Reunión de todas las Piezas
Cinco Meses y Catorce Días desde la Última Muerte (Nueve Muertes)
"¿Saldrás de la mansión?"
"Necesito reunirme con Otto y Leith, y no quiero ser tan desvergonzado como para utilizar tu mansión mientras no estás; probablemente regrese antes de que tú misma lo hagas."
"¿Estás completamente seguro de hacerlo?"
"Hace una semana parecías preocupada porque tenía más de un mes de no salir, ¿y ahora te preocupa que lo haga?"
"No estoy preocupada; y yo que pensaba que tenías problemas de autoestima. Je, je, je, je… Hace tiempo que no sales de la mansión por ti mismo, eso es todo. Quiero asegurarme de que te sientas realmente listo para hacerlo. Después de todo, sería un problema para mí si vuelves a encerrarte en tu habitación solo porque te forzaste a salir de la mansión antes de tiempo."
"No pasará, te lo aseguro. No pienso desviarme, iré directamente a la casa de Leith y volveré antes del anochecer. Además, no es como si fuera a ir solo."
"Hmm… Sin embargo, no puedo asignarte ni a Mimi ni a Tivey. Mimi irá conmigo a la reunión y Tivey será el encargado de la vigilancia de la mansión. Enviaré a Halibel contigo, ¿te parece bien?"
"Preferiría no ir con Halibel. Creo que él servirá mejor como guardián de la mansión, no lo desperdicies en mí."
"Ahhhh… Supuse que dirías eso… Bien, en ese caso encargaré tu cuidado a Utada. Creo que ya lo conoces; es el guerrero más poderoso del Colmillo de Hierro después de Halibel, Ricardo y Mimi, así que deberías de estar bien."
"Aun así creo que estás exagerando, pero está bien, lo acepto."
"¡Perfecto! ¡Que tengas un buen viaje!"
Liberando un pesado suspiro, Subaru abandonó el despacho de Anastasia y comenzó a caminar por el pasillo que lo llevaría directamente al corazón de la mansión. El objetivo de su recién terminada junta con Anastasia, era el informarle sobre su pronta reunión con sus compañeros de la Asociación de Reinvención. Lo ideal en ese tipo de situaciones habría sido informarle de ello con, al menos, un día de antelación; no obstante, las circunstancias no habían permitido que fuera así.
Después de todo, Subaru se había enterado de dicha reunión hasta hace solo unas horas. Otto acababa de llegar a la capital después de un largo viaje de negocios; relacionado, por su puesto, con la Operación Reinvención. Y su amigo comerciante había expresado interés en que se reunieran para poder informales de primera mano, tanto a Subaru como a Leith, sobre los resultados de dicho viaje.
¿Podía esperar? Afirmativo, pero Otto tendría que rendir cuentas a la Empresa Hoshin antes de finalizado ese día, y lo habitual era que los miembros de la Asociación de Reinvención fueran informados antes de que ello fuera llevado a cabo. Por lo general, Anastasia habría formado parte de la reunión, pero dada la situación, habían optado por realizarlo de tal manera.
Realmente Subaru no necesitaba participar en dicha reunión. Podía dejar que Otto informara a Leith sobre los resultados del viaje y luego enterarse por medio de la Empresa Hoshin o la misma Anastasia, pero Subaru insistía en esforzarse por seguir las recomendaciones de su jefa. Y lo cierto es que salir de la mansión no le resultaba en un gran problema; la única razón por la que rara vez lo hacía, era porque allí tenía a mano todo lo que necesitaba. A diferencia de lo ocurrido en Kyo, Subaru ya no temía como tal a salir de la mansión; o al menos el temor que sentía ya no era tan abrumador.
No obstante, ello no implicaba que hacerlo fuera seguro. El ataque de los patéticos asaltantes, aunque pudiera no estar relacionado con en el "Cliente", era prueba fidedigna de que el mundo en el que actualmente se encontraba era uno extremadamente adverso, y más para aquellos como él, que carecían de habilidad, inteligencia y fuerza. Y por mucho que odiara admitirlo, aprender a lidiar con los peligros de ese lugar era uno de los pasos que tendría que dar para eventualmente alcanzar su objetivo.
Así que negarse a asistir a esa reunión no era una opción para él. Y, aun así, su adorable jefa realmente se lo había puesto fácil. Subaru sabía quién era Utada, claro que lo sabía. Utada era el nombre del imponente demi-humano con facciones de tigre que formaba parte de la elite del Colmillo de Hierro. Ya una vez, Utada, junto a su compañera hechicera y su compañero curandero, había rescatado a Subaru de una agónica muerte segura.
Subaru había llegado a notar que Utada solía evitarlo, ante lo que había teorizado que se debía a lo ocurrido con la niña asesina. Pero ello, contrario a lo que se podría llegar pensar, trabajaba a su favor. Subaru ya estaba exhausto de la constante y acosadora vigilancia de los guardias de la mansión, lo que resultaba ser una de las razones secundarias por las que había optado por asistir a la reunión de sus compañeros.
Con Anastasia fuera de la mansión, si el cometía el estúpido acto de quedarse atrás, se convertiría en el principal blanco de la protección de los mercenarios. Él era el segundo objetivo prioritario por debajo de Anastasia, por lo que la cantidad de ojos sobre él fácilmente se duplicaría con su ausencia.
Salir de la mansión solo disminuiría la cantidad de agobiantes escoltas, pero eso era mejor que nada. Y dado que parecía ser que él le desagradaba al guerrero atigrado, Subaru contaba con que la interacción entre ambos se mantuviera al mínimo. Que la atmosfera entre ellos se tornara insoportablemente incómoda, también era un posible desenlace; Subaru realmente esperaba que ese no fuera el caso. Seca indiferencia es todo aquello que anhelaba.
Anastasia inicialmente le había ofrecido asignarle a Halibel, pero esa era la opción con la que menos cómodo se sentiría; de eso estaba completamente seguro. Subaru insistía en mantenerse alejado de su más fuerte aliado, pero ya no se debía simplemente a que no se sintiera digno de su presencia, o porque deseara no depender de él. El temible augurio de Halibel; la cordura de Subaru pendía de que las palabras de Halibel no se volvieran una verdad.
Subaru estaba convencido de que su mente y corazón no soportarían pasar por otro ciclo de muerte, y un ciclo de muerte era la única razón por la que necesitaría de la asistencia de Halibel. Él sabía que era necio de su parte, considerando una posible inminente catástrofe, pero su delicada estabilidad mental dependía de negarse a aceptar que podía volver a morir.
"Soy un idiota, un completo y absoluto idiota…" Susurró, agobiado. Él era consciente de que estaba cometiendo un error que tarde o temprano regresaría con terribles consecuencias de pesadilla, y se odiaba por aferrarse a una estúpida esperanza infundada.
Miedo y desesperación comenzaron a filtrarse en su corazón, causando que este empezara a latirle cada vez más rápidamente. Un sudor frío empapó su frente y cuello, y espasmos comenzaron a tener lugar en sus extremidades. Se odiaba por ser tan débil, se odiaba por no haber abandonado del todo su infundado orgullo, se odiaba por permitir que el miedo lo dominara. Él lo sabía, lo sentía en sus tuétanos; Halibel no estaba equivocado, la catástrofe se aproximaba, la muerte lo estaba acosando de nuevo.
"¡Hola, Subaru…! ¿Ehmm? ¿Te encuentras bien?" Cuando finalmente ingresó al vestíbulo de la mansión, dispuesto a partir cuanto antes a su reunión, con tal de alejar de su mente los ominosos pensamientos que lo estaban atormentando, Subaru fue recibido por la hermosa voz de campanilla de Emilia; sonido que hizo que cada fibra de su ser se retorciera debido al instintivo disgusto que le causaba a parte de su alma.
"¿Yo? S-Sí, lo estoy. Estoy un poco apresurado, eso es todo." Respondió torpemente, mientras se limpiaba el sudor de su frente con su antebrazo; ya estaba acostumbrado a forzarse a ocultar sus emociones diariamente, por lo que naturalmente suprimió el alienado odio que surgió en lo profundo de su ser. Sin embargo, Emilia no parecía estar de todo convencida de su respuesta, aunque optó por no insistir al respecto.
"¿Apresurado? ¿Vas para algún lado?" Le preguntó cándidamente, buscando así alejar la conversación del turbado estado de Subaru.
"Correcto, Emilia-sama. Da la casualidad de que yo también tengo una reunión a la que asistir." Respondió el, mientras, sin dar muestras de ello, mordía parte del interior de su mejilla.
Un huracán de emociones dicotómicas estaba causando desastres en su interior. Primero estaban aquellas provocadas por las ominosas palabras de Halibel y su propio instinto, ambos vaticinando otro devastador evento de muerte. Y luego estaban aquellas producto de la alienada sensación de odio dirigido hacia Emilia, que había comenzado a sentir desde su llegada a la mansión; la cual había mantenido bajo control sin problema hasta ese día, en que perdió control sobre sus emociones debido al temor de que un nuevo ciclo de muerte estuviera cerca de iniciar. Incapaz de pensar claramente, Subaru solo podía anhelar el alejarse de la mansión. ¿Dónde se encuentra Utada? Se preguntó internamente, mientras nerviosamente escaneaba la habitación en la que se encontraba.
"… Anastasia nos mandó a llamar, nos indicó que estábamos por partir al castillo; sin embargo, no la veo por ningún lado. ¿Tú sabes donde se encuentra, Subaru?" Pero no importaba cuanto buscara, Utada no se encontraba allí; ¿Cuánto tiempo había pasado desde que salió del despacho? Realmente no estaba seguro de ello; mientras cavilaba respecto a todo aquello que le abrumaba, inevitablemente había sufrido una especie de laguna mental relacionada con el paso del tiempo.
Mientras analizaba internamente la situación en la que se encontraba y las opciones que tenía a mano, Subaru se percató de que Emilia había continuado con la conversación. "¿Eh? ¿Acaso me dijo algo, Emilia-sama?" Habiendo fallado en escuchar el contenido de sus palabras, Subaru se vio en la necesidad de preguntarle respecto a éste.
"¡¿Ehh?! ¿No me escuchaste? Lo siento, te lo diré de nuevo." Exclamó, visiblemente avergonzada por haber fallado en percatarse de que Subaru se encontraba distraído. Subaru estuvo dispuesto a disculparse de vuelta, pero realmente necesitaba que esa conversación finalizara; encontrar a Utada era su prioridad en ese momento. "Te pregunté que si no sabías dónde se encuentra Anastasia."
"¿Anastasia? Sí, me reuní con ella en su despacho hace…" Todo le resultaba demasiado confuso. ¿Hace cuánto se había reunido con ella? Una vez el encuentro hubo finalizado, Subaru partió hacia el vestíbulo de la mansión, pero en el camino se perdió en sus pensamientos… El miedo a morir, el deseo de salir de la mansión, la necesidad de encontrar a su escolta. Subaru se había sumido en lo profundo de sus pensamientos y había perdido la noción del tiempo. "… Me reuní con ella hace un rato… Es posible que siga allí."
"Hmm… En ese caso debería de seguir esperándola aquí… ¡Gracias, Subaru!" Murmuró la chica, mientras miraba lo miraba pensativa; tras un instante, ella le agradeció, lo que significó el final de su conversación. Subaru le hizo un gesto a Emilia con la cabeza y se dispuso a salir del vestíbulo, pero se detuvo cuando su mirada se posó en una persona que, hasta entonces, no había notado.
"¿Se puede saber que mira? ¿Es que acaso se le perdió algo?" Se trataba de la mucama de Emilia, Ram, quien lo increpó inmediatamente al percatarse de que su mirada se encontraba fija en ella. La fría chica apenas y se había mostrado en las cuarenta y ocho horas que Emilia había estado en la mansión. Subaru solo sabía de ella lo poco que había mencionado la medio-elfa, y había algo que definitivamente no le cuadraba.
Ram era la mucama enviada para acompañar a Emilia, y solo por ello sus prolongadas ausencias ya resultaban injustificables. Su lugar estaba al lado de su señora, y no en ningún otro lugar; eso lo había aprendido Subaru de los sirvientes y subordinados de Anastasia Hoshin. Que esa desagradable mujer negligiera de su trabajo ya era bastante reprochable, pero esto solo empeoraba si se tomaba en cuenta que también era la escolta de Emilia.
La chica de pelo rosado no era una simple mucama, era una sirvienta de combate; similar a aquellas que Subaru había llegado a ver en novelas ligeras y videojuegos. El trabajo de Ram era mantener a Emilia, la repudiada candidata de la Selección Real, fuera de peligro. Por ello sus prolongadas ausencias, en lo que podía considerarse como territorio enemigo, no eran más que la peor de las negligencias e irresponsabilidades.
Hecho que hizo resurgir las dudas de Subaru respecto al benefactor de Emilia; Roswaal L. Mathers. ¿Quién era en verdad ese hombre? Aquel dispuesto a apoyar la campaña política de la enemiga ideológica de Lugunica. ¿Por qué, siendo consciente del peligro que corría su protegida, le asignaba a una mucama emocionalmente herida, que recientemente había perdido a una hermana, la importante tarea de resguardarla?
"¿Emilia-sama, puedo hacerle una pregunta?" Pronunció Subaru, moviendo su mirada hacia Emilia e ignorando la pregunta agresiva de la mucama pelirosa.
"Claro, tú respondiste mi pregunta, así que es lo justo. ¿Qué deseas preguntarme?"
"Su benefactor, Roswaal L. Mathers… ¿Es acaso un hombre confiable?" Subaru no había terminado de formular su pregunta, cuando pudo notar movimiento con el rabillo de su ojo. Antes de que Emilia pudiera responder, quien lo hizo fue la siempre apática mucama.
"¡¿Con qué derecho preguntas eso?! ¡No eres más que el sirviente de una rival política de Emilia-sama! ¿Acaso te crees en potestad de cuestionar respecto a Roswaal-sama?" La mucama aparentemente no se había tomado bien su intromisión, considerando que se acercó a él frunciendo el ceño e inquiriéndole sobre su extralimitación.
A Subaru no le agradaba la mujer, pero ella tenía razón. ¿Qué hacía un subordinado de Anastasia Hoshin cuestionando a una de sus rivales sobre su benefactor? Subaru sabía que él no tenía el derecho de inquirir sobre la vida de Emilia, menos de entrometerse en las decisiones tomadas por su benefactor; ese era un derecho al que había renunciado desde el día uno. Aun así, se sentía culpable por el terrible desenlace que había tenido Emilia, y necesitaba calmar su culpa asegurándose de que Emilia no se encontrara bajo la protección de la persona equivocada.
¿Quién era él para decidir si ese era el caso o no? Nadie. Pero necesitaba escuchar la opinión de Emilia sobre Roswaal L. Mathers, o de lo contrario no podía aplacar el remolino de sentimientos que había aflorado en su interior. Subaru no había dejado de escuchar ese nombre, y se sentía genuinamente intranquilo cada vez que lo hacía, y ello solo empeoraba su ya inestable estado mental. Escuchar la opinión de Emilia sobre ese hombre podría ser lo que necesitaba para apaciguar, aunque fuera ínfimamente, las llamas del infierno que era su propia mente…
"¡Ram!" Sorpresivamente, Emilia reprendió a su subordinada por su actitud; recibiendo así un chasquido de lengua como respuesta. Sin mirar a Subaru, la mucama se alejó de él y regresó al asiento en que había estado esperando sin pronunciar otra palabra. Subaru se sintió tentado a investigar más a fondo el porqué de su reacción, pero sabía que hacerlo implicaría sumergirse en aguas muy pantanosas. Tendría que conformarse con la respuesta de Emilia, fuera cual fuera. "En verdad lo siento, Subaru. Como ya había mencionado antes, ella ha pasado por mucho y… hablar de Roswaal generalmente la pone nerviosa. Sé que en el fondo ella lo siente por haberte hablado de esa forma."
"¡Já!" Una sola risa burlona fue la respuesta de su mucama ante la apenada disculpa de Emilia, lo que solo aumentó el desdén que Subaru sentía hacia la mujer.
Suspirando profundamente, Emilia, agobiada, sacudió ligeramente la cabeza y lo miró directamente a los ojos. "Roswaal es una persona un tanto… demasiado excéntrica; sin embargo, me ha prestado su ayudado en tantas ocasiones… Sí, yo confío en él." Respondió Emilia, sin explayar en lo más mínimo. Ante el silencio de Subaru, Emilia bajó ligeramente la cabeza. "No sé si esa es la respuesta que estabas esperando… Si no lo es, me disculpo por ello; no obstante, aunque la forma en que lo dijo no fue la adecuada, Ram tiene razón. Eres subordinado de una rival política, así que no puedo otorgarte demasiada información respecto al hombre que me respalda, ni el resto de mi facción."
"Me alegra que me haya escuchado, Emilia-sama." Comentó Ram sarcásticamente, algo a lo que Emilia se negó a responder; estaba claro que, por la razón que fuera, la relación entre ambas no era la mejor. Aun así, para Subaru no era difícil imaginarse el porqué. Emilia, la medio-demonio, causó indirectamente el ataque a la aldea cercana a la mansión, y con ello la muerte de su hermana… No sería raro que Ram pensara de esa forma, y guardara rencor contra Emilia por ello.
"Esa respuesta es suficiente, gracias." Respondió finalmente Subaru. Estaba siendo sincero. Por lo que había notado tras la llegada de Emilia, junto a lo que había escuchado de él, Subaru había comenzado a tener sospechas de Roswaal; sospechas de que él tenía algo que ver con el mal estado de Emilia. Pero esa respuesta había aplacado sus dudas, al menos parcialmente.
"Lia… No siempre estoy de acuerdo con ella, pero Ram tiene razón en algo…" Y antes de que otra palabra fuera pronunciada, un pequeño felino de pelaje gris y grandes ojos azules apareció sobre el hombro de Emilia. Su mirada felina se encontraba posada sobre Subaru, y era fácil notar que desconfiaba completamente de su presencia.
"¡Puck, que bueno que apareces!" Exclamó Emilia, mostrándose genuinamente alegre por primera vez desde que pisó la mansión; algo que, sin lugar a duda, quitó un enorme peso de la espalda de Subaru. Al menos su relación sigue igual; pensó. "Subaru, Puck quisiera disculparse contigo por haberte juzgado mal. El cambio de ambiente lo puso paranoico y-"
"Lo siento, Lia. Pero al final parece que no podré disculparme."
"¿C-Cómo?" Exclamó ella, notándose visiblemente confundida. ¿Es que acaso no había escuchado lo que dijo su espíritu al mostrarse? Tal vez estaba emocionada por ser la primera vez que su espíritu se mostraba en público desde su llegada a la mansión, y esto causó que se hiciera una idea equivocada de la situación.
"Sé que dije que lo haría. Ayer me pareció que no había razón por la que desconfiar de él, pero ahora me veo en la necesidad de retractarme. No solo sigue resultándome imposible saber concretamente que piensa o siente, sino que, además, su interés en ese payaso loco de Roswaal me resulta en extremo sospechoso."
"Gran Espíritu-sama, le ruego que no agravie el nombre de Roswaal-sama." Anonadado, Subaru escuchó las palabras de Puck, quien ignoró completamente las quejas de Ram por sus calumnias hacia Roswaal.
"Tú mente y corazón son como un denso pantano cubierto por una gigantesca manta de obscuridad… Subaru Natsuki. No sé cuál sea tú interés en Lia y Roswaal, pero te recomiendo que lo deseches. Si me estoy mostrando de esta manera en territorio enemigo, es porque quiero dejar en claro mi mensaje." Cruzándose de brazos, el pequeño felino entrecerró sus ojos. El aura de hostilidad que estaba emanando había logrado paralizar por completo a Subaru, que había comenzado a temblar involuntariamente. "Tócale una hebra de cabello a mí hija, y me aseguraré de que seas enterrado en un sarcófago de hielo." Y dejando esas palabras flotando en el aire, Puck volvió a desaparecer.
"¡Puck…! Subaru, en verdad lo sien-" Emilia, visiblemente afligida por lo que acababa de tener lugar, se dispuso a disculparse con Subaru, pero antes de poder hacerlo, finalmente ingresó la anfitriona a la habitación.
"¿Qué pasó aquí? Pareciera que la empresa de alguien acabara de caer en bancarrota." Dijo la chica, mirando a Subaru y Emilia.
"Parece que el Gran Espíritu-sama y yo al menos coincidimos en algo." Comentó Ram, indiferente a la aparición de la dueña de la mansión.
"¿Hmm? ¿A qué se refiere tu sirvienta, Emilia?"
"Anastasia, yo…" Una atmosfera incómoda se formó en el vestíbulo, donde ambas rivales intercambiaron miradas. Una se encontraba confundida, la otra apenada. Pero allí se encontraba un tercero que solo quería escapar de allí inmediatamente.
Subaru nunca esperó semejante reacción de Puck. Y cabía preguntarse, ¿qué lo había llevado a verlo a él, Subaru, como un posible enemigo? La Bestia de la Glaciación lo había amenazado, y por lo mismo Subaru se encontraba completamente aterrorizado. Ese día apenas había comenzado, y ya deseaba que acabara. Así que, desesperado por una línea de rescate, Subaru buscó su salida insistentemente; y rápidamente dio con ella.
"¡Utada, me alegra verte! Tengo prisa en llegar a mi reunión, así que partamos de inmediato." Y con esas palabras, Subaru se dispuso a escapar de la situación en la que había terminado envuelto. O al menos eso es lo que tenía en mente...
"¡Su-san, ¿estás seguro?!" Pero Anastasia no había ingresado al vestíbulo escoltada solo por Utada, un par de mercenarios también lo habían hecho, y entre ellos se encontraba Halibel. Aquel que había sembrado el pánico en su corazón con su profecía de muerte había aparecido al levantarse el telón de la calamidad. "Su-san, podrías terminar arrepintiéndote."
Las dos candidatas al trono presentes se miraron entre sí, visiblemente desconcertadas. Tantas cosas habían tenido lugar a la vez, que no solo para ellas, sino que, para cualquiera de los presentes, estaba resultando imposible seguirle el ritmo a la ilación de eventos. Subaru, sin embargo, era el centro de todo lo que estaba ocurriendo, y el peso de esto estaba abrumándolo al punto del colapso mental.
"¿Alguien me podría explicar que está pasando?" Preguntó Anastasia, conflictuada. No obstante, a pesar de ser la anfitriona, nadie mostró interés en responderle.
"¿Su-san?" Insistió Halibel, su mirada fija en los temblorosos ojos de su aliado. Ven… Subaru se estaba viendo tentado a responder de esa manera. Debería aceptar… Se dijo a sí mismo. Pero su patética debilidad, esa enfermedad crónica que parecía incurable, le imposibilitó mover sus labios. "Su-san, si en verdad prefieres que no te escolte a tu reunión, al menos usa el metia para contactarme en caso de que algo ocurra."
"Lo haré." Fue todo lo que alcanzó a decir Subaru, antes de escapar de la escena, seguido por un indiferente Utada. Una vez más había huido… Y algo le decía que pronto le sería imposible seguir haciéndolo. Si no daba el paso por él mismo, un elemento externo lo obligaría a hacerlo.
"… Por suerte, mi padre mantenía buenas relaciones con el dueño del Mercado Oficial de Picoutatte, ubicado al sur de la ciudad, así que eso fue de gran ayuda para avanzar las negociaciones. En menos de un par de meses deberíamos de tener una línea de comercio directa con Picoutatte, lo que nos permitirá incursionar en Vollachia con mayor facilidad de lo previsto. Aunque no podremos hacer nada al respecto hasta que se levante el cierre de fronteras, así que por ahora nos enfocaremos en establecernos completamente en Picoutatte." Refirió Otto Suwen, miembro del departamento de comercio de la Empresa Hoshin y líder del subdepartamento de relaciones comerciales, enfocado en la Operación Reinvención.
"Picoutatte, ¿eh? Pensé que nos costaría más establecer lazos con los mercantes del lugar, considerando que muchos no ven con buenos ojos a los comerciantes de la capital." Comentó su compañero, Leith Hendar, líder del subdepartamento de diseño enfocado específicamente en la Operación Reinvención.
"Por eso mismo digo que fue una suerte que mi padre mantuviera buenas relaciones comerciales con el dueño del principal mercado de la ciudad. De no haber sido por ello, es posible que nos hubiera tomado al menos medio año formar los lazos comerciales necesarios para incursionar en la ciudad con nuestros productos." Respondió Otto.
En ese momento, ambos se encontraban en el hogar de Leith, específicamente en aquella habitación que una vez sirvió como el taller donde la Operación Reinvención fue concebida. Otto, que había estado presentado los resultados obtenidos de su viaje de negocios al sur de Lugunica en una pequeña pizarra de madera, ubicada frente a una mesa del mismo material, tomó lugar en el asiento más cercano a la susodicha pizarra, mientras resaltaba la importancia de las circunstancias que habían tenido lugar.
Leith, que se encontraba sentado en un asiento ubicado a en la parte derecha de la mesa, según la perspectiva de Otto, asintió denotando comprensión. Después de un instante de silencio, Leith miró a Otto a los ojos y prosiguió con la conversación. "Ya veo. Aunque debo decir que me sorprende que hayas acudido a tu padre. Después de todo lo que pasaste en tú pueblo natal debido a tu falta de suerte, pensé que nunca volverías a relacionarte con tu familia."
"Esa nunca fue mi intención. Después de todo, a pesar de todo lo ocurrido por culpa del malentendido y… esa mujer; mi padre, madre y hermanos nunca me abandonaron. Mi padre me ayudó a escapar e incluso me puso bajo la tutela de quien fue mi mentor en el comercio ambulante, así que nunca guardé rencor hacia ellos, todo lo contrario. Aun así, mi objetivo siempre fue regresar a Picoutatte hasta haber alcanzado el éxito como comerciante, cosa que pensé que no conseguiría hasta que los conocí a ustedes… Así que gracias, chicos."
Otto, conmovido, miró tanto a Leith, sentado a su derecha, como a Subaru, que se encontraba a su izquierda. Leith inmediatamente procedió a sonreírle, pero Subaru fue más lento en reaccionar. Al final, un movimiento de cabeza fue la única indicación por parte de Subaru de que había escuchado el relato de Otto. Aun así, ni Otto ni Leith se mostraron molestos por esto, y ambos se limitaron a continuar con la conversación.
"En ese caso. ¿Qué fue de la mujer que intentó hacer que te asesinaran?" Preguntó Leith, refiriéndose a la joven que, en los años mozos de Otto, había puesto precio a su cabeza; todo debido a que él, con tal de librarse de un malentendido, había terminado rebelando los numerosos amoríos de la fémina.
"No vi señal de ella, para ser honesto. Aun así, me comentaron que cuando supo que trabajaba para una candidata de la Selección Real, abandonó toda animosidad hacía mí. Je, je, je… En verdad mi suerte a mejorado considerablemente desde que los conocí." Dijo Otto, rascando nerviosamente su cabeza, en la que no se encontraba su típico Ushanka verde.
"Yo no diría eso… Aun después de conocernos, hubo momentos en los que por poco no la libras. Tal vez fueron la enorme suerte e inteligencia comercial de Anastasia Hoshin-sama las que contrarrestaron tu pésima suerte, Otto… Nunca lo sabremos. Me imagino que, de tener la oportunidad, te unirías a su campaña." Asumió Leith, convencido de sus palabras. Sin embargo, el gesto de Otto traicionó sus expectativas; puesto que inmediatamente negó con su cabeza.
"No niego que le debo mucho a Anastasia-sama; sin embargo, no comulgo con muchas de sus ideas políticas. Esa mujer está tan obsesionada con los negocios, que es incapaz de ver a este país y su gente como algo más que eso; un negocio. No creo que un país, y menos uno como Lugunica, pueda ser gobernado bajo ese tipo de postura política." Argumentó Otto, vehementemente.
"Me sorprende, Otto. Siempre pensé que compartirías la visión política enfocada en el comercio de Anastasia Hoshin… "Respondió Leith, mientras se acomodaba en su silla. "Entonces, ¿cuál es tú candidata favorita? Yo personalmente, después de todo lo ocurrido, no puedo pensar en otra gobernante que no sea Anastasia-sama. Aunque puede ser que su alianza con nosotros, y que tenga el respaldo de la familia Juukulius, me haya parcializado enormemente."
"Lo cierto es que preferiría no hablar de ello." Murmuró Otto, esquivando así la pregunta de Leith. Era notable que no se sentía del todo cómodo con la idea de responderla.
"¿Huh? ¡Vamos, no seas así! Ni Subaru ni yo te vamos a juzgar por tu respuesta, solo tengo curiosidad de cual candidata calza mejor con tu visión de un mejor futuro para Lugunica." Insistió Leith, instando a Otto a revelar que campaña política apoyaba. Aun así, estaba claro que Otto seguía renuente a hablar de ello.
"No deberías presionarlo, Leith. No me parece que Otto se sienta cómodo hablando de ello." Intervino Subaru, abogando por la privacidad de su compañero mercante. Leith inmediatamente lo miró a él, y tras un corto intercambio de miradas, fue el primero en alejarla.
"Subaru… tienes razón, claramente me dejé llevar. Lo siento, Ott-"
"¡La medio-elfa, Emilia! No hablaré del porqué la apoyo, pero me gustaría que ella ganara." Sin embargo, antes de que Leith se disculpara por su insistencia, Otto finalmente cedió y reveló la identidad de candidata a la que apoyaba. El primero en reaccionar fue Leith que, boquiabierto, no pudo hacer más que mirarlo sorprendido. Subaru, por otro lado, no se mostró tan sorprendido; aun así, para cualquiera que prestara atención, era obvio que un remolino de emociones se había desatado en el interior de su mirada. ¿O éste solo había empeorado?
"¿Conque Emilia…?" Murmuró Subaru, evitando terminar su frase en vos alta. Me alegra que al menos haya gente que la apoye; pensó internamente, recordando la mirada melancólica de Emilia, esforzándose por aplacar el odio y la culpa que surgían en su corazón ante el ínfimo pensamiento relacionado con ella.
"Uhmmm… ¿Podemos cambiar de tema? Dejando de lado los datos de los negocios en el sur y todo lo relacionado con la política… Subaru, hoy has estado más callado de lo normal. ¿Pasó algo?" En un obvio esfuerzo por cambiar el rumbo de la conversación, Otto se enfocó en Subaru y externó sus preocupaciones relacionadas con la actitud apática de Subaru.
"¿En verdad crees que es diferente a lo normal?" Preguntó Subaru de vuelta, encogiéndose de hombros. Así como Otto no quería hablar de política, Subaru no tenía intención de hablar respecto a aquello que, como correctamente había deducido su compañero, lo tenía más agobiado de lo normal.
La respuesta de Subaru, inevitablemente estancó los esfuerzos del trío de compañeros por tener una conversación fluida que no incurriera en temas tabú, por lo que consecuentemente dio paso a que una atmosfera extremadamente incómoda se formara en la habitación. Los tres intercambiaron miradas silenciosas, buscando las palabras adecuadas con las cuales darle fin a ese agobiante silencio; sin embargo, no fue ninguno de los tres camaradas el que finalmente lo logró.
"¡Subaru-sama, la ciudad está bajo ataque! ¡Se trata del Culto de la Bruja!" Aquello que le dio muerte al silencio incómodo no fue otra cosa que la señal que Subaru tanto había anhelado nunca recibir. La señal del inicio de otro evento de muerte. Maldito Halibel, estúpido yo; pensó frustrado, esforzándose por no prestar atención al punzante dolor que sentía en ambos brazos y al vacío horrorizarte que se había formado en su estómago. La muerte le estaba recordando el peso de sus pecados, la muerte le estaba indicando que una vez más iría a por él; la muerte estaba cerca, podía sentirlo.
