Hola hermosas, muy buenas tardes, antes de iniciar a leer este capítulo les recuerdo que esta historia al igual que todas mis historias son para mayores de edad (21+) y para las personas que no se sienten incómodas con los temas de contenido adulto y con amplio criterio, esta escrita sin ánimo de ofender, es solo con fines de entretenimiento, así que recuerdo una vez más que es clasificación M, te pido de la manera más atenta y educada posible que si no tienes la edad suficiente para leer por favor retírate, de lo contrario eres bienvenida. Gracias por tu comprensión.
ENTRE CARTAS Y MENTIRAS
LUNA O MIEL
CAPÍTULO 40
Los invitados seguían bailando llenos de alegría en la fiesta, disfrutando de la brisa que otorgaba aquel paradisíaco lugar a pesar de que la mayoría de ellos estaban acostumbrados a los climas fríos les gustaba sentir el aire fresco de la brisa del mar, uno que poco a poco incrementaba con el trascurso de las horas. La madrugada se acercaba a pasos agigantados y ninguno se dio cuenta de la desaparición de los novios, nadie, salvo Albert y los Cornwell quienes estaban al pendiente de ellos.
-¿Dónde está Anthony y Candy? – Preguntó la matriarca, quien fue la única que comenzó preguntar por la joven pareja ya que ella tampoco estaba avisada de lo que harían.
-Ya se fueron. – Respondió el patriarca con una sonrisa traviesa al ver que los ojos de la matriarca se abrían con asombro por la respuesta dada.
-¿A dónde? ¿Cómo? – Preguntó sorprendida.
-Rumbo a su luna de miel. – Respondió Albert de nuevo con una sonrisa hacia la anciana, pero esta vez más cálida. Elroy no tuvo otra más que sonreír a pesar de no estar de acuerdo con aquella escapada que habían hecho los rubios.
En la cubierta donde estaba el lugar que representaba la pista de baile, Stear se movía lentamente a ritmo de las letras de la música que sonaba de fondo, los invitados ya se habían retirado del barco y quedaban solo unas cuantas personas en el lugar, aferrado a su esposa con mucho cariño la guiaba a su ritmo para descansar de aquella noche que los había dejado exhaustos.
-¿Quieres irte a dormir? – Preguntó con dulzura mientras se alejaba un poco de ella para observar sus hermosos ojos a través de los vidrios de sus lentes.
-Estoy bien. – Respondió Patty con una risita divertida al ver que Stear la trataba con mucho cuidado y ternura. – Un poco cansada pero puedo aguantar un poco más. – Dijo sincera, sabía que tenían que esperar a que todos los invitados se hubiesen ido, ya que la mayoría estaba hospedado entre la mansión Andrew y la mansión de los Brower.
-Vamos. – Le dijo el chico besando sus labios con dulzura para llevarla a sentar y tomar su lugar junto a su tío y la tía abuela para poder agradecer la presencia de su familia, aunque no es como si ya no los fuera a ver una gran parte de ellos se iría a la mansión de Anthony, era ahí donde él y Patty se habían hospedado.
Archie hacía lo mismo con Annie, ambos se dejaban guiar con las notas musicales que escuchaban enamorados, mientras sus cuerpos bailaban lentamente para retardar el momento de alejarse nuevamente. Como cada día tenían que separarse una vez más y más cuando Annie se quedaría a dormir en la mansión de los Andrew y Archie se quedaría de nuevo en la mansión de Anthony, ya que la familia de ella no estaba de acuerdo que ninguno de los dos durmiera bajo el mismo techo.
-No quiero separarme de ti. – Decía el elegante mientras observaba que su hermano aún bailaba junto a su esposa. Annie seguía sonrojándose por las palabras de su prometido, unas que pensaba eran todavía un sueño que un día había creído inalcanzable. Archie sintió como su chica se acercaba más a él en señal de que quería estar también más cerca de él, buscando protección en los brazos cálidos de su amado, recibiéndola con amor al sentir el calor de su frágil y delgado cuerpo a su lado. Lanzó un suspiro que hizo que Annie volteara a verlo intrigada. – No puedo soportar más tiempo lejos de ti damita. – Le dijo muy cerca de sus labios. Annie sonrió halagada pero tímida por sus palabras.
-Yo tampoco quiero separarme de ti. – Decía perdiéndose en su mirada, una mirada que ella adoraba ver en su novio ya que en ella se podía ver el grande amor que él le profesaba.
Archie observó a lo lejos que su hermano se dirigía junto a su cuñada al lado del tío y la tía abuela, más allá pudo observar a su suegro y a su suegra que los observaban como indicando que ya era hora de retirarse, él entendió las miradas que le eran dirigidas por el señor Britter.
-Creo que ya es hora mi amor. – Le dijo tomando su mentón con ternura para darle un dulce y suave beso en la mejilla. Annie volteó hacia donde tenía dirigida la vista su novio y pudo observar la mirada de su madre sobre ellos, ahí el motivo de que Archie no la besara en los labios, frustrando su despedida de esa noche.
-¿Te veré mañana? – Preguntó Annie esperanzada de ver a su novio antes de regresar a Chicago.
-Por supuesto. – Dijo de nuevo Archie con ternura besando esta vez el dorso de su mano, acompañándola hacia donde estaban sus padres para así dejarla ir una vez más y quedarse de nuevo con las ganas de compartir una noche a su lado.
Se despidió de los Britter entre miradas cómplices y románticas con su amada, siendo un completo caballero con la señora Britter quien dejó que el joven se luciera con sus modales ante ella.
Una vez que ya se habían ido los invitados, todos se dirigieron al carruaje que los llevaría hacia la mansión de los Andrew y después a la de los Brower, donde se quedarían Archie, Stear y Patty, la tía abuela se quedaría en su mansión junto a Albert y su prometida.
-No entiendo cómo Neal tuvo el descaro de aparecerse en la boda. – Dijo Archie demostrando que estaba molesto todavía por haber soportado la presencia del odioso chico.
-Fue algo inevitable. – Dijo Albert, dejando en claro el por qué había asistido a la boda.
A pesar de la presencia del moreno Anthony y Candy no lo tomaron en cuenta, solamente recibieron su "felicitación" que pensaron era tan falsa como los rizos de su hermana.
-Anthony invitó al señor Stwart por los negocios que los han unido todo este tiempo. – Explicó Albert con tranquilidad, dejando en claro que ese hombre había sido uno de los tantos inversionistas más poderosos que había conseguido Anthony en Florida. – Así que fue imposible que este invitara a su hija y por consiguiente a Neal. – Explicó de nuevo.
-¿Pero pudieron darse cuenta? – Preguntó ahora Stear mientras su rostro demostraba que diría algo gracioso como era su costumbre. – He estado pensando en qué hubiera pasado si alguno hubiera dudado de las palabras que Neal nos dijo. – Decía intentando no reír para poder darse a explicar mientras los demás esperaban que dijera a qué se refería exactamente, ya que Neal siempre decía una brutalidad de barbaridades en contra de todos.
-¿A qué te refieres Stear? – Preguntó la tía abuela con desgano, hablando por primera vez desde que se había subido al carruaje, observando con algo de molestia a su nieto ya que quisiera o no aún seguía teniendo por Neal y Elisa un cariño tan especial a pesar de su manera tan retorcida de actuar en contra de los demás integrantes de la familia.
-A que no sé qué hubiera hecho Neal para explicar que su hija que es el vivo retrato de su madre Sara era hija de Anthony. – Dijo con gracia de nuevo el inventor haciendo que los demás que lo escuchaban cayeran en cuenta que era cierto, habían visto por unos instantes a la hija de los Leagan-Stwart y realmente era igual a la odiosa señora Leagan. – Imagínense que nadie hubiera creído la inocencia de Anthony, o por lo menos alguno hubiera dudado si realmente era o no el padre de esa niña, al nacer se hubiera caído por completo el teatro de Neal y hubiera tenido de todas formas que responder a sus actos. – Sus acompañantes reconocieron que era verdad lo que el inventor había apreciado.
-Tienes razón hermano, la pequeña de Gabriela es el vivo retrato de su suegra. – Dijo Archie recordando el rostro de la pequeña que había podido observar por unos minutos.
-Espero que haya sacado el carácter de su mamá. – Dijo Stear. - O de su abuelo, para que así pueda darle a su padre un poco de lo mucho que él hizo ver nuestra suerte de pequeños. – Volvió a decir el inventor ocasionando la risa de todos incluida Kristen, sin embargo la tía Elroy no estaba muy feliz con esos comentarios que se hacían a costa de su familia, pero a pesar de ello no se atrevió a defenderlos una vez más, no esta vez, sabía que a pesar de que llegaran a ser incómodos sus comentarios tenían mucha razón.
-Pues mientras el señor Stwart pueda mantener a Neal tan ocupado en los negocios… - Dijo Albert demostrando que estaba tranquilo con el trato que estaba recibiendo el moreno por parte de aquel inversor, sabía bien que por un tiempo no tendría que preocuparse por el menor de los Leagan y que cundo llegara el momento se encargaría de ponerlo nuevamente en su lugar, pero confiaba en el tiempo que no tuviera que volver a saber de ellos.
En el camarote principal del yate de Anthony, una rubia recibía a su ahora esposo quien la comenzaba a desvestir lentamente, sintió como una de sus manos comenzaba a deshacer el moño que acababa de hacer para cerrar su bata mientras la otra la tomaba por la cintura para acariciar esa zona con delicadeza, pudo sentir el calor de su mano atravesar la delgada tela que los separaba de su desnudez, el calor que desprendía su mano era muy atrayente, así como lo era la mirada que el mantenía fija en su cuerpo.
Candy cerró los ojos para poder apreciar con sus sentidos aquellas sensaciones que él le causaba en su cuerpo, sintió como sus manos fueron despojándola de aquel fino ensamble de encaje y como el aire cálido del ambiente se dejaba sentir en sus hombros y en sus piernas que habían quedado descubiertas, solo enfundada en su corsé y su bombacho.
-Eres divina. – Dijo Anthony muy cerca de sus labios para después atraparlos con esmero al ver que los de ella eran mordisqueados una vez más con una inocente coquetería, aquella que ella siempre había tenido y que él había percibido siendo tan solo un jovenzuelo. Candy soltó un suspiro al sentir como Anthony se apoderaba de sus labios y después comenzaba a dirigir su húmeda boca a lo largo de su cuello, un movimiento que erizó por completo la piel de la pecosa. Anthony pudo percibir sobre su tacto aquella reacción sobre la suave piel de su amada que en ese momento se sintió un tanto áspera al ser erizada por la sensación que él le provocaba.
-Anthony. – Fue lo único que Candy pudo mencionar al sentir que sus manos recorrían sus hombros hasta llegar a sus manos para entrelazarlas mientras su boca seguía su candente recorrido.
Anthony no se detuvo en ningún momento, quería volver a sentir aquellas maravillosas sensaciones que había descubierto hacía tan poco y que se había obligado a reprimir por todo ese tiempo, sin embargo quería tomarse el tiempo adecuado para hacer disfrutar a su amada, quería recorrer lentamente aquel templo que representaba su cuerpo para adorarlo y amarlo con verdadera devoción.
La fue guiando lentamente hasta posarla en la cama y con gentileza la recostó para admirarla en silencio, sus ojos azules brillaban con intensidad maravillados por la hermosura y sensualidad de su mujer. Con movimientos lentos fue aflojando el listón que mantenía su prenda superior unida entre sí, mientras sus ojos se perdían en la suavidad de su piel, observando la blancura que esta desprendía al despojarla por completo de la totalidad de sus prendas. Sus ojos destilaban fuego y deseo conforme avanzaban su recorrido, poder observar detenidamente su anatomía era un deleite para su vista y para sus sentidos.
Una vez a su merced pudo detenerse a contemplarla sin prisas ni remordimientos, ahora era suya por completo y él era de ella en cuerpo y alma, no tenía que esconderse nuevamente de nadie, ni pensar que podrían ser escuchados y descubiertos, ahora ella estaba de nuevo ante él a su disposición por todo el tiempo que la vida lo permitiera.
-Eres hermosa princesa.- Le dijo mientras daba un efímero beso en sus labios. Pudo percibir el ligero temblor que se apoderaba de su cuerpo, delatando los nervios que la invadían en esos momentos, haciéndolo sonreír con ternura para poder tranquilizarla. – Tranquila amor. – Le pidió en un susurro, él también estaba nervioso, sin embargo podía más su necesidad y las ansias de amarla que el nerviosismo o el miedo de su desempeño, no quería asustarla con su impaciencia, así que se tomó su tiempo para disfrutarla y después tomarla.
Lentamente besó su cuerpo, apoderándose de cada uno de sus rincones, besando lentamente cada una de sus terminaciones, observando cómo su cuerpo se removía bajo de él mientras sentía como sus manos acariciaban sus rubios cabellos aferrándolo a su cuerpo para que sus besos se imprimieran más firmes en su cuerpo, como queriéndolo decorar con sus besos y sus caricias, con las huellas de sus manos que la recorrían por completo llenándola de dicha y aumentando poco a poco el calor de su cuerpo, exigiendo más y más de él a cada momento hasta que lo sintió detenerse en una zona en específico, esta vez ella no lo detuvo, esta vez no sintió pena alguna, simplemente se dejó llevar por sus besos y caricias en aquel lugar, presionando su rostro en contra para que no se alejara y para que hiciera más profundos sus besos. Anthony solo obedecía lo que ella le pedía con sus actos, sin palabras ella podía exigir y pedir a su amado qué era lo que necesitaba y él estaba para eso, para complacerla en sus deseos, para eso era su amada, su princesa, su mujer, su esposa, la dueña de todo su mundo, de sus pensamientos y de toda su existencia, se concentró en hacer más profundos cada uno de sus movimientos mientras sentía como el cuerpo de ella comenzaba a reaccionar de forma favorable, disfrutando cada una de sus caricias, disfrutando del sabor de su cuerpo, aumentando el ritmo de su boca para que llegara por fin a su cometido.
Candy comenzó a sentir que el aire le faltaba mientras se esforzaba por jalar más aire por su boca para poder así satisfacer a sus pulmones, sin embargo el placer que le proporcionaba su príncipe de las rosas le impedía su cometido, bajó sus manos para aferrarse de nuevo al cabello de su amado al sentir que por fin aquella mágica sensación de alivio acudía a su cuerpo, comenzó moverse de manera intensa al dejar fluir la humedad que su cuerpo desprendía y que era atrapada por su amado quien la recibía una vez más maravillado, recordando con gusto su maravilloso sabor, deleitándose con los movimientos que ella formulaba con su cuerpo. Concentrado en sus caricias continuó con sus besos en la zona hasta que poco a poco el placer demostrado por su mujer iba menguando poco a poco. Una sonrisa de satisfacción surcó su rostro cuando por fin se encontró con los ojos de su amada, su mirada reflejaba una pasión satisfecha de momento, le sonrió de lado para advertirle que no había terminado.
Candy observó enamorada cómo su amado príncipe comenzaba a despojarse de sus ropas con lentitud, con una sensualidad que solo él desprendía con sus movimientos, los cuales parecían ser hechos a propósito, sin embargo el rubio no tenía estudiados sus movimientos, solo su mirada fija en la rubia lo hacía avanzar en su motivo, haciendo que su cuerpo se moviera de manera sexy y sensual, una manera que provocó en Candy un nuevo deseo en su cuerpo, un deseo que había mantenido apagado al pensar que era pecado sentir aquello que deseaba por las noches. La sexy sonrisa de Anthony fue el detonante para que la rubia se incorporara de rodillas y lo obligara a recostarse boca arriba en la cama para ahora ella poder observarlo con detenimiento para poder admirar y estudiar su cuerpo, los ojos de Anthony se perdían en los de ella, ambos desprendían fuego y pasión al mismo tiempo, los dos podían advertir lo que estaba pasando por su mente, la rubia también tenía curiosidad por ver las reacciones del cuerpo de su amado, lo tenía ahí frente a ella dispuesto a entrar en ella y amarla de nuevo, deseo que la hizo palpitar por dentro tan solo de pensarlo, ya no era pecado, ya estaba bendecido su matrimonio, él era de ella y ella era de él, ahora era válido satisfacer su curiosidad.
Anthony la observaba con detenimiento, viendo cada uno de sus movimientos sin quitar su vista de encima animándola a actuar a como ella lo deseara.
-Adelante amor, soy tuyo. – Le dijo sensualmente, demostrando que sabía lo que pasaba por su mente. Candy sonrió tímida y comenzó a besar su cuerpo de la misma manera que él había besado el de ella. Lo acarició torpemente con el pulso acelerado, aguantando su respiración por los nervios que le provocaba lo que estaba haciendo. Anthony le sonrió con ternura y se inclinó para tomar sus manos y volver a besarla dulcemente, con cuidado como si estuviera besando a una frágil flor y temiera deshojarla, la detuvo en su intención, de la misma forma en la que ella lo había detenido la primera vez que quiso deleitarse con su sabor. – No tienes que hacerlo mi amor. – Le dijo comprensivo, él era el que tenía que adorarla al estar agradecido con ella por haberlo elegido desde un principio.
-Por favor. – Pidió Candy con una sonrisa tímida, ella también quería demostrarle cuanto lo amaba y lo deseaba, además no era una obligación sino un deseo el que nacía de su alma hacer lo que hacía, le había gustado el sabor de su piel y deseaba continuar con aquella exploración que recién iniciaba. Anthony sonrió recostándose nuevamente en la cama para permitirle proseguir en su cometido. Candy continuó con aquellos besos que cubrían su cuerpo.
Una vez que sació su curiosidad, Anthony se levantó y la tomó de la cintura para volver a besar sus labios, la colocó encima de él y comenzó a acariciarla antes de hacerla suya una vez más. El rostro pecoso de Candy comenzaba a sonrojarse aún más, mientras las ahora hábiles manos de Anthony la acariciaban por completo, cambió su posición nuevamente y la mantuvo debajo de su cuerpo para iniciar con su acto de amor. Lentamente comenzó a invadir su delicado cuerpo mientras Candy exigía con su mirada que continuase aquella manera de amarla.
Anthony suspiró una vez que hubo entrado de lleno en ella quedándose quieto por unos momentos, disfrutando plenamente la sensación de volver a aquel suave y cálido refugio que tanto había añorado, se sentía tan bien como lo recordaba, incluso mejor que la primera vez ya que su princesa esta vez no había sentido dolor como aquella vez en su alcoba.
-Te amo Candy. – Dijo mirándola fijamente a los ojos, encontrándose con aquella mirada tan hermosa que ella poseía, aquella mirada en la que podía reconocer a una mujer, ya no a la niña de la cual se había enamorado, ahora era una hermosa mujer, su mujer y solo él había sido el afortunado en conocerla de esa manera. Sonrió una vez más enamorado, mostrando su perfecta dentadura a su amada quien le correspondió el gesto.
-Y yo te amo a ti. – Le respondió besando la punta de su nariz, tierna, dulce como ella era y a la vez en un movimiento sensual donde exponía toda su femineidad ante él, fue imposible no quedar hechizado por aquellos ojos una vez más, la pasión que ellos reflejaban era la misma que él sentía quemarle el alma.
Sus movimientos comenzaron lentamente, el ir y venir de su cadera se perdía en el cuerpo de su amada quien lo recibía feliz una y otra vez, necesitada, su cuerpo le había exigido muchas noches aquel contacto y a pesar de que le daba pena reconocerlo en ese momento quería gritar a los cuatro vientos cuanto lo necesitaba, comenzó a jalar aire por la boca y a expresar con sonidos lo mucho que lo estaba disfrutando, mientras Anthony observaba enamorado los gestos que hacía y escuchaba los sonidos que salían de su boca, convencido de que eran los sonidos más bellos que jamás hubiese escuchado.
Su cuerpo aceleraba el ritmo de sus movimientos, haciendo de esa noche la mejor de todas las que habían pasado juntos. Candy comenzaba a traspirar al igual que el rubio y ambos sudores se mezclaban en uno solo, con insistencia Anthony seguía sin dar tregua a su amada de un respiro, quería satisfacerla por completo, quería complacer a su cuerpo para que ella comprendiera lo mucho que la amaba, lo mucho que la deseaba y que era capaz de cualquier cosa con tal de verla feliz.
El cuerpo de Candy comenzó a reaccionar una vez más, este le exigía mayor movimiento y el cuerpo de Anthony comenzaba a sentir que pronto terminaría una vez más dentro de ella. Ambos se fijaron en su mirada, comunicándose sin decir palabras, entendiéndose a la perfección en aquel lenguaje silencioso que habían desarrollado entre sí, totalmente compenetrados, reconociendo en ambos que estaban a punto de culminar en el punto máximo del placer. Candy lo abrazaba con mayor fuerza para mantenerlo ahí encima de ella, mientras él acariciaba una de sus piernas y con la otra la sostenía por la cintura para seguir de lleno en su compás, sin perder el ritmo contagioso que lo impulsaba a continuar una y otra vez hasta que pronto ambos cerraron los ojos al sentir como sus movimientos habían cobrado fruto y pronto se abandonaban a aquella deliciosa reacción de sus cuerpos, dejando de respirar por unos segundos para disfrutar de lleno aquella experiencia que los hacía ver al mismo tiempo fuegos artificiales, un sinfín de luces de colores se aparecían en sus mentes mientras seguían perdidos disfrutando el sentir de como su cuerpo era llenado por una sensación cálida y placentera.
Anthony fue el primero en abrir de nuevo sus ojos para poder así observar el rostro de Candy, el cual lucía verdaderamente hermoso, relajado, admirando cada una de sus pecas, completamente hechizado por su belleza. La rubia abría los ojos para encontrarse nuevamente con los azules de su amado, para llenarse ahora ella de su presencia, había quedado completamente satisfecha por las caricias que Anthony le había proporcionado y en sus ojos se veía la felicidad brillar resplandeciente en sus pupilas. Volvieron a besarse nuevamente, con ternura, con un beso húmedo e intenso, demostrando así la sed que tenían uno del otro, jamás se cansarían de expresar su amor de esa manera, aquella entrega tan sublime que se había llevado a cabo en aquel yate había sido por completo la manera de amar más genuina que jamás hubieran experimentado.
-Te amo pecosa. – Dijo Anthony besando sus párpados una y otra vez, como queriendo convencerla de algo que ya sabía, de algo que ya estaba plenamente convencida.
-Y yo te amo a ti mi príncipe. – Habló ahora Candy con su voz en un susurro aun sintiendo la descarga eléctrica a la que había sido sometida, disfrutando todavía la marca del amor.
Se mantuvieron abrazados, él aún encima de ella, sin liberarla de su agarre, manteniendo su cuerpo aún dentro de ella hasta que la naturaleza volvió todo a la normalidad, a pesar de ello él seguía en la misma posición, respirando lentamente, observando cada uno de los detalles de su ahora esposa. Se recostó a su lado por fin para dejarla respirar más cómodamente.
-Me has hecho el hombre más feliz de la tierra Candy. – Le dijo acariciando su rostro, mientras ella lo observaba enamorada, totalmente embrujada en los ojos de su amado príncipe.
-Y tú me has hecho la mujer más feliz del mundo, Anthony… te amo… - Le decía besándolo incansablemente, quería demostrarle lo feliz que era, lo contenta que estaba por la manera en la que la había amado, no amado, adorado, porque para ella eso era lo que había sucedido, él la había adorado de una manera tan especial que la había hecho llegar de nuevo a la cima del clímax, ¿Cómo era que algo que siempre le habían dicho era pecado, fuera tan maravilloso? ¿Cómo era posible disfrutar y sentir al máximo aquellas demostraciones que sus cuerpos se hacían al fundirse en un solo ser? Nada tan maravilloso como lo que acababa de pasar podía ser malo. Sus cuerpos comenzaban a responder favorablemente, Anthony transformaba su mirada en pasión simplemente con verla, perderse en esos ojos verdes tan bellos que tanto adoraba era algo que más amaba hacer.
-Te amo, te necesito mi amor. – Decía abrazándola de nuevo para volver a tomarla una vez más, sabía que no se cansaría de hacerlo y quería terminar con aquella necesidad que había nacido aquel día en la playa, en su lugar favorito, en aquel lugar que estaba escondido entre los riscos del mar y que se había convertido en su refugio para el amor, para amarse y demostrarse lo que sus cuerpos no podían expresar con palabras. – No sabes lo difícil que fue para mí todas esas noches con tu ausencia. – Decía Anthony recordando no las noches que había pasado solo en la mansión de la playa, sino las noches que había pasado en vela recordando las noches de pasión que habían vivido antes de regresar a Chicago y que habían detenido por petición de la tía abuela.
Anthony comenzó de nuevo a besar a Candy, quería amarla de nuevo, quería amarla toda la noche y ver sus ojos verdes al amanecer, viéndolo fijamente, quería volver a experimentar esa pasión que ella era capaz de sentir al tenerla entre sus brazos, al invadirla una y otra vez hasta que su cuerpo se rindiera a su pasión, las palabras de la matriarca aparecieron en su mente una vez más.
- ¡No la embaraces! – Eran las palabras que lo habían hecho desistir todos esos meses de su cuerpo, orillándolo a sufrir sueños nocturnos en los cuales siempre terminaba bañándose por la madrugada para soportar aquel martirio. – ¡No la embaraces! – Volvía a repetir su mente mientras su cuerpo seguía con su cometido una y otra vez, su cuerpo se movía impulsado por ese pensamiento que en ese preciso momento quería borrar de su mente y hacer todo lo contrario, quería llenarla una vez más por completo de su esencia para alcanzar la dicha tan anhelada que lo oprimía en el alma. Ya no temía aquella advertencia de la abuela, al contrario deseaba que se hiciera realidad, la amaba, la amaba más que a su vida y ahí de nuevo se lo demostraba.
Candy lo veía completamente enamorada, feliz por la manera en la que él tomaba su cuerpo, su ternura y su pasión la llevaban al delirio, comenzando una vez más a sentir que tocaba el cielo con su cuerpo, se abandonó de lleno a esas sensaciones que le brindaba el cuerpo de su amado, sintiendo como lo aferraba más a él como si quisiera mantenerlo así para siempre.
-¡Anthony! – Gritó Candy una vez más, clamando el nombre de su amado mientras llegaba al clímax de su encuentro. Se aferró más a cuerpo buscando un beso de su amado que no tardó en llegar mientras él al sentir la placentera presión en su ser se abandonó también a aquella cúspide de placer cerrando sus ojos y manteniendo su aliento hasta que volvió a reaccionar después de unos segundos de probar la gloria.
-¡Candy! – Gritó una vez más totalmente complacido, su cuerpo se alaciaba y su respiración agitada volvía de nuevo a él para que su cuerpo poco a poco recobrara su cordura.
Candy lo recibió de nuevo encima de ella, cansado al igual que ella, completamente sudado, buscando el compás de sus respiraciones. Ambos sonrieron una vez más, ambos sabían que cada vez era mejor lo que sentían en sus cuerpos. Cansados se dejaron vencer por el sueño y poco a poco la madrugada terminó de ceder.
El vaivén del yate los hizo despertar casi al mismo tiempo, el sol se colaba por las pequeñas ventanas del camarote, casi era medio día y el hambre los había despertado. Anthony besó el hombro de su esposa con mucha ternura para darle los buenos días.
-Buenos días señora Brower. – Le dijo con la voz sexy y sensual que poseía. Candy sonrió y se estiró para desperezarse y girarse al mismo tiempo para encontrarse con aquellos ojos que la tenían hipnotizada.
-Muy buenos días señor Brower. – Le dijo abrazándolo por el cuello para recibir ahora un beso en sus labios.
-¿Cómo dormiste princesa? – Preguntó de nuevo, pero ahora la tenía aferrada con ambos manos a su cintura.
-Mejor que bien. – Le respondió sincera, sus ojos brillaban con mayor intensidad, era un brillo tan hermoso que Anthony no podía apartar su vista de ella. - ¿Y tú? – Preguntó tímida al sentir que debajo de las sábanas continuaban sin ropa alguna, y Anthony tenía su cuerpo dispuesto a continuar con otro asalto.
-Ha sido la noche más maravillosa de mi vida. – Le dijo mientras la acercaba para besarla una vez más. – La primera de muchas. – Le dijo besando sus labios de nuevo. Una nueva entrega se hizo presente y ambos se demostraron una vez más cuando se amaban y cuanto se habían necesitado, era como si quisieran reponer todas y cada una de las noches que habían estado separados después de su primera vez.
Se levantaron después para tomar un baño y así tomar sus alimentos, una vez hecho esto Anthony se dirigió a la pequeña cabina del yate para así emprender su camino rumbo al puerto de Nueva York y así llegar a tiempo para alcanzar el trasatlántico que los llevaría a su destino.
Candy lo observaba enamorada, se veía muy guapo con su uniforme de capitán, con su pantalón blanco y su casaca azul marino, los botones dorados que lo adornaban y el gorro de capitán blanco, simplemente era un espectáculo ver a ese hombre vestido de cualquier manera, ya fuera formal, informal, de smoking, de capitán, o simplemente con un par de jeans y una camisa a medio abotonar, todas y cada una de las facetas de su vida eran admiradas por la pecosa, quien no podía creer que un hombre como él se hubiera fijado en ella.
El yate comenzó su navegación y Candy se colocó enseguida de su amado para acompañarlo en la travesía, mientras él la miraba feliz disfrutando su presencia, con coquetería y con uno que otro beso robado mientras el inmenso mar se abría paso entre ellos.
Continuará…
Hola hermosas, espero les haya gustado este capítulo, a mi me gustó mucho escribirlo y como se habrán imaginado estaba ansiosa de publicarlo. Gracias a cada una de ustedes por leer y sobre todo por comentar. ¿Qué les pareció el inicio de la luna de miel de los rubios? ¿Les gustó? Espero que sí. Gracias a todas las que siempre dejan un comentario y a las que leen en el anonimato.
Saludos y bendiciones para cada una de ustedes.
GeoMtzR.
