Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo treinta y ocho
― ¿En verdad te gusta ese vestido?
Pregunta Esme cuando me estoy viendo en el espejo de frente y perfil. Ella ha visto la mueca de decepción que he hecho desde que el dependiente lo trajo.
No entiendo porque en el aparador lucen preciosos y al usarlos pierden toda la magia.
El vestido tiene demasiado volumen en la falda que me hace parecer una piñata esponjosa.
― No, en realidad no me gusta como me veo ―decepcionada me vuelvo a ella―. Solo faltan dos días y no tengo mi vestido de novia, no puedo creer que hemos recorrido suficientes tiendas y en ninguna exista el vestido perfecto.
Esme se pone de pie, se acerca mirando con curiosidad cada detalle del vestido. Lo toca con sus dedos frunciendo su entrecejo al manchar su mano de brillo.
― Si quieres puedo ayudarte. Conozco tiendas exclusivas en vestidos de novia, te ayudaré a quitar esto ―murmura bajando el cierre del vestido― ¿por qué todos los vestidos tienen diamantina? ¿es un requisito para venderlos?
Encojo mis hombros; me estoy dando cuenta que tiene razón.
Cuando subimos al auto Esme vuelve a bufar al encontrarse con el señor Jenks, lo hace cada que lo ve y he notado que no cruza palabra alguna con él. Es como si el solo hecho de mirarlo la incomodara.
― Conduce hasta el oeste en la calle veinte ―pide escuetamente por primera vez ya que soy yo quien provee las direcciones a donde vamos.
― Entraré con ustedes ―avisa Jenks mientras conduce― Edward me dijo que no puedo dejarlas solas.
― Es una tienda de vestidos de novia ―responde Esme con evidente molestia― ¿qué puede pasarnos ahí adentro?
― Estoy cumpliendo órdenes, señora.
Esme sacude su cabeza.
― ¿Estás casado? ―indago por simple curiosidad y para calmar la molestia de mi suegra―. No pienses que soy indiscreta, solo que al estar todo el tiempo con nosotras imagino que no tienes tiempo de estar con tu familia.
Por el retrovisor veo que Jenks está mirando hacia el frente, se ve concentrado en los vehículos de las calles.
― Tengo dos hijos que están felizmente casados y no necesitan de mí… soy viudo desde hace diez años, señorita.
― Llámame Bella. ―Pido y él asiente con una sonrisa― ¿cuántos años estuviste casado?
― Estuve casado por treinta años, me casé muy joven ―me da un guiño― tenía diecinueve años, era un completo chaval.
― Ah… ¿por qué no volviste a casarte, Jenks?
― No sé, tal vez solo decidí serle fiel al recuerdo de mi esposa. Sin darme cuenta me sumergí en el trabajo y me olvidé de mí, así pasaron los años.
― Estaciona en cualquier lugar ―ordena Esme interrumpiendo― iremos a esa tienda ―señala― vamos, Bella.
Cuando Jenks baja con nosotras Esme ya no se queja, solo sigue recorriendo la acera con su andar elegante.
Al entrar a la tienda mi boca se abre al notar lo sofisticado y exclusivo del lugar; un hombre alto y muy amable se acerca a nosotros con una ancha sonrisa en sus labios. Sé que Esme le dijo la razón del porqué estamos aquí porque el buen hombre permite que Jenks se quede en la entrada entretanto él nos guía por un largo y ancho pasillo, nos invita a sentarnos al dejarnos en una pequeña sala de estar mientras infinidad de vestidos empiezan a llegar ante mis ojos.
― A ver, cariño ―el hombre sujeta mi mano y me ayuda a incorporar― ¿qué modelo te gustaría? ¿quieres algo tradicional, juvenil, sexy? ¿Cómo te imaginas?
Miro a Esme y luego al hombre sonriente que me dijo se llama David.
― Quiero algo sexy ―presiono mis labios porque siento mis mejillas calentarse al sentir la mirada de Esme sobre mí― me gustaría que tuviera la espalda descubierta... A mi novio le gusta mucho mi espalda. ―Eso último no debo revelarlo pero igual manera ya lo hice.
― Tengo el vestido perfecto para ti ―dice David llevándome a un gran vestidor.
No hizo falta mirar más porque cuando veo por primera vez el vestido, sé que es el elegido.
.
Suspiro al estar frente al espejo.
Es increíble como unas zapatillas de quince centímetros te dan al fin la estatura ideal que siempre soñaste.
Sujeto entre mis manos el pequeño ramo de rosas blancas.
Adoro el pequeño trenzado al inicio de mi cabello adornado con pequeñas flores incrustadas, le da un toque tierno.
Toco mi vientre; aún no está abultado.
Al ponerme de perfil compruebo que sigue sin aparecer ninguna barriga.
― ¿Cómo ves a mamá? ―susurro―, ¿me veo bonita?
El vestido es tan entallado a mi cuerpo que insinúa toda mi figura resaltando mis caderas. Doy media vuelta mirando ante el espejo mi espalda descubierta ―sonrío volviendo a cubrirla con mi cabello suelto― mi cuerpo ha cambiado notoriamente, mis pechos ahora son una talla más.
― No entiendo cómo pude estar tan distraída y no darme cuenta que estás creciendo en mí, las señales estaban y no fui capaz de adivinar. ―Le explico a mi bebé.
― Bella… ―Esme se queda sin palabras al entrar en mi habitación― te ves preciosa.
― Estoy muy nerviosa. Tengo miedo que nos hagamos daño, que nada salga bien con un matrimonio tan apresurado.
― Es normal, cariño ―frota su palma contra mi mejilla― unirás tu vida a la de otra persona. No te puedo asegurar que no vendrán momentos difíciles más adelante, sobre todo con lo testarudo que es mi hijo, pero si ambos tratan siempre de hablar todo irá bien, mientras exista comunicación y prevalezca el amor, respeto entre ustedes todo será perfecto.
― Esme, ¿y si no soy buena mamá? Tengo terror no poder cuidar de un bebé, no poder hacer las tres cosas a la vez: mamá, esposa, estudiante.
― Quizá no soy la persona indicada ―eleva débilmente sus hombros― nunca me ocupe de mi hijo como debería ni estuve con él en sus momentos difíciles. He cometido infinidad de errores en mi vida. Sin embargo me atrevo a decirte que si necesitas de mí a cualquier hora yo estaré para ti, para ayudarte a cuidar de tu hijo. Mi nieto. Estoy contigo, Bella, no estás sola, ya no.
Esme sonríe tragando sus lágrimas cuando sus ojos se aguadan.
― Vamos, mi hijo te espera.
.
Inhalo y exhalo tratando de controlar mis nervios.
Incluso abro mi boca dejando escapar un hondo suspiro que regule mi ritmo cardíaco.
Estoy temblando cuando el señor Benjamin Stanley me ayuda a bajar del auto; él me abraza de manera paternal dejando un beso en el tope de mi cabeza, es así como se hace un lado permitiendo espacio para que su esposa, Esme y Jess se acerquen a mí.
La señora Marianne Stanley se agacha acomodando la cola de mi vestido que se enreda entre el césped áspero y verdoso que hay en el camino.
― Luces preciosa, Bella ―su voz se quiebra al dejarme un dulce beso en mi mejilla.
― Mamá ―interrumpe Jess― controlate, la harás llorar.
Mi loca amiga se acerca a mi oreja:
― Mike ya pudo ―susurra― fue perfecto, amiga.
Miro directo a sus iris azules. Esta emocionada y completamente feliz que sigue riendo sin control mientras su madre rueda los ojos sin comprender de qué hablamos.
― ¿Por qué no me dijiste? ―reclamo― ¿cuándo ocurrió?
Jess sacude su cabeza; su cabello rubio ahora ligeramente ondulado se mueve de forma grácil cubriendo sus hombros desnudos.
― Te cuento otro día ―me abraza―. Hoy solo eres tú ―susurra mientras nos estamos balanceando en un fuerte abrazo― te quiero, Bella. Y solo puedo desear que seas muy feliz con tu propia familia.
Mis ojos pican y el nudo en mi garganta me impide hablar. Sé cuánto aprecio me tienen ella y su familia, porque están conmigo como lo han hecho siempre.
― Cariño ―murmura Esme a la vez que pone alrededor de mi cuello un hermoso collar de zafiro― la tradición dice que debes llevar algo prestado.
― Gracias ―respondo, acariciando con la punta de mis dedos la preciosa joya. Ella no espera más y me abraza a la vez que besa mis mejillas con tanta emoción.
― Bienvenida a la familia ―dice esta vez removiendo un mechón de mi cabello que se cruza en mi cuello.
Inspiro cuando Turning Page empieza a sonar de fondo, sonrío nerviosamente al saber que fue elegida por Edward. Miro en todas direcciones observando la majestuosidad del lago que enmarca el pequeño escenario lleno de guirnaldas de flores blancas, es realmente un sueño, el mejor que puedo tener porque sé que estoy alcanzando mi propia felicidad.
Guardo mis nervios llenándome de valor, sé que es momento de caminar rumbo al altar improvisado.
Doy un paso hacia el pasillo de pétalos blancos.
― Te invito a caminar conmigo ―Pat me ofrece su brazo dándome un guiño― ¿quieres?
Sus mejillas se han enrojecido levemente mientras sus ojos color miel me siguen observando con interés manteniendo una gran sonrisa en sus delgados labios.
― Encantada ―engancho mi mano en su brazo y él me da un ligero apretón.
― Sabes, cuando era niño siempre imaginé este momento ―dice tan bajo que me cuesta escucharlo―. En mis sueños había una mujer que esperaba a mi papá en el altar, solo que nunca alcanzaba a ver su rostro ―me observa fijamente y yo sonrío nerviosa― hoy sé que eras tú.
Exhalo, tratando de controlarme y con una mano abanico mi rostro evitando llorar de emoción.
― Te quiero mucho, Bella. Y sé que harás muy feliz a mi papá.
― Te quiero Pat. Estoy lista para hacerlos felices.
Empezamos a caminar tan despacio que pequeños recuerdos de mi vida comienzan a aparecer en mis pensamientos de forma ralentizada. No voy a llorar, existe un antes y un después de este día. Pero estoy convencida que la continuación será mucho mejor de lo que viví.
Seguimos caminando sobre el hermoso pasillo dándome cuenta que nadie espera por mí en el altar, mi corazón bombea con fuerza.
― ¿En dónde está Edward?
― Ahí… ―Pat señala al cielo― si no hacía algo como eso le daría un paro cardíaco de los nervios. Lo conoces y sabes que mi papá no se quedaría a esperarte en el altar, necesitamos siempre un poco de adrenalina.
Mi boca se abre; Edward está cayendo desde un paracaídas con un perfecto aterrizaje al lado del altar, me está sonriendo cuando Jake y Alec se acercan a quitar los arnés que están cruzados en su torso.
Vestido sin ropa de etiqueta formal que cualquier novio usaría el día de su boda. Edward trae un pantalón oscuro a juego con un chaleco y camisa blanca arremangada hasta sus codos y sus inconfundibles botas de montaña, pero ahora color negro. Se ve muy guapo con su pequeño moño en su cabeza que tanto adoro. Lo veo sonreír cuando Esme se acerca y le abraza.
Al llegar frente al altar Pat toma la mano de su padre poniéndola sobre la mía y voltea a mirarme:
― Ahora sí, es todo tuyo ―nos dice volviendo a su lugar con los pocos invitados.
Edward aprieta mi mano al entrelazar nuestros dedos.
― ¿Estás loco? No debiste lanzarte del paracaídas, podrías haberte lastimado o caer en ese lago.
Edward arquea sus cejas, se está riendo burlonamente.
― Sé lo que hago ―dice, admirando mi cuerpo―. Estás más hermosa que nunca ―pronuncia sin dejar de recorrerme de esa forma tan indecente―. Estoy deseando saltarnos la recepción e irnos a nuestra luna de miel, ¿te parece?
Niego.
La jueza se aclara la garganta llamando nuestra atención.
― Estamos reunidos esta tarde para celebrar la unión en legítimo matrimonio entre el señor Edward Cullen y la señorita Isabella Marie Swan…
En todo momento nuestras manos continúan unidas mientras seguimos escuchando lo que la juez nos dice hasta qué debemos firmar nuestro certificado de matrimonio.
Quizá me pierdo un poco ante mi emoción porque Edward acuna mi rostro besando mis labios, me sostengo de sus antebrazos porque temo caer y despertar de este sueño.
― Eres mi esposa ―verbaliza de una forma ronca y llena de emoción en sus palabras que me hace soltar un grito cuando me eleva a su altura para dar vueltas conmigo en sus brazos― mía.
― Te amo ―murmuro antes de besarlo con todo mi amor.
Nos tenemos que separar cuando aplausos se escuchan y silbidos no se hacen esperar al igual que las felicitaciones y abrazos hacia nosotros.
No soy muy consiente a quienes pertenecen cada abrazo o palabras hermosas, solo puedo agradecer y no perder de vista a mi esposo que hace lo mismo que yo: mirarme con una hermosa sonrisa.
Apenas llegamos a la recepción y la noche cae como manto oscuro cubriendo la ciudad, haciendo que el lugar luzca hermoso con la escasa luz de las velas que rodean el pequeño salón.
— Vámonos —susurra Edward haciéndome pegar un respingo.
— ¿Por qué? —indago mirándole— ¿acaso no te gustó el lugar?
Edward se posiciona detrás, pegándome a su cuerpo recorriendo mi espalda desnuda con su mano.
— Ya no quiero estar aquí —dice— se me ocurre algo mejor.
— ¿Algo mejor? No hemos disfrutado nuestra fiesta, además quiero pastel, se ve delicioso. Quiero probarlo.
Me toma en sus brazos haciéndome reír.
— ¿Qué haces?
— Robarme a mi esposa.
¡Hola! Aquí estoy de nuevo con otro capítulo más donde ya son marido y mujer. ¿Creen que Edward ya se robó a Bella? Me gustaría saber si les gustó el capítulo o alguna que otra reacción que tengan para la historia. Es muy importante para mí leerles.
*Nos leemos el viernes.
A quienes comentaron todo mi agradecimiento especial: Patty, Azu, solecitonublado, joabruno, Maris Portena, PaolaValencia, Leah De Call, Pameva, Adriu, Flor Mcarty, ALBANIDIA, Diannita Robles, Lily, Dulce Carolina, Jade HSos, Lore562, Andrea, Jessy Amador, cocoa blizzard, Ximena, Mony, Torrespera172, Vivi19, Claudia, Lizdayanna, Ana, Lili Cullen-Swan, mrs puff, Jane Bells, Pepita GY, Lidia, Antonella Masen, GLORIACULLEN, Bell Cullen Hall, Isis Janet, Vero Morales, Cinthya Villalobo, Wenday14, jenni317, rociolujan y comentarios Guest.
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