se dejara llevar. Sin embargo, ahora tenía las manos llenas con su hermano, que a pesar de todo el tratamiento por el que había pasado, aún tenía problemas para caminar sin ayuda.

Hetaro finalmente era capaz de caminar sin la necesidad de llevar alguna especie de muleta, pero esto solo por periodos cortos de tiempo. Un recorrido por la mansión, aunque no implicara un gran esfuerzo físico, definitivamente lo obligaba a utilizar su muleta y a necesitar del constante apoyo de un tercero. Este tercero, por cuestión de tamaño, solo podía ser uno de sus hermanos, los cuales se turnaban constantemente para llevar a cabo dicha labor.

Subaru en verdad no podía dejar de admirar y envidiar a partes iguales la determinación de Hetaro. ¿Julius creía que él tenía una gran determinación? ¿Es que acaso nunca se había fijado en ese pequeño demi-humano? Si él quería un ejemplo a seguir para su enfermizo hermano menor, debía ser más responsable y fijarse en alguien en verdad inspirador como lo era Hetaro y, por su puesto, sus dos hermanos.

Frustrado, Subaru suspiró pesadamente, para entonces mover nuevamente la mirada. No importaba que ocurriese, sus pensamientos siempre desembocaban en pensamientos de autodesprecio. Él tenía que trabajar en su autoestima, y era consciente de ello, pero el odio que sentía hacía sí mismo estaba tan arraigado en su mente, corazón y alma, que cambiar ese rasgo de sí estaba demostrando ser tan retador como mejorar sus patéticas habilidades de lucha y autodefensa.

Sin ser consciente de ello, mientras todavía estaba pensando en su pésima mentalidad, en su deprimente estado mental, la mirada de Subaru una vez más se arrastró acechadoramente al trío de chicas que caminaba tranquilamente en la delantera del grupo. Sus ojos fueron arrastrados magnéticamente a la chica que tan confundido lo tenía, debatiéndose entre miles de emociones tanto positivas como negativas.

Y cuando finalmente se dio cuenta de que estaba mirando fijamente a Emilia, ya era demasiado tarde. Su comportamiento ya había atraído la atención de la persona con sentidos más afilados de la mansión. "Su-san, ¿acaso conoces a la señorita candidata a la Selección Real de Lugunica?" En esa situación, lo ideal era que utilizara ingeniosamente una mentira para rehuir de cualquier peligrosa conclusión a la Halibel pudo haber llegado, pero su cuerpo le terminó fallando.

Sobresaltado, Subaru miró a su aliado en la sombras, cuya mirada se agudizó aún más tras presenciar la reacción del chico. Maldiciéndose así mismo, Subaru miró hacia el otro costado de Halibel, donde se encontraban Julius y Ricardo. Ambos estaban conversando, y no parecían lo más mínimamente interesados en lo que estaba teniendo lugar entre Halibel y él.

"¿Qué te hace pensar eso?" Preguntó de vuelta Subaru, buscando comprobar la imposibilidad de evadir las sospechas de Halibel.

"Me gustaría decir que mi instinto; eso me haría ver bastante genial." Bromeó Halibel de manos cruzadas, jalando suavemente de las orillas de las mangas de su kimono. "Pero has sido tan obvio que mi simple vista ha sido todo lo que ha hecho falta. No dejas de mirarla, ¿sabes? Lo que no estoy del todo seguro es de si lo estás haciendo a propósito o no. Has estado bastante ido desde que ella arribó a la mansión. Y solo se me ocurre que eso se deba a que te sientes atraído por ella, o a que la conoces de algún lado y no sabes cómo acercártele. Sin embargo, no me parece que tu mirada sea la un hombre embelesado… Así que dime Su-san, ¿tienes pasado con ella?"

¿Acaso tenía que fingir sorpresa ante tal respuesta por parte de Halibel? ¿Valía la pena fingir que no comprendía de que hablaba? Subaru estaba seguro de que cualquier habitante de la mansión se habría percatado de su más que obvia actitud, así que pretender engañar a, posiblemente, la persona más perceptiva de todo ese mundo, sería un completo desperdicio de tiempo y palabras.

Halibel y él ya compartían un secreto, otro más solo sería comparable a esconder la basura bajo la alfombra; una alfombra que, de todos modos, ya poseía kilos de basura oculta bajo su cuerpo de tela. No le diría toda la verdad; y no es como si hacerlo fuera una opción en primer lugar. Una media verdad, una mentira maquillada con pizcas de verdad; cualquiera sería suficiente.

"Ya me conoces, Hal-san, mi pasado está fuera de los límites." Eso es lo finalmente había optado por responder. Su pasado era un misterio, o al menos eso creían aquellos que lo conocían. Nadie parecía dispuesto a creerle que había viajado a ese mundo desde el suyo propio, y que un parpadeo había sido el móvil.

"Vamos, Su-san. Dame algo, lo que sea; míralo como una manera de fortalecer nuestra relación de amistad." Halibel obviamente no se conformaría con esa respuesta, la mirada curiosa en sus afilados ojos era prueba de ello. Sin embargo, Subaru estaba esperando esa clase de respuesta.

"Tú tampoco eres especialmente abierto sobre tu pasado." Le reprochó, sonriendo por dentro al presenciar la incómoda reacción de Halibel, que se alejó ligeramente de él un tanto pasmado. Subaru creyó que esa sería su oportunidad para pensar en alguna historia ficticia de su pasado con Emilia, pero se había equivocado.

"Si no me hubieras estado evitado, te habría contado todo lo que hubiera podido. Así que creo que estás siendo injusto conmigo, Su-san." Él quería replicar, pero era cierto que Subaru nunca le había dado la oportunidad a Halibel de hablarle sobre él. ¿Es que acaso el Shinobi realmente habría sido abierto con él? ¿Habría sido sincero? Esa es una respuesta con la que Subaru no contaba, por lo tanto, pensar en ello no era más que otra pérdida de tiempo. Tiempo con el que no contaba…

"Se podría decir que la conocí, pero ella no me conoce a mí." Incapaz de pensarlo por más tiempo, Subaru dejó salir de su boca cada palabra sin filtro. Si llegaba a cruzar algún límite, la sombra se encargaría de hacérselo saber. "Si le preguntas sobre mí, te dirá que nunca me ha visto en su vida. Sin embargo, ella es la primera persona que conocí en Lugunica e influyó en que terminara donde estoy ahora."

"Nunca se me ocurrió que lo que me dirías resultaría tan trágico." Respondió Halibel, tras unos segundos de analizar lo que acaba de escuchar. "¿Quién eres, Su-san?"

Con una amplia sonrisa forzada, Subaru dio respuesta a la pregunta de Halibel. "Esa es una pregunta que realmente he escuchado muchas veces…" Pero su sonrisa falsa no era capaz de ocultar el desazón que fluctuaba en lo profundo de sus pupilas. " Una que, sinceramente, me estoy cansando de escuchar."

"Hmm… No pensé que ese fuera a ser un tema tan delicado para ti, Su-san…" Murmuró Halibel, sintiéndose, de manera aparente, sinceramente culpable.

"No lo es tanto… Es solo que… Con todo lo que ha ocurrido…" Se sentía abrumado. Subaru, en otras circunstancias, habría estado gustoso de poder hablar de todo aquello que el tabú de la sombra le impedía. Pero debía lidiar con ello por sí mismo, sin el apoyo de nada más que sus propias piernas, debía seguir adelante. Dejar de depender de los demás, aprender a valerse en ese mundo, alcanzar sus metas… Le habría gustado desahogarse, pero no podía… Por ello ser preguntado al respecto le afectaba tanto.

"Supongo que la señorita Anastasia ya te lo habrá dicho en más de una ocasión, y que aun así preferirías escucharlo de ella y no de mí, pero si alguna vez necesitas hablar, desahogarte… puedes acudir a mí, Su-san."

Halibel tenía buenas intenciones, sin lugar a duda era su mejor aliado, su mejor carta. Evitarlo no había sido su mejor decisión, pero aceptar su apoyo tampoco era algo que Subaru pudiera hacer en su estado mental actual. Aun así, rechazar esas palabras de Halibel resultaba tan contraproducente que solo podría considerarse una total falta de ingenio; después de todo, por mucho que le desagradara la idea, Subaru sabía que eventualmente necesitaría a Halibel.

"Si llego a ser capaz de hacerlo, lo haré, Hal-san." Y con ello, su conversación terminó sin realmente llegar a nada; inconclusa. Los demás miembros del grupo seguían sumidos en sus propios asuntos, y su constante intercambio de murmullos con Halibel al parecer no había atraído su atención, por lo que Subaru por fin pudo respirar tranquilamente.


Emilia no se comportaba exactamente como lo había hecho el día que la conoció. Subaru podía decirlo; después de todo, había estado robándole miradas a lo largo del todo recorrido por la mansión, lo que había llevado a una incómoda conversación con Halibel. Ese fatídico primer día en ese mundo, en el que conoció el dolor de morir con sus entrañas cercenadas, Emilia se había mostrado como una chica idealista, al punto de parecer incluso infantil; siempre dispuesta a ayudar a aquellos que parecieran encontrarse en apuros, incluso a costa de sus propios intereses.

Su tono de voz aterciopelado, que recordaba al de la campanilla de un hada, era capaz de incluso apaciguar el alma de la más terrible de las bestias. Sus hermosos ojos violeta, que bien podrían confundirse con las dos amatistas más costosas de ese mundo, transmitían una determinación y valor que solo podía compararse con aquello que Julius decía haber visto en Subaru.

Ella podía seguir siendo descrita con esas mismas palabras, pero Subaru sentía que algo había cambiado, algo era total y completamente diferente. Sus hermosos ojos ya no poseían el brillo capaz de rivalizar con el de las estrellas que había cautivado a Subaru el día de su encuentro, incluso un par de oscuras ojeras podían verse bajo estos. Su cabello plateado parecía encontrarse ligeramente reseco, al igual que su tersa piel.

Subaru no podía decir que Emilia se veía menos hermosa que el día que la conoció, pero definitivamente el aura cautivadora que la rodeaba había perdido parte de su intensidad. Y su físico no era lo único que había cambiado, de hecho, podría afirmarse que era lo que menos había cambiado de ella.

Su tono de voz monótono había sido lo primero que le hizo notar a Subaru que algo había cambiado. Y no tardó mucho tiempo para que Subaru notara en el discurso de Emilia las claras señales del agotamiento; para él, que diariamente se esforzaba en vano por ocultarlas, percatarse de éstas no había sido complicado.

Emilia ya no parecía ser la misma chica testaruda y determinada que había conocido. Algo había ocurrido que la había dejado como una carcasa vacía de sí misma. Las evidencias de una tragedia se encontraban por cada rincón que Subaru observara, y entre más atención les prestaba, más obvio se volvía que algo catastrófico había ocurrido a la facción de Emilia.

Facción de Emilia, porque lo mismo aplicaba con su mucama. Subaru no recordaba haber escuchado su nombre, posiblemente porque ella no se había presentado ante él; solo ante Anastasia y Julius. Contrario a lo que uno hubiera esperado de la empleada de una persona importante como Emilia, la mucama había rechazado acompañar a su ama por el recorrido por la mansión y se había quedado en la habitación que se le había asignado, ubicada cerca de la de Emilia.

Antes de llegar al comedor una conversación había tenido lugar entre Emilia y Anastasia, ésta había ido así: "¿Emilia-san, tu acompañante no almorzará con nosotros?" Esa pregunta había dado paso a un tenso silencio que solo fue perturbado por una respuesta apenas audible por parte de Emilia. "Ella se encuentra muy cansada tras el viaje, lo mejor sería dejarla descansar…" De no haber sido por Halibel, es posible que Subaru nunca se hubiera enterado de este intercambio de palabras. Tras esto, un silencio que todavía se mantenía envolvió la atmosfera alrededor del grupo.

Subaru nunca antes había visto a la mucama sin nombre, pero él se percató tan rápido como cuando posó su mirada en ella, que la chica había pasado por algo terrible. Su apariencia, tan hermosa como uno podría esperar de una mucama de un mundo de fantasía, se veía ligeramente opacada por su expresión de total desidia.

Su cabello corto color rosa, al igual que sus irises, contrastaba con su actitud fría y distante que invitaba a todo aquel que se le acercaba a desaparecer de su vista. Y no es que Subaru nunca hubiera conocido a personas frías antes, simplemente que ninguna había poseído una aura tan pasivo-agresiva como ella. Con su mirada podría matarte, esa era la mejor descripción que Subaru podía asignarle a la mucama.

Emilia y su mucama indudablemente transmitían la sensación de que su facción había pasado por una serie de eventos devastadores; lo que calzaba con aquello de lo que se había enterado respecto a la depresión del benefactor de Emilia. El hombre llamado Roswaal había rechazado al Culto de la Bruja tras superar su depresión, eso es lo que había escuchado. Pero Subaru desconocía los detalles, y en estos debía de encontrarse la respuesta a la actitud de Emilia y la mucama pelirosa.

"… Entonces, Emilia-san… ¿Qué piensas de mi mansión en Lugunica? ¿Está a la altura de la Roswaal-san? Lo que menos desearía es hacerte sentir incomoda ofreciéndote una morada de menores estándares." Súbitamente, Subaru fue expulsado de su tren de pensamientos por el quiebre del silencio que, por varios minutos, se había estancado en la atmosfera de la habitación.

Parpadeando rápidamente, Subaru se forzó a salir del trance en que se había encontrado. Frente a él, como no podía ser de otra forma, tenía a aquellos ojos que tanto habían formado parte de sus pensamientos. Ahora se encontraban sentados a la mesa del comedor principal. La facción de Anastasia se había concentrado en un costado de la mesa y estaba conformada por ella misma, Tivey, Hetaro, Ricardo, Joshua, Subaru y, finalmente, Halibel.

La facción de Emilia consistía en solo ella, pero Anastasia había insistido en que sería descortés que ella se sentara a la mesa aislada de los demás comensales, por lo que había pedido a Julius, que ya conocía a todas sus rivales por la candidatura al trono, y a Mimi, a la que aparentemente le agradaba bastante Emilia, que se sentaran a su lado. La pequeña demi-humana se encontraba la derecha de la medio-elfa, mientras que el caballero estaba sentado a su izquierda. Y Subaru, que estaba sentado a la izquierda de Anastasia, no cruzaba miradas directamente con la pequeña Mimi, sino con Emilia, que casi parecía estar sentada frente a él.

¿Por qué él estaba sentado al lado de Anastasia Hoshin? La razón era los suficientemente simple para que incluso Subaru la comprendiera después de pensarlo un poco. Subaru o, mejor dicho, sus ideas, actualmente eran el mejor activo de la Empresa Hoshin. Él había estado cumpliendo con el pedido de Anastasia, así que los últimos días había logrado asistir a las reuniones matinales de los dirigentes de la Empresa Hoshin y principales "stakeholders" de la Operación Reinvención.

Tal vez Subaru no sabía demasiado de contaduría y negocios, pero lo que había escuchado había sido suficiente para comprender que la Operación Reinvención era un completo éxito comercial para la Empresa Hoshin; superando por mucho a su predecesor, que era el comercio de variados bienes dentro del Área Metropolitana de Comercio Libre de Kyo. Y el éxito de la Operación Reinvención calaba aún más profundo…

Cabía preguntarse, ¿cómo Anastasia Hoshin, una mujer comerciante de Kararagi, había terminado formando parte de la Selección Real, cuyo resultado desembocaría en la siguiente heredera al trono de Lugunica? La respuesta es: porque Julius Juukulius, en medio de una reunión junto a varios representantes de la Empresa Hoshin, incluida su dueña, había decidido probar la Insignia del Dragón en ella.

Julius consideraba a Anastasia una mujer digna del trono de su país, por ello había solicitado a ella el poder ponerla a prueba utilizando la insignia que había sido repartida a los caballeros de la guardia real. Si la joya en el centro de la insignia brillaba, significaba que el caballero estaba ante una candidata a la Selección Real, y su máximo deber sería llevarla ante el Consejo de Sabios. Y así había sucedido.

¿El objetivo de la reunión entre la familia Juukulius y la Empresa Hoshin? Mejorar las relaciones de ésta última con los mercaderes de Lugunica. Anastasia había tenido interés en expandirse en el mercado de Lugunica desde hacía tiempo ya, y por ello se había reunido con una de las familias más importantes e influyentes de la nobleza del Reino del Dragón; sin saber que ello llevaría a su candidatura en la Selección Real.

Anastasia había ingresado a la Selección Real y se estaba disputando el trono de Lugunica, pero aún no conseguía del todo aquello por lo que había viajado al reino. O al menos así había sido hasta el inicio de operaciones de, valga la redundancia, la Operación Reinvención. El éxito del negocio perteneciente a la Empresa Hoshin y la Asociación de Reinvención había conseguido exactamente lo que Anastasia deseaba, y con creces…

Con admiración ardiendo en su pecho, Subaru dejó de lado a Emilia por un momento y se tomó un instante para apreciar el ingenio de Anastasia Hoshin. Si él se encontraba a su lado, no era por una simple decisión de amistad o porque quisiera tenerlo a su lado; ¿aunque tal vez sí? No, si es que algún otro factor entraba en juego, éste sería completamente secundario. Una muestra de poder, dar un golpe en la mesa, poner presión en su adversaria; eso significaba.

Subaru, sus ideas, la Operación Reinvención, su éxito. Anastasia no había perdido la oportunidad para comentar al respecto. Emilia era una rival, incluso una enemiga; las relaciones cordiales entre ellas no cambiarían esto. Y Subaru, sus ideas, sin lugar a duda representaban una enorme ventaja para Anastasia, cuya compañía ahora gozaba de gran prestigio entre el público de Lugunica. ¿Cómo respondería Emilia ante esto?

"Ehmm… Lo cierto es que esta es solo la tercera mansión que visito, así que no tengo muchos puntos de comparación…" Respondió finalmente Emilia, ligeramente avergonzada. Por su puesto, la chica ni siquiera se había percatado de la jugada realizada por su adversaria. "Aun así, comparada con la mansión secundaria de Roswaal, esta es muuucho más increíble. Sobre todo, porque no se siente tan solitaria…"

"¿Más increíble que la mansión secundaria…? Supongo que tendré que conformarme con eso; mientras te encuentres cómoda, yo estaré más que satisfecha." Indicó Anastasia, respecto a la respuesta de Emilia, sonriéndole amistosamente.

"G-Gracias. No sé si me merezco tal atención…" Concluyó Emilia, haciendo una pequeña reverencia en señal de agradecimiento, ¿o era en señal de disculpa? Lo cierto es que resultaba complicado de determinar.

"¡Justo a tiempo!" Exclamó Anastasia de pronto, causando un ligero sobresalto por parte de Emilia. Acorde a lo dicho por la dueña de la mansión, los camareros ingresaron al comedor con diversidad de platos típicos de Kararagi. "Me tomé la libertad de pedirle a mis cocineros que preparan una variedad de las mejores recetas de Kararagi. He escuchado que no conoces mucho del mundo debido a tus… circunstancias, por lo que supuse que probar gastronomía de otro país que no fuera Lugunica podría llegar a ser una experiencia agradable para ti. Espero no haberme equivocado."

Emilia, al escuchar esto, miró con curiosidad el plato de comida que había sido colocado frente a ella. Con sus hermosos ojos violeta, examinó su contenido, para entonces introducir una cucharada de este en su boca. Pasados unos segundos, su mirada se iluminó ligeramente y una pequeña sonrisa se formó en sus labios. "¡Está delicioso, Anastasia-san! ¡Realmente aprecio el gesto!"

Con ello, la atmosfera, que hasta hace un momento mantenía cierta tensión, finalmente se aligeró, y todos los presentes comenzaron a degustar de los alimentos en completo silencio; todos excepto uno. Subaru aún no había comenzado a comer, y esto se debía a que su mente estaba atascada en algo que había dicho Emilia.

"¿Natsuki-kun…?" Anastasia lo llamó, extrañada por la actitud de Subaru; ante lo que él reaccionó. No, Subaru no había reaccionado por las palabras de Anastasia, las cuales habían llegado demasiado tarde. Él no se quedaría con esa pregunta sin responder.

"¿Emilia-sama, puedo hacerle una pregunta?" Pronunció entonces Subaru, mirando fijamente a la chica.

"Emm… Natsuki-kun, ¿verdad?" Preguntó ella, dejando de comer para prestarle atención.

"Puedes llamarme Subaru. Anastasia es la que insiste en llamarme así a pesar de que nos conocemos hace un año." Le contestó Subaru, mirando de reojo a Anastasia, la cual le sonrió socarronamente.

"Es la etiqueta adecuada a la hora de tratar con aliados comerciales." Respondió ella, haciéndole difícil a los presentes el definir si se trataba de una broma o hablaba en serio.

"Y yo que pensaba que era tu empleado." Indicó Subaru, sonriéndole sinceramente. Este pequeño intercambio espontaneo causó una inesperada risa en Emilia, lo que inevitablemente atrajo la atención de todos los demás.

"Je, je, je… Ustedes realmente se llevan bien para ser ama y sirviente." Comentó ella, mirando a Subaru y Anastasia. Comentario que se sumó a aquello que había llamado su atención en primer lugar… La forma de decirlo, es como si ella se llevara mal con su subordinados, pensó él. "Claro, Subaru. Puedes preguntarme lo que quieras."

La forma de decirlo, es como si algo terrible la hubiera forzado a esas circunstancias; por eso estaba a punto de preguntar al respecto. En el fondo sabía que no debía hacerlo, pero realmente necesitaba saber que había sido de Emilia después de dejar su destino en manos de otro. "Emilia-sama, dijiste que habías visitado tres mansiones, y que la mansión de Anastasia supera por mucho a la mansión secundaria de tu benefactor, Roswaal L. Mathers. Pero no mencionaste nada de su mansión principal."

¿Qué clase de pregunta había sido esa? Esto trasmitían los rostros de aquellos presentes. Incluso Anastasia parecía desconcertada por lo que él acababa de preguntar. No solo era una pregunta carente de cualquier sentido aparente, sino que además podía considerarse bastante intrusiva. No es asunto tuyo, es la clase de respuesta que podía llegar a esperarse si llegase a formularse esa misma pregunta a uno de los engreídos nobles con los que no raramente Anastasia se reunía.

"Hmm… Bueno, es cierto. He estado viviendo en la mansión principal de Roswaal desde hace ya varios meses; simplemente no creí necesario hablar al respecto… Pero dado que preguntas, entonces solo puedo decir que ambas mansiones son bastante similares, no sería capaz de afirmar que una sea más increíble que la otra." Aun así, Emilia había respondido a su pregunta sin reprocharle por esto o sencillamente mostrarse molesta; aunque, era cierto que al principio había mostrado sentirse un tanto incómoda. Algo que Subaru simplemente descartó mientras seguía entrometiéndose.

"¿Se mudaron? Si habían estado viviendo en la mansión secundaria, lo que resulta extraño considerando que hablamos de la vivienda de una candidata a la Selección Real, ¿por qué tuvieron que mudar-?"

"¡Su-san! Tú dijiste que una pregunta. " Desconsiderado y ajeno a sus alrededores, Subaru siguió presionando, hasta que finalmente alguien se atrevió a detenerlo. Se trataba de Halibel, que estaba sentado a su izquierda. Fue entonces que Subaru finalmente fue consciente de que tan lejos había llegado, si es que la expresión melancólica en el rostro de Emilia servía como prueba de ello; expresión que causó otra explosión de emociones contradictorias que lo abrumó.

"Lo siento, Emilia-san. Parece que mi empleado se dejó llevar y-" Como era de esperarse de ella, Anastasia no tardó en disculparse por el comportamiento de Subaru, pero antes de poder terminar de hacerlo, como el protocolo social en esas situaciones indicaba, Emilia la interrumpió sacudiendo su cabeza.

"No hace falta, Anastasia-san." Afirmó la medio-elfa de pelo plateado, esforzándose por recuperar la compostura que había perdido debido a la extralimitación de Subaru. "Hacer como si no hubiera pasado; siento que sería deshonrar las memorias de los fallecidos."

¿Fallecidos? Se sintió Subaru tentado a preguntar; aun así, después de lo ocurrido, supo que lo mejor era guardar silencio. Quien habló en su lugar fue si jefa. "¿Hablas de lo ocurrido en el Pueblo Irlam? Julius me informó al respecto, pero la mayoría de los detalles fueron omitidos."

"Eso probablemente haya sido obra de Roswaal. Después de todo, si él hubiera estado más atento… No, disculpa, si hubiéramos estado más atentos, si hubiéramos sido más responsables, habríamos evitado que ocurriera esa tragedia." Decaída, Emilia relató lo sucedido, bajando ligeramente la mirada. "Una asesina… una niña usuaria de mabestias que calza con la misma que atacó a Anastasia-san en Priestella, asesinó con maldiciones a todos los niños de la aldea y a una empleada de la mansión; a la hermana de Ram, mi acompañante. Y sé que su actitud no ha sido la mejor desde que llegamos a la mansión, y por ello quiero disculparme en su lugar, pero ha pasado por tanto…"

"Yo… yo lo entiendo, Emilia-san." Le tranquilizó Anastasia, notando que Emilia una vez más estaba perdiendo la compostura. "Tampoco hace falta que te disculpes, como puedes ver, mis empleados también olvidan protocolos sociales de vez en cuando." Añadió, mirando de reojo a Subaru.

"Aun así…" Murmuró Emilia, antes de levantar de nuevo la mirada. "Fue tanto mi negligencia como la de Roswaal lo que hizo que nos quedáramos en la mansión. Pensamos… O al menos yo creí que si lo hacía, podría ayudar a Ram y a los aldeanos… Pero entonces el Culto de la Bruja atacó, y de no ser porque Roswaal finalmente dejó de lado la depresión en la que misteriosamente había caído, estoy segura de que todos habríamos muerto." Emilia hizo una pausa para recuperar el aire y entonces concluyó su historia. "Muchos habitantes de Irlam murieron, por lo que Roswaal decidió mover a los sobrevivientes al pueblo ubicado cerca de su mansión principal. En la mudanza tuvimos que dejar a una habitante de la mansión atrás, porque se rehusaba a abandonarla, y ello todavía me mortifica." Emilia hizo una pausa más, en la que finalmente se percató de que tanto se había dejado llevar por sus emociones reprimidas. "Lo siento, lo más recomendable habría sido no hablar de ello, pero nunca había tenido la oportunidad de hablar con nadie al respecto y…" La chica hizo otra pausa para tomar aire antes de finalizar. "Siento haber arruinado el ambiente."

"Una vez más, no tienes por qué disculparte…" Afirmó Anastasia, que, para sorpresa de Subaru, parecía un tanto empática por lo ocurrido con su rival. ¿Acaso algo tenía que ver lo ocurrido en Priestella? Subaru se había percatado de que este evento, sin lugar a duda, había alterado enormemente a su jefa… "Pasaste por bastante, y siento que cargas con gran culpa por ocurrido. No te diré si lo que hiciste estuvo bien o mal, eso solo depende de ti misma, nada más quiero señalar que los verdaderos culpables son la asesina y el Culto de la Bruja; ellos son los perpetradores de las tragedias, ellos son los que deberían ser castigados…"

En silencio, y todavía tanto confundido como abrumado por sus propias emociones, Subaru observó el intercambio de palabras. Ya no se sentía en condiciones de seguir hablando, no después de presenciar las consecuencias de su atrevimiento. Aun así, Subaru no podía sacar de su mente la imagen melancólica de Emilia al momento de escuchar su pregunta, y lo confuso que lo hacía sentir. No podía sacar de su mente un par de preguntas cuyo peso emocional estaba aplastando su alma: ¿Había tomado el camino correcto? ¿Podría haber evitado esa tragedia? ¿Cómo se sentía realmente al respecto?