Hola hermosas, muy buenas tardes, antes de iniciar a leer este capítulo les recuerdo que esta historia al igual que todas mis historias son para mayores de edad (21+) y para las personas que no se sienten incómodas con los temas de contenido adulto y con amplio criterio, esta escrita sin ánimo de ofender, es solo con fines de entretenimiento, así que recuerdo una vez más que es clasificación M, te pido de la manera más atenta y educada posible que si no tienes la edad suficiente para leer por favor retírate, de lo contrario eres bienvenida. Gracias por tu comprensión.

ENTRE CARTAS Y MENTIRAS

AMÉRICA O EUROPA

CAPÍTULO 41

La luna de miel había iniciado hace muchos días, desde su primer encuentro en la playa y ambos sabían muy bien que eso era así, solo que se había pospuesto por un tiempo y esa noche volvían a retomarla con mayor intensidad, ahora sabían a lo que iban y lo que hacían, ninguno podía decirse que era inexperto en ese campo a pesar de ser unos principiantes, sus ojos destilaban el amor que tenían el uno por el otro y sus actos de amor iban más allá de lo carnal, el cuidado con el que Anthony trataba a Candy era un cuidado que él estaba por demás seguro era el trato que ella merecía por tantos años de sufrimiento, sabía que en parte había sufrido por su culpa, pero no había estado en sus planes hacerlo ya que desde que la conoció algo en su corazón el gritaba que él debía ser el encargado de cuidarla y protegerla por siempre, era como si una parte de él supiera que aquella pequeña de rizos rubios y pecas en el rostro era la indicada para formar una familia a su lado.

El rumbo del yate seguía dirigido a Nueva York y los cabellos rubios de ambos se mecían con el viento, sus miradas se encontraban de vez en cuando y ellas eran el preludio para iniciar el amor, los días que duró su navegación fueron aprovechados al máximo reconociendo todos los lugares y todos los rincones de aquel hermoso barco en el cual Anthony se apropió del cuerpo de Candy, no había pretextos, no había testigos, ellos se amaban y se demostraban todo lo que sus jóvenes cuerpos demandaban, era como si hubieran querido recuperar el tiempo que estuvieron conteniendo sus ganas y quisieran ponerse al tanto en aquella actividad.

Uno de sus lugares favoritos para demostrarse su amor casualmente no fue solo el camarote, sino que la cabina del capitán fue testigo de más de una entrega entre ellos, aprovechando cada minuto que tenían que pasar ahí para el navío del pequeño barco, se habían aventurado a amarse hasta en la cubierta animados por la soledad del mar, solo las gaviotas y el viento habían sido testigos de aquella entrega tan apasionada que se había desatado al aire libre casi al atardecer, donde la puesta del sol se mostraba a lo lejos provocando un ambiente muy romántico entre ellos, uno que fue difícil de rechazar.

Los días pasaron y para disgusto de los rubios el fin de su travesía había llegado, habían pensado que sería mejor recorrer aquellas aguas únicamente ellos para continuar con la celebración de su amor, pero Anthony como todo buen hijo de capitán sabía bien que el pequeño barco que los llevaba hacia el puerto de Nueva York no aguantaría un recorrido más lejano navegando, su pequeño compartimento para el combustible no le permitía avanzar mucho más de tres días en el agua.

-Llegamos. – Dijo con una sonrisa a su amada quien después de hacer un mohín con sus labios, sonrió coqueta a su rubio.

-Me hubiera gustado estar más tiempo contigo a solas. – Dijo Candy con una sonrisa traviesa.

-¿Quién dice que no podamos pasar más tiempo solos en la intimidad de nuestro camarote? – Preguntó Anthony coqueto, tomando a su esposa de la cintura y acercándola de nuevo hacia él para atrapar sus labios y besarlos profundamente antes de que el barco arribara al puerto. Candy se dejó atrapar por sus fuertes brazos y lo rodeó por el cuello para profundizar más el beso.

Una vez que llegaron al puerto, el personal de Anthony rápidamente identificó el barco de su ahora patrón y de inmediato se dedicaron a prepararlo para que su pequeña tripulación desembarcara, recibiendo a los recién casados con gusto y algarabía, la ovación con la que eran recibidos provocó en Candy risas y agradecimientos a cada una de las personas encargadas de hacer aquella bienvenida. La gente que pasaba cerca de aquella pequeña embarcación se tomaban un tiempo para voltear y ver quien había llegado y había hecho tanto alboroto. Anthony reía con el recibimiento de su gente ya que siempre le habían dicho que el día que se casara ellos se encargarían de llevarlo a su luna de miel y a pesar de que Anthony solo sonreía melancólico ante esa promesa al creer que era imposible que ese camino lo recorriera con su pecosa, al tenerla ahí a su lado y ver que aquellos hombres cumplían con su palabra lo hacía sonreír verdaderamente feliz e ilusionado.

-¡Bienvenido patrón! – Decían mientras arrojaban papelitos de colores alrededor de la pareja, los músicos comenzaban a tocar una dulce melodía dedicada a la feliz pareja, uno de los más jóvenes se acercó con el debido respeto a la nueva patrona con un gran ramo de rosas rosas y uno de los capitanes que trabajaba para Anthony destapaba una botella de champagne y llenaba dos copas para ofrecerle a los dueños de aquellos barcos que yacían amarrados a esa parte del puerto.

-Muchas gracias Jean Paul. – Dijo Anthony recibiendo con amabilidad aquella copa que se le ofrecía, Candy hizo lo mismo, sin embargo no se atrevió a beberla. Anthony solo sonrió por la acción de su esposa, imaginó que por su culpa ya no se atrevía a volver a probar una gota de alcohol. Él solo tomó un trago para no desairar a su personal y sonriendo se dirigió a ellos para hacer la debida presentación ante todos de su ahora esposa. Todos se pusieron a la orden de aquella joven con una sonrisa y Candy pudo corresponderles de la misma manera que lo hacía el rubio, ambos agradecidos de aquellas muestras de atención que tenían con ellos.

Los empleados de inmediato se encargaron de bajar todo el equipaje que llevaban y se encargaron de llevarlo al gran trasatlántico que atravesaría el mar para llevarlos hasta el viejo continente y así proseguir con su viaje.

-Llegó justo a tiempo patrón. – Dijo de nuevo el capitán que recibía a la pareja.

-¿Cuándo zarpa el barco? – Preguntó el rubio para informarse bien de la salida del barco.

-Mañana por la mañana. – Respondió el capitán.

-Pensé que saldría después. – Dijo Anthony creyendo que había llegado con más tiempo del que le avisaban.

-Los barcos han cambiado su itinerario y sus tiempos de viaje debido a la guerra. – Dijo de nuevo el capitán para enterar a Anthony de lo que había sucedido en los últimos meses. A pesar de que el rubio estaba enterado de los últimos acontecimientos, motivo que lo hacía dudar si ir o no rumbo a Europa, se había animado porque su tío le había dicho que los acuerdos que se habían firmado para respetar los barcos de pasajeros entre los dos continentes surtían efecto, estos se habían hecho después del hundimiento que se había producido con el Lusitania meses atrás.

-Jean Paul, ¿Crees que es seguro viajar a Europa en estas circunstancias? – Preguntó de nuevo dudando si ir hacia aquellas tierras. El capitán lo observó con una sonrisa paternal, aquel joven a pesar de ser hoy su patrón él lo había conocido siendo un pequeño, observó sus ojos azules y sonrió de nuevo.

-Joven Brower, a pesar de que el Olympic es un barco muy nuevo y seguro siempre existen riesgos cuando se navega. – Dijo con sus palabras sabias y lentas. – Riesgos que como usted sabe no es posible evitar cuando ya se está en altamar. – Dijo de nuevo, no quería asustarlo, pero tampoco quería animarlo a hacer algo que veía a leguas dudaba hacer. Anthony sonrió agradecido por las palabras que le dedicaba aquel hombre que había sido un gran amigo de su padre, ambos habían comenzado muy jóvenes su carrera, pero al ser su padre hijo de una familia muy importante le valió la herencia que él ahora poseía. El rubio confiaba de manera firme en aquel hombre porque sabía muy bien que era apreciado de la misma forma que él lo hacía. – Usted decide. – Dijo de nuevo el capitán al ver el dilema en el que se encontraba el rubio. Anthony asintió.

-Muchas gracias Jean Paul. – Le dijo agradecido para voltear a ver a Candy con una sonrisa quien lo miraba intrigada por lo que estaba sucediendo.

-¿Qué sucede amor? – Preguntó curiosa a su esposo cuando lo vio muy pensativo, había escuchado cada una de las palabras que había mantenido con aquel capitán y esperaba una decisión de su parte.

-¿Qué tanto deseas ir a Europa? – Preguntó el rubio con una sonrisa tranquila. Candy le sonrió de la misma forma, sabía que para él lo mismo que para ella le era irrelevante el lugar donde pasaran su luna de miel, de hecho aquel yate había sido el lugar perfecto para iniciarla.

-Sabes que a donde tú vayas yo iré, mientras estemos juntos para mí será el lugar en donde deseo estar. – Le dijo mirándolo a los ojos para que se diera cuenta que ella estaría dónde él estuviera.

-Gracias amor. – Respondió Anthony acariciando su rostro. Amaba tanto a esa pecosa que no podría pensar que si algo como lo ocurrido antes volviera a pasar y él haberlo podido evitar, necesitaba tenerla a salvo, había jurado desde que era un chiquillo protegerla siempre y eso incluía mantenerla segura. Candy asintió a aquella decisión que sabía que él había tomado. – Jean Paul, creo que nos quedaremos en Nueva York. – Dijo sin dejar de mirar a Candy a los ojos para corroborar que era lo mismo que habían pensado. Candy asintió con una sonrisa para demostrarle que estaba de acuerdo con su decisión.

-Lo que usted ordene joven Brower. – Respondió el experimentado Jean Paul quien simplemente sonrió y dio la orden a los marinos que lo acompañaban para que buscaran una diligencia y llevaran las pertenencias de los rubios a la mansión de los Andrew.

-Gracias. – Dijo Anthony con una gran sonrisa tomando de la mano a Candy para ir en busca de un carruaje que los llevaría a pasear por la ciudad.

Los días que pasaron en Nueva York fueron maravillosos, habían asistido a varias obras de teatro, sus paseos por el Central Park y los recorridos nocturnos por las calles de la ciudad se habían convertido en sus salidas casi a diario, habían recorrido alguna vez el río Hudson en el ferry que los trasportaba para su travesía, por las noches después de llegar a la gran mansión de los Andrew ambos se dedicaban a amarse de diferentes maneras, habían explorado tan bien sus cuerpos en la intimidad de su cuarto que ambos sabían bien qué era lo que deseaban hacer y también en más de una ocasión habían llegado tan cansados que simplemente habían dormido a medio vestir entre las sábanas de seda que los cobijaban.

Aquella noche era especial, aquella noche sería la última que pasarían en aquella mansión, ya que el tiempo que habían destinado para su viaje pronto llegaría a su fin y tenían que volver a la ciudad de Chicago para comenzar de nuevo con sus responsabilidades, él de nuevo como el patriarca interino y ella como la señora Brower.

-Te ves hermosa. – Le dijo con aquel brillo que lo caracterizaba cuando la tenía a su merced en la intimidad de su alcoba.

-Y tú te ves muy guapo. – Le dijo con coquetería, mientras sus mejillas se coloreaban de un tono rojizo y sus pecas se fijaban más a su rostro, su color no era por la pena, sino por el nacimiento del deseo que él desbordaba por su piel cuando la miraba de aquella manera.

Anthony le sonrió por aquel halago que le hacía, podía ver en su rostro que la pena ya no existía entre ellos y que la mirada de la rubia era como una súplica por que entrara en acción de nuevo aquella noche. Candy sonrió cuando él se acercó a ella y la cargó en brazos para llevarla a la cama.

-Me tienes loco princesa, nunca me cansaré de decírtelo. – Le dijo como un murmullo sobre sus labios, antes de tomarlos y apropiarse una vez más de ellos. Candy sonreía traviesa mordisqueando su labio inferior al saber que él no soportaría más tiempo y la besaría sin cansancio.

-¿Y qué esperas? – Preguntó atrevida, ofreciendo su boca de nuevo para que él se adueñara de ella. Candy sentía que su sangre se encendía cada vez que él recorría su cuerpo con la mirada, no había necesidad de que la tocara para sentir en su interior las ganas de ser abordada por su cuerpo, necesitaba una vez más ser su mujer, necesitaba sentirlo dentro una vez más y cada vez sentía que el deseo aumentaba de manera exponencial en su centro, ahora podía decir abiertamente que deseaba con locura a su marido y que no le daba pena alguna admitir que él tenía todo lo necesario para calmar las ansias que habían nacido en ella desde la primera vez que lo había sentido dentro de ella.

-Te estoy admirando. – Le dijo él sensual. – Me gusta cuando tu cuerpo me llama sin decirlo. – Su voz era ronca, sexy y sus labios se movían de una manera que la invitaba a pecar con solo moverse. El labio inferior de Candy de nuevo fue martirizado por sus dientes y Anthony pasó su lengua por los suyos recordando el sabor de su pecosa. – Me encanta cuando haces eso con tu boca porque es una invitación que me haces para amarte. – Le dijo de la misma forma, aquellas palabras provocaban que el cuerpo de Candy comenzara a prepararse para ser abordada, la voz de su amado príncipe de las rosas se colaba por sus oídos provocando una intensa oleada de placer en su cuerpo, aquella voz tan hermosa que él poseía era el inicio que necesitaba su cuerpo para comenzar a fluir su temperatura hacia arriba.

Anthony recostó a su amada en la cama y se despojó de sus ropas por completo, exponiendo su anatomía frente a ella que se erguía firme y fuerte, imponente ante ella. Candy abrió los ojos sorprendida nuevamente por ver así a su marido, era una imagen que siempre la deleitaba y él sabía bien lo que provocaba en ella, no tenía caso negarlo o esconderlo, la dilatación que sufrían sus pupilas al verlo la delataban por completo. Anthony volvió a sonreír con aquella sonrisa tan sexy que él poseía y que le dedicaba a ella cada vez que lo miraba de esa forma.

Candy en un momento de valentía y atrevimiento se levantó de aquel lugar donde la habían depositado y ella misma se retiró sus prendas, ante la mirada sorprendida del rubio quien era siempre el encargado de despojarla de ellas, sin embargo quería ver cada uno de los movimientos, observándola con deseo en cada prenda que iba quitando de su visa al arrojarla lejos de la gran cama. Su sonrisa se amplió al ver que rápidamente se había quedado de la misma forma que él, solo que lo que ella le ofrecía a sus ojos era mucho más hermoso y tentador. Sus miradas estaban encendidas de deseo.

-¿Ansiosa? – Le preguntó travieso, le había divertido la manera tan decidida en la cual se había descubierto su cuerpo para poder mostrarlo a él una vez más, Anthony no se cansaba de verla en ese estado, al contrario, deseaba todo el tiempo poder disfrutar de su cuerpo y se lamentaba que el tiempo que habían compartido a solas en aquella mansión pronto llegaría a su fin.

-Para ti siempre. – Le respondió acercándose decidida a él. Anthony la esperaba ansioso por ver qué era lo que haría esta vez su princesa ya que la veía actuar muy decidida, cosa que lo ponía más necesitado de ella. La mirada de Candy demostraba el profundo deseo que ella mantenía en su piel, lo rojo de su rostro y la respiración lenta y acompasada que la acompañaba la delataban en el calor que tenía en su cuerpo.

Candy se acercó a Anthony quien permanecía de rodillas en la cama al igual que ella, apegó su cuerpo al torso de su amado sintiendo ambos una corriente eléctrica recorrerlos súbitamente, sin embargo ambos pudieron controlarse, el rubio más porque estaba esperando qué era lo que aquella sensual rubia estaba tramando, era la primera vez que ella tomaba el control y él no sería quien se lo quitara, le gustaba sentirse en ese momento sometido hasta cierto punto por ella. Candy lo besó de una manera apasionada, introduciendo su lengua en su boca para llevar ahora ella el control de aquel profundo beso, Anthony la recibió con gusto y saboreo lentamente las caricias que ella le proporcionaba al sentir sus manos recorrer su anatomía hasta posarse en su parte baja. Anthony se recostó dispuesto a no moverse cuando entendió lo que Candy deseaba hacer, ahora ella se sentía lo suficientemente capaz de proporcionarle aquel placer que él le había regalado todas y cada una de sus noches. La noche de bodas estuvo a punto de hacerlo, sin embargo él vio en sus ojos que aún no era tiempo, sin embargo en ese preciso momento veía en su mirada la decisión que tenía de llevarlo a cabo, él no lo iba a impedir, al contrario, se recostó y cerró sus ojos dispuesto a disfrutar lo que ella le ofrecía.

Candy acarició cada rincón de su cuerpo, besó cada uno de sus rincones y cuando llegó a ese lugar que la había convertido en mujer y que la había hecho inmensamente feliz no dudo un segundo en cubrirlo con su boca, provocando en Anthony una reacción tan cómica que era digno de ver, levantándose de pronto al no creer lo que ella había hecho.

-¿Te lastimé? – Preguntó Candy asustada en su reacción. Anthony tenía la boca abierta y sentía un placer que nunca había sentido en su vida. Negó sin decir nada y sin poder cerrar su boca. Aquella respuesta sirvió para que Candy sonriera segura y volviera a recostarlo, él obedeció cual niño pequeño, curioso por querer volver a sentir aquella sensación que lo había desquiciado.

Aquella noche sus caricias cambiaron todas sus expectativas con respecto a la manera de hacer el amor, él que había creído que había conocido todas las formas y las maneras de amarse descubría que había mucho más por descubrir y explorar y estaba ansioso por continuar aprendiendo.

Anthony se esforzó en retribuir cada una de las caricias que había recibido por parte de su esposa cómplices ambos en prodigarse placer uno al otro, besando una vez más el punto exacto para que terminaran una vez más satisfechos y relajados uno al lado del otro, sus cuerpos exponían el sudor que habían generado en aquella noche de pasión, la mejor hasta el momento pensaba él ya que nunca había pensado que él también podría experimentar aquel nivel de pasión, si bien le gustaba proporcionárselo a ella, había descubierto que él también podía recibirlo de la misma manera.

-No tienes idea de lo feliz que me haces. – Le dijo abrazándola a su cuerpo, tomando las sábanas para cubrirse con ellas, el frío de la ciudad ya comenzaba a traspasar las paredes de las casas.

-Quise devolverte un poco de lo mucho que tú me has dado. – Respondió Candy con ternura. Anthony le sonrió de la misma forma.

-No solo me refiero a eso. – Le respondió tierno. – Princesa yo estoy aquí para adorarte, para amarte, para hacerte feliz como lo prometí ante el altar, todos los días de mi vida. Contigo he descubierto que puedo ser el hombre más feliz del mundo y que no necesito mucho para serlo, solo con verte sonreír, con tenerte a mi lado llenas mis vida de felicidad. – Candy lo miraba con los ojos llenos de lágrimas, enamorada completamente de él.

-Yo solo quiero agradecerte todo lo que me das, agradecerte toda la felicidad que me has brindado todo este tiempo. – Los ojos de la rubia comenzaron a llenarse de lágrimas y los sentidos de Anthony se pusieron en alerta.

-¿Qué sucede princesa? – Preguntó tomando con ambas manos su rostro para ver sus ojos que estaban acuosos, sin importar que la sábana que los cubría caía de sus torsos para dejarlos expuestos una vez más. El rubio se tranquilizó cuando vio que los ojos de Candy se enfocaban en él y veía que aquella mirada a pesar de las lágrimas que se asomaban de sus ojos era una mirada que irradiaba felicidad. Sonrió ante aquel descubrimiento. – No tienes por qué llorar mi amor, yo también soy tan feliz que esta felicidad no me cabe en el pecho, me has hecho el hombre más feliz del mundo que es imposible serlo aún más. – Le dijo de nuevo y con aquellas palabras las lágrimas de Candy se desbordaron de sus ojos.

-Lo siento. – Dijo Candy sin poder contener aquellas gotas saladas que abandonaban sus bellas esmeraldas, aquellas lágrimas le proporcionaban un brillo diferente en su mirada. – Yo también soy muy feliz Anthony, me has hecho la mujer más feliz del mundo y te puedo asegurar que cuando regresaste a mi vida creí que no podía ser más feliz que en ese momento. – Candy hablaba sin poder evitar que las lágrimas siguieran recorriendo su rostro mientras Anthony la observaba totalmente conmovido por sus palabras. – Sin embargo conforme fueron pasando los días me fuiste demostrando que mientras avanzaban mis momentos a tu lado, esa felicidad va en aumento y hoy te puedo decir que hoy soy más feliz que ayer y que mañana seré más feliz de que hoy. – Decía mientras Anthony la veía embelesado con aquel nuevo brillo que descubría en su mirada, ni aquellas lágrimas que brotaban a mares de sus ojos podían opacar la belleza recién descubierta.

-Tienes razón mi vida, yo también cada día que pasa soy más y más feliz. – Dijo interrumpiéndola por un momento en el que ella había hecho una pausa para tomar aire para seguir hablando.

-Anthony… mi príncipe de las rosas… - Dijo con una leve risita que se le escapó de sus labios, provocando que Anthony sonriera de la misma forma. – Vamos a ser padres… - Dijo sin poder seguir retrasando aquella noticias que tenía poco que había descubierto y a pesar de no haber ido a un médico podía atreverse a hacer esa confirmación al tener un retraso todo indicaba que así era.

-¿Padres? – Preguntó el rubio con sorpresa, como si en ese momento no le cayera en cuenta las palabras de la rubia. - ¿Vamos a ser papás? – Preguntó de nuevo mientras sus labios se curvaban en una hermosa sonrisa y Candy sonreía feliz, sus lágrimas caían con mayor velocidad de sus ojos y Anthony la abrazaba aún abrumado por tanta dicha que ella le regalaba. - ¡Voy a ser papá! – Gritó sin importar que los empleados se despertaran por sus gritos, sin importar la hora que era ni lo que pensaran de él por aquel derroche de alegría que estaba experimentando a mitad de la madrugada.

-¿Te da gusto? – Preguntó ilusionada, sabía que él estaba feliz pero aquella pregunta le salía de sus labios sin pensarla demasiado. Anthony la levantó en sus brazos sin importar el estado de sus cuerpos, girando con ella al aire, riendo por aquella maravillosa noticia que no se esperaba fuera a recibir tan pronto.

-¿Gusto? Gusto es poco mi reina. – Le dijo por primera vez aquel mote que sería de ahora en adelante por el cual la llamaría, ahora era su reina porque en su vientre llevaba a una princesa o un príncipe que comenzaría su reino. – Estoy feliz, y te vuelvo a decir que me haces el hombre más feliz del mundo. – Decía sin dejar de moverse con ella por todo el cuarto.

-Me mareas Anthony. – Decía entre risas sin dejar de agarrarse de su cuello para no caer de sus brazos.

-Tienes razón hermosa. – Dijo dejando su celebración por un momento y volviendo con ella a la cama para dejarla con el mayor cuidado posible. – Te amo Candy, te amo, jamás creí que tanta felicidad pudiera caber en mi alma. – Decía emocionado, siendo ahora él el que era presa de las lágrimas que acudían a sus bellos ojos azules. Candy se perdió en su mirada y ofreció su boca para que él se apropiara de ella una vez más. Anthony no dudo ni por un instante hacerlo, a contrario se adueñó de sus labios una vez más y con mucha dulzura comenzó el anhelado beso, recorriendo su boca y después su cuello para seguir el camino que tenía memorizado en su boca. Poco a poco la pasión comenzó a fluir de nueva cuenta y los besos aunque tiernos se hicieron más demandantes, su boca se movía con cuidado por los rincones del cuerpo de Candy y ella se abría dispuesta recibirlos ansiosa, necesitaba sentirlo como nunca, sus ganas por él habían incrementado de una manera que le era difícil de explicar, pero que su cuerpo le ayudaba a expresarlo. Anthony sonrió al ver lo que ella anhelaba y con sus manos acariciaba sus piernas para llegar a su destino. Se detuvo ahí, en aquel lugar que ella le ofrecía y que él tomaba con gusto para volver a llenarse de su aroma y su sabor, esta vez lo hizo lento, lo hizo con delicadeza sin dejar de explorar con su lengua tanteando don dulzura ese recorrido. Candy ahogaba su respiración, sujetando los rubios cabellos de su amado mientras su cuerpo se retorcía con las caricias proporcionadas.

La exploración de Anthony no tenía límites y aquella noche no dudó en disfrutar cada centímetro que se exponía a él. El cuerpo de Candy comenzó a reaccionar rápidamente, mientras las hábiles manos de Anthony estimulaban su cuerpo con destreza, provocando que acudiera a ella aquel llamado que la naturaleza exigía para placer de sus cuerpos. Candy terminó una vez más en aquella posición que tanto adoraba, mientras el rubio continuaba estimulándola para un segundo encuentro, no necesito mucho tiempo para volver a sentir que ella concentraba toda su energía de nuevo en ese delicioso lugar y pronto volvía a llenarse de ella. Candy llegó al punto de suplicar que él se detuviera al creer que ya no podría soportar tanto placer, sin embargo el rubio haciendo caso omiso de aquella débil súplica continuó con sus caricias en aquella zona hasta obligarla a terminar dos veces más, de pronto sintió que el cuerpo de Candy quedaba inmóvil, sin fuerza, sin embargo la sonrisa que reflejaba en su rostro y su acompasada respiración le anunciaba que estaba completamente satisfecha. Anthony besó su vientre con dulzura, una y otra vez, cubriendo cada centímetro de aquella parte de su cuerpo, adorando y acariciando por ese medio al fruto de su amor.

Se levantó y con delicadeza entró en ella, se movió lentamente, como si no quisiera lastimar a aquel ser que crecía dentro de ella, Candy lo observaba perdida en el deseo, nunca había experimentado tanto placer al mismo tiempo y una vez más el rubio la había llevado a la cúspide máxima varias veces en el mismo momento. Le sonrió cómplice en sus movimientos y puso de su parte para moverse y ayudar al rubio a culminar con su placer, Anthony se concentró en esos movimientos y por fin se entregó al fuego de su pasión, explotando de nuevo una vez más dentro de ella, sintiendo como aquel cálido desfogue invadía el cuerpo de su amada una vez más y como ella lo atrapaba con mayor fuerza como reclamando que aquello le pertenecía, ella también lo alcanzó unos segundos después, maravillándolo de nuevo con aquellas expresiones que ella hacía en su rostro cuando estaba satisfecha. La besó dulcemente una vez más.

-Soy tan feliz pecosa. – Le dijo sin más, mientras Candy caía más rendida que nunca por las caricias otorgadas, jamás la había dejado tan cansada, ni en los intensos días que habían pasado amándose en el yate. Él salió de ella para recostarse a su lado.

-Yo también soy muy feliz Anthony. – Le decía feliz y enamorada, recargándose en su pecho para que él la abrazara con su brazo como si la estuviera protegiendo, pronto cayeron rendidos en el sueño, ambos con una sonrisa que les iluminaba el rostro, una sonrisa que sería imposible de borrar.

La mañana llegó rápidamente y con ello el viaje hacia Chicago, tenían que llegar ese mismo día ya que según la familia llegarían después de su viaje a Europa. Anthony no había querido advertir a su familia que no se habían ido en aquel barco y que habían pasado su luna de miel en Nueva York y lo habían pasado de maravilla, lejos de todo y de todos.

Anthony estaba muy al pendiente de los gustos y necesidades de Candy, así como de su comodidad y de la manera en la que ella solicitaba algo, si antes su preocupación por ella había hecho que él viviera por ella, al saberla en estado hacía que se duplicara aquella necesidad de mantenerla segura. Candy lo observaba hasta cierta forma divertida por la manera en la que la trataba.

Llegaron a la estación y ahí los esperaba el buen George quien estaba advertido de la hora que llegarían, no habían querido molestar a los demás ya que sabían que cada uno estaba con su vida, Albert con su prometida, Stear con su esposa y sus antojos los cuales se habían mantenido por mucho tiempo en la castaña, aprovechándose un poco de la complacencia de su esposo, y Archie con su amada Annie quien cada vez estaba más ansioso porque la fecha de su boda se acercaba a pasos agigantados.

-Bienvenidos señores Brower. - Saludó el buen George con una sonrisa sincera, observando a cada uno de los jóvenes que ahora representaban aquel ilustre apellido que alguna vez había portado su amada Rosemary y su buen amigo Vincent Brower, una pareja que él había logrado estimar bastante a pesar de haber sido lastimado cuando se formó, sin embargo había logrado estimar a aquel buen hombre que se había hecho acreedor del amor del amor de su vida.

-Muchas gracias George. – Respondió Anthony con un abrazo sincero al hombre que era la mano derecha de su tío.

-Gracias. – Dijo Candy cálidamente a aquel recibimiento que le daba aquel que alguna vez fue su custodio.

-¿Cómo les fue en el viaje? – Preguntó por cortesía, no por parecer entrometido.

-Muy bien George, muchas gracias. – Dijo Anthony feliz, sin poder ocultar en sus ojos la inmensa felicidad que lo atrapaba.

-Me alegro joven Anthony. – Respondió el mayor con una sonrisa, observando a Candy de la misma manera que se observa a una hija. Esta le sonrió dulcemente mientras George podía observar algo inusual en aquellos ojos verdes, un brillo que había podido distinguir años atrás en su Rosemary cuando ella misma le advirtió feliz que iba a ser madre, sin embargo aquel administrador como siempre guardaba el secreto, otro más que se sumaba a la lista de secretos interminables que tenían los Andrew.

La pareja caminó hasta el automóvil que los llevaría a la mansión, mientras George disponía de las maletas para llevarlas en una diligencia. Los rubios se adelantaron en su camino, ansiosos por llegar y por avisar a todos de la maravillosa noticia que los llenaba de dicha.

-¿Lista? – Preguntó Anthony apretando su mano ilusionado antes de entrar a la mansión, aquella mansión en la que un poco más de un año atrás había llegado con otra mujer y que en ese momento al voltear a un lado veía a la que siempre había querido tener de su mano.

-Lista. – Dijo Candy con una sonrisa, caminando los dos decididos a iniciar su nueva vida a partir de ese momento. Candy sonreía feliz e ilusionada, con una sonrisa imposible de ocultar de los demás, mientras Anthony la observaba enamorado, llenando sus recuerdos de aquel hermoso rostro que ella poseía.

-¡Candy, Anthony! – Dijo Stear quien fue el que estaba dentro de la mansión cuando los dos rubios entraron al salón principal. - ¡No los esperábamos aún! – Dijo el inventor dirigiéndose hacia ellos para saludarlos entusiasmado. Patty se unió a él mostrando una panza que ahora sí no podría ocultar aunque quisiera.

-¡Patty te ves hermosa! – Dijo Candy con sus ojos llenos de lágrimas de la emoción al imaginarse que pronto estaría ella en esa situación.

-¿Qué me dices de ti? Luces muy hermosa Candy. – Le dijo la castaña con sinceridad. – Creo saber por qué… - Dijo Patty segura de haber visto en Candy el mismo brillo que veía en ella al espejo cada mañana.

Esa misma noche se hizo una cena improvisada para darle la bienvenida a los rubios, entre las quejas y los reclamos de Elroy por no haber avisado con más tiempo su regreso para así poder prepararse mejor, sin embargo cuando se enteró de donde habían pasado su luna de miel se mostró más inconforme por no haber sido informada, así pudieron ir a visitarlos, y eso precisamente fue lo que Anthony había querido evitar.

-Familia, tenemos una noticia que darles. – Dijo Anthony observando como todos los miembros del clan ponían sus ojos en él y luego en Candy, esperando la noticia que Anthony tenía por anunciar, todos estaban ignorantes a lo que era, todos menos Patty quien ya había intuido a lo que se refería al ver a Candy al llegar aquella tarde. – Sé que tal vez es muy pronto para ello, pero quisiéramos hacerlos partícipes de nuestra más grande dicha. – Decía el rubio de pie mientras estiraba su mano hacia Candy para tomar la de ella e invitarla a unirse a aquel anuncio. Candy tomó la mano de su esposo con timidez y se puso de pie observando como todos los presentes posaban su mirada en ambos.

-Nada más no me digas que quieres seguir de luna de miel. – Dijo Albert a quien le urgía regresar a Europa ya que su prometida se había ido días después de la boda y tenía la necesidad de volver a verla. Los presentes rieron con el comentario de Albert, incluidos los rubios.

-No te preocupes tío. – Dijo Anthony aun riendo por el comentario. Albert le sonrió travieso, sabía bien que su sobrino entendía sus motivos. – Nuestro anuncio no tiene nada que ver con abandonar el cargo que me encomendaste. – Decía sin borrar su bella sonrisa. Candy lo veía tímida sintiendo un poco de pena por aquel anuncio que daría su esposo.

-¡Vamos Anthony! – Decía Stear ansioso, animando al rubio para que por fin hablara y dijera lo que tenía que decir.

-Si lo dejan hablar irá más rápido. – Decía Archie para callar a su hermano por la nueva interrupción que hacía, mientras el inventor se enfrascaba en una pequeña discusión con su hermano.

-Silencio. – Decía la tía abuela sin éxito. Anthony rodó los ojos mientras Candy reía por aquel desorden que se había desatado, tenía que admitir que era divertido compartir la mesa con todos ellos, a pesar de los regaños de Elroy era divertido ver como se daban todas aquella veladas.

-Candy y yo vamos a tener un hijo. – Dijo Anthony de pronto para detener aquella trifulca de palabras que se había armado en la mesa. Todos quedaron callados por tan repentino anuncio.

-¿Otro nieto? – Preguntó Elroy ilusionada por la noticia.

-¡Otro conejillo! – Gritó Stear emocionado. - ¡Sabía que no se iban a tardar en alcanzarme! – Decía Stear con su hermosa sonrisa cargada de una felicidad sincera por los rubios.

-¡Albert vas a ser abuelo! – Dijo Archie a su tío para molestarlo.

-¡Oye! – Gritó el patriarca divertido, mientras todos comenzaban de nuevo aquel alegato de palabras se acercaban a la nueva pareja para felicitarla y desearles lo mejor.

-Muchas felicidades primo, gatita. – Dijo Archie con una lágrima en sus ojos, una lágrima que demostraba la felicidad y alivio que existía en su alma por no haber logrado separarlos cuando él se lo había propuesto. Annie se acercaba a su lado para felicitar también a los rubios, mientras Archie la veía con una sonrisa llena de ilusión en su rostro.

Continuará…

Hola hermosas, espero que estén muy bien, aquí seguimos con la cuenta regresiva, uno más y faltan 4.

Miyoya, Hola hermosa, tienes razón esta pareja si que deja mucha pasión en su relación. Muchas gracias por seguir al pendiente, ya vamos en la recta final y pronto el desenlace. Espero estés pendiente, te mando un fuerte abrazo y te invito a leer las demás que vienen y las que están listas. Saludos hermosa.

María José M. Créeme que cuando lo dices a pesar de que parece trabalenguas lo entiendo jajaja aunque parece frase de Cantinflas jajaja. Gracias por tu opinión, la verdad que poco a poco voy escribiendo concentrada para llegar a es punto. Gracias por pensar que mi forma de relatar es sutil ya que es lo que busco con esto, me gusta relatar el amor entre ellos de una manera delicada. Te mando un fuerte abrazo y espero que estés lista para el final.

Mayely León, Hola hermosa, espero que no sigas aburrida, aquí va otro para que puedas entretenerte otro poco. Gracias por dejar tus comentarios, te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

TeamColombia, Como siempre a todas y cada una de ustedes gracias, gracias por leer y comentar y sobre todo por los buenos deseos que tienen para mi persona, ojalá la imaginación no se termine, sino que continúe con mayor vuelo y traiga hacia a mí mejores historias y si no por lo menos que alguien se anime a hacer otra más de mi amado Anthony jajaja. Saludos a cada una de ustedes.

Julie-Andley-00, Hola hermosa, que bueno que te gustó el capítulo anterior, espero que este también haya sido de tu agrado, ya casi vamos con la última pareja espero que también te guste lo que les preparé ya que a cada una de las parejas les di un relato diferente según la manera de ser de cada uno (creo yo) ojalá que te guste y espero también tu comentario al respecto. Gracias por siempre comentar, te mando un fuerte abrazo hermosa.

Al resto de ustedes que siempre leen y que siempre dejan un comentario también quiero agradecer por seguir esta historia, también a las que no se animan a dejar un comentario, saben que les agradezco profundamente que estén siempre listas para leer. Les mando mis más sinceros agradecimientos, Dios las bendiga a todas.

GeoMtzR.