Preámbulo de un Hito Real

Cinco Meses y trece días desde la Última Muerte (Nueve Muertes)

Un solo día, un solo día era todo lo que hacía falta para que la reunión de las candidatas de la Selección Real tuviera lugar. Y entre la plebe de Lugunica ya se estaba hablando de la llegada del Santo de la Espada y su señora a la capital. Reinhard Van Astrea había ocupado su tiempo al cuidado de la misteriosa última candidata y tenía meses de no mostrarse en la capital, y esto solo había avivado los rumores.

Por otro lado, entre los nobles se hablaba del regreso de Priscilla Barielle después de haber partido furtivamente hacía el Imperio Vollachia. Para aquellos en las altas esferas del poder político de Lugunica, no era un misterio la relación de sangre de la chica con la familia real del imperio. ¿Por qué una mujer desheredada y perseguida de la familia real de Imperio Vollachia se había arriesgado a regresar al lugar del que escapó, aun cuando las fronteras se encontraban actualmente cerradas?

Los rumores ya corrían cuando los primeros avistamientos de Priscilla en tierras del imperio comenzaron a ocurrir; considerando su importancia diplomática para Lugunica, el hecho de que existiera la posibilidad de que ella se encontrara allí furtivamente era escandalizadora tanto para el Consejo de Sabios como para los nobles.

Pero los rumores solo se intensificaron cuando la noticia de la muerte del actual emperador, quien una vez fue hermano de la mujer, llegó a Lugunica; se decía que el hombre había muerto por una extraña enfermedad. Novia Manchada de Sangre era el apodo otorgado a Priscilla Barielle, quien había enviudado hasta en seis ocasiones, lo que había desembocado en que fuera extremadamente temida por los solteros de la nobleza del reino.

El "victorioso" regreso de la mujer de pelinaranja había causado un enorme revuelo en la nobleza de Lugunica, que no dudaba de su implicación en la obscura y misteriosa muerte del emperador de Vollachia. Priscilla Barielle, una mujer tanto hermosa como peligrosa, vanidosa, orgullosa y arrogante. Supuestamente, ella nunca abandonó Picoutatte durante su estadía en el sur del reino, y los reportes dados por sus escoltas así lo indicaban, pero nadie dentro de la nobleza que se diera a respetar creería semejante falsedad. Esa clase de mujer era una de las candidatas al trono que los gobernaría a todos ellos.

"¡Esta selección real es un chiste! ¡No hay una sola candidata que merezca gobernar el reino!" Escuchar ese tipo de aclamaciones en las reuniones secretas de los nobles no era algo por lo que alarmarse, después de todo, esa era la opinión general de aquellos que habitaban cerca del castillo de Lugunica.

"¡Primero está esa asesina, Priscilla Barielle! ¡Luego esa rata de los barrios bajos que el Santo de la Espada se atrevió a nominar! ¡También está esa perra codiciosa de Kararagi, que solo ve a nuestro país como si no fuera más que uno de sus muchos negocios! ¡Y la peor es esa medio-elfa de pelo plateado, permitir a una semi-demonio participar en la Selección Real es in insulto a nuestro reino! ¡La Selección Real es un chiste, una burla!"

El consenso general de la nobleza del Reino del Dragón era que ninguna de la candidatas de la Selección Real era apta para gobernar el país, y por ello el descontento en las partes altas de la capital era casi palpable. Sin embargo, la opinión del pueblo difería en varios aspectos. Aunque muchos estaban en contra de Anastasia Hoshin por ser una comerciante de otro país, otra gran parte estaba más que satisfecha con su candidatura tras la inauguración de la sede de la Empresa Hoshin en Lugunica.

La Operación Reinvención había colocado en el mercado productos que estaban revolucionando la vida de las personas del reino, por lo mismo no era de extrañarse que la imagen de Anastasia Hoshin como prospecta gobernante hubiera mejorado considerablemente, colocándola en la cima de las estadísticas. Y aunque la distancia no era pequeña, su mayor competidora resultaba ser la candidata protegida por el Santo de la Espada, Felt.

¿Por qué ella se encontraba segunda en la contienda política? Por su discurso, que había comenzado a extenderse entre los plebeyos de Lugunica. Su "política" anarquista había calado en las mentes y corazones de aquellos que se habían sentido desentendidos por el anterior reinado de Lugunica y por su gobierno interino actual. La gran mayoría de habitantes de los barrios bajos y el gueto convenían con el punto de vista de Felt.

Sin embargo, el apoyo de aquellos rechazados por el gobierno no era todo con el que contaba la joven chica. Gran parte de la población de Lugunica veía al Santo de la Espada como un semidios, algunos incluso como una deidad al lado del Dragón Divino, Volcanica. Apoyar a la mujer respaldada por Reinhard Van Astrea implicaba comulgar con lo que su dios decía.

El pueblo, la plebe, estaba divido entre dos candidatas, y la nobleza convenía en que ninguna de ellas era apta. Sin embargo, en efecto había una opinión en la que existía un casi perfecto consenso. La candidata semi-demonio de pelo plateado era indigna de participar en la Selección Real. Y el porqué de que ninguno de ellos alzara la voz públicamente contra alguna de las candidatas, especialmente Emilia, era porque nadie estaba dispuesto a contradecir la palabra del dragón. Volcanica era absoluto, así como su palabra; aquellas elegidas por la Insignia del Dragón eran inamovibles.

Y aun teniendo en cuenta todo lo antes mencionado y que el hito histórico que era la reunión de candiditas estaba a menos de veinticuatro horas de tener lugar, había una candidata de la que rara vez se hablaba, y esa era la misma Emilia. La única candidata cuya llegada a la capital no se había convertido en noticia, exceptuando a Anastasia, que hacía meses que no abandonaba Lugunica; algo esperable, considerando la reciente inauguración de la Operación Reinvención.

La participación de Emilia en la Selección Real efectivamente había sido la más criticada y repudiada, y cuando se hablaba al respecto, solo adjetivos negativos podrían ser escuchados. Sin embargo, la gente, tanto nobles como plebeyos, más allá de no actuar en absoluto en pro de impedir la participación de la medio-elfa de pelo plateado debido a Volcanica, también evitaban sacar el tema a la luz debido a su arraigado temor a la bruja.

Era difícil poder determinar que estaba más arraigado en la sociedad de Lugunica, era casi imposible definir que conmovía más el corazón de sus habitantes; el respeto a Volcanica, el Dragón Divino, o el terror a Satella, la Bruja de los Celos. Ambas fuerzas estaban influyendo en los corazones de la gente, moviéndolos a esforzarse por ignorar el hecho de que su mayor pesadilla era candidata al trono del reino; mientras ella no ganara la Selección Real, no tendrían nada por lo que preocuparse, después de todo.

El desdén hacia Emilia no había desaparecido, todo lo contrario, este se encontraba más presente que nunca. Sin embargo, las circunstancias antes planteadas habían llevado a la población a reprimir la mayoría de las exhibiciones de odio, de fobia. Subaru no solía salir de la mansión, pero eso no significaba que los empleados de esta no le fueran del todo útiles para comprender el estado del pueblo de Lugunica…

Subaru no estaba al tanto de cada uno de los detalles, pero sí comprendía parcialmente las circunstancias que rodeaban a Emilia. Al principio no lo había hecho, y había llegado a creer que, por participar en la Selección Real, Emilia se encontraría en una situación favorable. Pero ahora entendía que había sido muy ciego e ingenuo, y tenerla al frente solo reforzaba esa conclusión. Con ese contexto en mente, Subaru se acercó a Emilia.

Si se guiaba por su horario original, estaban por ser las siete de la mañana, y Subaru se había estado dirigiendo a una sesión en solitario de entrenamiento. Julius se encontraba extremadamente ocupado debido a la inminente reunión de las candidatas en el Castillo Real, por lo que entrenar junto a él no era posible, y no lo sería hasta después de ocurrida la reunión.

Después de otra turbulenta noche esforzándose por dormir, con tal de cumplir con las ordenes de su jefa de trabajar menos, Subaru había salido al patio de la mansión con la intención de entrenar durante un par de horas. Y allí fue donde se encontró con el hermoso retrato que solo una vez había tenido la oportunidad de apreciar.

Rodeada de docenas de motas de luz de distintos colores, se encontraba la hermosa candidata marginada. Habiéndola interrumpido estúpidamente la primera vez que tuvo la oportunidad de posar sus ojos en tal espectáculo de deslumbrante belleza, Subaru optó por permanecer quieto y en silencio, esperando pacientemente por la conclusión del ritual de la chica.

En su corazón aún se arremolinaban miles de emociones contradictorias; odiaba admitirlo, pero había un odio irracional que exudaba de alguna parte perdida de su ser, un odio que le hacía difícil sentirse del todo cómodo cerca de Emilia. Sin embargo, Subaru era consciente de cuanto odio irracional había sido regado sobre ella desde su nacimiento, y no estaba dispuesto a ser uno más; él no tenía razón para odiarla. Esforzándose por suprimir esos desagradables sentimientos, Subaru se mantuvo inmóvil ante la brillante figura de Emilia.

Una vez la última esfera de luz se desvaneció en el aire, finalmente dejando así de opacar el brillo de los rayos del Sol mañanero, Subaru vio su oportunidad para hacer notar su presencia. "¡Buenos días, Emilia-sama!" La saludó efusivamente, causando, sin querer, que la chica se sobresaltara.

"¡Oh! ¡Subaru-san, no me había percatado de que estaba allí!" Exclamó la chica, denotando con sus gestos que sentía haberlo estado ignorando hasta ese momento.

"Discúlpeme usted a mí, Emilia-sama, fue mi error sorprenderla de esa manera con mi intromisión. E insisto que no hace falta que utilice honoríficos conmigo; si no lo hace con Julius, que sin lugar a duda es superior a mí, tampoco es necesario que lo haga conmigo." Esforzándose por mantener la etiqueta, Subaru se acercó ligeramente a Emilia mientras se disculpaba.

"Hmm… Si tú insistes, Subaru…" Respondió ella, un tanto insegura. "Y tampoco hace falta que te disculpes, es solo que no estoy acostumbrada a tener público durante mi conversación matutina con mis espíritus menores contratados."

"¿Matutina? ¿Los invocas todas las mañanas?" Le inquirió Subaru, mostrándose ligeramente sorprendido; algo que Emilia no falló en captar.

"Bueno… sí, aunque también durante las noches." Afirmó ella, sintiéndose ligeramente nerviosa; después de todo, le estaba resultando bastante difícil de leer la expresión de Subaru. Parecía no estar del todo cómodo ante ella, algo a lo que Emilia estaba acostumbrada, pero le extrañaba que él no se mostrara así hasta que la conversación se desvió a su curso actual. Dado que el chico no parecía dispuesto a responderle, Emilia decidió preguntarle al respecto. "¿Dije algo inadecuado? Si es el caso, me discul-"

"No, no lo hagas." La interrumpió él de nuevo. Emilia se calló y miró a Subaru con confusión reflejándose en su mirada.

Ambos se encontraban tanto incómodos como avergonzados, de eso no había duda; sin embargo, sus sentimientos concurrían en otro aspecto, y era que habían sido parcialmente causados por su incapacidad de comunicarse correctamente. Más allá de ello, Emilia también se sentía de esa manera por haber sido, en primer lugar, la causante de esa embarazosa situación; o al menos así lo creía ella. La segunda razón de Subaru, por otra parte…

"Ehmm…" Emilia parecía dispuesta a tomar la iniciativa de cambiar el curso de la conversación, sin embargo, se detuvo al escuchar a Subaru hablar para sí mismo.

"Supongo que Julius tenía razón, de verdad he estado insultando a las artes espirituales…" Subaru se sentía avergonzado, ahora que había presenciado la invocación de los espíritus contratados de otro usuario de las artes espirituales; no, iba más allá que solo eso, él se sentía apenado tras escuchar la rutina de otro usuario de las artes espirituales. "Soy un idiota, no, soy un completo idiota."

Julius le había advertido que su lazo con Kuro no era lo suficientemente fuerte, y Subaru no había prestado la suficiente atención a sus palabras. "Se debe a mí falta de talento"; eso es lo que solía decirse constantemente. ¿Acaso era tan pobre, tan mediocre su forma de pensar? Subaru en efecto había hecho caso a Julius y había comenzado a interactuar más con Kuro, pero nunca lo había hecho más de una vez al día.

Emilia lo hacía dos veces al día, así que no había tanta diferencia, ¿verdad? No, había una gran diferencia. Subaru había llegado a ese patio hace diez minutos, de los cuales Emilia "conversó" con sus espíritus contratados por al menos cinco minutos; y ello sin considerar el tiempo que lo hizo antes de su llegada al lugar. Subaru nunca llegó a interactuar con Kuro más de dos minutos por sesión de invocación.

Y no es porque no le interesara, simplemente que, como espíritu menor que era, su "léxico", si es que puede llamarse de esa manera, nunca bastaba para tener largas conversaciones con él. Subaru había llegado a preguntar a Julius respecto a la cantidad de tiempo que debía dedicar a estas "conversaciones", pero el caballero se había limitado a responderle que solo él podía decidirlo.

Julius invocaba a sus espíritus en privado, si no era durante el entrenamiento o una batalla, así que para Subaru era imposible deducir cual era la cantidad adecuada de tiempo de invocación; después de todo, su único punto de referencia era Julius, como él único usuario de las artes espirituales con el que se relacionaba.

El método de comunicación de los espíritus menores es bastante exiguo y se limita a aquellos quienes poseen afinidad hacia ellos, después de todo. Y, aun así, lo peor de todo ello, es que Subaru había disminuido sus interacción con Kuro después de caer en el hoyo de desmotivación en el que aún se encontraba atrapado.

Ahora rara vez lo invoco si no es para entrenar, o la ocasión que fui atacado por esos tres patéticos asaltantes; pensó Subaru con desazón. ¿Cómo pretendía cambiar entonces, sin ni siquiera se tomaba en serio su rol como usuario de artes espirituales? Tal vez nunca sería capaz de utilizar otro hechizo que no fuera Shamak, pero eso no era razón para despreocuparse de su relación con su espíritu contratado…

"¿Has insultado las artes espirituales? ¿A qué te refieres?" Le cuestionó Emilia, visiblemente consternada.

Ella era una usuaria de las artes espirituales, una que no solo tenía contrato con múltiples espíritus menores, sino que también con un espíritu completo, un Gran Espíritu, además; la Bestia de la Glaciación, así lo había nombrado Julius cuando le enseñó sobre los espíritus y los rangos entre ellos. Escuchar de su propia boca que él había insultado las artes espirituales probablemente le habría molestado a Emilia, al menos ínfimamente.

"Parece que lo dije en voz alta, lo siento." Se disculpó Subaru, mientras meneaba su mano de un lado al otro, indicando así que no le diera importancia al asunto. Aun así, ella seguía mostrándose considerablemente desconcertada, por lo que decidió explayar. "Lo cierto es que también soy usuario de las artes espirituales, Emilia-sama. Lastimosamente, no uno tan dedicado como usted."

"¿Huh? ¡¿Subaru, eres un usuario de las artes espirituales? ¡¿En verdad?! ¡¿Tienes un espíritu contratado?!" Rápidamente, la consternación de Emilia fue transformada en emoción al escuchar las palabras de Subaru.

"B-Bueno, formé un contrato con un espíritu menor hace pocos meses, pero aún estoy en entrenamiento. Y como dije antes, no soy tan dedicado como usted, Emilia-sama, o como Julius… Por eso dije que estoy insultando a las artes espirituales; creo que nunca les he dedicado el tiempo que realmente debí dedicarles." Apenado, Subaru relató su historia relacionada con las artes espirituales.

"Hmm… ¿Podría ver tu espíritu?" Le preguntó ella entonces, después de un momento analizándolo con la mirada.

"Claro, no veo porque no. ¡Kuro!" Ante el llamado de Subaru, una esfera de contradictoria brillante oscuridad se formó a sus espaldas. "Él es mi espíritu contratado. Dado que mi habilidad con las artes espirituales es básicamente nula, Kuro posee la misma afinidad mágica que yo; aunque lo cierto es que me hubiera gustado formar un contrato con un espíritu con afinidad al fuego o a la tierra."

"Hmm… Dices que insultas las artes espirituales, pero a mí me parece que tu espíritu se encuentra muy a gusto contigo." Le informó Emilia, mientras cambiaba su mirada de Subaru a Kuro y viceversa.

"Pero estoy insatisfecho con su… con mi afinidad mágica. Y, además, yo no dedico tanto tiempo como usted al interactuar con él... Me quejo de que estoy estancado en mi entrenamiento, pero nunca hago nada al respecto…" Argumentó Subaru, dejando salir su lado más obstinado; aquel que se enfocaba solo en el enorme autodesprecio que sentía.

"No hace falta que lo invoques tanto como yo lo hago, después de todo cada usuario de las artes espirituales es diferente, y lo mismo aplica con los espíritus. Y, al parecer, Kuro está conforme con el tiempo que le dedicas. Hmm… ¿Cuál es tu afinidad mágica?"

"Yin…" Respondió Subaru, desanimado.

"¡Yin es una afinidad portentosamente rara!" Exclamó ella, mostrándose igual de sorprendida que cuando Subaru le reveló que era usuario de las artes espirituales. "No deberías sentirte mal por ser afín a la magia Yin, todo lo contrario." Y después de esas palabras de aliento, el brillo de Emilia disminuyó un poco, lo suficiente para que Subaru lo notara. "Estoy segura de que te habrías llevado bien con Beatrice, ella también es afín al Yin…"

"¿Beatrice?" Preguntó Subaru con curiosidad.

"La bibliotecaria de la mansión Roswaal, un espíritu… Ella es la persona que mencioné ayer que decidió quedarse en la mansión…" Emilia entonces perdió todo rastro de la emoción que antes había mostrado. Claramente, el tema era delicado para ella. Por ello, Subaru se dispuso a cambiarlo, pero fue innecesario, puesto que la chica misma se le adelantó. "¡Aun así, nunca pensé que dos acompañantes de Anastasia serían usuarios de las artes espirituales; es verdad que ella solo se rodea de personas muy capaces…"

"Es maravillosa." Antes de percatarse de ello, Subaru dejó salir esas palabras.

"Sí, yo también lo creo." Dijo Emilia, indicando que estaba de acuerdo con su afirmación. "El día de la ceremonia de apertura de la Selección Real se mostró bastante fría hacía mí, así que pensé que ella también me odiaría… Me alegra ver que me equivoqué; realmente espero poder tener una competencia justa con mis demás contrincantes."

"Tal vez sí lo hacía…" Murmuró Subaru, lo suficientemente alto para que Emilia lo escuchara. "Tal vez sí te odiaba, o cuanto menos le disgustabas…"

"Oh…" Exclamó Emilia, notándose ligeramente herida por las palabras de Subaru; aun así, era fácil percibir que ella ya se encontraba acostumbrada a ese trato.

"Tal vez lo hacía, pero estoy seguro de que ya no." Continuó Subaru. "Anastasia-sama ha cambiado. Por su puesto, sigue siendo la misma chica codiciosa de siempre, pero he notado que después de todo lo que ha ocurrido, su visión del mundo se ha visto un tanto alterada."

"¿Debido a lo que ocurrió en Priestella?" Preguntó cuidadosamente Emilia, evitando mencionar algo que pudiera resultar insensible u ofensivo.

"Sí, estoy seguro de que allí comenzó todo… Emilia-sama, le aseguró que Anastasia se encargará de que la Selección Real sea una competencia justa. No puedo hablar por las demás candidatas, pero puede confiar que Anastasia-sama será cordial con usted, sin importar su linaje de sangre."

Habiendo dado su conversación por concluida, Emilia se despidió de Subaru y comenzó su camino de regreso a la mansión. Fue entonces que Subaru alcanzó a escucharla murmurar: "Te dije que no hacía falta que fueras tan desconfiado. También es un usuario de las artes espirituales, pudiste salir a saludar." Subaru no tenía dudas de con quien hablaba, así que solo cabía preguntarse. ¿Qué había ocurrido con el siempre animado Puck?


"¿No crees que te has vuelto bastante atrevido, Natsuki-kun?"

"Solo dije lo que pensaba. Si te lo estoy diciendo ahora, es para que luego no lo escuches de alguien más y creas que estoy planeando cosas a tus espaldas."

"Y ahora estas siendo bastante paranoico, Natsuki-kun. No voy a negar la veracidad de todo lo que afirmaste, pero preferiría que no anduvieras revelando mi información personal sin mi consentimiento."

"No sucederá de nuevo, lo prometo."

Creo que hablé de más… Ese había sido su primer pensamiento cuando Emilia se despidió de él y desapareció tras el umbral de la puerta que separaba el patio de la mansión. Después de todo, la mansión de Anastasia, casi literalmente, tenía oídos en sus paredes. Muchos miembros del Colmillo de Hierro prácticamente vivían en ella; después de todo, esa era la única manera de mantener a su dueña protegida las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana.

Con tantos guardias asignados a la vigilancia de cada esquina del edificio, número que solo había aumentado después de los últimos trágicos sucesos, y aún más tras el advenimiento de Emilia, no era de extrañarse que siempre hubiera un oído preparado para escuchar cualquier cosa que pudiera filtrarse de tus labios. Solo la oficina de Anastasia se encontraba libre de este aspecto, y eso solo se debía a que el ingreso a esta solo era permitido a los líderes del grupo de mercenarios.

Anastasia ya había enviado al médico hacia su cuarto en más de una ocasión, debido a que uno de los guardias había alcanzado a escucharlo quejarse por el dolor en sus brazos. Todos los guardias eran fieles a Anastasia, así que Subaru realmente no temía que lo que saliera de sus labios pudiera realmente perjudicarle de alguna manera; o al menos así lo había sido hasta que se atrevió a revelar información de ella a una de sus rivales en la Selección Real.

No revelé información delicada, pero eso no significa que no vaya a meterme en algún problema si ella llegase a enterarse por otra persona que no sea yo mismo; con ello en mente, Subaru postergó su entrenamiento de ese día y se dirigió inmediatamente al despacho de su jefa. Él era de las pocas personas con acceso a la oficina de Anastasia, así que no le había tomado mucho tiempo encontrarse cara a cara con ella. Una vez lo hizo, fue al grano y le relató lo ocurrido; Anastasia no se lo había tomado tan mal…

"¿Eso es todo lo que tenías que decirme? Por un momento me emocioné, no sueles venir a visitarme, así que creí que me darías unas interesantes noticias."

"¿Interesantes noticias? ¿Cómo qué?" Preguntó de vuelta Subaru, con curiosidad por lo que ella pudiera decirle.

"No sé, algo que pudiera cambiar el paradigma del comercio, tal vez… Me dejé llevar por las expectativas causadas por lo extraño del evento, eso es todo." Encogiéndose de hombres, la chica le respondió mientras sorbía de la taza con té verde que se había preparado con antelación.

"Anastasia… En verdad creo que tus expectativas sobre lo que puedo hacer son bastante desorbitadas…"

"¿Otra vez con eso, Natsuki-kun? Más bien tú eres el que se infravalora demasiado. Pero esa es una discusión que ya hemos tenido las suficientes veces; estoy convencida de que solo te darás cuenta de tu propio valor por ti mismo."

Anastasia tenía razón. Pero más que darse cuenta de su valor por sí mismo, lo que él necesitaba era conseguir las habilidades necesarias para estar a la altura del valor que los demás le asignaban; al final, él era el único responsable de corregir su insano autodesprecio y baja autoestima. Subaru tenía eso claro, así que, sin perder tiempo en infructuosas divagaciones mentales, procedió a responder la pregunta de Anastasia que aún no había respondido.

"Y sí, eso es todo lo que tenía que decirte; no hay tal cosa como una "noticia interesante" que me falte por reportar."

"Hmm… En ese caso seguiré con lo que estaba haciendo." Le informó, dejando la taza de la que había estado bebiendo, sobre el escritorio que servía como la barrera que los separaba. Subaru entonces se puso en pie y comenzó a caminar hacia la salida, pero antes de abandonar el despacho, la voz de Anastasia le detuvo. "No sé qué tan en seriamente hablabas cuando dijiste lo que dijiste a Emilia, pero quiero que sepas que en verdad pienso competir justamente en la Selección Real. Si no lo hiciera, ¿cómo podría disfrutar de la victoria cuando la consiga?"

Subaru no le respondió de inmediato. Silenciosamente, observó a Anastasia a los ojos, consiguiendo que ella se pusiera ligeramente nerviosa. ¿Por qué la estaba mirando tan fijamente, como si pudiera verle el alma? Antes de que Anastasia pudiera externar sus pensamientos, Subaru le hizo una simple pregunta; una que Subaru ya había formulado, pero en distintos contextos, con palabras ligeramente distintas y en distintas líneas temporales.

"¿Por qué estás siendo tan amable, Anastasia?"

"¿A qué te refieres?" Le preguntó ella de vuelta, tenuemente confundida. Para entonces, fingiendo sentirse ultrajada, añadir: "¡Yo puedo llegar a ser bastante amable si así lo deseo! Si hay potenciales beneficios de por medio, por su puesto…"

"Eso es exactamente a lo que me refiero." Afirmó Subaru, cruzándose de brazos. "Entiendo que quieras ser justa, después de todo, es parte de la etiqueta que se debería tener en cuenta a la hora de hacer negocios legítimamente. Pero no entiendo porque aceptaste que Emilia… Emilia-sama se quedara en la mansión. ¿Qué ganancia podrías obtener de ello?"

"Hmm… ¿Acaso te preocupa algo, Natsuki-kun? ¿Estarías en contra de mí si es que la estuviera usando? Tú me conoces, y sabes que, si ello me trae grandes beneficios, en verdad podría llegar a hacerlo; ella es mi rival, mi enemiga, después de todo." Ella era una agresiva comerciante, que sabía usar las debilidades de sus contrincantes a su favor. No era una mujer injusta, simplemente tenía un gran ojo para los negocios, y sabía cuándo era el mejor momento para hacerlos. Muchos podrían considerarle despiadada, pero Anastasia simplemente hacía lo mejor para su empresa.

"¡Hnk!" Sin embargo, si fuera como ella insinuaba, ¿podría él juzgarla por ello? ¿ Estaba en tal posición moral como para oponerse a ella? No, después de todo, con un objetivo similar en mente, y fuera una excusa o no, Subaru se había convencido de que había evitado usar Regreso por Muerte con el fin de beneficiar a su jefa. ¿Con que moral podría criticarle si estuviera usando a Emilia? Él, que dejó morir a Crusch Karsten, Wilhelm Van Astrea y docenas de guerreros, era el verdadero ser infame allí… Aun así, no era mentira que lo ocurrido en Priestella había comenzado un cambio gradual en ella. Enforzándose por ocultar la culpa que le carcomía y enfocándose en mostrar que confiaba en ella, Subaru afirmó: "Me dijiste que quieres ganar justamente la Selección Real, así que no creo que estés usando a Emilia-sama. Y si fuera el caso, sé que eres mujer escrupulosa, así que no me apartaría de tu lado; después de todo, tú eres la mujer que debe llegar al trono."

Y tras escuchar sus palabras, una sonrisa de satisfacción se formó en los labios de Anastasia. "Hace casi un año que trabajamos para mi empresa, y esta es la primera vez que admites apoyar mi triunfo en la Selección Real, Natsuki-kun. ¿Eso significa que formarás parte de mi campaña?"

"¿Es que acaso no lo hacía ya?" Le inquirió Subaru, genuinamente consternado.

"Había usado el éxito de la Operación Reinvención para impulsar mi campaña política, pero realmente nunca oficializamos tu unión a mi facción política. En ese caso lo haremos después de mi reunión con las demás candidatas, si es que estás de acuerdo."

"Lo estoy. Pero aun así no has respondido mi pregunta." Insistió Subaru, alejándose de la puerta y regresando al escritorio tras el que Anastasia seguía sentada. "¿Por qué estás siendo tan amable con una de tus rivales?"

"Me sorprende que tengas tanta curiosidad respecto a ello, Natsuki-kun. Nunca pensé que te importara lo que pasara con la infame medio-elfa de pelo plateado. A mí personalmente no me importa su raza, pero no aplica igual para la gente de Lugunica."

"Yo no soy de Lugunica, ¿recuerdas?" Respondió Subaru, presionando cada vez más a la chica con su presencia incrementalmente cercana.

"No entiendo por qué te interesa tanto, pero te lo diré." Dijo Anastasia, cediendo finalmente a los caprichos de su valioso empleado. "No tengo problema con tenerla aquí en la mansión, pero es cierto que no está aquí de gratis."

Justamente lo que había sospechado Subaru, era lo que Anastasia le había revelado; después de todo, no era nada por lo que sorprenderse. Subaru lo que quería saber era la condición por la que la "medio-demonio", rival de Anastasia, había terminado en esa mansión. Después de haber visto cuan afligida se encontraba por los eventos que habían tenido lugar tras su separación el mismo día de su encuentro, Subaru sentía la necesidad, la obligación de comprender el contexto actual de Emilia; el cómo había terminado allí podía resultar ser información reveladora. Subaru sabía que era hipócrita de su parte interesarse en ello, considerando que después de darle la espalda, ya no tenía derecho a hacerlo. Aun así…

"¿Me podrías decir cuál fue el trato que hiciste con ella?" Tal vez podría encontrar la respuesta que estaba buscando. Se sentía confundido y sediento de información; ¿acaso eso último era un hábito adquirido por el indeseado uso de Regreso por Muerte?

Entre más información adquiriera, más cerca estaría de evitar los terribles desenlaces que podrían estar acechándolo; la información era su recurso más importante. Subaru ya no tenía el derecho a involucrarse con Emilia, pero eso no cambiaba el hecho de que se sentía parcialmente culpable por lo que había transcurrido después de dejar su destino en manos del Santo de la Espada. Tal vez, si se le llegaba a dar la oportunidad, podría llegar a hacer algo por ella; así podría enmendar sus errores.

"¿Ella? Ahí te equivocas, yo no hice ningún trato con Emilia." Habiendo escuchado tal afirmación, Subaru no pudo evitar fruncir ligeramente el entrecejo. "Su benefactor, Roswaal L. Mathers, fue quien me insistió que hospedara a su protegida. Me dijo que temía que, si ella se hospedaba en otro lugar de la capital, podía llegar a sufrir otro atentado."

"Pero… Eso no tiene sentido. Después de todo lo que nos ocurrió, ¿no pensó que era muy arriesgado tener en un mismo lugar a las dos candidatas que habían sido atacadas?" Le cuestionó Subaru, mostrándose cada vez más desconcertado por la información que estaba recibiendo.

"Eso le dije, pero él insistió que solo podía ser de esta forma, que el Colmillo de Hierro era la única organización capaz de mantener segura a Emilia. Me ofreció parte de los derechos de minería del Bosque Elior, en los que he estado interesada desde hace un tiempo, así que terminé cediendo a sus peticiones. De todas formas, con el pago que me dio bastó para aumentar la cantidad de guardias en la mansión, así que no debería de haber problemas que ella se quede por un par de días."

"Hmm… 'Solo podía ser de esta forma'; ¿Eso te dijo?" Inquirió Subaru por una última vez.

"Sí, a mí también me pareció un poco sospechoso, pero por eso mismo he aumentado tanto la seguridad en la mansión. Aun así, no creo que debamos prestarles demasiada importancia a sus palabras; Roswaal es un sujeto extremadamente excéntrico, y recientemente ha pasado por situaciones que podrían considerarse peores que aquellas que por las que pasamos nosotros. Probablemente ya ha enloquecido por completo; incluso siento un poco de lastima por Emilia…"

Finalizada la conversación con Anastasia, Subaru finalmente salió de su despacho y regresó al patio, donde llevó a cabo el entrenamiento que tenía pendiente. La reunión matutina relacionada con la Operación Reinvención no tendría lugar, debido a las preparaciones de la reunión de las candidatas al trono, por lo que no se vio en la necesidad de apresurarse. Aun así, había algo que estaba molestándolo; además de sus confusas emociones relacionadas con Emilia. Roswaal L. Mathers, ese nombre no salió de la mente de Subaru en todo el día. No era la primera vez que lo escuchaba, y algo le decía que tampoco la última.