Encuentro un lugar donde estacionarme a una cuadra del apartamento. Aún llueve, así que no voy a tener muchas opciones más que mojarme. Salgo del auto y corro rumbo al edificio. Para cuando llego allí, estoy completamente mojada. Me dirijo goteando agua hacia la recepción.

—Buenas tardes, necesito subir a ver a Christian. —le digo al señor mayor detrás de la recepción que se me queda mirando de arriba abajo.

—¿Usted es Ana Steele? —me pregunta de repente.

—Sí. —respondo dudosa.

—¿Tiene alguna identificación que lo pruebe? —por suerte cogí mi cartera.

Busco mi identificación y se la entrego.

—Gracias. —me dice devolviéndome la identificación. —Discúlpeme, es que tengo ordenes de no dejar subir a nadie al pent-house.

Al parecer yo no soy nadie.

—Aquí tiene, introduzca ese código en el ascensor y la llevará hasta el apartamento.

—Gracias. —le digo mientras cojo el papel con manos temblorosas.

Pensaba que iba a ser más difícil acceder a su piso. Pero al parecer soy la única que tiene autorización para subir. Y ahora me estoy preguntando porque será. Las puertas del ascensor se abren y entro en él. Leo el código una vez más, ya está borroso por mis manos mojadas. Lo marco en el panel y las puertas se cierran. A medida que asciendo la ansiedad me está matando, a pesar de que sé que el no está. Las puertas se abren en su piso y me adentro en él en su búsqueda.

—¡Christian! —grito, pero no recibo respuesta.

El teléfono comienza a sonar y me acerco a él. Es de la recepción.

—Si. —contesto.

—Se me olvidó informarle que el Sr. Christian no se encuentra.

—Ah, ya me he percatado, voy a esperarlo un rato y si no llega me marcharé.

—De acuerdo.

Cuelgo el teléfono y me quedo mirando al suelo donde se ha formado un charquito de agua. ¡Mierda! Camino a toda velocidad hasta su habitación y voy directo al baño. Me saco toda la ropa y me meto en la ducha. Ya que estoy aquí, porque no darme un baño. Abro la ducha y espero que el agua caliente caiga sobre mi piel helada por la lluvia. Deliciosa. También necesito lavarme el pelo, la lluvia no le asienta bien. Me giro buscando el champú y me llevo una sorpresa. Es la misma marca que uso. Extraño. Pero no le doy importancia.

En cuanto he terminado envuelvo mi pelo en una toalla y mi cuerpo en otra. Ahora me siento mucho mejor. Aunque me vendría bien algo de beber, si es fuerte mejor. Necesito coraje líquido para enfrentarlo cuando llegue y exigirle explicaciones. Camino con paso decidido hacia la cocina y en cuanto entro en el recibidor me detengo abruptamente.

Christian está ahí, me está dando la espalda mientras se sirve una copa de vino. Pero no está solo. Elena está a su lado recibiendo la copa de vino que el le ofrece. Y entonces se queda congelado mirándome.

—¡Ana! ¿Qué haces aquí?

—Vine a hablar, pero parece que estás ocupado, mejor me marcho.

Doy media vuelta rumbo a su habitación nuevamente en busca de mi ropa mojada. Esto fue una mala idea.

—¡A dónde vas Ana! —me grita detrás de mí.

Lo ignoro y no le contesto, estoy llegando a la habitación.

—¡No te vas a marchar nuevamente! ¡No sin antes hablar!

Entro en la habitación, pero no logro llegar ni al baño cuando tira de mi mano hacia él y choco contra su cuerpo.

—¡Déjame Christian!

—Nunca, solo te dejaré cuando no me desees, y tú me deseas Ana.

Y entonces estrella sus labios contra los míos. Me resisto, no quiero que me bese, no cuando ha estado revolcándose con mi jefa y dios sabe haciendo que más. Sus manos me aprietan contra su cuerpo y yo interpongo las mías entre ambos intentando apartarlo, pero no puedo. El es más fuerte que yo. Por un segundo logro separar sus labios de los míos.

—Deten….—pero no puedo terminar de hablar.

Sus labios toman los míos nuevamente con desesperación, mordiendo y tirando del labio inferior. Y no puedo evitarlo, un gemido escapa de mis labios y el aprovecha la oportunidad para profundizar el beso y meter la lengua en mi boca. Y esa es mi perdición. En cuanto nuestras lenguas se tocan, una explosión de puro deseo me recorre completa.

Mis manos dejan de empujarlo y dejo de resistirme a su beso y las enredo en su cuello mientras tiro de su cuerpo más cerca del mío. En algún momento, antes de llegar a la cama, la toalla de mi cuerpo desaparece al igual que la de mi pelo.

Solo cuando caigo en la cama, su boca desaparece de la mía y comienza a descender por mi cuerpo calentando la piel a su paso. Aferro fuertemente la sábana de la cama cuando el muerde y tira de una de mis pezones. Jadeo, gimo y me retuerzo de placer mientras el continúa con la degustación de mi cuerpo. La ligera barba que tiene en el rostro deja una deliciosa sensación de hormigueo en mi piel mientras desciende por mi vientre y más allá. Abre mis piernas y las mantiene así mientras su boca comienza a devorarme.

Cierro los ojos mientras me dejo llevar por el placer que crece en mi interior. Desliza una de sus manos por mi pierna e introduce un dedo en mi interior. Y su lengua. Esa maldita lengua hace que convulsione de placer mientras la hace girar en círculos y da lengüetazos una y otra vez sobre mi clítoris. Mi cuerpo comienza a tensarse y el aumenta la intensidad de sus caricias. Introduce otro dedo que comienza a presionar contra mi pared frontal. Me muerdo el labio inferior evitando gemir. Ni siquiera hemos cerrado la puerta y Elena está en la cocina.

¡Mierda!

No deberíamos estar haciendo esto cuando ni siquiera me ha dado explicaciones.

—¡Christian! —grito su nombre mezclado con un gemido.

Pero el solo gime contra mi sexo y ese zumbido hace que me excite más. Puedo sentir mi sexo palpitando de deseo y de éxtasis antes sus caricias ya no tan delicadas.

—¡La puerta! —consigo decirle mientras mi cuerpo se tensa completamente ante el inminente orgasmo.

Pero el solo continúa con su lengua caliente devorando mi sexo, mordiendo, moviendo sus dedos en mi interior. Hecho la cabeza a hacia atrás ante el inminente orgasmo que estallará de un momento a otro dentro de mí. Su otra mano sube por mi cuerpo hasta uno de mis senos y lo aprieta fuertemente varias veces antes de tirar duro del pezón. Y eso es todo. El orgasmo arrasa con la poca cordura que me que me quedaba mientras grito de placer mientras Christian continúa devorándome din darme tregua.

Poco a poco ms gemidos se van deteniendo al igual que su boca devorándome. Siento un vacío cuando saca los dedos de mi interior. Me da un último lengüetazo, que me hace estremecer, antes de salir de entre mis piernas y sonreírme.

—Ahora que estás más relajada, vístete y ven que voy a preparar la cena.— me dice mientras se levanta de la cama.

—¿A cenar? Christian tenemos que hablar.

—Hablaremos durante la cena.

—Pero Elena…

Regresa nuevamente hacia la cama y acerca su rostro al mío.

—Te dije que no es lo que te imaginas, ven a cenar y lo entenderás todo. —me roba un beso y sale de la habitación.

Me quedo estupefacta mientras lo observo salir de la habitación. ¿Qué me vista? Pero si mi ropa está toda mojada en el suelo del baño. Me levanto de la cama y voy hacia el vestidor.

¡Por dios! Me adentro en el vestidor y me quedo aún más estupefacta. Dentro del vestidor, donde hasta ayer solamente había ropa casual, trajes a medida, zapatos y corbatas ahora hay una sección con ropa de mujer. Me acerco y deslizo mi mano por los hermosos vestidos que cuelgan. Pero no solo hay vestidos, también hay jeans, blusas, zapatos de vestir y zapatillas deportivas.

¿Qué significa todo esto?

Me quedo mirando las gavetas y decido que no quiero saber que más hay dentro. Cojo unos jeans y una blusa. La ropa es nueva, aún tiene la etiqueta y lo más asombroso es que es de mi talla. Me acomodo un poco el pelo antes de salir hacia la cocina. Christian tiene mucho que explicar.

Cuando llego allí, Elena está sentada a la barra con la copa de vino en la mano mientras Christian está del otro lado preparando la cena. En cuanto Christian siente mis pasos se gira hacia mí. Me mira de arriba abajo y me sonríe. Llego junto a Elena y Christian me ofrece una copa de vino antes de rellenar la de Elena.

Tomo un sorbo de vino.

—Ana…—me dice haciendo una pausa y sonriéndome y después a Elena. — Elena es mi hermana.

Me atraganto con el vino y comienzo a toser. Esto no me lo esperaba. Christian viene donde yo estoy y golpea suavemente mi espalda.

—¿Estás bien?

—Si, gracias.

—Porque no te sientas. —me dice ofreciéndome una banqueta.

Me siento junto a Elena que me sonríe. No soy quien para exigirle nada. ¿Pero porque ninguno dijo nada? Pero hay otros detalles además de el echo de que no se parecen. Recuerdo que Elena se quedo asombrada cuando le dije quien era el candidato para la revista Men Fitness. Ahora entiendo mucho mejor todo. El beso que le dio en la mejilla, la sonrisa que le daba, la forma cariñosa de ella tocarlo.

—¿Por qué nunca me lo dijiste? —le pregunto a Christian que se gira brevemente.

—No creí que tuviese importancia, nunca pensé que tu fueras a mal interpretarlo todo.

—¿Pero no tienen los mismos apellidos?

—Christian usa los apellidos de su madre biológica. —me contesta ella mientras le da un sorbo a su vino.

—Estoy algo confundida, déjame ver si entiendo. Rodríguez es el apellido de tu madre biológica, ¿cierto?

—Sí.

—Y entonces O'Neal ¿De quién es?

—Ese me lo inventé cuando comencé en el deporte, no quería a los paparazzi acosando a mi famiAna.

—Por cierto, como está tu madre, vuestra madre. —me corrijo dirigiéndome a Elena.

—Está mejor, gracias por preguntar. —me dice Elena. —Vine porque Christian prometió que me prepararía la cena, y no sé si esta vez cumplirá. Ya me lo ha dicho incontables veces.

—Y lo estoy haciendo esta vez, ¿no es cierto? —le responde él mientras se acerca a la barra. —No te lo dije, es muy odiosa y pesada. —añade en un susurro mientras me guiña un ojo y le rellena la copa a su hermana.

—Le dijo la sartén al cazo. —aguanto las ganas de reír mientras los observo desafiarse con la mirada.

—No soy odioso y pesado, soy amoroso y adorable.

—¿Y eso te lo dicen a menudo? Porque no recuerdo que fueras muy amoroso y adorable de niño. Mas bien travieso e hiperactivo.

¿Christian travieso?

Intento imaginarme a Christian de pequeño siendo travieso, haciéndole maldades a su hermana.

—Imagino que le dio buenos dolores de cabeza a su madre.

—No tienes ni idea de las trastadas que hizo, aún hoy no sé de dónde sacaba esas ideas.

—No aburras a Ana con esas historias, no creo que quiera escucharlas.

—¡Oh! Desde luego que quiero escucharlas. Continúa.

—En una ocasión me puso goma de mascar en el cabello y mis padres lo castigaron severamente y tuvo que pedirme disculpas.

—Y lo disculpaste.

—Sí, pero solo si se vestía de niña durante un día completo.

—¿Y lo hizo? —le pregunto conteniendo las ganas de reír.

—Vaya si lo hizo. Se lo presenté a todas mis amigas como mi prima Christiania. Y ellas no se percataron de que era mi hermano.

—Creo que es suficiente de historias.

—Aunque no lo creas, era flacucho, con facciones finas y tenía el pelo largo.

—¡Elena! —le dice en tono de advertencia.

—No me lo puedo imaginar así. —le digo riendo mientras observo como Christian pone mala cara.

—Te lo mostraré, aún conservo las fotos que le tomé. —me dice Elena riendo.

—No te atrevas Elena.

—Ya no te tengo miedo sabes, además soy la hermana mayor deberías respetarme. —Christian no contesta. Continúa con la cena mientras Elena se gira hacia mí.—Dejémoslo con la cena, vamos a conversar. —me dice levantándose con la copa en la mano y la botella en la otra mientras se dirige al sofá que está apartado de la cocina.

Imagino que quiere privacidad para conversar. Cojo mi copa y la sigo. Me siento mientras ella me examina minuciosamente. Estoy nerviosa. Esto me recuerda el día que hice la entrevista de trabajo y también el primer día que comencé a trabajar como su asistente.

—Nunca imaginé que ustedes dos estuviesen juntos. ¿Cuánto tiempo llevan juntos?

—No llevamos mucho tiempo, apenas unos días. —tomo un sorbo de vino.

—Christian no ha querido contarme nada. ¿Cómo se conocieron?

Piensa rápido Ana.

—En la clase de kick boxing.—en parte es cierto.

—Pero eso no explica porque no me lo contaste.

—No me gusta hablar de mi vida privada, y no creí que tuviese mucha importancia.

—Tienes razón, además que no sabías que éramos hermanos.

Desde luego. De haberlo sabido me hubiese evitado muchos problemas. De haberlo sabido en primer lugar, nunca hubiese sentido celos de él y Elena.

—Imagino entonces que no lo conoces bien aún.

—No, nos estamos conociendo. —eso es lo que más quisiera, que el me cuente todo.

Pero no lo hace. Y sé que aún tiene muchos secretos de los que apenas conozco. Y que espero que algún día él se abra a mi y me lo cuente todo.

—¿No te ha contado nada de su pasado? —no sé exactamente a que se refiere con su pasado.

—Me contó de sus pesadillas.

—Hum. —hace una pausa mientras bebe un sorbo de vino. —Eso es un progreso, pero creo que necesitas saber el resto.

No sé a qué se refiere con que necesito saber el resto, pero termino lo que está en mi copa y la relleno mientras me preparo para lo que me va a contar. Y no sé porque presiento que no me va a gustar lo que voy a escuchar.