Hola!
Feliz viernes y feliz semana a todxs :)
Al fin nos acercamos a la recta final del fanfic, ya iba siendo hora, jajaja, me cuesta mucho más que antes las revisiones porque incluso revisando me vienen nuevas ideas, espero no desviarme mucho del final original que planteé en mi cabeza xD
Por lo demás todo bien, o casi bien, ando con el hombro derecho un poco jodido, me hice daño y he estado con un chisme de estos para no moverlo mucho y te hace parecer guay (xDD) pero es súper incómodo :S al menos me duele menos y puedo teclear sin problemas, jajajajaja, no ha habido que amputar para solucionarlo xD
Areynor, en realidad en este AU no incluí todos los aspectos de BoTW, sólo algunos que me han ido interesando argumentalmente. Un saludo!
Vivi-ntvg, jajajaja, espero no defraudarte mucho con lo de la familia de Link :S porque a veces pego volantazos con el argumento. Cuídate!
Generala, creo que uno de los quid de la cuestión es justamente saber eso, lo que justifique el comportamiento de Kahen. De todas formas intento huir del tópico literario de "explicar todo al lector como si fuese tonto", es decir, intentaré ir cerrando líneas argumentales dando pistas pero no necesariamente dando explicación explícita a todo, me gusta que los lectores también participen en ese juego. Un abrazo!
Luna de Tabantha, tengo muchísima curiosidad por ver el character development en BoTW II. Esperaría que siguieran dando más profundidad a la historia que conocemos, en fin, espero que si tardan tanto en sacarlo es porque van a sacar otra obra de arte, es lo único que calma mi impaciencia, jajaja. Hay que ver lo cruel que soy, siempre negando el smut que fue prometido… xD Me alegra que haya movimiento en el trabajo, jajaja, buenas vibras!
Linkzel, eso es, eres la única que se dio cuenta (o la única que me lo ha dicho a través de review/comentario) de que el viejo que vimos en el capítulo 36 era el abuelo de Link, jajajaja, creo que dejé algunas pistas para intuirlo pero no estuve segura de ello hasta que leí tu comentario :) A riesgo de ser la persona más impopular del fandom, el Link que menos me gusta de todos es Twilight. Y te había escrito un tocho enorme y larguísimo explicando por qué, pero luego he visto que era demasiado rollo que no venía a cuento ^^U Qué fuerte, ¿tú también dibujas? Estoy rodeada de artistas, jajajaja, por mí encantada si te animas a hacerlo :) Un abrazo, cuídate!
Que paséis feliz semana! Nos leemos!
-Juliet
Valor
Él estaba bastante entusiasmado con su nueva familia, pero al mismo tiempo siguió empeñado en partir hacia la Fuente del Valor lo antes posible.
Propuse que fuésemos al castillo, a dar el parte que padre había ordenado a todos los emisarios, pero él rechazó la idea, quería superar las tres pruebas, unas pruebas peligrosas que ya habían puesto su vida en riesgo una vez.
Así que, a pesar de lo mucho que él había esperado conocer a la familia durante toda una vida, no nos quedamos mucho más tiempo en Hatelia. Tal vez el suficiente para que entrase la primavera, para que Link pudiera comerse toda la comida de la abuela sin explotar (por puro milagro), pero no lo bastante para que sanase su herida del hombro, ni lo bastante para que no lo viese hacer una mueca de dolor si forzaba mucho la pierna.
Ardren y Fridd habían trabajado duro en cortar leña, cazar, ayudar a reforzar la muralla del fuerte de Hatelia... Link estaba protegiendo también a su nueva familia, y a veces lo veía perdiendo la vista en el mar, pensando en la que había dejado atrás.
Estaba diferente.
Más fuerte, seguro de sí mismo, y había una luz distinta en sus ojos, que conseguía desconcertarme, porque era una nueva parte de él que no conocía. Las Fuentes tenían ese poder, y la gente pensaba de forma equivocada que era el rezo en las aguas, o el mismo poder de las Diosas. Pero la fuerza del cambio siempre estaba en el viaje, en lo que llevamos con nosotros, en lo que se nos da en el camino, y también en todo aquello que perdemos o dejamos atrás.
Me pregunté si yo también habría cambiado, bueno, desde luego que lo había hecho, porque ya no era la princesa Zelda Bosphoramus. Pero... tampoco era sólo Zelda del Nido del Águila. Sabía que había algo removiéndose dentro de mí. Por primera vez tenía miedo de verdad por Hyrule. Porque lo que le había pasado a Link en el Monte Lanayru fue causado por una ilusión, pero al mismo tiempo no dejaba de ser tan real como sus heridas, una señal de advertencia. Y cuando la oscuridad atacaba, era imposible proteger a todo el mundo. Deseaba hacerlo, tanto como él, pero había visto que no se puede, que la guerra y las batallas nos arrancan vidas de las manos, y también nos dejan sus marcas, en nuestros cuerpos y nuestras almas.
Me costaba mucho creer en el destino, y en que hay cosas que no podemos controlar, sino que suceden porque así tiene que ser. Link parecía convencido de eso, pero yo no podía. Estaba en contra de mi naturaleza y mi forma de percibir el mundo. Todo podía cambiarse, siempre tenía que haber algo que pudiésemos hacer para cambiar el curso de las cosas. En mis viajes y estudios aprendí que existían reglas, por supuesto, normas y reglas que derivábamos del propio comportamiento que observábamos en la naturaleza: en las plantas, la vida de los animales, en el paso de las estaciones, la erosión del tiempo sobre las cosas... pero siempre, siempre, sucedía algo inesperado y que aún no había sido descubierto ni estudiado, y siempre había cambios que alteraban esas reglas. Es más, la mayor parte de las veces sucedía que al estudiar algo, lo cambiábamos. Así que, no podía creer en la idea de que todo estuviera escrito.
—Mil rupias por los pensamientos de la princesa de Hyrule —bromeó Ardren.
—No es nada, sólo intento descansar del viaje de hoy.
—Estás muy callada —carcajeó —pero me alegro de que sea sólo cansancio.
—Zelda, ¿quieres un poco más de guiso? Hoy ha quedado muy bueno —me ofreció Fridd. Lo acepté, aunque no tenía mucha más hambre, pero él se había esforzado en hacer una de las recetas de su madre y eso le ponía de buen humor.
Impa estaba vendando las manos de Link, al estilo sheikah. Se las protegía así para que sus heridas recientes no volvieran a abrirse, ya que no habían cicatrizado del todo. Por el camino habíamos topado con hordas de monstruos, más de las que me gustaría admitir, y él había vuelto a sangrar, a luchar... había vuelto a dejarse la piel de una manera imprudente que rozaba lo irracional. Me descubrió mirándole y se levantó para besarme en la mejilla y sentarse a mi lado. Así podría meter su cuchara en mi cuenco de guiso tantas veces como le pareciese oportuno.
Respecto a lo de mostrar nuestro afecto mutuo en público... Bien. Él lo llevaba de un modo fantástico y había dejado de esconderse. Yo seguía ruborizándome como una imbécil, aunque no me apartaba ni se lo impedía. Link era muy cariñoso, necesitaba ese contacto como si fuese su manera de asegurar que todo está bien. Y yo necesitaba eso tanto como él, es sólo que... bueno, años de protocolo no se pueden borrar de un plumazo.
Esa noche, salieron de caza. Impa y él. No sé de dónde procedía esa nueva alianza, pero cada vez más eran Ardren y Fridd los que se quedaban conmigo, con cara de pasmarote, lo mismo que yo. Volvieron muy tarde, lo supe porque oí sus pasos chapoteando en el suelo embarrado. Estábamos acampados en el mismo borde del bosque selvático de Farone y conforme más nos habíamos aproximado a ese borde, el calor y la humedad se habían ido haciendo fuertes. Además, la primavera era la época de lluvias, y una densa capa de nubes nacía del mismo corazón del bosque, insuflando toda la atmósfera con su respiración.
Asomé la cabeza por la lona de mi tienda, y vi que Impa y Link venían acompañados por dos lanceros ataviados con ropa escasa, y con piedras y colmillos de animales adornando sus brazos. Debían ser miembros de la tribu del bosque.
—Alteza —Impa se acercó a mí al verme observar el panorama —creí que dormiríais. Os necesitamos, no hablo su dialecto.
Incluso a mí me costaba un poco seguir el dialecto. Era antiguo, y en la tribu llevaban tiempo sin mezclarse mucho con el mundo exterior. Las noticias que me dieron no eran buenas. Hablaban de un veneno o ponzoña, no sabría traducirlo con exactitud, que había vuelto negras las aguas de los manantiales de la fuente de Farone y había terminado por contaminar cada pequeña fuente o arroyo. A los miembros de la tribu no les quedó más remedio que abandonar la selva para buscar agua limpia, y su único destino fue el Este, ya que era la única tierra fértil, al estar rodeados al Norte por la estéril tierra de las colinas y al Oeste por la cordillera de Gerudo. Estos dos iban en busca de agua cuando dieron con Impa y Link. Pregunté por mi hermano, por supuesto, y dijeron que él llevaba semanas intentando romper el encantamiento, pero que las diosas no oían su voz, así que la ponzoña se había extendido cada vez más.
—Es la prueba —dijo Link, una vez nos quedamos los tres a solas.
—Impa, tú estuviste aquí, ¿sabías algo de esto? —interrogué, sintiendo cómo la inquietud me anudaba el estómago.
—No. Las tribus permitieron acampar al príncipe y sus tropas, pero no vi nada extraño ni contaminado en las aguas.
—Debe estar dentro de la fuente, como la otra vez —dijo Link con convicción, mientras pasaba una piedra por el filo de su espada. Otras veces ese sonido me resultaba relajante, ahora me ponía nerviosa.
—Estamos a una jornada del campamento del príncipe Kahen —intervino Impa —mañana sabremos más.
Asentí y acordamos levantar nuestro propio campamento antes del alba.
Avanzar por la selva no era agradable. Había mosquitos y un calor sofocante incluso para ser primavera. Tuvimos que guardar todas las capas y pieles en el equipaje que llevaban las mulas de carga, y los pobres animales parecían tan agotados y sedientos como nosotros. Sudábamos y el pelo y la ropa se nos pegaba al cuerpo, y los tres bárbaros no dudaron en descubrir su torso y vestir con la mínima ropa posible para soportar el calor.
Nunca había viajado sola por la selva, bueno, no tan sola ni libre como ahora, y siempre que lo había hecho había sido a través del camino real, accediendo por el Norte desde la tierra de las colinas. Sin embargo, en el lado Este había infinidad de construcciones en ruinas, columnas con imágenes de bestias y criaturas increíbles talladas, restos de una civilización mucho anterior a la nuestra. Era una zona menos transitada y mucho más virgen, llena de belleza y misterio, un lugar que me habría gustado visitar sin la urgencia que azotaba a mi esposo y a sus dos amigos.
—Ya anotarás más adelante —protestó Link, un par de veces en los que intenté dibujar el grabado de una columna de piedra en mi cuaderno.
—No sé si volveremos a pasar por aquí otra vez.
—Más adelante —gruñó, y dio varias zancadas largas apretando aún más el paso.
Llegamos al campamento de Kahen al caer la noche. Pensé que haría más fresco y... bueno, había bajado la temperatura, pero el ambiente seguía siendo tropical. Los soldados que había allí no tenían buen aspecto. Todos parecían agotados, efecto del calor y la deshidratación, al no tener agua abundante y limpia cerca. Me agaché junto a un arroyo y metí la mano en la corriente. El agua estaba turbia, como si arrastrase una extraña herrumbre, millones de partículas en suspensión. Como si naciese de las entrañas de una tierra oscura y volcánica y no del manantial de aguas limpias y cristalinas donde se ubicaba la Fuente del Valor. Seguramente se trataba de agua ácida, que provocaba vómitos y dolores de estómago o trastornos mucho mayores.
Dos soldados pálidos que tenían el pelo sucio y pegado a la cabeza nos condujeron a Link y a mí ante mi hermano. Los demás se quedaron atrás, buscando un sitio seco donde poder acampar. Impa decidió que fuese en un área algo alejada del resto del campamento, más próxima a la Posta de las cascadas de Farone, un lugar donde había una posada y unos establos para los viajeros. Ni Ardren ni Fridd protestaron al ver que podían descansar al fin, y dar algo de descanso también a los caballos y mulos de carga.
—Link —susurré, mientras caminábamos tras los soldados, algo retrasados para que no nos oyesen cuchichear —deja que hable yo.
Vi la tensión creciendo en su mandíbula y cómo apretaba los puños, buscando serenarse antes del encuentro con mi hermano.
—Él no sabe lo que encontramos en sus aposentos —proseguí, ante su silencio —y si supiese que Gae y yo estuvimos husmeando sería un problema que no puedo explicar de ninguna de las maneras. Deja que hable con él, ahora lo importante es averiguar qué pasa en este bosque, no me parece que sea algo normal y necesitamos entender por qué no ha avisado de esto a padre ni qué diablos está pasando aquí.
Se detuvo en seco y resopló, aunque evitó mirarme directamente.
—Ya te dije que haría cualquier cosa que tú me pidieses.
—Entonces deja que hable con mi hermano —dije, acariciando su antebrazo. Él se destensó un poco, pero no del todo.
—No deberíais estar aquí —dijo la voz de Kahen, a nuestra espalda.
Ambos nos acercamos para saludarle y él nos condujo hasta una tienda grande, en un claro entre varios árboles. No sé cómo era posible, pero dentro de su tienda se estaba algo más fresco y seco que en el exterior.
—Podéis beber agua, esa de ahí está limpia —nos ofreció, dejándose caer en una especie de "trono" que siempre llevaba en sus viajes. Kahen era así desde que yo podía recordarlo.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué ocurre en el bosque? —pregunté.
—Siempre haces lo mismo —dijo, agitando la cabeza —desde que éramos niños. Siempre tienes que meter la nariz en todo lo que hago, como si no me creyeses capaz de resolverlo por mí mismo.
—No es verdad, y no sé a qué viene eso ahora.
—¿Qué haces aquí, Zelda? Sé por seguro que padre te envió a Akalla. ¡A Akalla! Diosas, eso está en la otra punta del mundo. Así que... ¿qué se te ha perdido tan al sur si no es venir a corregir los errores de tu hermano?
—No pretendo corregir nada. Recibimos un mensaje de Impa y luego ella se reunió con nosotros y... —me interrumpí. Kahen no tenía por qué saber nada de lo sucedido en el Monte Lanayru. Miré de reojo a Link y sus ojos tenían el mismo azul del hielo —hemos venido a ayudar.
—¿Has traído más bárbaros? —preguntó Kahen a Link.
—Sólo a mis dos hombres de confianza.
—Bien —resopló —en tal caso descansad y partid mañana hacia el castillo. No es necesario que os quedéis más tiempo. Lo resolveré yo solo. Llevaos a Impa, no sois necesarios.
—No vamos a marcharnos hasta saber qué pasa —dije con firmeza —el agua está contaminada y cada vez va a peor. Kahen...
Se puso en pie y se asomó al exterior de su tienda, para pedir a los soldados que se alejasen. Volvió agitando la cabeza, con condescendencia.
—Está bien, tanto que insistes... —suspiró —hay una oscuridad habitando el manantial de la Fuente del Valor.
—Una oscuridad...
—Al principio quise extinguirla por mí mismo, pero el bosque está contaminado y haga lo que haga, camino durante horas y al final es imposible avanzar hasta el manantial sagrado. Una niebla venenosa cubre el bosque y aturde los sentidos. Así que pedí a mis hombres que fabricasen una larga cadena de cuerda. Pedí que mapeasen un camino seguro hasta la fuente. Sólo regresaron tres de los cinco hombres que envié. Dos de ellos están enfermos y la ponzoña está creciendo alrededor del bosque. He intentado ir yo mismo porque... —se detuvo para estudiarnos —bueno, quería visitar la estatua de la diosa. Pero es demasiado peligroso e inútil, por eso he dejado esto en manos de mis más expertos exploradores. Cada vez consiguen adentrarse más, estamos cerca de resolver este asunto.
—No veo de ninguna manera que estés cerca de resolverlo —espeté, sintiendo cómo el calor ascendía por mi estómago, como otras tantas veces que había discutido con él —más bien creo que la situación ha ido a peor. Hemos visto a dos miembros de una tribu de Farone buscando agua no contaminada porque empiezan a tener problemas de suministros.
—¿Ves capitán Link? Sabía que mi hermana vendría a salvar el mundo, como siempre.
Link no se movió del sitio, ni siquiera pestañeó.
—Mañana iremos a investigarlo nosotros —determiné —Impa nos ayudará. Y si es necesario llevaremos a algún habitante de Farone, alguien que conozca bien la zona.
—Mañana no haréis nada porque sigo estando al mando de esta operación. Soy el príncipe heredero y debéis obedecerme. Padre lo quiso así, al igual que quiso a tu esposo en Akalla y a ti en el castillo... pero ni siquiera fuiste capaz de obedecer en eso.
—Que yo sepa, de todos nosotros soy la que más veces ha obedecido a padre. —era demasiado tarde, ya no podía controlar mi rabia —Parece que ya has olvidado cómo obedecí, aceptando el pago por los errores que tú has cometido, así que no sé de qué demonios me estás hablando.
—Esta conversación está fuera de lugar, está claro que no se puede poner a una mujer al mando de ninguna operación importante. Siempre hacéis lo mismo, lo termináis mezclando todo con sentimientos personales. Márchate y deja que lo aclare con el capitán Link.
—Debes estar soñando si crees que voy a marcharme de aquí. ¿Qué diablos te pasa, Kahen? ¿Qué pasa contigo, en serio? Porque por mucho que me esfuerzo no logro comprenderte.
—Pasa que siempre te entrometes, y estoy harto de ti y de que acapares siempre la atención de padre. Para empezar.
—¿Acaparar yo? Dime qué diablos estoy acaparando, si padre no dudó ni un segundo a la hora de entregarme a mí y a mi dignidad a un extranjero. Me vio morir de terror durante más de una semana y no hizo nada por evitarlo, así que, ¿qué es lo que acaparo?
—Siempre crees que eres la más lista de los tres, te crees más lista que yo y mucho más que Gae. Te crees que eres la única que podría gobernar Hyrule, todos creen que serías una reina justa y magnánima... nada que ver con el joven e imprudente príncipe Kahen.
—Diosas, eres el único que siempre ha hecho lo que le ha parecido, Kahen. Yendo de caza, teniendo tu propia patrulla de caballeros elegidos por ti mismo, los caballos, los torneos, ¡todo! Yo sólo he existido para casarme con un extranjero y a ser posible evitar así una guerra, así que, dime, ¡dímelo a la cara! ¿Qué estoy intentando quitarte?
—¡El poder de las diosas! —exclamó. Y de un manotazo tiró una botella de barro que se hizo añicos en el suelo.
Kahen se quedó traspuesto, con la mirada perdida e intentando en vano serenarse. Me di cuenta de que en algún momento yo había llorado, odiaba hacerlo y mucho más delante de Kahen, pero ni siquiera supe cómo había pasado.
—Link —susurré, acercándome con suavidad. Él estaba rígido y con los ojos de hielo clavados en mi hermano —espérame afuera un momento.
—No me pidas eso.
—Por favor. Deja que hable con él a solas —supliqué.
Suspiró y no sé ni cómo, accedió a dejarnos. Una vez oí sus pasos alejándose un poco, me puse a recoger los fragmentos de la botella rota en el suelo.
—Siento mucho que creas que te estoy robando algo. Siempre he creído que de los tres era la hermana invisible.
—Aún no me explico qué haces con ese bárbaro repugnante —gruñó con la mirada perdida —Podrías haberte quedado en el castillo con padre en lugar de seguirle a Akalla, habríamos arreglado otro matrimonio. Diosas, y mucho antes, podrías haber huido conmigo en el poblado orni. Has tenido muchas oportunidades de escapar y no has movido ni un dedo para hacerlo. Los monstruos nos están invadiendo por culpa de los bárbaros, si tan capaz te crees de arreglar las cosas, ¿por qué no arreglas eso?
—No nos han invadido por culpa de los bárbaros.
Soné firme, pero en realidad... por supuesto Link y su familia estaban totalmente fuera de sospecha, pero había muchos bárbaros y algunos tuvieron que abrir la puerta a los enemigos, tenía que haber culpables en el Oeste. En cualquier caso, no quería darle la razón, menos después de acusarme de querer acaparar el trono o el amor de padre.
—Habría sido suficiente con que me hubieras pedido ayuda a mí, a tu hermano mayor y no al pequeño, y te habría sacado de ese infierno. Lo habría hecho sin dudar para evitar que pagases por mis pecados. En lugar de eso, vienes aquí acusándome como siempre, la princesa perfecta, intentando enseñarme cómo debe ser un príncipe de Hyrule, y echándome en cara que ese bárbaro te violase la noche de bodas cuando sabes lo mucho que me arrepentí de lo sucedido. Te habría demostrado que sí puedo ser el rey de Hyrule que nadie espera. Te habría rescatado, no como padre y Gae. No te habría abandonado a tu suerte y no te habría dado la espalda.
—Lo confundes todo... —suspiré. Me senté a su lado y le agarré las manos —Lo primero que tienes que saber es que Link... en realidad él es como un error. Debería ser como tú dices, alguien sin corazón e interesado que me hubiera tenido atormentada y sometida en su torre, una venganza ante el agravio que sufrió su pueblo. Pero no es así, él es como un error de cálculo, porque resulta que no es nada de eso. Y resulta que quiero a Link y soy feliz con él en lugar de odiarlo, ¿no es increíble? No soy la princesa de Hyrule que imaginas, puede que incluso sea una mala hermana y una mala hija por rendirme así a un posible enemigo. Y no deseo volver con padre, ni que nadie me rescate... no deseo el trono de Hyrule, así que puedes estar tranquilo. Pero... sí te doy las gracias por intentar rescatarme. Si te soy sincera, no pensé que yo fuese tan importante para ti.
Me soltó las manos y se puso en pie, claramente contrariado y más nervioso.
—Te ha confundido la lujuria o vete a saber qué. No tienes experiencia con hombres y por eso te has rendido, pero te aseguro que se te pasará.
—¿Lujuria? —solté una carcajada —Kahen... dime cómo puedo ayudarte, de verdad. Más allá de esta fuente, dime cómo puedo sacarte lo que atormenta tu cabeza.
—El poder de las diosas será mío, y seré el mejor rey que habrá conocido Hyrule. Los bárbaros se rendirán y se someterán a Hyrule, como siempre debió ser. Entonces levantaré una frontera tan poderosa que ningún enemigo osará cruzar desde Ikana. Y si no estás conmigo en este plan, estarás contra mí.
—Está bien, sigue haciendo planes —me puse en pie y me sacudí las ropas —No voy a interferir en nada de eso. Sólo hay una última cosa que quiero preguntar. Y es por qué intentaste matarme.
Al principio pareció sorprenderse, pero soltó una carcajada irónica, que sonó grotesca. Me sentí perpleja, porque estaba enfermo, de verdad, y yo estaba muy lejos de poder rescatarlo.
—Una vez más, eres una ingenua. Y no tengo ni idea de cómo has llegado a esa conclusión, supongo que te habrá ayudado el otro traidor.
—Ni se te ocurra poner un dedo encima a Gae. Él no tiene nada que ver con esto.
—Jamás haría daño a mis hermanos. Estés equivocada en todo o no, eres mi sangre. Yo sólo quería sacarte de allí, de ese nido de enemigos, que padre viese que los bárbaros no son de fiar y que puedo rescatar a mi familia mucho mejor que él. Pero tú te abrazaste a tu enemigo, te aferraste a él en lugar de a la oportunidad de huir y ayudarme a limpiar mi maldito error de una vez por todas.
—Podrías haberme matado, lo sabes, ¿no?
—Mis espías habrían intervenido antes, no seas estúpida. Te habrían hecho llegar el antídoto.
—Kahen, ¿qué es lo que pretendías? —volvieron a saltarme las lágrimas, aunque intenté que no se notase —¿querías salvarme de verdad o querías saldar tu error delante de padre?
—Estoy cansado. Llevamos todo el día trabajando y necesito descansar. Cualquier cosa que necesites se la puedes pedir a mis hombres, pero no se te ocurra acercarte a la Fuente del Valor. Fin de la discusión.
Asentí en silencio y lo dejé allí, incapaz de levantar la cabeza para mirarme a los ojos. Por él mismo, todo lo que había tramado lo había hecho por él, por nadie más. Diosas, ¿qué le había pasado para estar tan perdido y solo? A lo mejor era culpa mía, culpa por hacer más caso siempre a Gae que a él.
Link tampoco estaba de humor, era lo que me faltaba. Estaba ausente y mascullando sus propias conclusiones, que esperaba que no fuesen equivocadas. Echamos a andar en silencio, mientras empezaba a descargar una pesada tormenta tropical sobre nuestras cabezas. Al principio sólo eran goterones de agua caliente, luego empezó a apretar y no tardamos en empaparnos de pies a cabeza.
—¿Fue él? —gruñó, dando zancadas que chapoteaban en el barro.
—Es más complicado que eso.
—Te envenenó con Ojos de la Muerte, ¿sí o no?
—Sí, pero-
—No quiero saber más.
—Link, no te enfades conmigo, por favor. Es lo último que necesito ahora.
—No estoy enfadado.
—No pretendía matarme, tenía sus motivos, egoístas eso sí, pero los tenía y no quería matarme.
—Siempre has tenido esas ideas raras —se detuvo, en mitad del camino. La lluvia caía sobre nosotros, pero no nos importaba —esas ideas raras como "me ha envenenado, pero no es malo" o "no estaba enamorada de él, pero quería casarme con él porque era una buena unión política". ¿Qué hacen con vosotros en este país?
—Nunca he tenido la misma libertad que tú, Link, es un precio que hay que pagar.
—Bien, entiendo lo del precio. Pero acéptalo por lo que es, no me sirve que exculpes a tu hermano ni a tu padre ni a vuestras extrañas costumbres. Nadie debería creer que está bien casarse obligada por ningún motivo, ni creer que no hay que dar importancia a un intento de asesinato si la intención era sólo intimidar, ni intentar tapar con oro el asesinato de una niña.
—¿Crees que apruebo eso? —sentí que las lágrimas volvían a quemarme la cara, eran más calientes que la lluvia que me empapaba —tú también te casaste sin rechistar por obligación. Y aceptaste el oro para tapar un asesinato.
—Pero no lo justifico de ninguna manera. Mira... —suspiró, aún nervioso y molesto —voy a despejarme un poco. Volveré más tarde al campamento, ni siquiera sé si los caballos tienen agua y comida.
—Link, no vayas a la fuente esta noche. Estás nervioso y te molesta lo ocurrido, así que por favor, te suplico que no vayas.
—Voy a ver los caballos.
Siguió avanzando hasta pasar de largo y lo vi perderse cerca de la posta y los establos. Yo volví a nuestro campamento, donde Impa y los demás estaban teniendo problemas para que no se empapasen todas nuestras cosas. Ardren y Fridd cortaron hojas de palmera y de otros árboles para ponerlos encima de las lonas y que así calase menos el agua, y me dijeron que habían intentado alojarse en la posada de la posta, pero estaba ya abarrotada de viajeros y de miembros del séquito de mi hermano.
Por suerte los chaparrones eran bastante habituales, pero no muy duraderos, y a la hora de la cena ya había parado e incluso encendimos un pequeño fuego. No es que tuviéramos frío (para mi desgracia, creí que la lluvia haría que la noche fuese más fresca, pero la humedad lo único que conseguía era atrapar más el calor), sólo fue para calentar la comida. Cenamos en una especie de silencio tenso. No hubo preguntas de nuestro encuentro con Kahen, ni sobre por qué Link prefería estar con caballos que con humanos. Sus hombres lo conocían de sobra y no le dieron la más mínima importancia.
—¿Y bien? —preguntó Impa, tras un largo silencio. Todos estábamos ya descansando alrededor de nuestra lumbre apagada... supongo que es difícil librarse de esa costumbre.
—Mañana iremos a la Fuente del Valor. Deberíamos buscar a algún guía local, ¿te encargas?
—Sin problemas, alteza.
—¿Iremos todos? —preguntó Fridd.
—Sí. Los cinco. Puede ser peligroso así que tampoco puedo imponer que vengáis vosotros dos... pero confieso que me gustaría que no nos separemos.
—Iremos, por supuesto —dijo, con convicción.
Estuvimos algo más en silencio. Era absurdo, no sé qué diablos estaría haciendo Link.
—Bien, esto es ridículo. Voy a traer aquí a Link —dije, poniéndome en pie —no tardaré.
—Seguro, mi señora —sonrió Ardren.
Suspiré de alivio al ver que Link estaba en el establo y no se le había ocurrido irse en mitad de la noche. Eso sí, aún parecía taciturno y se había entretenido en cepillar a los caballos uno a uno. En ese momento estaba centrado en el de Ardren.
—No has venido a cenar —insinué. Sólo me aproximé a una distancia prudencial, y me quedé apoyando la espalda contra un poste de madera del establo. Oí un repiqueteo en el tejado, así que la lluvia había vuelto otra vez.
—No tengo hambre.
—Oh, entonces debes estar enfermo o al borde de la muerte —bromeé.
—Comeré más tarde.
—Vale. Sólo he venido a asegurarme de que todo está bien —me puse en movimiento y lo dejé con su ceño fruncido.
—Moriste de terror durante más de una semana —murmuró a mi espalda. Me detuve para acercarme otra vez.
—Sí. ¿Tú no?
—No lo llamaría terror, más bien enfado. Con mi padre, con el tuyo... con el mundo entero.
—Sabes que lo siento y lo entiendo.
—Jamás te habría hecho daño —dijo, mirándome por primera vez.
—Yo no tenía forma de saberlo. Para mí sólo eras un bárbaro del Oeste.
—Y para mí eras una niña asustada. Por eso me enfadé más cuando te negaste a verme en el castillo. Si me hubieses dado esa oportunidad, a lo mejor habrías visto que no pretendía hacerte daño, se habría terminado tu semana de terror.
—No soy perfecta y me equivoqué, Link —me encogí de hombros —sólo tenía miedo y soñaba con la idea de que todo fuese una pesadilla de la que poder despertarme.
—¿Crees que hice mal por disparar a tu hermano?
—No —me acerqué y le acaricié el brazo desde el hombro hasta la mano. Enganché sus dedos con los míos —creo que Kahen tuvo suerte con tu horrible puntería.
Vi un espejismo de sonrisa en sus labios. Dio un paso y quedamos tan cerca que ya empecé a temblar de anticipación. Odiaba que consiguiese desactivarme con tanta facilidad.
—Voy a perdonar a Kahen —susurró, casi sobre mis labios. Yo cerré los ojos esperando un beso que no llegó, sólo llegó más anticipación y un cosquilleo por todas partes —pero es la última oportunidad que le doy.
—Yo tampoco voy a darle más oportunidades.
—Sólo me queda una pregunta —dijo, y me apartó el pelo tras la oreja.
—Pues no tardes tanto en hacerla.
—¿Estás conmigo por lujuria?
Solté una carcajada enorme, y también él.
—Así que nos has oído con tus orejotas...
—No mucho, sólo eso.
En el fondo era tan tierno... Me acarició y nos besamos, nos besamos como si llevásemos semanas sin hacerlo. Con un brazo me rodeó la cintura y me llevó en volandas hasta el poste de madera desde donde lo había observado. Me apretaba contra él y el poste y cada vez que reducía la presión, mi cuerpo gritaba pidiendo más.
—Bueno... —acerté a decir, librándome un segundo de su boca —puede que la lujuria tenga que ver un poco...
Soltó otra carcajada sobre mi cuello mientras forcejeaba para abrirme la camisa. No le costó mucho, hacía tanto calor que sólo la tenía anudada un poco. Me tocó con cuidado al principio, aunque no tardó en hundir la cara en mi pecho buscando más. Tuve un segundo de duda, era el establo de la posta, pero se trataba de un recinto cerrado, estábamos casi a oscuras y dudaba mucho que nadie apareciese por ahí. Siguió trazando una línea de besos por mi vientre, buscó y se paró en los puntos en los que yo me encogía al sentir su boca. Cuando llegó a la hebilla de mi cinturón se detuvo, pero casi al instante sentí sus dedos dando golpecitos, como si fueran las patas de un animal diminuto manipulando para quitármelo. Estaba tan excitada que no me explicaba cómo un contacto tan pequeño podía hacerme sentir así. Me desnudó y yo cerré los ojos y apreté la espalda contra el poste mientras él seguía agachado, no sabía qué pensaba hacer o tal vez sí, pero ¿ahí en medio? Nada. Cuando abrí los ojos vi los suyos frente a mí, ardiendo. Besó la punta de mi nariz, sólo eso, y hundió una mano entre nuestros cuerpos para luego meterla entre mis piernas y tocarme. Me retorcí de placer con el contacto y gemí tan alto que le hice reír.
—No tiene ninguna gracia —protesté.
—Yo creo que es gracioso, quiero oírlo otra vez.
—Ni hablar.
Movió su mano, sus dedos, no sé el qué, pero me hizo gemir sin querer otra vez, fuerte y sin que pudiera evitarlo. Y lo odiaba por eso.
—Estás muy húmeda ahí abajo.
—Ya lo sé —lo agarré de la muñeca y aparté su mano.
—No me molesta si lo estás, más bien... —dijo, desconcertado, casi con pánico por si había hecho o dicho algo mal.
Antes de que pudiera reaccionar lo acaricié por encima del pantalón y noté cómo se bloqueaba por completo. Incluso abrió la boca para intentar balbucear que no siguiese por ese camino, pero yo conseguí quitarle el cinturón y desnudarle también. Nunca lo había tocado, esta fue la primera vez.
—Bueno... —murmuró, confundido, sin saber qué paso dar.
—No seas bobo, Link —tiré de él para que me besase, y lo hizo, mientras nuestros cuerpos se tensaban aún más con el roce.
—Este es... quiero decir, este no es el lugar que había imaginado para... yacer contigo.
—¿Entonces no vas a seguir?
—Sí, voy a seguir.
Levantó mi pierna enganchándola con su brazo y me agarró fuerte, contra el poste, mientras buscaba cómo encajar conmigo. Sus manos ardían, diosas, estaba pasando, no sabía ni cómo, pero sólo quería que siguiese adelante. Cerré los ojos y pude sentirlo todo, cómo se hundía con facilidad dentro de mí, cómo un alivio me colmaba mientras él se apretaba contra mí hasta adentro, del todo, hasta que no pudo entrar más. Gimió con el primer movimiento hacia afuera, también aliviado y envuelto en esa especie de mareo compartido, era tan suave y tan agradable... no se parecía en nada a lo que recordaba de nuestra noche de bodas, y me encontré deseando más y más. Abrí los ojos un instante mientras él se movía probando y lo vi mirándome, estudiándome mientras lo hacía. Nos besamos con torpeza y unió su frente a la mía.
—Link, más rápido...
Sólo hablaban mis deseos egoístas, sentía que había algo dentro de mí bullendo, como un hormigueo de placer que se iba inflamando, a punto de desbordarse. Quería llegar a ese punto para sólo rozarlo, era contradictorio, así que a veces me apretaba contra él con fuerza, buscándolo, ciega por el deseo, y otras me apartaba para alejar el momento. Él sudaba, casi todo el esfuerzo estaba en él, estaba tenso y duro y mis manos se escurrían por su piel. Tiró de mí elevando sólo un poco más mi pierna y tomó el control. Se movió fuerte y rápido y yo me fui sin poder controlarlo ni un segundo más, temblé de arriba abajo y sentí como si el mundo se nublase a mi alrededor. Lo miré a los ojos y vi un interrogante en los suyos, estaba jadeando, inmóvil.
—Sigue —dije, al ver su desconcierto.
—Pero tú...
—Vamos, sigue —apreté mis caderas contra él, incitándolo.
Siguió un poco más, para mí no era lo mismo, era como si mi cuerpo perteneciese a otro mundo, pero él estaba donde estuve yo segundos antes, y no tardó demasiado en terminar, gimió y después me abrazó, dejando caer el brazo sin fuerza y mi pierna con él hasta el suelo.
—Diosas, Zelda... —susurró.
—No ha sido horrible —sonreí.
—No —me sonrió también, antes de besarme.
En seguida se agachó para intentar ayudar a que me vistiese. Sí, seguíamos en medio del establo, era una buena idea. Fue él quien me subió los pantalones, dejé que me abrochase el cinturón y me anudase la camisa, sus ojos concentrados en dejar el nudo igual a como lo había llevado antes. Sólo entonces se ocupó de sí mismo, pero admito que fue tan agradable sentirle vistiéndome que sólo podía pensar en que me desvistiese para empezar otra vez.
—¿Sabes? Si Kahen vuelve a acusarme de estar contigo por lujuria, ambos sabremos qué responder.
