Hola hermosas, muy buenas tardes, antes de iniciar a leer este capítulo les recuerdo que esta historia al igual que todas mis historias son para mayores de edad (21+) y para las personas que no se sienten incómodas con los temas de contenido adulto y con amplio criterio, esta escrita sin ánimo de ofender, es solo con fines de entretenimiento, así que recuerdo una vez más que es clasificación M, te pido de la manera más atenta y educada posible que si no tienes la edad suficiente para leer por favor retírate, de lo contrario eres bienvenida. Gracias por tu comprensión.
ENTRE CARTAS Y MENTIRAS
ENLACE O UNIÓN
CAPÍTULO 39
Anthony tenía su mirada perdida en los ojos verdes de Candy, cada paso que la rubia daba por el centro del pasillo era interceptado por sus ojos mientras avanzaba lentamente para reunirse con él, sus cortos y lentos pasos acompañados por la música de fondo se escuchaban con un poco de eco en la fina madera que adornaba la cubierta del barco, sus miradas se encontraban fijas diciendo tantas cosas sin necesidad de palabras.
El vestido que usaba Candy era uno verdaderamente sencillo, sin embargo no dejaba de ser hermoso y fino, el corte al estilo princesa hacía gala de su movimiento al ir pasando entre las personas que escoltaban su camino. Anthony la veía como si fuera un verdadero ángel, un ángel que había bajado del cielo en forma de mujer para unir su vida a la de él y convertirlo así en el hombre más afortunado del mundo. Sus cabellos dorados recogidos por encima de su cuello resaltaban ante la poca luz que quedaba en ese día, mientras los rayos del sol iban apagando su brillo, la iluminación propia del barco comenzaba a encenderse para iluminar la ceremonia que ya daba comienzo.
Cuando por fin terminó su recorrido sus manos tomaban las manos de su amada rubia mientras al frente de ellos el sacerdote iniciaba la ceremonia de bodas, ese día por fin unirían su amor ante el creador. Ambos sonreían ilusionados sin perder detalle a lo que sus rostros gritaban en ese preciso momento, su amor sería bendecido por fin y así podrían iniciar su vida juntos, con la promesa de ser siempre fieles hasta que la muerte los separase, con la ilusión y la certeza de que así sería, con la ilusión y el deseo de llegar a ser ancianos al lado uno del otro, amarse, cuidarse, ser el apoyo incondicional el uno del otro y formar una hermosa y bella familia era la ilusión de ambos.
-Estamos reunidos para celebrar ante todos ustedes el enlace matrimonial de esta joven y hermosa pareja. – Decía el sacerdote mientras las miradas de ambos rubios seguía inspeccionando a su contrario. La voz del religioso se perdía entre las olas que se escuchaban de eco al fondo de la bahía, mientras el viento mecía sus cabellos sutilmente.
Anthony había preparado aquella elegante boda en uno de los barcos que había heredado de su padre, su nombre era "Sweet Rose" en honor a su madre y era el barco más grande y elegante que tenía en su amplio lote de barcos, había decidido hacer algo diferente a pesar del desacuerdo que había mostrado la tía abuela, quien quería una boda más grande y ostentosa, digna de uno de los representantes más importantes del clan Andrew, sin embargo esos no eran los planes de Anthony quien quería algo más sencillo a pesar de los cerca de trescientos invitados que habían acudido a aquel barco para unirse a su celebración.
Las luces que adornaban la cubierta así como las rosas que habían llevado directamente de Lakewood formaban un ambiente romántico y cálido, un ambiente que Candy agradecía porque a ella no le gustaba tanto lujo a su alrededor, a pesar de tener que vivir rodeada de él. Anthony la miraba con amor, admirando su belleza bajo la luz de la luna que ya comenzaba a buscar su punto más alto y la luz cálida de los focos, a pesar de ser de noche podría apreciarse la luz en su mirada.
Candy observaba entre los invitados a cada una de las personas que más quería y apreciaba, entre ellas se encontraban Archie junto a Annie quien se dejaba querer y consentir por su novio el cual estaba más atento y más cariñoso que nunca con su prometida, ambos deseando estar pronto en el lugar de Candy y Anthony y comenzar así una familia, bastaba solo una mirada de esa pareja para entender los buenos deseos que ambos auguraban para los rubios. Stear y Patty, quien lucía hermosa con su pequeño abultamiento en su vientre, uno que evidenciaba que estaba esperando bebé, mientras Stear también sonreía viendo a la feliz pareja que escuchaba atenta el sermón que le dedicaba el sacerdote, aquel joven matrimonio era otro de los que deseaban la mayor felicidad del mundo a sus primos, una que ellos ya habían comenzado a experimentar desde el momento que se hicieron uno solo. Albert junto a su prometida, ambos con una gran sonrisa, se notaba que eran felices uno al lado del otro, el patriarca sonreía mientras miraba a Anthony y a Candy lograr por fin el sueño que habían tenido desde que eran unos chiquillos, rogaba porque su dicha fuera tan grande como la de aquellos dos jóvenes que habían logrado su anhelo de hacer esa promesa que toda pareja de enamorados debía pronunciar el día de su boda.
La tía Elroy era otra de las que estaba emocionada con aquel gran evento, a pesar de que ella hubiera querido que se hiciera algo parecido a la boda de Stear y Patty pero con más elegancia y estilo ya que ella había criticado un poco la manera en la que la familia O'Brian había organizado la boda de su nieto mayor, pero Anthony le había explicado más de una vez que no era necesario gastar más, más cuando la guerra amenazaba con llegar a América y los altos costos de los insumos comenzaban a afectar a la mayoría de los habitantes, a pesar de que él llevaba muy bien la administración de los negocios de la familia no quería descuidarse y Albert había estado totalmente de acuerdo con aquella sabia decisión que había tomado, así que no le quedó de otra más que aceptar al número de invitados que citaron para la boda, tenía que reconocer que todo había quedado muy elegante y de buen gusto, a pesar de que era muy pequeño para su opinión.
La señorita Ponny y la hermana María habían ido acompañadas de Tom quienes estaban también en la primera fila representando a la familia por parte de la novia, observando ambas con los ojos llenos de lágrimas cómo su pequeña se convertía en una joven casada, ninguna podía evitar conmoverse al verla vestida de blanco en aquel altar improvisado en la cubierta del barco. Tom veía ambos con una sonrisa, agradecido porque por fin su hermana era feliz recordando los días tan duros que había tenido la rubia a lo largo de su vida, y que por fin ese día parecía que llegaban a su fin, los buenos deseos de aquel noble chico llegaban a la rubia con una sonrisa sincera, atrás había quedado el chico que la molestaba o buscaba la manera de ganarle en todo, ahora era todo un hombre que fuera como fuera siempre estaría ahí para ella, para cuidarla y protegerla si alguna vez fuese necesario, el silencio y una sonrisa de agradecimiento fue lo que los unió por unos segundos.
Neal y Gabriela eran otros de los invitados a aquella celebración, no tanto por el odioso de Neal, sino por la amistad que Anthony tenía con el padre de Gabriela, este había decidido invitarlo y aquel hombre aceptó gustoso, sin embargo no iba solo a aquel evento sino que se llevó al inútil de su yerno y a su hija, quienes comenzaban a ser reconocidos en aquella ciudad, sobre todo porque los negocios que habían comenzado entre Neal y el señor Stwart empezaban a tener éxito, habían inaugurado un hotel en la zona más exclusiva de la ciudad y habían enviado una fotografía a la tía abuela ya que ella no había podido asistir a la inauguración.
El rostro de Candy viajaba lentamente por cada uno de los invitados que asistían a aquella ceremonia, se detenía en el rostro de cada uno recordando con una mirada el momento que se habían conocido o algún pasaje de su vida que los perdía en un recuerdo feliz o nostálgico. Las lágrimas de felicidad de la rubia no eran desapercibidas para el rubio quien le sonreía con ternura ante su gesto conmovido y a la vez tan tierno que ella demostraba.
-Joven Anthony Brower Andrew. – Habló el sacerdote regresando la atención hacía él por parte de ambos. – Acepta usted por esposa a la señorita Candice White Andrew. - Decía el religioso con tranquilidad. Anthony aceptaba a aquella pregunta que le hacían y comenzaba a decir sus votos de amor.
-Yo, Anthony Brower Andrew, te recibo a ti, Candy White Andrew, como mi esposa y me entrego a ti plenamente en alma y corazón y prometo así serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, prometo llenarte de felicidad y esforzarme cada día por ver en tu rostro una sonrisa, prometo convertirme en el hombre que necesites y ser tu apoyo incondicional, pero sobre todo prometo amarte y respetarte todos y cada uno de los días de mi vida. – Respondió Anthony con una gran sonrisa que iluminaba su rostro, mientras colocaba en su mano el anillo que los anunciaría como marido y mujer, sin dejar de observar a su amada, claro que estaba dispuesto a amarla y respetarla, todos y cada uno de los días de su vida, estar a su lado en la salud, en la enfermedad, en la juventud y la vejez, ella era su todo y estaba feliz de aceptar aquel compromiso voluntario que él contraía ese día.
-Señorita Candice White Andrew. – Dijo de nuevo el religioso concentrándose ahora con las mismas palabras para la rubia, quien lo veía con los ojos acuosos por la felicidad que le embargaba en esos momentos. – Acepta usted al joven Anthony Brower Andrew como su esposo. – La mirada de Candy brilló aún más al escuchar aquella pregunta hecha por el sacerdote, una pregunta que si bien era obligada por la tradición su respuesta no era un mero requisito, su respuesta era una que nacía desde lo más profundo de su alma y era pronunciada con verdadero placer y veracidad. La rubia aceptaba con la misma alegría que lo había hecho su príncipe y como él lo había hecho también comenzaba a poner el anillo que le correspondía a él mientras decía sus votos de amor y felicidad para él.
-Yo Candice White Andrew, te tomo a ti Anthony Brower Andrew como mi esposo y mi compañero de vida, para recorrer de ser necesario el mundo a tu lado, para compartir nuestras alegrías y nuestras tristezas, para cuidar de ti en la salud y en la enfermedad, para envejecer a tu lado y serte fiel todos y cada uno de los días de mi vida, convertirme en tu apoyo y en tu aliento para seguir delante de ser necesario y sobre todo para amarte y respetarte mientras mi corazón siga latiendo y de ser posible aún más allá de lo posible. – Las bellas palabras de Candy dejaron a más de uno conmovido, el amor que ella le profesaba a Anthony era un amor infinito y lo mejor de todo era que era totalmente correspondida, las lágrimas en la mayoría de las damas presentes se asomaron a sus ojos, incluso la tía abuela quien siempre aparentaba frialdad se le había removido el corazón en su interior y una lágrima se escapaba de sus ojos, limpiándola disimuladamente para que nadie se diera cuenta de ello.
El sacerdote estaba complacido con el amor que aquella joven pareja demostraba el uno por el otro, siempre se había encontrado con parejas movidas por el contrato de su padres y el amor pasaba a segundo plano, por eso le daba gusto ver cómo aquel par de enamorados se demostraban sus sentimientos sin pena ante los demás, sino que compartían sus emociones confiados uno y otro de que eran plenamente correspondidos. En eso centró la continuación de su sermón.
-Es una alegría ver tanto amor profesado por una pareja que recién comienza a compartir su vida. – Dijo el religioso con una sonrisa satisfecha dirigida a los rubios. – Como sacerdote estoy obligado a realizar la unión de varias parejas que acuden a mí para el inicio de una familia, sin embargo tengo que reconocer que la mayoría de ellos son hechos por acuerdos a conveniencia de las familias y rara vez es por amor como en el caso de ustedes Candy y Anthony. – Decía con genuina emoción al ver en los ojos de ambos el amor y la alegría reflejada en sus miradas. – Me siento muy honrado y profundamente agradecido el haber sido elegido por ustedes para poder bendecir el inicio de su familia, y más el haber confiado para conocer y ser partícipe de su bella historia de amor. – El sacerdote siguió con aquel sermón en donde invitaba a los presentes a dejarse llevar más por los sentimientos y no tanto por los beneficios que podría traer un matrimonio acaudalado, pensamiento que era por muchos aceptado como Albert y Archie quienes estaban completamente de acuerdo con ello, sin embargo había otro sector que solo escuchaba sus palabras como quien escucha al viento.
Ambos chicos besaron sus alianzas entre aquellos juramentos sagrados que ambos pronunciaban, mientras las manos de Candy reflejaban su emoción y nerviosismo al tener un ligero temblor en sus manos, lo que ocasionó que Anthony tomara su mano y la besara con delicadeza para calmar un poco aquella reacción natural de su cuerpo. Candy sonrió ante su caricia y como por arte de magia sus manos dejaron de temblar al sentir que su príncipe acariciaba la alianza sobre su anular y una mirada aún más intensa era dirigida a ella.
-Los declaro marido y mujer. – Fueron las últimas palabras que mencionó el religioso para sellar por fin aquel enlace, provocando que los ojos de ambos volvieran nuevamente al contrario para así terminar con un dulce beso. Anthony se acercó al rostro de Candy para besar con dulzura su frente, tomando su mentón con una dulce caricia, provocando que su piel se erizara involuntariamente por aquel roce recibido de su amado.
-¡Vivan los novios! – El grito que se hizo presente entre los invitados fue avivado por Stear, quien fue el primero en mencionar aquella porra que era dedicada a los rubios.
Ambos recién casados sonreían ilusionados volteando a ver a los demás que también seguían el ejemplo del inventor y gritaban de la misma manera felicitando a los novios mientras varios pétalos de rosas caían sobre ellos para desearles lo mejor en esa nueva vida que emprenderían.
La pareja de novios avanzaba entre los invitados para poder adentrarse al centro de la cubierta y así iniciar su primer baile de casados, el primero de muchos que habría en un futuro.
-Son la pareja perfecta. – Dijo Archie a su prometida, quien reía ilusionada reconociendo que era verdad lo que su novio decía, jamás había visto a Candy tan feliz en toda su vida, ni cuando en su niñez corrían juntas jugando carreras para llegar a la cima de la colina de Ponny o cuando la rubia trepaba a toda prisa sobre las ramas del padre árbol.
-Tienes razón amor. – Dijo Annie con su tímida voz. – Candy y Anthony son el uno para el otro. – Decía segura, feliz y con una gran sonrisa, deseando en el fondo de su corazón que su hermana fuese completamente feliz y que aquella felicidad le durara una eternidad. – Me alegra que por fin hayan logrado estar juntos. – Decía sincera mientras se abrazaba una vez más al elegante chico quien la recibía en sus brazos con mucho amor y dulzura.
-Y tú y yo somos el uno para el otro damita. – Dijo el elegante chico mientras se acercaba a ella para dejar un corto beso en la punta de su nariz, provocando en Annie cosquillas y un estremecimiento en su cuerpo que era imposible de ocultar de aquel joven que ahora estaba segura la amaba verdaderamente.
El inicio del vals se escuchó por todo lo alto de aquel majestuoso barco, las mesas estaban adornadas con finos manteles y con ramos de rosas de diferentes colores cálidos para dar un toque colorido a la blancura de los accesorios. Los músicos tocaban el primer vals que había unido a aquella pareja de enamorados, un vals que si bien había sido otras veces escuchado no era la misma reacción que provocaba en sus corazones cuando bailaban el uno con el otro, sus pasos tan perfectamente sincronizados se mecían en la fina madera de la cubierta como si solamente la rozaran al ir girando alrededor de ella, felices de poder disfrutar una vez más las notas de su melodía.
Cuando llegó la hora del banquete, la pareja principal estaba ubicada en el lugar de honor, mientras los padrinos los observaban para dedicarles un brindis en su honor. Archie fue el primero que se levantó, había sido elegido entre él y Stear para hablar a nombre de los dos.
-Desde niño, siempre crecí escuchando sobre el amor a primera vista, sobre las personas que están destinadas a estar juntas, sobre el honor y el deber entre dos seres que se aman, sin embargo nunca había comprendido realmente qué era lo que esas palabras significaban, hasta que pude ser testigo del amor que surgió entre Anthony y Candy, dos personas que merecen el amor del uno por el otro, dos personas dispuestas a sacrificarse por tal de que el otro sea feliz sin importar sacrificar su propia felicidad. – Decía Archie cada vez más emocionado conforme avanzaba en aquel discurso. – Se dice que todo ser humano tiene la oportunidad de encontrar el verdadero amor pero no todos tienen la dicha de hacerlo, por eso me alegra que dos personas tan nobles, tan fieles y sobre todo tan bondadosas hayan encontrado a la persona que los complementa. – Archie levantó su copa para finalizar aquellas palabras que les había dedicado a sus primos, aquellas que habían surgido de lo más profundo de su corazón y que quiso compartirlas ante todos. – Por la felicidad de Anthony y Candy. – Dijo de nuevo para así apuntar la copa a ambos y recibir su respuesta. Anthony con una sonrisa fue el primero en responder a aquellas palabras que encerraban mucho más que unos simples buenos deseos, aquellas palabras que ambos sabían era un sentimiento genuino que los unía.
-¡Salud! – Respondió la mayoría de la gente con el mismo entusiasmo, levantando cada uno sus copas para brindar por la pareja de enamorados. Candy se sorprendió al probar aquel dulce sabor que se había vertido en su copa y Anthony supo el motivo de su reacción, sonriendo travieso al haber ordenado que les sirvieran a ambos jugo de manzana el cual se camuflaba perfectamente con el vino que habían elegido para su brindis. La rubia pudo entender el motivo de aquel cambio y le sonrió de la misma forma recordando que meses atrás por culpa de una bebida embriagante se había dormido profundamente en una noche muy importante para ambos y esa noche no quisieran ninguno de los dos se volviera a repetir.
Después de las palabras que Archie había dedicado a la pareja, se levantó Albert quien era animado por la tía abuela y por Kristen para que hablara ante la familia. Albert se levantó con una sonrisa obteniendo la atención de los invitados, mientras se acomodaba su traje y esbozaba una hermosa sonrisa que era dirigida a los presentes.
-Hace algunos años mientras estaba oculto de los ojos de la gente, llegaron a mis manos tres extensas cartas de unos jóvenes ilusionados por primera vez, donde me expresaban con inocencia sus deseos, en esas cartas en las cuales los tres me pedían en concreto adoptar a una dulce niña de pecas y ojos verdes. – Dijo Albert con la mirada emocionada al voltear a ver a su "hija" a los ojos, mientras Anthony la observaba enamorado y conmovido porque los ojos de su princesa se comenzaban a aguar de nuevo. – Pero una de ellas sobresalía de las otras dos, ya que en esta se hablaba abiertamente de los sentimientos que esta niña había despertado en su joven corazón, más allá de la inocencia de sus palabras me conmovió la decisión y el arrojo de aquellas palabras tan valientes y determinadas que había expuesto en ella. – Dijo de nuevo volteando ahora a ver a Anthony, quien supo reconocer que hablaba de él. – Anthony nunca tuvo miedo de hablar directamente y de frente sobre lo que había provocado Candy en su corazón y a pesar de su corta edad supo reconocer ese hermoso sentimiento, pidiendo al "tío abuelo" que le hiciera el favor de acogerla en el seno de la familia Andrew..., a pesar de conocer a aquella niña, el motivo que me orilló a adoptarla fue la manera en la que él se expresaba de su dulce Candy, las palabras de amor y de ilusión que ya demostraba a su corta edad fue el motivo que tuve para adoptar a esa pequeña pecosa, el amor que ella había despertado en mi sobrino me avisaba que era una persona digna de convertirse en una Andrew, las cualidades vistas a través de los ojos de una de las personas más importantes para mí me advirtieron que ella sería una representante que llevaría con honor y limpiamente el nombre de la familia. – Albert hablaba emocionado mientras las lágrimas de Candy ya habían abandonado sus ojos y comenzaban a recorrer sus mejillas. – Hoy con orgullo puedo ver que fue un completo acierto el haber tomado aquella decisión a pedido de ellos, porque pude ser testigo del nacimiento de este amor que hoy ha sido bendecido. Con sinceridad quiero desearles a ambos toda la felicidad que se merecen, toda la dicha que existe en este mundo es poca para que ustedes dos la compartan. Muchas felicidades a ambos. – Dijo levantando la copa para brindar una vez más por ellos. Anthony sonrió agradecido a su tío, levantando la copa para corresponder a su sincero discurso. Candy sonrió también mientras se refugiaba en los brazos de Anthony quien la recibió tierno limpiando con besos delicados sus mejillas. Los aplausos no se hicieron esperar por parte de los invitados quienes habían quedado sin palabras por aquel discurso dado por el "padre" de la joven.
-¡Beso! – Gritó Stear de nuevo para evitar que Candy siguiera llorando, a pesar de ser lágrimas de felicidad el inventor deseaba ver una sonrisa en el rostro de la pecosa, quería que todos la recordaran con aquella hermosa sonrisa que un día lo había conquistado a él cuando era un jovenzuelo y no como la llorona que a veces llegaba a ser.
-¡Beso! – Gritaron los demás invitados animados por el grito de Stear, mientras Candy se sonrojaba apenada porque Anthony no lo dudó ni un segundo y raudo y veloz ya estaba con el rostro de su princesa de frente, dándole un dulce y tierno beso para no avergonzarla más ante todos, mientras ella aceptaba tímida aquella caricia que él le proporcionaba con sus labios.
El baile continuó después del banquete y mientras los invitados bebían y bailaban felices disfrutando de la brisa marítima que les regalaba aquel escenario, las horas iban avanzando poco a poco haciendo más vieja la noche, provocando que los novios comenzaran a dirigirse a un costado de babor disimuladamente para así abordar un yate que los estaba esperando para iniciar así su luna de miel. Nadie sabía que aquella pequeña barca que esperaba a la pareja de enamorados quienes ansiosos e ilusionados se dirigían despidiéndose solamente de Albert, ya que de los Cornwell ya lo habían hecho porque ellos habían sido los cómplices en aquella idea que había surgido de la mente del rubio, quien deseaba llevarse a su princesa a bordo de aquel yate que esperaba a unos cuantos metros hasta las costas de Nueva York, donde de ahí zarparían al recorrido que tenía por el mundo con su princesa, aprovechando que Albert se quedaría el tiempo que él se pasaría viajando junto a su ahora esposa.
El pequeño bote que estaba anclado al elegante barco fue abordado por la joven pareja ayudados por el capitán del barco y dos de los oficiales de cubierta quienes ayudaban a la novia a subir de manera segura hasta la barcaza que los llevaría hasta el yate que los esperaba a un lado de la bahía. Anthony como siempre era el que más cuidado ponía a cada paso que daba su rubia, mientras Candy lo observaba temerosa por aquella escalera que tenía que descender para llegar al lado de su amado, sin embargo a pesar de su cuidado era la única manera que tenían de pasar desapercibidos para el resto de los invitados.
El capitán del Sweet Rose comenzaba a dirigir al oficial que los llevaría hasta el yate, mientras el joven remaba directo al yate que los esperaba en la discreción de la noche. Una vez en el yate la barca se alejó nuevamente para volver a tomar su lugar en el trasatlántico que había dejado atrás minutos antes.
Candy observaba con una sonrisa aquel gran yate que sería el encargado de llevarlos hasta Nueva York para tomar el barco que los llevaría dentro de cuatro días rumbo a su luna de miel, sin embargo en aquel yate iniciarían su aventura de una vez.
-¿Te gusta? – Preguntó Anthony a la rubia con un sonrisa traviesa al ver que la chica lo miraba con un brillo muy especial en sus ojos. Candy se abrazó al cuello de su amado para responder con una acción más interesante a su pregunta.
-Solo tengo una duda. – Dijo traviesa a su amado.
-¿Qué duda amor? – Preguntó el rubio sosteniéndola firme por la cintura.
-¿Dónde está mi equipaje? – Preguntó de nuevo Candy, ya que ella había dejado en la habitación de la mansión de su amado todo lo que necesitaría para emprender según ella al día siguiente su viaje rumbo a Nueva York. Anthony la observó con travesura mientras pasaba por sus labios su lengua para humedecerlos por lo secos que los sintió de pronto en ese momento.
-Creo que no me molestaría para nada recorrer nuestro camino hasta Nueva York de esa manera. – Dijo coqueto mientras Candy lo miraba con cierta inconformidad y travesura en sus ojos, mientras Anthony reía travieso a su manera de mirarlo. Después de haber reído un rato y creer que no era tan mala idea lo que había dicho pudo decirle a su amada lo que había sucedido mientras ellos tomaban los votos en el barco. – James se encargó de enviar todo lo que dejaste en tu habitación, así como mi equipaje hasta el yate, además si necesitamos algo más podremos adquirirlo en nuestro viaje. – Dijo sin dejar de abrazarla.
Anthony la llevó a recorrer el yate el cual no era muy pequeño, al contrario era un yate bastante grande para ellos dos.
-¿Dónde está el capitán? – Preguntó la rubia cuando habían terminado su recorrido por todos los rincones del lugar y se daba cuenta que eran los únicos pasajeros en el pequeño barco. Anthony sonrió travieso y se colocó una gorra de capitán que estaba dentro de la cabina del yate.
-A sus órdenes madame. – Dijo con un reverencia y besando su mano para indicarle que él sería el encargado de dirigir el barco a su destino.
-¿De verdad? – Preguntó Candy sorprendida observando a su ahora esposo con aquel accesorio en su cabeza, uno que le hacía ver verdaderamente guapo. Anthony asintió.
-De verdad amor. – Dijo guiñando un ojo a su amada. - ¿Confías en mí? – Preguntó con aquella sonrisa capaz de derretir los polos.
-Siempre. – Dijo con una gran sonrisa plasmada en su rostro, besando sus labios para demostrarle lo mucho que confiaba en él.
La dirigió al camarote principal en donde podría cambiarse por fin de aquel largo vestido que aún llevaba puesto ya que no le había dado tiempo de cambiarse de ropa, mientras él iba de nuevo a la cabina para poner las coordenadas que debería seguir para iniciar su rumbo.
Candy observaba aquel amplio camarote del barco, en el cual estaban sus cosas y sobre la cama yacía un camisón de noche el cual usaría en aquella su noche de bodas, su rostro se sonrojó al ver que era demasiado ligero para su gusto y más cuando pensaba ante quien se mostraría, no era como si él no la hubiera amado antes y haberla visto como Dios la trajo al mundo, pero tenía meses que no habían vuelto a compartir una noche y la vergüenza se presentaba en su cuerpo de nueva forma. Entró al cuarto de baño para quitar con cuidado su enorme vestido, el cual dejó a un lado del vestidor, se quedó solamente con un corpiño y el calzón abombado que llevaba bajo sus ropas, mientras se cubría por encima de ellos con el fino encaje del cual estaba hecho la bata de noche, podía advertirse a través de los pequeños orificios del encaje lo blanco de su piel, sus largas piernas y un delicado pero sugestivo escote que realzaba sus senos el corpiño.
Salió del compartimento de baño y se acercó al espejo de cuerpo completo que adornaba el camarote para apreciar su reflejo, se dedicó a soltar sus rizos lentamente, sacudiéndolos para que sus largos cabellos se acomodaran cual cascada a lo largo de su cuerpo, se retiró las joyas que habían adornado su cuerpo para la ceremonia, se había descalzado sus pies para poder descansar un poco de aquel tacón que había llevado desde muy temprano.
-Adelante. – Dijo Candy con un tono algo nervioso en su voz al escuchar que su amado acudía al camarote para compartir por primera vez aquel espacio con su ahora esposa.
Anthony abrió la puerta con el mismo nervio que tenía la rubia, pero con más ansias que antes por saber la experiencia que lo esperaba detrás de esa puerta, tenía tiempo anhelando volver a zambullirse en la calidez de su refugio. Sus miradas se encontraron nuevamente y el fuego de la pasión fue encendido una vez que Anthony posó su mirada sobre su cuerpo, el cual fue recorriendo poco a poco mientras bajaba con lentitud y recorría sus atributos.
El rostro de Candy lucía totalmente enrojecido, no era por la pena o por la vergüenza que tenía en el momento, sino se había encendido por la mirada que sentía cargada de deseo sobre ella, una mirada que reconocía plenamente en su amado y que le anunciaba el preludio del inicio de aquella noche de amor.
Anthony caminó con pasos lentos hacia ella, se había despojado de su saco y su corbata, vestía solo su camisa y sus pantalones negros, iba descalzo y con su camisa desfajada a medio abrir, listo también para iniciar la danza de amor junto a su amada quien lo veía enamorada, advirtiendo que era un hombre demasiado sexy el que se acercaba a ella en esos momentos. Anthony, su Anthony aquel chico que amó siendo un jovenzuelo y que en esos momentos era ya un completo hombre, su hombre y ella su mujer. Una vez cerca de ella jaló con sutileza el listón que permitía que aquella bata de encaje permaneciera cerrada, descubriendo con cuidado aquella perfecta anatomía que ya necesitaba volver a sentir. Entrelazando su mirada azulada a la de ella para perderse una vez más en el brillo de sus ojos.
Continuará…
Y como dijo la hermosa Julie-Andley-00, "Hasta que les hizo justicia la revolución" jajajaja Aquí está hermosas otra actualización para culminar dentro de poco con la historia, ya falta poquito para terminar no se desesperen.
Denisse Treviño, Sabía que ibas a sufrir con el regreso del patriarca pues, por eso lo tenía bien guardadito porque andaba de coscolino con la arquitecta pues, por eso no decía ni pío el condenado, pero pues tenía que llegar a la boda ni modo que no asistiera, pero no te preocupes no haré mucho aspavientos con eso porque yo tampoco estoy de acuerdo con que ande de impulsivo jajajaja. Te juro que si puedo hacer que una regia lo conquiste jajajaja. Pobre yo que lo quería hacer feliz. ¿Quién no caería en la labia de Anthony? digo con esa carita tan bella e inocente... yo! jajajaja. Gracias por dejar tu comentario hermosa y sobre todo por leer.
Julie-Andley-00, Hola hermosa, ambos conocen el lado flaco de la matriarca y se aprovechan jajaja creo que yo hubiera caído igual y aunque me diera cuenta me haría de la vista gorda jajaja. Creo que yo también y la verdad pienso que hubiesen pasado muchas dificultadas para poder estar juntos, porque las Leagan y la tía abuela continuarían haciendo de las suyas para que ellos se alejaran, porque a pesar de que él no se dejaba era tan solo un chiquillo y la tía abuela una vieja mañosa. Gracias por leer y comentar amiga, te mando un fuerte abrazo.
TeamColombia, Hola bellas señoritas, señoras, espero que con este capítulo las haya dejado un poquito más tranquilas y sobre todo que les haya gustado esta boda marina que armé. Gracias por leer y dejar su comentario, les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes. Saludos y bendiciones hermosas.
Mayely León, Hola amiga, aquí te cumplí un deseo, los rubiecitos revoloteando todavía tienen que esperar un poco, hace falta que los armen para que puedan salir a correr jajaja Espero que te haya gustado el capítulo ahora sí te aviso que son 45 capítulos de esta historia, la más larga que he escrito, Santo Dios! espero que no me reclamen. Gracias por leer, te mando un fuerte abrazo.
Carolina Benitez, Gracias hermosa! Muchas gracias por considerar buenas historias las que escribo, la verdad que esos comentarios aunque no quiera me vuelan jajajaja gracias por leer y sobre todo por dejar siempre un comentario amable y bonito, me animas a seguir con otra historia más. Muchas gracias por tu comentario y como siempre te espero en primera fila para la que sigue. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.
Miyoya, Hola hermosa, tienes razón Elisa tiene lo que se merece por mala sangre, este Patricio le salió tan mujeriego que ya comienza a creer que la morena odiosa no le es suficiente. Muchas gracias por leer hermosa y por dejar tu comentario. Te mando un fuerte abrazo y mis más sinceros agradecimientos.
Muchas gracias por seguir hasta este punto de la historia, como mencioné arriba solo faltan 6 capítulos más para cerrar por completo una historia más, y como siempre les digo no hay epílogos ni segundas partes porque para las que han leído las demás saben que siempre le sigo después de la boda para darles una probadita de lo que pienso yo que sucedería en cada una de mis historias. Gracias por leer a cada una de ustedes.
Saludos y bendiciones a cada una de ustedes.
GeoMtzR.
