Hinata.
Miré alrededor en mi pequeño apartamento, observando el árbol de navidad con la temática de libélulas en el estudio, las velas y guirnaldas en el manto de la chimenea, y las luces parpadeantes que Naruto había colgado alrededor de la imagen en la ventana. Nuestra primera celebración importante juntos, y en la superficie todo parecía idílico, pero la víspera de Navidad se estaba yendo rápidamente al infierno, todo por culpa de un estúpido pudín de higos, del cual ni siquiera había oído hablar hasta esta semana.
¿Dónde estaban los elfos de Santa cuando los necesitaba?
Me dejé caer en el taburete de la barra en la cocina mientras releía la receta escrita a mano para pudin de Navidad por millonésima vez. Transmitida por parte de la bisabuela de Naruto por su lado inglés, había estado mirando la maldita cosa los últimos diez minutos con algo parecido al horror.
El pudín en cuestión me devolvía la mirada.
¿Dónde me había equivocado?
¿Por qué era abultado e irregular… y amarillo? Metí uno de los higos en la parte superior, y toda la cosa se zangoloteó como si estuviera viva.
—Asqueroso —murmuré en voz baja.
En el fondo, escuché a Ino entrando en el apartamento y llamándome.
—Estoy en la cocina —grité—. Entrar bajo tu propio riesgo.
Entró a la habitación cantando Grandma Got Over by a Reindeer, luciendo alegre y elegante con su cabello rubio trenzado y decorado sobre su hombro. Deteniéndose, observó el pudín colocado en un plato de servir de la Abue Hyuga.
—¿Esto es en realidad un pastel de frutas… y se suponía que fuera fluorescente?
Mis labios se torcieron. "Era" de aspecto extravagante.
—Es un pudin de navidad al estilo inglés… que accidentalmente luce como pastel de frutas. Para los ingleses, todos los postres son llamados pudín. Como sea, lo cociné hasta la grandeza, y es lo único que Naruto me pidió específicamente que hiciera. —Gemí—. Apesto como Betty Crocker.
Ella lo miró con recelo.
—Antes de que lo comamos, definitivamente deberíamos llamar el Centro de Toxicología y preguntar cuál es el antídoto.
Solté un bufido.
—Gracias por el apoyo.
Ella sonrió.
—¿Tal vez debamos cubrirlo con laca y utilizarlo como tope de puerta? De esa manera puede mantenerlo para siempre.
—Pero entonces yo lo tendría para siempre como un recuerdo de mi fracaso. —Lo empuje de nuevo, viéndolo vibrar—. Es como si estuviera vivo y respirando.
Ella palmeó sus manos.
—Oh, oh, ¿tal vez podamos enterrarlo en el patio trasero para que un futuro arqueólogo lo encuentre? Nunca se sabe, podría convertirse en un diamante si se deja solo por unos pocos millones de años.
—Cierto... o podemos ver si el banco de alimentos local lo quiere. Por lo menos no se desperdiciaría. —Además de todo ese trabajo duro que había pasado hirviendo y luego cociéndolo al vapor por horas.
Sus labios se curvaron hacia arriba.
—Uh, sí, no estés triste si ellos corren por las colinas.
—Y otra vez... gracias por el amor.
Ella lo estudió.
—Podríamos empujar algunos agujeros en el costado y decirles a todos que es un calentador de manos. O, tal vez podríamos utilizarlo como base para un arreglo floral de fiesta… ¿relleno con algunas flores de pascua?
Suspiré.
—Luce como un grumoso alienígena.
Ella se inclinó y lo olió, yendo hacia atrás con una expresión repulsiva en su rostro.
—Le pusiste pasas porque sabes que las odio.
Dejé escapar un gemido y metí un errante mechón negro detrás de mí oreja. Dios, estaba cansada.
—Honestamente, todo es un borrón. Me tuve que levantar a las cinco de la mañana para empezar a hacerlo, y no sé todo lo que puse en él. Licor, dátiles, almendras, higos, harina, azúcar… maldita sea, ¿me olvidé del azúcar?
Sus ojos se iluminaron.
—¿Alcohol?
Asentí y saqué una botella de brandy de la alacena.
—Síp. Cuando fuera tiempo de comerlo, se suponía que debía sumergirlo en esto y luego prenderlo. Admito, que va a sentirse bien verlo arder.
Se rió y miró alrededor de la sucia cocina, su cara arrugándose mientras señalaba una de las sartenes en la estufa.
—¿Qué es eso?
—Chirivías. —Mi voz era plana, desafiándola a menospreciarlas. Me había tomado dos viajes al mercado y una sartén quemada para asarlas a la perfección.
Ella retrocedió con delicadeza, como solo una chica con buena educación puede hacer.
—Huelen como al baño de hombres. ¿Las chirivías también son inglesas?
—Sí. La mamá de Naruto las hacía cada Navidad. —Y quería que nuestra celebración le recordara esos momentos felices.
—¿Así que no hay puré de papa nadando en mantequilla? —Hizo un mohín.
Abrí la despensa, saqué una caja de puré de papa instantáneo, y la empujé en sus manos.
—Quieres un poco, lo haces. Oficialmente he terminado como cocinera.
—¿Yo? Pero yo nunca he hecho puré de papa, no a menos que cuentes las papas en miniatura que le horneé a Sai la semana pasada.
—Puedes hacerlo.
Sus ojos se ensancharon.
—Pero, pero…. ¿cómo?
—Incluso una niña mimada como tú puede leer las instrucciones. Te ayudaría, pero tengo que centrarme en esta… esta criatura. —Suspiré, mis ojos de regreso en el alienígena.
Ella miró alrededor de la cocina, pasando por el pavo que había sacado más temprano y colocado en la encimera.
—Todas las bromas a un lado, estoy impresionada. Cuando dijiste que nos invitabas a todos para cenar, pensé que querías decir que iríamos a Minnie's Diner cruzando la calle. —Sus ojos buscaron mi cara—. Así es como sé que él es el indicado para ti, porque la Hinata que conozco solo sabe cómo hervir fideos ramen y ordenar para llevar, y nunca en un millón de años habría intentado hacer una comida completa por sí misma.
El calor se apoderó de mis mejillas. Naruto me consumía, cada centímetro. Mi cuerpo ansiaba su caliente acento británico, su colosal cuerpo de peleador, y su gran corazón. Él estaba grabado en mi alma como un tatuaje permanente, salvaje y lleno de color.
—Él es todo para mí, y quiero que nuestra primera Navidad sea perfecta. Con todos los altibajos que hemos tenido este año, quiero poner todo detrás de nosotros y seguir adelante. —Suspiré—. Ahora, vamos a conseguir este lugar listo antes de que todos lleguen.
Ella se puso a trabajar tratando de hacer el puré de papa mientras me olvidaba del pudín por un momento para poner la mesa con los nuevos platos, cubiertos y servilletas en las que había derrochado. Me había costado dos turnos extras en la librería el poder ser capaz de conseguir Pier One y recoger todos los extras para la fiesta que quería. No me importaba. No por Naruto. Claro, él me habría dado con mucho gusto el dinero para hacer la cena perfecta, pero quería que esto fuera parte de mi regalo para él.
Un golpe rápido proveniente de la puerta principal mientras acomodaba la última tarjeta personalizada junto a la mesa con la cena.
—Alguien está en la puerta —gritó Ino mientras batía las papas.
—Tal vez sean Naruto y Menma —dije—. Deberían estar de regreso del aeropuerto a esta hora. —Era tarde y parte de mí estaba preocupada.
—¿Oh? ¿A quién estaban recogiendo? —preguntó, con un brillo de interés en sus ojos.
Me encogí de hombros.
—Dijeron que era una sorpresa.
El golpe vino de nuevo, esta vez más insistente mientras me movía en el pasillo y abría la puerta. Parpadeé ante la bonita mujer en mi puerta.
Primero el fracaso con el pudín.
¿Ahora mi madre?
¿Cuánto más podría tomar?
Dejé escapar un largo suspiro. Si Dios pone personas difíciles en nuestras vidas para hacernos mejores personas esa era mi mamá. Ella había destruido mi confianza un millón de veces en mi vida, sin embargo, como un perro callejero que se queja por las sobras, le había rogado para que me amara toda mi vida.
Pero ya no más. Había acero en mí ahora.
—¿Qué quieres? —Mantuve tranquila mi voz incluso mientras me apoyaba contra la viga de la puerta, necesitando el apoyo extra por la impresión de verla. Aún, no sé por qué me sorprendió. Tenía el don de aparecer inesperadamente justo cuando pensaba que se había ido para siempre.
Ella se mordió el labio inferior, un destello de dolor en su rostro.
—Yo… yo solo vine a decirte Feliz Navidad y que ya no estaba más con Karl. Conseguí un trabajo como camarera, uno realmente bueno con clientes agradables. —Una respiración profunda vino de ella—. La verdad es, que no tengo ningún lugar para ir en Navidad, y me di cuenta de que no ibas a volver a Petal. Yo… te echo de menos... —Su voz se apagó.
La estudié. Lucía cansada si las bolsas bajo sus ojos eran algo por lo cual guiarse, pero podía decir que había puesto un esfuerzo extra hoy con un par de jeans y un suéter rosa que era sorprendentemente recatado. Su cabello estaba recogido hacia atrás con un clip de Navidad, las suaves ondas oscuras cayendo por su espalda.
Sus pestañas revolotearon.
—Te amo, Hinata y estoy orgullosa de en lo que te convertiste. Eres lo más hermoso en mi vida… y yo nunca fui la persona que necesitabas. No te molestaré.
Una ola de emoción me golpeó. Recuerdos de nosotras. De los buenos. Las veces que había gastado hasta sus últimos céntimos en una bicicleta para mí en Navidad. ¿Pero y todas las veces que ella no había estado allí?
—Adiós, Hinata —dijo suavemente y se volvió para irse.
¡Espera!
Enfocándome en el verdadero significado de la Navidad, toqué su brazo y se volteó.
—¿Mamá? ¿Tienes hambre? Yo… cociné. —No había tenido la intención de pedirle que se quedara a comer, pero las palabras salieron, de todos modos.
Lágrimas brillaron en sus ojos y quizás porque no podía hablar, solamente asintió.
Media hora después, había limpiado la cocina y tenido todo preparado al estilo bufé en la encimera de la cocina. En la zona de comedor, el pudin alien residía en un lugar de honor en la mesa e incluso mamá se había metido en el espíritu y decorado el plato de la Abue Hyuga con pequeñas ramitas de acebo. Ella había estudiado el pudin con ojos cautelosos, pero nunca dijo una palabra. El pudin era aterrador, pero en este punto era demasiado tarde para salir corriendo a buscar otro. No había forma de evitarlo, Naruto iba a estar muy decepcionado de mis habilidades culinarias.
Sai había llegado en el ínter y él e Ino comenzaron inmediatamente con sus DPA y luego alternado para fastidiar al otro sobre cada pequeña cosa. Primero, discutieron sobre cuál era la mejor película de las fiestas para mirar después de la cena. A Christmas Story o It's a Wonderful Life; luego riñeron sobre las letras correctas de Rudolph the RedNosed Reindeer y Frosty the Snowman.
Dios. ¿A quién le importaba?
Me callé, determinada a tener la perfecta cena festiva, sin embargo, mis nervios estaban tensos. Y mi pavo se estaba enfriando, maldición.
Golpeé mi pie. ¿Dónde estaban mis chicos británicos?
En ese preciso momento, la puerta se abrió y tres chicos musculosos entraron, llenando mi pequeña madriguera.
Naruto y Menma estaban de pie a cada lado de un hombre ligeramente más bajo con cabello blanco ligeramente azul y una sonrisa ligeramente torcida en su rostro. Un cigarrillo colgaba de sus labios mientras echaba un vistazo alrededor, sus ojos entrecerrándose como si estuviera teniendo problemas para concentrarse. Se balanceó sobre sus pies y sin Naruto y Menma ayudándolo, no había duda de que habría plantado el rostro sobre mi piso.
Parpadeé rápidamente. Espera. Espera un minuto. ¿Era este el loco guitarrista de Vital Rejects, una de las mejores bandas indie en el mundo?
Mi miraba voló a Naruto. Ojos azul cielo, enmarcados por unas exuberantes pestañas, me devolvieron la mirada desde el borde de la gorra de Union Jack mientras mechones de cabello rubio se enrulaban alrededor de sus orejas. Levantó un hombro bien definido y me dio su típico encogimiento de hombros, sus ojos diciéndome: Lamento que lleguemos tarde, chica Unicornio. Culpa a este idiota.
—El Amo del Sexo ha llegado para bendecirlos con su apariencia —proclamó Menma a la ahora callada habitación mientras se señalaba a sí mismo—. Él está aquí para hacer de esta fiesta una bomba. Pueden comenzar las festividades. —Hizo un ademán elegante con su mano y una media reverencia, todo mientras sostenía al tipo en el medio.
Puse mis ojos en blanco.
—No es una fiesta; es una cena. Y deja de ser la reina del drama. Todos sabemos que estás aquí.
—Y puedes dejar de hablar de ti mismo en tercera persona —dijo Naruto—. Amo del Sexo no va a pegarse como tu sobrenombre solo porque sigas llamándote así.
—Aguafiestas. —Menma dio palmaditas en la espalda al tipo de cabello azul claro, quien basado en la cabeza ahora caída, parecía haberse desmayado—. Al menos este muchacho sabe una cosa o dos sobre pasar un buen tiempo.
¿Una estrella de rock intoxicada y mi cena festiva perfectamente planificada? No era lo que imaginé.
Aclaré mi garganta.
—¿Les gustaría presentar a su, eh, amigo?
Naruto habló.
—Este es nuestro primo Suigetsu, por parte de mi mamá. Acaba de terminar una gira y no tenía ningún lugar para ir en Navidad. Pensé que podía pasarla con nosotros. —Me envió una mirada triste—. Probablemente debería haberte advertido quién era nuestro invitado especial, pero quería que te sorprendieras.
—¿Nunca pensaste en mencionar que tenías un primo famoso? —pregunté.
Labios gruesos y sensuales se inclinaron en una sonrisa arrogante.
—Hemos estado ocupados con otras actividades para ahondar en las historias de nuestra familia.
Menma resopló y movió a Suigetsu hacia el sofá.
—Denle un descanso a la mierda acaramelada. Consigamos un asiento para este chico.
Lo llevaron hacia el sillón reclinable y lo bajaron.
Naruto quitó el cigarrillo aún sin encender de sus labios y lo tiró a la basura. Nos quedamos de pie alrededor del rockero desmayado, apreciando la singularidad de la situación.
—¿Es tan loco como lo presenta la prensa rosa? —le pregunté a Naruto, mis ojos apreciando el tatuaje de viuda negra en el cuello de Suigetsu y la fornida joyería de cráneos destellando en sus dedos.
Asintió.
—Siempre ha sido salvaje, pero no lo hemos visto durante años porque nuestro padre nos prohibió ver a nuestra familia inglesa.
—Al menos luce en paz —intervino Ino—. Y sexy… incluso con los tatuajes que dan miedo.
—¿En serio, Ino? Estoy aquí de pie —ladró Sai, su rostro rojo—. ¿No puedes dejar de coquetear por un minuto?
Sus puños se apretaron.
—Madura, Sai. No es coqueteo si no puede oírme y solo porque digo que el tipo es sexy, no significa que quiera follarlo. Menma y Naruto son más calientes que mi plancha para el cabello y no me ves subiéndome encima de ellos.
Suficiente. Me di media vuelta para enfrentarlos a los dos.
—¡Dejen de arruinar mi jodida y perfecta Navidad! No puedo soportar mucho más de su estúpida discusión sobre nada.
—Sí, detente, Sai —cortó Ino—. Madura.
—Tú también, Ino. ¡Todos me están volviendo loca! —dije.
—Suigetsuman está despierto ahora —exclamó mi mamá.
Todos nos volvimos hacia el sillón reclinable y lo observamos despertarse, sus ojos morados lagañosos abriéndose. Apreció sus alrededores, moviendo su mirada por la habitación y deteniéndose en la mesa del comedor. Pestañeó.
—¿Qué demonios es esa cosa? —Arrastró las palabras en elevados tonos británicos.
Oh, no. Todos los ojos fueron a mi pudin, que ha se había caído hacia el lado izquierdo, como si se tratara de un neumático pinchado que se había desinflado repentinamente. Gruñí. ¿Cómo podía verse peor?
Tragándome mi vergüenza, dije:
—Es mi pudin de Navidad.
Los ojos de Suigetsu se encendieron.
—Oh. ¿Por qué es tan… amarillo? Parece orina hervida.
Menma mordió su labio (supongo que para evitar reírse) y apunté un dedo hacia él.
—Ni se te ocurra decir algo inteligente.
—No voy a decir una palabra. —Se rio a carcajadas—. Yo… eh… no puedo esperar para probarlo.
Naruto le dio un puñetazo en el brazo.
—No vas a acercarte a su pudin, porque es todo mío. —Me dio un abrazo—. Luce encantador, Hinata.
Suigetsu me miró.
—¿Esta es la chica? ¿De la que Naruto está tan enamorado que no pudimos persuadirlo de hacer una parada en el bar de strippers?
Desde su asiento, tendió una mano y la estreché después de un momento. Surrealista.
Me dio un vistazo una vez más, su mirada persistiendo en las curvas debajo de mi suéter rojo.
—Buen par de tetas. Soy Suigetsu, amor y sé que querrás un autógrafo, todos lo quieren, pero tendré que firmarlos más tarde. Me estoy sintiendo un poco hecho polvo en este momento.
—No me di cuenta —dije firmemente.
Asintió.
—Me temo que sí, amor. Por favor, chicos, adelante y coman. Voy a sentarme aquí y voy a tomar una pequeña siesta.
—Está bien por mí —dije—. He gastado horas en esta comida y vamos a comer y ser felices.
Y así, menos la estrella de rock, todos nos dirigimos a la cocina.
Menma, parecía tener una habilidad especial para poner a la gente a gusto, se dirigió a mi mamá y se presentó. En cuestión de segundos, él había empezado con sus sucios chistes sobre las fiestas.
Escuché en creciente horror.
—¿Por qué Frosty el Hombre de Nieve bajó sus pantalones? —le preguntó a mamá
Ella batió sus pestañas hacia él, disfrutando de la atención.
—Ni idea.
—Escuchó al chupa nieve venir, ¿entiendes? —Él movió las cejas.
Gruñí.
—Lo hace, Menma. Dale un descanso.
—Creo que le gustan mis chistes, ¿verdad, Sra. Hyuga?
Mamá asintió con la cabeza y se sonrojó.
Menma sonrió.
—Ves.
Lo que sea.
Mamá se inclinó y tocó su hombro, dejando que su mano se deslizara por su pecho.
—Tengo uno para ti —dijo, un tono insinuante en su voz—. ¿Cómo sabes si hay un muñeco de nieve en la cama?
Menma arqueó las cejas.
—Ni idea, amor.
— Te despiertas húmedo —dijo en una voz ligeramente jadeante.
¡Buen Dios! ¿Mi mamá y Menma? ¿Flirteando? Mátenme ahora.
¿Sería una mala anfitriona si los echara a todos?
Se trata de tu familia, me recordó una voz. ¿Qué más podías esperar?
Cerré los ojos, respiré hondo, y acepté la verdad. Cocinar nunca sería lo mío; Sai e Ino podrían discutir por siempre; Mamá siempre sería una puta; Menma siempre sería un perro con cuernos; pero, lo más importante, Naruto siempre me amaría.
Naruto tomó mi mano y me llevó al pasillo por privacidad. Ojos de color azul cálido buscaron los míos.
—Oye, familia y amigos locos a un lado, ¿estás bien?
Algo de la ridiculez del día cayó lejos. Allí estaba él. Él era todo lo que importaba.
La necesidad por él pasó a través de mí. Curvándose en cada grieta, por lo que incluso el vello en mi brazo se levantó como diciendo ¡Aleluya!
Entonces, qué si mi Navidad no era perfecta. Tampoco nosotros lo éramos.
En ese momento un sonido de arcadas llegó a mis oídos. Suigetsu se había inclinado y vomitado en mi piso.
Ino corrió al baño para conseguir toallas y limpiar el desorden, mientras mi mamá y Menma ayudaban a Suigetsu a llegar al baño.
Naruto y yo nos quedamos solos por primera vez. Me apretó la mano.
—Sé que este es un puñetero día. ¿Que necesitas que haga?
Nivelé mi mirada hacia él.
—Necesito que comas mi pudín, y no me refiero al que está en la mesa.
Unos segundos pasaron mientras el significado de lo que había dicho caía en él. Una lenta sonrisa de satisfacción cruzó a través de su rostro cincelado.
—¿Entonces que estás esperando? Consigue tu dulce culo en mi Jeep. Estamos fuera de aquí.
Quince minutos más tarde, estábamos en el único lugar en el que podíamos estar solos, Front Street Gym.
Naruto abrió las puertas y me llevó al interior, el calor ardiendo en su mirada.
Me tiró alrededor de las colchonetas y observé mientras pasaba un paño sobre ellas para asegurarse de que teníamos una superficie limpia. Temblando, recordé nuestra primera vez en esas mismas colchonetas, la noche en que le di el control a él.
Terminó de poner lejos los productos de limpieza, su paso ligero y lleno de confianza mientras hacía el camino de regreso hacia mí.
—Quítate la ropa, Hinata. Voy a follarte.
Me estremecí ante la autoridad en su tono, parte de mí queriendo rebelarse, pero la otra parte saltando para hacer lo que quisiera. En menos de diez segundos, mis zapatos, suéter rojo, jeans, sujetador y bragas habían caído al suelo.
Su pecho se movía mientras me observaba, su mirada de acero enviando necesidad directamente a mi centro. Sus zapatos se fueron volando, entonces todo lo demás hasta que estuvo desnudo, su gran polla tensa hacia mí.
—Ven aquí. Hizo un gesto con las manos.
Silbó mientras nuestra carne se conectaba. Finalmente. Me besó con fuerza, su lengua invadiendo mi boca, mordiendo, chupando el labio inferior hasta que gemí.
Mis manos recorrían sus hombros, apretándolo como si fuera a desaparecer pronto
—¿Vas a lanzarme a esa colchoneta? —pregunté unos pocos momentos sin aliento después.
Él bajó la barbilla, los ojos entrecerrados.
—Mierda sí.
El calor corrió por mi columna vertebral.
Sus manos se deslizaron hasta mi hombro y tiró de mi cabello hasta que mi cabeza estuvo inclinada hacia atrás. Haciéndome sentir vulnerable mientras acunaba mi cráneo.
—¿Alguna última palabra? —Su voz era como la grava pero suave, igualmente llena de lujuria y emoción. Necesitaba esto tanto como yo.
—Hazlo duro —respiré cuando sus labios encontraron los míos una y otra vez, tomando lo que quería, y lo que yo le daba voluntariamente.
Sus brazos me sujetaron prisionera en una cárcel que quería, mis manos arañando sus hombros, acercándolo más, más cerca. Mis manos buscaron sus duros músculos y hendiduras, con ganas de trazar su piel y grabarla en mi memoria.
Él. Esto. Nosotros.
De alguna manera terminamos en posición horizontal sobre la colchoneta y él por encima de mí, sus labios y dedos hábiles haciendo su camino por mi cuerpo.
Me retorcía y arqueaba más cerca, torciéndome para conseguir más. Más.
—Naruto... date prisa —suspiré.
Él rio y mordisqueó el interior de mi muslo.
Gemí, pero no me lo negó, sus manos bajando por mis piernas y posicionándome, maniobrándolas en sus hombros y luego poniendo su boca caliente en mí centro. Su lengua vibró contra mi piel, adorándome desde mi centro hasta mi clítoris.
Grité en alivio, abriendo la boca mientras su lengua entraba, degustando y tirando de mi tierna piel mientras sus dedos jugaban con el manojo de nervios en mi punto G.
Sí. Lo quería en todas partes. Tocándome. Follándome.
Dos dedos se hundieron en mi interior, chasqueando la lengua en mi centro, lamiendo con trazos rápidos.
Intensa necesidad construyéndose. Estrellas brillaban a través de mi visión. Destellos bailaban por mi columna vertebral.
—Naruto —dije con voz entrecortada—. No te detengas. Tan bueno. Dios, Naruto.
—Mantente diciendo mi nombre, chica unicornio. Exactamente así —gimió, moviéndose alrededor para conseguir ir más profundo.
Grité su nombre como si fuera una oración. Una bendición.
—Estoy justo ahí contigo. —Entonces movió su ángulo, y me dio una clara idea de lo que estaba haciendo, su mano libre bombeando su propia polla gigante con golpes duros. Se mantuvo bombeando y gruñó cuando su lengua se movió por encima de mi coño yendo más salvaje, más áspero.
Grité, rompiéndome en mil pedazos. Agarrando sus hombros, rodé hacia fuera, mis músculos contrayéndose bajo su boca.
Rugió sacando su propia liberación y se corrió conmigo.
Todavía temblando, se arrastró hasta mí y me besó profundamente en los labios.
Apartó un mechón de cabello de mis ojos. Cálidos ojos azules balaron hacia mí. Me dio una sonrisa arrogante.
—¿Qué? —pregunté.
Se encogió de hombros y me pellizcó en la nariz.
—El mejor maldito pudin de Navidad que jamás haya comido, amor.
