Capítulo 35: Enemigo descubierto.
Horas después, con la luz del nuevo día, _ descubrió la identidad del hombre que había retenido con ellos. Su nombre era Dimo Reeves, el propietario de la Compañía Reeves, una de las empresas que mayor control del mercado de Trost poseían, la cual ofrecía alimento y trabajo a la gran mayoría de habitantes de la ciudad. Forzado por las órdenes de la Policía Militar, no había tenido más remedio que secuestrar a "Eren" y a "Historia" por miedo a que tomaran posesión de su empresa y lo que pudieran hacerle tanto a sus hombres como a su hijo y a él. Con el fracaso, había esperado con resignación una muerte segura en cualquier accidente programado por el gobierno, de no ser por la oferta que le tendió Levi: unirse y cooperar con el Cuerpo de Exploración.
Aceptando el trato, juntos planearon tenderle una emboscada por la noche a la Policía Militar. Dimo fingiría que los traicionaba, atrayendo a un par de sus agentes hasta una casa abandonada, donde el Cuerpo de Exploración los atraparía para averiguar más cosas acerca del paradero de Eren y de Historia.
...
Varias horas más tarde.
Con dificultad y apoyándose en una muleta, _ se dejó caer en una de las dos sillas de madera del húmedo y lúgubre lugar. Sin poder evitarlo, dejó ir un suspiro cansado.
Odiaba tener que hacer aquello, pero por la seguridad de Eren y de Historia, no tenía remedio. A decir verdad, ninguno de los presentes lo tenía. Estaba segura, al 100%, que a Levi no le hacía ninguna gracia tener que torturar a una persona, no solo por lo inhumano que era sino porque seguramente supondría ensuciarse de la cabeza a los pies. Y así lo demostraba mientras se colocaba un delantal que le llevaba hasta las botas y unos guantes tan largos hasta sus codos.
-Sannes, tanto ni a ti como a mí nos hace vital ilusión que te torture- Habló con voz seria el hombre moreno, ajustándose uno de sus guantes correctamente- Así que haznos el favor de colaborar sin tener que llegar a la sangre.
Frente al moreno, se encontraba un hombre de mediana edad, atado de pies y manos a una silla de madera de aspecto viejo y roñoso. Y, aunque sus ojos temblaban levemente con temor, su rostro se mantenía serio. Aquel individuo se llamaba Djel Sannes que, junto a Ralph, el otro soldado de la Policía Militar que habían conseguido capturar en aquella encerrona, habían sido los responsables del asesinato del Pastor Nick. Y, de los cuales, sacarían toda la información que pudieran a través de unos métodos no muy humanos, a falta de colaboración por su parte.
La presencia de la morena durante aquella sesión tan desagradable no era pura causalidad, ni por mera espectadora. Para su desgracia y alivio, _ estaba ahí para garantizar que el hombre que iba a ser torturado continuara con vida durante y después de esta. Por lo que no tenía más remedio que estar delante durante todo el proceso, para poder detenerlo en cuanto las cosas se pudieran demasiado feas.
Ante el silencio del hombre atado, Levi chasqueó la lengua con fastidio. Girando el rostro, dirigió sus ojos gris azulados hacia la morena, indicando con un gesto que iba a comenzar. Siendo correspondido por _ con un movimiento de cabeza, volvió de nuevo a fijar sus ojos serios en Sannes, el cual mantenía el rostro inexpresivo aunque tenso. Sin embargo, esta indiferencia duró lo relativamente poco que tardó el moreno en golpearle con el puño cerrado en la nariz. Toda la faz del hombre se contrajo y el rostro se ladeó en la dirección del impacto. Como consecuencia, un sonido completamente asqueroso se escuchó en el lugar seguido de un grito de dolor que ascendió hasta los primeros pisos.
Con horror, _ observó cómo, al levantar el rostro, la nariz del hombre, en el primer golpe, había sido rota, doblándose en un ángulo completamente imposible, y que varios chorretones de sangre surgían de sus dos fosas nasales, manchando la parte inferior del rostro del hombre y parte de sus ropas. Ante la imagen, las tripas de la morena se revolvieron, sintiéndose terriblemente mal.
-¿Y bien?¿Tienes algo que decir?-Preguntó con una voz dura por encima los jadeos y sollozos lastimosos del hombre. El músculo de la mandíbula del hombre se cuadró.
De nuevo, no hubo más respuesta que unos gimoteos por parte de Sannes, los cuales resonaron por toda la celda y parte de los pisos superiores. Manteniéndose en su posición, el hombre no dio su brazo a torcer.
_, cuya frente se empezaba a perlar de un sudor muy frío, desde su posición, notó como Levi esbozaba un pequeño gesto facial de desagrado. Durante unos segundos, la morena sintió un poco de pena por él, debido a la dura tarea que se veía obligado a hacer, hasta que, de nuevo, volvió a golpear al hombre.
El impacto de nuevo ladeó su rostro con violencia. El soldado de la Policía Militar emitió un grito de dolor mientras su cuerpo se inclinaba hacia un lado, producto de la inercia del golpe. Tras unos segundos agonizando en la misma posición, Sannes, incorporándose con la respiración acelerada, alzó una vez más el rostro decidido mostrando a los presentes como una de sus cejas se había partido en un corte fino, del cual empezó a descender por el lateral de la cara un hilo de color escarlata. Poco a poco, la piel en torno al ojo más dañado empezó a hincharse y a oscurecerse, pasando a través de una multitud de tonalidades de colores hasta alcanzar al morado.
Justo en ese momento, cuando el capitán abrió la boca para volver a preguntar, la única puerta del lugar se abrió con rudeza, impactando contra la pared con un sonido metálico. A través de la luz que se coló por aquel lugar, se pudieron distinguir dos siluetas.
-¡Ya estoy aquí!-Gritó Hange con ímpetu desde la entrada, que al parecer había vuelto de ver a Erwin. Los dos morenos giraron sus rostros hacia su dirección, dándose cuenta de la presencia de Moblit tras la castaña- ¿Todavía estáis con ello?-Preguntó más para Levi que para _mientras entraba al lugar. Debía haber sido informada de lo que estaba sucediendo en aquella celda, seguramente de la boca de los cadetes que esperaban en el piso superior.
Apartándose a un lado de delante del herido, Levi giró su rostro hacia Hange, recolocandose el guante derecho que al parecer se le había bajado durante el proceso.
-Sí, es que no tengo costumbre.
-¡Sannes!¡Yo también soy principiante en esto de la tortura!- Le avisó la Mayor Hange con una consideración casi absurda. Tras ella, Moblit cerró en silencio la puerta de hierro-¡Ten paciencia conmigo!-Con un par de pasos se acercó al hombre atado y, cogiendo unas tenazas, se inclinó hacia este, con las gafas brillando por la luz de las velas. Desde su posición, _ sintió miedo por lo que fuera hacer Hange.
Ante aquel movimiento, Sannes abrió desmesuradamente los ojos, mostrando una mueca de terror. Bueno, uno de ellos, porque el otro apenas podía separarse por la hinchazón.
-¡Esperad!- Exclamó el hombre asustándose del comportamiento tan anormal de la mujer, más incluso que con las amenazas previas del moreno-¡Os diré cuál era nuestro objetivo!¡No podéis torturarme sin preguntar nada antes!
-Cierto - Coincidió Levi al lado izquierdo de Hange-Y tenemos varias preguntas: ¿Dónde están Eren e Historia?¿Por qué la queréis a ella?¿Qué pasa con la familia Reiss?
Antes de que Sannes pudiera siquiera pensárselo, Hange ya no podía esperar más.
-¡Tardas mucho!-Explotó la castaña sin ningún tipo de paciencia, inclinándose de nuevo sobre el hombre. Cogiendo con la tenaza una de las uñas del hombre, tiró con fuerza, arrancándosela de cuajo-¡Contesta de una vez!
Desde la silla, _ se quedó pálida por lo repentino que había sido aquello. Igual de indignado por la prisa de la castaña, Levi chasqueó la lengua y frunció el ceño, clavando su mirada sobre la espalda de Hange.
-Cuatro ojos, ni siquiera le has dado tiempo a abrir la boca- Le riñó por encima de los gritos de dolor de Sannes.
-Tienes razón, Levi, creo que me he precipitado un poquito. Oh, lo siento, Sannes- Se disculpó dejando la uña sobre la bandeja de metal que había en una pequeña mesa situada junto a la silla del hombre sollozante. -, déjame empezar de nuevo.
Por la próxima media hora, la castaña se dedicó a lanzar las mismas preguntas y a arrancar las uñas de la mano derecha del hombre. Sin embargo, tal y como había pasado con Levi, lo único que salió de los labios de Sannes, durante ese periodo de tiempo, fueron gritos y algún que otro llanto lastimero y nada acerca del paradero de los dos chicos ni relacionado con Historia o los Reiss. Para cuando cinco uñas descansaban en la bandeja, Hange se detuvo e incorporó con el rostro muy serio. Frente a ella, Djel Sannes, con la mirada perdida, había perdido todas las fuerzas, quedando con la cabeza recostada en el respaldo de la silla.
-Tendrás que perdonarme, no sé torturar tan bien como tú- Volvió a disculparme con un tono extrañamente neutral para ser Hange- ¿Cuántas uñas necesito arrancar para igualarte?
Pesadamente, el hombre descendió su mirada hacia abajo.
-No se pueden contar- Con una voz apagada, Sannes por fin habló- ¿Sabéis por qué nunca ha habido una guerra en este reducido espacio encerrado entre muros?-Súbitamente, los ojos del hombre se alzaron, su mirada casi vacía una más firme y determinante- Porque nuestro escuadrón se ha ensuciado las manos para proteger la paz- De pronto, la voz del hombre empezó a cobrar fuerza resonando entre las paredes de piedra gruesa-¡Un profesor demasiado listo para su propio bien!¡Un estúpido matrimonio que pretendía surcar los cielos!¡Una ramera que vivía en una granja del campo!¡Una maldita loca y su escuadrón que tuvieron la insensatez de ocultar a un niño maldito en su base secreta!- Como si un balde de agua fría cayera sobre ella, _ se quedó completamente congelada en el sitio al escuchar aquellas palabras "¿Qu-qué era lo que había dicho?" pensó incrédula sintiendo como su corazón empezaba a latir lentamente. No-no podía haber escuchado bien. Tanto Hange como Levi alzaron súbitamente los ojos e intercambiaron una mirada significativa. No obstante el hombre ajeno a todo ello continuó su discurso con lágrimas formándose en su rostro, escupiendo las palabras con odio y rabia- ¡La humanidad ha sobrevivido porque los eliminamos a todos!¡Deberías darnos las gracias!
De pronto, un cortocircuito hizo que se viniera abajo todo el bloqueo mental de la morena, desatando la tormenta que venía sintiendo en su interior. Eliminamos a todos, resonó con fuerza dentro de su cabeza, casi como el sonido de una campana alterando problemas. Una oleada de odio, rabia y dolor hizo que se pusiera de golpe de pie, sin acordarse de lo lastimada que se encontraba. Su cuerpo se resintió mas ella ni siquiera lo noto.
-¿¡LAS GRACIAS!?-Gritó con todas sus fuerzas de pronto _ con los ojos encogidos y los puños apretados, pillando de sorpresa a todos los presentes.-¿¡REALMENTE CREES QUE LA HUMANIDAD DEBE AGRADECERTE POR ESOS ACTOS!?¿¡DE VERDAD LO PIENSAS!? ¡MATASTE A GENTE A SANGRE FRIA, MALDITO BASTARDO!- Con la sangre hirviendo de odio y temblando por lanzarse a por el cuello del hombre, la morena empezó a dar unos pasos su dirección. El cuerpo de la morena empezó a tiritar de la sobrecarga de emociones en su interior-¡ME ROBASTEIS AQUELLO QUE MÁS AMABA, MALDITOS MONSTRUOS!¡ASÍ QUE DEVUELVEMELA!¡DEVUELVEMELA AHORA MISMO!- No obstante, debido a la debilidad de su pierna derecha, esta le falló en la última zancada que dio, precipitándose irremediablemente contra el suelo. Por suerte, antes de que se golpeara contra este, Levi, el cual se encontraba relativamente cerca de ella, se apuró con un par de pasos rápidos en cogerla evitándolo para, acto seguido, retenerla entre sus fuertes brazos. Sin embargo, la morena se encontraba fuera de sí, asique nada más sentirse presa, empezó a hacer fuerza para deshacerse del agarre del moreno-¡SUÉLTAME, LEVI, DEJAME IR!¡DEJAME IR A POR ESE BASTARDO!
-_, contrólate-Le dijo el hombre, aun sabiendo que sería inútil.
-¡Levi, tienes que sacarla de aquí!-Le ordenó Hange con el rostro encogido del padecimiento por la morena- Sannes, tomaremos un descanso. Parece que ya has dicho suficiente-Después de una fea mirada, la castaña giró su rostro hacia su segundo al mando, que miraba la escena sin entender qué estaba pasando- Moblit, ayúdalo.
En un asentimiento, el moreno deslizó uno de sus brazos debajo de las rodillas de _ y, apretando con el otro para mantenerla retenida, la alzó en el aire. Dando grandes zancadas, y , gracias al segundo al mando de Hange que le abrió la puerta, salió del lugar con la morena gritando toda clase de barbaridades.
…
Año 840. Sucesos del Centro de Investigación.
Tanto dentro como fuera de aquel edificio de una planta, se había armado el caos en cuestión de segundos. En el exterior se podían visualizar los cuerpos de los exploradores tirados en el suelo sin vida y por algunas ventanas, ascendía un humo negro y denso. A dentro, varios de los soldados de la Tropa de Inteligencia luchaban como podían contra los extraños artefactos de la Primera División de la Policía Militar, siendo reducidos casi al instante pues las balas eran más rápidas que las cuchillas. Sin embargo, aquello no los acobardaba, pues conforme caía uno de los suyos, varios los sustituían con la misión de proteger lo que ese lugar guardaba.
Corriendo a través de los pasillos repletos de aquella humareda, siendo perseguida por varios de aquellos malnacidos, Leena avanzaba sorteando escombros, con el pequeño Abel cogido de su mano, el cual lloraba en silencio, jadeando por el esfuerzo del maratón. Gracias a las Murallas, de una de las salas salieron varios de sus subordinados, que al ver la peliaguda situación en la que se encontraban la mujer y el infante, actuaron con rapidez y le cubrieron las espaldas lanzándose contra la Policía Militar. Con una habilidad sorprendente, consiguieron reducir a los intrusos a pesar de contar con la ventaja de la distancia.
-¡Capitana, tiene que salir ya de aquí!-Gritó uno de los soldados cuando hubieron terminado con las vidas de sus enemigos. Para terror del niño, vio como las manos de aquel hombre estaban manchadas de sangre ajena. Sintiendo como apretaba con más fuerza su mano, Leena le lanzó una mirada de preocupación.
-¡No puedo irme y dejar a mis subordinados ante el peligro!-Le contestó ella, sintiendo la impotencia recorrer su cuerpo pues no sabía qué hacer. Necesitaba poner a salvo al pobre niño, pero le era impensable dejar a sus soldados tirados, luchando para que ella escapara. Sería una pésima líder.
En unos instantes, llegaron al despacho de la líder de aquel escuadrón, la sala más segura de todo el Centro de Investigación. Fueron entrando uno por uno, conforme llegaron, cerrando de golpe la única entrada del lugar cuando todos estuvieron dentro de la sala. Con ayuda de varios soldados, lograron bloquear la puerta con uno de los muebles que había en el despacho. Gracias a eso, tendrían un poco más de tiempo para pensar en las posibilidades y descansar.
La líder de aquel pequeño grupo acercó al niño una silla y le obligó a sentarse, bastante preocupada por la salud tanto mental como física de este. Habían pasado solo unos días desde que se fueron de Shiganshina, por lo que el pobre niño no se había podido recuperar de sus heridas. Abel se dejó hacer, con la mirada vacía y los labios temblando, seguramente en estado de shock por lo visto recientemente. La mujer le acarició el cabello blanco, intentando infundirle tranquilidad y consuelo.
Detrás de ellos, uno de los soldados se acercó a la líder mientras que los otros hacían guardia a ambos lados de la puerta, con las cuchillas en mano.
-Capitana, insisto, debe huir con el niño-Le repitió el mismo soldado.
-No. Ya he dicho que no puedo hacer eso. No insistas.
-¡Sois demasiado importantes, capitana!¡Si no se marchan de inmediato, ambos morirán!- Exclamó el soldado comenzando a perder los nervios ante la cabezonería de su superior.
-¿¡Y qué quieres que haga!? ¡Soy la capitana de este escuadrón! ¡Mi deber es guiaros y protegeros!¡Debo ser la última en huir del peligro cuando aún latan vuestros corazones! -Gritó la mujer girándose para encarar al hombre, estallando finalmente.
Todos conocían el carácter explosivo de la mujer, algo que era muy temido en su propio escuadrón. Muchos habían visto las consecuencias de hacer estallar la bomba que tenía por personalidad aquella mujer. Sin embargo, en aquel momento, en los ojos de aquel nombre no se vio ningún temor ni duda, sino una férrea determinación que ni siquiera la propia capitana podría hacerle cambiar de parecer.
-Entonces reniegue de su rango, pues no pienso dejar que las muertes de mis compañeros por salvaros sean en vano- Le contestó aquel hombre con una voz sorprendentemente calmada y tranquila, pero muy firme, causando que la mujer abriera los ojos, sin poder evitar que se le humedecieran por la impotencia. El hombre, sin esperar a que la mujer dijera o hiciera algo, caminó hacia un armario que había en la pared de la derecha y, colocando ambas manos sobre este, lo empujó hacia un lado, dejando ver, como debajo de este, en el suelo, una escalera descendía hasta las profundidades- Márchese.
…
Despacio y con cuidado, la puerta de madera de la habitación en penumbras se abrió, emitiendo un chirrido oxidado. Aún por el escandaloso y estridente sonido, _ no alzó la cabeza, la cual se encontraba apoyada en su rodilla izquierda. Abrazándose a sí misma, continuó en la misma posición que hacía una hora, con la espalda apoyada en la pared y sentada en el colchón de la cama, con la pierna derecha estirada.
Sin alterarse ni lo más mínimo, sintió cómo un lado de donde se encontraba se hundía, bajo el peso de la otra persona.
-Pequeñaja-Habló suavemente-¿Ya estás más calmada?
Ante la voz de la castaña, los músculos de la morena temblaron reconociéndola y saliendo de su ciclo tormentoso de pensamientos. Lentamente, _ sacó su rostro de entre sus brazos, con sus cabellos rizados obstaculizando su perfecta visión, y dirigió sus ojos grises hacia Hange, alzando su barbilla levemente, causando que los mechones se deslizaran por los laterales. La castaña tragó duro, sintiendo como un escalofrío recorría su espalda en el instante en que ambas hicieron contacto visual. Con rastros de haber llorado previamente, la mirada de la morena ardía, sumergida en una multitud de sentimientos encontrados pero igualmente intimidantes.
A pesar de ello, _ encogió los hombros, sin saber muy bien qué responder. Después de pasarse una hora entera encerrada en aquella habitación, de haber llorado y destrozado cualquier mueble que hubiera a su alcance, había perdido todas las fuerzas y se había sentado en la cama del lugar. Su estado anímico estaba calmado pero completamente roto.
-Siempre he evitado pensar en quién podría haber sido el perseguidor o el asesino de mi madre-Murmuró con la voz grave, desgarrada- No me malinterpretes, quiero y deseo con todas mis fuerzas saber la verdad de lo sucedido hace tantos años, pero una parte de mí, temía por cual fuera a ser mi reacción cuando lo supiera-Haciendo una pausa, cerró los ojos y los puños duramente- A decir verdad...No puedo negar que, en ciertos momentos, he tenido deseos de hacerle pagar al responsable de tanto sufrimiento. Y ahora…-Su voz le falló por un instante, pues de pronto, se había formado un nudo en la garganta- y ahora que sé quién es… No puedo evitar morirme de la rabia y del odio. Saber que...mi madre murió a manos del Ejército, a quienes tantos años de su vida y esfuerzos había...dedicado….- Decirlo en voz alta, causó que una arcada de la impresión ascendiera. Impidiendo que surgiera nada de su boca, _ se la tapó con una de sus manos. Una vez más, cerró los ojos por unos segundos, aguantando las ganas de volver a llorar de impotencia, hasta que, de nuevo, los abrió. La mirada de la morena ya no estaba titubeante, impotente o dolorida, sino ardía, no entre emociones, sino en una férrea determinación que sorprendió a Hange- Pero no pararé. No dejaré que mis propios sentimientos sean un obstáculo. No ahora. Por más horrible que sea la verdad, llegaré hasta el final de todo.
…
Apoyándose con la muleta, _ avanzó lentamente por el pasillo levemente iluminado por pequeñas velas colgadas en ambas paredes. La luz de estas iluminaba sus ojos grises, entrecerrados y firmes. Un poco más atrás, era seguida por Hange, que observaba su pequeña espalda con seriedad y en completo silencio.
Al cabo de poco, llegaron a una puerta de madera, la cual daba a unas escaleras que descendían hacia una tenue oscuridad. Con la castaña delante de ella, por si acaso sucedía algo durante el descenso, bajaron los escalones. Una de vez en cuando miraba de reojo tras de sí, para comprobar si continuaba bien, y la otra, descendía de manera ladeada y despacio, lo máximo que le permitía su cojera y su muleta, sin hacer contacto visual con Hange.
Al llegar abajo del todo, un par de ojos gris azulado recibieron a la castaña, abriéndose levemente ante la extrañeza de su aparición. Sin esperárselo, Levi, sentado en una silla de madera junto a una puerta de metal, con una pierna sobre la otra, se levantó de golpe al ver tras de la mayor a _. Frunciendo el ceño, el moreno dio unos cuantos pasos en su dirección.
-Hange, ¿qué cojones hace ella aquí?- Exigió saber con las malas maneras tan características del hombre, mirando fijamente hacia la morena y alzando la mano delante de esta, deteniendo su caminar. Acto seguido y sin mover su extremidad, giró el rostro, mostrando unos ojos molestos hacia Hange- No debería estar aquí.
-Al contrario, Levi-Negó con la cabeza la castaña, acercándose al moreno para colocar una mano sobre su antebrazo-Sí, que debe estar.
Ante el extraño tono de la castaña y el comportamiento tan impropiamente calmado de la morena, Levi dirigió sus ojos serios de una a la otra, profundizando todavía más su ceño, sin comprender que estaba sucediendo. Tras unos segundos sin moverse ni siquiera un poco, el hombre chasqueó la lengua con molestia y se hizo a un lado.
-Está bien, joder. Pero entraré junto a ti, asique no pienses en hacer ninguna tontería, porque te detendré- Le avisó a la morena, la cual asintió seriamente, sin dirigirle la mirada.
Con los ojos clavados en aquella puerta de metal, _ escuchó a su lado el sonido metálico de unas llaves chocando. Dando un paso hacia delante, Levi se inclinó levemente e introdujo una de las tantas, abriendo, acto seguido, la puerta en un chirrido molesto. Otras escaleras se presentaron ante la morena coja que, sin dudar ni por un instante, avanzó hacia delante, comenzando a descenderlas. Al contrario que las anteriores, estas apenas contaban con siete escalones, por lo que, al cabo de un instante, los pies de la mujer tocaron suelo plano, quedando frente a una celda de hierro. Delante de sus ojos, metidos dentro de aquella jaula, dos individuos se encontraban sentados uno en cada cama, con los rostros cabizbajos y un profundo gesto de arrepentimiento. Con las manos temblando y siento como la rabia y el odio crecían en su interior, _ dio unos cuantos pasos, seguida de Levi, que vigilaba completamente cualquier tipo de movimiento de ella.
Ninguno de los encerrados hizo un amago por alzar la mirada ante su presencia.
-Veo que volvéis de nuevo a regodearos en nuestra desgracia ¿eh, malditos demonios?- Murmuró el hombre que la morena solo había visto una vez. Ralph. Con el tono de voz grave, encogido por la inquina.
Aquel victimismo por parte del hombre enervó completamente a la morena. No obstante, antes de lanzar contra la valla metálica la muleta que con tanta fuerza agarraba; se dio unos segundos para serenarse, antes de responder.
-Por suerte para vosotros, no -Habló duramente _, con la mandíbula tensa por el autocontrol que estaba forzándose a tener. Si su hermana Elisabeth estuviera delante, aplaudiría impresionada- He venido a haceros unas preguntas.
Un bufido irónico se escuchó procedente de la celda y, antes de que pudiera siguiera contestarle, _ se adelantó, girando el rostro hacia el otro hombre. Apartado de la conversación, Sannes, lloraba en silencio, con la mirada en el suelo, ignorando completamente a la morena.
Con los ojos estrechándose, sin sentir ningún tipo de empatía o pena por él, _ se dirigió a él, con una frialdad escalofriante.
- Esa maldita loca que has mencionado anteriormente ¿por alguna casualidad no sería una capitana de la Tropa de Inteligencia del Cuerpo de Exploración llamada Leena Ross?- Tras la pregunta formulada por la mujer, en el lugar solo se escuchó el chisporroteo de las antorchas ardiendo en las paredes. Aguantando, apretó fuertemente los labios, casi dejándoselos blancos, antes de volver a hablar- ¿Dónde está y/o qué habéis hecho con ese "niño maldito"?- Otro silencio absoluto. No obstante, _ continuó lanzando preguntas- ¿Cómo supisteis dónde se encontraba el Centro de Investigación?-La falta absoluta de respuestas por parte de aquella gente, la sacó de sus casillas y, entonces, haciendo un amago por dar un paso hacia delante, fue detenida por el férreo agarre del hombre en su antebrazo. La máscara de tranquilidad que había caracterizado su rostro por unos instantes se rompió. Los ojos de la morena se encogieron, mirando oscuramente al hombre que tenía delante- ¿Qué sucede? Parece que ya no estas tan elocuente como hace un rato, ¿eh, Sannes? ¿Dónde está tu orgullo y tu regodeo por todas esas acciones? Espera que piense...¿Para qué habías dicho que era…?¡Ah, sí!¡Todo por la mismísima lealtad por el rey!
-Ni te atrevas a mencionarlo- Gruñó con la voz rota el hombre, reaccionando por fin a la voz de la morena. Sus ojos repletos de lágrimas se alzaron enfurecidos, pero no llegó a hacer contacto visual con los presentes- Vosotros no entendéis el porqué de nuestras acciones ni debéis hacerlo. Sólo los más leales a él están capacitados para llevar sobre sus hombros la dura verdad y las consecuencias que ello conlleva. No hay más remedio que mancharse las manos, todo por la seguridad y paz de los ciudadanos que viven en estas murallas.
Tras ese discurso tan cargado patriótico y monárquico que se fue elevando de tono conforme más pasional se volvía el hombre, el lugar de nuevo se quedó en completo silencio hasta que un bufido lo rompió por completo, procedente de _. Todos los individuos que se encontraban en el lugar, dirigieron sus miradas hacia la morena, que en aquel instante se inclinaba hacia delante, en pleno ataque de risa, todavía apoyada en la muleta. El cabello de la morena ocultó por completo su rostro.
-¿Que no teníais remedio?¿Qué todo era por la seguridad y paz de los ciudadanos?¡JÁ!- Una carcajada muy fuerte y cargada de sarcasmo recorrió el lugar dejando estupefactos a los encerrados- Menuda excusa de mierda necesita el rey para teneros comiendo de su maldita mano repleta de joyas y exuberante alimento ¿Seguridad? ¿Paz? ¡Por supuesto¡ ¡No hay nada más seguro que tener a los cerdos encerrados en el corral, listos para la matanza cuando llegue el hambre ¿cierto?! ¿Qué clase de rey prefiere enjaular, matar y ocultar la verdad a sus ciudadanos y esperar comprensión de sus acciones mientras los titanes se abalanzan por nosotros? ¡Los ciudadanos nacen, viven y mueren dentro de estas murallas, como si fueran pájaros prisioneros en una jaula! ¡Y así prefiere que estén, bajo su control y mandato, desde la seguridad de Mitras, alejado de todo el peligro y la realidad!¡Pues te voy a decir una cosa!¡Los ciudadanos no están para servir al rey ni morir por sus locuras!¡Un verdadero rey es el servidor devoto del pueblo!
Aquello desató la furia del hombre de cabello negro, el cual encogió el rostro ante las palabras de _.
-¿¡Quién te crees que eres tú para blasfemar el buen nombre e intención de nuestro rey!?-Gritó Sannes levantándose de golpe de la cama, sobrecogido por la ira. Dando unas zancadas, cruzó el espacio que le separaba de la verja y, agarrando con fuerza los barrotes, acercó su rostro maltratado a la luz de las antorchas-¡No tienes ningún tipo de vergüenza, maldita zorra!
Ante el insulto lanzado, Levi, junto a _, dio un paso hacia delante, con los ojos afilándose con ira repentina. No obstante, un movimiento lo hizo detenerse en su sitio. A su lado, la morena se incorporó lentamente, todavía con el cabello sobre el rostro. Suavemente, sin evitarlo siquiera, dejó que la muleta que había estado agarrando previamente se deslizara entre sus dedos y cayera al suelo, causando que el golpe resonara en el lugar. Sin importarle una mierda el dolor que estaba sufriendo al dejar parte de su peso en la pierna herida, caminó con tranquilidad, hasta quedar frente a frente al hombre de mediana edad, que la miraba deseando agarrarle el cuello y estrujárselo. Sentimiento mutuo.
-¿Que quién soy?¡Muy bien, escuchadme, soldados de la Policía Militar!- En un movimiento de cabeza retiró los mechones negros que ocultaban su rostro, dejando que la luz de las antorchas iluminara su cara. Tanto los ojos de Sannes como los de Ralph se encogieron en sus cuencas, al ver unos familiares rasgos en _. Debido a la impresión, el hombre frente a ella, acabó cayendo al suelo, tras que sus rodillas fallaran, mirándola desde su posición inferior como si estuviera ante sus ojos un fantasma-¡Mi nombre es _ Morgan, y soy la hija de aquella que vuestra división mató a sangre fría, Leena Ross!¡Y puede que vosotros no me contestéis a mis preguntas!¡Pero juro, por el nombre de mi madre, que algún día destaparé vuestra trama al completo y expondré toda la maldita verdad junto a vuestros pecados al mundo entero, aunque muera en el intento!
