CAPITULO 43

Tiqulis se confesó ante su maestro, desnudándose en su habitación y subiéndose a él con intenciones lujuriosas.

—Maestro, por favor… tómeme -Suplico el joven oso con excitación.

Torke Almaforga estaba sorprendido, jamás pensó sintiera algo así por él, siempre le veía como a un hijo, pero nunca llego a imaginar incluso en la más remota posibilidad, que él lo viera algo más que como un padre.

—Tiqulis, ¿tú lo dices en verdad?.

—¡Todo lo que dije es cierto maestro!, lo amo… siempre lo he hecho, desde aquel dio que me acogió en su hogar hace dos años y me dio un propósito en la vida, un propósito como herrero, a un huérfano cualquiera que pudo haber muerto en las calles y nadie hubiera recordado.

El oso mayor aun recordaba a ese joven úrsido en las calles, a quien una noche luego de que aventureros abusaran de él y casi lo mataran, salvo su vida y luego en otra ocasión, lo invitara a la suya para compartir una comida caliente con él. El aprendiz no podía evitar derramar las lágrimas de felicidad por tales alegres memorias, por aquel esperanzador encuentro con tal bondadosa alma, por haber conocido a Torke en sus días más oscuros e iluminar su vida.

—Maestro, si yo le incomodo de esta forma, entonces puedo detenerme…

Pero su maestro le toma de los brazos y besa sus labios para responder a sus sentimientos, Tiqulis se sonroja y excita luego de saborear nuevamente la boca de aquel maestro herrero.

—Perdona mi lenta reacción, nunca pensé que tendrías tales sentimientos por mi -Torke confeso —Yo en verdad te aprecio tanto Tiqulis, la verdad… hace mucho tiempo que no hago estas cosas con otra persona, la última vez…

Tiqulis pone un dedo en sus labios para calmar aquella inquietud que el oso mayor exponía, pone sus manos en la mejilla y sus miradas chocan con pasión.

—Maestro, esta bien, no es necesario que este nervioso, déjeme llevar a mi la iniciativa, solo relájese.

El joven oso descendiente lentamente hacia la ropa interior de Torke y la retira cuidadosamente hasta tener el flácido miembro de su maestro, luego comienza a lamer la punta y acariciar con suavidad sus bolas.

—Oh, Tiqulis… que bien se siente.

El muchacho aún conservaba aquellas experiencias de su vida anterior como pordiosero en donde vender su cuerpo era el medio de sustento, pero todas las veces que lo hacía, no había afecto o amor en ello, solo lo motivaba el anhelo de conseguir comer algo en aquellos días.

Pero ante su maestro al relucir su libido, se sentía cómodo, pues ponía sus sentimientos de por medio para estimular en el placer a aquella persona que tanto apreciaba, labio esa verga con devoto gusto y tocaba esas bolas con regocijo, el olor de las partes nobles del oso mayor le excitaba mucho en el fondo.

Solo bastaron unos segundos para que ese pene se levantara y delatara lo deseoso que estaban de recibir el amor del muchacho. Tiqulis hundió en su boca aquel trozo carnoso de su maestro, Torke gemía de dichoso gusto, pues su aprendiz tenía considerable experiencia en el arte de la felación.

—Tiqulis… ¡estoy cerca!

El maestro herrero da un pequeño grito de placer y su pene palpita intensamente hasta expulsar su blanca esencia, llenando la boca de su aprendiz quien lo devoraba con goloso deseo. Sentir el sabor de su maestro había hecho que su propio pene endurecido temblara de deleite y liquido preseminal saliera de la punta.

—Maestro, aun esta duro -Fueron las palabras de un contento aprendiz —Entonces me encargare de liberar toda su lujuria hasta que quede satisfecho.

—En ese caso tengo una idea, date la vuelta.

Tiqulis sigue las indicaciones de su maestro y se voltea, mientras él seguía teniendo el duro pene de Torke, el oso adulto tomo con sus manos las nalgas de su aprendiz y comenzó a lamer sus testículos para luego ir al agujero de su culo. El joven úrsido sintió esa lengua con tanto placer, que no pudo evitar sentir la intensidad de los movimientos palpitante de su miembro, tal fue el gusto de experimentar la húmeda lengua de su maestro que llego a su límite.

—¡Maestro…!

Eyaculo sobre el pecho de su maestro, quien tomo un poco de esa semilla y lo saboreo con gustoso sabor.

—Delicioso, fresco y saludable como debe ser -Comento el maestro herrero.

En el pasado cuando ese aprendiz sustituía vendiendo su cuerpo, aun con todo el manoseo de dedos y penes que profanaban sus agujeros, casi nunca llegaba al orgasmo, pues no hubo pasión y un placer autentico en tales circunstancias. Pero con su maestro, podía sentir la auténtica satisfacción de los placeres carnales del sexo, el toqueteo de sus manos en su desnudo cuerpo y el lamer de su orificio anal, era una estimulación celestial para ese joven úrsido.

—Sigues duro a pesar de haberte corrido hace unos segundos, como esperaba de mi aprendiz, estas lleno de energía.

—Oh, maestro, yo solo estaré satisfecho, cuando usted lo esté primero -Aseguro el joven oso con el habilidoso manoseo de las esferas de Torke —Maestro… ¿podemos pasar a algo más estimulante?.

La mirada lasciva de su aprendiz y el cómo lamia su tronco erecto, con tal petición salida de su boca, ese maestro lo comprendido al instante, asiente con la cabeza y un emocionado Tiqulis se da vuelta. Con sus nalgas se frotaba ese carnoso pedazo del oso mayor, levanto su cola y lo primero en sentir fue la punta.

—(Aaah… solo es la punta y siento que ya me estoy por correr de nuevo)

El aprendiz jamás había experimentado tal grado de placer, muchas vergas profanaron su culo, de todas formas y tamaños, pero no había real deseo en sentirlas, no había placer en tales carnales actos del pasado. Nuevamente con Torke aquella experiencia era distinto, el placer que sentía al sentir como esa masculinidad de su maestro entraba poco a poco en su interior, era una emoción glorificada.

—La mitad… ha entrado…

—Tiqulis, ¿estás seguro de poder hacerlo?.

—Nunca he estado tan seguro en mi vida, maestro.

Torke disipa toda preocupación al sentir y ser testigo con sus propios ojos de como ese aprendiz extasiado por su libido, amaba aquello que hacía, en verdad deseaba sentir a su maestro en su interior. Por cada centímetro que se metía, Tiqulis sentía un cosquilleo de gozo que le hacía gemir de intensidad.

—Solo un poco más…

Calmaba sus jadeos obscenos para enfocar toda su atención en ese pene, meneaba su cola para que dé a poco se hundiera más y su paciencia rindió frutos, toda la verga de su maestro consigue entrar en su interior. El éxtasis de tal sentir hace que su pene vuelva a eyacular con fuerza, manchando el cuello y rostro de su maestro.

—Maestro, perdone, no era mi…

El maestro calla las palabras y preocupaciones de su aprendiz al llevar con un dedo a su boca algo de ese juvenil semen fresco, sin decir palabra alguna, él solo sonríe y saborea la blancura de Tiqulis con lasciva delicia. El pene del aprendiz no iba a rendirse, siguió manteniéndose al tope de sus energías ante tanta estimulación excitante.

Tiqulis comenzó a moverse, sintiendo ese tronco carnoso golpear en su interior, cada obsceno sonido repercutía en un calor de gozo en su interior, mismo que el oso adulto experimentaba con el dichoso placer de penetrar el interior de su preciado aprendiz.

El muchacho aumento la velocidad, los golpes se hacían más fuerte, los jadeos más intensos y el calor aumentaba, su maestro llevo sus manos a la espalda de Tiqulis y luego le dio un beso. Un pasional beso donde sus lenguas chocaban con sucios pensamientos y salían a descargar esa libido entre los dos.

—Tiqulis… no voy a durar mucho más…

—Yo tampoco maestro… ya casi estoy en mi limite…

El momento del clímax llego y al mismo tiempo para los dos, el pene del aprendiz vuelve a sacudirse y manchar el pecho de su maestro con su esencia, y el semen de Torke llena con gran volumen el interior del joven úrsido.

—Puedo sentir el semen caliente del maestro, soy tan feliz…

El joven oso se deja caer al pecho de su maestro, luego sus ojos vuelven a mirarse con sincero afecto y sus labios se saborean con complaciente deseo sexual.

—Gracias, maestro, gracias por su amor… -El aprendiz llorar de la alegría.

—Quería corresponder a los sentimientos de mi querido aprendiz, soy yo quien te da las gracias, Tiqulis.

Llevaban muchos años desde que Torke Almaforga sentía el sexo de esta manera, solo con una persona había experimentado este lujurioso sentimientos de placer con autentico afecto, alguien a quien conoció en sus días de aventureros y tuvo la desagradable revelación de saber que fue de él hasta hace poco.

Tiqulis había vuelto a resurgir esos sentimientos de placer, ese amor de tocar el cuerpo desnudo de alguien a quien amas y revolcar con lujuria hasta saciar todo ese libido acumulado. Su aprendiz se había convertido en su nuevo amor, uno verdadero, tan autentico como su aprecio por la herrería, Torke entonces comprendió a profundidad lo tanto que amaba a ese joven oso.

—Maestro… su pene aún sigue duro y caliente como una espada recién forjada.

—Jeje, y tu mi preciado aprendiz pervertido, ese pene tuyo aún está pidiendo por más.

El deseo aun persistía y los dos continuaron impulsados por sus sentimientos casi toda la noche, el aprendiz sentía ese caliente pene de Torke dentro suyo, mientras sus labios se besaban y sus lenguas jugaban. Así prosiguieron por horas, en diversas posiciones, ese culo era empalado con amor y afecto por ese herrero hasta descargar toda su pasión en ese joven culito, y Tiqulis, de solo sentir cada carga, eyaculaba en el acto.

—Lo amo, maestro.

—Yo también, Tiqulis.

Los dos osos finalmente caen dormidos tras saciar su lujuria, el joven descansa encima de su mentor con un rostro satisfecho y feliz, el maestro duerme complacido contento de haber vuelto a sentir el auténtico afecto y cariño de otro. En el profundo sueño de los dos, sus manos yacen tomadas con el calor de ese sincero amor.

Continuara…