¡BAM!
Mi hombro se estrelló contra la puerta y la madera barata se agrietó. Metí mi mano dentro y giré la perilla. No sé por qué no solo corrí de regreso hacia mi casa y crucé por el balcón, pero esto parecía más rápido.
Una luz resplandecía por debajo de la puerta de su dormitorio y me dirigí hacia allí. Estaba cerrada también. ¡Mierda!
Pateé la puerta y me deslicé dentro, listo para matar a quien fuera que estaba aquí.
Pero lo que vi me hizo detener, cada pesadilla alguna vez imaginada pasando en frente de mí.
Toneri se puso de pie detrás de una Hinata atada y amordazada sobre sus rodillas, un cuchillo en su garganta.
—No te acerques más —advirtió, empujando el cuchillo lo suficiente para que la sangre floreciera en su cuello y goteara.
Me detuve de golpe y mantuve mis manos en alto.
—Está bien. Solo no la lastimes, y todo esto saldrá bien.
Él inhaló bruscamente, sus fríos ojos fijándose en mí.
—¿Oh? ¿Cómo tú haciéndome daño? —Él apretó su agarre sobre sus hombros, y me observó mientras los ojos de ella se ampliaban.
Quería arrancarle la garganta con mis propias manos. Mi pecho se levantó y sonaba ruidosamente en la tranquila habitación mientras nos enfrentábamos.
—No veo una manera de salir de esto que funcione para ti —dije en voz baja, alejándome de él mientras me volteaba hacia su vestidor.
Él gruñó.
—Yo sí. ¿Crees que puedes tocarme? ¿No sabes quién soy?
Asentí. Oh, yo sabía exactamente quién era. Él había lastimado a mi Hinata.
La miré.
—Va a estar bien, amor. Tengo esto, está bien. Nunca dejaré que nada malo te suceda, ¿lo entiendes?
Ella asintió.
—¡Cállate! ¡Deja de hablar! —me gritó él, sus nudillos blancos, todavía sosteniendo el cuchillo contra la garganta de ella mientras la levantaba y la obligaba a caminar hasta el baño. La empujó dentro y ella cayó al suelo—. Entra ahí hasta que averigüe qué hacer con ustedes. —Él cerró la puerta de golpe y caminó a mi alrededor, su rostro contorsionado en una mueca. Me miró con cautela, fijándose en mi cuerpo.
Me obligué a parecer pequeño, acurrucado en el rincón. Esperando. Él estaba obligado a hacer un movimiento con el cuchillo, y yo tenía que estar listo.
El sonido de las sirenas rasgó el silencio.
Sus ojos salvajes vagaron por la habitación como si buscara el origen del sonido y luego se centró en mí.
—Tú llamaste a la policía. —Él apretó su agarre sobre el cuchillo.
Negué con la cabeza.
—Es una ciudad universitaria. Los policías están por todas partes. Todavía puedes irte y nada malo habrá sucedido. No quiero hacerte daño.
Dios, quería matarlo.
Yo iba a matarlo.
Las sirenas se hicieron más y más fuertes, y él hizo una pausa, su cabeza inclinada hacia el balcón. El destello de luces azules entró por la ventana, y me miró, sus ojos saltando de rabia.
Me lancé hacia él, evitando la mano con el cuchillo.
Caímos al suelo en una maraña de miembros y el cuchillo se deslizó por el suelo.
Puños volaron, en su mayoría los míos, pero algunos de sus golpes conectaron con mis moretones y me estremecí, ondas de dolor en mi cuerpo.
Me lancé hacia él con golpes de palma y puñetazos.
Él podría ser un peleador enloquecido cargado de adrenalina, pero yo era el malditamente talentoso.
Y yo iba a matarlo.
Mis ataques se centraron en su sien. Un golpe de palma a la cara, uno a las costillas, y otro al hígado.
Su cabeza colgaba, tambaleándose como un muñeco roto. Sus ojos se cerraron.
Él estaba fuera.
Exhalé, el sonido de Hinata golpeando la puerta del baño impregnando mis sentidos.
Me limpié la cara, sintiendo el hilillo de sangre. No quería asustarla más de lo que ya había sido asustada. Me puse de pie y miré alrededor buscando algo con lo que atar a Toneri antes de que yo dejara salir a Hinata aquí.
Un dolor al rojo vivo se deslizó por mi pierna. Toneri había despertado, ¿había estado desmayado alguna vez?, y había agarrado el cuchillo y lo clavó en mi muslo.
Rugí, la rabia en mí disparándose a las nubes. La habitación giró cuando me di la vuelta y me lancé encima de Toneri. Estrellé un puño en su rostro. Otro en su ingle.
Oh sí, me gustó el sonido que él hizo cuando ése conectó.
La puerta del baño se derrumbó y el cuerpo de Hinata estaba encima de esta, sus ojos frenéticos mientras me ubicaba. Me reí un poco raro. Supongo que ella la había derribado para llegar a mí.
Ella, ella. Eso era todo lo que importaba. Mierda, no quería que estuviera asustada.
Nada le pasaría nunca a ella. La amaba. Quería estar con ella para siempre. Quería hacer bebés con ella. Quería envolverla en un capullo de amor…
Y justo entonces, las cosas se pusieron nebulosas. Me sentía débil. Mi sangre estaba por todas partes, estancándose en sus azulejos.
Mierda. Espera. Tengo que salvarla.
Debilitándome.
Y todo se volvió negro.
