Capítulo 43

La noche llegó deprisa y, cuando los niños se quedaron dormidos sobre unas mantas frente a la chimenea del salón, que Sasuke había encendido horas antes para calentar el lugar, Matsuura comentó dejando su copa a un lado:

—Verlos dormir da paz y tranquilidad.

Con cariño, los tres adultos los miraron y luego el vikingo indicó levantándose:

—Matsuura, coge a Asami. Yo llevaré a Shii y tú, Sakura, a Siggy.

Los tres salieron entonces con los pequeños en brazos.

Sakura acostó a Siggy en su cama y, cuando regresó la primera al salón, volvió a mirar el escudo que colgaba sobre la chimenea y, sin poder evitarlo, y como si supiera leer noruego, musitó tras dar un trago al vino de su copa:

—«Eternamente viviré con tu recuerdo».

Estaba más que claro que Sasuke no quería olvidar a su mujer. Deseaba tenerla presente en todos los aspectos de su vida, y eso la inquietó. Estaba pensando en ello cuando Matsuura y él aparecieron de nuevo en el salón.

—Si no os importa —dijo su tío—, me retiraré a la casa para descansar.

Sakura le guiñó un ojo al japonés y una vez que este salió de la casa grande, se quedó mirando la chimenea en silencio; entonces Sasuke musitó:

—Matsuura prepara una sopa exquisita.

—Es un excelente cocinero.

—¿Con qué me vas a sorprender tú mañana? —preguntó él a continuación.

Al oír eso, Sakura lo miró divertida.

—¿Te refieres a cocinar?

Él asintió y ella respondió:

—¿Acaso no recuerdas que en nuestros votos incluí que nunca cocinaría para, así, evitar envenenarte?

Eso hizo que Sasuke riera a carcajadas, por supuesto que lo recordaba, y, curioso, preguntó:

—¿Iba en serio?

—Totalmente —afirmó ella mientras se recogía el pelo.

—Las mujeres cocinan...

—Yo no. —Y, sonriendo, indicó—: Pero, tranquilo, durante el tiempo que esté aquí, tío Matsuura lo hará por mí.

El vikingo asintió y, como necesitaba hablar con ella largo y tendido, dijo a continuación:

—Ahora que los niños están dormidos y tú y yo estamos solos, ¿quieres preguntarme algo que tenga que ver con la casa o con mi vida?

Sakura, tentada de preguntarle cientos de cosas, lo pensó. Deseaba saberlo todo de él. Pero, cuanto más supiera, más lo añoraría después de que se marchara, y respondió:

—No.

—¡¿No?! —preguntó él sorprendido.

La joven se encogió de hombros y contestó con sinceridad:

—Me encantaría saberlo todo sobre ti, pero creo que las circunstancias no acompañan.

Oír eso incomodó al vikingo. Cada vez que recordaba que ella tendría que marcharse, se ponía enfermo. Por lo que, evitando dramatizar, repuso:

—¿Puedo preguntarte yo sobre ti?

Acomodándose en el banco que en otro tiempo habían encargado Sasuke y la que fue su mujer, la joven afirmó:

—Sí.

—¿Cómo es vivir en un barco?

Sakura suspiró y le dio un trago a su copa.

—Curioso —respondió.

—¿Solo curioso? —Él sonrió.

La joven cerró entonces los ojos con gracia y al abrirlos indicó:

—Es húmedo, en ocasiones pegajoso, y los labios y cualquier parte de tu cuerpo siempre saben a sal. Si te crías como yo en un barco terminas viendo todo eso como algo normal. Te acostumbras a estar rodeada de agua, a tener siempre la sensación de humedad en la piel. A dormir en medio de un temporal, a morirte de calor bajo el cielo abrasador y a despertar en diferentes puertos del mundo. Y aunque todo puede llegar a ser curioso e interesante, si te soy sincera, siempre quise saber lo que era vivir en tierra firme. En una casa como la tuya, rodeada de campos verdes y no de mar.

Durante un buen rato Sakura le habló de sus viajes, de sus vivencias, y aunque en ocasiones él reía por las anécdotas divertidas que le contaba, en otras, saber que había tenido que escapar de quienes la querían muerta, saltar por escarpados acantilados, permanecer horas y horas flotando en el mar, pasar sed hasta vomitar o ayudar a escapar de prisiones a su padre o a sus tíos hacía que se preguntase cómo podía haber vivido así.

¿Cómo había permitido su padre que se criara de esa forma?

Ciertos detalles de cómo había sido la vida de Sakura rodeada de piratas toscos, fiereza y muerte eran complicados de entender, pero al mismo tiempo entendía su independencia, su rudeza en ocasiones y, sobre todo, las marcas que tenía en el cuerpo.

—¿Nunca has temido por tu vida?

Ella negó.

—No. La verdad es que no.

—¿Ni siquiera un poquito?

Con un gesto gracioso, mientras pensaba en cierta ocasión en la que fue prisionera de un pirata que odiaba a su padre, afirmó con sinceridad:

—Vale, confieso que cuando Ali Hafman el Tuerto me tuvo prisionera dos días, sí que pensé que de esa no salía.

—¡¿Ali Hafman el Tuerto?!

Ella asintió.

—Es un pirata árabe que no se lleva muy bien con mi padre. Pero, por suerte para mí, papá y su flota lo abordaron cerca de Madagascar y pagó la osadía de raptarme.

Sin poder creerse lo que oía, Sasuke musitó:

—¿Raptarte?

—Ser la hija de Kizashi Haruno hace que la gente te ame o te odie —aclaró ella—. ¡Es lo que tiene ser la Joya Haruno!

Conmovido por lo que entrañaban sus palabras, él preguntó a continuación:

—¿Cómo es ser la hija de Kizashi Haruno?

—Es complicado —dijo Sakura gesticulando con las manos—. Papá posee un carácter endemoniado y tiene muchos enemigos, demasiados. Y no creas que es fácil vivir con eso. Pero bueno, a todo se acostumbra uno. Por algo soy la sanguinaria hija del capitán Haruno.

Los dos sonrieron y Sasuke, tras dar un nuevo trago a su copa, indicó:

—Todavía sigo sorprendido porque esa sanguinaria mujer seas tú.

Sakura se mofó:

—No me enfades o te mataré y utilizaré tu cráneo para beber vino.

Ambos soltaron una carcajada.

—¿Crees que alguna vez él se ha podido equivocar? —quiso saber entonces Sasuke.

—¿Mi padre?

—Sí.

—Probablemente —afirmó ella—. ¿Tú nunca te has equivocado?

—Más de cien veces.

Ambos sonrieron de nuevo y luego la muchacha añadió:

—Mi padre se ha equivocado infinidad de veces, como lo he hecho yo, tú y seguramente todos. Pero también has de saber que él es muchas cosas más, aunque se empeñe en ocultárselo a todo el mundo con sus malas miradas, su rudeza y sus gritos. Kizashi Haruno, ese temible pirata del que todos dicen cosas horribles, tiene también su corazoncito, y yo moriría por él, como sé que él lo haría por mí. Y aunque sé que ser su hija ha marcado mi vida, si volviera a nacer querría volver a tener el mismo padre.

Conmovido por lo que oía, el vikingo murmuró:

—Eso te honra.

—Para mí, aun con sus defectos, es el mejor padre del mundo. Te aseguro que él y los tíos han sido lo mejor de mi vida. Me han cuidado, mimado, protegido. Me han regañado cuando he hecho cosas mal. También me han premiado cuando las he hecho bien. Y me han enseñado todo lo que han podido o yo les he dejado. Y aunque a veces han sido muy pesados en ciertos aspectos, ahora que yo adoro a Siggy, a Shii y a Asami los entiendo perfectamente.

El vikingo sonrió y luego preguntó con el corazón acelerado:

—¿Cuándo hablarás con los niños?

—No lo sé.

—Pero lo harás, ¿verdad?

Sin dudarlo, la joven asintió.

—Te lo prometí y lo haré. Hablaré con ellos antes de irme e intentaré que lo entiendan. Aunque son niños, y algo me dice que me odiarán.

Se miraron en silencio y Sasuke, incapaz de callar un segundo más, preguntó:

—¿En serio te vas a marchar?

Al oír eso y ver su mirada a la joven se le puso el vello del cuerpo de punta. Deseaba decirle que, si él luchaba por ella, ella movería cielo y tierra para quedarse, pero calló y solo susurró:

—Sasuke...

—Respóndeme.

Y, consciente de que era él quien debía demostrarle, sin presionarla, que merecía la pena que se quedara, afirmó:

—Sí, Sasuke. Me voy a marchar.

—¿Por qué?

—Así lo prometí. Y soy una persona de palabra.

—No creo que en el barco de tu padre seas más necesaria que aquí —repuso él—. Aquí están los niños.

Sakura sonrió y luego suspiró.

—Los niños se acostumbrarán a vivir sin mí en pocos días.

—Muy segura te veo de eso.

—Siggy ya no se acuerda de sus padres, y Shii y Asami apenas mencionan a los suyos.

—¿Y yo?

Oír eso hizo que a ella le aleteara el corazón. Que le preguntase aquello era, como poco, inaudito, y susurró esperanzada de que le dijera lo que deseaba:

—Tú, ¿qué?

Consciente de lo que le había preguntado, él no contestó, y Sakura repuso tomando aire:

—Hay un corazón entre tú y yo. Y, como te dije en cierta ocasión, yo no comparto.

Sasuke asintió. En su interior percibía cómo su mundo iba cambiando día a día junto a Sakura. De no necesitarla había pasado a desear verla en todo momento. Pero, incapaz de decir por su boca lo que sucedía en su cabeza y en su corazón, siguió callado; entonces Sakura, intentando que no se notara su decepción, añadió:

—Como dijiste, yo sé lo que tú ofreces y tú sabes lo que ofrezco yo. Por tanto, sin exigencias ni reproches, disfrutemos el tiempo que estemos juntos y hagamos que esto sea algo bonito de recordar.

Conmocionado por la lucha que había entre su cabeza y su corazón, el vikingo se levantó entonces y, cogiendo a la joven en sus brazos, afirmó mientras se encaminaba hacia su habitación:

—Tienes toda la razón. Disfrutemos ese tiempo.