—¿Qué quieres ahora?
Débora abrió y cerró la puerta sin molestarse en llamar para entrar en la habitación de su primo. Había recibido otro mensaje de Lance, el segundo aquel día, y estaba empezando a molestarle el hábito que tenía de pedirle que hiciera cosas sin explicarle nada. No era la encargada de hacerle los recados, y todavía estaba enfadada por lo sucedido en Ciudad Trigal, así que como siguiera tirando de la cuerda se encontraría al final del extremo con toda la rabia que tenía acumulada, una rabia que no se molestaría en controlar si le volvía a molestar.
—Hola, Débora. Cuánto tiempo.
Por desgracia, Lance no se encontraba solo. Morti también estaba ahí (porque me dijo que le llamara se recordó amargamente) así que tuvo que hacer un esfuerzo por serenarse, ya que no iba a crear una escena estando él presente. Al menos de momento.
—Sí, parece que solo han pasado un par de horas desde que te llamé —respondió de forma sarcástica—. ¿Cómo van las cosas por Ciudad Iris?
—Bien, pero ahora tenemos que hablar de algo más importante —le dijo el rubio. Los dos hombres estaban sentados en la cama pero ella se había quedado de pie, de brazos cruzados, y tenía la intención de seguir así ya que no tenía pensado estar ahí más tiempo del necesario.
—Pues venga, rápido, que tengo que volver a entrenar. Una no se mantiene en forma por arte de magia.
—Tranquila, iremos al grano —le aseguró Lance, aunque eso no pareció tranquilizarla mucho—. Es algo que tienes que saber, pues cuando Lira consiga las ocho medallas-
—Si consigue las ocho medallas —le interrumpió, lo que hizo que los primos se miraran con una tensión que incomodó a Morti. El líder estaba acostumbrado a que los dos chocaran de vez en cuando, lo había presenciado varias veces en las reuniones que hacían sus familias cuando eran pequeños, pero tuvo la sensación de que aquella disputa era algo más seria que sus anteriores riñas.
Se aclaró la garganta para romper el silencio e intentar captar la atención de ambos.
—Cuando sea el momento oportuno —dijo de manera que ninguno de los dos se sintiera molesto—, es posible que venga un poderoso aliado a prestarnos su ayuda.
—Vaya, qué bien —dijo la líder sin entusiasmo—. ¿Y quién es ese aliado? ¿Otra niña prodigio de otro pueblo apartado?
—No —respondió Morti antes de que Lance cayera en la provocación—. Viene de una ciudad y no es humano.
—No es humano, así que es un pokémon. Un poderoso pokémon de una ciudad —repitió para empezar a formular una teoría. No había muchas más opciones pero le pareció que la conclusión a la que había llegado no podía ser la correcta. No podía creérselo, y aun así no se le ocurría ninguna alternativa, por eso su respuesta pareció más bien una pregunta—. ¿Ho-Oh?
—Exacto —Ante la afirmación de Morti, Débora dio un bufido de incredulidad y movió una mano en el aire.
—Por favor, ¿va a ser esto una fiesta de legendarios ahora? Qué pasa, ¿que se ha sentido atraído por la gran Elegida?
—No, ha sentido el gran peligro que acecha a nuestra querida región y quiere ayudar —intervino Lance pero Débora no tardó en cortarle.
—Sí, sí. Vale, muy bien y ¿a mí qué? Agradezco la información pero no sé qué pinto en todo esto si luego vais a dejarme de lado como siempre —Lance y Morti se miraron, lo que le dio la idea equivocada a la líder y le hizo suspirar—. Lo que pensaba. Así que ahora, si me disculpáis, tengo que volver a-
—Espera —pidió Morti. Débora cerró la boca y le dio una última oportunidad para poder explicarse—. Recuerda la leyenda, olvídate de lo que ha sucedido con Lira. ¿Quiénes son los encargados de hacer venir a los legendarios?
—Los Elegidos.
—¿Y quiénes suelen ser los Elegidos? —preguntó su primo, lo que hizo que ella frunciera el ceño.
—Menuda pregunta, ¿crees que soy tonta? Si no paran de decírnoslo desde que somos pequeños, solemos ser los… —Al hacer la conexión los ojos de la líder se abrieron por completo. Todo su escepticismo se diluyó para dar paso a la sorpresa, lo que hizo que su postura perdiera cierta rigidez y tartamudeara un poco— Espera… Espera un momento, no estarás insinuando que-
—Así es, Débora —confirmó Morti con gravedad y, esa vez sí, su voz se encargó de barrer cualquier duda que quedara dentro de Débora—. Nos toca a los tres darle la bienvenida a Ho-Oh.
Lira abandonó corriendo el Teatro de Danza y allí se quedaron Lance, Débora, Morti, Shin, Silver y Eco. Los dos más jóvenes se juntaron y se quedaron en la fila de asientos mientras que los dos líderes de gimnasio subieron al escenario para reunirse con el Campeón y el anciano. Los tres adultos formaron un círculo delante de él y Shin asintió.
—Muy bien, Descendientes —dijo cuando se aseguró de que Lira se había ido. La entrenadora iba a cumplir con su cometido, uno que era de vital importancia, pero eso no significaba que ellos no tenían nada que hacer al respecto—. Cumplid con vuestra labor como los entrenadores más fuertes de la región y protegedla del mal que la acecha. Llamad al otro legendario y aseguraros de que nada grave le suceda a Johto; contamos con vosotros.
Al decir eso mostró el maletín negro que llevaba, aunque parecía gris por todo el polvo que tenía acumulado. Se lo dio a su nieto con cuidado, quien lo tomó como si fuera una reliquia antigua cuyo poder no debía tomarse a broma, y bajó del escenario junto a los otros entrenadores después de despedirse de su abuelo.
—Los desperfectos han sido causados por pokémon que parecían estar fuera de control, los he visto por el boquete del techo —dijo Lance mientras se cruzaba de brazos cuando se detuvieron en la primera fila de asientos—. Tenemos que ir con cuidado, puede que nos ataquen al salir.
—En ese caso extremaremos las precauciones —comentó el líder de Ciudad Iris mientras se acercaba el maletín al pecho—. Menos mal que fui precavido y le dije a Eusine que se preparara para realizar una posible evacuación, con un poco de suerte no tendremos que preocuparnos por la seguridad de los ciudadanos.
—Lo que me preocupa a mí es que los pokémon se hayan vuelto tan locos de repente. ¿Eso quiere decir que han conseguido emitir las ondas con éxito esta vez? —Ninguno de los dos hombres dijo nada, así que Débora lo interpretó como una señal afirmativa. Se clavó las uñas en los antebrazos y un gruñido escapó de su garganta—. Esos desgraciados, ¿cómo lo habrán hecho?
—No lo sé pero esta vez no hay mensaje —comentó Lance antes de sacar su Pokégear y poner la radio para mostrar que ninguna emisora funcionaba—. En fin, ahora tenemos que centrarnos en algo muy importante —dijo mientras se dirigía al líder de la ciudad—. Nosotros te cubrimos, Morti, asegúrate de que la pluma llegue sana y salva a la torre.
—Vosotros también tenéis que llegar. Tenemos que ir los tres.
—Nosotros somos prescindibles, tú has sido el que más se ha preparado para este momento —dijo Débora, aunque luego movió una mano en el aire—. De todas formas no te hagas muchas ilusiones, que no tenemos pensado quedarnos por el camino. No somos huesos fáciles de roer así que me temo que tendrás que compartir el reconocimiento con nosotros.
—Genial, no esperaba menos del clan Endrino —Los tres sonrieron cuando Morti dijo eso y después se pusieron en posición. Lance se situó en cabeza y Débora en la retaguardia, de esa forma Morti se quedaba en el medio y el maletín quedaba más protegido.
—A mi señal —dijo Lance, aunque luego se fijó en que Silver y Eco se encontraban todavía ahí. Los tres cruzaron miradas y el domadragón adoptó un semblante serio—. Eusine vendrá a por vosotros, quedaros aquí y no salgáis bajo ningún concepto, es peligroso —Los dos jóvenes asintieron y Lance volvió a mirar al frente—. Preparados, listos… ¡Ya!
Los tres salieron corriendo del teatro en dirección a la torre. Los pokémon que había fuera no tardaron en fijarse en ellos, pero al ver lo rápido que corrían prefirieron fijarse en unos blancos más lentos. Eso les permitió llegar a su destino sin sufrir ningún percance, aunque no por eso iban a bajar la guardia a la hora de adentrarse en el lugar sagrado.
Mientras los tres adultos llegaban a la torre, Silver se asomó a la calle con la intención de salir del teatro, pero antes de que pudiera sacar un pie Eco le agarró del brazo y se lo impidió.
—¿Pero qué haces? ¡Nos han dicho que no salgamos de aquí! ¡Es peligroso! —le reprendió sin soltarle a pesar de la fría mirada que estaba recibiendo.
—Sé que no hemos pasado mucho tiempo juntos pero ¿crees que soy la clase de chico que sigue las órdenes de personas que le importan entre cero y nada? —dijo mientras se liberaba de su agarre y volvía a asomarse. En cuanto se aseguró de que los adultos no iban a volver se dio la vuelta y miró a Eco— ¿Sabes? En mi vida no he hecho nada más que huir y esconderme. Estoy harto de darle la espalda a todo, me juego lo que quieras a que esto es obra del Team Rocket y no pienso darle a esa panda de malnacidos la satisfacción de haber ganado sin luchar primero.
—¿El Team Rocket? Espera, espera, espera. Ahora sí que estás delirando, fueron derrotados en Ciudad Trigal, ¿recuerdas? ¡Es imposible que sea cosa de ellos!
—Erm, sí y no —Silver dio un bufido y miró de nuevo la calle. No podía perder el tiempo contándole una historia tan larga—. Oye, no voy a quedarme hablando contigo ahora, tenemos que actuar y pronto antes de que esta ciudad se llene de más ruinas así que necesito que respondas ya. Qué vas a hacer, chico de ciencia, ¿vienes o te quedas?
—¿Tienes un plan?
—No.
—Lo suponía —dijo Eco con una sonrisa astuta mientras se frotaba la nariz con el índice. Señaló hacia fuera con decisión y asintió convencido—. Pues vamos, que se me acaba de ocurrir uno.
Shin vio como los dos jóvenes abandonaron también el teatro. Podría haber intentado detenerlos pero sabía que el chico pelirrojo le haría el mismo caso que le había hecho al Campeón de Johto. Se notaba a leguas que era un espíritu indomable y, tal y como estaban las cosas, a lo mejor algo así no les vendría mal para afrontar el peligro inminente.
No les supuso mucho esfuerzo llegar a la Torre Campana pero Morti sintió que su suerte se acabó al entrar en la recepción. Las caras de los monjes le decían todo lo que le tenían que decir, estaba sucediendo algo que escapaba a su control y podía poner en peligro a la torre. Aun así le pareció admirable que permanecieran en su puesto en lugar de huir al refugio que había preparado por si ocurría alguna catástrofe, construido tras el fatídico evento de la Torre Quemada. Ya se perdió mucho aquel día y no estaban dispuestos a que algo así volviera a costarles alguna vida.
—¿Cómo está la situación ahí dentro? —preguntó mientras se acercaba al que guardaba la entrada. Al líder no le pasó desapercibida la discreta mirada que le echó al maletín.
—Los pokémon suelen estar tranquilos pero hace un par de minutos que se han vuelto locos, parecen ansiosos por algo —respondió mientras le miraba a los ojos—. A lo mejor están a la espera de alguien.
—Puede ser pero a Ho-Oh no le gusta alborotar a aquellos que viven en su morada. Es un pokémon noble —Al monje le sorprendió que nombrara al legendario como si nada; después de todo, era bien sabido que los nombres tenían mucho poder y eso era algo con lo que no les gustaba jugar allí. Podían acabar invocando algún poder de fuerza desmedida que arrasara con todo si no tenían cuidado—. Necesitamos entrar, es urgente.
—Sí, claro —El monje parpadeó un par de veces para salir de su sorpresa—. Por supuesto. Tened cuidado —dijo mientras se hacía a un lado para que pudieran pasar. Morti, Débora y Lance asintieron, y los primos siguieron al rubio para que les guiara al lugar indicado.
La Senda Dindón seguía siendo custodiada por los árboles de hoja caduca que le conferían esa mezcla de colores otoñales tan característica. Dichos árboles delimitaban el sendero que conducía a una gran pagoda blanca de varios pisos cuyas tejas eran moradas. Los entrenadores caminaron hacia su entrada y alzaron la mirada al cielo; su altura resultaba imponente e indicaba que era merecedora de respeto, lo que la convertía en un lugar muy apropiado para tratarse del hogar de un legendario.
—No sé lo que va a pasar a partir de aquí —dijo Morti mientras apoyaba la mano en el pomo. Giró la cabeza para poder mirar a los domadragones y se alegró de ver en sus miradas la misma determinación que él sentía ardiendo en su pecho.
—Vamos a llamar a Ho-Oh y salvar a Johto, eso es lo que va a pasar —respondió Débora con una convicción absoluta. Lance asintió.
—Superaremos los obstáculos que haya dentro, nada es imposible para nosotros tres —concluyó él. Morti dirigió su mirada a la puerta y respiró hondo antes de girar el pomo y entrar en la torre.
El interior estaba como siempre, o al menos la planta baja. El suelo de madera se quejó bajo sus pies, pues no estaba acostumbrado a soportar más peso que el de las estatuas de Ho-Oh y el de los pokémon que vivían allí. El pilar de madera del centro se balanceaba suavemente como ocurría en la Torre Bellsprout; no eran pocas las veces que el líder de Ciudad Iris se había quedado embobado de niño (y no tan niño) viendo su movimiento, y tuvo que apartar su mirada para evitar que este volviera a hechizarle. Meneó la cabeza y se dirigió a las escaleras, las cuales estaban pegadas a la pared y recorrían todos los pisos hasta llegar al tejado de la torre. Era una subida importante pero sus acompañantes estaban acostumbrados a hacer ejercicio, así que no tenía de qué preocuparse.
—Vamos.
Al dar la orden Lance y Débora le siguieron. Solo se oía el sonido de sus pisadas junto al que hacía el pilar al moverse, como solía ser costumbre en aquel lugar. Parecía que todo estaba en orden cuando llegaron a la primera planta pero entonces Débora y Morti sintieron varias presencias tras ellos y se dieron la vuelta rápidamente. No vieron nada pero sí notaron que la temperatura descendió repentinamente sin razón aparente.
—Hay fantasmas —dijo ella pasados unos segundos. Eso le hizo recordar a Morti que, como él, la líder también tenía una percepción muy fina; Lance, por el otro lado, no se habría dado cuenta si ellos no se hubieran parado.
—Así es, algunos gastly viven aquí —confirmó el rubio mientras analizaba los alrededores con una atenta mirada—. No suelen hacer nada pero son muy traviesos. Id con cuidado.
Fue pronunciar esas palabras y el maletín se vio envuelto por una siniestra luz morada que hizo que empezara a flotar. Morti se aferró a él con fuerza para evitar que saliera volando pero entonces él también comenzó a levitar. Maldijo en voz baja y sintió que Débora le abrazó por la cintura para evitar que se alejara de ellos, lo que le permitió comprobar de primera mano lo fuerte que era la líder de Ciudad Endrino. Gracias a ella consiguió quedarse en la misma posición durante unos instantes, hasta que fue capaz de comunicarse telepáticamente con los fantasmas.
¡Ya está bien! le pidió a los gastly, aunque tuvo que repetir esa orden varias veces para que le dejaran en paz, y supo que lo hicieron solo porque veían que eran incapaces de quitarle el maletín y se estaban aburriendo. Sus risas resonaron en su mente cuando le dejaron finalmente en el suelo y eso le indicó que volverían a intentarlo, una y otra vez, hasta que se hicieran con aquello que su familia llevaba tanto tiempo protegiendo. Morti trató de pensar en algo que sirviera para ahuyentarlos pero antes de que se le ocurriera alguna idea un destello de luz blanca le hizo mirar hacia Lance. Se trataba de Dragonite, que había sido liberado por su entrenador al entender la situación en la que se encontraban.
—Seguro que con él no nos molestan. Vamos.
El líder se puso un poco tenso pero no dijo nada. No es que no confiara en las dotes de Lance como entrenador y domadragón, sabía que era de los mejores en su campo a nivel mundial, pero tener fuera de su Poké Ball a un pokémon tan poderoso, capaz de dejar en ruinas en un abrir y cerrar de ojos aquel lugar sagrado, le inquietaba. Esperaba que no ocurriese nada que le obligara a usar su fuerza y dejara algún desperfecto en la torre, Arceus sabía que era lo último que su ciudad necesitaba. Sin embargo, conforme iban subiendo mejor idea le parecía. Por alguna razón los pokémon no estaban solo ansiosos, sino agresivos, y eso hacía que muchos rattata arremetieran contra ellos y el maletín a pesar de la presencia de Dragonite, que los espantaba siempre antes de que pudieran ocasionar algún mal. Tampoco podía ignorar los pensamientos de los gastly, que estaban esperando cualquier oportunidad para llevarse el maletín y deshacerse de su contenido. Esa vez los traviesos pero inofensivos pokémon no querían asustar, no querían hacer bromas; querían dañar y por eso representaban un peligro. Se acercó el maletín al pecho y se situó entre Lance y Débora, no podían perderlo de ninguna de las maneras.
Siguieron ascendiendo sin tener ningún percance importante, hasta que en un momento dado Lance se detuvo. Morti no se dio cuenta y se chocó con su espalda pero Débora sí frenó a tiempo. Ella se llevó las manos a las caderas y frunció el ceño.
—¿Qué pasa?
—Lo voy a retirar —respondió Lance mirando a Dragonite y señalándole con su Poké Ball. Los ojos de los líderes se abrieron al mismo tiempo y Débora se situó a su lado rápidamente, sorprendida por la decisión de su primo.
—¿Qué? ¡No! ¿No ves cómo están? ¡La torre entera vendrá a atacarnos en cuanto Dragonite desaparezca! No me preocupa porque soy capaz de defenderme pero vamos a perder un tiempo valioso y ¡no quiero arriesgarme a que nos pase nada a nosotros ni al maletín!
—Es que no está actuando como él mismo —dijo mientras apartaba los ojos de su dragón para mirar a su prima. Morti se estremeció un poco al ver la dureza de su mirada—. Sabes muy bien que con los dragones ni se arriesga ni se juega, no voy a tenerle fuera más tiempo y no hay nada más que decir —Débora miró a Dragonite y Morti también. El dragón les miraba confundido, como si no entendiera muy bien a qué venía esa discusión.
—Yo lo veo como siempre —comentó ella y Morti tuvo que admitir que pensaba lo mismo. Lance negó con la cabeza.
—No, le pasa algo. Lo sé, le conozco desde que somos críos.
—Vale, vale, lo que tú veas. Es tu pokémon, haz lo que quieras, sacaré a Kingdra —dijo mientras agarraba una Poké Ball. Lance hizo una mueca de desacuerdo.
—Esto me está recordando un poco al Lago de la Furia y Pueblo Caoba, preferiría no sacar a más- —La frase se quedó en el aire cuando Dragonite esquivó el rayo de luz que tendría que haberle llevado de vuelta a su Poké Ball. Los tres entrenadores se quedaron sorprendidos, pero Lance se recuperó rápidamente y frunció el ceño—. Dragonite, no juegues, vuelve.
Tanto la postura como la expresión y la voz del Campeón denotaban fuerza y autoridad. Órdenes claras, cortas, concisas y dichas mirando al pokémon a los ojos; Morti había oído que los domadragones tenían que estar preparados para volverse estrictos e impasibles cuando sus pokémon amenazaban con desobedecer para demostrar quien estaba al mando, pues un dragón fuera de sí era capaz de crear innumerables estragos. Estaba acostumbrado a ver a un Lance más cercano y dispuesto a hacer tratos pero en esa ocasión no había trato que valiera, no iba a arriesgarse a que sucediera alguna desgracia. Intentó retirarlo una segunda vez pero, como con la primera, no le hizo caso.
—Dragonite —El pokémon se posó en el suelo y gruñó. Extendió sus alas y enseñó sus colmillos pero no logró intimidar a su domador—. Hazme caso o no me dejarás otra elección.
Durante unos segundos no pasó nada. Pokémon y entrenador se miraron con una tensión que sorprendería a cualquiera, era una estampa totalmente contraria a la habitual. Débora miró a Lance para susurrarle algo, y fue en ese momento cuando, alarmado, Morti vio que Dragonite arremetió contra su entrenador sin previo aviso.
Todo sucedió tan rápido.
Lance apartó a Débora y esta se estampó contra la pared de la torre. Morti saltó hacia ella antes de ser arrollado por los dos, que acabaron en la planta inferior enzarzados en una pelea cuerpo a cuerpo. El corazón del líder le iba a mil, pues si no hubiera sido por sus rápidos reflejos habría acabado aplastado por un dragón de poco más de doscientos kilos, sin posibilidad alguna de recuperación. El cerebro también le daba vueltas a lo ocurrido, tratando de encontrarle una explicación lógica, y se habría quedado allí un rato más si no le hubiera espabilado la voz de Débora.
—¡LANCE!
Morti se puso de pie y se acercó a la barandilla, donde estaba apoyada la líder para ver lo que estaba pasando abajo. Dragonite estaba fuera de sí e intentaba agredir a Lance con todas las partes de su cuerpo, mientras que el entrenador esquivaba los golpes ágilmente.
—¡Iros! ¡Hay que llamar a Ho-Oh cueste lo que cueste! ¡Me encargaré de que no tire abajo la torre! —gritó antes de esquivar un carga dragón a duras penas. Morti no quería dejarle solo, pero entendía que no tenían otra opción si querían cumplir con su objetivo y no podían demorarse mucho más. El líder le tomó de la mano a Débora y tiró de ella para sacarla de su estupor y llevársela consigo a lo alto de la torre.
—¡Vamos! Los pokémon están demasiado asustados para atacar, ¡es la nuestra!
Pero la líder opuso resistencia.
—¿Qué haces? ¡Ni hablar! —exclamó ella mientras se deshacía de su agarre bruscamente— ¡Yo no soy como Lira, no voy a abandonar a mi primo cuando me necesita! —Al darse cuenta de la mirada de Morti y lo brusca que había sido se tranquilizó un poco, pero la tensión no desapareció de su cuerpo—. Llevas toda la vida preparándote para esto, no me necesitas para nada, seguro que podrás tú solo. Iremos contigo en cuanto calmemos a Dragonite, no podemos permitir que destruya la torre.
Morti no dijo nada durante un rato pero acabó asintiendo. Débora no iba a cambiar de opinión y él no tenía ni un segundo que perder; además, tenía razón, había estado entrenando para eso durante toda su vida y confiaba más que de sobra en sus capacidades. Quiso desearle buena suerte pero Débora bajó rápidamente sin darle la oportunidad de hacerlo, así que de nuevo se llevó el maletín al pecho y subió las escaleras lo más rápido que pudo.
—Oye, ¡bola de grasa! —gritó la líder cuando llegó al piso inferior. Lance se preocupó un poco al verla allí pero Débora también notó la gratitud y el alivio en su mirada; cuantos más domadragones expertos hubiera para calmar a Dragonite mejor. Por desgracia, el dragón no le hizo caso y siguió tratando de atacar a Lance, pues consideraba que era más interesante que ella. Su primo conocía sus patrones de ataque así que no tenía ningún problema en esquivarle, pero el espacio era reducido y eso le dificultaba las cosas. Además, cualquier despiste podía acabar en un accidente mortal, y la torre podía derrumbarse si le dejaban campar a sus anchas. Tenían que calmarlo como fuera— ¡Te lo digo a ti, esperpento! ¿Has pensado alguna vez en hacer ejercicio? ¡Vergüenza me daría a mí ser el pokémon insignia del Campeón con esas pintas!
Dragonite le miró por encima del hombro y le dedicó una mirada de odio. Débora dio un paso al frente y alzó la barbilla mientras apoyaba ambas manos en sus caderas; tenía que plantarle cara sin miedo porque solo así pensaría que era una oponente digna de él e iría a por ella, de la misma forma que atacaba a su primo con tanta agresividad porque no se achantaba frente a él. Si mostrabas debilidad ante un dragón estabas muerto y eso era algo que los dos sabían muy bien, al igual que el hecho de que un dragón solo se ofendía de verdad cuando atacaban lo más preciado para él: su orgullo.
—Que sepas que mi abuelo tiene más agilidad y reflejos que tú. Mi primo está cojo de una pierna y aun así te está ganando. ¿Cómo puedes ser tan patético? ¿De verdad eres un dragón? —Dragonite gruñó y se dio la vuelta completamente para hacerle frente. Ella miró a su primo y él asintió mientras se situaba detrás de Dragonite y señalaba su riñonera. Débora se lo pensó un poco, solo tenía que distraerle durante un par de segundos más para que Lance hiciera lo que tenía que hacer, pero si lo enfadaba demasiado se arriesgaba a recibir un golpe fatal. Aun así decidió tomar el riesgo, pues peor era que perdiera el interés y volviera a centrarse en su primo, así que fue a hacerle daño—. Y eso que supuestamente has estado entrenando desde aquello, no me quiero ni imaginar como estarías cuando pertenecías al Alto Mando de Kanto. Sinceramente, después de verte ahora no me extraña que perdieras ante dos críos hace tres años.
La líder no pudo decir nada más ni aunque hubiera querido, porque al oír eso Dragonite rugió de ira y se lanzó a por ella. Sabía que aquellas derrotas habían dejado una profunda cicatriz tanto en su primo como en sus pokémon pero no se había esperado una reacción tan violenta. Logró esquivar por los pelos un puñetazo que iba directo a su cabeza gracias a que se agachó a tiempo, y aprovechó que el puño se le quedó hundido en la pared para huir a la izquierda, maldiciendo el momento en el que se atrevió a subestimarlo.
Maldita sea Lance, sí que te esmeras con él
Sabía que los pokémon de su primo seguían un entrenamiento estricto pero no era plenamente consciente de la condición en la que se encontraban. No sabía si sentir más respeto hacia él o enfadarse, porque le estaba poniendo las cosas muy difíciles para salir ilesa.
Durante ese pequeño debate interno la líder miró por encima de su hombro cuando llegó a la otra pared para ver cual sería el siguiente movimiento de Dragonite, pues sabía que solo saldría malparada si le daba la espalda. Se preguntó por qué no había oído sus pisadas tras ella, y esa pregunta obtuvo su respuesta en cuanto vio que el dragón se encontraba quieto de pie con la boca abierta, cargando un hiperrayo que iba en su dirección. No tuvo tiempo de pensar, solo saltó hacia un lado y eso junto al empujón que le dio Lance a Dragonite, que desvió un poco el rayo, hizo que no llegara a darle del todo. Aun así, la onda expansiva hizo que se acabara estampando contra la pared de nuevo con una fuerza que le hizo ver las estrellas. Débora gritó y se llevó una mano al hombro, solo para descubrir con horror que algo no iba bien. Bajó la mirada y tuvo que reprimir mil maldiciones al ver que se le había salido. La líder no pudo evitar quedarse asombrada ante ese suceso; si eso es lo que le había sucedido al ser alcanzada por la onda expansiva, ¿qué habría ocurrido si el rayo le hubiera dado? Por un segundo no pudo evitar sentirse mal por sus pokémon, pues acababa de experimentar en su cuerpo aquello que tenían que soportar cada vez que se enfrentaban al equipo de Lance.
—¡DÉBORA!
La advertencia de su primo le trajo de vuelta al presente. La líder alzó la cabeza a tiempo de ver como el dragón se dirigía a ella a toda velocidad. Tal y como tenía el hombro no podía escapar, pero no le hacía falta. El dolor y el enfado que sentía eran suficientes para hacer que le plantara cara.
—¡Utilizas la violencia porque tengo razón! —exclamó de repente, lo que hizo que el dragón frenara en seco. Esa era una oportunidad que no iba a desaprovechar— Me atacas porque no puedes afrontar el hecho de que eres un completo inútil. Si crees que miento demuéstramelo y gana a Lira cuando vaya a retarte a la Liga pero ¡no sigas actuando así porque significa que estoy en lo cierto y no tienes forma de desmentirme!
El dragón se le quedó mirando. El enfado seguía presente en sus ojos y Débora vio que en el fondo de estos había un punto de dolor pero eso no hizo que dejara de hablar; ella también estaba dolida y pensaba dejárselo bien claro.
—Además, mira como estoy. ¡Se me ha salido el hombro por tu maldita culpa! —rugió mientras le enseñaba la articulación afectada— ¿En serio vas a atacar a alguien que está herido? ¿Vas a aprovecharte de mi desventaja? ¿No se supone que tienes que proteger a los habitantes de Kanto y Johto y no acabar con ellos? ¡Despierta, Dragonite! ¿Qué te pasa? ¡Los dragones no van a por la victoria fácil! ¡Estás yendo en contra de todo lo que representa tu tipo!
Dragonite no hizo nada pero aun así Débora vio que sus palabras no habían causado ningún efecto en él más allá de la sorpresa por su griterío. El dragón alzó una garra y la líder intentó echarse a un lado, pero por suerte el pokémon no llegó a realizar el ataque.
—¡Cálmate!
Lance se había acercado sigilosamente a Dragonite durante el tiempo que su prima le había estado distrayendo, esperando la ocasión perfecta para subirse a su espalda y clavarle una jenguirilla en el cuello, que resultó ser aquella. Dragonite se quejó de dolor y empezó a rugir mientras daba vueltas sobre sí mismo y movía todas las extremidades de su cuerpo pero eso no hizo que su entrenador se bajara ni dejara de inyectarle el tranquilizante. Cuando este se acabó Lance bajó de un salto y al hacerlo Dragonite cayó completamente inconsciente al suelo. Débora suspiró, aliviada, y se dio el permiso de sentarse apoyada en la pared para descansar de aquel breve pero intenso episodio. Miró la lenta respiración de Dragonite y la casi vacía jeringuilla que sostenía su primo en su mano derecha y no pudo evitar que se le encogiera un poco el corazón. Todos los domadragones llevaban un par de tranquilizantes muy potentes con ellos por si sus pokémon salían de sí y no había ninguna forma de calmarlos. Normalmente con la mitad de una dosis bastaba, pero si estaban muy enfurecidos había que suministrarles una entera, lo que les sumía en un coma profundo del que les costaba despertar unos días. Quiso decir algo, pues se veía en la mirada de Lance que lamentaba haber tenido que llegar a ese extremo, pero sabía que lo que su primo había hecho era simplemente su labor como domadragón a la hora de asegurarse de que su pokémon no supusiera ninguna amenaza para la seguridad del resto. Eran los gajes del oficio y si alguien no podía soportarlo era mejor que no eligiera ese camino.
Aun así Lance no se quedó mucho tiempo lamentándose. Retiró a Dragonite, besó su Poké Ball y se acercó a Débora. La líder también se recuperó de lo sucedido y retiró su hombro instintivamente cuando él se agachó, aunque eso le hizo sisear de dolor.
—Déjame verlo.
—Ni se te ocurra tocarme —Su primo levantó las manos, indicándole que no lo haría si ella no quería, y al final la líder acabó cediendo ante su petición. Le enseñó el hombro izquierdo mientras giraba la cabeza hacia el otro lado, mordiéndose el labio inferior para evitar sisear de dolor.
—Sabes que sé recolocarlos.
—Sabes que como me toques te vas a llevar una patada en toda la boca. Ya he sufrido bastante por hoy, prefiero que me vea un profesional sanitario.
—Pero no tenemos tiempo y no vas a ir por ahí así —dijo alzando la vista pero Débora no le devolvió la mirada. Seguía mirando hacia el lado opuesto, manteniéndose firme en su declaración, y Lance sabía que no iba a lograr hacerle cambiar de idea—. Vale, vale, no te haré nada. Pero tenemos que irnos ya, deja que te ayude a levantarte al menos —pidió extendiendo un brazo al mismo tiempo que escaneaba toda la sala con su mirada. La aflicción volvió de inmediato a sus ojos—. Mira como ha quedado todo. Es una verdadera lástima —susurró. Débora echó un vistazo y asintió.
—Sí, pero podría haber sido peor.
—Eso está claro pero mira las escaleras —Su prima le hizo caso y dirigió su mirada hacia las mismas—. A ver cómo bajamos ahora.
En cuanto los ojos de la líder se posaron en el lugar que Lance le indicó él supo que no tenía tiempo que perder, pues las escaleras estaban estupendamente y su prima no tardaría en darse cuenta de sus verdaderas intenciones. Sabía que le iba a odiar de por vida, pero Lance aprovechó esa distracción para realizar la maniobra y reducirle el hombro.
—¡AAAAAH! ¡PERO CUÁL ES TU PROBLEMA QUÉ CLASE DE GOLPE TE DISTE AL NACER DESGRACIADO!
Acto que casi le costó la audición. Lance alzó las cejas e intentó no reírse por la reacción que había tenido su prima, pues era consciente del daño que le había hecho y no quería que pensara que se reía por eso. Débora se llevó una mano al hombro y se tumbó en el suelo, mordiéndose el labio inferior y dejando que las lágrimas cayeran libremente por sus mejillas mientras cerraba los ojos. No sabía qué le había dolido más, que la onda le hubiera sacado el hombro o que su primo se lo hubiera recolocado.
—Estás loca. ¿Cómo ibas a ir por ahí con el hombro así? Tenemos que salvar a Johto y eso implica estar en las mejores condiciones posibles.
—Tú sí que estás loco. No me toques, me vuelves a tocar y te juro que interpongo una orden de alejamiento, maldito desgraciado.
—Ahora tengo que estabilizarlo. Déjame —dijo mientras se arrancaba un buen trozo de capa y se acercaba a ella. Débora siguió quieta en el suelo, pues sentía que si se movía un poco otra ola de dolor volvería a sacudir su cuerpo.
—Podrías ir a un psicólogo a que te estabilice la mente, maldito degenerado sádico.
—¿Ya has acabado? —Débora abrió los ojos y le miró con un odio que le dejó claro que la única cosa que le detenía de recibir una agresión física por su parte era el estado de su hombro— Me lo agradecerás.
—Agradeceré el día que alguna vez me hagas caso —dijo mientras se sentaba lentamente con la ayuda de su primo—. ¿Vas a volver a hacerme algo?
—No, se acabaron los engaños y las sorpresas —dijo mientras envolvía cuidadosamente su hombro con el pedazo arrancado de capa. Débora cerró de nuevo los ojos mientras apoyaba la cabeza en la pared.
—Que sepas que no te pienso comprar ninguna capa por esto.
—Me basta con que no me pegues —añadió mientras hacía el último nudo. Cuando se aseguró de que había realizado el vendaje adecuadamente se agachó y ayudó a su prima a ponerse de pie—. Venga, vamos. Puede que Morti necesite nuestra ayuda.
Era la primera vez en su vida que subía a lo más alto de la torre. Alguna vez había tenido curiosidad por saber como era aquel lugar, mas el respeto que sentía por Ho-Oh y su sagrada morada le impedía llegar hasta arriba del todo, pues solo las chicas kimono y los Elegidos tenían permiso para acceder a un lugar tan sagrado. Pero ahora tenía una razón, una razón de peso para encontrarse donde se encontraba sin sentirse mal, y pensaba aprovechar aquella oportunidad al máximo.
Morti se quedó mirando el altar que había en el tejado durante unos instantes. Había cuatro estatuas de Ho-Oh en cada esquina y, en el centro, un gran pilar dorado sobre el que se creía que bajaba a descansar el legendario de vez en cuando tras sus largos viajes. Atado a este, se hallaba un objeto de suma importancia a la hora de invocarle: la Campana Clara, colocada ahí por las chicas kimono. Morti sabía que había otras cuatro campanas colgando de las cuatro esquinas del tejado pero la más importante era sin duda la que se encontraba frente a él, pues era la que tenía el poder de llamarlo.
No supo durante cuanto tiempo se quedó admirando aquella escena, pero cuando volvió en sí inspiró hondo y subió las escaleras que conducían al altar, agarrando con fuerza el maletín. No había tenido muchos encontronazos con pokémon, pues los rugidos de Dragonite habían sido lo bastante fuertes como para espantarlos, así que logró llegar a la cima sin ningún problema.
—¿Todavía no ha llegado?
Morti se dio la vuelta al oír una voz masculina tras él. Lance y Débora se encontraban ahí, lo cual le sorprendió, porque o había estado mucho tiempo embobado mirando el altar o los primos habían tardado poco en calmar a Dragonite. Tal vez había sido una mezcla de ambas.
—No. Normalmente el ritmo de la danza de las chicas kimono se entrelaza con las vibraciones de la Campana Clara y eso es lo que logra atraer a Ho-Oh, pero por desgracia ellas se encuentran muy lejos de aquí —contestó mientras reparaba en el hombro vendado de Débora. Quiso preguntar qué le había ocurrido pero la líder se le adelantó.
—Qué bien —comentó ella de forma irónica—. Entonces ahora qué hacemos, ¿nos ponemos a imitar los bailes que realizaban en el Teatro de Danza? Porque no tengo el brazo para hacer tonterías.
—No, no —contestó meneando la cabeza con vehemencia—. No seremos capaces de realizar una danza tradicional tan complicada solo con mirar; no se trata de imitar pasos, se trata de entender, sentir, interpretar y transmitir la historia de Ciudad Iris. Las chicas kimono han dedicado toda su vida a perfeccionar sus pasos y alcanzar una gran sincronización, tomárselo a la ligera sería un insulto para ellas, su trabajo, nuestra historia y Ho-Oh —dijo mientras se arrodillaba y dejaba el maletín en el suelo—. Somos tres Descendientes, tenemos la pluma arco iris en nuestro poder y Ho-Oh quiere venir, creo que con eso bastará.
Morti abrió el maletín con sumo cuidado y se quedó mirando el interior durante unos instantes. La pluma arco iris brillaba en todo su esplendor; eso significaba que Ho-Oh estaba cerca. Miró las nubes de tormenta que empezaron a formarse alrededor de ellos, y una suave brisa hizo que su bufanda y las capas de los domadragones ondearan ligeramente; era el momento indicado.
—¿Estáis listos? —Los primos asintieron y el líder inspiró hondo— Pues allá voy. Preparaos para lo que sea.
Morti sacó la pluma y la alzó en el aire. Al hacerlo, el viento empezó a soplar con más intensidad y las cinco campanas que había ahí parecieron entonar una dulce melodía por su cuenta. La Campana Clara comenzó a brillar y la pluma emitió un destello cegador.
—¡Poderoso Ho-Oh! —empezó el líder, aunque estuvo a punto de caerse por la intensidad del viento. Por suerte Lance se agachó y le agarró a tiempo, y Débora hizo lo que pudo con su hombro en mal estado. Los tres hicieron piña y alzaron la pluma a la vez, pues esta amenazaba con escaparse de las manos del líder por las fuertes corrientes de aire— ¡Escucha nuestra llamada y ven a nuestro encuentro! ¡Préstanos tu poder y libera a Johto del mal que le acecha!
Las nubes se acercaron a ellos, el viento se volvió huracanado y las campanas sonaron más alto. Intentaron que no sucediera pero al final la pluma se les escurrió de las manos y el vendaval se la llevó lejos de allí. Los tres entrenadores se juntaron todavía más y cerraron los ojos, deseando que aquel contratiempo no supusiera el fracaso de su plan. Sintieron que iban a salir volando junto a la pluma de un momento a otro por la fuerza del aire pero, por suerte, la intensidad de este empezó a disminuir poco a poco. Eso les animó a abrir los ojos de nuevo, lo que les permitió ser testigos de un suceso que no olvidarían en sus vidas.
Un punto de luz se hizo visible entre las nubes y, al fijarse un poco más, vieron que este se acercaba a ellos y dejaba una estela del color del arco iris tras él. El punto de luz resultó ser un gran pokémon rodeado por una luz dorada que se acercaba a ellos a gran velocidad, una velocidad que disminuyó en cuanto llegó a la torre y comenzó a dar vueltas a su alrededor. Las ráfagas de aire que creaba con sus alas acariciaron a los entrenadores que miraron, obnubilados, como el gran pájaro se situó en lo alto del pilar y, extendiendo sus alas multicolor al cielo, emitió un grito que pareció partir las nubes de tormenta en dos.
KYAAAAAAAA
(Bueno, bueno, bueno. Con esto ya os haréis una idea de que los próximos capítulos van a ser intensitos. Estamos entrando de cabeza en el segundo clímax y esto no hay quien lo pare, voy a disfrutar mucho escribir lo que sigue.
nadaoriginal: ya te digo. A Lira le queda por hacer un buen trabajo todavía pero no es la única que tiene cosas importantes que hacer jeje.
Grytherin18-Friki: Dratini tendrá tiempo de brillar, todavía no tiene la experiencia para ello pero le llegará su momento, en menudo momento se ha unido al equipo de Lira.
Hasta la próxima~
PKMNfanSakura).
